II Vísperas – Domingo XIX de Tiempo Ordinario

II VÍSPERAS

DOMINGO XIX de TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme. 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

¿Qué ves en la noche,
dinos, centinela?

Dios como un almendro
con la flor despierta;
Dios que nunca duerme
busca quien no duerma,
y entre las diez vírgenes
sólo hay cinco en vela.

¿Qué ves en la noche,
dinos, centinela?

Gallos vigilantes
que la noche alertan,
Quien negó tres veces
otras tres confiesa,
y pregona el llanto
lo que el miedo niega.

¿Qué ves en la noche,
dinos, centinela?

Muerto le bajaban
a la tumba nueva.
Nunca tan adentro
tuvo al sol la tierra.
Daba el monte gritos,
piedra contra piedra.

¿Qué ves en la noche,
dinos, centinela?

Vi los cielos nuevos
y la tierra nueva.
Cristo entre los vivos
y la muerte muerta.
Dios en las criaturas,
¡y eran todas buenas! Amén.

SALMO 109: EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE

Ant. Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha». Aleluya.+

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha». Aleluya.

SALMO 110: GRANDES SON LAS OBRAS DEL SEÑOR

Ant. El Señor, piadoso y clemente, ha hecho maravillas memorables. Aleluya.

Doy gracias al Señor de todo corazón,
en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor,
dignas de estudio para los que las aman.

Esplendor y belleza son su obra,
su generosidad dura por siempre;
ha hecho maravillas memorables,
el Señor es piadoso y clemente.

Él da alimento a sus fieles,
recordando siempre su alianza;
mostró a su pueblo la fuerza de su obrar,
dándoles la heredad de los gentiles.

Justicia y verdad son las obras de sus manos,
todos sus preceptos merecen confianza:
son estables para siempre jamás,
se han de cumplir con verdad y rectitud.

Envió la redención a su pueblo,
ratificó par siempre su alianza,
su nombre es sagrado y temible.

Primicia de la sabiduría es el temor del Señor,
tienen buen juicio los que los practican;
la alabanza del Señor dura por siempre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor, piadoso y clemente, ha hecho maravillas memorables. Aleluya.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: LAS BODAS DEL CORDERO

Ant. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios,
porque sus juicios son verdaderos y justos.
Aleluya.

Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos,
los que le teméis, pequeños y grandes.
Aleluya.

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo,
alegrémonos y gocemos y démosle gracias
Aleluya.

Aleluya.
Llegó la boda del Cordero,
Su esposa se ha embellecido.
Aleluya.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.

LECTURA: 1P 1, 3-5

¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza vida, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final.

RESPONSORIO BREVE

R/ Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
V/ Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.

R/ Digno de gloria y alabanza por los siglos.
V/ En la bóveda del cielo.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Dichosos los criados a quienes el Señor, al llegar, los encuentre en vela: los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dichosos los criados a quienes el Señor, al llegar, los encuentre en vela: los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo.

PRECES

Invoquemos a Dios, nuestro Padre, que maravillosamente creó al mundo, lo redimió de forma más admirable aún y no cesa de conservarlo con amor, y digámosle con alegría:

Renueva, Señor, las maravillas de tu amor.

Te damos gracias, Señor, porque, a través del mundo, nos has revelado tu poder y tu gloria;
— haz que sepamos ver tu providencia en los avatares del mundo.

Tú que, por la victoria de tu Hijo en la cruz, anunciaste la paz al mundo,
— líbranos de toda desesperación y de todo temor.

A todos los que aman la justicia y trabajan por conseguirla,
— concédeles que cooperen, con sinceridad y concordia, en la edificación de un mundo mejor.

Ayuda a los oprimidos, consuela a los afligidos, libra a los cautivos, da pan a los hambrientos, fortalece a los débiles,
— para que en todo se manifieste el triunfo de la cruz.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú, que al tercer día, resucitaste gloriosamente a tu Hijo del sepulcro,
— haz que nuestros hermanos difuntos lleguen también a la plenitud de la vida.

Concluyamos nuestra súplica con la oración que el mismo Señor nos enseñó:
Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso y eterno, a quien podemos llamar Padre, aumenta en nuestros corazones el espíritu filial, para que merezcamos alcanzar la herencia prometida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Responsabilidad

1.- En el Libro de la Sabiduría hace alusión a la “noche de la liberación”. Todos los israelitas saben que es el momento crucial de su historia: noche de la acción de Dios y del futuro del pueblo. El recuerdo de aquella noche da ánimo para superar las dificultades actuales. La promesa de Dios sostiene el ánimo de los que pasan la prueba de la fe, lo mismo ayer que hoy. Esta «misma acción» es la muerte de los egipcios perseguidores y la liberación de los israelitas cuando el paso del Mar Rojo. Este es un principio clave en el libro de la Sabiduría: una misma cosa, un mismo suceso, por la mano de Dios, se convierte para unos, el pueblo elegido, en salud, y para otros, los enemigos de Israel, en condena. El creyente israelita tiene la seguridad interna de que Dios actúa en la historia entonces como ahora. Si entonces les libró de la opresión ¿por qué no ahora? Hay aquí una alusión al sacrificio del cordero pascual que se hacía en cada casa. Se sabe unir el aspecto transcendente y la actuación del hombre. El banquete en común expresa y corrobora ese vínculo con una sanción sagrada. Para vivir una fe con cierta profundidad hay que tener siempre ante los ojos el hecho fundacional, en nuestro caso el bautismo. El creyente de hoy, más que estar preparado y en pie para comer la pascua, tiene que estar en una actitud real de ayuda mutua y de lucha codo con codo contra lo que es contrario a la sabiduría: la falsedad que engendra toda injusticia, la tranquilidad engañosa del tirano, cualquier degradación del hombre……..

