Vísperas – San Ignacio de Antioquía

VÍSPERAS

JUEVES XXVIII TIEMPO ORDINARIO

SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, obispo y mártir

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Palabra del Señor ya rubricada
es la vida del mártir ofrecida
como una prueba fiel de la espada
no puede ya truncar la fe vivida.

Fuente de fe y de luz es su memoria,
coraje para el justo en la batalla
del bien, de la verdad, siempre victoria
que, en vida y muerte, el justo en Cristo halla.

Martirio es el dolor de cada día,
si en Cristo y con amor es aceptado,
fuego lento de amor que, en la alegría
de servir al Señor, es consumado.

Concédenos, oh Padre, sin medida,
y tú, Señor Jesús crucificado,
el fuego del Espíritu de vida
para vivir el don que nos ha dado. Amén.

SALMO 143: ORACIÓN POR LA VICTORIA Y LA PAZ

Ant. Tú eres, Señor, mi bienhechor, mi refugio donde me pongo a salvo.

Bendito el Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea;

mi bienchechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y mi refugio,
que me somete los pueblos.

Señor, ¿qué es el hombre para que te fijes en él?;
¿qué los hijos de Adán para que pienses en ellos?
El hombre es igual que un soplo;
sus días, una sombra que pasa.

Señor, inclina tu cielo y desciende;
toca los montes, y echarán humo;
fulmina el rayo y dispérsalos;
dispara tus saetas y desbarátalos.

Extiende la mano desde arriba:
defiéndeme, líbrame de las aguas caudalosas,
de la mano de los extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Tú eres, Señor, mi bienhechor, mi refugio donde me pongo a salvo.

SALMO 143

Ant. Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.

Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo.

Defiéndeme de la espada cruel,
sálvame de las manos de extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.

Sean nuestros hijos un plantío,
crecidos desde su adolescencia;
nuestras hijas sean columnas talladas,
estructura de un templo.

Que nuestros silos estén repletos
de frutos de toda especie;
que nuestros rebaños a millares
se multipliquen en las praderas,
y nuestros bueyes vengan cargados;
que no haya brechas ni aberturas,
ni alarma en nuestras plazas.

Dichoso el pueblo que esto tiene,
dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: EL JUICIO DE DIOS

Ant. Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.

LECTURA: 1P 4, 13-14

Queridos hermanos, estad alegres cuando compartís los padecimientos de Cristo, para que, cuando se manifieste su gloria, reboséis de gozo. Si os ultrajan por el nombre de Cristo, dichosos vosotros, porque el Espíritu de la gloria, el Espíritu de Dios, reposa sobre vosotros.

RESPONSORIO BREVE

R/ Oh Dios, nos pusiste a prueba, pero nos has dado respiro.
V/ Oh Dios, nos pusiste a prueba, pero nos has dado respiro.

R/ Nos refinaste como refinan la plata.
V/ Pero nos has dado un respiro.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Oh Dios, nos pusiste a prueba, pero nos has dado respiro.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Lo que deseo es el pan de Dios, que es la carne de Jesucristo, de la descendencia de David, y la bebida de su sangre, que es la caridad incorruptible.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Lo que deseo es el pan de Dios, que es la carne de Jesucristo, de la descendencia de David, y la bebida de su sangre, que es la caridad incorruptible.

PRECES

A la misma hora en que el Rey de los mártires ofreció su vida, en la última cena, y la entregó en la cruz, démosle gracias diciendo:

Te glorificamos, Señor.

