I Vísperas – Domingo XXVI de Tiempo Ordinario

I VÍSPERAS

DOMINGO XXVI DE TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V./ Dios mío, ven en mi auxilio
R./ Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

¡Luz que te entregas!
¡Luz que te niegas!
A tu busca va el pueblo de noche:
alumbra su senda.

Dios de la luz, presencia ardiente
sin meridiano ni frontera:
vuelves la noche mediodía,
ciegas al sol con tu derecha.

Como columna de la aurora,
iba en la noche tu grandeza;
te vio el desierto, y destellaron
luz de tu gloria las arenas.

Cerró la noche sobre Egipto
como cilicio de tinieblas,
para tu pueblo amanecías
bajo los techos de las tiendas.

Eres la luz, pero en tu rayo
lanzas el día o la tiniebla;
ciegas los ojos del soberbio,
curas al pobre su ceguera.

Cristo Jesús, tú que trajiste
fuego a la entraña de la tierra,
guarda encendida nuestra lámpara
hasta la aurora de tu vuelta. Amén.

SALMO 118: HIMNO A LA LEY DIVINA

Ant. Lámpara es tu palabra para mis pasos, Señor. Aleluya.

Lámpara es tu palabra para mis pasos,
luz en mi sendero;
lo juro y lo cumpliré:
guardaré tus justos mandamientos;
¡estoy tan afligido!
Señor, dame vida según tu promesa.

Acepta, Señor, los votos que pronuncio,
enséñame tus mandatos;
mi vida está siempre en peligro,
pero no olvido tu voluntad;
los malvados me tendieron un lazo,
pero no me desvié de tus decretos.

Tus preceptos son mi herencia perpetua,
la alegría de mi corazón;
inclino mi corazón a cumplir tus leyes,
siempre y cabalmente.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Lámpara es tu palabra para mis pasos, Señor. Aleluya.

SALMO 15: EL SEÑOR ES EL LOTE DE MI HEREDAD

Ant. Me saciarás de gozo en tu presencia, Señor. Aleluya.

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien».
Los dioses y señores de la tierra
no me satisfacen.

Multiplican las estatuas
de dioses extraños;
no derramaré sus libaciones con mis manos,
ni tomaré sus nombres en mis labios.

El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano;
me ha tocado un lote hermoso,
me encanta mi heredad.

Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.

Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Me saciarás de gozo en tu presencia, Señor. Aleluya.

CÁNTICO de FILIPENSES: CRISTO, SIERVO DE DIOS, EN SU MISTERIO PASCUAL

Ant. Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo y en la tierra. Aleluya.

Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajo hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo y en la tierra. Aleluya.

LECTURA: Col 1, 2b-6b

Os deseamos la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre. En nuestras oraciones damos siempre gracias por vosotros a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, desde que nos enteramos de vuestra fe en Cristo Jesús y del amor que tenéis a todos los santos. Os anima a esto la esperanza de lo que Dios os tiene reservado en los cielos, que ya conocisteis cuando llegó hasta vosotros por primera vez el Evangelio, la palabra, el mensaje de la verdad. Éste se sigue propagando y va dando fruto en el mundo entero, como ha ocurrido entre vosotros.

RESPONSORIO BREVE

R/ De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.
V/ De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.

R/ Su gloria sobre los cielos.
V/ Alabado sea el nombre del Señor.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán casi ni aunque resucite un muerto.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán casi ni aunque resucite un muerto.

PRECES
Demos gracias al Señor, que ayuda y protege al pueblo que se ha escogido como heredad, y, recordando su amor para con nosotros, supliquémosle, diciendo:

Escúchanos, Señor, que confiamos en ti.

Padre lleno de amor, te pedimos por el Papa, y por nuestro obispo:
— protégelos con tu fuerza y santifícalos con tu gracia.

Que los enfermos vean en sus dolores una participación de la pasión de tu Hijo,
— para que así tengan también parte en su consuelo.

Mira con piedad a los que no tienen techo donde cobijarse
— y haz que encuentren pronto el hogar que desean.

Dígnate dar y conservar los frutos de la tierra,
— para que a nadie falte el pan de cada día

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Ten, Señor, piedad de los difuntos
— y ábreles la puerta de tu mansión eterna.

Movidos por el Espíritu Santo, dirijamos al Padre la oración que nos enseñó el Señor:
Padre nuestro…

ORACION

Oh Dios, que manifiestas especialmente tu poder con el perdón y la misericordia, derrama incesantemente sobre nosotros tu gracia, para que, deseando lo que nos prometes, consigamos laos bienes del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – 28 de septiembre

1) Oración inicial

¡Oh Dios!, que has puesto la plenitud de la ley en el amor a ti y al prójimo; concédenos cumplir tus mandamientos para llegar así a la vida eterna. Por nuestro Señor. 

2) Lectura

Del Evangelio según Lucas 9,43b-45
Estando todos maravillados por todas las cosas que hacía, dijo a sus discípulos: «Poned en vuestros oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres.» Pero ellos no entendían lo que les decía; les estaba velado su sentido de modo que no lo comprendían y temían preguntarle acerca de este asunto. 