2.- Perseverancia y fidelidad. La epístola a los Hebreos va dirigida a unas comunidades que viven en medio de un mundo hostil. A muchos cristianos les parecía que el evangelio era una utopía poco menos que irrealizable y empezaban a desfallecer ante las persecuciones, algunos abandonaban incluso la iglesia. Por eso el autor les exhorta a la perseverancia y a la fidelidad. Recurre, para conseguir el efecto deseado, a los ejemplos bíblicos, sobre todo al ejemplo de Abrahán. No pretende dar una definición de la fe, sino destacar aquellos rasgos fundamentales que obtuvo la fe en los grandes creyentes y que convenía recordar a los que vacilaban: la firmeza en la esperanza, que anticipa los bienes futuros, y el convencimiento de lo que aún está por ver y por venir. La fe, como respuesta a la palabra de Dios que tiene el carácter de promesa, es inseparable de la esperanza.

3.- Hemos recibido mucho. Jesús ha hecho un descubrimiento: «El Reino se parece a un tesoro escondido en el campo; si un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y de la alegría va a vender todo lo que tiene y compra el campo aquél». Desde este descubrimiento puede Jesús hablar e invitar como lo hace. Cuando se ha encontrado un tesoro, ¿qué importa la calderilla? ¿Qué miedo se puede tener a desprenderse de la calderilla? La atención y el interés estarán en el tesoro, no en la calderilla. «Buscad primero el Reino y esas otras cosas (alimento, vestido, etc.) las tendréis de sobra», son las palabras inmediatamente anteriores a las del evangelio de hoy. Secundar la invitación a desprenderse de las propias posesiones es lo mismo que secundar una invitación a desprenderse de la calderilla cuando se tiene un tesoro. Jesús no te invita a quedarte sin nada, sencillamente porque antes ya lo tienes todo. No tengas, pues, miedo a dejar el dinero. El evangelio nos hace una llamada a la responsabilidad. Tenemos que ser como el criado fiel atento a agradar a su amo. Hemos recibido muchos dones, el principal el don de la fe. Se nos exigirá mucho porque hemos recibido mucho. No desperdiciemos la gracia de Dios en nosotros. ¿Eres cristiano? Lo tienes que demostrar por tu fe inquebrantable en un mundo nuevo. Ser cristiano lleva consigo esa fe. Por ser cristiano has adquirido la responsabilidad de creer en un mundo nuevo y de bienestar. Quien no es cristiano no tiene tanta responsabilidad de creer en este mundo como tienes tú.

José María Martín OSA

Responsables de nuestro tesoro

El evangelio de Lucas de este domingo nos presenta un texto lleno de mensajes importantes sobre el seguimiento a Jesús. El contexto de estos versículos es la comprensión del Reinado de Dios y las actitudes incompatibles para percibirlo. Estas palabras se encuadran dentro del viaje de Jesús hacia Jerusalén y nos muestran a un Jesús liderando un nuevo movimiento socio-religioso marcando claramente lo esencial y lo superfluo.

Comienza el texto con una rotunda expresión: a vosotros se os ha dado el Reino. Sin esta conciencia de que somos portadores de este espacio de Dios, es casi imposible situarse desde la confianza y el compromiso con todo lo que supone. El Reino no es lugar al que iremos después de la muerte; como bien dijo Jesús en otro momento: el Reino está dentro de vosotros, por tanto, es un espacio que ya llevamos en nuestra identidad profunda. Sin aceptar esta coordenada no es fácil disponerse para conectar con esta realidad interior.

Inicia el discurso con una serie de indicaciones que van acotando la manera de acceder y tomar consciencia de esta dimensión existencial. Les habla de un claro desapego de las realidades que caducan; precisamente, porque en cualquier momento pueden caducar, cabría esperar un vacío emocional que se incrusta como una gran sombra vital que no permite ver y apoyarse en la Luz. No se trata de no tener cosas sino de usar bien lo que se tiene. Tampoco se trata de despreciar el bienestar sino de priorizar la felicidad a pesar de lo que pueda incomodarnos en la vida. Y, mucho menos, de vivir al margen del mundo sino abrazar al mundo para ver más allá de lo físico y sensible. Porque, efectivamente, según las palabras dichas por Jesús en este texto: donde está vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón. Esta es la clave de la existencia humana y de la felicidad: ser conscientes de cuál es nuestro tesoro, lo que consideramos más valioso porque el corazón va a habitar ahí.  La propuesta evangélica no se refiere al corazón afectivo sino al corazón existencial, ese centro vital desde donde fluyen las hondas e-mociones y dinamismos de la vida auténtica. El corazón es una potencia interior que es capaz de traslucir la vida divina desde la fuente hacia el exterior. Jesús le dedicó una Bienaventuranza, una pieza clave para comprender este espacio de Dios: “Dichosos los que tienen un corazón limpio porque verán a Dios”, según recoge el texto de Mateo.

Continúa el discurso de Jesús con una invitación a estar preparados; ¿Preparados para qué o para quién? Podría interpretarse como una actitud por si nos sorprende la muerte. Quizá se refiera, también, a estar preparados para cuando nos llegue ese momento de consciencia en el que toda nuestra vida se vuelve coherente, clara, fuerte, amarrada en la luz y en la potencialidad de Dios, además de sentirnos seres únicos y necesarios en este mundo. Estar preparados para vivir desde lo esencial, estar preparados para dejar de estar sometidos a las realidades temporales y mirar el misterio humano desde la dignidad que somos y tenemos. Ser como el criado fiel y prudente de la parábola supone ser conscientes de todo cuanto recibimos en cada momento para repartir las raciones a su tiempo; las raciones de justicia, igualdad, paz, perdón, generosidad, esperanza; en definitiva, una mirada nueva e inclusiva a todo aquello y aquellos y aquellas que son diferentes o que puedan cuestionar nuestras creencias y patrones mentales, amenazar a nuestro ego y/o desestabilizar nuestra zona de confort y nuestro estatus.

Parece que los discípulos no comprenden bien toda esta lección y Pedro pregunta a quién va dirigido este mensaje. Un mensaje tan directo les haría muy responsables de vivirlo y aún no han soltado el lastre de la mentalidad judía; una visión en la que la salvación es un premio y no una gestión del acto creador en cada ser humano como podemos interpretar en las palabras de Jesús: os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Esa salvación que ya está en cada ser creado y que somos responsables de encarnarla en lo concreto de la vida.

