Vísperas – Viernes XIX de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS

VIERNES XIX de TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

¿Quién es este que viene,
recién atardecido,
cubierto con su sangre
como varón que pisa los racimos?

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

¿Quién es este que vuelve,
glorioso y malherido,
y, a precio de su muerte,
compra la paz y libra a los cautivos?

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

Se durmió con los muertos,
y reina entre los vivos;
no le venció la fosa,
porque el Señor sostuvo a su Elegido.

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

Anunciad a los pueblos
qué habéis visto y oído;
aclamad al que viene
como la paz, bajo un clamor de olivos. Amén.

SALMO 134: HIMNO A DIOS, REALIZADOR DE MARAVILLAS

Ant. El Señor es grande, nuestro dueño más que todos los dioses.

Alabad el nombre del Señor,
alabadlo, siervos del Señor,
que estáis en la casa del Señor,
en los atrios de la casa de nuestro Dios.

Alabad al Señor porque es bueno,
tañed para su nombre, que es amable.
Porque él se escogió a Jacob,
a Israel en posesión suya.

Yo sé que el Señor es grande,
nuestro dueño más que todos los dioses.
El Señor todo lo que quiere lo hace:
en el cielo y en la tierra,
en los mares y en los océanos.

Hace subir las nubes desde el horizonte,
con los relámpagos desata la lluvia,
suelta a los vientos de sus silos.

Él hirió a los primogénitos de Egipto,
desde los hombres hasta los animales.
Envió signos y prodigios
—en medio de ti, Egipto—
contra el Faraón y sus ministros.

Hirió de muerte a pueblos numerosos,
mató a reyes poderosos:
a Sijón, rey de los amorreos,
a Hog, rey de Basán,
y a todos los reyes de Canaán.
Y dio su tierra en heredad,
en heredad a Israel, su pueblo.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor es grande, nuestro dueño más que todos los dioses.

SALMO 134

Ant. Casa de Israel, bendecid al Señor; tañed para su nombre, que es amable.

Señor, tu nombre es eterno;
Señor, tu recuerdo de edad en edad.
Porque el Señor gobierna a su pueblo
y se compadece de sus siervos.

Los ídolos de los gentiles son oro y plata,
hechura de manos humanas;
tienen boca y no hablan,
tienen ojos y no ven,

tienen orejas y no oyen,
no hay aliento en sus bocas.
Sean lo mismo los que los hacen,
cuantos confían en ellos.

Casa de Israel, bendice al Señor;
casa de Aarón, bendice al Señor;
casa de Leví, bendice al Señor.
fieles del Señor, bendecid al Señor.

Bendito en Sión el Señor,
que habita en Jerusalén.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Casa de Israel, bendecid al Señor; tañed para su nombre, que es amable.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: HIMNO DE ADORACIÓN

Ant. Vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, Señor.

Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!

¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, Señor.

LECTURA: St 1, 2-4

Hermanos míos: Teneos por muy dichosos cuando os veáis asediados por toda clase de pruebas. Sabed que, al ponerse a prueba vuestra fe, os dará constancia. Y si la constancia llega hasta el final, seréis perfectos e íntegros sin falta alguna.

RESPONSORIO BREVE

R/ Cristo nos amó y nos ha librado por su sangre.
V/ Cristo nos amó y nos ha librado por su sangre.

R/ Nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios.
V/ Por su sangre

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Cristo nos amó y nos ha librado por su sangre.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El Señor nos auxilia a nosotros, sus siervos, acordándose de su misericordia.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor nos auxilia a nosotros, sus siervos, acordándose de su misericordia.

PRECES

Invoquemos confiados a Cristo, pastor y guardián de nuestras vidas, y digámosle:

Favorécenos, Señor, por tu bondad.

Buen Pastor del rebaño de Dios,
— ven a reunir a todos los hombres en tu Iglesia.

Ayuda, Señor, a los pastores, de tu pueblo peregrino,
— para que apacienten sin desfallecer a tu grey hasta que vuelvas.

Escoge de entre nosotros pregoneros de tu palabra,
— para que anuncien tu Evangelio hasta los confines del mundo.

Ten compasión de los que en su trabajo desfallecen a mitad del camino;
— haz que encuentren un amigo que los levante.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Muestra tu gloria en el gozo de tu reino
— a los que en este destierro escucharon tu voz.