3) Reflexión

• El evangelio de hoy nos habla del segundo anuncio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Los discípulos no entendieron la palabra sobre la cruz, porque no son capaces de entender ni di aceptar a un Mesías que se hace siervo de los hermanos. Ellos siguen soñando con un mesías glorioso.
• Lucas 9,43b-44: El contraste. “Estando todos maravillados por todas las cosas que hacía, dijo a sus discípulos: “Poned en vuestros oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres.” El contraste es muy grande. Por un lado la gente vibra y admira todo aquello que Jesús decía y hacía. Jesús parece corresponder a todo aquello que la gente sueña, crea y espera. Por otro lado, la afirmación de Jesús que será preso y que será entregado en manos de los hombres. Es decir, la opinión de las autoridades sobre Jesús es totalmente contraria a la opinión de la gente.
• Lucas 9,45: El anuncio de la Cruz. “Pero ellos no entendían lo que les decía; les estaba velado su sentido de modo que no lo comprendían y temían preguntarle acerca de este asunto.” Y tenían miedo a hacer preguntas sobre el asunto”. Los discípulos lo escuchaban, pero no entendían las palabras sobre la cruz. Pero con todo, no piden aclaraciones. ¡Tienen miedo en dejar aflorar su ignorancia!
• El título de Hijo del Hombre. Este nombre aparece con gran frecuencia en los evangelios: 12 veces en Juan, 13 veces en Marcos, 28 veces en Lucas, 30 veces en Mateo. En todo, 83 veces en los cuatro evangelios. A Jesús le gustaba mucho usar este nombre, más que todos los demás. Este título viene del AT. En el libro de Ezequiel, indica la condición bien humana del profeta (Ez 3,1.4.10.17; 4,1 etc.). En el libro de Daniel, el mismo título aparece en una visión apocalíptica (Dan 7,1-28), en la que Daniel describe los imperios de los Babiloneses, de los Medos, de los Persas y de los Griegos. En la visión del profeta, estos cuatro imperios tienen la apariencia de “animales monstruosos” (cf. Dan 7,3-8). Son imperios animalescos, brutales, deshumanos, que persiguen, deshumanizan y matan (Dan 7,21.25). En la visión del profeta, después de los reinos anti-humanos, aparece el Reino de Dios que tiene apariencia no de animal, sino que de figura humana, Hijo de hombre. Es decir, se trata de un reino con apariencia de gente, reino humano, que promueve la vida. Humaniza. (Dan 7,13-14). En la profecía de Daniel la figura del Hijo del Hombre representa, no a un individuo, sino, como el mismo dice, al “pueblo de los Santos del Altísimo” (Dan 7,27; Cf. Dan 7,18). Es el pueblo que no se deja deshumanizar ni engañar o manipular por la ideología dominante de los imperios animalescos. La misión del Hijo del Hombre, esto es, del pueblo de Dios, consiste en realizar el Reino de Dios como un reino humano. Reino que no persigue la vida, ¡sino que la promueve! Humaniza a las personas.
Al presentarse a los discípulos como a Hijo del Hombre, Jesús asume como suya esta misión que es la misión de todo el Pueblo de Dios. Y es como si les dijera a ellos y a todos nosotros: “¡Vengan conmigo! Esta misión no es sólo mía, sino que es de todos nosotros. ¡Vamos juntos a realizar la misión que Dios nos ha entregado, a realizar el Reino humano y humanizador que él soñó!” Y fue lo que él hizo y vivió durante toda la vida, sobre todo, en los últimos treinta años. Decía el Papa León Magno: “Jesús fue tan humano, pero tan humano, como sólo Dios puede ser humano”. Cuando más humano, tanto más divino. ¡Cuando más “hijo del hombre” tanto más “hijo de Dios!” Todo aquello que deshumaniza a las personas aleja de Dios. Fue lo que Jesús condenó, colocando el bien de la persona humana como prioridad encima de las leyes, encima del sábado (Mc 2,27). En la hora de ser condenado por el tribunal religioso del sinedrio, Jesús asumió este título. Al preguntarle si era el “hijo de Dios” (Mc 14,61), responde que es el “hijo del Hombre”: “Yo soy. Y veréis al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Todo-Poderoso” (Mc 14,62). Por causa de esta afirmación fue declarado reo de muerte por las autoridades. El mismo sabía de esto, pues había dicho: “El Hijo del Hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate de muchos” (Mc 10,45). 

4) Para la reflexión personal

• ¿Cómo combinas en tu vida el sufrimiento y la fe en Dios?
• En tiempo de Jesús había contrastes: la gente pensaba y esperaba de una forma, mientras que las autoridades religiosas pensaban y esperaban de otra forma. Hoy existe ese mismo contraste. 

5) Oración final

Tu palabra, Yahvé, para siempre,
firme está en los cielos.
Tu verdad dura por todas las edades,
tú asentaste la tierra, que persiste. (Sal 119,89-90)

Al freír será el reír…

1.- Inicio este mensaje-homilía con dos dichos populares que parecerían que el mensaje contenido en el evangelio de este domingo es de risa. Vaya por delante que es todo lo contrario. Su contenido es duro de pensar y aceptar. Y más duro de cumplir en consecuencia. Voy al grano, es decir, al texto bíblico. Si os dijera, como os digo, que la situación económica y social del anónimo ricachón hoy se haría advirtiéndonos que pese a que su domicilio, vivienda unifamiliar de 400 metros cuadrados por planta doble, más garaje, piscina y extenso jardín, casi nunca estaba ocupada ya que al propietario le gustaba viajar por el ancho mundo, fuera donde fuese, en crucero o en clase de lujo de aviones siempre de compañía de bandera y si alguien en algún momento le veía cruzar por entre las manzanas del distrito, siempre conducía uno de sus dos ferraris, el rojo tradicional y el que le parecía más distinguido, el de azul turquesa.

