I Vísperas – Asunción de la Virgen María

I VÍSPERAS

ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Albricias, Señora,
reina soberana,
que ha llegado el logro
de vuestra esperanza.

Albricias, que tienen
término las ansias
que os causa la ausencia
del Hijo que os ama.

Albricias, que al cielo
para siempre os llama
el que cielo y tierra
os llenó de gracia.

¡Dichosa la muerte
que tal vida os causa!
¡Dichosa la suerte
final de quien ama!

¡Oh quién os siguiera
con veloces alas!
¡Quién entre tus manos
la gloria alcanzara!

Para que seamos
dignos de tu casa,
hágase en nosotros
también su palabra. Amén.

SALMO 112: ALABADO SEA EL NOMBRE DEL SEÑOR

Ant. Cristo ascendió a los cielos y preparó un trono a su Madre inmaculada. Aleluya.

Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre:
de la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.

El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?

Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo;
a la estéril le da un puesto en la casa,
como madre feliz de hijos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Cristo ascendió a los cielos y preparó un trono a su Madre inmaculada. Aleluya.

SALMO 147: ACCIÓN DE GRACIAS POR LA RESTAURACIÓN DE JERUSALÉN

Ant. Por Eva se cerraron a los hombres las puertas del paraíso, y por María Virgen se han vuelto a abrir a todos. Aleluya.

Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.

Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;

hace caer el hielo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden, y se derriten;
sopla su aliento, y corren.

Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo

Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Por Eva se cerraron a los hombres las puertas del paraíso, y por María Virgen se han vuelto a abrir a todos. Aleluya.

CÁNTICO del EFESIOS

Ant. La Virgen María ha sido elevada sobre los coros de los ángeles; venid todos, ensalcemos a Cristo Rey, cuyo reino es eterno.

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo.
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante Él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Este es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. La Virgen María ha sido elevada sobre los coros de los ángeles; venid todos, ensalcemos a Cristo Rey, cuyo reino es eterno.

LECTURA: Rm 8, 30

A los que Dios predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.

RESPONSORIO BREVE

R/ María ha sido llevada al cielo, se alegran los ángeles.
V/ María ha sido llevada al cielo, se alegran los ángeles.

R/ Bendicen con alabanzas al Señor.
V/ Se alegran los ángeles.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ María ha sido llevada al cielo, se alegran los ángeles.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Aleluya.

PRECES
Proclamemos las grandezas de Dios Padre Todopoderoso, que quiso que todas las generaciones felicitaran a María, la madre de su Hijo, y supliquémosle, diciendo:

Mira a la llena de Gracia y escúchanos.

Oh Dios, admirable siempre en tus obras, que has querido que la inmaculada Virgen María participara en cuerpo y alma de la gloria de Jesucristo,
— haz que todos tus hijos deseen esta misma gloria y caminen hacia ella.

Tú que nos diste a María por madre, concede, por su mediación, salud a los enfermos, consuelo a los tristes, perdón a los pecadores,
— y a todos, abundancia de salud y paz.

Tú que hiciste de María la llena de gracia,
— concede la abundancia de tu gracia a todos los hombres.

Haz, Señor, que tu Iglesia tenga un solo corazón y una sola alma por el amor,
— y que todos los fieles perseveren unánimes en la oración con María, la madre de Jesús.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que coronaste a María como reina del cielo,
— haz que los difuntos puedan alcanzar, con todos los santos, la felicidad de tu reino.

Adoctrinados por el mismo Señor, nos atrevemos a decir:

Padre nuestro…

ORACION

Porque te has complicado, Señor, en la humildad de tu sierva, la Virgen María, has querido elevarla a la dignidad de Madre de tu Hijo y la has coronado en este día de gloria y esplendor; por su intercesión, te pedimos que a cuantos has salvado por el misterio de la redención nos concedas también el premio de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – 14 de agosto

Tiempo Ordinario 

1) Oración inicial

Dios todopoderoso y eterno, a quien podemos llamar Padre; aumenta en nuestros corazones el espíritu filial, para que merezcamos alcanzar la herencia prometida. Por nuestro Señor. 