Concluye el texto con una convicción profunda de Jesús: a quien se le dio mucho, se le podrá exigir mucho; y a quien se le confió mucho, se le podrá pedir más. Quienes somos conscientes de esta revelación somos responsables de aprender a negociar estas luces y tesoros interiores para que el Reinado de Dios, la nueva Humanidad en palabras de Pablo, no sea una quimera, una utopía, una ideología, algo que vendrá, sino nuestro presente arraigados en lo que somos y en el Dios que nos va sosteniendo en cada momento de la vida.

FELIZ DOMINGO

Rosario Ramos

Comentario del 11 de agosto

Probablemente la frase que mejor resuma el texto evangélico de hoy sea ésta: Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Es sin duda una invitación a la vigilanciaestad en vela, estás preparados, estad como los que aguardan a que su señor vuelva. Esta vigilancia exige atención lucidez: atención a lo que realmente importa, a lo que se aguarda, a lo que mantiene viva nuestra espera; y lucidez para ver, o mejor, para poder esperar lo que aún no se ve.

Nosotros, en cuanto cristiano-católicos, somos hombres y mujeres de fe. No prestaríamos atención a estos textos si no tuviéramos un mínimo de fe. Pero ¿qué es la fe? Según el autor de la carta a los Hebreos, fe es seguridad de lo que se espera y prueba de lo que no se ve. Luego la fe tiene mucho que ver con lo que se espera y con lo que no se ve, es decir, con lo que aún no se tiene (puesto que se espera) y con lo que aún no se domina, ni siquiera con la vista. Pero es seguridad: una seguridad que se adquiere cuando depositamos nuestra confianza en algo o en alguien: en el suelo que pisamos, en las personas con las que convivimos, en el médico que nos ausculta y nos receta, en el farmacéutico que nos proporciona las medicinas, en el conductor que nos traslada de lugar, en los señalizadores del tráfico…

Sin este ejercicio de confianza, sin esta seguridad básica en nuestro entorno vital, no podríamos vivir. Y aquí hay un ejercicio de fe mantenido. Tomamos el barco o el avión porque tenemos la certeza de que nos llevará a buen puerto. Aquí, la fe se apoya en la experiencia de lo que sucede de ordinario, aunque el buen funcionamiento de las cosas (incluido el movimiento regular de nuestro planeta alrededor del sol) nadie puede garantizarlo al cien por cien.

Algo similar sucede con la fe en Dios y en sus promesas. No hay evidencias, ni siquiera de la existencia de Dios. El objeto de la fe es precisamente lo que no se ve. Pero, aunque no haya evidencias, hay signos y razones que nos permiten depositar nuestra confianza en Él, y adquirir esa seguridad o certeza de la que vive el creyente; porque el verdadero creyente está más seguro del Dios en el que cree que del suelo que pisa o de la mujer con la que vive.

La carta a los Hebreos no se limita a definir la fe, sino que presenta con admiración el ejemplo de personas recordadas por su fe. Entre ellos se cuenta Abrahán, que por fe obedeció a la llamada de Dios y salió hacia la tierra prometida sin saber adónde iba. En esta obediencia y en este salir «sin saber» hay ante todo confianza, un fiarse enteramente de Aquel que llama e invita a salir hacia una Tierra ignorada: prometida, pero desconocida (como el cielo); una confianza, la de Abrahán, que fue puesta a prueba cuando se le exigió el sacrificio de Isaac, su hijo único, y destinatario de la promesa.

Dar muerte a Isaac, además de ser un homicidio de carácter sagrado, como los sacrificios humanos inmolados a los dioses, era quedarse sin descendencia y eliminar de este modo al mismo destinatario de la promesa que dependía de este primer eslabón. Pero la confianza de Abrahán era tal que no cerraba la puerta a una ulterior intervención de Dios, capaz incluso de resucitarlo de entre los muertos después de haberle sido sacrificado. Era rocambolesco, pero posible; porque a Dios nada le es imposible. Esta es la fe de un auténtico creyente. Abrahán superó la prueba a base de confianza. Y es que la fe permite esperar contra toda esperanza, porque al fin y a la postre todo se hace depender de Dios, el que todo lo puede.

El mismo Dios tiene mucho que ver en esta actitud de confianza que es la fe, pues la fe es don de Dios, como la vida misma. Por eso hemos de agradecerle que Él mismo haya propiciado, al ponernos en un determinado lugar, el alumbramiento de esta confianza en Él. Nuestra fe ha sido prácticamente heredada, al menos inicialmente. Sólo después ha podido convertirse en opción. Y lo que se hereda es casi un regalo, una pura recepción. Para ser heredero no hay que hacer ningún mérito, no hay que trabajar; basta con mantener el lazo familiar que nos da derecho a la herencia; basta con no ser desheredado. Pero la fe, siendo una herencia, voluntariamente asumida (como la lengua materna) es también un tesoro de gran valor que debemos custodiar y proteger (pues también las herencias se pueden dilapidar).

Seamos conscientes de esa riqueza para agradecerla y disfrutarla. El creyente tiene algo que no tienen los no creyentes: un recurso más sobre sus recursos naturales, una potencia más. Por eso no debe considerarse nunca un ser disminuido o empobrecido. La fe no nos disminuye, sino que nos perfecciona; la fe no nos empobrece, sino que nos enriquece. La fe nos ofrece nuevos motivos para luchar, para trabajar, para esperar, para emprender, para aspirar, para vivir. La fe es un plus que se añade a nuestras potencias naturales: un ver más allá. Si vivimos acrecentando nuestra confianza en Dios, mantendremos nuestras lámparas encendidas.

 

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

87. La web y las redes sociales han creado una nueva manera de comunicarse y de vincularse, y «son una plaza en la que los jóvenes pasan mucho tiempo y se encuentran fácilmente, aunque el acceso no es igual para todos, en particular en algunas regiones del mundo. En cualquier caso, constituyen una extraordinaria oportunidad de diálogo, encuentro e intercambio entre personas, así como de acceso a la información y al conocimiento. Por otro lado, el entorno digital es un contexto de participación sociopolítica y de ciudadanía activa, y puede facilitar la circulación de información independiente capaz de tutelar eficazmente a las personas más vulnerables poniendo de manifiesto las violaciones de sus derechos. En numerosos países, web y redes sociales representan un lugar irrenunciable para llegar a los jóvenes e implicarlos, incluso en iniciativas y actividades pastorales»[40].


