2.- GOZO Y ALEGRÍA
Lc 1, 13-24
El mensaje de Gabriel contenía tres anuncios: a pesar de su vejez y de la esterilidad de Isabel, Zacarías tendrá un hijo; estará dotado de cualidades muy excepcionales y su misión será preparar al pueblo de Israel para la llegada del Mesías. Él mismo habrá de ponerle el nombre, Juan, que significa Dios se inclinao, mejor, Dios se compadece. Dar nombre a una persona en el mundo semita era señalar su quehacer futuro, lo que va a ser.
El ángel le comunicó además que el hijo sería, para él y para muchos, motivo de gozo y alegría. No bebería vino ni licor, como los antiguos profetas, estaría lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre y convertiría a un gran número de los hijos de Israel. Muchos personajes del Antiguo Testamento escogidos para importantes misiones se abstuvieron de tomar vino y licores.Jeremías también fue llamado por Dios antes de ser formado en el vientre de su madre.
Para un judío instruido, el mensaje resultaba especialmente grandioso y sobrecogedor. Así pues, el hijo anunciado estaba claramente relacionado con los grandes personajes que habían cambiado la suerte del pueblo judío. Marchará delante del Mesíascon el espíritu y el poder de Elías —uno de los grandes profetas, un hombre vestido de pieles y con un ceñidor de cuero a la cintura[1]—, a fin de preparar al Señor un pueblo perfecto.
Zacarías e Isabel vivían en Aín Karim, una pequeña ciudad a unos siete kilómetros al oeste de Jerusalén, en la zona montañosa de la región.
Con todo, parece que a Zacarías le asombró aún más la promesa de tener un hijo en sus circunstancias. Por eso, incrédulo y falto de confianza, pidió un signo, y Gabriel se lo dio: se quedaría mudo hasta el nacimiento de Juan.
Mientras Zacarías ofrecía el incienso, el pueblo piadoso participaba en la ceremonia desde el atrio exterior y esperaba a que terminara la acción litúrgica para recibir su bendición.
La ceremonia de la incensación requería poco tiempo, y estaba recomendado que el sacerdote no se detuviera en el santuario. Sin embargo, Zacarías se quedó más tiempo en oración, tratando de asimilar aquel suceso. El pueblo que le esperaba fuera estaba extrañado de que se demorase en el Templo. Sorprendidos por la tardanza del sacerdote, los asistentes dirigían sus miradas hacia la entrada del recinto donde tenía lugar la ofrenda del incienso. Apareció por fin Zacarías y se aproximó a la escalinata que conducía al atrio de los sacerdotes. Desde allí debía dar la bendición, extendiendo los brazos y pronunciando la fórmula usada desde los tiempos de Aarón[2].Él intentaba explicarse por señas, y permaneció mudo, escribe san Lucas.
Zacarías volvió a su ciudad, en las montañas de Judá. Comunicaría a su esposa lo sucedido en cuanto entró en la casa. Poco tiempo después Isabel comprendió que no tardaría en ser madre. Muchos matrimonios, a los que Dios no ha concedido aún hijos, han visto en Zacarías e Isabel buenos intercesores en el Cielo ante Dios para que les conceda ese don.