2) Lectura del Evangelio

Del Evangelio según Mateo 18,15-20
«Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos. Si les desoye a ellos, díselo a la comunidad. Y si hasta a la comunidad desoye, sea para ti como el gentil y el publicano.
«Yo os aseguro: todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. «Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.» 

3) Reflexión

• En el evangelio de hoy y de mañana vamos a leer y a meditar la segunda parte del Sermón de la Comunidad. El evangelio de hoy habla de la corrección fraterna (Mt 18,15-18) y de la oración en común (Mt 18,19-20). El de mañana habla del perdón (Mt 18,21-22) y habla de la parábola del perdón sin límites (Mt 18,23-35). La palabra clave de esta segunda parte es “perdonar”. El acento cae en la reconciliación. Para que pueda haber reconciliación que permita el retorno de los pequeños, es importante saber dialogar y perdonar, pues el fundamento de la fraternidad es el amor gratuito de Dios. Sólo así la comunidad será señal del Reino. No es fácil perdonar. Ciertos dolores siguen machucando el corazón. Hay personas que dicen: “¡Perdono, pero no olvido!» Rencor, tensiones, broncas, opiniones diferentes, ofensas, provocaciones dificultan el perdón y la reconciliación.
• La organización de las palabras de Jesús en los cinco grandes Sermones del evangelio de Mateo muestran que al final del siglo primero, las comunidades tenían formas bien concretas de catequesis. El Sermón de la Comunidad (Mt 18,1-35), por ejemplo, trae instrucciones actualizadas de cómo proceder en caso de algún conflicto entre los miembros de la comunidad y de cómo encontrar criterios para solucionar los conflictos. Mateo reúne aquellas frases de Jesús que pueden ayudar a las comunidades de finales del siglo primero a superar los dos problemas agudos a los que se enfrentaban en aquel momento, a saber, la salida de los pequeños por causa del escándalo de algunos y la necesidad de diálogo para superar el rigorismo de otros y acoger a los pequeños, a los pobres, a la comunidad.
• Mateo 18,15-18: La corrección fraterna y el poder de perdonar. Estos versículos traen normas simples de cómo proceder en caso de conflicto en la comunidad. Si un hermano o una hermana pecan, esto es, si hubiera un comportamiento no acorde con la vida de la comunidad, no se debe inmediatamente denunciarlo/la. Primero, tratemos de saber los motivos del otro. Si no diera resultado, llevemos a dos o tres personas de la comunidad para ver si se consigue algún resultado. Sólo en caso extremo, hay que llevar el problema a toda la comunidad. Y si la persona no quisiese escuchar a la comunidad, que sea para ti “como un publicano o un pagano”, esto es, como alguien que ya no forma parte de la comunidad. No es que tu estás excluyendo, pero es la persona, ella misma, que se excluye. La comunidad reunida apenas constata y ratifica la exclusión. La gracia de poder perdonar y reconciliar en nombre de Dios fue dada a Pedro (Mt 16,19), a los apóstoles (Jn 20,23) y, aquí, en el Sermón de la Comunidad, a la comunidad misma (Mt 18,18). Esto revela la importancia de las decisiones que la comunidad toma con relación a sus miembros.
• Mateo 18,19: La oración en común. La exclusión no significa que la persona sea abandonada a su propia suerte. ¡No! Puede estar separada de la comunidad, pero nunca estará separada de Dios. En caso de que la conversación en la comunidad no llegue a buen fin, y la persona no quisiese integrarse en la vida de la comunidad, queda como último recurso el rezar juntos al Padre para conseguir la reconciliación. Y Jesús garantiza que el Padre escuchará: “Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos.”
• Mateo 18,20: La presencia de Jesús en la comunidad. El motivo de la certeza de ser oídos por el Padre es la promesa de Jesús: “¡Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, yo estaré en medio de ellos!” Jesús es el centro, el eje de la comunidad y, como tal, junto con la Comunidad, estará rezando al Padre, para que conceda el don del retorno al hermano o a la hermana que se excluyó. 