Con el gozo que nos da el saber que somos hijos de Dios, digamos con plena confianza:
Padre nuestro…

ORACION

Señor, Padre santo, que quisiste que Cristo, tu Hijo, fuese el precio de nuestro rescate, haz que vivamos de tal manera que, tomando parte en sus padecimientos, nos gocemos también en la revelación de su gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

Anuncio publicitario

Lectio Divina – 16 de agosto

Tiempo Ordinario 

1) Oración inicial 

Dios todopoderoso y eterno, a quien podemos llamar Padre; aumenta en nuestros corazones el espíritu filial, para que merezcamos alcanzar la herencia prometida. Por nuestro Señor. 

2) Lectura 

Del santo Evangelio según Mateo 19,3-12
Y se le acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, le dijeron: «¿Puede uno repudiar a su mujer por un motivo cualquiera?» Él respondió: «¿No habéis leído que el Creador, desde el comienzo, los hizo varón y hembra, y que dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre.» Dícenle: «Pues ¿por qué Moisés prescribió dar acta de divorcio y repudiarla?» Díceles: «Moisés, teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón, os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así. Ahora bien, os digo que quien repudie a su mujer -no por fornicación- y se case con otra, comete adulterio.»
Dícenle sus discípulos: «Si tal es la condición del hombre respecto de su mujer, no trae cuenta casarse.» Pero él les dijo: «No todos entienden este lenguaje, sino aquellos a quienes se les ha concedido. Porque hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos que fueron hechos tales por los hombres, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda.» 

3) Reflexión

• Contexto. Hasta el cap. 18, Mateo ha mostrado cómo los discursos de Jesús han marcado las varias fases de la constitución y formación progresivas de la comunidad de los discípulos en torno a su Maestro. Ahora, en 19,1, este pequeño grupo se aleja de las tierras de Galilea y llega al territorio de Judea. La llamada de Jesús, que ha atraído a sus discípulos, sigue avanzando hasta la elección definitiva: la acogida o el rechazo de la persona de Jesús. Esta fase tiene lugar a lo largo del camino que lleva a Jerusalén (cap.19-20) y al templo, después de llegar finalmente a la ciudad (cap.21-23). Todos los encuentros que Jesús efectúa en estos capítulos tienen lugar a lo largo del recorrido de Galilea a Jerusalén.
• El encuentro con los fariseos. Al pasar por la Transjordania (19,1) tiene Jesús el primer encuentro con los fariseos, y el tema de la discusión de Jesús con ellos es motivo de reflexión para el grupo de los discípulos. La pregunta de los fariseos se refiere al divorcio y de manera particular pone a Jesús en apuros acerca del amor dentro del matrimonio, que es la realidad más sólida y estable para la comunidad judía. La intervención de los fariseos pretende acusar la enseñanza de Jesús. Se trata de un verdadero proceso: Mateo lo considera como “un poner a prueba”, como “un tentar”. La pregunta es ciertamente crucial: “¿Es lícito a un hombre repudiar a la propia mujer por cualquier motivo?” (19,3). Al lector no se le escapa la torcida intención de los fariseos al interpretar el texto de Dt 24,1 para poner en aprietos a Jesús: “Si un hombre toma una mujer y se casa con ella, y resulta que esta mujer no halla gracia a sus ojos, porque descubre en ella algo que le desagrada, le redactará un libelo de repudio, se lo pondrá en su mano y la despedirá de su casa”. A lo largo de los siglos, este texto había dado lugar a numerosas discusiones: admitir el divorcio por cualquier motivo; requerir un mínimo de mala conducta, o un verdadero adulterio.
• Es Dios el que une. Jesús responde a los fariseos citando Gn 1,17: 2,24 y remitiendo la cuestión a la voluntad primigenia de Dios creador. El amor que une al hombre y a la mujer viene de Dios, y por este origen, une y no puede separar. Si Jesús cita Gn 2,24 “El hombre abandonará a su padre y a su madre y se unirá a su esposa y serán los dos una sola carne”, (19,5) es porque quiere subrayar un principio singular y absoluto: la voluntad creadora de Dios es unir al hombre y a la mujer. Cuando un hombre y una mujer se unen en matrimonio, es Dios el que los une; el término “cónyuges” viene del verbo congiungere, coniugare, es decir, la unión de los dos esposos que conlleva trato sexual es efecto de la palabra creadora de Dios. La respuesta de Jesús a los fariseos alcanza su culmen: el matrimonio es indisoluble en su constitución originaria. Ahora prosigue Jesús citando a Ml 2, 13-16: repudiar a la propia mujer es romper la alianza con Dios, alianza que, según los profetas, los esposos la viven sobre todo en su unión conyugal (Os 1-3; Is 1,21-26; Jr 2,2;3,1.6-12; Ez 16; 23; Is 54,6-10;60-62). La respuesta de Jesús aparece en contradicción con la ley de Moisés que concede la posibilidad de dar un certificado de divorcio. Dando razón de su respuesta, Jesús recuerda a los fariseos: si Moisés decidió esta posibilidad, es por la dureza de vuestro corazón (v.8), más concretamente, por vuestra indocilidad a la Palabra de Dios. La ley de Gn 1,26; 2,24 no se ha modificado jamás, pero Moisés se vio obligado a adaptarla a una actitud de indocilidad. El primer matrimonio no es anulado por el adulterio. La palabra de Jesús dice claramente al hombre de hoy, y de modo particular a la comunidad eclesial, que no ha de haber divorcios, y sin embargo observamos que existen; en la vida pastoral, los divorciados son acogidos y para ellos está siempre abierta la posibilidad de entrar en el reino. La reacción de los discípulos no se hace esperar: “Si tal es la condición del hombre respecto de su mujer, no trae cuenta casarse” (v.10). La respuesta de Jesús sigue manteniendo la indisolubilidad del matrimonio, imposible para la mentalidad humana pero posible para Dios. El eunuco del que habla Jesús no es el que no puede engendrar, sino el que, una vez separado de la propia mujer, continúa viviendo en la continencia y permaneciendo fiel al primer vínculo matrimonial: es eunuco con relación a todas las demás mujeres. 