Porque nos amaste hasta el extremo, Salvador nuestro, principio y origen de todo martirio:
Te glorificamos, Señor

Porque no cesas de llamar a los pecadores arrepentidos para los premios de tu Reino:
Te glorificamos, Señor

Porque hoy hemos ofrecido la sangre de la alianza nueva y eterna, derramada para el perdón de los pecados:
Te glorificamos, Señor

Porque, con tu gracia, nos has dado perseverancia en la fe durante el día que ahora termina:
Te glorificamos, Señor

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Porque has asociado a tu muerte a nuestros hermanos difuntos:
Te glorificamos, Señor

Todos juntos, en familia, repitamos las palabras que nos enseñó Jesús y oremos al Padre, diciendo:
Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso y eterno, tú que has querido que el testimonio de tus mártires glorificara a toda la Iglesia, cuerpo de Cristo; concédenos que, así como el martirio que ahora conmemoramos fue para San Ignacio de Antioquía causa de gloria eterna, nos merezca también a nosotros tu protección constante. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

Anuncio publicitario

Lectio Divina – 17 de octubre

Tiempo Ordinario

1) Oración inicial

Te pedimos, Señor, que tu gracia continuamente nos preceda y acompañe, de manera que estemos dispuestos a obrar siempre el bien. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del Evangelio según Lucas 11,47-54
«¡Ay de vosotros, porque edificáis los sepulcros de los profetas que vuestros padres mataron! Por tanto, sois testigos y estáis de acuerdo con las obras de vuestros padres; porque ellos los mataron y vosotros erigís monumentos.
«Por eso dijo la Sabiduría de Dios: Les enviaré profetas y apóstoles; a algunos los matarán y perseguirán, para que se pidan a esta generación cuentas de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, el que pereció entre el altar y el Santuario. Sí, os aseguro que se pedirán cuentas a esta generación. «¡Ay de vosotros, los legistas, que os habéis llevado la llave de la ciencia! No entrasteis vosotros, y a los que están entrando se lo habéis impedido.»
Y cuando salió de allí, comenzaron los escribas y fariseos a acosarle implacablemente y hacerle hablar de muchas cosas, buscando, con insidias, cazar alguna palabra de su boca.