2.- Que tenía buenas relaciones sociales, del país y extranjeras, todo el mundo lo sabía por las matrículas y los lujosos descapotables que de cuando en cuando estacionaban ante el domicilio. Familia, no, nadie sabía que tuviera. Malas lenguas decían que no quería esposa ni hijos que creaban dependencias y aumentaban la superpoblación que sufría el planeta, ¿para qué continuar? Con lo dicho, imaginado o tristemente muy real en algunos sitios, es suficiente…

3.- Apareció un día por el territorio un ser extraño, digo ser sin mala intención, pero por su apariencia era difícil calcular su edad o sexo. Varón sin duda debía ser, de acuerdo con el viejo sombrero de fieltro sucio con que se cubría, ya que por el cabello, hoy en día ya nadie se distingue, y el usar pantalones rotos, tampoco indicaba nada. Miraba y remiraba, abrió un contenedor público de desechos y tuvo bastante. Se quedo por aquellos contornos. Dormía en un banco del parque próximo, se cubría de ropa encontrada, siempre selecta, bebía de excelentes aguas minerales que depositaban los criados del anónimo habitante del que os he hablado, caducadas eso sí, pero a él eso le importaba muy poco.

4.- Pensaba que mucho más pasada de fecha estaba la de las fuentes públicas que llegaban de lejanos glaciares, que iban lentamente fundiendo sus hielos antediluvianos…Si alguien sentía compasión le sonreía y agradecido respondía: mala hierba nunca muere, ya lo sabe usted. Perros en este caso no, en tiempos de la parábola podían vivir libres. Los del amo del que os estoy hablando, tenían una habitación reservada exclusivamente para ellos, con mullido sofá y un televisor funcionando, para que se distrajesen.

5.- El anónimo acaudalado nunca llevaba dinero, podía perderlo, pensaba. Era mejor y más seguro tener tarjetas bancarias, la aristocrática American Express Platinum y las plebeyas Master Card y Visa clásica, aceptadas por doquier. Al pobre hombre le gustaba alimentar a los gatitos que se le acercaban y echar migajas a los gorriones. En algún caso le gusto compartir con algún otro mendigo que pasó por allí.

“Cuentan de un sabio que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas hierbas que cogía.
¿Habrá otro, entre sí decía,
más pobre y triste que yo?;
y cuando el rostro volvió
halló la respuesta, viendo
que otro sabio iba cogiendo
las hierbas que él arrojó.”

Escribió Calderón de la Barca.

6.- Vayamos a lo práctico, dejemos descripciones simbólicas, mis queridos jóvenes lectores. La riqueza del anónimo personaje de la parábola, suponía carencias de los habitantes de otros continentes. Sus elegantes muñecas y dedos, que cubrían valiosas joyas, gemelos, reloj de oro, anillos…Pero estaban vacías del bien obrar, del generosamente dar, del útilmente ayudar, esta fue su triste realidad, cuando se presentó en la Eternidad Trascendente. Soledad, incomunicación en el vacío, ausencia de elogios y amor, corazón apretujado … esto era. Y mucho peor.

7.- A Lázaro, a este que se le conocía por su nombre en el Reino de los Cielos, de tan elogiado y admirado que era, pero que ni siquiera necesitaba apellidos para reconocerlo, a este se le hizo gozoso recibimiento, se le coronó, alimentó y vistió de Amor. Sus ojos históricos legañosos fueron ahora ventanas abiertas al paisaje y gozo eterno.

8.- Aterrizo sin preámbulos. A muchos de vosotros, mis queridos jóvenes lectores, os gusta ir a campos de trabajo de diversos países, arqueología, agricultura ecológica, restauración de patrimonio etc. etc., en cosa así se ocupan y no son labores malas, muy al contrario. Otros, acertadamente, dedicáis algún tiempo libre del que disponéis a servir de monitores en colonias de vacaciones. Que aprendan juegos, convivencia y respiren aire libre, no contaminado, chiquillos de ciudad. Pensáis así y no pensáis mal. Pero hay algo mejorable. ¿Y si os fuerais de voluntarios a algún asilo gratuito, a alguna mansión donde se acoge a quien nadie quiere o donde van aquellos a los que les falta familia, amigos, salud?

9.- Os confieso humildemente, yo viejo sacerdote, que no aparezco en ninguna comisión comisionada y junta de gobierno que ejerza mando, en el gremio clerical, soy aceptado en el Cottolengo. Todavía sirvo para celebrarles misa y trasladarme por mis propios medios a una finca con su casa, iglesia, bosque y torrente de montaña, que recibieron como herencia de una familia acomodada. Sin que nadie lo sepa, os lo confieso a vosotros, mis queridos jóvenes lectores, cuando doy la comunión a alguna enferma ciega, o a algún discapacitado intelectual, alguno de ellos me sonríe, a mí me cuesta evitar las lágrimas.

10.- Pronto me tocará presentarme ante Abraham y ante su Dios. Confío y hasta ahora que os escribo os lo digo llorando y con sinceridad, espero que me reciban en la Eternidad con ellos en la Realidad Feliz. Y ya ahora me siento agradecido a esta posibilidad que me brinda la Congregación.