4. Para la reflexión personal

• ¿Sabemos acoger la enseñanza de Jesús en lo que se refiere al matrimonio con ánimo sencillo sin adaptarlo a nuestras legítimas elecciones y conveniencia?
• El pasaje evangélico nos ha recordado que el designio del Padre sobre el hombre y la mujer es un maravilloso proyecto de amor. ¿Eres consciente de que el amor tiene una ley imprescindible que comporta el don total y pleno de la propia persona al otro? 

5) Oración final

Crea en mí, oh Dios, un corazón puro,
renueva en mi interior un espíritu firme;
no me rechaces lejos de tu rostro,
no retires de mí tu santo espíritu. (Sal 51,12-13)

Comentario del 16 de agosto

Hoy celebramos la asunción de María en cuerpo y alma a los cielos, que no es celebrar una acción de María, sino una acción de Dios sobre ella. María es la asumida por Dios, aquella sobre la que recae la acción del Todopoderoso, ése que ha hecho obras grandes en ella por medio de ella; y ésta, la de la asunción es la culminación de su obra en María. Antes, la había hecho inmaculada, desde el momento de su concepción, y madre-virgen, y dolorosa (al pie de la cruz) y corredentora (con su hijo, el Redentor). Ahora la hace, finalmente, asumida por su gloria (gloriosa) e incorporada plenamente a su vida divina.

Aquí termina la obra de Dios en ella. Nos fijamos, pues, en el aspecto conclusivo de esta obra de Dios en la vida de una mujer de nuestro linaje. Y lo hacemos apoyados en la autoridad de la Iglesia que se limitó a transformar en dogma de fe lo que ya formaba parte de la misma fe de la Iglesia desde los primeros tiempos. Lo que era fe de la Iglesia desde antiguo se revistió de la armadura del dogma en virtud de la autoridad de la misma Iglesia en cuestiones de fe.

Es la fe que proclama a María dichosa, no sólo porque le ofreció a su Creador el vientre y los pechos para parir y criar al Salvador, sino porque escuchó la palabra de Dios y la cumplió, o permitió (una permisión que es colaboración) que se cumpliera en ella: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Y así se hizo. Parió y crio a Jesús porque escuchó al Señor y se ofreció para ser su vientre y sus pechos. Y dichosa, finalmente, porque pudo ver cumplida esa palabra, sobre todo en el momento de la glorificación. Y la fe que proclama a María bienaventurada porque puede ver a Dios cara a cara es la fe en el poder de Dios capaz de vestir de incorrupción lo corruptible y de inmortalidad lo mortal, capaz de vencer a la muerte, absorbiéndola en su victoria.