[40] Ibíd., 22.

Lectio Divina – 11 de agosto

Enseñanza de Jesús sobre la vigilancia
Lucas 12, 32-48

Oración inicial

Ven, oh Santo Espíritu, llena los corazones de tus fieles.
Tú que ya has venido para hacernos fieles,
ven ahora para hacernos dichosos.
Tú que has venido para que, con tu ayuda,
pudiésemos gloriarnos en la esperanza
de la gloria de los hijos de Dios, ven de nuevo para que podamos gloriarnos también de su posesión.
A ti te concierne el confirmar, consolidar
perfeccionar y llevar a cumplimiento.
El Padre nos ha creado, el Hijo nos has redimido:
cumple pues, lo que a ti te compete.
Ven a introducirnos en toda la verdad, al gozo del Sumo Bien,
a la visión del Padre, a la abundancia de todas las delicias,
al gozo de los gozos. Amén.
(Gualtero de San Victor)

1. Lectio:

 a) Clave de lectura:

Estamos en un doble contexto: la formación de los discípulos y de las discípulas durante el camino de Jesús a Jerusalén (9,51-19,28) y la reacción de los paganos convertidos, en las comunidades lucanas, después del entusiasmo inicial y el prolongarse la venida del Señor. Los discípulos tienen miedo (9,45) de la nueva perspectiva de la misión de Jesús, que deberá sufrir (9,22.43-44), continúa dominando en ellos la mentalidad de un Mesías glorioso, más seguro. Así también en las nuevas comunidades cristianas (años 80), comienza a retoñar el espíritu pagano. Mejor es esperar antes de convertirse estable y profundamente, poner a un lado el cambio de vida y mentalidad. Jesús asegura a los discípulos y discípulas, con tres pequeñas parábolas les hace reflexionar sobre el significado del encuentro con Dios, sobre el sentido de la vigilancia y de la responsabilidad de cada uno en el momento presente.

b) Una posible división del texto:

12,32-35 introducción
12,36-38 parábola del amo que vuelve de las bodas
12,39 parábola del ladrón que descerraja, horada
12,40-41 los discípulos llamados en causa
12,42-46 parábola del administrador
12,47-48 conclusión

Lucas 12, 32-48

c) El texto:

32 «No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino.
33 «Vended vuestros bienes y dad limosna. Haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro inagotable en los cielos, donde no llega el ladrón, ni la polilla corroe; 34 porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
35 «Tened ceñida la cintura y las lámparas encendidas, 36 y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. 37 Dichosos los siervos a quienes el señor, al venir, encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. 38 Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos ellos! 39 Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa. 40Estad también vosotros preparados, porque cuando menos lo penséis, vendrá el Hijo del hombre.»
41 Dijo Pedro: «Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?» 42 Respondió el Señor: «¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración conveniente? 43 Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. 44 De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda.45 Pero si aquel siervo se dice en su corazón: `Mi señor tarda en venir’, y se pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y a emborracharse, 46 vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le castigará severamente y le señalará su suerte entre los infieles.
47 «Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; 48 el que no la conoce y hace cosas que merecen azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más.

2. Un momento de silencio orante

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

a) Algunas preguntas:

– ¿Qué sentimientos ha suscitado en mi la lectura del texto? ¿Miedo, confianza, sorpresa, gozo, esperanza, confusión…?
– La vida cristiana: ¿Cuánto tiene para mi de gozo, cuánto de peso? ¿Cuánto es deber, cuánto es amor?
– El pensamiento de mi muerte imprevista: ¿Qué suscita en mi?
– ¿En qué medida es esperada la comunión con Dios, en qué medida se posee de mi?
– La mentalidad pagana del “carpe diem”, contraria a los valores evangélicos: ¿Cómo se manifiesta hoy?
– Ser vigilantes, fieles, trabajadores por el Reino, preparados: ¿Qué comporta a mi vida?

b) Comentario:

Pensemos en una catequesis sobre la vuelta del Señor.

12,32 No hay motivo para tener miedo.
No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino. Aseguración de Jesús de frente al miedo de los discípulos a través de la metáfora del rebaño (Jn 10; 21,15-17) y del buen pastor. Se necesita temer a los falsos profetas (Mt 7,15). El Padre quiere que no se pierda ninguno (Mt 18,12-16), Él nos proporcionará todo (Rom 8,28-32). Un puesto nos ha preparado desde la fundación del mundo (Mt 25,34), somos herederos con el Hijo (1Pt 1,3-5).

12,33-34 Acojamos hoy la riqueza del poseer a Dios, único bien. ¡Sólo Dios basta!
Vended vuestros bienes y dad limosna. Haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro inagotable en los cielos, donde no llega el ladrón, ni la polilla corroe; porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
Jesús ya había dicho lo de no acumular bienes (Mt 6,20-21). La comunidad cristiana había entendido el sentido de la libertad de bienes y la del compartir (At 4,34) porque el tiempo se ha hecho breve (1Cor 7,29-31). La vida nueva en Cristo se convierte en el criterio para la posesión de cualquier bien.

12,35 Empeñémonos en lo cotidiano
Tened ceñida la cintura y las lámparas encendidas;
Porque al Padre le ha agradado daros el Reino, es necesario estar preparados para poseerlo, después de haber dejado todo impedimento. Los judíos se ceñían sus largos vestidos a los lomos para poder trabajar mejor. Elías se ciñe para correr (1Re 18,46). La conducta que Jesús recomienda a los que esperan su venida es la de ponerse a la obra, de no caer en la mediocridad (1Ts 5,6-8; 1Pet 5,8; 1,13). La vigilancia es fundamental para el cristiano. Más que una conducta moral es la condición de vida, una vez revestido de Cristo y dedicado a su Reino.

