Vísperas – Jueves XXV de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS

JUEVES XXV TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

<

p style=»text-align:justify;»>Éste es el tiempo en que llegas,
Esposo, tan de repente,

que invitas a los que velan

y olvidas a los que duermen.

<

p style=»text-align:justify;»>Salen cantando a tu encuentro
doncellas con ramos verdes

y lámparas que guardaron
copioso y claro el aceite.

<

p style=»text-align:justify;»>¡Cómo golpean las necias

las puertas de tu banquete!
¡Y cómo lloran a oscuras

los ojos que no han de verte!

<

p style=»text-align:justify;»>Mira que estamos alerta,
Esposo, por si vinieres,

y está el corazón velando,
mientras los ojos se duermen.

<

p style=»text-align:justify;»>Danos un puesto a tu mesa,
Amor que a la noche vienes,
antes que la noche acabe

y que la puerta se cierre. Amén.

 

SALMO 29: ACCIÓN DE GRACIAS POR LA CURACIÓN DE UN ENFERMO EN PELIGRO DE MUERTE

Ant. Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste; te daré gracias por siempre.

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.

Señor, Dios mío, a ti grité,
y tú me sanaste.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.

Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo.

Yo pensaba muy seguro:
«no vacilaré jamás»
Tu bondad, Señor, me aseguraba
el honor y la fuerza;
pero escondiste tu rostro,
y quedé desconcertado.

A ti, Señor, llamé,
supliqué a mi Dios:
«¿Qué ganas con mi muerte,
con que yo baje a la fosa?

¿Te va a dar gracias el polvo,
o va a proclamar tu lealtad?
Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.»

Cambiaste mi luto en danzas,
me desataste el sayal y me has vestido de fiesta;
te cantará mi lengua sin callarse.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste; te daré gracias por siempre.

SALMO 31: ACCIÓN DE GRACIAS DE UN PECADOR PERDONADO

Ant. Dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.

Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso e hombre a quien el Señor
no le apunta el delito.

Mientras callé se consumían mis huesos,
rugiendo todo el día,
porque día y noche tu mano
pesaba sobre mí;
mi savia se me había vuelto un fruto seco.

Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.

Por eso, que todo fiel te suplique
en el momento de la desgracia:
la crecida de las aguas caudalosas
no lo alcanzará.

Tú eres mi refugio, me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación.

— Te instruiré y te enseñaré el camino que has de seguir,
fijaré en ti mis ojos.

No seáis irracionales como caballos y mulos,
cuyo brío hay que domar con freno y brida;
si no, no puedes acercarte.

Los malvados sufren muchas penas;
al que confía en el Señor,
la misericordia lo rodea.

Alegraos, justos, y gozad con el Señor;
aclamadlo, los de corazón sincero.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: EL JUICIO DE DIOS

Ant. El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.

LECTURA: Rm 8, 28-30

Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe —de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego— llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo. No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.

RESPONSORIO BREVE

R/ El Señor nos alimentó con flor de harina.
V/ El Señor nos alimentó con flor de harina.

R/ Nos sació con miel silvestre.
V/ Con flor de harina.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ El Señor nos alimentó con flor de harina.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.

PRECES

Invoquemos a Dios, nuestro refugio y nuestra fortaleza, y digámosle:

Mira a tus hijos, Señor.

Dios de amor, que has hecho alianza con tu pueblo,
—haz que recordemos siempre tus maravillas.

<

p style=»text-align:justify;»>Que los sacerdotes, Señor, crezcan en la caridad

—y que los fieles vivan en la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz.

Haz que siempre edifiquemos la ciudad terrena unidos a ti,
—no sea que en vano se cansen los que la construyen.

<

p style=»text-align:justify;»>Manda, Señor, trabajadores a tu mies,

—para que tu nombre sea conocido en el mundo.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

<

p style=»text-align:justify;»>A nuestros familiares y bienhechores difuntos dales un lugar entre los santos

—y haz que nosotros un día nos encontremos con ellos en tu reino.

