Vísperas – Miércoles XVIII de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS

MIÉRCOLES XVIII TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Padre: has de oír
este decir
que se me abre en los labios como flor.

Te llamaré
Padre, porque
la palabra me sabe a más amor.

Tuyo me sé,
pues me miré
en mi carne prendido tu fulgor.
Me has de ayudar
a caminar,
sin deshojar mi rosa de esplendor.

Por cuanto soy
gracias te doy:
por el milagro de vivir.
Y por el ver
la tarde arder,
por el encantamiento de existir.

Y para ir,
Padre, hacia ti,
dame tu mano suave y tu amistad.
Pues te diré:
solo no sé
ir rectamente hacia tu claridad.

Tras el vivir,
dame el dormir
con los que aquí anudaste a mi querer,
dame, Señor,
hondo soñar.
¡Hogar dentro de ti nos has de hacer! Amén.

SALMO 61: LA PAZ EN DIOS

Ant. Aguardamos la alegre esperanza, la aparición gloriosa de nuestro Salvador.

Sólo en Dios descansa mi alma,
porque de él viene mi salvación;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.

¿Hasta cuándo arremeteréis contra un hombre
todos juntos, para derribarlo
como a una pared que cede
o a una tapia ruinosa?

Sólo piensan en derribarme de mi altura,
y se complacen en la mentira:
con la boca bendicen,
con el corazón maldicen.

Descansa sólo en Dios, alma mía,
porque él es mi esperanza;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.

De Dios viene mi salvación y mi gloria,
él es mi roca firme,
Dios es mi refugio.

Pueblo suyo, confiad en él,
desahogad ante él vuestro corazón,
que Dios es nuestro refugio.

Los hombres no son mas que un soplo,
los nobles son apariencia;
todos juntos en la balanza subirían
más leves que un soplo.

No confiéis en la opresión,
no pongáis ilusiones en el robo;
y aunque crezcan vuestras riquezas,
no les deis el corazón.

Dios ha dicho una cosa,
y dos cosas que he escuchado:

«Que Dios tiene el poder
y el Señor tiene la gracia;
que tú pagas a cada uno
según sus obras.»

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Aguardamos la alegre esperanza, la aparición gloriosa de nuestro Salvador.

SALMO 66: QUE TODOS LOS PUEBLSO ALABEN AL SEÑOR

Ant. Que Dios ilumine su rostro sobre nosotros y nos bendiga.

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Que Dios ilumine su rostro sobre nosotros y nos bendiga.

CÁNTICO de COLOSENSES: HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CRIATURA

Ant. Por medio de él fueron creadas todas las cosas, y todo se mantiene en él.

Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Por medio de él fueron creadas todas las cosas, y todo se mantiene en él.

LECTURA: 1P 5, 5b-7

Tened sentimientos de humildad unos con otros, porque Dios resiste a los soberbios, para dar su gracia a los humildes. Inclinaos, pues, bajo la mano poderosa de Dios, para que, a su tiempo, os ensalce. Descargad en él todo vuestro agobio, que él se interesa por vosotros.

RESPONSORIO BREVE

R/ Guárdanos, Señor como a las niñas de tus ojos.
V/ Guárdanos, Señor como a las niñas de tus ojos.

R/ A la sombra de tus alas escóndenos.
V/ Como a las niñas de tus ojos.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Guárdanos, Señor como a las niñas de tus ojos.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Haz, Señor, proezas con tu brazo: dispersa a los soberbios y enaltece a los humildes.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Haz, Señor, proezas con tu brazo: dispersa a los soberbios y enaltece a los humildes.

PRECES

Aclamemos, hermanos, a Dios, nuestro salvador, que se complace en enriquecernos con sus dones, y digámosle con fe:

Multiplica la gracia y la paz, Señor.

Dios eterno, mil años en tu presencia son como un ayer que pasó;
— ayúdanos a recordar siempre que nuestra vida es como hierba que florece por la mañana, y por la tarde se seca.

Alimenta a tu pueblo con el maná, para que perezca de hambre,
— y dale el agua viva, para que nunca más tenga sed.

Que tus fieles busquen los bienes de arriba y aspiren a ellos,
— y te glorifiquen también con su trabajo y su descanso.

Concede, Señor, buen tiempo a las cosechas,
— para que la tierra dé fruto abundante.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Que los difuntos puedan contemplar tu faz,
— y que nosotros tengamos un día parte en su felicidad.