12,37-38 El encuentro con Dios será maravilloso
Dichosos los siervos a quienes el señor, al venir, encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará poner a la mesa y yendo de uno a otro les servirá. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así ¡dichosos ellos!
¡Es sorprendente el gesto del señor que se pone a servirlos! Es lo que ha hecho Jesús lavando los pies a los discípulos (Jn 13,4-5). La noche dividida en partes (Mc 13,35) según el uso romano, se convierte cada vez más empeñativa para el que vigila. El futuro está garantizado por la fidelidad creativa al Señor.

12.39 No perdamos el tiempo (¡y dinero!) para proveer el futuro
Entendedlo bien: si el dueño da casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa.
Un argumento para la vigilancia es el hecho de que no se sabe cuando vendrá el Señor (Mt. 24,42-51). Tanto el día del juicio final como el de la muerte individual son desconocidos. Su venida no puede ser prevista (Ap 3,3). Esto impresionó mucho a los discípulos (1Ts 2,1-2: 2Pt 3,10).

12,40-41 El amor y no la pertenencia formal debe ser nuestra fuerza.
Estad también vosotros preparados, porque cuando menos lo penséis, vendrá el Hijo del hombre. Dijo Pedro: “Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?”
Pedro, su hombre viejo, todavía piensa en cualquier privilegio, habiendo abandonado todo por seguir a Jesús (Mt 19,27). Jesús ayuda a madurar la conciencia de Pedro, respondiendo indirectamente con la parábola del buen administrador.
La conversión es un proceso que dura toda la vida, incluso para los que se sienten cercanos al Señor.

12,42-44 Conjugar la vigilancia con la fidelidad al servicio que se nos ha confiado.
Respondió el Señor: “¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración conveniente? Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda.
Lucas usa “administrador” en vez de “siervo” (Mt 24,45) casi dejando entender la pregunta en boca de Pedro. Los jefes, en particular, deben ser fieles en el servicio.

12,45-46 Sin dejar nuestra conversión para un mañana impreciso.
Pero si aquel siervo dijese en su corazón: «Mi señor tarda en venir» y se pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y beber y a emborracharse, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le castigará severamente y le señalará su suerte entre los infieles.
Hay algunos que han acogido con entusiasmo el anuncio evangélico, pero ahora, de frente a las dificultades presentes y a los empeños consiguientes, comienzan a retomar las viejas costumbres: violencia, intemperancia, abandono a los instintos. Todos los valores contrarios al evangelio.

12,47 Dando según la medida que hemos recibido.
Aquel siervo, que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; el que no la conoce y hace cosas que merecen azotes, recibirá pocos.
El Señor dará a cada uno según sus acciones (Mt 16,27) y según la gracia recibida (Rom 11,11-24. Judíos, paganos, convertidos o fieles a la propia religión serán juzgados según su propia conciencia.

12,48 Porque grande será la comunión eterna con Dios
A quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más.
Al final de la vida, según San Juan de la Cruz, seremos juzgados por el amor. Ver también Mt 25,15-16.

3. Salmo 33, 1-5; 13-15; 18-22

¡Aclamad con júbilo, justos, a Yahvé,
que la alabanza es propia de hombres rectos!
¡Dad gracias a Yahvé con la cítara,
tocad con el arpa de diez cuerdas;
cantadle un cántico nuevo,
acompañad la música con aclamaciones!
Pues recta es la palabra de Yahvé,
su obra toda fundada en la verdad;
él ama la justicia y el derecho,
del amor de Yahvé está llena la tierra.

Yahvé observa de lo alto del cielo,
ve a todos los seres humanos;
desde el lugar de su trono mira
a todos los habitantes de la tierra;
él, que modela el corazón de cada uno,
y repara en todas sus acciones.

Los ojos de Yahvé sobre sus adeptos,
sobre los que esperan en su amor,
para librar su vida de la muerte
y mantenerlos en tiempo de penuria.
Esperamos anhelantes a Yahvé,
él es nuestra ayuda y nuestro escudo;
en él nos alegramos de corazón
y en su santo nombre confiamos.
Que tu amor, Yahvé, nos acompañe,
tal como lo esperamos de ti.

4. Oración final

Arda en nuestros corazones, oh Padre, la misma fe que empujó a Abrahám a vivir sobre la tierra como peregrino, y no se apague nuestra lámpara, para que vigilantes en espera de tu hora seamos conducidos por ti a la patria eterna (Colecta del domingo 19 C).

Dios no viene de fuera como ladrón ni como amo exigente

El texto del evangelio de este domingo forma parte de un amplio contexto, que empezaba el domingo pasado con la petición de uno a Jesús: “dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia”. A partir de ahí, Lc propone una larga conversación con los discípulos que abarca 35 versículos y toca muy diversos temas de difícil armonización. Naturalmente se trata de pensamientos dispersos que el evangelista organiza a su manera para ir aclarando las exigencias de Jesús. Sin duda reflejan la manera de ver la vida de la primera comunidad, como lo demuestra la conciencia de ser un pequeño rebaño.

Que el texto utilice, a veces, el lenguaje escatológico nos puede despistar un poco. También el que nos hable de talegos o tesoros en el cielo que nadie puede robar, o que Dios llegará como un ladrón en la noche, nos puede confundir. Este leguaje mítico a nosotros hoy no nos sirve de nada. Dios no tiene que venir de ninguna parte. Está llamando siempre pero desde dentro. No pretende entrar en nosotros sino salir a nuestra conciencia y manifestarse en nuestras relaciones con los demás. Superemos la idea de un Dios que actúa desde fuera.

El domingo pasado se nos pedía no poner la confianza en las riquezas. Hoy, además, se nos dice en quién hay que poner la confianza para que sea auténtica: no en un dios todopoderoso externo, sino en el hombre creado a su imagen y que tiene al mismo Dios como fundamento. No es pues, cuestión de actos de fe, sino afianzamiento en una actitud que debe atravesar toda nuestra vida. Confiadamen­te, tenemos que poner en marcha todos los recursos de nuestro ser, conscientes de que Dios actúa solo a través de sus criaturas, y que solo a través de cada una de ellas la creación evoluciona. Ayúdate y Dios te ayudará.