En la asunción de María a los cielos se cumple esta promesa de victoria sobre la muerte, pues el cielo es incompatible con la muerte; y la llegada al cielo es el término de la realización del proyecto de Dios sobre el hombre que responde a su designio. Esto tiene carácter de paradigma en María, la mujer agraciada, la mujer creyente, la mujer obediente: la esclava del Señor. Por eso ella participa, la primera, de las primicias de esa cosecha de vida que inaugura la resurrección de Cristo. Él es la primicia, pero los cristianos, en cuanto incorporados a él, podremos participar de la gran cosecha de la vida que ha salido vencedora de la muerte. Y entre los cristianos, María ocupa un lugar de privilegio. Ella es también cristiana, pero agraciada con plenitud de gracia (la llena de gracia) y, por tanto, singular. Por eso, por ser tan singular en virtud de la misma acción divina, Dios se fijó en ella: puso su mirada en la pequeñez de su esclava; porque esto es lo primero que Dios ve en ella con complacencia: la fe de su fiel esclava. Dios se recrea, por tanto, en la belleza que Él mismo ha puesto en ella.

Y la mirada complaciente de Dios despertó en ella una mirada de correspondencia y complicidad: una mirada capaz de captar al mismo tiempo la grandeza y la misericordia de su Señor. Precisamente porque Dios es grande, lo más grande, puede ser también misericordioso, es decir, apiadarse de las miserias de los que somos pequeños. Una grandeza inmisericorde en realidad es pequeña, porque necesita de los inferiores para satisfacer sus deseos de dominio. Sólo las grandezas autosuficientes, es decir, que no necesitan de nadie, porque se bastan a sí mismas, pueden ser misericordiosas; las que necesitan de inferiores para encumbrarse o para tomar conciencia de su grandeza, no.

Pues así es Dios: grande, hasta no necesitar de nadie, y misericordioso a la vez. La mirada de María, como nos muestra el Magnificat, que ve en la grandeza de Dios magnanimidad, es la que ve la realidad de Dios, en la que no es posible separar grandeza y misericordia. Adoptemos, por tanto, su mirada y veremos las cosas tal como son, en su grandeza y su pequeñez, con su autonomía y su dependencia, con sus virtudes y sus carencias, con su pasado y sus posibilidades de futuro, con sus cadenas y sus ansias de libertad. También veremos con misericordia a los miserables de nuestro mundo, a los necesitados de misericordia, a esos hambrientos a los que el Señor colma de bienes y a esos ricos a quienes despide vacíos, a esos humildes a quienes Dios enaltece y a esos poderosos a quienes derriba de sus tronos; porque en todos ellos hay miserias y de todos tiene misericordia el Poderoso, el que ha hecho obras grandes en María y desea seguir haciéndolas en nosotros.

Porque el que asumió a la Virgen en cuerpo y alma a los cielos, tiene el mismo proyecto para nosotros. También a nosotros quiere llevarnos al cielo. Para eso murió y resucitó Cristo Jesús; y para eso marchó a la casa del Padre, para prepararnos una digna morada. Que esta fe nos mantenga en la brecha y esperanzados.

 

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

92. Otros migrantes son «atraídos por la cultura occidental, a veces con expectativas poco realistas que los exponen a grandes desilusiones. Traficantes sin escrúpulos, a menudo vinculados a los cárteles de la droga y de las armas, explotan la situación de debilidad de los inmigrantes, que a lo largo de su viaje con demasiada frecuencia experimentan la violencia, la trata de personas, el abuso psicológico y físico, y sufrimientos indescriptibles. Cabe señalar la especial vulnerabilidad de los inmigrantes menores no acompañados, y la situación de quienes se ven obligados a pasar muchos años en los campos de refugiados o que permanecen bloqueados durante largo tiempo en los países de tránsito, sin poder continuar sus estudios ni desarrollar sus talentos. En algunos países de llegada, los fenómenos migratorios suscitan alarma y miedo, a menudo fomentados y explotados con fines políticos. Se difunde así una mentalidad xenófoba, de gente cerrada y replegada sobre sí misma, ante la que hay que reaccionar con decisión»[46].