3) Reflexión

• De nuevo, por enésima vez, el evangelio de hoy habla del conflicto entre Jesús y las autoridades religiosa de la época.
• Lucas 11,47-48: «¡Ay de vosotros, porque edificáis los sepulcros de los profetas que vuestros padres mataron! Por tanto, sois testigos y estáis de acuerdo con las obras de vuestros padres; porque ellos los mataron y vosotros erigís monumentos”. Mateo dice que se trata de escribas y de fariseos (Mt 23,19). La lógica de Jesús es clara. Si los padres mataron a los profetas y los hijos construyen los túmulos, es porque los hijos aprueban los crímenes cometidos por los padres. Además de esto, todo el mundo sabe que el profeta muerto, no incomoda. De este modo, los hijos se vuelven testigos y cómplices del mismo crimen (cf. Mt 23,29-32).
• Lucas 11,49-51: Pedir cuenta de la sangre derramada desde la creación del mundo. “Por eso dijo la Sabiduría de Dios: Les enviaré profetas y apóstoles; a algunos los matarán y perseguirán, para que se pidan a esta generación cuentas de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, el que pereció entre el altar y el Santuario. Sí, os aseguro que se pedirán cuentas a esta generación”. Comparado con el evangelio de Mateo, Lucas acostumbra ofrecer una versión abreviada del texto de Mateo. Pero aquí aumenta la observación: “derramado desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel”. Hizo lo mismo con la genealogía de Jesús. Mateo, que escribía para los judíos convertidos, empieza con Abrahán (Mt 1,1.2.17), mientras que Lucas va hasta Adán (Lc 3,38). Lucas universaliza e incluye a los paganos, pues escribe su evangelio para los paganos convertidos. La información sobre el asesinato de Zacarías en el Templo la da el libro de las Crónicas: “Entonces el espíritu de Dios revistió a Zacarías, hijo del sacerdote Joyadá, que, presentándose delante del pueblo, les dijo: ‘Así dice Dios: ¿Por qué traspasáis los mandamientos de Yahvé? No tendréis éxito, porque habéis abandonado a Yahvé, él os abandonará a vosotros.’ Mas ellos conspiraron contra él y, por mandato del rey lo apedrearon en el atrio de la casa de Yahvé”. (2Cr 24,20-21). Jesús conocía la historia de su pueblo hasta en las minucias. Sabe que va a ser el siguiente en la lista de Abel, hasta Zacarías. Hasta hoy la lista sigue abierta. Mucha gente ha muerto por causa de la justicia y de la verdad.
• Lucas 11,52: “Ay de vosotros, los legistas, que os habéis llevado la llave de la ciencia! No entrasteis vosotros, y a los que están entrando se lo habéis impedido.”. ¿Cierran el Reino? ¿Y cómo lo hacen? Piensan tener el monopolio de la ciencia respecto de Dios y de la ley de Dios e imponen su manera de ver a los demás, sin dejar margen a otra idea, a una idea diferente. Presentan a Dios como a un juez severo y en nombre de Dios imponen leyes y normas que no tienen nada que ver con los mandamientos de Dios, falsifican la imagen del Reino y matan en los demás el deseo de servir a Dios y al Reino. Una comunidad que se organiza alrededor de este falso dios “no entra en el Reino”, ni tampoco es expresión del Reino, e impide que sus miembros entren en el Reino Es importante notar la diferencia entre Mateo y Lucas. Mateo habla de entrada en el Reino de los cielos y redacta en la forma verbal del presente: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos! Vosotros ciertamente no entráis; y a los que están entrando no les dejáis entrar” (Mt 23,13). La expresión entrar en el Reino de los Cielos puede significar entrar en el cielo después de la muerte, pero es más probable que se trate de entrada en la comunidad alrededor de Jesús y en las comunidades de los primeros cristianos. Lucas habla de llave de la ciencia y la frase está redactada con el verbo en pasado. Lucas simplemente constata que la pretensión de los escribas de poseer la llave de la ciencia respecto de Dios y de la ley de Dios les impide reconocer a Jesús como Mesías e impide al pueblo judío el hecho de reconocer a Jesús como Mesías: Os habéis llevado la llave de la ciencia! No entrasteis vosotros, y a los que están entrando se lo habéis impedido.
• Lucas 11,53-54: Reacción en contra de Jesús. La reacción de las autoridades religiosas contra Jesús fue inmediata. “Y cuando salió de allí, comenzaron los escribas y fariseos a acosarle implacablemente y hacerle hablar de muchas cosas, buscando, con insidias, cazar alguna palabra de su boca. Al considerarse los únicos y verdaderos intérpretes de la ley de Dios, tratan de provocar a Jesús alrededor de la interpretación de la Biblia para poder cazar con insidias algunas palabras de su boca. Así continúa y crece la oposición contra Jesús y crece el deseo de eliminarlo (Lc 6,11; 11,53-54; 19,48; 20,19-20; 22,2).

4) Para la reflexión personal

• Muchas personas que querían entrar fueron impedidos o dejaron de creer por causa de las actitudes anti-evangélicas de sacerdotes. ¿Tienes experiencias de este tipo?
• Los escribas comenzaron a criticar a Jesús que pensaba y actuaba de forma distinta. No es difícil encontrar motivos para criticar a quien piensa de forma distinta a mí. ¿Tienes experiencias de este tipo de cosas?

5) Oración final

Yahvé ha dado a conocer su salvación,
ha revelado su justicia a las naciones;
se ha acordado de su amor y su lealtad
para con la casa de Israel. (Sal 98,2-3)

La afabilidad, virtud para la convivencia (Afabilidad)

En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre (Lc 1, 44) […]. El sobresalto de alegría que sintió Isabel, subraya el don que puede encerrarse en un simple saludo cuando parte de un corazón lleno de Dios. ¡Cuántas veces las tinieblas de la soledad, que oprimen a un alma, pueden ser desgarradas por el rayo luminoso de una sonrisa o de una palabra amable! (Juan Pablo II, Hom. Roma, 11-II-1981).