Se trata de estar siempre en actitud de búsqueda. Más que en vela, yo diría que hay que estar despiertos. No porque pueda llegar el juicio cuando menos lo esperemos, sino porque la toma de conciencia de la realidad que somos exige una atención a lo que está más allá de los sentidos y no es nada fácil de descubrir. El tesoro está escondido, y hay que “trabajar” para descubrirlo. No se trata de confiar en lo que nosotros podemos alcanzar, sino en que Dios ya nos lo ha dado todo. Ha sido Dios el primero que ha confiado en nosotros en el momento en que ha decidido darse, él mismo, a nosotros, sin limitación ni restricción alguna.

Si hemos descubierto el tesoro que es Dios, no hay lugar para el temor. A las instituciones no les interesa la idea de un Dios que da plena autonomía al ser humano, porque no admite intermediarios. Para ellos es mucho más útil la idea de un dios que premia y castiga, porque en nombre de ese dios pueden controlar a las personas. La mejor manera de conseguir sometimiento es el miedo. Eso lo sabe muy bien cualquier autoridad. El miedo paraliza a la persona, que inmediatamente tiene necesidad de alguien que le ofrece su ayuda, para poder conseguir con gran esfuerzo, aquello que ya poseían plenamente antes de tener miedo.

Cuentan que una madre empezó a meter miedo de la oscuridad a su hijo pequeño. El objetivo era que no llegara nunca tarde a casa. Con el tiempo, el niño fue incapaz de andar solo en la noche. Eso le impedía una serie de actividades y hacía muy difícil desarrollar su vida. Entonces la madre, fabricó un amuleto y dijo al niño: esto te protegerá de la oscuridad. El niño convencido, empezó a caminar en la noche sin ningún problema, confiando en el amuleto que llevaba colgado del cuello. ¡Sin comentario!

Dios no es un ser externo en el que debo confiar, sino en mi propio ser en lo que tiene de  fundamento, que me proporciona todas las posibilidades desde dentro de mí mismo. Esto es lo que significa: “vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino”. El dios araña que necesita chupar la sangre al ser humano no es el Dios de Jesús. El dios del que depende mi futuro no es el Dios de Jesús. El dios que me colmará de favores cuando yo haya cumplido la Ley no es el Dios de Jesús. El Dios de Jesús es don total, incondicional y permanente.

El Padre ha tenido a bien confiaros el Reino. Este es el punto de partida. No tengáis miedo, estad preparados, etc., depende de esta verdad. Si el Reino es el tesoro encontrado, nada ni nadie puede apartarme de él. Todo lo que no sea esa realidad absoluta, que ya poseo, se convierte en calderilla. Nuestra tarea será descubrir el tesoro, todo lo demás vendrá espontáneamente. El Reino es el mismo Dios escondido en lo más hondo de mi ser. Los demás valores, deben estar subordinados al valor supremo que es el Reino.

“Dar el reino”, aplicado a Dios, no tiene el mismo sentido que puede tener en nosotros el verbo dar. Dios no tiene nada que dar. Dios se da él mismo, pero a nosotros se da antes de que nosotros seamos. De ese modo Dios se convierte en el sustrato y fundamento de mi ser. Sin Él, yo no sería nada. Ese don descubierto y vivido es la raíz de todas mis posibilidades de ser. Todo lo que puedo llegar a ser, más allá de mi pura biología, es consecuencia de esa presencia de Dios en mí que me capacita para llegar a ser lo que Él mismo es.

Esa fe-confianza, falta de miedo, no es para un futuro en el más allá. No se trata de que Dios me dé algún día lo que ahora echo de menos. Esta es la gran trampa que utilizan los intermediarios. A ver si me entendéis bien: Dios no tiene futuro. Es un continuo presente. Ese presente es el que tengo que descubrir y en él lo encontraré todo. No se trata de esperar a que Dios me dé tal o cual cosa dentro de unos meses o unos años. El colmo del desatino es esperar que me dé, después de la muerte, lo que no quiso darme aquí.

La idea que tenemos de una vida futura desnaturaliza la vida presente hasta dejarla reducida a una incómoda sala de espera. La preocupación por un más allá nos impide vivir en plenitud el más acá. La vida presente tiene pleno sentido por sí misma. Lo que proyectamos para el futuro, está ya aquí y ahora a nuestro alcance. Aquí y ahora, puedo vivir la eternidad, puesto que puedo conectar con lo que hay de Dios en mí. Aquí y ahora puedo alcanzar mi plenitud, porque teniendo a Dios lo tengo todo.

La esperanza cristiana no se basa en lo que Dios me dará sino en que sea capaz de descubrir lo que Dios me está dando. Para que llegue a mí lo que espero, Dios no tiene que hacer nada, ya lo está haciendo. Yo soy el que tiene mucho que hacer, pero en el sentido de tomar conciencia y vivir la verdadera realidad que hay en mí. Por eso hay que estar despiertos. Por eso tenemos que vivir el momento presente, porque es el definitivo, porque en él puedo dar el paso a la experiencia cumbre. Ese sería el momento definitivo de mi vida.

Demostramos falta de confianza, y exceso de miedos, cuando buscamos a toda costa seguridades, sea en el más acá sea para el más allá. El miedo nos impide vivir el presente. Solo vivimos cuando perdemos el miedo. Debemos caminar aunque no tenemos controlado ni el camino ni la meta. Mientras más se acerca a la plenitud un ser humano, más vasto es el horizonte de plenitud que se le abre. Esto, que en sí mismo es un don increíble, a veces lleva a la desesperanza, porque la vida humana es siempre un comienzo.

Meditación

El único objetivo de toda religión debía ser llevarte al interior,
donde te encontrarás con el mismo Dios como centro de tu ser.
Antes de descubrirlo, la confianza es imprescindible.
Nadie tira por la borda las seguridades si no encuentra la total seguridad.
Muchas veces te han dicho que tienes que vender todo lo que tienes.
Pero la realidad es muy tozuda. Nadie da todo por nada.