[46] Ibíd., 26.

Contracorriente

Optar por el reino de Dios no es una cosa cualquiera. Nos hemos habituado, de tal manera, a vestir el manto de la religiosidad que, sin darnos cuenta, ¿no habremos perdido un poco el espíritu y el encanto de persuasión evangelizadora?

Porque, creer en Jesús, es mucho más que decir “soy católico” y, a continuación, vivir como si no lo fuera. Y, desgraciadamente, surgen dudas, miles de excusas.

Pero, el fuego del cual nos habla Jesús, la división de la cual habla el Señor es aquella que viene como consecuencia de un compromiso firme y real por el evangelio. Para ello, y es bueno recordarlo una vez más, es necesario un encuentro personal con Jesús. A veces ¿no os parece que decimos estar inmersos en la iglesia, ser cristianos pero… nos falta una experiencia profunda de fe?

1.- El fuego, la división de la cual nos habla Jesús, viene cuando nos posicionamos en el lado de la fe. Cuando el anuncio de la Buena Noticia significa para nosotros mucho más que la repetición de unos ritos.

Por poner un ejemplo. Actualmente, en la coyuntura de la vida social y política de España, comprobamos como “el tema religioso” levanta ampollas. Como hay un intento de aparcarlo a un lado porque según dicen “la fe pertenece al ámbito de lo privado”. Mientras que, otros, mantenemos que la fe se demuestra y se vive en el camino de la vida. Sin imposiciones pero con un objetivo: teñir todo el conglomerado con esa gran escuela de valores humanos y divinos que están dispersos a lo largo de todo el evangelio.

Lógico, pues, que esto no deje indiferente a nadie; a unos, porque no les gusta y les parece “poco moderno” y a otros, porque nos parece injusto el trato que recibe la iglesia o cualquier aspecto relativo a la religión.

Por ello mismo, la dulzura de la fe (simbolizada por ejemplo en el Corazón de Jesús) dista mucho de la proclamación y de la reflexión del evangelio de este día. Pero, es que el fuego del cual nos habla Jesús es el mismo que ardió en el corazón de Cristo: el fuego del Espíritu.

2.- La fe, cuando se vive radicalmente, crea estos contrastes: adhesión e indiferencia; aplausos y reproches; caminos abiertos y dificultades; reconocimiento y martirios. Sí, amigos, es la realidad. Una fe, llevada a feliz término, no significa vivir la fe felizmente. Entre otras cosas porque estaríamos traicionando el espíritu evangélico. Por eso, cuando a la iglesia se le ataca de que divide, de que no se deja domesticar, de que no está a la altura de los tiempos…habría que responder con el evangelio en mano: “no he venido a traer paz sino división, y ojala estuviera el mundo ardiendo”. Ardiendo, por supuesto, por el fuego de la justicia, de la paz, del amor de Dios, de la fraternidad, del perdón, del bienestar general y no particular.

3.- ¿Qué nos asusta el conflicto y la división? Puede que sí. Pero el reinado de Dios no se instaura sin oposición. El reino de Dios tiene mucho que ver y mucho que denunciar dentro de las estructuras del mundo; de la injusticia; de la pobreza; de la paz o de la guerra; del hambre o del confort; de la vida o de las muertes;

Y, por ello mismo, porque hay muchos intereses creados, siempre padeceremos las divisiones, las presiones para que “esa opción por el reino de Dios” sea mucho más suave y más descafeinada.

Es bueno recordar la división que, Jesús, creó en los primeros cristianos. Hasta el mismo San Francisco de Asís tuvo que luchar en contra de su propio padre.

Nuestra situación es muy distinta. Yo diría que escandalosamente distinta. Quisiéramos una religión sin conflictos; una predicación sin contrarréplica; una evangelización sin escollos; un sacerdocio sin cruz; una iglesia sin martirologio.

Pidamos al Señor, en este domingo, que no seamos tan prudentes ni tan cobardes a la hora de presentar su mensaje.

¿Quieres saber si has predicado bien el evangelio? Preguntaba un gran santo a su discípulo. Si la gente sale de la iglesia alabándote o indiferente, es que el Señor no ha hablado.