El espíritu de dulzura es el verdadero espíritu de Dios […] Puede hacerse comprender la verdad y amonestar siempre que se haga con dulzura. Hay que sentir indignación contra el mal y estar resuelto a no transigir con él; sin embargo, hay que convivir dulcemente con el prójimo. (San Francisco de Sales, Epistolario, fragm. 110, en Obras Completas, BAC, Madrid 1954, p. 744).

A sí que, hermanas, todo lo que pudiéremos sin ofensa de Dios procurad ser afables y entender con todas las personas que os trataren, de manera que amen vuestra conversación y deseen vuestra manera de vivir y tratar, y no se atemoricen y amedrenten de la virtud. A la religiosa importa mucho esto: mientras más santas, más convertibles con sus hermanas, que aunque sintáis mucha pena si no van sus pláticas todas como vos las querríades hablar, nunca os extrañéis bellas y así aprovecharéis y seréis amadas, porque mucho hemos de procurar ser afables y agradar y contentar a las personas que tratamos (Santa Teresa, C. de perfección, 41, 7).

De estas virtudes de convivencia es necesario tener gran previsión y muy a mano, pues se han de estar usando casi de continuo (San Francisco de Sales, Introd. a la vida devota, 3, 1).

Del mismo modo que no es posible vivir en sociedad sin la verdad, es necesaria en la vida social la afabilidad, porque, como dice Aristóteles, «nadie puede aguantar un solo día de trato con un triste o con una persona desagradable». Por consiguiente, cada hombre está obligado, por un cierto deber natural de honestidad, a ser afable con quienes le rodean, salvo el caso de que sea útil entristecer a alguno de ellos (Santo Tomás, Suma Teológica, 22, q 144, a. 2).

Comentario del 17 de octubre

Jesús prolonga su crítica a la conducta de los fariseos que, después de haber sido testigos de lo que sus padres habían hecho con los profetas, ahora les edifican mausoleos, como si quisieran rendir honor a los que en otro tiempo habían sido perseguidos y asesinados por sus padres. Pero Jesús interpreta que dando sepultura a tales profetas estarían aprobando el asesinato perpetrado por sus padres contra ellos: sus padres les habrían matado y ellos se habrían limitado a darles sepultura sin desaprobar la conducta homicida de sus antepasados. Sin embargo, edificarles un mausoleo no era darles sepultura, sino mantener o recuperar la memoria de estos ilustres mensajeros de Dios que habían sido desoídos en su momento histórico. Quería ser, por tanto, una señal de reconocimiento.

Pero Jesús descubre en este acto de enaltecimiento del profeta por parte de los fariseos de su tiempo una muestra más de esa hipocresía que les caracteriza. Aparentan dar gloria a los profetas caídos, haciendo memoria de ellos y edificándoles mausoleos, sin renegar de la conducta ni de la mentalidad de sus padres, que eran quienes les habían dado muerte. Ello explica que los nuevos profetas, profetas como Juan Bautista y el mismo Jesús, que se sitúa en el surco de esta tradición, sigan siendo desestimados y perseguidos a semejanza de los antiguos. Seguía cumpliéndose la sabiduría de Dios cuando dice: «Les enviaré profetas y apóstoles: a algunos los perseguirán y matarán»; y así a esta generación se le pedirá cuentas de la sangre de los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario».

