Creer en la gratuidad y el perdón

Los compañeros de Jesús le piden que aumente su fe. Esta petición hay que entenderla en el marco de la enseñanza que el Maestro les proponía en los versículos anteriores (Lc 17, 1-4). Él les había invitado a perdonar siempre y a no ser nunca ocasión de pecado para otros. Esta propuesta a los discípulos les parecía difícil de asumir, por eso le piden que aumente su fe. En su respuesta, Jesús reorienta el horizonte de sus deseos porque no se trata tanto de creer más, sino de creer de otra manera.

Para Jesús la fe no consiste en asentir a verdades o en creer en algo que alguien dice, más bien para él se trata de asumir una conducta marcada por la lealtad, la entrega y la solidaridad que nace de la confianza en su persona y en su mensaje.

Los discípulos en el texto lucano se sienten abrumados por la exigencia que supone asumir una conducta que implica vivir desde la gratuidad y la bondad de corazón y necesitan razones poderosas que compensen el esfuerzo. Pero el maestro cuestiona su necesidad. La fe que ellos desean no sirve para vivir en la dinámica del Reino. No se trata de hacer obras extraordinarias (que una morera se autotrasplante en el mar) sino de vivir de otra manera. Quien tiene una fe auténtica es capaz de hacer lo imposible porque confía, no en sus fuerzas, sino en la Palabra de Jesús.

El ejemplo que el Maestro introduce al final sobre el señor y el criado se orienta a reforzar esta idea. Nadie en su sociedad contemplaba que un amo sintiese compasión de su esclavo cansado, sino que lo urgiría a terminar sus tareas antes de descansar. A Jesús esta evidencia en las relaciones entre amo y siervo le permite mostrar a sus discípulos lo que se espera de ellos si quieren vivir en fidelidad su pertenencia a la comunidad del Reino.

No se trata de justificar la conducta del amo, que sin duda para nosotras y nosotros es abusiva, sino de aprender de la fidelidad del criado que se comporta como se espera de él. Quien se sienta llamada o llamado a seguir a Jesús no ha de buscar destacar por su heroicidad o su ejemplaridad, sino que ha de actuar entregándolo todo, viviendo en gratuidad y disponibilidad y atenta o atento siempre al bien del otro/a.

Ser como ese siervo al que nada se le debe era seguramente para Lucas, una metáfora del modo de actuar al que estaban llamados /as quienes habían recibido un servicio en la comunidad. La diakonía era la clave no sólo para el discipulado, sino que también el modelo para ejercer cualquier rol comunitario. Llevar a cabo la tarea encomendada, responder al liderazgo para el que se ha sido elegido, no ha de ser motivo de vanagloria, sino una respuesta agradecida al Dios amor y bondad que sostiene la existencia y un compromiso firme contra todo lo que destruye al ser humano.

La regla de conducta comunitaria ha de ser, por tanto, la gratuidad, la disponibilidad absoluta para darlo todo sin esperar nada a cambio. La fe en Jesús se aquilata en esa respuesta. La inutilidad del siervo/a no responde a su incapacidad para llevar a cabo su trabajo, ni a una humildad impotente ante la realidad. La sentencia final del relato invita, por el contrario, a vivir con honestidad y sencillez el camino de seguimiento, respondiendo desde lo mejor de cada una/o sin claudicar en la acogida y el perdón, sin buscar el poder ni cerrar las puertas a la esperanza.

Carmen Soto Varela

II Vísperas – Domingo XXVII de Tiempo Ordinario

II VÍSPERAS

DOMINGO XXVII de TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme. 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

¿Qué ves en la noche,
dinos, centinela?

Dios como un almendro
con la flor despierta;
Dios que nunca duerme
busca quien no duerma,
y entre las diez vírgenes
sólo hay cinco en vela.

¿Qué ves en la noche,
dinos, centinela?

Gallos vigilantes
que la noche alertan,
Quien negó tres veces
otras tres confiesa,
y pregona el llanto
lo que el miedo niega.

¿Qué ves en la noche,
dinos, centinela?

Muerto le bajaban
a la tumba nueva.
Nunca tan adentro
tuvo al sol la tierra.
Daba el monte gritos,
piedra contra piedra.

¿Qué ves en la noche,
dinos, centinela?

Vi los cielos nuevos
y la tierra nueva.
Cristo entre los vivos
y la muerte muerta.
Dios en las criaturas,
¡y eran todas buenas! Amén.

SALMO 109: EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE

Ant. Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha». Aleluya.+

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha». Aleluya.

SALMO 110: GRANDES SON LAS OBRAS DEL SEÑOR

Ant. El Señor, piadoso y clemente, ha hecho maravillas memorables. Aleluya.

Doy gracias al Señor de todo corazón,
en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor,
dignas de estudio para los que las aman.

Esplendor y belleza son su obra,
su generosidad dura por siempre;
ha hecho maravillas memorables,
el Señor es piadoso y clemente.

Él da alimento a sus fieles,
recordando siempre su alianza;
mostró a su pueblo la fuerza de su obrar,
dándoles la heredad de los gentiles.

Justicia y verdad son las obras de sus manos,
todos sus preceptos merecen confianza:
son estables para siempre jamás,
se han de cumplir con verdad y rectitud.

Envió la redención a su pueblo,
ratificó par siempre su alianza,
su nombre es sagrado y temible.

Primicia de la sabiduría es el temor del Señor,
tienen buen juicio los que los practican;
la alabanza del Señor dura por siempre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor, piadoso y clemente, ha hecho maravillas memorables. Aleluya.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: LAS BODAS DEL CORDERO

Ant. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios,
porque sus juicios son verdaderos y justos.
Aleluya.

Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos,
los que le teméis, pequeños y grandes.
Aleluya.

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo,
alegrémonos y gocemos y démosle gracias
Aleluya.

Aleluya.
Llegó la boda del Cordero,
Su esposa se ha embellecido.
Aleluya.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.

LECTURA: 1P 1, 3-5

¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza vida, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final.

RESPONSORIO BREVE

R/ Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
V/ Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.

R/ Digno de gloria y alabanza por los siglos.
V/ En la bóveda del cielo.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Decid: «Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.»

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Decid: «Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.»

PRECES

Invoquemos a Dios, nuestro Padre, que maravillosamente creó al mundo, lo redimió de forma más admirable aún y no cesa de conservarlo con amor, y digámosle con alegría:

Renueva, Señor, las maravillas de tu amor.

Te damos gracias, Señor, porque, a través del mundo, nos has revelado tu poder y tu gloria;
— haz que sepamos ver tu providencia en los avatares del mundo.

Tú que, por la victoria de tu Hijo en la cruz, anunciaste la paz al mundo,
— líbranos de toda desesperación y de todo temor.

A todos los que aman la justicia y trabajan por conseguirla,
— concédeles que cooperen, con sinceridad y concordia, en la edificación de un mundo mejor.

Ayuda a los oprimidos, consuela a los afligidos, libra a los cautivos, da pan a los hambrientos, fortalece a los débiles,
— para que en todo se manifieste el triunfo de la cruz.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú, que al tercer día, resucitaste gloriosamente a tu Hijo del sepulcro,
— haz que nuestros hermanos difuntos lleguen también a la plenitud de la vida.