4.- PASIÓN POR EL REINO ENAMORADO

Tú te has acercado,
has soplado sobre los rescoldos

de mi corazón,
y luz, calor, fuego y vida
han surgido gratis
inundando todo mi ser.
Derribaré cuanto se interponga
entre nosotros:
mis miedos, mis apegos, mis trampas,
mis seguridades, mis murallas,
mis pecados, mis conciertos,
mi insensatez…
y hasta mis pensamientos sobre ti.

Te dejaré entrar
hasta las alcobas más íntimas.

No te retendré en el umbral.
Despojado de todo,
excepto de mi deseo por ti,
te esperaré despierto,
arado,
desnudo,
limpio,
enamorado…
Sólo quiero la brisa de tu presencia
y el abrazo de tu amor.

Javier Leoz

La misa del Domingo: misa con niños

1. MONICIÓN DE ENTRADA

Un saludo cordial a todos, hermanos, que habéis hecho un hueco en vuestra agenda, no para cumplir, sino por necesidad, para llenaros de Dios. ¡Bienvenidos a la Eucaristía! Los domingos, más que nunca, ponemos nuestros ojos y corazones en el Señor. Nunca como hoy, en la vida de muchas personas, hay ceguera espiritual: sus miradas están centradas en otras personas, en otras cosas. Iniciemos esta celebración con el compromiso de que, nada ni nadie, nos distraiga de disfrutar al contemplar la presencia y el rostro de Jesús.

Comencemos por presentarnos ante el Señor.

2. PENITENCIAL

2.1. El Señor es luz. Pero preferimos otras luces artificiales. Señor ten piedad

2.2. El Señor es el TODO. Pero, no siempre, lo vemos como el todo en nuestra vida. Cristo ten piedad

2.3. El Señor nos transforma. Pero preferimos ser manipulados por el mundo. Señor ten piedad

3. MONICIÓN A LAS LECTURAS

Todo lo que realmente merece la pena, no está exento de dificultades. Las lecturas de este día nos traen a la memoria los muros que tuvieron que saltar los profetas o las primeras comunidades cristianas, para ser coherentes con su fe. Que el Señor, que nos tiende su mano, nos ayude a vivir con ánimo y fortaleza nuestra pertenencia a su familia.

4. PETICIONES

4.1. Por la Iglesia. Para que sea siempre un hogar donde se recomponga nuestra existencia, nuestro temple y nuestro deseo de ser mejores cristianos y mejores personas. Roguemos al Señor.

4.2. Por todos los que son perseguidos por su fe. Nos acordamos especialmente de los cristianos que son perseguidos en diferentes lugares de la tierra. Roguemos al Señor.

4.3. Por todos los que se encuentran de vacaciones. Para que vean en el descanso y en los horizontes del mar o de los bosques, la huella permanente de Dios. Roguemos al Señor.

4.4. Para que seamos más valientes. Para que nos comprometamos más con nuestra Iglesia, con nuestra parroquia. Para que no olvidemos de dar la talla como cristianos. Roguemos al Señor.

5. OFRENDAS

5.1. Esta rosa que traemos hasta el altar simboliza la belleza y el sufrimiento de la fe. La belleza por el aroma y la elegancia de la flor; el sufrimiento por las espinas que hay debajo. Pero, al final, la grandeza de la rosa, como la de la fe, nos hace gustar y pensar en el cielo.

5.2. Con el pan y el vino traemos hasta el altar nuestro firme propósito de permanecer unidos al Señor. Que nunca nos falten medios ni fuerzas para ser mensajeros de su Palabra, de su perdón y de su gracia

6. ORACIÓN FINAL

TÚ, SEÑOR, ERES NUESTRA FUERZA
En los tropiezos y en los desaciertos
En el amanecer y en el anochecer
En la oscuridad y en la luz
En la tiniebla y en el cielo estrellado
En la Iglesia y en el mundo
En la fe y en la esperanza
En el trabajo y en el descanso
En el éxito y en el fracaso
En el caminar y en las dudas
En los ideales y en las ilusiones
En los pensamientos y trabajos
En los deseos y necesidades

La paz de Jesús (Oración)

LA PAZ DE JESÚS

Hola Jesús. Hoy también quiero pasar un tiempo en tu compañía, que tú seas mi maestro y mi amigo. Quiero aprender de ti, quiero estar contigo. Así que me callo.