Confiemos nuestras súplicas a Dios, nuestro Padre, terminando esta oración con las palabras que el Señor nos enseñó:

Padre nuestro…

ORACION

Oh Dios, tu nombre es santo, y tu misericordia llega a tus fieles de generación en generación; atiende, pues, las súplicas de tu pueblo y haz que pueda proclamar eternamente tu grandeza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – 7 de agosto

Tiempo Ordinario 

1) Oración inicial 

Ven, Señor, en ayuda de tus hijos; derrama tu bondad inagotable sobre los que te suplican, y renueva y protege la obra de tus manos en favor de los que te alaban como creador y como guía. Por nuestro Señor. 

2) Lectura 

Del santo Evangelio según Mateo 15,21-28
Saliendo de allí Jesús se retiró hacia la región de Tiro y de Sidón. En esto, una mujer cananea, que había salido de aquel territorio, gritaba diciendo: «¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada.» Pero él no le respondió palabra. Sus discípulos, acercándose, le rogaban: «Despídela, que viene gritando detrás de nosotros.» Respondió él: «No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel.» Ella, no obstante, vino a postrarse ante él y le dijo: «¡Señor, socórreme!» Él respondió: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.» «Sí, Señor -repuso ella-, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.» Entonces Jesús le respondió: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas.» Y desde aquel momento quedó curada su hija. 

3) Reflexión

• Contexto. El pan de los hijos y la gran fe de una mujer cananea es el tema que presenta este pasaje del cap.15 de Mateo, que propone al lector de su evangelio una ulterior profundización de la fe en Cristo. El episodio va precedido de una iniciativa de los escribas y fariseos llagados de Jerusalén, que provocan un encontronazo de poca duración con Jesús, hasta que se alejó con sus discípulos para retirarse a la región de Tiro y de Sidón.
Mientras va de camino, lo alcanza una mujer que viene de lugares paganos. Mateo presenta a esta mujer con el apelativo de “cananea”, el cual aparece en el AT con toda su dureza. En el Deuteronomio, los habitantes de Canaán son considerados una gente llena de pecados por antonomasia, un pueblo malo e idolátrico.
• Dinámica del relato. Mientras Jesús desarrolla su actividad en Galilea y está en camino hacia Toro y Sidón, una mujer se le acerca y empieza a importunarlo con una petición de ayuda a favor de su hija enferma. La mujer se dirige a Jesús con el título de “hijo de David”, un título que suena a extraño en boca de una pagana y que podría encontrar justificación en la extrema necesidad que vive la mujer. Podría pensarse que esta mujer ya cree de algún modo en la persona de Jesús como el salvador final, pero esto se excluye puesto que sólo en el v.28 aparece reconocido su acto de fe, justamente por parte de Jesús. En el diálogo con la mujer, parece que Jesús muestra la misma distancia y desconfianza que había entre el pueblo de Israel y los paganos. Por un lado, Jesús manifiesta a la mujer la prioridad de Israel en acceder a la salvación y, ante la insistente demanda de su interlocutora, Jesús parece tomar distancias, una actitud incomprensible para el lector, pero en la intención de Jesús expresa un alto valor pedagógico. A la súplica primera “Ten piedad de mi, Señor, hijo de David”, no responde Jesús. A la segunda intervención, esta vez por parte de los discípulos que lo invitan a atender a la mujer, sólo expresa un rechazo que subraya aquella secular distancia entre el pueblo elegido y los pueblos paganos (vv.23b-24). Pero a la insistencia del ruego de la mujer que se postra ante Jesús, sigue una respuesta dura y misteriosa: “no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos” (v.26). La mujer va más allá de la dureza de las palabras de Jesús y se acoge a un pequeño signo de esperanza: la mujer reconoce que el plan de Dios que Jesús lleva adelante afecta inicialmente al pueblo elegido y Jesús pide a la mujer el reconocimiento de esta prioridad; la mujer explota esta prioridad con el fin de presentar un motivo fuerte para obtener el milagro: ”También los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos” (v.27). La mujer ha superado la prueba de la fe: “Mujer, grande es tu fe” (v.28); de hecho, a la humilde insistencia de su fe, Jesús responde con un gesto de salvación.
Este episodio dirige a todo lector del Evangelio una invitación a tener una actitud de “apertura” hacia todos, creyentes o no, es decir, una disponibilidad y acogida sin reserva hacia cualquier hombre. 