Concluyamos nuestra súplica con la oración que el mismo Señor nos enseñó:
Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso y eterno, que con amor generoso desbordas los méritos y deseos de los que te suplican, derrama sobre nosotros tu misericordia, para que libres nuestra conciencia de toda inquietud y nos concedas aun aquello que no nos atrevemos a pedir. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

El secreto está en confiar en uno mismo

Sigue el evangelio con propuestas aparentemente inconexas, pero Lc sigue un hilo conductor muy sutil. Hasta hoy nos había dicho, de diversas maneras, que no pongamos la confianza en las riquezas, en el poder, en el lujo; pero hoy nos dice: no la pongas en tu falso ser ni en la obras que salen de él, por muy religiosas que sean. Confía solamente en “Dios”. Los que se pasan la vida acumulando méritos no confían en Dios sino en sí mismos. La salvación por puntos es lo más contrario al evangelio. Pero ese dios al que tengo que rendir cuantas tiene que dejar paso al Dios que es el fundamento de mi ser y que se identifica con lo que yo soy en profundidad.

Una vez más debemos advertir que las Escrituras no se pueden tomar al pie de la letra. Si lo entendemos así, el evangelio de hoy es una sarta de disparates. En realidad son todo símbolos que nos tienen que lanzar a un significado mucho más profundo de lo que aparenta. Ni hay un Yo fuera a quien servir, ni hay un yo raquítico que patalea ante su Señor. Cada uno de nosotros es solo la manifestación de Dios que a través nuestro manifiesta su poder para hacer un mundo más humano. No hay un mí ningún yo que pueda atribuirse nada. Ni hay fuero un YO al que pueda llamar Dios. Ni Dios puede hacer nada sin mí ni yo puedo hacer nada sin él. ¿De qué puedo gloriarme?

Esa petición, que hacen los apóstoles a Jesús, está hecha desde una visión mítica (dualista) del Dios, del hombre y del mundo. La parábola del simple siervo cuya única obligación es hacer lo mandado, refleja la misma perspectiva. Ni Dios tiene que aumentarnos la fe ni somos unos siervos inútiles ni necesitamos poderes especiales para trasplantar una morera al mar. La religión ha metido a Dios en esa dinámica y nos ha metido por un callejón del que aún no hemos salido. Descubrir lo que realmente somos sería la clave para una verdadera confianza en Dios, en la vida, en cada persona. El relato nos da suficientes pistas para salir del servilismo y de la adoración al Dios cosa.

Jesús no responde directamente a los apóstoles. Quiere dar a entender que la petición –auméntanos la fe- no está bien planteada. No se trata de cantidad, sino de autenticidad. Jesús no les podía aumentar la fe, porque aún no la tenían ni en la más mínima expresión. La fe no se puede aumentar desde fuera, tiene que crecer desde dentro como la semilla. A pesar de ello, en la mayoría de las homilías que he leído antes de elaborar ésta, se termina pidiendo a Dios que nos aumente la fe. Efectivamente, podemos decir que la fe es un don de Dios, pero un don que ya ha dado a todos. ¿Que Dios sería ese que caprichosamente da a unos una plenitud de fe y deja a otros tirados? Viendo cada una de sus criaturas, descubrimos lo que Dios está haciendo en ellas en cada momento.

Al hablar de la fe en Dios, damos a entender que confiamos en lo que nos puede dar. Se interpretó la respuesta de Jesús como una promesa de poderes mágicos. La imagen de la morera, tomada al pie de la letra, es absurda. Con esta hipérbole, lo que nos está diciendo el evangelio es que toda la fuerza de Dios está ya en cada uno de nosotros. El que tiene confianza podrá desplegar toda esa energía. Lo contrario de la fe es la idolatría. El ídolo es un resultado automático del miedo. Necesitamos el ser superior que me saque las castañas del fuego y en quien poder confiar cuando no puedo confiar en mí mismo. Dios no anda por ahí haciendo el ridículo jugando a todopoderoso. Tampoco nosotros debemos utilizar a Dios para cambiar la realidad que no nos gusta.

La fe no es un acto sino una actitud personal fundamental y total que imprime un sí definitivo a la existencia. Confiar en lo que realmente soy me da una libertad de movimiento para desplegar todas mis posibilidades humanas. Nuestra fe sigue siendo infantil e inmadura, por eso no tiene nada que ver con lo que nos propone el evangelio. La mayoría de los cristianos no quieren madurar en la fe por miedo a las exigencias que esto conllevaría. La fe es una vivencia de Dios, por eso no tiene nada que ver con la cantidad. El grano de mostaza, aunque diminuto, contiene vida exactamente igual que la mayor de las semillas. Esa vida, descubierta en mí, es lo que de verdad importa.

Tanto a nivel religioso como civil, cada vez se tiene menos confianza en la persona humana. Todo está reglamentado, mandado o prohibido, que es más fácil que ayudar a madurar a cada ser humano para que actúe por convicción. Estamos convirtiendo el globo terráqueo en un inmenso campo de concentración. No se educa a los niños para que sean ellos mismos, sino para que respondan automáticamente a los estímulos que les llegan. Los poderosos están encantados, porque esa indefensión les garantiza un total control sobre la población. Lo difícil es educar para que cada individuo sea él mismo y responda personalmente ante las propuestas de salvación que le llegan.

Para la mayoría, creer es el asentimiento a una serie de verdades teóricas, que no podemos comprender. Esa idea de fe, como conjunto de doctrinas, es completamen­te extraña tanto al Antiguo Testamento como al Nuevo. En la Biblia, fe es equivalente a confianza en… Pero incluso esta confianza se entendería mal si no añadimos que tiene que ir acompañada de la fidelidad. La fe-confianza bíblica supone la fe, supone la esperanza y el amor. Esa fe nos salvaría de verdad. Esa fe no se consigue con propagandas ni imposiciones porque nace de lo más hondo de cada ser.

No debemos esperar que Dios nos libre de las limitaciones, sino de encontrar la salvación a pesar de ellas. Esa confianza no la debemos proyectar sobre una PERSONA que está fuera de nosotros y del mundo. Debemos confiar en un Dios que está y forma parte de la creación y por lo tanto de nosotros. Creer en Dios es apostar por la creación; es confiar en el hombre; es estar construyendo la realidad material, y no destruyéndola; es estar por la vida y no por la muerte; es estar por el amor y no por el odio, por la unidad y no por la división. Tratemos de descubrir por qué tantos que no «creen» nos dan sopas con honda en la lucha por defender la naturaleza, la vida y al hombre.

Superada la fe como creencia, y aceptado que es confianza en…, nos queda mucho camino por andar para una recta comprensión del término. La fe que nos pide el evangelio no es la confianza en un señor poderoso por encima y fuera del mundo, que nos puede sacar las castañas del fuego. Se trata más bien, de la confianza en el Dios inseparable de cada criatura, que la atraviesa y la sostiene en el ser. Podemos experimentar esa presencia como personal y entrañable, pero en el resto de la creación se manifiesta como una energía que potencia y especifica cada ser en sus posibilidades. Creer en Dios es confiar en la posibilidad de cada criatura para alcanzar su plenitud.

La mini parábola del simple siervo nos tiene que llevar a una profunda reflexión. No quiere decir que tenemos que sentirnos siervos, y menos aún inútiles, sino todo lo contrario. Nos advierte que la relación con Dios como si fuésemos esclavos nos deshumaniza. Es una crítica a la relación del pueblo judío con Dios que estaba basada en el estricto cumplimiento de la Ley, y en la creencia de que ese cumplimiento les salvaba. La parábola es un alegato contra la actitud farisaica que planteaba la relación con Dios como toma y da acá. Si ellos cumplían lo mandado, Dios estaba obligado a cumplir sus promesas. Es la nefasta actitud que aún conservamos nosotros.