(Añado, y con esto acabo, que si yo me limito a lo poco que puedo ayudar, un viaje de poco más de 20Km y la misa y otros sacramentos que me puedan solicitar, cosa de poco rato, me asombra la colaboración de voluntarios y voluntarias, ellos y ellas sí, ocupan toda la jornada, desde el amanecer, hasta que ha declinado el día. No sé si han viajado a muchos países y hasta han visto auroras boreales. Si han comido manjares exóticos y visto monumentos impresionantes. Es una tontería lo que os voy a contar. Dios me ha concedido sin moverme de mi Burgos de infancia y juventud, contemplar una de estas auroras, la única que ocurrió por estas tierras y se lo agradezco, aunque no haya visto ni la estatua de la libertad de New York, ni el Taj Mahal. Pero de aquella aurora, un precioso caramelito sensorial, también le estoy agradecido. Dios es así de bueno y se ha adelantado conmigo)

Pedrojosé Ynaraja

Comentario del 28 de septiembre

Es evidente que Jesús, con sus acciones, cosechó la admiración de muchos, incluidos sus discípulos. Pues bien, en medio de esta admiración general que hubo de levantar el ánimo de sus seguidores, Jesús –nos dice el evangelista- se dirigió a sus discípulos con palabras alarmantes que venían a rebajar ese estado de euforia en que se hallaban: Meteos bien esto en la cabeza: al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres.

Su lenguaje no era demasiado explícito –a sus discípulos les resulta oscuro-, pero presagiaba malos tiempos. La entrega de la que habla el Maestro tiene el carácter de una substracción o de una detención. El evangelista puntualiza que sus discípulos no entendían este lenguaje; pero no era la primera vez que esto sucedía, ni sería la última. No obstante, les daba miedo preguntarle sobre el asunto, lo cual indica que algo entendían, aunque eso que entendían no era en absoluto de su agrado. De ahí que eviten entrar de lleno en la cuestión. Si por un lado la predicción les resultaba oscura, por otro, rehusaban su esclarecimiento.

Y es que, en el fondo, tenían miedo de enfrentarse con la cruda realidad de los hechos, que les mostraba un mesianismo cargado de sufrimiento y muerte. Tras la oscura predicción se dejaba ver a lo lejos la silueta marcada de la cruz. Y esto es lo que les asusta. Temen quedarse huérfanos de Maestro y Pastor; quizá teman también correr su misma suerte; temen seguramente que el fracaso quiebre sus proyectos de futuro. Ante este tenebroso panorama prefieren pasar de largo, olvidar lo que les acaban de decir.

¿No nos sucede también esto a nosotros? Cuando alguien, cualquier profeta de nuestro tiempo, se atreve a anunciarnos un futuro lleno de incertidumbre, se disparan todas nuestras alarmas y huimos a nuestros refugios de ignorancia o de olvido. Una de las cosas que más tememos es el fracaso. El miedo al fracaso es paralizante: nos desactiva y nos roba todas las energías, y nos deja sin armas para combatir.

También a nosotros nos puede dar miedo a preguntar cuando entendemos que la respuesta no va a satisfacer nuestras expectativas o va a descalificar nuestra pregunta como poco pertinente. En cualquier caso, tenemos que estar dispuestos a asumir la realidad, por dolorosa que sea, sabiendo que el Señor seguirá proporcionándonos siempre motivos de esperanza; porque si el Hijo de hombre es entregado en manos de los hombres es debido a que el mismo Dios lo permite o incluso lo quiere, ya que de su muerte sacará el bien de su resurrección y de nuestra redención.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en 
Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

135. Dios es el autor de la juventud y Él obra en cada joven. La juventud es un tiempo bendito para el joven y una bendición para la Iglesia y el mundo. Es una alegría, un canto de esperanza y una bienaventuranza. Apreciar la juventud implica ver este tiempo de la vida como un momento valioso y no como una etapa de paso donde la gente joven se siente empujada hacia la edad adulta.

Paciencia y delicadeza

1. – «Hombre de Dios, practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza», dice Pablo de Tarso. Hay siempre unos matices de gran relieve en los escritos de Pablo. En la Segunda Carta a Timoteo, que se lee en este Vigésimo sexto Domingo del Tiempo Ordinario, nos ofrece todo un programa. Tiene, incluso, mucho sentido consignar de final al principio esas virtudes. Delicadeza, paciencia, amor, piedad, justicia. San Pablo que era un hombre de extraordinaria fortaleza y empuje estaba «tocado» por la acción del Espíritu que es quien da esos brillos importantes a nuestra alma. Necesitamos paciencia y delicadeza para tratar justamente al prójimo y será nuestro amor hacia él –y, por tanto, a Dios— lo que nos incline a una auténtica piedad. No es esto un juego de colocación caprichosa de unas mismas palabras. Se trata de un contenido vital al que se accede tras buscar santidad en nuestras vidas. No solemos situar al principio de nuestros habituales comentarios las palabras de la Epístola, porque, obviamente, siempre será más profunda la «lección» del Evangelio, pero no es posible sustraerse a la belleza espiritual de los textos de Pablo con su concreción en el camino para una mejor conducta nuestra.