4. Para la reflexión personal

• La palabra escrutadora de Dios te invita a romper tu cerrazón y tus pequeños esquemas. ¿Eres capaz de acoger a todos los hermanos que se acercan a ti?
• ¿Eres consciente de tu pobreza para ser capaz, como la cananea, de confiarte a la palabra salvífica de Jesús? 

5) Oración final

Señor, no me rechaces lejos de tu rostro,
no retires de mí tu santo espíritu.
Devuélveme el gozo de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso. (Sal 51,13-14)

Lectura continuada del Evangelio de Marcos

Marcos 10, 17-20

<

p style=»text-align:justify;»>«17Y, andandoél por el camino, corriendo unoy arrodillándose, le preguntaba: “Maestro bueno: ¿qué haré para que herede la vida eterna?”.
18PeroJesúsle dijo: “¿Por qué me dices ‘bueno’? Nadie es buenosino uno, Dios. 19Conoces los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no defraudarás, honra a tu padre y a tu madre”.

20Peroél le dijo: “Maestro, guardé todos ellos desde mi juventud”.

<

p style=»text-align:justify;»>Jesús, tras exaltar a los niños como modelo del discipulado en el reinado de Dios, tiene ahora enfrente a un representante radicalmente diverso de la humanidad, un hombre rico que se le acerca para hacer una pregunta sobre la consecución de la vida eterna. Sin embargo, esta cuestión respecto a su riqueza cabe también en el «código de virtudes domésticas», el modelo que comenzó en 10,1. A diferencia de los niños, cuya debilidad, dependencia y descalificación en el ámbito de la Ley eran proverbiales, este hombre no solo es una persona acomodada materialmente, sino también «rica» en la observancia de la Torá (cf. Flp 3,6-8). Jesús, sin embargo, percibe en las riquezas del hombre un impedimento para su participación en el reinado de Dios y por su propio bien le incita a abandonarlas y seguirlo. 
Al principio, el acercamiento del hombre, impaciente y reverente a la vez (10,17a), se empareja con su salida triste y malhumorada, al final (10,22). En medio, Jesús responde a la primera parte de la pregunta del hombre («Maestro bueno»: 10,17b) con una contra-pregunta («¿Por qué me llamas bueno?»: 10,18a) y una referencia al credo central de la Torá, la Shemá (10,18b). A continuación, Jesús contesta a la segunda parte de la pregunta («¿Qué haré para heredar la vida eterna?»: 10,17c) con una referencia a otro pasaje crucial de la Torá que tradicionalmente iba unido a la Shemá, el Decálogo (10,19). Pero la respuesta del hombre, a saber: que él observa ya esos mandamientos (10,20), replicada por la incitación de Jesús a abandonar todo y seguirlo (10,21), transfiere el diálogo del ámbito de la Torá al del reinado de Dios (cf. 10,23), terreno en el que el hombre rico es incapaz de seguir a Jesús. Dramáticamente, pues, la gran ruptura acontece entre 10,20 y 10,21. 