Luego a esta generación, que le es contemporánea y que edifica mausoleos a los profetas asesinados por anteriores generaciones, también se le pedirá cuentas de la sangre derramada de tales profetas, no sólo por ser hijos complacientes de aquellos asesinos, cuya acción no fue nunca desaprobada por estos, sino por continuar aquella tradición de oposición y resistencia institucional a los enviados de Dios, entre los cuales se cuenta el mismo Jesús. Y es que son ellos los que, con su juridicismo, se han adueñado de la llave del saber, pero ni han entrado ellos en este espacio de sabiduría, ni han

Éste es su gran pecado, y Jesús se lo echa en cara aumentando la tensión existente entre ellos. De tal manera se habían adueñado letrados y fariseos de la potestad magisterial sobre el pueblo de Israel que no admitían que nadie viniese con una doctrina distinta a darles lecciones, aunque lo hiciera como enviado de Dios. En semejante contexto no debe extrañar que entrasen en conflicto con cualquiera que se presentase con la indumentaria del profeta portador de un mensaje divino.

Tras estas imprecaciones (¡Ay de vosotros…!) difíciles de encajar, aquellos letrados y fariseos–nos dice el evangelista- empezaron a acosarlo y a tirarle de la lengua –de la misma manera que habían hecho sus padres con los antiguos profetas- con muchas preguntas capciosas, para cogerlo con sus propias palabras.

El propósito de tales preguntas era tener materia para acusarlo ante un tribunal capaz de dictar sentencia de muerte. Como Jesús predice, acabarán colmando la medida de sus padres al dar muerte no sólo al último enviado de Dios, sino al mismo Hijo. De este modo colmaban la medida de sus padres y se hacían reos de aquella sangre profética que recapitulaba Jesús como cabeza de linaje y víctima del definitivo sacrificio. Para esta mentalidad farisaica no había, ni hay, más antídoto que la humildad. Sólo desde la humildad podían ceder la llave del saber a este nuevo Maestro que venía de parte de Dios como Hijo encarnado y Ungido del Espíritu.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en 
Teología Patrística

Comentario del 21 de octubre

El tema de las riquezas es recurrente en la predicación de Jesús, quizá porque sabe que atraen demasiado nuestro corazón y facilitan el despertar de la codicia que tanto deteriora las relaciones humanas e impide la implantación del reino de Dios que tiene su fundamento en el amor. Porque ¿qué es lo que hace que dos hermanos disputen sobre la herencia? Seguramente que su aprecio excesivo por la misma, un aprecio que colocan por encima de la buena sintonía familiar y de la conservación de los afectos más naturales y espontáneos. Pero semejante aprecio de bienes materiales es desordenado; no respeta el orden de las prioridades. Y este deseo desordenado es lo que llamamos codicia.

En cierta ocasión, nos dice el evangelio, se le acercó uno del público a Jesús, pidiéndole que interviniera como juez en una disputa entre herederos: Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.

Confía en la autoridad moral de Jesús y pide su respaldo en un asunto que cree justo, pues no reclama más que una equitativa distribución: la parte que le corresponde de la herencia. En su respuesta, Jesús parece querer mantenerse al margen de esta disputa: Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros? Y, sin embargo, sí se cree con autoridad para dar una palabra juiciosa sobre el asunto o una palabra de advertencia tanto para el hermano que no parece querer repartir como para el que reclama en justicia su parte.

Ambos están en peligro de dejarse subyugar por el deseo excesivo que la posesión de tales bienes despierta, olvidando que la vida no depende de los bienes. Por eso, guardaos –les dice- de toda clase de codiciaPues aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.

Es una insensatez que la codicia de ciertas posesiones materiales nos lleve a romper o a destruir cosas infinitamente más valiosas, como el amor, la amistad, la buena relación familiar, etc. Perder a un hermano es una pérdida mucho mayor que perder una casa, una mesa de caoba o una buena suma de dinero. Quizá tras esas disputas de herencia no haya sólo codicia de bienes materiales, sino algo más íntimo y personal, un deseo de ser reconocido como verdadero hijo o como digno heredero, es decir, un deseo no confesado de reconocimiento en la propia dignidad, como si no heredar significase haber sido degradado de la condición filial aneja a la herencia.