Pablo ya advirtió que la fe y la esperanza pasarán, porque perderán su sentido. La verdad es que también el amor, tal como lo entendemos nosotros, también tiene que ser superado. Desde nuestra condición de criaturas no podemos entender el amor más que como una relación de un sujeto que ama con un objeto que es amado. El amor “a” Dios y el amor “de” Dios van mucho más allá. En ese amor, desaparece el sujeto y el objeto, solo queda la unidad (el amor) “amada en el amado transformada”. No entender esto es causa de infinitos malentendidos en nuestra relación con Él.

Meditación

Si la confianza no es absoluta y total no es confianza.
El mayor enemigo de la fe-confianza son las creencias,
porque exigen la confianza en ellas mismas.
Tener fe no es esperar que las cosas cambien.
Es ser capaz de bajar al fondo de mí mismo,
para anular el efecto negativo de cualquier limitación.

Fray Marcos

Falta de fe y sobre de presunción

Después de la parábola del rico y Lázaro, Lucas empalma cuatro enseñanzas de Jesús a los apóstoles a propósito del escándalo, el perdón, la fe y la humildad. Son frases muy breves, sin aparente relación entre ellas, pronunciadas por Jesús en distintos momentos. De esas cuatro enseñanzas, el evangelio de este domingo ha seleccionado solo las dos últimas, sobre la fe y la humildad (Lucas 17,5-10).

Menos fe que un ateo

Cuenta Lucas que un día los apóstoles le pidieron a Jesús: «Auméntanos la fe». Ya que no eran grandes teólogos, ni habían estudiado nuestro catecismo, su preocupación no se centra en el Credo ni en un conjunto de verdades. Si leemos el evangelio de Lucas desde el comienzo hasta el momento en el que los apóstoles formulan su petición, encontramos cuatro episodios en los que se habla de la fe:

  • Jesús, viendo la fe de cuatro personas que le llevan a un paralítico, lo perdona y lo cura (5,20).
  • Cuando un centurión le pide a Jesús que cure a su criado, diciendo que le basta pronunciar una palabra para que quede sano, Jesús se admira y dice que nunca ha visto una fe tan grande, ni siquiera en Israel (7,9).
  • A la prostituta que llora a sus pies, le dice: “Tu fe te ha salvado” (7,50).
  • A la mujer con flujo de sangre: “Hija, tu fe te ha salvado” (8,48).

En todos estos casos, la fe se relaciona con el poder milagroso de Jesús. La persona que tiene fe es la que cree que Jesús puede curarla o curar a otro.

Pero la actitud de los apóstoles no es la de estas personas. En el capítulo 8, cuando una tempestad amenaza con hundir la barca en el lago, no confían en el poder de Jesús y piensan que morirán ahogados. Y Jesús les reprocha: “¿Dónde está vuestra fe? (8,25). La petición del evangelio de hoy, “auméntanos la fe”, empalmaría muy bien con ese episodio de la tempestad calmada: “tenemos poca fe, haz que creamos más en ti”. Pero Jesús, como en otras ocasiones, responde de forma irónica y desconcertante: “Vuestra fe no llega ni al tamaño de un grano de mostaza”.

¿Qué puede motivar una respuesta tan dura a una petición tan buena? El texto no lo dice. Pero podemos aventurar una idea: lo que pretende Lucas es dar un severo toque de atención a los responsables de las comunidades cristianas. La historia demuestra que muchas veces los papas, obispos, sacerdotes y religiosos/as nos consideramos por encima del resto del pueblo de Dios, como las verdaderas personas de fe y los modelos a imitar. No sería raro que esto mismo ocurriese en la iglesia antigua, y Lucas nos recuerda las palabras de Jesús: “No presumáis de fe, no tenéis ni un gramo de ella”.

Ni las gracias ni propina

En línea parecida iría la enseñanza sobre la humildad. El apóstol, el misionero, los responsables de las comunidades, pueden sufrir la tentación de pensar que hacen algo grande, excepcional. Jesús vuelve a echarles un jarro de agua fría contando una parábola con trampa. Al principio, el lector u oyente se siente un gran propietario, que dispone de criados a los que puede dar órdenes. Al final, le dicen que el propietario es Dios, y él es un pobre siervo, que se limita a hacer lo que le mandan. El mensaje quizá se capte mejor traduciendo la parábola a una situación actual.

Suponed que entráis en un bar. ¿Quién de vosotros le dice al camarero: «¿Qué quiere usted tomar?». ¿No le decís: «Una cerveza», o «un café»? ¿Tenéis que darle las gracias al camarero porque lo traiga? ¿Tenéis que dejarle una propina? Pues vosotros sois como el camarero. Cuando hayáis hecho lo que Dios os encargue, no penséis que habéis hecho algo extraordinario. No merecéis las gracias ni propina.

Un lenguaje duro, hiriente, muy típico del que usa Jesús con sus discípulos.

El profeta Habacuc y la fe (Hab 1,2-3; 2, 2-4)

La primera lectura, tomada de la profecía de Habacuc habla también de la fe, aunque el punto de vista es muy distinto. El mensaje de este profeta es de los más breves y de los más desconocidos. Una lástima, porque el tema que trata es de perenne actualidad: la injusticia del imperialismo. En su época, el recuerdo reciente de la opresión asiria se une a la experiencia del dominio egipcio y babilónico. Tres imperios distintos, una misma opresión. El profeta comienza quejándose a Dios. No comprende que Dios contemple impasible las desgracias de su tiempo, la opresión del faraón y de su marioneta, el rey Joaquín. Y el Señor le responde que piensa castigar a los opresores egipcios mediante otro imperio, el babilónico (1,5-8). Pero esta respuesta de Dios es insatisfactoria: al cabo de poco tiempo, los babilonios resultan tan déspotas y crueles como los asirios y los egipcios. Y el profeta se queja de nuevo a Dios: le duele la alegría con la que el nuevo imperio se apodera de las naciones y mata pueblos sin compasión. No comprende que Dios «contemple en silencio a los traidores, al culpable que devora al inocente». Y así, en actitud vigilante, espera una nueva respuesta de Dios.

La visión que llegará sin retrasarse es la de la destrucción de Babilonia. El injusto es el imperio babilónico, que será castigado por Dios. El justo es el pueblo judío y todos los que confíen en la acción salvadora del Señor.

El tema tratado por Habacuc no tiene relación con la petición de los discípulos. Pero las palabras finales, “el justo vivirá por su fe”, tuvieron mucha importancia para san Pablo, que las relacionó con la fe en Jesús. Este puede ser el punto de contacto con el evangelio. Porque, aunque nuestra fe no llegue al grano de mostaza ni esperemos cambiar montañas de sitio, esa pizca de fe en Jesús nos da la vida, y es bueno seguir pidiendo: “auméntanos la fe”.