2. – Es San Lucas un relator del amor a los hermanos y, por tanto, de la necesidad de una mayor equidistancia en cuanto a poder y riquezas respecto a ellos. Pero en la parábola del pobre Lázaro hay mucho más que ese camino de justicia referido a las necesidades de los hermanos que nos pide el seguimiento de Cristo. Aparece el diálogo entre lo cotidiano y el más allá. El rico Epulón pide al padre Abraham que descienda un muerto para que convenza a sus hermanos de que tomen el camino adecuado. Abraham va a contestar que no creerán a un resucitado y, ciertamente, así va a ser. La Resurrección de Cristo sirvió para impulsar el camino de la Iglesia, la continuidad en la Redención de sus discípulos. Pero aquellos que le condenaron, le torturaron y le asesinaron iban a quedar donde estaban. No se convirtieron en su gran mayoría. Es cierto que el Señor no buscó aparecerse a todos y lograr sobre el Israel de entonces una generalizada y maravillosa manifestación del poder de Dios. Sin embargo, todo el que quiso creer, creyó. Es decir, las apariciones de Jesús se multiplicaron dé tal manera que era difícil sustraerse a ellas. Habla Pablo de que se apareció a más de quinientos, después de personalizar con nombres otro buen número de apariciones. Más de quinientos testigos en un ambiente tan interrelacionado como podía ser Jerusalén –incluso toda la Galilea— armarían suficiente «ruido». Pero no sirvió para que muchos de sus coetáneos cambiaran. Y en cuanto a los signos prodigiosos que Jesús realiza durante su predicación tampoco sirvieron, aunque ellos produjeron un auténtico clamor popular.

3.- Es también San Lucas el único entre los autores sinópticos de los Evangelios que narra la parábola del Rico Epulón y el Pobre Lázaro. Su contenido no puede ser más claro. En la vida futura se premiará la adversidad de los pobres y se castigarán los excesos de los ricos. Todo ello nos puede parecer excesivo o, incluso, un tanto demagógico. Sin embargo, el amor de Jesús a los pobres es una clara consecuencia del amor del Padre por los más débiles. A su vez, se presenta siempre la riqueza como algo repartible. Y en la que es necesaria la acción de compartir. El pobre Lázaro no tiene más consuelo que el de la caricia de los perros que vienen a lamerle las heridas. Un poco –muy poco— de lo que sobraba en la rica mesa de Epulón –no conocemos el nombre del rico vestido de lino y púrpura ya que Epulón significa rico en griego— hubiera servido para cambiar la vida de Lázaro. No fue así.

4.- Nuestro comportamiento hacia los pobres solo puede estar impregnado en deseos de ayudar inmediatamente, sin más argumentos. Es frecuente ver en las calles de las ciudades españolas, en las encrucijadas, donde se detienen los automóviles ante las luces de los semáforos, muchas personas –diferentes y variopintas— que nos piden algo. Hay desde los jóvenes arruinados por la heroína hasta emigrantes de los países pobres que piden ayuda incluso con falsos argumentos políticos. Puede pensarse que el dinero que damos al adicto de la heroína irá a parar a los traficantes, pero tal vez sirva para comprar un bocadillo. Es igual que cuando rechazamos dar limosna al «clásico» pobre borrachín. No necesariamente las monedas que damos se han de convertir en vino. Además, la larga crisis económica que sufrimos y que está a punto de cumplir siete años –terribles— ha traído muchos deterioros y muchas ruinas. No se trata tanto de contemplar el buen fin de los donativos, como la urgencia perentoria de ayudar a mucha gente.

5.- Hay otras consideraciones respecto a la pobreza. La acumulación rápida y grande de riquezas siempre suele responder a prácticas de abuso. La crisis financiera que nos machaca ha sido obra de la avaricia y esto va mucho más lejos que el deseo de lucro. Puede tratarse siempre de la explotación del hombre por el hombre y eso es intrínsecamente malo. Se puede, entonces, ser más pobre porque, mediante el uso de la fuerza, otros han conseguido más riquezas. Y así el castigo del rico de la parábola no se debe solo al despilfarro y a la falta de ayuda para Lázaro, porque aun siendo muy importante la base más negativa está en que se ha impedido que Lázaro tuviese acceso a más bienes.

6.- Entre las gentes que viven en sintonía la Iglesia católica permanecen dos tendencias contrapuestas, que incluyen algunos excesos. Estaría, de un lado, una especie de adoración vindicativa de la pobreza que considera que solo se puede ser cristiano «completo» siendo pobre. Desde la otra orilla aparecerían los enemigos del «pauperismo» los cuales considerarían a los pobres como unos imbéciles o unos desalmados incapaces de ganarse la vida y alejados de la lucha por la «sana» competencia. No es eso. Ni por una parte, ni por otra. Hemos oído la misa dominical de la semana pasada el consejo –claro y directo— de Jesús sobre que no podemos amar al mismo tiempo a Dios y al dinero. La adoración por el dinero existe y mediatiza todo lo demás. Por ello, la única posibilidad es compartir y hacerlo activamente.

7.- Siguiendo con actitudes de los cristianos respecto a la pobreza o a la ayuda a los demás hay otras actitudes que también pueden ser imperfectas si se exageran. Es útil que se ponga a disposición de la Iglesia –a través de nuestra parroquia o diócesis— de dinero o recursos suficientes para que ésta cumpla su misión. En este sentido, es posible que la mejor ayuda destinada a los pobres vaya conducida a través de Cáritas dentro de sus amplios sectores de actuación. Pero volviendo a lo anterior, tampoco nosotros podemos obviar la ayuda inmediata, perentoria o aquella que te impulsa a acometer el corazón… o el Espíritu. Y es que no sabremos nunca bien, si alguno de esos pobres que se nos acercan, aunque algunos tengan un aspecto feo y despreciable, no sea el mismo Cristo. El remedio «calculador» es dar a todos un poco -un poquito- de lo que ese día llevamos en el bolsillo.