4) Para la reflexión personal

• ¿Por qué será que es tan difícil perdonar? En nuestra comunidad, ¿hay espacio para la reconciliación? ¿De qué manera?• Jesús dice: «Allí donde dos o tres están reunidos en mi nombre, yo estaré en medio de ellos». ¿Qué significa esto para nosotros hoy? 

5) Oración final

¡Alabad, siervos de Yahvé,
alabad el nombre de Yahvé!
¡Bendito el nombre de Yahvé,
desde ahora y por siempre! (Sal 113,1-2)

Lectura continuada del Evangelio de Marcos

Marcos 10, 21-22

<

p style=»text-align:justify;»>21PeroJesús, mirándolo, lo amó y le dijo: “Una cosa te falta: vete, vende todo cuanto tienes, dalo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo, yven, sígueme”.
22Peroél, entristecido por esta palabra, se marchó apenado; porque era teniendo muchos bienes.

• 10, 21-22: La intensa mirada de Jesús penetra en el alma del hombre rico («mirándolo») y con una intuición dirigida por el afecto paternal («amándolo») hace que el obstáculo salga a la luz: «Una cosa te falta» (10,21a). Así pues, irónicamente, este hombre que «tiene todo» carece aún de una cosa necesaria (cf. Lc 10,42), el don de estar lo suficientemente libre de sus bienes como para seguir sin reservas la llamada de Jesús. Si ahora, unos pocos versículos después de la referencia a la bondad única de Dios, Jesús aparece dibujado de manera que combina la benevolencia con una capacidad espiritual extraordinaria, debe pensarse que lo que el Maestro oferta al hombre rico es una manifestación del poder y la misericordia divinos.

Jesús le ofrece una prescripción para su cura: «Vete, vende todo cuanto tienes y dalo a los pobres» (10,21b). Muchos exegetas han seguido el camino de Clemente de Alejandría, quien insiste que este precepto no debe ser interpretado literal sino alegóricamente; el precepto de venderlo todo significa que el hombre debe librarse de su preocupación y pasiones acerca de su riqueza, no de la riqueza misma. Los que toman el precepto literalmente basan sus argumentos en el paralelo de Mateo, que va precedido de una condición: «Si quieres ser perfecto» (Mt 19,21); esta precisión condujo a muchos teólogos medievales a distinguir entre «consejos de salvación», apropiados para todos, y «consejos de perfección», dirigidos solo para el clero (!), situando este precepto en la última categoría. Otros limitan el alcance de la prescripción de Jesús, enseñando que iba dirigido solo a este hombre particular. El Jesús de los evangelios no hace nunca de la pobreza radical una condición universal del discipulado y, en verdad, desde épocas muy tempranas, hubo una amplia diversidad de doctrinas cristianas acerca de la riqueza. En Marcos mismo, aunque Jesús instruya a sus discípulos a no llevar nada en su viaje misionero, lo hace porque confía en que los demás socorrerán sus necesidades (6,8-11); por consiguiente, debe haber gente que no ha regalado todo, por lo que el precepto de hacerlo así se dirige a un pequeño grupo y no a la totalidad de la comunidad marcana o a la gente en general. En este caso, además, el hombre rico podía ser un terrateniente, el cual habría estado más preocupado por la creación de riqueza que por el bienestar de los colonos que trabajaban sus tierras; en este caso, entonces, la prescripción de Jesús de «vende todo lo que tienes y dalo a los pobres» se dirigiría a la corrección de una distorsión espiritual («una cosa te falta»), así como a rellenar el vacío físico de los estómagos de quienes el hombre ha explotado («y dalo a los pobres»).