José Luis Sicre

Comentario del 6 de octubre

Nuestra pertenencia a una institución como la Iglesia y nuestra presencia en el lugar de la acción litúrgica no se entienden sin fe. Estamos en la Iglesia porque creemos en Dios Padre y en su Hijo Jesucristo, y porque deseamos llenarnos siquiera un poco de la fuerza de su Espíritu. Estamos en el lugar de la acción cultual porque creemos que la palabra de la Escritura que allí se proclama es su (de Dios) palabra y que los sacramentos de la Iglesia –la que nos ha dado esta fe- son sus (de Dios) sacramentos, los signos y cauces de su gracia. Estamos en el lugar de la reunión litúrgica porque tenemos fe, pero también porque tenemos poca fe y necesitamos pedir: auméntanos la fe; porque la fe es algo que puede aumentarse y puede disminuir, e incluso morir.

Santiago habla de una fe muerta, que es una fe que no produce frutos de caridad, que son sus frutos. Pero el poder de la fe es muy grande: siendo ésta del tamaño de un granito de mostaza, podría mover montañas o arrancar de raíz una morera y plantarla en el mar. ¿Qué pequeña debe ser nuestra fe cuando ni siquiera es capaz de levantarnos de nuestro confortable asiento, o de arrancarnos de nuestro lugar de diversión o de entretenimiento para plantarnos en la presencia del Señor? ¿Qué insignificante debe ser esa fe que no es capaz de exclaustrarnos de nuestro egoísmo y de plantarnos en la casa del necesitado? ¿Qué minúscula debe ser esa fe que no es capaz de movernos ni de movilizarnos?

La fe que no mueve es la fe a la que Santiago califica de muerta, tan muerta como un cadáver, que ni mueve ni se mueve. Ésta no puede ser sino una fe carente de caridad, ya que lo que mueve es el amor: el amor al dinero, el amor a una persona, el amor a Dios. Donde no hay amor no hay movimiento; y si la fe mueve es porque está vivificada por el amor. Una fe sin amor es una fe sin vida.

Dábamos por supuesto que tenemos fe. Pero si la fe que tenemos no nos saca de nuestra inercia, no nos moviliza, no nos arranca de nuestro confort y de nuestros apegos, no rompe nuestras ataduras, no nos despierta de nuestra somnolencia… es que no tiene siquiera el tamaño de un granito de mostaza. Por eso, ¡qué necesaria resulta esta petición: auméntanos la fe!

Pero si podemos y debemos pedir un aumento de fe es porque la fe es algo que puede darsey que puede acrecentarse; más aún, que puede perderse. De hecho, la fe la hemos recibido de Dios, que ha salido a nuestro encuentro y que se ha servido de diferentes medios para donárnosla. En primer lugar, de Cristo, su Hijo hecho hombre, que comenzó a extender el mensaje de la filiación divina y a llamar a los pecadores a la conversión y que envió apóstoles para prolongar su misión; por tanto, también la Iglesia apostólica ha prestado este valioso servicio en favor de la propagación de la fe; y después de ella, la Iglesia postapostólica, y con ella nuestros antepasados en la fe, nuestros abuelos y nuestros padres. Gracias a la colaboración de todas esas personas, la fe ha llegado a nosotros.

Es, pues, un don de Dios, aunque no sin colaboración humana; pero un don sometido a la prueba, puesto que lo llevamos en vasijas de barro: un tesoro, por tanto, encerrado en el barro. Y el barro es siempre frágil. Y la vida nos reserva muchos golpes. En cualquiera de ellos podemos acudir a Aquel en el que hemos depositado nuestra fe y puede que, como el profeta Habacuc, no obtengamos respuesta a nuestra súplica angustiada: ¿Hasta cuándo clamaré, Señor, sin que me escuches? Pero, en su caso, la respuesta no se hizo esperar: Espera el momento de la visión –se le dice-… Si tarda, espera, porque ha de llegar.

Porque lo peor para el creyente que suplica no es la respuesta que reciba, sino la falta de respuesta. Esto es lo que causa mayor dolor al orante. Pero el Señor invita a esperar con confianza. La visión (o la solución) puede tardar en llegar (Dios sabe por qué misteriosos designios suyos), pero finalmente llegará. Mientras tanto, el justo, el creyente, el que suplica, debe vivir de la fe por la fe y en la fe o desde la fe. Vivir en la fe es vivir en la oscuridad del que no ve, es decir, no vivir aún en la visión; pero también es vivir en la seguridad que le proporciona la misma fe, es decir, la confianza en Dios, del que no puede no esperar una respuesta. Y vivir por la fe de la fees vivir gracias a la fe, es vivir en la esperanza y en el gozo que no pueden desligarse de la fe.

Y la fe puede dar vida no sólo porque forma parte de la vida, sino porque es una virtus, una potencia vital, y un habitus, una disposición permanente. La fe es como un fuego que nos habita y que debe ser avivado (con la palabra, con el contacto, con la acción) y protegido de la palabra o lectura nocivas o destructoras, de la acción incrédula o escéptica, de la corrosión de la duda, de la erosión del propio egoísmo, de las agresiones y de las contaminaciones. Pero no basta con protegerle; hay que avivarle: avivándole, se le protege, porque se le fortalece y se le vigoriza para afrontar los ataques endógenos y exógenos.

San Pablo equipara la fe cristiana con un espíritu de energía, amor y buen juicio. Según esto, podemos preguntarnos: ¿Dónde está nuestra energía y nuestro amor? ¿Dónde nuestro buen juicio? ¿Dónde está nuestro atrevimiento o capacidad para dar la cara por nuestro Señor y por su prisionero, que entonces era el apóstol Pablo y hoy puede ser Francisco, la Iglesia, nuestro obispo, o nuestro vecino?

Y es que la fe obliga muchas veces no sólo a dar testimonio, sino también a dar la cara, en primer lugar por Cristo y después por todo lo que le representa. ¿Cuáles son los trabajos del evangelio (duros o blandos, agradables o desagradables) que llevo a cabo por la fe? Porque difícilmente podré hablar de fe si no va asociada a trabajos que la acrediten: trabajos por el evangelio, por la Iglesia, por la parroquia, por la familia, por los desvalidos. Son los trabajos a los que la fe tiene que movernos; porque si la fe no nos mueve a ningún trabajo, se hace sospechosa de falta de vitalidad o de vigor.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en 
Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

143. Jóvenes, no renuncien a lo mejor de su juventud, no observen la vida desde un balcón. No confundan la felicidad con un diván ni vivan toda su vida detrás de una pantalla. Tampoco se conviertan en el triste espectáculo de un vehículo abandonado. No sean autos estacionados, mejor dejen brotar los sueños y tomen decisiones. Arriesguen, aunque se equivoquen. No sobrevivan con el alma anestesiada ni miren el mundo como si fueran turistas. ¡Hagan lío! Echen fuera los miedos que los paralizan, para que no se conviertan en jóvenes momificados. ¡Vivan! ¡Entréguense a lo mejor de la vida! ¡Abran la puerta de la jaula y salgan a volar! Por favor, no se jubilen antes de tiempo.

Lectio Divina – 6 de octubre

¡Señor, aumenta nuestra fe,
de modo que podamos hacer de nuestra vida
un servicio gratuito a Dios y a los hermanos!

Lucas 17, 5-10

1. Oración inicial

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte.

Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección. Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

2. Lectura

a) Clave de lectura:

El texto de la liturgia de este domingo forma parte de la larga sección típica de Lucas (Lc 9,51 a 19,28), en la que se describe la lenta subida de Jesús hacia Jerusalén, donde será preso, será condenado y morirá. La mayor parte de esta sección está dedicada a la instrucción de los discípulos. Nuestro texto forma parte de esta instrucción a los discípulos. Jesús les enseña cómo debe ser la vida en comunidad (Lc 17,1).

b) Una división del texto para ayudar en su lectura:

Lucas 17, 5-10

Lucas 17,5: Los apóstoles le piden a Jesús que les aumente su fe
Lucas 17,6: Vivir con fe grande como un grano de mostaza
Lucas 17,7-9: Vivir la vida al servicio gratuito de Dios y de los hermanos
Lucas 17,10: Aplicación de la comparación del siervo inútil.

c) El texto:

5 Dijeron los apóstoles al Señor: «Auméntanos la fe.» 6 El Señor dijo: «Si tuvierais una fe como un grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro: `Arráncate y plántate en el mar’, y os habría obedecido.»
7 «¿Quién de vosotros que tiene un siervo arando o pastoreando y, cuando regresa del campo, le dice: `Pasa al momento y ponte a la mesa?’ 8 ¿No le dirá más bien: `Prepárame algo para cenar, y cíñete para servirme y luego que yo haya comido y bebido comerás y beberás tú?’ 9 ¿Acaso tiene que dar las gracias al siervo porque hizo lo que le mandaron? 10 De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os mandaron, decid: No somos más que unos pobres siervos; sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer.»

3. Un momento de silencio orante

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

4. Algunas preguntas

para ayudarnos en la meditación y en la oración.

a) ¿Qué punto de este texto te ha gustado más o ha llamado más tu atención?
b) ¿Fe en quién? ¿En Dios? ¿En los otros? ¿En nosotros mismos?
c) Fe como un grano de mostaza: ¿Acaso tengo yo una fe así?
d) Hacer de la propia vida un servicio sin esperar recompensa: ¿soy capaz de vivir así?

5. Una clave d lectura

para profundizar el tema.

a) Contexto histórico de nuestro texto:

El contexto histórico del Evangelio de Lucas tiene siempre dos dimensiones: la época de Jesús, los años treinta, en el cual suceden las cosas descritas en el texto y la época de las comunidades, a las que Lucas dirige su Evangelio, más de cincuenta años después. Al relatar las palabras y gestos de Jesús, Lucas piensa no sólo en lo que sucedió en los años treinta, sino también y sobre todo en la vida de las comunidades de los años ochenta con sus problemas y sus angustias, comunidades a las que quiere ofrecer una luz y una posible solución (Lc 1, 1.4).

b) Clave de lectura: el contexto literario:

El contexto literario (Lc 17,1-21) en el que está colocado nuestro texto (Lc 17, 1-10) nos ayuda a entender mejor las palabras del Señor. En él Lucas reúne las palabras de Jesús con las que enseña cómo debe ser una comunidad. En primer lugar (Lc 17,1-2), Jesús reclama la atención de los discípulos sobre los pequeños, o sea los excluidos de la sociedad. En segundo lugar (Lc 17,3-4) , reclama la atención sobre los miembros débiles de la comunidad. En relación con ellos, Jesús quiere que los discípulos se sientan responsables y tengan una conducta de comprensión y de reconciliación. En tercer lugar (Lc 17, 5-6) (y aquí comienza nuestro texto) habla de la fe en Dios que debe ser el motor de la vida en comunidad. En cuarto lugar (Lc 17, 7-10) , Jesús dice que los discípulos deben servir a los demás con la máxima abnegación y con desprendimiento, considerándose siervos inútiles. En quinto lugar (Lc 17, 11-19), Jesús enseña cómo deben recibir el servicio de los demás. Deben mostrar gratitud y reconocimiento. En sexto lugar (Lc 17, 20-21) Jesús enseña cómo mirar la realidad que nos rodea. Pregona que no se debe correr tras la propaganda engañosa de aquellos que enseñan que el Reino de Dios, cuando llegue, podrá ser observado por todos. La llegada del Reino de Dios no podrá ser observada por todos. Jesús dice lo contrario: “La llegada del Reino de Dios no podrá ser observada como se observa la del rey de la tierra. Para Jesús el Reino de Dios ¡ha llegado ya! Y está en medio de nosotros, independientemente de nuestro esfuerzo o de nuestro mérito. ¡Es pura gracia! Y sólo la fe lo percibe.

c) Comentario del texto:

Lucas 17,5: Los apóstoles piden a Jesús que les aumente su fe
Los discípulos se dan cuenta de que no es fácil comportarse como Jesús pide de ellos: la atención hacia los pequeños (Lc 17, 1-2) y la reconciliación con los hermanos y hermanas más débiles de la comunidad (Lc 17, 3-4). ¡Y esto con mucha fe! No solamente fe en Dios, sino también en las posibilidades de recuperar al hermano o hermana. Por esto, van a Jesús y le piden: “Aumenta nuestra fe”

Lucas 17,5-6: Vivir con una fe grande como un grano de mostaza
Jesús responde: “Si tuviérais una fe tanto como un grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro: «¡Arráncate y plántate en el mar!». Esta afirmación de Jesús suscita dos preguntas: (1). ¿Será que Jesús quiere insinuar que los apóstoles no tienen la fe tan grande como un grano de mostaza? La comparación usada por Jesús es fuerte e insinuante. Un grano de mostaza es muy pequeño, tanto como la pequeñez de los discípulos. Pero por medio de la fe, pueden llegar a ser fuertes, más fuerte que la montaña o el mar. Si Jesús hablase hoy diría: “Si tuviéseis la fe grande como un átomo, podríais hacer explotar esta montaña”. O sea, a pesar de las dificultades que comporta, la reconciliación entre los hermanos es posible, porque la fe consigue realizar lo que parecía imposible. Sin el eje central de la fe, la relación rota no se recompone y la comunidad que Jesús desea no se realiza. Nuestra fe debe llevarnos al punto de ser capaces de arrancar de dentro de nosotros la montaña de prejuicios y lanzarlos al mar. (2) ¿Será que Jesús con esta afirmación, se ha querido referir a la fe en Dios o a la fe en las posibilidades de recuperación de los hermanos y hermanas más débiles? Prevalentemente las referencias son para ambos a la vez. Pues así como el amor de Dios se concretiza en el amor al prójimo, así también la fe en Dios se concretiza en la fe en los hermanos, en la reconciliación, en el perdón ¡hasta sesenta veces siete! (Mt 18,22) La fe es el control remoto del poder de Dios, que obra y se revela en el trato humano renovado, vivido en comunidad.

Lucas 17, 7-9: Jesús dice cómo debemos cumplir los deberes para con la comunidad
Para enseñar que en la vida de la comunidad todos deben ser abnegados y desprendidos de sí mismos, Jesús se sirve del ejemplo del esclavo. En aquel tiempo un esclavo no podía merecer nada. El patrono, duro y exigente, le pedía sólo el servicio. No era costumbre dar las gracias. Delante de Dios somos como el esclavo delante de su señor.
Parece extraño que Jesús se sirva de este ejemplo duro, extraído de la vida social injusta de la época, para describir nuestra relación con la comunidad. Esto sucede en otra ocasión, cuando compara la vida del Reino a la de un ladrón. Lo que importa es el término de la comparación: Dios viene como un ladrón, sin avisar primero, cuando menos lo esperamos; como un esclavo delante de su señor, tampoco podemos nosotros ni debemos tener méritos ante los hermanos y hermanas de la comunidad.