Ya que por Jesucristo hemos llegado a ser hijos de Dios, nos atrevemos a decir:
Padre nuestro…

ORACION

Tú, Señor, que iluminas la noche y haces que después de las tinieblas amanezca nuevamente la luz, haz que, durante la noche que ahora empieza, nos veamos exentos de toda culpa y que, al clarear el nuevo día, podamos reunirnos otra vez en tu presencia, para darte gracias nuevamente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – 26 de septiembre

1) Oración inicial

¡Oh Dios!, que has puesto la plenitud de la ley en el amor a ti y al prójimo; concédenos cumplir tus mandamientos para llegar así a la vida eterna. Por nuestro Señor. 

2) Lectura

Del Evangelio según Lucas 9,7-9
Se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba y estaba perplejo, porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, que Elías se había aparecido, y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado. Herodes dijo: «A Juan, le decapité yo.¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?» Y buscaba verle. 

3) Reflexión

• El evangelio de hoy nos presenta la reacción de Herodes ante la predicación de Jesús. Herodes no sabe situar a Jesús. Había matado a Juan Bautista y ahora quiere ver a Jesús de cerca. En el horizonte despuntan amenazas.
• Lucas 9,7-8: ¿Quién es Jesús? El texto empieza con un balance de las opiniones de la gente y de Herodes sobre Jesús. Algunos asociaban a Jesús con Juan Bautista y Elías. Otros lo identificaban como Profeta, esto es, como alguien que habla en nombre de Dios, que tiene el valor de denunciar las injusticias de los poderosos y que sabe animar la esperanza de los pequeños. Es el profeta anunciado en el Antiguo Testamento como un nuevo Moisés (Dt 18,15). Son las misma opiniones que Jesús mismo recoge de los discípulos al preguntarle: «¿Quién dice los demás que o soy?» (Lc 9,18). Las personas trataban de comprender a Jesús desde lo que ellos mismos conocían pensaban y esperaban. Trataban de enmarcarle dentro de los criterios familiares del Antiguo Testamento, con sus profecías y esperanza, y de la Tradición de los Antiguos, con sus leyes. Pero eran criterios insuficientes. Jesús no cabía allí dentro, ¡era más grande!
• Lucas 9,9: Herodes quiere ver a Jesús. “Entonces Herodes dijo: «A Juan, le decapité yo.¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?” Y buscaba verle”. Herodes, hombre supersticioso y sin escrúpulos, reconoce ser el asesino de Juan el Bautista. Ahora quiere ver a Jesús. Lucas sugiere así que hay amenazas que empiezan a despuntar en el horizonte. Herodes no tuvo miedo de matar a Juan Bautista. No lo tendrá tampoco a la hora de matar a Jesús. Cuando le dijeron que Herodes trataba de hacerle preso, mandó a decirle: “«Id a decir a ese zorro: Yo expulso demonios y llevo a cabo curaciones hoy y mañana, y al tercer día soy consumado.” (Lc 13,32). Herodes no tiene poder sobre Jesús. Cuando en la hora de la pasión, Pilatos manda Jesús donde Herodes para que investigue sobre él, Jesús no le da ninguna respuesta (Lc 23,9). Herodes no merecía respuesta.
• De padre en hijo. Hay veces en que se confunden los tres Herodes que vivieron en aquella época, pues los tres aparecen en el Nuevo Testamento con el mismo nombre: a) Herodes, llamado el Grande, gobernó sobre Palestina del 37 al 4 antes de Cristo. Aparece en el nacimiento de Jesús (Mt 2,1). Mató a los niños de Belén (Mt 2,16). b) Herodes, llamado Antipas, gobernó sobre Galilea del 4 al 39 después de Cristo. Aparece en la muerte de Jesús (Lc 23,7). Mató a Juan Bautista (Mc 6,14-29). c) Herodes, llamado Agripa, gobernó sobre toda Palestina del 41 al 44 después de Cristo. Aparece en los Hechos de los Apóstoles (Hec 12,1.20). Mató al apóstol Santiago (He 12,2).
Cuando Jesús tenía más o menos cuatro años, murió el rey Herodes. Aquel que mató a los niños de Belén (Mt 2,16). Su territorio fue dividido entre los hijos. Arquéalo, uno de sus dos hijos, recibió el gobierno sobre la Judea. Era menos inteligente que el padre, pero más violento. Solamente en su toma de posesión fueron masacradas casi 3000 personas, ¡en la plaza del Templo! El evangelio de Mateo informa que María y José, cuando supieron que este Arquéalo había asumido el gobierno de Judea, tuvieron miedo de volver por allá y fueron a morar en Nazaret, en Galilea (Mt 2,­22), gobernada por otro hijo de Herodes, llamado Herodes Antipas (Lc 3,1). Este Antipas quedó en el poder por más de 40 años. Durante los treinta y tres años que Jesús vivió nunca huno cambios en el gobierno de Galilea.
Herodes el Grande, el padre de Herodes Antipas, había construido la ciudad de Cesaréa Marítima, inaugurada en el año 15 antes de Cristo. Era el nuevo puerto de desagüe de los productos de la región. Debía competir con el gran puerto de Tiro en el Norte, y así ayudar para el fomento del comercio en Samaria y en Galilea. Por esto, desde los tiempos de Herodes el Grande, la producción agrícola en Galilea empezaba a orientarse no más a partir de las necesidades de las familias, como era antes, sino desde las exigencias de mercado. Este proceso de cambio en la economía continuó durante todo el gobierno de Herodes Antipas, más de cuarenta años, y encontró en él a un organizador eficiente. Todos estos gobernantes estaban bajo dueño. Quien mandaba e Palestina, desde el 63 antes de Cristo, era Roma, el Imperio. 