<

p style=»text-align:justify;»>El hombre rico, sin embargo, se muestra incapaz de confiar en Dios de la forma que Jesús le sugiere. Tras las palabras del Maestro, se torna triste y desolado, y se aleja agobiado por la pena (10,22). Este rápido cambio desde el entusiasmo y la búsqueda ardiente a la tristeza y el resentimiento es una maravilla artística en el relato bíblico: el retrato, rápidamente bosquejado por Marcos, de los altibajos del hombre rico al confrontarse con Jesús evoca su descripción de Herodes Antipas, un maníaco depresivo confrontado a Juan Bautista (6,14-29), y anticipa personajes shakespereanos como Claudio en Hamlet y Antonio en Medida por medida, quien oscila entre sus aspiraciones a una nueva vida y el tirón de sus pasiones y su adicción al poder. O, para volver a las imágenes de nuestro evangelio, el antihéroe del relato trae a la memoria la tierra mala en la parábola del sembrador, que representa a la gente entre la que «los cuidados del siglo y el engañoso atractivo de la riqueza y el deseo por otras cosas… ahogan la palabra», o a quien recibe la palabra con alegría pero desaparece inmediatamente cuando el camino se torna áspero (4,16-19).
Resulta en verdad paradójico que el único individuo en el evangelio de quien se dice explícitamente que Jesús lo amó, termine por rechazar su llamada. En el siguiente pasaje veremos cómo este misterio se extiende más allá de la muerte y la resurrección de Jesús en las vidas de sus seguidores, quienes se encontrarán enormemente enriquecidos por nuevas casas, familias y campos, aunque descubrirán también que estas bendiciones vienen «con persecuciones» (10,30).

Comentario del 14 de agosto

La voz de Dios es una voz que acontece en la historia y se mezcla con los acontecimientos históricos; una voz que se confunde con la voz de su profeta o de su Hijo hecho hombre, o de su apóstol. Todas son voces de Dios, pero mediadas por la boca del hombre. Esa voz quiere ser alarmante para el malvado que está obligado a cambiar de conducta si no quiere morir en la maldad, y responsabilizante para el que recibe el encargo de dar la alarma de parte de Dios, que puede ser cualquier cristiano que se sienta responsable de la salvación del hermano. Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos.

El evangelio supone la existencia del pecado, y es ésta la que aconseja la reprensión, que se presenta como tarea del hermano que toma conciencia del pecado del otro, también hermano. La corrección fraterna no puede ser corrección si no hay falta que corregir, y no es fraterna si no se da entre hermanos que tienen conciencia de serlo. Se trata, pues, de una corrección que no se concibe sino en el marco de una fraternidad.

No obstante, siendo una práctica muy acreditada en el seno de las comunidades cristianas primitivas, la corrección fraterna es una práctica difícil. No todos sabemos corregir, y menos fraternalmente. Se requieren buenas dosis de amor, inteligencia, humildad, delicadeza y oportunidad. Sin amor, la corrección se convierte fácilmente en una tortura para el que la recibe o en un oculto acto de venganza para el que la ejercita, que no estimula a la superación; sin inteligencia, la corrección resulta errática o poco acertada, hasta el punto de poner el ojo en lo que está sano o no necesita rectificación; sin humildad, la corrección humilla y deprime; sin delicadeza y oportunidad, la corrección acaba provocando con frecuencia efectos contrarios a los perseguidos. 

Además, puede que el hermano no nos parezca la persona indicada para llevar a cabo esta acción. Entendemos que los padres están obligados a corregir a sus hijos, porque deben responder de ellos y de su conducta ante la sociedad y ante Dios. También admitimos que los hijos tienen derecho a ser corregidos por sus padres, aunque en el momento de ejercerla no la acojan de buen grado. Lo mismo podemos decir de profesores, educadores, superiores, es decir, de personas que tienen como cometido educar a otros que están en vías de formación; pues la corrección forma parte de la tarea educativa.