Lucas 17,10: Aplicación de la comparación del siervo inútil
Jesús lleva este ejemplo a la vida de la comunidad: como un esclavo delante de su dueño, así debe ser nuestro comportamiento en la comunidad; no debemos hacer las cosas para merecer el apoyo, la aprobación, la promoción o el elogio, sino simplemente para demostrar que pertenecemos a Dios. “De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os mandaron, decid: «No somos más que unos siervos inútiles: Hemos hecho lo que teníamos que hacer»”. Delante de Dios no merecemos nada. Todo lo que hemos recibido no lo merecemos. Vivimos gracias al amor gratuito de Dios.

d) Profundizando sobre la fe y el servicio:

i) La fe en Dios se concretiza en la recuperación del hermano

Primer hecho: Sucedió en Alemania durante la segunda guerra mundial: dos judíos, Samuel y Juan estaban en un campo de concentración. Eran muy mal tratados y a veces torturados. Juan, el más joven, se irritaba. Su rabia se manifestaba en imprecaciones, palabrotas a un soldado alemán que le golpeaba y maltrataba. Samuel, el más grande, mantenía la calma. Un día, en un momento de distracción, Juan dijo a Samuel: “¿Cómo puedes permanecer tranquilo ante tanta barbaridad?¿Por qué eres tan valiente? Tú debes reaccionar manifestando tu oposición a este régimen tan absurdo”. Samuel respondió: “Es más difícil permanecer tranquilo, que ser valiente. Yo no trato de ser valiente por miedo de que él, por mi rabia, apague el último rastro de humanidad que hay todavía escondido en este soldado embrutecido”.
Segundo hecho: Sucedió en Palestina, durante la ocupación romana: Jesús ha sido condenado a muerte por el Sanedrín. Por su fe en Dios Padre, Jesús acoge a todos como hermanos y hermanas, y obrando así, interpela, de modo radical, el sistema que en nombre de Dios mantiene marginada a tanta gente. La sentencia del Sanedrín viene ratificada por el imperio romano y Jesús es condenado al suplicio en el Monte Calvario. Los soldados cumplen la sentencia. Uno de ellos traspasa las manos de Jesús con un clavo. La reacción de Jesús: ”¡Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen!” (Lc 23,24). La fe en Dios se revela en el perdón concedido a los lo que están matando.

ii) El servicio que se debe prestar al pueblo de Dios y a la humanidad

Al tiempo de Jesús había una gran variedad de expectativas mesiánicas. De acuerdo con las diversas interpretaciones de las profecías, había gente que esperaban un Mesías Rey ( Lc 15,9.32), un Mesías Santo o Sumo Sacerdote (Mc 1,24), un Mesías Guerrero(Lc 23,5; Mc 15,6; 13, 6-8), un Mesías Doctor (Jn 4,25; Mc 1,22.27), un Mesías Juez (Lc 3,5-9; Mc 1,8), un Mesías Profeta (Mc 6,4; 14,65). Cada persona, según sus propios intereses o clase social, esperaba el Mesías, según sus propios deseos y esperanzas. Pero parece que ninguno, salvo los anawin, los pobres de Yahvé esperaban al Mesías Siervo, anunciado por el profeta Isaías (Is 42,1; 49,3; 52, 13). A veces, los pobres recordaban considerar la esperanza mesiánica como un servicio que ofrecer a la humanidad por el pueblo de Dios. María, la pobre de Yahvé, dijo al ángel: “He aquí la sierva del Señor”. Ha sido la mujer de la que Jesús aprendió el camino del servicio. “El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido sino a servir” (Mc 10, 45).

La figura del siervo, descrita en los cuatro cantos de Isaías (Is 42, 1-9; 49, 1-6; 52, 13 a 53,12), indicaba no un individuo aislado, sino el pueblo de la cautividad (Is 41,8-9; 42,18-20; 43,10; 44,1-2; 44,21; 45,4; 48,20; 54,17), descrito por Isaías como pueblo “ oprimido, desfigurado, sin apariencia de persona y sin un mínimo de condición de hombre, pueblo ultrajado, maltratado, reducido al silencio, sin gracia ni belleza, rebosante de dolor, evitado por los otros como si fuese un leproso, condenado como un criminal, sin juicio ni defensa” (Cf. Is 53,2-8). ¡Retrato perfecto de la tercera parte de la humanidad de hoy! Este pueblo siervo “no grita, no alza la voz, no hará oír en la plaza su voz, no romperá una caña cascada” (Is 42,2). Perseguido, no persigue; oprimido, no oprime; pisoteado, no pisotea. No consigue entrar en la vorágine de de la violencia del imperio que oprime: Esta conducta resistente del Siervo de Yahvé es la raíz de la justicia, que Dios quiere ver implantada en todo el mundo: Por esto pide al pueblo ser su Siervo con la misión de hacer resplandecer la justicia en todo el mundo (Is 42,2-6;49,6). Jesús conoce estos cantos y en la realización de su misión se deja orientar por ellos. A la hora del bautismo en el río Jordán el Padre le confía la misión de Siervo (Mc 1,11). Cuando en la sinagoga de Nazaret, expone su programa a la gente de su tierra, Jesús asume esta misión públicamente (Lc 4,16,21). En su actitud de servicio Jesús nos revela el rostro de Dios que atrae, y el camino de regreso hacia Dios.

6. Oración: Salmo 72 (71)

La esperanza de que para todos llegue el Mesías Salvador

Confía, oh Dios, tu juicio al rey,
al hijo de rey tu justicia:
que gobierne rectamente a tu pueblo,
a tus humildes con equidad.

Produzcan los montes abundancia,
justicia para el pueblo los collados.
Defenderá a los humildes del pueblo,
salvará a la gente pobre
y aplastará al opresor.
Durará tanto como el sol,
como la luna de edad en edad;
caerá como lluvia en los retoños,
como rocío que humedece la tierra.

Florecerá en sus días la justicia,
prosperidad hasta que no haya luna;
dominará de mar a mar,
desde el Río al confín de la tierra.
Ante él se doblará la Bestia,
sus enemigos morderán el polvo;
los reyes de Tarsis y las islas
traerán consigo tributo.

Los reyes de Sabá y de Seba
todos pagarán impuestos;
ante él se postrarán los reyes,
le servirán todas las naciones.

Pues librará al pobre suplicante,
al desdichado y al que nadie ampara;
se apiadará del débil y del pobre,
salvará la vida de los pobres.
La rescatará de la opresión y la violencia,
considerará su sangre valiosa;
(que viva y le den el oro de Sabá).

Sin cesar rogarán por él,
todo el día lo bendecirán.
La tierra dará trigo abundante,
que ondeará en la cima de los montes;
sus frutos florecerán como el Líbano,
sus espigas como la hierba del campo.

¡Que su fama sea perpetua,
que dure tanto como el sol!
¡Que sirva de bendición a las naciones,
y todas lo proclamen dichoso!
¡Bendito Yahvé, Dios de Israel,
el único que hace maravillas!
¡Bendito su nombre glorioso por siempre,
la tierra toda se llene de su gloria!
¡Amén! ¡Amén!