Intento ponerme en una postura cómoda. Cierro los ojos. Imagino que tú te sientas a mi lado, como si estuviéramos juntos en el sofá de casa, o en mi habitación, o en la silla de al lado en mi clase. Estás al lado. Yo soy como esos amigos tuyos que aprendían de ti. ¿Qué me cuentas hoy?

La lectura es una adaptación del evangelio de Lucas (Lc 12, 49-53):

Un día Jesús estaba hablando con sus amigos y les dijo: «He venido a prender fuego al mundo, y ojalá esté ardiendo».

Le miraron con los ojos muy abiertos, porque no entendían si les estaba diciendo que había que incendiar algún lugar. Pero Jesús se dio cuenta de que no lo entendían e intentó explicárselo bien.

«Lo que quiero decir es que no siempre va a haber paz por mi causa. En muchos lugares la gente se dividirá. En una familia habrá tres por una parte y dos por otra. El padre pensará de una manera y el hijo de otra. La madre discutirá con la hija y la hija con la madre. Y así todo».
A eso se refería cuando hablaba del fuego y de la división, a que no todo el mundo acepta a Jesús como Maestro y como amigo.

Las personas discutimos cuando no estamos de acuerdo. Seguro que tú a veces también discutes. En casa, con tus padres, hermanos. Con tus amigos… Es imposible que nunca discutamos. A veces es por tonterías y otras por cosas importantes. Pero es normal. Incluso con la gente a la que quieres. ¿Por qué cosas discutes tú? Piénsalo un momento.

Lo que Jesús les dice a sus amigos es que también la gente se va a enfrentar por su causa. Pero discutir no es liarse a golpes, ni insultarse, ni enfadarse. Discutir es esforzarse por ser fiel a la verdad. La verdad de Jesús es el amor. Hoy Jesús lo que te pregunta es: ¿Y tú, quieres ser mi amigo, quieres aprender de mí o prefieres darme la espalda? Intenta contestarle en silencio a esa invitación.

Paz en el cielo,
que haya paz en la tierra
que haya paz entre pueblos,
paz a la humanidad.
Que la paz nos reúna,
que la paz nos hermane.
Construyamos un mundo de paz.

Somos hijos del creador,
moldeados por su amor.
Si seguimos la verdad,
buscaremos un mundo de paz.

Paz en el cielo…

Desde nuestro corazón
la plegaria ya empezó.
No queremos nada más
que vivir en un mundo de paz.

            Una plegaria de paz interpretado por Athenas, «Athenas una plegaria de paz»

La verdadera paz es el amor. Cuando la gente aprenda a quererse, entonces, aunque haya enfados, podremos construir un mundo de paz.

Repite ahora, unas palabras para tratar de entender cómo es la paz de Jesús.

Instrumento de tu paz

Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.
Que donde hay odio, yo ponga el amor.
Que donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que donde hay enfados, yo ponga la unión.
Que donde hay error, yo ponga la verdad.
Que donde hay duda, ponga la Fe.
Que donde haya desesperación, yo ponga la esperanza.
Que donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que donde hay tristeza, yo ponga la alegría.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Comentario al evangelio – 16 de agosto

El proyecto de Dios era bello: en el Paraíso, el amor haría encontrarse en plenitud al hombre y a la mujer. Ese amor era, debería ser, un reflejo del  mismo amor de Dios. Pero ese proyecto quedó destrozado por el pecado. Ahora vivimos en un esfuerzo continuo y dificil por reconstruir aquel sueño. Por eso cada pareja que se casa nos permite ilusionarnos de nuevo y soñar que el amor es posible. Y cada fracaso de una pareja en su amor se convierte en una pesadilla. No se trata sólo de su fracaso como personas. Su fracaso es nuestro fracaso. Su dolor es nuestro dolor.

Una vez más el sueño de Dios se ha visto frustrado. Pero la voz de Jesús nos sigue invitando a soñar, a ilusionarnos, a volver a intentarlo, aunque el fracaso esté delante de nosotros como una posibilidad, Por que el amor entre el hombre y la mujer será siempre uno de los signos más bellos del amor con el que Dios nos ama.