<

p style=»text-align:justify;»>• 10,17-20: Después del diálogo privado con los discípulos acerca del divorcio (10,10-12) y de la bendición de los niños (10,13-16), que tienen lugar en una casa, Jesús sale de camino (10,17a), al parecer con sus discípulos a remolque (10,23-31) y probablemente rumbo ya a Jerusalén (cf. 10,32). Sin embargo, el viaje se ve interrumpido por un hombre que corre hacia Jesús y se pone de rodillas ante él (10,17b). Su velocidad refleja la urgencia de su pregunta, y su postura arrodillada muestra su reverencia ante el que cree que puede contestarle (para el motivo de postrarse ante los dioses, los hombres santos y los reyes, cf. 1Re 19,18; 2Re 1,13; 1Cro 29,20; Mc 15,19). El hombre llama a Jesús «maestro bueno» y presentando la cuestión que lo ha impulsado a venir: «¿Qué haré para heredar la vida eterna?» (10,17c). 
La respuesta preliminar de Jesús (10,18-19) encaja a la perfección en el ámbito de la Ley y expresamente en el del Decálogo (Ex 20,1-17; Dt 5,6-21). Su parte inicial alude a la Shemá de Dt 6,4-5, considerada por judíos y cristianos primitivos como el equivalente de la primera tabla del Decálogo, que trata de las relaciones entre el pueblo y Dios. La segunda parte de la respuesta (10,19) cita la segunda tabla, que se refiere a las relaciones entre los seres humanos. Estas observaciones sugieren una cercanía entre nuestra perícopa y el diálogo sobre el núcleo de la Ley en 12,28-34: en ambos casos Jesús recibe el título de «maestro», le formulan una pregunta relacionada con las exigencias centrales de la Torá y responde en términos que resumen las dos tablas del Decálogo; sin embargo, en ninguno de los dos casos la observancia de estos mandamientos basta para la entrada en el reinado de Dios («falta una cosa» y «no estás lejos del reinado de Dios»). 
Sin embargo, el modo concreto con el que Jesús comienza su respuesta demostró ser un problema para los cristianos durante siglos: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno salvo uno, Dios» (10,18). No podría haber ninguna otra ilustración más dramática de lo que Karl Barth -haciéndose eco de Kierkegaard- ha llamado «la infinita distinción cualitativa» entre Dios y la humanidad; Jesús parece situarse dentro de la humanidad pecadora al distinguirse así del único ser bueno, Dios. A nivel del Jesús histórico, esta solidaridad con la humanidad pecadora concuerda plenamente con la participación de Jesús en el «bautismo de conversión para el perdón de los pecados» de Juan Bautista (1,4). 
Jesús pregunta: «¿Por qué me llamas bueno?», y atribuye esta cualidad solo al Dios Único, pero al instante siguiente el mismo Jesús demuestra un poder y misericordia divinos al adivinar sobrenaturalmente el obstáculo secreto que turba a su interlocutor, y amorosamente le ofrece la solución (10,21). En respuesta a la pregunta del hombre sobre el modo de heredar la vida eterna, Jesús señala la segunda tabla del Decálogo (10,19). Las dos terceras partes desde el inicio de esta lista corresponden más o menos a un patrón normal, pero hay dos sorpresas al final, que revelan algo del interés especial que muestra nuestro pasaje:

1) El autor presenta el penúltimo mandamiento de la serie como «No defraudarás» en vez del esperado «No codiciarás». Este hincapié sobre las acciones injustas a las que el ansia de posesiones puede conducir está de acuerdo con las interpretaciones judías del décimo mandamiento, pero es posible que el pasaje destaque también el tipo de explotación del campesinado que era común entre los grandes terratenientes del siglo I en Palestina.

2) En la conclusión misma de la lista, Jesús inserta una referencia al mandamiento de honrar a los padres, que procede del final de la primera tabla del Decálogo. Este orden insólito, que por su colocación en último lugar parece asignar una importancia especial al mandamiento de honrar a los padres, puede relacionarse con el emplazamiento de nuestro pasaje en una sección del evangelio que destaca la posición de Jesús como padre, unido a Dios, de una nueva familia cristiana (cf. comentarios a 10,13-16 y 10,28-31). Jesús ha mostrado ya simbólicamente su amor por sus seguidores concediendo una bendición paternal a los niños que habían venido a él (10,15-16); ahora, del mismo modo, demuestra su afecto paternal para con un discípulo potencial tratando de conducirlo al camino en el que se halla la felicidad verdadera.

El hombre contesta a la cita del Decálogo por parte de Jesús: «Maestro, guardé todos ellos desde mi juventud» (10,20). No hay razón alguna para dudar de su sinceridad.

Comentario del 7 de agosto

El Dios creador del universo, infinitamente compasivo y misericordioso, no puede sino tener compasión de todos, incluso de los en algún tiempo extraños o extranjeros por no formar parte del pueblo elegido. En realidad, para Dios no hay extranjeros. Ninguna criatura le puede ser extraña, aunque haya quienes puedan extrañarse (o alejarse) de Él. Así lo anunciaba el profeta Isaías: A los extranjeros que se han dado al Señor para servirlo… y perseveran en mi alianza, los traeré a mi monte santo. Así lo confirma Jesucristo con sus obras, teniendo misericordia de aquella mujer cananea que le suplica hasta el extremo de soportar una gran humillación. Todos estamos llamados a la salvación. Nadie es excluido salvo el que finalmente quiera excluirse.