4) Para la reflexión personal

• Tengo que preguntarme siempre: ¿quién es Jesús para mí?
• Herodes quiere ver a Jesús. Era curiosidad morbosa y supersticiosa. Otros quieren ver a Jesús, porque quieren encontrar un sentido a la vida. Y ¿qué motivación tengo que me empuja a ver y a encontrar a Jesús? 

5) Oración final

Sácianos de tu amor por la mañana,
y gozaremos y cantaremos de por vida.
Alégranos por los días que nos humillaste,
por los años en que conocimos la desdicha. (Sal 90,14-15)

Gratitud por haber sido preservados de muchos pecados (Acciones de gracias)

Debemos dar gracias a Dios, tanto de los pecados de que nos preservó como de los que tuvo la misericordia de perdonarnos (Santo Cura de Drs, Sermón sobre las tentaciones).

Hemos de mostrarnos agradecidos por los beneficios que a diario nos hace su Providencia; por librarnos de las asechanzas de nuestros enemigos; por cooperar con nosotros, para poder superar los vicios de la carne; por protegernos ante el peligro, incluso ignorándolo nosotros; por fortalecernos en la lucha contra el pecado; porque nos ayuda e ilumina; porque nos hace comprender y reconocer dónde está nuestro auxilio […].

Asimismo, debemos expresarle nuestro agradecimiento porque nos inspira secretamente la compunción de nuestras faltas y negligencias; porque se digna visitarnos con castigos saludables; por atraernos muchas veces, a pesar nuestro, al buen camino; por dirigir nuestro albedrío por otros cauces, a fin de que podamos cosechar mejores frutos, aunque nuestra tendencia hacia el mal sea tan acusada. Porque se digna, en fin, orientar esa tendencia y cambiarla, merced a saludables sugestiones, hacia la senda de la virtud. (Casiano, Instituciones, 12, 18).

Comentario del 26 de septiembre

Desde que había mandado decapitar a Juan el Bautista puede que el virrey Herodes tuviera pesadillas por la noche. No es extraño que, cuando le llegan noticias de la actividad mesiánica de Jesús, empiece a hacerse preguntas y no sepa a qué atenerse. Tuvo que tener la impresión de que la desaparición del Bautista no había significado el cese de su actividad profética, porque otro, o él mismo redivivo, había tomado su relevo. De hecho circulaban todo tipo de rumores: que si Juan había resucitado, que si había reaparecido Elías, que si había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.

El caso es que con la muerte de Juan no se había cercenado la corriente profética de Israel. El profetismo seguía vivo para continuar denunciando las erradas conductas de personajes como Herodes. La muerte del profeta no había significado en ningún caso la aniquilación del profetismo, porque otro había ocupado su lugar.