Entendemos y aceptamos como oportuna la corrección del superior al inferior, pero la corrección entre iguales nos es más difícil de admitir. ¿Quizá porque está más expuesta a abusos? ¿Tal vez porque es más humillante y dolorosa? ¿O porque decimos lo de Caín cuando se le piden responsabilidades por la muerte de su hermano Abel: acaso soy yo guardián de mi hermano? Si al hermano no le sentimos como hermano, sino como un extraño, no debe extrañar que su conducta nos resulte indiferente y su corrección algo ajeno a nuestras competencias y responsabilidades. Pero la práctica de la corrección fraterna nos es recomendada por el evangelio como buena y saludable, porque mediante ella podemos salvar a un hermano en trance de perdición, y porque todos somos corresponsables en la mejora y salvación del mundo. En el seno de una familia bien avenida, también los hermanos velan por sus hermanos y se prestan ayuda; y los mayores se ocupan del cuidado de los más pequeños, o los más fuertes de los más débiles.

En este contexto de hermandad y mutua responsabilidad hay que leer las palabras de Jesús: Si tu hermano peca, repréndelo a solas; puede que ni siquiera haya caído en la cuenta de su falta o de la gravedad de su falta. Si acepta la corrección, habrás salvado a tu hermano. Pero puede suceder que no te haga caso. Entonces, llama a uno o dos testigos (ello le puede hacer recapacitar) y en su presencia corrígelo. Pero si esta medida no da resultado y el caso ya se ha hecho público y es motivo de escándalo para otros, díselo a la comunidad (seguramente, representada en el obispo) para que ella intervenga sometiéndole a la penitencia, si se arrepiente, o expulsándole, si permanece obstinado en su pecado.

Con la exclusión (=excomunión) de la comunidad, el pecador pasará a ser considerado como un pagano o un publicano (en ámbito judío), es decir, como un extraño a la comunidad, como un excomulgado. Ésta es la medida más severa. Pero un excomulgado no significa un rechazado para siempre, sino un rechazado mientras persista en su pecado y no acepte la conversión.

Luego la excomunión, siendo una pena muy dura, no deja de ser una medida temporal y revocable; más grave sería que lo excluido en la tierra quedara definitivamente excluido del cielo. Y esto es lo que quiere evitar precisamente la excomunión, que siendo penosa tiene una dimensión medicinal o correctora, quiere evitarle al pecador la definitiva separación de la comunidad de los bienaventurados. No deja de ser medida correctora: separa para hacer recapacitar y evitar la definitiva separación del que se ha puesto en trance de perdición, lo cual sucedería si lo atado en la tierra (la excomunión) quedara definitivamente atado en el cielo (condenación); pero lo que ha sido atado con la excomunión, puede ser desatado con el perdón y la reconciliación. La misma Iglesia que tiene el poder de atar tiene también el de desatar.

La eficacia de nuestra corrección se manifestará en sus frutos. Si da como fruto la serenidad, la confianza, el deseo de mejorar y de superarse, habrá sido afortunada; de lo contrario, habrá sido fallida. Con todo, siempre será una práctica aconsejable, de modo que su olvido puede revelar o ser claro síntoma de cobardía, de irresponsabilidad, de indiferencia o de comodidad.

 

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

90. En un documento que prepararon 300 jóvenes de todo el mundo antes del Sínodo, ellos indicaron que «las relaciones onlinepueden volverse inhumanas. Los espacios digitales nos ciegan a la vulnerabilidad del otro y obstaculizan la reflexión personal. Problemas como la pornografía distorsionan la percepción que el joven tiene de la sexualidad humana. La tecnología usada de esta forma, crea una realidad paralela ilusoria que ignora la dignidad humana»[43]. La inmersión en el mundo virtual ha propiciado una especie de “migración digital”, es decir, un distanciamiento de la familia, de los valores culturales y religiosos, que lleva a muchas personas a un mundo de soledad y de autoinvención, hasta experimentar así una falta de raíces aunque permanezcan físicamente en el mismo lugar. La vida nueva y desbordante de los jóvenes, que empuja y busca autoafirmar la propia personalidad, se enfrenta hoy a un desafío nuevo: interactuar con un mundo real y virtual en el que se adentran solos como en un continente global desconocido. Los jóvenes de hoy son los primeros en hacer esta síntesis entre lo personal, lo propio de cada cultura, y lo global. Pero esto requiere que logren pasar del contacto virtual a una buena y sana comunicación.