8.- Como se verá la coincidencia argumental de los textos evangélicos de las últimas semanas nos llevan a ese camino social y solidario entre hermanos. La idea que se percibe es que un cristiano convencido debe ir soltando amarra respecto a posiciones egoístas o duras. El hermano no es el enemigo. Vivimos tiempos difíciles en los que se ha consagrado la idea de una lucha por auparse por encima de los demás. Y esto no es así. Un buen profesional intentará triunfar. Ser el mejor. Llegar al reconocimiento de su capacidad por todos. Pero eso no quiere decir que no vaya a compartir el resultado de su éxito. Y cuando decimos el resultado nos referimos a todo en general. No solo debe repartir parte de sus ganancias, también sus conocimientos. Hay una frase muy buena que resume la falta de solidaridad en el triunfo. Es: «morir de éxito». Significa el fracaso por no haber digerido bien el éxito. En general, esa «digestión pesada» se debe a no compartir, a elevarse sobre los demás sin razón alguna.

9. – Lo extraordinario –lo milagroso— puede estar cerca de nosotros, más para verlo hemos de tener los ojos preparados para ello. La fe, el amor, la piedad, la paciencia, la delicadeza abren los ojos a lo extraordinario. No es que hagamos aquí ningún planteamiento respecto a que nuestras vidas estén abiertas a los milagros. Nuestras vidas –las de los creyentes— son objetivamente idénticas a las de cualquiera, pero la cercanía del Señor y la presencia del Espíritu nos pueden hacer comprender muchas cosas que para otros pueden ser incomprensibles.

10.- ¿Existen los milagros, los prodigios, los hechos maravillosos? Pues, sí; porque cuando un hombre –o una mujer— joven lo deja todo para dedicarse a cuidar enfermos terminales o ancianos que ya no quiere nadie, ahí se está operando un milagro evidente. Y tal prodigio no sería nunca advertido por los hermanos de Epulón aunque volviese a la vida él mismo. Habrá muchos ejemplos de puros milagros, que lo son si aplicamos la lógica de nuestros días. Es un prodigio cuando también una mujer –o un hombre— joven se recluye para siempre en un convento para rezar por quienes nadie reza. Tal vez, no es menos milagro el caso de muchos hombres y mujeres corrientes que no dejan amilanar o afectar por lo «corriente», por lo «habitual» de este mundo de hoy pero que conlleva la injusticia, la violencia, el desamor, la opresión de los hermanos. En fin, tampoco vamos a seguir relatando la especialidad de tales vidas entregadas al seguimiento de Jesús porque sus protagonistas creen –y tienen razón— que solo están haciendo lo que deben hacer.

Ángel Gómez Escorial

Dos opciones tenemos: Dios o nada

Al hilo del evangelio del domingo pasado, el de este día, nos pone frente a frente con una de las realidades que más palpamos: nos desenvolvemos con tal facilidad en el mundo postizo, en lo práctico, en lo que se ve, tan en la fácil sensualidad…que hemos perdido cierta visión de lo divino o de lo eterno.

Hoy, al meditar la Palabra del Señor, no podemos correr el riesgo de pensar (o reducir la liturgia de este día) en aquello de “siempre han existido pobres y también ricos”.

Vayamos más al fondo: lo material, el cariño por el capital nos impide llegar a Dios. Cuando el hombre se empeña en vivir más allá de sus propias posibilidades y a todo tren, se deshumaniza. Nunca como hoy, el ser humano, ha tenido tanto y nunca, como hoy, -ahí están las estadísticas- las personas soportan desencanto, ansiedad, depresión o recurren a otras salidas porque, la vida, se les hace insípida, dura, inmisericorde, tremendamente pesada. ¿Qué hacer?

1.- Es bueno, como nuevos “epulones” mirar al cielo. ¡Mándanos un rayo de tu luz, Señor! Para que descubramos las sombras, los riesgos, las hipotecas y la oscuridad que brota de la simple materialidad.

Es bueno, como nuevos “epulones” exclamar a lo más alto del cielo: ¡Mójanos, Señor, el paladar! Para que podamos saborear de nuevo el gusto de la Eucaristía. Para que no olvidemos que, tu Palabra, es el mayor tesoro por descubrir en nuestro caminar por la tierra.

Dos opciones tenemos como cristianos: o acoplarnos a Dios o despegarnos de las cosas. Las cosas, a una con nuestro propio fin, dejan de servirnos. Dios, antes y después de nuestra partida, estuvo, está y estará esperándonos. ¿Con qué nos quedamos? ¿Con quién nos quedamos?

2. Hoy, ser creyentes, implica el optar. Los escaparates nos seducen, nos anuncian, nos engañan, nos venden. La fe, por otra parte, nos hace discernir, nos lleva a la verdad, nos enfrenta a nuestro propio yo. Hay que mirar al cielo aún a riesgo, desde la barrera, de dejar de lado dulces que embaucan pero que no nos dejan ir al fondo de las grandes verdades.

Hoy, ser creyentes, exige el vivir con las antenas levantadas. ¡Recibimos tantas ofertas! ¡Tenemos tantas tentaciones de abandonar!

Pero, ahí reside y empieza nuestra grandeza; no hemos visto al Señor pero creemos en El; no lo hemos tocado, pero lo sentimos cerca; no lo hemos escuchado, pero su Palabra suena con timbre y nítidamente en muchas circunstancias y en otros tantos momentos de nuestra existencia.

3.- Amigos; no vendamos a Jesús por lo que el mundo, en contrapartida engañosa, nos ofrece. Entre otras cosas porque, el fiarse hoy del Señor, como lo han hecho miles y miles de hombres y de mujeres en la historia cristiana, nos abre todo un horizonte en el futuro. Un mañana cierto, una patria definitiva donde veremos cara a cara lo que celebramos y vivimos hoy en esta Eucaristía.