Fray Marcos

Va a venir

Para la celebración en Valencia del Décimo Aniversario de Acción Católica General, invitamos al Sr. Arzobispo. Cuando nos confirmaron que vendría a la celebración, los preparativos adquirieron un carácter diferente, puesto que ahora teníamos la certeza de que iba a venir y había cosas que dependían de su presencia o no para hacerse. También en nuestra vida ordinaria, si sabemos que alguien va a venir a nuestra casa, procuramos preparar las cosas en función de esa persona: no es lo mismo que venga un familiar directo que uno lejano; no es lo mismo una persona anciana que una joven… En función de quien viene hacemos los preparativos para recibirle del mejor modo posible.

Hay un aspecto de nuestra fe en el que no solemos profundizar mucho, a pesar de que todos los domingos lo repetimos al rezar el Credo: Jesucristo… de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos… Jesucristo, el Señor, va a venir y la Palabra de Dios nos invita a prepararnos para recibirle.

En primer lugar, no nos debe pillar de improviso su venida, puesto que Dios mismo siempre ha anunciado sus venidas, aunque no haya dicho el momento exacto de las mismas. En la 1a hemos escuchado que la liberación de la esclavitud en Egipto ya se les anunció de antemano a nuestros padres para que tuvieran ánimo al conocer con certeza la promesa de que se fiaban. Y nosotros podemos aplicarnos estas palabras: la venida gloriosa del Señor Jesucristo se nos ha anunciado de antemano para que conozcamos con certeza la promesa de que nos fiamos, y podamos estar preparados para recibirle.

Además, el mismo Jesús, en el Evangelio, nos lo ha estado diciendo: Estad preparados, porque a la hora que menos penséis, viene el Hijo del hombre.

El Señor va a venir: es uno de los artículos del símbolo de nuestra fe, del Credo. Y como hemos escuchado en la 2ª lectura, la fe es seguridad de lo que se espera y prueba de lo que no se ve. Puesto que por la fe tenemos la seguridad de su venida, ¿cómo nos estamos preparando para recibirle?

Tened ceñida la cintura…: ceñirse la cintura significaba disponerse a realizar algún trabajo. ¿Tengo disposición para trabajar por el Reino, o soy un católico pasivo, limitándome al cumplimiento?

…y encendidas las lámparas: las lámparas se en-cienden para ver en la oscuridad, y también co- mo signo de espera y acogida. ¿Mantengo bien encendida la lámpara de mi fe, para que me ayude a “ver” en medio de la oscuridad de este mu do? Por mi palabra y obras, ¿soy testimonio de fe para otros, les acojo en sus necesidades, les ayudo a que también “vean” el camino que lleva hacia Cristo?

Si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. ¿Estoyatento a los “boquetes” que se abren en mi vida de fe? ¿Cómo procuro repararlos? ¿Cómo es mi oración? ¿Participo en la Eucaristía de forma consciente y activa, o me limito a “oír Misa”? ¿Cada cuánto recibo el Sacramento de la Reconciliación? ¿Sigo una formación cristiana que me lleve al encuentro con Cristo? ¿Tengo identificados a los “ladrones” que provocan esos boquetes? ¿Soy consciente de mis debilidades y carencias, y pido de corazón “no nos dejes caer en la tentación”?

Pero como hemos dicho, el Señor nos ha asegurado su venida aunque no nos ha dicho el momento concreto. Y nos puede pasar también como a ese empleado que piensa: “Mi amo tarda en llegar” y empieza a pegarles a los mozos, a comer y beber y emborracharse… Pero para que no bajemos la guardia, la 2ª lectura nos ha mostrado el ejemplo de fe de quienes nos han precedido: Por su fe son recordados los antiguos… con fe murieron todos éstos, sin haber recibido la tierra prometida, pero viéndola y saludándola desde lejos. Aunque la venida del Señor no se produzca en el tiempo de nuestra vida, eso no nos exime de estar preparados, todo lo contrario: hemos de vivir la anticipación de su venida, saludándola desde lejos, y además, nuestra preparación, como un eslabón más de la cadena de la fe, va a ayudar a que otros también se preparen para recibirle.

El Señor va a venir, aunque no sepamos cuándo. Por eso debemos estar preparados teniendo siempre presentes esas palabras del Prefacio III de Adviento: “El mismo Señor que se nos mostrará entonces lleno de gloria viene ahora a nuestro encuentro en cada hombre y en cada acontecimiento para que lo recibamos en la fe y, por el amor, demos testimonio de la espera dichosa de su Reino”.

Cuando menos penséis

En este mes de vacaciones (al menos en Europa), cuando se repiten los consejos de seguridad y vigilancia, también la liturgia nos invita a vigilar, aunque en cuestiones muy distintas.

A favor de la lectura breve del evangelio

El sacerdote puede elegir este domingo entre una lectura breve y otra larga. Dos motivos aconsejan decidirse por la breve: 1) la lectura larga se divide en tres partes: la segunda y tercera están relacionadas por el tema de la vigilancia; pero la primera es el final de una sección sobre la Providencia, que no se lee completa. 2) la tercera aplica a los apóstoles (obispos y sacerdotes actuales) lo dicho en la segunda a todos los cristianos. Lo mejor es centrarse en la lectura breve, que se limita a la segunda parte de la larga.

Tres señores muy distintos

Si se lee el evangelio de forma rápida parece hablar de los mismos personajes: unos criados y su señor. Sin embargo, teniendo en cuenta que los discursos de Jesús los escriben los evangelistas uniendo frases sueltas pronunciadas por él en distintos momentos, cuando se lee el texto con atención encontramos tres señores.

  1. Un señor que vuelve de una boda; los criados tienen que esperarlo y abrirle la puerta.
  2. Un señor que llega, no se sabe de dónde; encuentra a los criados esperándole y, lleno de alegría, se pone a servirles.
  3. Un señor que no tiene criados, se entera de que esa noche va a venir un ladrón, y lo espera en vela.

Lo que une estas tres imágenes tan distintas es la idea de la espera: los criados esperan a su señor (casos 1 y 2), el señor espera al ladrón (caso 3).

Todo esto sirve para transmitir la enseñanza más importante: también nosotros debemos estar vigilantes, esperando la llegada del Hijo del Hombre.