Herodes se repetía para sus adentros, como tratando de reforzar su propia convicción: A Juan lo mandé decapitar yo. Y efectivamente, él lo había mandado matar. No podía tratarse de Juan, a no ser que los muertos pudieran volver a la vida. ¿De quién se trataba entonces? ¿Quién es ese de quién oigo semejantes cosas? Si no era Juan, ¿quién era el que venía a continuar su misión con una actividad similar? Y tenía ganas de verlo.

Lo que había en su deseo de ver a Jesús era seguramente una curiosidad casi enfermiza. ¿Se parecería a Juan? ¿Hablaría con el mismo ardor? ¿Su palabra sería tan hiriente, pero tan veraz, como la del Bautista? ¿Tenía tanto poder que podía curar a un leproso o resucitar a un muerto? ¿Era real todo lo que se decía de él? El deseo de satisfacer esta curiosidad era lo que movía a este rey poderoso, pero temeroso e inseguro ante la más mínima manifestación de poder en un ser humano. Su poder era tan frágil que podía tambalearse ante la simple noticia de una actuación prodigiosa.

También nosotros tendríamos que tener ganas de ver a Jesús, pero no, como Herodes, para satisfacer la curiosidad despertada por la actividad enigmática de un personaje igualmente enigmático, sino para conocerlo mejor: para conocer mejor dónde radica su poder y su bondad. Y si ya lo conocemos suficientemente, verlo para poder disfrutar de su compañía y amistad, para poder gozarnos con la visión de su rostro, para poder imitarlo en su actuación. En realidad, el deseo de conocimiento sólo se sacia con la visión de la persona amada. Pero una vez visto, deseamos seguir conociendo las profundidades todavía desconocidas de la persona amada. Porque la visión en este mundo tampoco es saciativa, puesto que no se alcanza a ver el fondo de las cosas o de las personas.

Cristo Jesús nos ha incorporado a su lado como amigos. Ya no os llamo siervos, sino amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. Nos hace amigos (confidentes) dándonos a conocer ciertas cosas que forman parte de su íntima relación con el Padre. Una muestra de esa confidencia es la oración del Padre nuestro. Por el conocimiento se llega al amor, y por el amor a un mejor conocimiento, hasta la plenitud de la visión esperada. Mientras tanto tendremos que refrenar nuestras ganas de ver a Jesús cara a cara, que son ganas de bienaventuranza. Porque semejante visión no es posible con los ojos de esta carne. Tendrá que ser transformada para que pueda ver a Jesús en su estado actual o glorioso.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

133. Él es el manantial de la mejor juventud. Porque el que confía en el Señor «es como un árbol plantado al borde de las aguas, que echa sus raíces en la corriente. No temerá cuando llegue el calor y su follaje estará frondoso» (Jr 17,8). Mientras «los jóvenes se cansan y se fatigan» (Is 40,30), a los que esperan confiados en el Señor «Él les renovará las fuerzas, subirán con alas de águila, correrán sin fatigarse y andarán sin cansarse» (Is 40,31).

Los que vivimos en la abundancia tenemos la obligación de atender a los que pasan necesidad

1.- Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico. Esta parábola, llamada del rico Epulón y el pobre Lázaro, la conocemos suficientemente tal como está escrita en el evangelio de Lucas. Yo prefiero olvidarme un poco del texto y tratar de aplicar la parábola a nuestro tiempo. Porque somos muchos los que vivimos sin que nos falte físicamente de nada para poder vivir con dignidad. Realmente podemos decir que vivimos en la abundancia. Lo importante, como cristianos que somos, es que no vivamos sin ver a los que pasan necesidad. A Lázaros, como el de la parábola, es posible que no veamos ninguno junto a las puertas de nuestras casas, pero conocer a personas que viven en auténtica necesidad física seguro que sí conocemos a más de una. Personas o situaciones concretas. ¿Qué hacer? Ayudarles de la mejor manera que podamos. Seguro que la mayor parte de nosotros sí podemos ayudar a los necesitados. Si no nos resulta fácil hacer limosna a alguna persona concreta, seguro que conocemos alguna institución caritativa con la que podemos colaborar. Ya san Pablo nos decía que si sabemos vivir con sobriedad, seguro que siempre encontraremos algo para dar a los necesitados. Él se ponía de ejemplo: con mis propias manos, decía, he procurado siempre ganar el pan que como, y he tenido siempre algo con que he podido ayudar a otros. Después de leer, en este domingo, la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro, todos nosotros debemos hacer el propósito de ser sobrios con nosotros mismos y generosos con los demás, especialmente con los necesitados. Yo creo que esa fue la intención que tuvo Cristo cuando puso esta parábola a los fariseos.

