1.- Una serie de errores, que en todos los órdenes existen con frecuencia, me llevaron a redactar, mis queridos jóvenes lectores, un mensaje que no correspondía a la misa de este domingo, de manera que a última hora me pongo a enviaros, de prisa y corriendo una breve homilía, ya que el contenido de la primera y tercera lectura, el núcleo más simple, lo considero muy importante y actual.
Se resumiría tal vez el contenido, en lo que pide San Pablo a los colosenses: que la paz de Cristo presida vuestros corazones, pues a ella habéis sido llamados formando un solo Cuerpo. Y sed agradecidos.” (3,15) no por quedar bien, ni por caer simpáticos.
2.- Agradecer a Dios sus dones y al prójimo sus bondades es una exigencia cristiana. Al asirio le parecía una humillación ser fiel a la recomendación del profeta, pero su siervo le hizo ver que debía cumplir sin rechistar. Y le hizo caso. Y quedó agradecido al Dios de Israel de tal manera que para no olvidar el favor se llevó tierra del territorio del profeta, para ser agradecido a quien le había curado.
3.- Agradecer supone generosidad y humildad. Son las cualidades que el leproso extranjero tiene y demuestra. Dad las gracias y sentíos agradecidos, os ganaréis el favor de Dios y del que os ha favorecido, mis queridos jóvenes lectores. Tanto si podéis hacerlo de inmediato, como si pasa tiempo. me pongo como ejemplo y no quiero que lo consideréis chulería, hace un par de meses diseñe y encargue un “trofeo” para entregarlo a un ahora abuelo, pero que cuando tenía trece años, nos dio una lección de generosidad y valentía, salvando de ahogarse un compañero, tirándose al río. Me dio a mí también una enseñanza, cuando me enteré de su arriesgado y bondadoso gesto. Han pasado más de 60 años pero he querido que supiera que le estoy agradecido, aprendí altruismo de él.
El territorio de la primera lectura ocurrió muy cerca del Mar Muerto, el segundo episodio, el del evangelio, se le recuerda en una población de Palestina llamada Jenín.
Pedrojosé Ynaraja