[43] Documento de la Reunión pre-sinodal para la preparación de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos(24 marzo 2018), I, 4.

Comentario Domingo XX de Tiempo Ordinario

Oración preparatoria

Quisiera contemplar siempre Tu humanidad, Jesús, y la humanidad sufriente. ¿Para dar testimonio? Contemplaré a Jesús. ¿Para perdonar? Contemplaré a Jesús sufriente. ¿Para no odiar al prójimo? Contemplaré a Jesús sufriente. ¿Para no murmurar contra el prójimo? Contemplaré a Jesús sufriente. No hay otro camino. AMÉN.

 

Lc 12, 49-53

«49He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cómo quiero que ya sea prendido!

50Pero tengo un bautismo para ser bautizado y ¡cómo me angustio hasta que sea cumplido!

51¿Pensáis que estoy aquí para dar paz en la tierra? No, os digo, sino división.52Porque desde ahora habrá cinco en una casa y divididos: tres contra dos, y dos contra tres; 53estarán divididos padre contra hijo e hijo contra padre; madre contra la hija e hija contra la madre; suegra contra su nuera y nuera contra la suegra».

¡PALABRA DEL SEÑOR!

 

CONTEXTO

Después de las palabras sobre la vigilancia fiel y prudente que escuchábamos el pasado domingo, llega este evangelio de hoy, centrado en el propio Jesús, primero ante su destino (vv. 49-50) y luego como causa de división familiar (vv. 51-53). En el contexto de la formación de los discípulos, Jesús es el primer signo que deben reconocer, aun con difíciles peajes como romper con otras fidelidades. A nuestro texto suceden otros signos, los signos de los tiempos, que apremian precisamente a “lo contrario” que el signo de Jesús, a la reconciliación (12,54- 59). La fidelidad primera debida a Jesús, que puede causar ruptura frente a quienes también exigen fidelidad, no está reñida con un empeño por la reconciliación.

 

TEXTO

El evangelio se compone de dos pequeñas unidades textuales, dos dichos (logia) de Jesús:

a) en la primera, Jesús habla de su misión y de su destino utilizando un paralelismo, en el que fuego y bautismo son imágenes sinónimas para referirse a la pasión y muerte de Jesús (vv. 49-50);

b) en la segunda, la propia persona de Jesús se convierte en signo de discordia y división en la casa, un ámbito tan necesario y apreciado como el familiar (vv. 51- 53). Destaca la presencia de los términos de división, y seguramente el texto recoge experiencias históricas de la primera comunidad cristiana: creer en Jesús Mesías e Hijo de Dios rompía la tradición religiosa común de las familias judías de entonces y provocaba enfrentamientos y rupturas.

 

ELEMENTOS A DESTACAR

• El proyecto y la persona de Jesús quiebra el orden de algunos valores sociales aceptados comúnmente. Jesús es alternativo, su proyecto es alternativo. Nosotros, en cambio, tendemos más bien a ser convencionales. ¿Nuestro seguimiento a Jesús mantiene lo convencional o busca un modo de vida alternativo? ¿Cómonos suena eso de que “otro mundo es posible”? ¿Qué valores del Reino de Dios exigen romper con nuestro modo de vivir?

• El símbolo del fuego aparece en la Biblia con diversos sentidos (devastación y castigo, purificación e iluminación). Jesús mismo anunció un “bautismo de fuego” (cf. Lc 3,16). Aquí, el fuego puede entenderse como imagen del Espíritu Santo que descendió el día de Pentecostés en lenguas de fuego. Si lo entendemos así, ¿qué aspectos de nuestra vida deberían ser quemados con el fuego del Espíritu?