Que el Señor, riqueza y motor de nuestro existir, nos haga levantar nuestros ojos al cielo aun teniendo los pies bien asentados en la tierra.

Que nuestra actitud, independiente de la situación económica en la que nos encontremos, sea la de unas personas abiertas a Dios; solidarias con los más necesitados y conscientes de que, lo efímero, jamás puede eclipsar el don de la fe.

4.- NO SEA YO, EPULÓN, SEÑOR

Que no me ciegue la riqueza
Que mi existencia no dependa de lo que aparentemente veo
Que no me cierre a tu presencia
Que no viva de espaldas a las necesidades de mis hermanos
Que guarde la actitud del asombro que produce la fe
Que cuide mi riqueza interior más que la exterior
Que no me resista a vivir como quien sabe que es un peregrino
Que no olvide de mirar al cielo todos los días
Que no olvide de volver mis ojos a la tierra, todos los días

NO SEA YO, EPULÓN, SEÑOR
Si estoy frío, calienta mi espíritu

Si vivo de espaldas a tu Palabra, vuélveme en la dirección adecuada
Si soy insensible a tu llamada, háblame de nuevo
Si estoy sordo, ábreme mi oído
Si escucho demasiado al mundo, llévame al oasis del silencio
SI estoy pendiente de los mil tesoros, hazme descubrirte como el más valioso

NO SEA YO, EPULÓN, SEÑOR
Y cuando llegue el día de partir,

encuéntrame dispuesto
Y cuando llegue el momento de morir,
hazme vivir en Ti
Y cuando llegue el instante de dejarlo todo,
que sienta pena de aquello que, por falta de tiempo,
no me dio lugar a poder ofrecer.
Amén.

Javier Leoz

¿Cómo nos comportamos con nuestro prójimo sufriente?

AUTODESTRUCCIÓN. «Esto dice el Señor Todopoderoso: ¡Ay de los que se fían de Sión, confían en el monte de Samaría!» (Am 6, 1). La palabra de Amós sigue sonando con rabia. Son acentos duros, acentos que queman, que escuecen, que hieren en lo más vivo. Hoy su protesta es contra los que confiaban en Dios, pensando tenerlo propicio por el sólo hecho de que su templo estuviera sobre el monte Sión en Jerusalén, o sobre el monte Garizim, en Samaría. Se fiaban de sus prácticas religiosas, creyendo que dando culto a Dios ya se podía faltar, impunemente, a los más sagrados deberes de justicia y de caridad.

Son situaciones que no han pasado, situaciones que todavía se dan. Sí, hay quienes piensan que con asistir a Misa, con comulgar de cuando en cuando, con rezar determinadas oraciones o dar algunas limosnas, ya está todo arreglado. Y viven completamente al margen de lo que es el camino señalado por Dios, seguros de que al final todo se solucionará, de que habrá tiempo de arrepentirse. Y mientras llega ese momento, tan lejano al parecer, viven como paganos, sin pensar más que en sí mismos.

«Os acostáis en lechos de marfil, tumbados en camas; coméis los carneros del rebaño y las terneras del establo…» (Am 6, 4). Amós es un hombre de campo, rudo y recio, acostumbrado a las inclemencias del tiempo, curtido por el viento y el sol del desierto. Por eso tiene una sensibilidad especial para reaccionar contra toda aquella molicie que contemplan sus ojos. Y se querella contra esa vida fácil y comodona de sus coetáneos, les echa en cara su culto al confort, su vida aburguesada y muelle.

Son hombres que no luchan, que no se esfuerzan, que no son capaces de enfrentarse con la dificultad, que la soslayan, escogiendo el camino más ancho… El confort excesivo destruye al hombre, le corrompe, le pudre. El que no está habituado al sacrificio acaba convirtiéndose en un hombre inútil, débil, un ser derrotado antes de la lucha. Si no hay esfuerzo, no hay fortaleza. Y sin fortaleza el hombre no puede realizarse, salvarse a sí mismo. El que no pone empeño en la vida, acabará prematuramente sumergido en la muerte.

EL MÁS IMPORTANTE AVISO. «Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal…» (Lc 16, 20). Jesús actuaba y hablaba con plena franqueza, decía con libertad lo que tenía que decir, tanto a los de arriba como a los de abajo, tanto a los ricos como a los pobres. Tocaba, además, todos los temas. En muchas ocasiones sus palabras aquietan el alma, en otras inquietan al hombre. Habla de premio pero también de castigo. Nos refiere cuán grande es el amor y la misericordia del Padre, pero nos advierte también cuán terrible es su ira y su eterno castigo. Él nos quiere transmitir la verdad, pero toda la verdad, esa que nos hace libres y nos redime si la aceptamos con el entendimiento y la acatamos con la voluntad, luchando para que toda nuestra vida se acople a las enseñanzas del Evangelio.

Hoy nos habla el Señor de aquel ricachón que se daba la gran vida, sin reparar siquiera en el pobre Lázaro que mendigaba a la puerta de su casa, ávido de recibir unas migajas de las muchas que se caían de la mesa del epulón. Sólo los perros se le acercaban para lamerle las llagas. El hombre rico estaba tan abismado en sus negocios y en sus francachelas que no veía, porque no quería ver, la miseria que rodeaba su grandeza. Pero la muerte iguala al poderoso y al débil. Ambos murieron y ambos fueron enterrados. El uno con gran pompa y festejos, el otro de modo sencillo. Uno fue a reposar en un gran nicho de mármol, el otro en la blanda tierra. Sin embargo, tanto uno como otro fueron pasto de los gusanos y la podredumbre. Sus cuerpos, que sin nada llegaron a la tierra, despojados volvieron a ella. Pero ahí terminaba su historia, pues, digan lo que digan, en el hombre hay un algo distinto de los animales, y ese algo se llama alma inmortal.