El pasaje evangélico de este día ilustra bien esta idea. Nadie está excluido de la misericordia divina, aunque a veces Dios se haga rogar para probar la fe de sus fieles e incrementar su humildad. Jesús sale del escenario habitual de su actividad, quizá buscando descanso en un país vecino donde pueda pasar desapercibido. De hecho, el evangelista nos dice que se retiró al país de Tiro y Sidón. Pero ni siquiera en este lugar extraño a su país natal pasa desapercibido. Una mujer (cananea) les sale al encuentro, como solía suceder en Palestina, donde tantos enfermos y leprosos se presentaban a Jesús en el momento más inoportuno implorando su compasión. También esta mujer implora compasión para sí, aunque no es ella la enferma, sino su hija. Pero el beneficio de su hija será su propio beneficio. Por eso, pide compasión para sí, porque ella está sufriendo el sufrimiento de su propia hija; y la liberación (=curación) de su hija será su propia liberación.

La primera respuesta de Jesús es una ausencia de respuesta. Jesús responde con la indiferencia o una aparente insensibilidad. Hace como el que no oye. Pero ella insiste en su reclamo, hasta el punto de que sus discípulos, ya molestos, le dicen: Atiéndela, que viene detrás gritando. Y aquí sí hay respuesta por parte de Jesús, pero una respuesta displicente y excluyente: Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel; y ni él está en Israel, ni esa mujer que grita es israelita.

Pero ella les alcanza y se arrodilla ante él en un gesto de humillación, y le suplica: Señor, socórreme. Y la displicencia de Jesús se hace ahora humillante y ofensiva. Les compara (en plural) con perros que no tienen derecho al pan de los hijos. Y ella acepta el desafío y la humillación: Está bien, somos perros; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos. No tienen derecho al pan de los hijos, pero pueden disfrutar al menos de las migajas que caen de su mesa. ¡Qué alarde de fe y de humildad el de esta mujer! Y Jesús se deja vencer por esta grandeza, la grandeza de una fe que sólo es posible desde la humildad: una humildad capaz de superar la prueba de la indiferencia, la displicencia y el desprecio.

Porque lo que había hecho Jesús, con su actitud, es someterla a prueba para darle finalmente el premio que se otorga a los vencedores: que se cumpla lo que deseas –le oye decir aquella mujer-. Su deseo se vio cumplido porque había dado muestras de mucha fe, una fe sostenida en la dificultad gracias a la humildad. Sin esta humildad no hubiese podido mantener su fe. Luego a pesar de su previa afirmación (sólo a las ovejas descarriadas de Israel), no era verdad que había venido sólo para los judíos, o que la misericordia de Dios se circunscribiese a una región o parte de la humanidad, o a un pueblo respecto del cual todos los demás son extranjeros. No, la misericordia de Dios es universal. También los extraños en otro tiempo podrán incorporarse a la alianza, y acceder al monte santo, y ofrecer sacrificios aceptos a Dios, y formar parte de esa casa (universal) de oración, así llamada por todos los pueblos, puesto que ninguno será excluido.

Esos eran los gentiles en tiempos de san Pablo, en otro tiempo ajenos a la llamada de Dios, pero ahora obedientes, en cierto modo gracias a la desobediencia de los judíos. Pero tampoco los judíos quedarán encerrados en su obstinación y desobediencia, puesto que los dones y la llamada de Dios son irrevocables. Y Dios seguirá llamando a esos judíos desobedientes para traerlos a la obediencia de la salvación aportada por Cristo, el Salvador. Al final resulta que todos, judíos y gentiles, han vivido tiempos de desobediencia.

En este sentido, ninguno tiene ventaja sobre el otro. Al contrario, Dios hace de la desobedienciael medio para tener misericordia de todos. Pero ésta se hará efectiva en diferentes modos o por diferentes caminos: por el camino de la humillación (el más universal) que suele ir acompañado de sufrimiento, por el camino de la carencia, o también de la abundancia (aunque éste puede ser el más equívoco); acudiendo de inmediato, haciéndose rogar y esperar, por la senda del descalabro del pecado y del perdón que pasa por el arrepentimiento. En fin, se trata de traer a la obediencia de la fe, casi siempre desde las regiones tenebrosas o penumbrosas de la desobediencia. ¡Ojalá podamos oír de sus labios algún día: Qué grande es tu fe!; porque más grande será nuestra recompensa.