2.- Esto dice el Señor omnipotente: ¡Ay de aquellos que se sienten seguros en Sión… se acuestan en lechos de marfil, se arrellanan en sus divanes…, pero no se conmueven para nada por la ruina de la casa de José. Estas palabras de profeta Amós, el pastor de Tecoa, escritas unos quinientos años antes de Cristo, nos mandan a nosotros el mismo mensaje que nos da la parábola de Cristo a los fariseos sobre el rico Epulón y el pobre Lázaro. Y, desgraciadamente, hoy día, más de dos mil años después de Cristo podríamos repetirlas nosotros con un lenguaje distinto, pero con el mismo contenido y mensaje. La sociedad actual sigue poniendo el dinero y la buena vida por encima de todo lo demás. No es ese el mensaje que vino a traernos Cristo a este mundo, predicando el reino de Dios. Realmente, ¿los cristianos, en nuestro apego al dinero, en nuestras ganas del bien vivir, y en nuestra atención a las personas necesitadas, nos parecemos mucho a los “hijos de este mundo”? A la luz de la parábola del rico Epulón. y el pobre Lázaro y del texto del profeta Amós, debemos hacer nosotros, hoy, en este domingo, un examen de conciencia sincero y comprometido.

3.- Hombre de Dios, busca la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. San Pablo, en esta su epístola a Timoteo, y en otros muchos de sus escritos, nos dice muy bien cuál debe ser el comportamiento de los cristianos respecto al dinero, a la justicia, a la ambición, y al comportamiento que debemos tener siempre con las personas necesitadas. Seamos, pues, sobrios en nuestros gastos personales y generosos en nuestro comportamiento con los demás, especialmente con los más necesitados.

Gabriel González del Estal

Recibiste bienes y Lázaro males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras tú padeces

«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba a diario espléndidamente. Un pobre, llamado Lázaro, cubierto de úlceras, estaba sentado a la puerta del rico; quería quitarse el hambre con lo que caía de la mesa del rico; hasta los perros se acercaban y le lamían sus úlceras. Murió el pobre, y los ángeles le llevaron al seno de Abrahán. Murió también el rico, y lo enterraron. Y estando en el infi erno, entre torturas, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abrahán, y a Lázaro a su lado. Y gritó: Padre Abrahán, ten compasión de mí y envía a Lázaro para que moje en agua la yema de su dedo y refresque mi lengua, porque me atormentan estas llamas. Abrahán repuso: Hijo, acuérdate que ya recibiste tus bienes durante la vida, y Lázaro, por el contrario, males. Ahora él está aquí consolado, y tú eres atormentado. Y no es esto todo. Entre vosotros y nosotros hay un gran abismo, de tal manera que los que quieran ir de acá para allá no puedan, ni los de allí venir para acá. El rico dijo: Entonces, padre, te ruego que le envíes a mi casa paterna, pues tengo cinco hermanos, para que les diga la verdad y no vengan también ellos a este lugar de tormentos. Abrahán respondió: Ya tienen a Moisés y a los profetas; ¡que los escuchen! Pero él dijo: No, padre Abrahán; que si alguno de entre los muertos va a verlos, se arrepentirán. Abrahán contestó: Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto».

Lucas 16, 19-31

 

Para meditar

Son muchas las veces en las que Jesús nos dice con parábolas que lo importante no es ser rico, no es tener muchas cosas, sino que lo verdaderamente importante en la vida son otras cosas. Sin embargo, muchas vivimos como si lo importante fuese solo el tener cosas, el dinero, el vivir mejor que los demás.

Puede que realmente eso sea lo más importante para nosotros y no estemos viviendo como nos propone Jesús. Y puede que a veces hagamos lo que hace la mayoría de la gente sin preguntarnos si realmente queremos vivir así.