En cualquier caso, Jesús pone de manifiesto este dato: la vida de que disponemos no depende de nuestros bienes. Por eso les propone a continuación esa parábola en que se narran los cálculos de un hombre rico tras haber tenido una gran cosecha y encontrarse en posesión de muchos bienes: puesto que no tiene graneros suficientemente grandes para almacenar toda la cosecha, ha decidido construir otros graneros más grandes; entonces, tendrá bienes acumulados para muchos años y, en consecuencia, podrá darse a la buena vida. Pero en sus cálculos le falla algo esencial: que, siendo dueño de los bienes acumulados, no lo es sin embargo de los años en los que podría disfrutar de tales bienes. Ni siquiera tiene la seguridad de poder mantener tales bienes intactos en sus graneros; pues no dejan de ser bienes perecederos, o robables, o destruibles, o dispensables, o despreciables, es decir, que están expuestos a todo tipo de despojos o de pérdidas.

Y lo que es más importante: ¿Quién puede garantizarse los años de disfrute por muy grandes que sean sus posesiones? Por eso el calificativo de necio que recae sobre este rico calculador es muy acertado. El que es dueño absoluto de su vida le podrá decir: Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será? No ciertamente de ese rico necio que pretendía darse la buena vida a costa de los bienes acumulados. Podrá ser de sus herederos, pero no de él, tal como pretendía. Y es que, se impone la sentencia, la vida no depende en último término de los bienes poseídos, aunque determinados bienes (alimentarios, respirables, bebibles, etc.) sean necesarios para la vida.

Y concluye el pasaje evangélico: Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios. Más importante que amasar riquezas para sí es ser rico ante Dios. Y se es rico ante Dios cuando se es rico en generosidad, en laboriosidad, en fraternidad, en solidaridad, en sensibilidad, en servicialidad, en fe, en caridad…, esto es, cuando se es rico en valores que enriquecen realmente, que dan valor a la persona que los detenta. Por este camino puede que no amasemos riquezas en la tierra, pero estaremos atesorando tesoros en el cielo. Esos son los tesoros que nos hacen ricos ante Dios, y en cuanto ricos en tales virtudes, dignos de estima y aprecio por Él y por todos los que con Él sintonizan.

 

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

154. La amistad con Jesús es inquebrantable. Él nunca se va, aunque a veces parece que hace silencio. Cuando lo necesitamos se deja encontrar por nosotros (cf. Jr 29,14) y está a nuestro lado por donde vayamos (cf. Jos 1,9). Porque Él jamás rompe una alianza. A nosotros nos pide que no lo abandonemos: «Permanezcan unidos a mí» (Jn 15,4). Pero si nos alejamos, «Él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo» (2 Tm 2,13).

Orar y colaborar con Dios

1.- Es necesario pedir con confianza. Si el domingo pasado Jesús nos recordaba que tenemos que dar gracias en nuestra oración por los dones que Dios nos regala, hoy nos recuerda que también es bueno pedir. La verdad es que no hace falta que nos recuerde que pidamos, pues es lo que hacemos habitualmente, más difícil nos resulta dar gracias. Sin embargo, también es bueno pedir, por eso Jesús cuenta la parábola del juez inicuo para explicar cómo tenemos que orar siempre sin desanimarnos. Al pedir reconocemos nuestra limitación y ponemos nuestra confianza en Dios. Como dice San Agustín «la fe es la fuente de la oración, no puede fluir el río cuando se seca el manantial del agua». Es decir, quien pide es porque cree y confía. Pero, al mismo tiempo la oración alimenta nuestra fe, por eso le pedimos a Dios que «ayude nuestra incredulidad».