 

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

83. En los jóvenes también están los golpes, los fracasos, los recuerdos tristes clavados en el alma. Muchas veces «son las heridas de las derrotas de la propia historia, de los deseos frustrados, de las discriminaciones e injusticias sufridas, del no haberse sentido amados o reconocidos». Además «están las heridas morales, el peso de los propios errores, los sentimientos de culpa por haberse equivocado»[38]. Jesús se hace presente en esas cruces de los jóvenes, para ofrecerles su amistad, su alivio, su compañía sanadora, y la Iglesia quiere ser su instrumento en este camino hacia la restauración interior y la paz del corazón.


[38] Ibíd., 67.

Comentario Domingo XIX de Tiempo Ordinario

Oración preparatoria

Hoy vengo a Tu Palabra, consciente de que tú estás cerca. Y a menudo se me pasan los días buscándote lejos. En las grandes palabras, en las grandes celebraciones, en los sentimientos sublimes, o en lo más espiritual, sin darme cuenta de que tú estás alrededor, casi disfrazado, saliéndome al encuentro cuando menos te espero… AMÉN.

 

Lc 12, 32-48

««32“No temas, pequeño rebañito, que vuestro Padre se ha complacido en daros el Reino.

33Vended vuestros bienes y dad limosna. Haceos a vosotros mismos bolsas que no se deterioran, un tesoro inagotable en los cielos, donde no se acerca ladrón, ni polilla corroe; 34porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestrocorazón.

35Tened ceñidas vuestras cinturas y las lámparas encendidas, 36y vosotros [sed] como personas que esperan a que su señor vuelva de las bodas, para que, al llegar y llamar, al instante le abran. 37Bienaventurados aquellos siervos a quienes el señor, al venir, encuentre velando; en verdad os digo que se ceñirá, los pondrá a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. 38Y que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡bienaventurados son aquellos!

39Pero entended esto: que si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que fuera forzada su casa. 40Estad también vosotros preparados, porque a la hora que no penséis, viene el Hijo del hombre”.

41Pero dijo Pedro: “Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?”

42Y dijo el Señor: “¿Quién es, pues, el ecónomo fiel y sensato a quien el señor establecerá sobre su servidumbre para darle a tiempo la ración de comida?43Bienaventurado aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciendo así.44De verdad os digo que sobre todos sus bienes lo establecerá.

45Pero si aquel siervo dice en su corazón: ‘Mi señor tarda en venir’, y comienza a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y a emborracharse,46vendrá el señor de aquel siervo en el día que no espera y a la hora que no conoce, y le castigará severamente y le pondrá su parte entre los infieles.

47Pero aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, al no preparar nada ni hacer según su voluntad, recibirá muchos azotes; 48pero el que no la conoce pero hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos;

pero a todo al que fue dado mucho, mucho será reclamado de él; y al que mucho fue confiado, le pedirán mucho más”».

¡PALABRA DEL SEÑOR!

 

CONTEXTO

Seguimos en el contexto del camino a Jerusalén, camino de formación de los discípulos. El recorrido evangélico dominical da un salto y omite el texto, fundamental, del abandono en la Providencia divina (Lc 12,22-32), aunque el evangelio de hoy recoge el último versículo de dicha unidad (v. 32). Ahora, en la primera parte de nuestro evangelio, leemos la consecuencia de estar completamente dedicados al Reino (cf. v. 31): renunciar a los bienes haciendo “limosna” conellos. Y, seguidamente, un compacto conjunto textual con tres pequeñas parábolas para hacernos reflexionar sobre la necesidad de la vigilancia y de la responsabilidad de cada uno ante la llegada improvisada del Señor. Desde la experiencia de la Providencia de Dios Padre, los discípulos deben caminar con confianza y seguridad, liberados de miedos y preocupaciones materiales, firmes en dar testimonio de Jesús, responsables en el ejercicio de su misión, vigilantes ante los signos de los tiempos.

 

TEXTO

El evangelio se compone de tres perícopas diferentes.

1.- De la primera (12,22-32), solo tenemos su último versículo (v. 32), que es la conclusión de la llamada de Jesús a confiar decididamente en la providencia de Dios Padre.

2.- La segunda perícopa (vv. 33-34) es la enseñanza de Jesús sobre el verdadero tesoro.

3.- La tercera perícopa, más extensa (vv. 35-48) presenta un nuevo tema centrado en la vigilancia y la responsabilidad. En ella se presentan tres llamadas de Jesús, ejemplificadas con tres parábolas:

a) la llamada a estar preparados (v. 35) y parábola del señor que vuelve de la boda (vv. 36-38); b) la parábola del dueño de la casa (v. 39) y llamada a estar preparados (v. 40);

c) tras la pregunta de Pedro (v. 41), la parábola del ecónomo (administrador) fiel (vv. 42-46) y como conclusión, enseñanza de Jesús sobre las consecuencias del comportamiento habido (vv. 47-48).