Para hacer vida el evangelio

  • Si alguna vez has hecho algo porque lo hace la mayoría de tus amigos, escríbelo aquí.
  • ¿Sueles hacer cosas porque lo hace la mayoría de la gente? ¿Qué crees que te diría Jesús sobre esto?
  • Escribe un compromiso que te ayude a tomar tus propias decisiones en la vida…

 

Oración

Mientras unos vivimos en una casa cómoda
otros hermanos a estas horas están en la calle
sin más manta que unos cartones,
sin más luz que la de las farolas.
Mientras unos andan en la patera,
jugándose la vida,
en busca de comida y de una vida digna,
a otros nos sobra de todo, espacio,
casa, ropa, alimentos, amigos, asistencia sanitaria y comodidad.
Mientras algunos están tirados por las calles,
maltratados, enfermos, drogándose o utilizándose,
otros vivimos rodeados de gente que nos quiere,
nos potencia y apenas vemos
a los que están sufriendo.
Hay que compartir y repartir,
porque lo que a unos les sobra
es, justo, lo que a otros les falta.
Te tiene que doler el corazón, Padre,
al ver esta desigualdad en que vivimos,
tus hijos tan queridos, unos como otros.
Ayúdanos a romper las diferencias,
enséñanos a compartir las pertenencias,
impulsa en nosotros tu Amor,
para que nos tratemos todos
como hermanos.

Clama al cielo

Mientras unos vivimos en una casa cómoda
otros hermanos a estas horas están en la calle
sin más manta que unos cartones,
sin más luz que la de las farolas.

Mientras unos comemos más que suficiente
otros, muchos, pasan hambre
y hasta se mueren,
por no tener algo que llevarse al estómago,
y nuestras neveras y armarios
rebosan de todo.

Mientras unos anda en la patera,
jugándose la vida,
en busca de comida y de una vida digna,
a otros nos sobra de todo, espacio,
casa, ropa, alimentos, amigos, asistencia
sanitaria y comodidad.

Mientras algunos están tirados por las calles,
maltratados, enfermos, drogándose
o utilizándose,
otros vivimos rodeados de gente
que nos quiere,
nos potencia y apenas vemos
a los que están sufriendo.

Mientras unos hijos tuyos, Padre,
tienen una vida que no es vida,
otros no damos la gran vida…
¡Urge que rompamos distancias
y nos encontremos!
Hay que compartir y repartir,
porque lo que a unos les sobra
es, justo, lo que a otros les falta.

Te tiene que doler el corazón, Padre,
al ver esta desigualdad en que vivimos,
tus hijos tan queridos, unos como otros.
Ayúdanos a romper las diferencias,
enséñanos a compartir las pertenencias,
impulsa en nosotros tu Amor,
para que nos tratemos todos
como hermanos.

Mari Patxi Ayerra

Notas para fijarnos en el evangelio Domingo XXVI de Tiempo Ordinario

• El nombre de Lázaro es la versión latina del hebreo Eliécer, aludiendo posiblemente al siervo de Abrahán de Gén 15 y significa «Dios me ha ayudado». Parece que no tiene que ver nada con el Lázaro de Betania en el Evangelio de Juan.

• La parábola conjuga los motivos hebras sobre el más allá (los ángeles, el seno de Abrahán (seno-costo de Abrahán: lugar de reposo, de honor de los justos…) con la visión propia del helenismo (el Hades, con el que no puede haber comunicación). No se pretende dar una información sobre la geografía del más allá sino manifestar la justicia de Dios sobre el conjunto de la vida humana. No se alude a juicio alguno, ni proceso dirimente… simplemente en el momento de la muerte las cosas se invierten. La insensibilidad y la sordera ante los gritos de los pobres se convierten en tormento sensible y en grito en búsqueda de compasión.

• Jesús, que se dirige a los fariseos, amigos del dinero (Lc 16,14), nos pone a todos ante un retrato de dos vidas encontradas-opuestas. Dos vidas bien reales y concretas, tanto de ayer como de hoy. Dos vidas que hallamos por todas partes: “en vida te tocaron bienes de toda clase, mientras que Lázaro, sólo recibió males” (25).