El tribunal de Dios no admite componendas, no hace distinciones entre el rico y el pobre. Sólo mira en el libro de la vida donde se hallan escritas las buenas y las malas acciones. Según sea el balance, así es la sentencia. Aquel que en su abundancia se olvidó de la necesidad ajena fue arrojado al infierno, el que nada tuvo y aceptó con humildad su pobreza fue llevado por los ángeles al descanso y la paz. Es verdad que no podemos hacernos una idea clara del infierno, ni tampoco del cielo. Pero lo cierto es que ambas realidades existen y que en una se sufre lo indecible y sin remedio, mientras que en la otra realidad se goza plenamente y sin fin. Casi siempre se habla del fuego, también del llanto y las tinieblas, de la desesperación que hace rechinar los dientes, de la sed insaciable, de la separación definitiva de la imposibilidad de amar y de ser amado. Es la más terrible amenaza, el último y tremendo recurso que el Amor, sí el Amor, tiene para atraernos y salvarnos. Es verdad que la lejanía de ese castigo, aunque quizá sea mañana, nos puede dejar indiferentes. Peor para nosotros. Luego no diremos que nadie nos avisó.

Antonio García-Moreno

Romper la indiferencia

Según Lucas, cuando Jesús gritó: «no podéis servir a Dios y al dinero», algunos fariseos que le estaban oyendo y eran amigos del dinero «se reían de él». Jesús no se echa atrás. Al poco tiempo, narra una parábola desgarradora para que los que viven esclavos de la riqueza abran los ojos.

Jesús describe en pocas palabras una situación sangrante. Un hombre rico y un mendigo pobre que viven próximos el uno del otro, están separados por el abismo que hay entre la vida de opulencia insultante del rico y la miseria extrema del pobre.

El relato describe a los dos personajes destacando fuertemente el contraste entre ambos. El rico va vestido de púrpura y de lino finísimo, el cuerpo del pobre está cubierto de llagas. El rico banquetea espléndidamente no solo los días de fiesta sino a diario; el pobre está tirado en su portal, sin poder llevarse a la boca lo que cae de la mesa del rico. Solo se acercan a lamer sus llagas los perros que vienen a buscar algo en la basura.

No se habla en ningún momento de que el rico ha explotado al pobre o que lo ha maltratado o despreciado. Se diría que no ha hecho nada malo. Sin embargo, su vida entera es inhumana, pues solo vive para su propio bienestar. Su corazón es de piedra. Ignora totalmente al pobre. Lo tiene delante pero no lo ve. Está ahí mismo, enfermo, hambriento y abandonado, pero no es capaz de cruzar la puerta para hacerse cargo de él.

No nos engañemos. Jesús no está denunciando solo la situación de la Galilea de los años treinta. Está tratando de sacudir la conciencia de quienes nos hemos acostumbrado a vivir en la abundancia teniendo junto a nuestro portal, a solo unas horas de vuelo, a pueblos enteros viviendo y muriendo en la miseria más absoluta.

Es inhumano encerrarnos en nuestra «sociedad del bienestar» ignorando totalmente esa otra «sociedad del malestar». Es cruel seguir alimentando esa «secreta ilusión de inocencia» que nos permite vivir con la conciencia tranquila pensando que la culpa es de todos y de nadie.

Nuestra primera tarea es romper la indiferencia. Resistirnos a seguir disfrutando de un bienestar vacío de compasión. No continuar aislándonos mentalmente para desplazar la miseria y el hambre que hay en el mundo hacia una lejanía abstracta, para poder así vivir sin oír ningún clamor, gemido o llanto.

El Evangelio nos puede ayudar a vivir vigilantes, sin volvernos cada vez más insensibles a los sufrimientos de los abandonados, sin perder el sentido de la responsabilidad fraterna y sin permanecer pasivos cuando podemos actuar.

José Antonio Pagola

Comentario al evangelio – 28 de septiembre

El evangelista nos lleva otra vez al contraste entre el éxito actual de Jesús y el futuro sombrío que le espera. Es la segunda predicción explícita de la pasión, lección repetida, por ser difícil de retener: «metéoslo bien en la cabeza».

Mucho más que de Jesús, Lucas en este caso nos habla de los discípulos, y lo hace con reiteraciones: no entienden, no captan el sentido, les resulta oscuro. Es extraño que Dios -sujeto indiscutible de la frase principal, en la forma del llamado «pasivo divino»- entregue a su Hijo, y es aún más extraño que esa entrega sea la culminación de una vida mesiánica y la fuente de vida para cuantos crean en Él. Hay un halo de misterio que embarga a los seguidores: «les daba miedo preguntarle». Esta última frase, tomada literalmente del evangelio de Marcos, tiene allí más sentido, pues, con motivo de la anterior predicción del sufrimiento,

Pedro se atrevió a intervenir y salió muy malparado. Para nosotros, como para ellos, mejor dejarnos envolver por el misterio, pasmarnos ante la paradoja, y aceptar que -naturalmente hablando- los caminos de Dios y los nuestros van en dirección deferente, y nos cuesta mucho comprenderlos, o darles una explicación «razonable», son caminos nuevos para nosotros para ser recorridos desde la confianza inquebrantable en Dios.