7. Oración final

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

Baricentro

1.- No ignoro que para los que vivimos por las tierras donde yo mismo habito, el título que he puesto a este mensaje-homilía, mis queridos jóvenes lectores, hace referencia a un gran centro comercial y que, seguramente, por otros pagos puede pasar lo mismo. Evidentemente, nada de lo que escriba se referirá a tal establecimiento, ni a nada que se le parezca. Me place recordar la definición que aprendí en mis tiempos de estudiante de bachillerato: baricentro es el centro de gravedad de un cuerpo. En física y en tecnología es una realidad muy importante, por eso lo he elegido y de aquí que os pueda decir: la Fe es el baricentro de la personalidad.

2.- Con frecuencia se tiene la idea de que la fe es un cúmulo de verdades, principios o axiomas, que uno guarda en el disco duro de su memoria cerebral. Considerada de tal modo, uno podría tener fe hoy y mañana perderla, como se nos borra tantas veces la información que habíamos guardado en un pendrive, sin ser conscientes del fenómeno o responsables de la perdida de información en él grabada.

La Fe antropológicamente considerada, es un conocimiento-adhesión-compromiso con Dios. Generalmente, a tal actitud la llamamos fidelidad a Dios y no es erróneo tal proceder.

3.- Una buena parte del tiempo de preparación al sacerdocio en los seminarios se dedica a desentrañar lo que supone ideológicamente la Fe, dicho de otra manera, a aprender los vericuetos ideológicos que supone y que está compartimentada en diferentes asignaturas y en consecuencia, su estudio merece académica calificación. Para algunos, equivocadamente, sacar buenas notas, era lo más importante de la carrera. No os extrañe, pues, que podáis entrar en el despacho de alguien que ha forrado sus paredes de títulos y diplomas eclesiásticos y que os confiese que es ateo, o como máximo agnóstico.

4.- La Fe cristiana es un don mistérica y gratuitamente otorgado y simbólicamente conferido, para que se tenga constancia sensorial, que eso pretenden los sacramentos. El primer momento de esta concesión es el bautismal. Quien por él ha pasado, si quiere tener constancia visible de ello, no debe solicitar un título o certificado. A tal documento se le llama fe de Bautismo. Testimonio de Fe.

5.- La Fe es un don que enriquece, dignifica y compromete. Sin estas palabras exactas es lo que recuerda San Pablo a Timoteo. Reconoce su valor y le anima a vivir de acuerdo con la fortuna espiritual que tiene. La imposición ritual de sus manos fue el símbolo externo de la riqueza que él le otorgó, al hacerlo. No debe temer, pues, es preciso que su vida no sea pasiva actitud, le recuerda con exigencia amable. Debe comprometerse y para mayor claridad de lo que le está diciendo, le recuerda el testimonio que él mismo, Pablo, le da. La gente acaudalada conserva su tesoro en la caja fuerte de un banco. La Fe de Timoteo la conservará gracias al Espíritu Santo. Con esto acaba el Apóstol, para que la mantenga segura y no la pierda. No lo olvidéis, mis queridos jóvenes lectores. El telefonino, móvil o celular, como queráis llamarlo, lo podéis guardar en el bolsillo. La Fe debéis encomendar que os la proteja Dios.

6.- Abandono por un momento disquisiciones espirituales y aterrizo en imágenes que eran muy expresivas para los primeros receptores y para vosotros no lo serán. Se menciona el sicómoro, y seguramente desconoceréis de qué se trata. No os extrañe, es un árbol abundante por tierras de Judea, su fruto se parece al de la higuera, su hechura a una morera. La mostaza ya es otro cantar. Me he preocupado un poco de estudiarlo y no he llegado a nada seguro. Como tantas veces os digo, faltaban unos cuantos siglos para que apareciera el naturalista Carl von Linneo, que acertadamente enseñó a clasificar las plantas. En la Biblia aparece cinco veces, las cinco en textos evangélicos. Tengo entendido que en el Talmud es mencionado una vez. No hay, pues, seguridad de qué vegetal se trata. Creen más bien los autores que es una palabra genérica, como lo pueda ser hierbajo, o yuyo.

7.- Vuelvo a los contenidos de los textos litúrgicos. Una minúscula Fe plantada en un corazón sincero y honrado, puede hacer prodigios, dice el Señor. Santos desprovistos de títulos universitarios, se han distinguido por su saber discernir, acompañar, aconsejar, a reyes y letrados, pienso ahora en el Cura de Ars, o en Pio de Pietrelcina, pero han sido muchos más. La Fe es como el filamento de una antigua bombilla, o el Led de una actual. Su envoltorio puede ser grande o pequeño. Pero la misión de la lámpara, la del hilo de wolframio o el diodo luminiscente, es iluminar. Cuando vosotros, mis queridos jóvenes lectores, o yo mismo, nos desvivimos por hacer el bien a cualquier hombre, no hacemos otra cosa que cumplir con lo que habíamos sido diseñados, con ser fieles al proyecto de Dios, al don recibido.

Si guardar una linterna bien guardada es una insensatez, ser cristiano despreocupado del bien de los demás, un disparate.

Pedrojosé Ynaraja

Ordenando el armario de nuestra fe

Cuando un día nos decidimos y nos ponemos a ordenar armarios y estanterías, muchas veces aparecen objetos, papeles, recuerdos, prendas… que no recordábamos que los teníamos. En su día los dejamos allí, seguramente con la intención de utilizarlos más adelante, pero entre el ajetreo de la vida diaria y que otras cosas, objetos y prendas se fueron acumulando en ese lugar, se nos había olvidado completamente que los teníamos. Y al encontrarlos, nos solemos llevar una alegría.

También en lo referente a la fe nos ocurre algo parecido. A lo largo de nuestra vida de fe hemos ido recibiendo y adquiriendo conocimientos, experiencias, vivencias, recuerdos… que vamos depositando en los “armarios y estanterías” de nuestra memoria. Al principio estos conocimientos y experiencias suelen permanecer “frescos” y los recordamos, pero el paso del tiempo y las circunstancias de la vida provocan que vayan como apagándose, que nos vayan quedando lejanos y, a veces, se nos olvidan por completo.

Y precisamente esas circunstancias de la vida, propia o ajena, cuando son negativas, provocan en nosotros que surjan preguntas como las que hemos escuchado en la 1ª lectura: ¿Hasta cuándo clamaré, Señor, sin que me escuches? ¿Te gritaré sin que me salves? ¿Por qué me haces ver desgracias, violencias, catástrofes?

Como creyentes, sabemos que Dios “está”, pero en esos momentos no encontramos signos de su presencia y, como se nos han olvidado esos conocimientos, experiencias y vivencias de fe que hemos tenido, no encontramos respuesta para estas preguntas, que parece que caen en el vacío.

Y escuchamos también que el justo vivirá por su fe; pero como en esos momentos nos parece que nuestra fe ha desaparecido o no nos sirve, pedimos al Señor, como los Apóstoles en el Evangelio: Auméntanos la fe. Deseamos y esperamos que Él nos dé eso que ahora tanto necesitamos.

Pero Él nos responde: Si tuvierais fe como un granito de mostaza… El Señor no está refiriéndose al “tamaño” o “cantidad” de fe que “deberíamos” tener a estas alturas; sus palabras, precisamente en esos momentos de dificultad, de oscuridad, de preguntas sin respuesta… son una invitación a pararnos y revisar los “armarios y estantes” de nuestra memoria, porque seguro que nos llevaremos la alegría de encontrar esa fe que pedimos y que ya tenemos, aunque sea como un granito de mostaza.