El problema psicológico del texto

Hablar de vigilancia y de esperar la venida del Hijo del Hombre mientras la gente se abanica o piensa en lo que va a hacer cuando termine la misa supone un desafío para el sacerdote. ¿Interesa realmente todo eso? En caso de que interese, ¿se puede pedir una actitud continua de vigilancia, con la cintura ceñida y la lámpara encendida, como dice el evangelio?

Sería muy bueno que la gente se plantease estas preguntas y respondiese: “No me interesa nada, no pienso nunca en la vuelta de Jesús, y si me dicen que no se trata de que vaya a volver pronto, sino de que puedo morirme en cualquier momento y encontrarme con Él, prefiero no amargarme con la idea de la muerte”.

Esta respuesta sincera tendría una ventaja: obliga a pensar en lo que representa realmente Jesús en nuestra vida. ¿Alguien a quien queremos mucho, pero que no tenemos prisa ninguna por ver, y cuanto más se retrase el encuentro, mejor? Amistad curiosa, pero muy frecuente entre los cristianos.

Vigilar no significa vivir angustiados

A pesar de lo anterior, la mayoría de la gente vive a diario el mensaje del evangelio de hoy. Está con el cinturón ceñido y la lámpara encendida. Porque la vigilancia consiste en cumplir de modo adecuado las obligaciones propias, y eso lo hace la mayoría de los cristianos y no cristianos.

Esto es lo que deja claro la tercera parte del evangelio (que no se lee en la lectura breve). Pedro le pregunta a Jesús si esa parábola del señor y los criados la ha contado por ellos o por todos. Y Jesús le responde con una nueva parábola, en la que no habla solo de un señor y sus criados, sino que introduce la figura de un administrador que está al frente de la servidumbre (es clara la referencia a Pedro y a los responsables de la comunidad cristiana).

Este administrador puede adoptar dos posturas: cumplir bien su obligación con los subordinados, o aprovechar la ausencia del señor para maltratar a los criados y criadas y darse la buena vida. Queda claro que vigilar no consiste en vivir angustiados pensando en la hora de la muerte sino en cumplir bien la tarea que Dios ha encomendado a cada uno.

La primera lectura

La primera lectura, tomada del libro de la Sabiduría 18, 6-9, ofrece dos posibles puntos de contacto con el evangelio.

        Primer punto de contacto: vigilancia esperando la salvación.

        El libro de la Sabiduría piensa en la noche de la liberación de Egipto

        El evangelio, en la salvación que traerá la segunda venida de Jesús.

        En ambos casos se subraya la actitud vigilante de israelitas y cristianos.

        Segundo punto de contacto

        Al salir de Egipto, los israelitas se comprometen a compartir los bienes: serían solidarios en los peligros y en los bienes.

        En el evangelio, Jesús anima a los cristianos a ir más lejos: Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo. (Este punto de contacto sólo se advierte leyendo el comienzo de la lectura larga).

José Luis Sicre

Comentario al evangelio – 11 de agosto

Vivir atentos

      Puede parecer una tontería pero lo único que tenemos es el tiempo. O, mejor dicho, el presente. Es lo único de que disponemos: este momento actual que estamos viviendo. Es decir, la vida es nuestro mayor tesoro. Por eso hay que aprovecharla. Minuto a minuto. Para disfrutarla, para gozarla, para que no se nos escape nada de lo que en ella nos sucede y hacemos que nos suceda. 

      Es exactamente lo que nos dice Jesús en el Evangelio. No podemos vivir dormidos, distraídos. Hay que vivir en vela porque en cualquier momento llega el Señor, está llegando, y se nos puede pasar la mejor oportunidad de nuestra vida. Jesús pone el ejemplo de los criados que esperan la llegada de su amo. Nosotros podríamos poner el ejemplo del joven que tiene que estar atento porque en cualquier momento puede pasar a su lado el amor de su vida y se lo puede perder. 

      ¿Qué es eso que nos podemos perder y que no deberíamos perder de ningún modo? ¿A qué se refiere Jesús cuando nos pide que estemos atentos? La respuesta está en la fraternidad. Me contaron de un joven, hijo de familia rica en un país pobre, que durante años no tuvo la más mínima conciencia de la pobreza en que vivían muchas personas de su alrededor. Se movía siempre en ambientes de lujo y, cuando salía de casa, lo hacía siempre en el coche de su padre o de los padres de sus amigos que tenían siempre los cristales bien tintados. Oficialmente era para que no entrase el sol pero también hacía más difícil ver el exterior. Sus hermanos que sufrían se convertían apenas en sombras sin consistencia. Hasta que un día bajó del coche y vio la realidad. Se dio cuenta de que eran personas como él. Entonces, su vida tranquila se vio envuelta en una tormenta. Ya no pudo seguir viviendo de la misma manera. A eso es a lo que Jesús quiere que estemos atentos: a los hermanos y hermanas. 

      El tipo de atención que nos pide Jesús no es la que tiene el hombre de negocios para ganar dinero. Jesús quiere que estemos atentos a los hermanos y hermanas. Vivir de una forma que valga la pena sólo tiene un significado para Jesús: construir la familia de Dios. Sólo así encontraremos la verdadera felicidad. Esa es la fe de que nos habla la segunda lectura. Creer en Jesús es creer que Él está en medio de nosotros construyendo su Reino, haciéndonos hermanos. En la medida en que somos capaces de ver en los que nos rodean el rostro de un hermano, nuestro corazón será capaz de amar. Y amar es vivir. Y crear fraternidad. Ése es el tipo de vida que Jesús quiere para nosotros. Ése es el tipo de vida para el que vale la pena estar atento. Lo demás, todo lo demás, es perder el tiempo. Y perder la vida. 

Para la reflexión

      ¿Qué hago con mi tiempo? ¿Cómo lo aprovecho? ¿Me esfuerzo para vivir desde la fe todas las horas de mi vida? ¿Soy capaz de mirar con ojos de fe a los que viven conmigo, a los que me encuentro por la calle, en el trabajo, en la escuela? ¿Son hermanos lo que veo o son enemigos que me amenazan y de los que me tengo que defender?

Fernando Torres, cmf