• La imagen del bautismo parece referirse al destino sufriente de Jesús, como demostración de su fidelidad al encargo encomendado. Jesús es consciente de su destino, pero la angustia no le impide desear llegar hasta el final. Al precio que sea y hasta el final. ¿Qué interpela esta actitud de Jesús a nuestro discipulado acomodado o acomodaticio?

• La sorprendente afirmación de que Jesús viene a traer división debe comprenderse, en primera instancia, en sentido histórico: el Mesías Jesús fue motivo de división entre los judíos y en su seno familiar; Jesús fue, en verdad, una “señal de contradicción” (cf. Lc 2,34). Pero, en un mundo tan convulso y tan injusto como el nuestro, nuestra fidelidad a la persona y proyecto de Jesús también puede (incluso debe) generar esa misma división y contradicción. La exigencia de la justicia y de la vida digna para todos los seres humanos choca (o debería chocar) con todos los intereses egoístas de personas y países que viven a costa dela muerte de otros. Hay poderosas “estructuras de pecado” que no aceptan debuen grado las exigencias del Evangelio. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar en nuestro empeño por el Reino y su justicia? ¿Hemos pensado que “por la paz, una avemaría” puede ser una expresión de cobardía y de pecado?

 

Paso 1 Lectio: ¿Qué dice el texto? Atiende todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas.

Paso 2 Meditatio: ¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?

Paso 3 Oratio: ¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…

Paso 4 Actio: ¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?

Para la catequesis: Domingo XX de Tiempo Ordinario

XX Domingo de Tiempo Ordinario
18 de agosto 2019

Jeremías 38, 4-6. 8-10; Salmo 39; Hebreos 12, 1-4; Lucas 12, 49-53

¡He venido a traer fuego a la tierra!

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y cómo me angustio mientras llega! ¿Piensan acaso que he venido a traer paz a la tierra? De ningún modo. No he venido a traer la paz, sino la división. De aquí en adelante, de cinco que haya en una familia, estarán divididos tres contra dos y dos contra tres.

Estará dividido el padre contra el hijo, el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra».

Reflexión

¿Qué hace el fuego? El fuego quema, transformando la materia, soltando luz y calor en el proceso. ¿Qué pasa cuando dejamos que Jesús entre en nuestro corazón? (Limpia nuestro corazón, sacando lo que nos aleja de Él: el egoísmo, el odio, la envidia-dejar que niños nombren lo que nos aleja de Jesús.) ¿Cómo es Jesús luz para nosotros? (Su Palabra y su Espíritu Santo nos alumbra el camino al Cielo) ¿Cómo se refleja la luz de su fuego en nuestro
corazón? (Cuando obedecemos a Jesús, nuestras acciones atraen a otras personas a seguir a Jesús.) ¿Como se refleja el calor de su fuego en nuestro corazón? (El amor de Jesús en nuestro corazón nos lleva a amar a otras personas con nuestras palabras y acciones.) Como actúa la persona que no deja que Jesús entre en su corazón. (Con egoísmo, odio, envidia, violencia…) Esta es la división que habla Jesús. Dios nos deja escoger si lo dejamos entrar en nuestro corazón y los efectos en la persona son muy grandes.

 

Actividad

Hacer corona de fuego o móvil en la siguiente página. Ponérsela y bailar con la siguiente canción.

 

Oración

Jesús, entra en mi corazón y transformarlo para que yo sea luz y calor para todos. Transforma los corazones duros para que se abran a Ti y sientan el fuego de tu Amor. Amen.

¿Qué me quiere decir hoy Jesús?

Nuestra lectura bíblica de hoy dice: «Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante.»

¿Has participado en una carrera? ¿Ha ganado alguna medalla o algún trofeo por haber participado en una carrerra? Es sumamente excitante el participar de una carrera y escuchar las voces de las personas que están observando mientras animan a los corredores. Es muchísimo más excitante si ganas una medalla o un trofeo.