• Absolutamente encontradas en este mundo, la vida opulenta y harta del rico y la vida pobre y hambrienta de Lázaro; en la parábola se corresponden a dos situaciones igualmente encontradas más allá de la muerte: “hay un abismo inmenso” (26).

• Jesús no juzga, tan sólo constata la realidad. Esto todavía lo hace más duro: mientras haya tan sólo un “Lázaro” en el mundo, la buena vida de un rico es el anti–signo de la bendición de Dios. Dios no crea estas diferencias.

• Tras constatar la realidad, existe la posibilidad de convertirse y, desde la conversión personal, la posibilidad de transformar, de cambiar la situación. Para hacer posible la conversión, Dios mismo nos da medios: “Moisés y los Profetas” (29.31), es decir, la Palabra de Dios que podemos “escuchar” (29) en el diálogo entre la Escritura y la Vida. [En la primera lectura de este domingo, de los “profetas”, encontramos una denuncia clara que debería provocar que cualquier rico que la escuche recapacite: Amos 6,1a.4-7].

• Para los cristianos, la Palabra de Dios es sobre todo Jesús y su Evangelio: Y la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros (Jn 1,14). El Evangelios en diálogo con la vida de nuestro mundo, con la vida de cada persona y de cada “pueblo”, hace viva y presente y activa la voluntad de Dios.

• La parábola pone en relación el tema del desequilibrio injusto entre ricos y pobres con la cuestión de la resurrección (30.31). Pero, por boca de Abrahán, precisa (31): la resurrección no es un juego de ilusionismo, no es una prueba irrebatible del más allá. Todo lo contrario: “no harán caso ni aunque resucite un muerto” (31). La fe en Jesucristo muerto y resucitado nos hace creer que el futuro de vida plena y feliz que Dios quiere dar a todo el mundo, tiene, no sólo relación, sino unidad con el presente, un presente vivido también con Dios. Jesucristo, quien ha resucitado, es el mismo que fue crucificado. No podemos separar a Cristo, no podemos separar el presente del futuro.

• Es decir. El “abismo inmenso” (26) que, tras la muerte, hay entre el rico y el pobre, se corresponde al “abismo inmenso” que habría también en vida. Las dos grandes diferencias son que los papeles se han intercambiado y que el “abismo” ahora ya no se puede “atravesar” (26) –“en vida” (25) sí que se podía–.

• La fe que nos hace confesar que el Crucificado ha Resucitado y nos permite «escuchar» la Escritura como Palabra de Dios, es la misma fe que nos permite reconocer en el otro al hermano o a la hermana. Es la misma fe que nos hace reconocer a Dios mismo en el pobre concreto que molesta y cuestiona y decir que es hermano o hermana. La misma fe que nos hace confesar que en la Eucaristía recibimos el Cuerpo de Cristo, aunque sea aburrida y celebrada por gente incoherente.

Comentario al evangelio – 26 de septiembre

El texto del evangelio de San Lucas nos habla hoy de los cuestionamientos de Herodes acerca de Jesús y nos sontúa en el ambiente de su predicación y actuación profética.

Los rumores que sobre él se van extendiendo, que volvemos a encontrar con motivo de la confesión de Pedro (¿»quién dice la gente que soy yo?») nos hablan de la gran resonancia y las expectativas que el carpintero de Galilea suscitó con su extraño género de vida y su profetismo radical.

Compararle con Elías supone verle introduciendo el final de los tiempos.

Parangonarle con el Bautista es subrayar la radicalidad de su mensaje y la libertad de pronunciarlo ante los poderosos.

Pero, como nos mostrará el mismo Lucas en la historia de la pasión, Herodes es simplemente un frívolo que sólo busca espectáculo; y Jesús no está dispuesto a transigir, no le dirige ni una palabra. Sólo la tiene para quien está dispuesto a dejarse interpelar, a cambiar el corazón, a entrar en una época nueva, en un «fin del mundo».

El evangelista Lucas, ciertamente interesado por la historia, no quiere hacer de Jesús un objeto de curiosidad histórica para su comunidad, sino el Mesías permanentemente presente en ella, orientador y vitalizador de los suyos.