 

ELEMENTOS A DESTACAR

• La preocupación por los bienes materiales es propia de los “gentiles de estemundo”, no de los discípulos de Jesús, que se despreocupan y se desprenden de ellos. Solo una honda experiencia de Dios “empuja” a ser valientes en este campo; a su vez, esa valentía nos dice hasta qué punto es cierta y real la experiencia de Dios. El auténtico tesoro es el que mueve el corazón. ¿Qué mueve a nuestros corazones? ¿Según eso, cuál es nuestro tesoro?

• La vida discipular fiel y responsable conlleva una vida bienaventurada. Jesús seempeña en llamar “bienaventurados” a quienes viven “preparados” ante la venida del Señor. ¿Somos felices por ser discípulos? ¿O llevamos como una “carga pesada” nuestra vida cristiana?

• Es muy insistente la llamada a estar preparados, estar vigilantes. La preparación supone una determinada relación con Dios (confianza y desprendimiento), con los demás (solidaridad) y con uno mismo (el tesoro: valores asumidos y contravalores rechazados). ¿Cuáles son los signos de nuestra preparación y vigilia?

• Las numerosas imágenes del texto (personas que esperan despiertas a su señor, las lámparas encendidas, la administración de personas y bienes, el servicio, la sobriedad…) piden reflexión, discernimiento y actualización del texto en nuestra vida discipular.

• El evangelio eleva su exigencia a partir de la pregunta de Pedro, es decir, cuando el texto se dirige a los responsables de la comunidad. No son dueños, sino administradores (o ecónomos), y deben ser fieles, sensatos y cuidadosos con todos los miembros de la misma. Desde la responsabilidad de cada uno, pensemos en nuestra fidelidad al Señor, en nuestra sensatez en el ejercicio y en nuestro esmero pastoral.

• Todo el vocabulario, con sus matices, gira en torno al señor y a los siervos. Es una llamada a pensar en quién es, de verdad, el “Señor” de nuestra vida y en el modo en que nosotros somos “siervos” suyos y transparencia suya para los demás.

 

Paso 1 Lectio: ¿Qué dice el texto? Atiende todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas.

Paso 2 Meditatio: ¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?

Paso 3 Oratio: ¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…

Paso 4 Actio: ¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?

Para la catequesis: Domingo XIX de Tiempo Ordinario

XIX Domingo de Tiempo Ordinario
11 de agosto 2019

Sabiduría 18, 6-9; Salmo 32; Hebreos 11, 1-2. 8-19; Lucas 12, 35-40

Esten Preparados

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Estén listos, con la túnica puesta y las lámparas encendidas.

Sean semejantes a los criados que están esperando a que su señor regrese de la boda, para abrirle en cuanto llegue y toque. Dichosos aquellos a quienes su señor, al llegar, encuentre en vela. Yo les aseguro que se recogerá la túnica, los hará sentar a la mesa y él mismo les servirá. Y si llega a medianoche o a la madrugada y los encuentra en vela, dichosos ellos. Fíjense en esto: Si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa. Pues también ustedes estén preparados, porque a la hora en que menos lo piensen vendrá el Hijo del hombre».

Reflexión

¿Qué pasa si llegas a tu clase y te enteras que tienes un examen de matemática que se te habías olvidado? (Sacas mala nota.) Como te preparas para un examen? ¿Que pasa si llegan tus amigos para llevarte al cine y te quedaste dormido? (Pierdes ver la película con tus amigos.) Como te preparas para ir al cine? Jesús nos dice, “Estén listos, con la túnica puesta y las lámparas encendidas.” ¿Para que quiere que estemos listos? (Para el día que Dios nos llame a su casa en el Cielo.) ¿Cómo nos alistamos para ese momento? (Viviendo de manera que agrada a Dios.) Como quiere Dios que vivamos? (Obedeciendo, perdonando, ayudando, y amando mucho a Dios y al projimo.) Jesús usa el ejemplo del ladrón. ¿Que harían si supieran que venía un ladrón a robarles?

 

Actividad

En la siguiente página, cortar y colorear lámpara. Llenar las ventanas con nombres de personas que quieren ayudar, perdonar… Doblar en líneas anaranjadas y cerrar con tape en lado y arriba y abajo.