Hace varios años atrás, cuando las Olimpiadas se llevaron a cabo en Barcelona, España,el mundo entero vio uno de los momentos más grande en la historia olímpica. Derek Redmond, un joven de Gran Bretaña, había estado soñando toda su vida en ganar la medalla de oro en la carrera de los 400 metros. Había trabajado fuertemente para lograr ser parte de las olimpiadas y su sueño estaba a su alcance. Estaba en las semifinales y corriendo la carrera de su vida. Podía ver la línea final frente a él al dar la última curva. De momento sintió un dolor intenso en la parte trasera de su pierna y cayó en la pista con un músculo de su pierna derecha roto.

Mientras los asistentes médicos corrían hacia él, Derek luchaba por ponerse en pie. Comenzó a saltar en una sola pierna hasta la línea final. De momento, un hombre salió de las gradas, empujó a un lado al guardia de seguridad y corrió al lado de Derek. Era Jim Redmon, el padre de Derek. «No tienes que hacer ésto», le dijo a su hijo. «Sí, tengo que hacerlo», dijo Derek. «Entonces lo terminaremos juntos», dijo su padre.

Y así lo hicieron. Se mantuvieron en el carril de Derek hasta llegar al final. Al principio, la multitud observaba en silencio. Luego se pusieron de pie y comenzaron a vitorear y a llorar.

Derek Redmond no ganó la medalla de oro, pero salió de allí con la memoria increíble de un padre amoroso que, cuando él vió a su hijo en dolor, dejó su lugar en las gradas para ayudarle a terminar la carrera.

De eso es que se trata nuestra lección bíblica de hoy. Nos enseña que la vida es como una carrera que está frente a nosotros. Puede que tengamos que enfrentarnos a los obstáculos y luchar, pero tenemos una gran multitud de testigos que nos está animando. Tenemos un Padre Celestial que nos ama y nos ayudará cuando sintamos fuertemente el dolor. Tenemos un Salvador que dejó su lugar celestial para venir a la tierra a enseñarnos como correr la carrera. Si fijamos nuestros ojos en él, ¿cómo no terminar la carrera?

Comentario al evangelio – 14 de agosto

Si la historia de los Mártires de Barbastro es impresionante, como pudimos comprobar ayer, no lo es menos la historia de San Maximiliano Kolbe, cuya memoria celebramos hoy. Pero hay algo que a mí me estremece más que el coraje de morir. ¡Es la fuerza del perdón! Todos mueren perdonando, como si en la frontera de la muerte tuvieran una experiencia extrema del perdón de Dios para con ellos. ¿Cómo no perdonar cuando uno es infinitamente perdonado?

El texto va dirigido a una comunidad cristiana en la que existen problemas de convivencia. Si decimos pertenecer y trabajar por el Reino debemos abordar el pecado de un hermano a la luz del interés del Padre porque nadie perezca. Nuestro objetivo en las relaciones con nuestros prójimos, es recuperar al hermano para que no tropiece ni haga tropezar a otros. Consiguientemente, movido por el amor y la solicitud, ha de hablar a solas con el otro (Lv 19,17-18). Si no hace caso se nos invita a buscar a «uno o dos», no como testigos de un juicio, que es la acción que aplicamos (Dt 17,6; 19,15), sino para urgirle a volver a la fidelidad. Si el hermano sigue sin querer escuchar, el discípulo debe decírselo «a la Iglesia»: la comunidad de quienes pertenecen al Reino. la finalidad de esta actuación no es otra que eliminar toda piedra de escándalo, traer de vuelta al descarnado a la cornu­ nión con toda la comunidad.

De esta manera es como los que nos llamamos y somos hijos de Dios, debemos ejercitar la responsabilidad de las llaves del Reino. Las palabras dirigidas a Pedro (en 16,19) y a toda la comunidad, convocada por Jesús (v. 18). Con esto se nos anima a experimentar el respaldo de la autoridad divina en ciertas actuaciones realizadas por la comunidad a través de sus jefes, cuando éstos «excluyen» e «incluyen», imponen obligaciones y liberan de ellas, o declaran la culpa y el perdón.