De ahí las palabras de san Pablo a Timoteo en la 2ª lectura: Aviva el fuego de la gracia de Dios que recibiste. Es una llamada a buscarnos un tiempo para ordenar los “armarios y estanterías” de nuestra memoria, para encontrar esa experiencia de fe que se nos ha olvidado que teníamos. Y ¿cómo “ordenar” nuestras experiencias, vivencias y conocimientos de la fe? Decía san Pablo a Timoteo:

Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio. ¿Qué es lo que me acobarda en mi vida? Saquémoslo a la luz, démosle nombre, identifiquémoslo y pongámoslo delante de Dios para que su Espíritu nos enseñe a verlo y juzgarlo en su justa medida.

No tengas miedo de dar la cara por nuestro Señor. ¿Me da miedo decir que soy cristiano, oculto mi fe? ¿A qué se debe? ¿Quizá porque no sé dar razón de mi fe y mi esperanza? Ésta puede ser una llamada a iniciar mi formación cristiana, o a cuidarla y mejorarla si ya formo parte de un Equipo de Vida.

Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según las fuerzas que Dios te dé. Quizá por no “utilizar” la fe, por no llevarla a la vida, por no haber asumido algún compromiso en la comunidad parroquial, mi fe ha ido quedando apagada y relegada y me parece que “no me sirve”. Es otra llamada a preguntarnos seriamente cómo participar, según nuestras fuerzas, en alguna de las iniciativas pastorales que se llevan a cabo en la comunidad parroquial. 

¿Me detengo en alguna ocasión a “ordenar el armario” de la fe para recordar los conocimientos, vivencias y experiencias de fe que he ido adquiriendo en mi vida? ¿Qué experimento al hacerlo? ¿La fe me ayuda a responder a esas preguntas que surgen en los momentos difíciles?

No pidamos ni busquemos por fuera lo que ya tenemos en nuestro interior: aprovechemos las oportunidades y medios que desde la parroquia se nos ofrecen para avivar nuestra fe de modo que, aunque nos parezca que es como un granito de mostaza, pueda iluminar toda nuestra vida.

Dios nunca nos dejará

1.- Entiendo perfectamente la frase de los apóstoles. “Auméntanos la fe” porque la fe a veces flojea y a veces desaparece sin saber cómo, quedando sólo la costumbre y la inercia surgida del grupo, de hacer las cosas como nuestro entorno. La fe –yo lo sé— es un don de Dios y sin esa gracia del Señor la fe no llega. Hay muchos ejemplos en la historia del cristianismo siendo los más relevantes por espectaculares los casos de San Pablo y San Agustín. Pero es verdad, por otro lado, que ya siendo personas de fe, se tiene la impresión, muchas veces, de que a veces la fe es la tenue chispa de una antigua llama que apenas podrá aguantar con un leve golpe de viento.

2.- Jesús los responde de una manera magistral. Conoce la fe de sus discípulos y, prácticamente, les dice que su fe es casi inexistente y que si la fe, con toda la intensidad que Dios puede dar, estuviera en sus corazones harían verdaderas maravillas… casi, casi, podrían imitar el amor y el poder de Dios. Y a veces pedimos que aumente algo en nosotros, cuando, verdaderamente, no lo tenemos. O queremos decir que queremos mejorar, cuando, en realidad, ni siquiera nos hemos puesto en el camino del cambio y de la reforma de nuestras vidas.

3.- Una ventaja de no tener fe y luego tenerla es que se sabe de manera clara que ya se tiene fe en contraste y comparación de los momentos en que no se tenía. No. Esto no es un trabalenguas. Significa que aquel que ha vivido sin fe y Dios se la ha dado, sabe que la tiene por comparación con la época anterior. Y no es poco. Tal vez, los conversos tengan alguna ventaja con los convertidos de toda la vida. Pero, en fin.

4.- Pero no es ocioso –y creo que conveniente— examinarnos de fe cada cierto tiempo. No se trata de ponerse un día a meditar si se tiene la fe del famoso carbonero. Y, por cierto –esto ya lo he escrito otra vez— ¿quién sería ese afortunadísimo carbonero con una fe a prueba de todo avatar? La rutina puede desdibujar nuestra fe y la conveniencia personal tiende a enfriarla. ¿Y cómo podríamos luchar contra todo estos efectos? Pues, creo que hay una pregunta muy sencilla y que está incluida en lo fundamental de nuestra fe: ¿amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a mí mismo? Y es que compartir a Dios con los ídolos materiales y situarnos nosotros mismos como figura predilecta –y casi única— de nuestros desvelos e intereses es una declaración clara de que ni tenemos fe, ni la deseamos. Y hay otra cuestión si creemos en un Dios lejano, poderoso, árbitro mudo de un universo imposible también esteremos con fe. El Dios que nos comunicó Cristo es el Dios del amor y si prescindimos del amor como combustible fundamental de nuestras vidas no podremos presumir de fe.

4.- De todas formas, tampoco es cuestión de angustiarse si nuestra alma está llena de dudas. Todo el mundo tiene dudas y estas van y vienen como las ráfagas de viento en un día tormentoso. Dios va a acompañarnos en nuestras dudas y si nuestro talante es humilde, lo más alejado que sea posible de la soberbia, vendrá en nuestra ayuda en cualquier momento. Lo que no podemos es intentar hacer un ejercicio de crecimiento de nuestra fe solo con nuestras fuerzas o por la influencia de un ambiente chato y repetitivo, que no ayuda y entenebrece las dudas. Lo de la fe del carbonero, que decía al principio, puede ser imagen de una fe una meditada y construida con la inteligencia y el corazón, porque la tentación de no pensar y creer en lo más conveniente está mucho más extendida de lo que creemos. La fe, en definitiva, es la base de nuestra relación con Dios y esa es una relación directa y bilateral, que siempre tiende a tener en cuenta a los hermanos. Es directa y bilateral –bilateralidad constituida por cada uno de nosotros y Dios— pero no está encerrada en ningún compartimento estanco. No vive en un castillo de marfil, ni en un agujero de desesperación.

5.- Es urgente velar nuestras armas de fe y tenerlas dispuestas para la lucha, porque vivimos un ambiente de ausencia de fe en Dios que tenderá a deshumanizar al mundo.El fenómeno de la increencia, de ignorar a Dios de manera total y sustituirle por cualquier idolatría, va creciendo muy deprisa, mucho. Ya no se niega ardorosamente a Dios como hacían los ateos antiguos que, en el fondo, demostraban con su pasión estar muy enfadados con Dios, aunque quisieran sacarle de sus vidas, Ahora se le ignora y creo –yo creo en eso— que a pesar de los vientos interiores de fe que reciben en sus corazones, estos viven más cerca de otras cosas y, desgraciadamente, no necesitan más que la satisfacción que produce la rutina de una vida sin complicaciones. Y hemos de esforzarnos por transmitir nuestra fe para que el mundo no sucumba a una realidad de egoísmo y desamor.

Y, en fin, que la humildad nos llevará a vivir en atención permanente para que nuestra inteligencia y nuestro corazón sepan aceptar vaivenes, bajadas y subidas en nuestra fe sabiendo que Dios nunca nos dejará. Buen domingo para luchar un poquito más para nuestra fe.

Ángel Gómez Escorial