Oración

Señor, gracias por amarnos tanto que con Tu sacrificio doloroso nos abriste la puerta del Cielo. Ayúdanos a vivir cada día en Tu amor. Aumenta en nosotros el deseo de la vida eterna y de agradarte en todo. Amen

¿Qué me quiere decir hoy Jesús?

¿Has ido alguna vez a una fiesta donde jueguen «Busquemos el tesoro escondido»? ¡Es bien divertido! Se juega dándole a cada persona una lista de pistas o ideas que, si la persona las sigue correctamente, la llevará hasta un «tesoro». En muchas ocasiones el tesoro es un juguetito barato o un dulce, así que cuando se esté jugando este juego es importante recordar que la diversión es el buscar el tesoro, no el «tesoro» en sí.

El buscar tesoros es algo que les ha interesado a las personas por mucho tiempo. La isla del tesoro es uno de los libros más populares que se haya escrito. Escrito por Robert Louis Stevenson, le ha dado horas de diversión a muchos niños, niñas y aún a adultos desde que se escribió allá por los 1800s. Es una historia llena de misterio y aventura de un jovencito llamado Jim Hawkins quien encuentra un mapa en un cofre de un pirata y comienza su búsqueda del tesoro. Si no has leído el libro, tal vez hayas visto la película basada en él, La isla del tesoro de los Muppets.

Puede sorprenderte el saber que Jesús tenía algo que decir acerca de buscar tesoros. Un día, les dijo a sus colaboradores, «Vendan sus posesiones y den a los que pasan necesidad. ¡Eso almacenará tesoros para ustedes en el cielo! Y las bolsas celestiales nunca se ponen viejas ni se agujerean. El tesoro de ustedes estará seguro; ningún ladrón podrá robarlo y ninguna polilla, destruirlo. Donde esté su tesoro, allí estarán también los deseos de su corazón» (Lucas 12:33-34-NTV).

Así que, ¿cómo podemos almacenar tesoros en el cielo como Jesús dice que debemos? Lo hacemos alejando de nosotros todo deseo egoísta y prestando atención a los demás y a sus necesidades. Dándole a los pobres, ayudando a aquellos que tienen necesidad, amando a otros como nos amamos a nosotros mismos. Esas son las cosas que nos ayudarán a tener tesoros en el cielo donde no hay nada que pueda destruirlos ni llevárselos.

El planificar un juego «Busquemos el tesoro escondido» es divertido y los libros de piratas y sus tesoros escondidos son libros excitantes para leer, pero el lograr almacenar tesoros en el cielo es algo muy serio. Pidámosle a Dios que nos ayude en la búsqueda del tesoro correcto.

Padre, a veces observamos los tesoros que este mundo ofrece y perdemos de vista lo que deseas de nosotros. Ayúdanos a servirte sirviendo a otros y, al así hacerlo, ir haciendo nuestro cofre de tesoros en el cielo. En el nombre de Jesús oramos, amén.

Comentario al evangelio – 7 de agosto

El Evangelio de hoy nos narra el encuentro de una mujer cananea con Jesús en la región de Tiro y Sidón; es decir, fuera de los límites de Israel. La mujer le pide ayuda para curar a su hija endemoniada. Jesús no le responde porque considera que Dios lo ha enviado «sólo a las ovejas perdidas del pueblo de Israel». La insistencia de la mujer es tan fuerte que «obliga» a Jesús a ensanchar su campo, a comprender que el amor del Padre no tiene límites.

Más que la fe de la mujer, en la que solemos insistir a menudo, lo que me sorprende es la apertura de Jesús, su audacia para ir más allá de lo que considera razonable, su capacidad para creer en un «Dios mayor» y escuchar su voz a través de los gritos de sus criaturas más necesitadas.

Hoy nos encontramos en una situación cultural en la que la fe se ve retada a superar sus límites tradicionales, a entrar en otros campos, a responder a muchos gritos que no encuentran respuesta. El verdadero pastor es el que sabe escuchar los gritos de su pueblo. ¿Cómo podemos hoy seguir rompiendo barreras? ¿Cómo evitar que la fe se convierta en algo cada vez más irrelevante, reservado a los de siempre? ¿No estaremos desoyendo los gritos de las muchas personas que quieren tocar a Jesús y sentirse queridas por él?