2.- Pedir y colaborar para conseguir lo que se pide. Ocurre que frecuentemente no sabemos pedir y nos decepcionamos si Dios no nos concede lo que pedimos. No puede ser que Dios conceda a todos acertar el número de la lotería y es imposible que conceda a la vez la victoria a dos aficionados de dos equipos distintos que se enfrentan entre sí. Dios no es un talismán, o un mago que nos soluciona los problemas. Cuando pedimos algo nos implicamos en eso que pedimos y nos comprometemos con lo que suplicamos. Por ejemplo, si pedimos por la paz nos estamos comprometiendo nosotros mismos en ser pacíficos y constructores de paz. Lo otro es pedir a Dios que nos saque las castañas del fuego sin mover nosotros un solo dedo. Jesús nos anima a perseverar en la oración con insistencia, pues entonces estamos demostrando nuestra total confianza en Dios. Pero no pidamos imposibles, no podemos obligar a Dios a alterar el ritmo de la naturaleza. Pidamos mejor que sepamos aceptar nuestras limitaciones y sobre todo sabiduría para asumir lo que no podemos cambiar. Cuando llega el dolor o la enfermedad tan importante es pedir la curación como aceptación y confianza serena ante la enfermedad.

3. – Pedir en comunidad por las necesidades de los hermanos. No cabe duda de que la oración en común tiene más sentido y me atrevería a decir que más fuerza. En el momento de las preces de la Eucaristía alguien lee o presenta la petición y todos nos unimos a él/ella diciendo «¡Te rogamos óyenos!». Hemos de pedir no sólo por nosotros o por los nuestros, sino también por todos los que lo necesitan. No olvidemos que somos el cuerpo de Cristo y cuando un miembro sufre, todo el cuerpo sufre. A veces las peticiones que hacemos en la Eucaristía resultan demasiado formalistas o rutinarias. Deberíamos dejar campo a la espontaneidad y dar oportunidad para que el que quiera exprese su necesidad para unirnos en su oración. Es verdad que Dios conoce lo que necesitamos antes de que se lo pidamos, también un padre sabe lo que necesita su hijo, pero le gusta que se lo diga, pues es señal de confianza en él. Dios te dice cada día: «si me pides soy don para ti, si me necesitas, te digo: estoy aquí, dentro de ti».

4.- ¿Cómo orar? Hay 5 detalles que hemos de tener en cuenta al ponernos en oración: buscar el lugar adecuado, hacer silencio, hablar con Dios, escucharle y darle gracias. En la era del teléfono móvil o celular voy a mostrar ocho reglas para hablar con Dios:

*1.- Marca el prefijo correcto, no a lo loco.

*2.- Una conversación telefónica con Dios no es un monólogo. No hables sin parar, escucha al que te habla desde el otro lado.

*3.- Si la conversación se interrumpe, comprueba si has sido tú el causante del «corte».

*4.- No adoptes la costumbre de llamar sólo en casos de urgencia. Eso no es trato de amigos.

*5.- No seas tacaño. No llames sólo a horas de «tarifa reducida»; es decir, cuando toca o en fines de semana. Una llamada breve en cualquier momento del día sería ideal.

*6.- Las llamadas son gratuitas y no pagan impuestos.

*7.- No olvides decirle a Dios que te deje en el contestador todos los mensajes que quiera o cuando quiera.

*8.- Toma nota de las indicaciones que Él te diga para que no las eches en olvido.

4.- “Bautizados y enviados”. El Domund de este año presenta el lema: “Bautizados y enviados: la Iglesia de Cristo en misión en el mundo”, propuesto por el papa Francisco para la celebración del Mes Misionero Extraordinario de octubre de 2019, a los cien años del gran documento misionero de Benedicto XV Maximum illud. El lema nos recuerda que en el bautismo hemos recibido la vida divina, y, gracias a eso, somos profetas, es decir, anunciadores del misterio de Cristo, por Él enviados. Nos situamos, pues, en el punto de partida de nuestro envío al mundo: como la Iglesia es misionera por naturaleza, así nosotros somos misioneros por nuestro bautismo. Pidamos en este día del Domund por todos los misioneros que anuncian con valentía y entusiasmo el evangelio en todo el mundo.

José María Martín OSA

Dios hará justicia a sus elegidos que le gritan

Sobre la necesidad de orar siempre sin desfallecer jamás, les dijo esta parábola: «Había en una ciudad un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. Una viuda, también de aquella ciudad, iba a decirle: Hazme justicia contra mi enemigo. Durante algún tiempo no quiso; pero luego pensó: Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, le voy a hacer justicia para que esta viuda me deje en paz y no me moleste más». Y el Señor dijo: «Considerad lo que dice el juez injusto. ¿Y no hará Dios justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche? ¿Les va a hacer esperar? Yo os digo que les hará justicia prontamente. Pero el hijo del hombre, cuando venga, ¿encontrará fe en la tierra?».

Lucas 18, 1-8

Para meditar

Muchas veces vivimos como si Dios no existe. Pero muchas otras veces sabemos que Dios existe, pero no le escuchamos. Sólo nos escuchamos a nosotros. Dios es nuestro compañero de viaje, siempre está con nosotros, nunca nos abandona. Pero, ¿le tenemos en cuenta en nuestra vida?

Cuando en el cole hay problemas entre compañeros, ¿pensamos que haría Dios? Cuando en nuestra familia hay una situación difícil, ¿se lo contamos a Dios? Cuando vemos que en el mundo hay guerra y hambre, ¿tenemos en cuenta a Dios? Escuchar a Dios y escuchas a nuestros hermanos es algo que debemos vivir todos los días.

Para hacer vida el evangelio

  • ¿Cómo rezas? Escribe de forma sencilla cómo haces oración.
  • ¿Crees que Dios te escucha? ¿Cómo escuchamos los cristianos a Dios? ¿Y cómo podemos hablar nosotros con Dios?
  • Escribe un compromiso que te ayude a escuchar y a hablar más con Dios.

Oración

No me termino de convencer, Señor,
de que Tú tienes más interés en mí
que yo mismo.
Que tienes para mí un gran proyecto,
una propuesta de felicidad completa,
un sueño de plenitud y armonía,
una tarea que cumplir para este mundo.
Tú me haces la oferta de vida abundante,
a cambio, yo sólo tengo que dejarme llevar
fi arme plenamente de tus planes,
y alimentar mi vida en relación contigo,
para no distraerme del camino
que me lleva a la felicidad completa.
Toma Tú la iniciativa
de nuestros encuentros, Señor.
Sé Tú el que provoque la oración,
el que me impulse a retirarme,
el que me hable al corazón
para gustar de Ti,
el que me enseñe a alcanzar
tu conocimiento
y el que no me deja despistarme
con frivolidades.
Sabes que soy frágil, Señor,
vuélveme fiel a Ti.

Tú me amas

No me termino de convencer, Señor,
de que Tú tienes más interés en mí que yo mismo.
Que tienes para mí un gran proyecto,
una propuesta de felicidad completa,
un sueño de plenitud y armonía,
una tarea que cumplir para este mundo.

Tú me haces la oferta de vida abundante,
a cambio, yo sólo tengo que dejarme llevar
fiarme plenamente de tus planes,
y alimentar mi vida en relación contigo,
para no distraerme del camino
que me lleva a la felicidad completa.

Tengo yo que ser más constante
en el tiempo que tenemos para los dos,
en orar con constancia cada día,
en apartarme de todo para hablarnos,
en ser fiel a nuestra relación,
para que tu amor sea el que me dinamice
el que me convenza de lo que he elegido,
el que me vuelva prudente y osado,
el que me llene de sensatez y sabiduría,
el que me vaya marcando el camino
que he de seguir cada día.

Toma Tú la iniciativa
de nuestros encuentros, Señor.
Sé Tú el que provoque la oración,
el que me impulse a retirarme,
el que me hable al corazón para gustar de Ti,
el que me enseñe a alcanzar tu conocimiento
y el que no me deja despistarme con frivolidades.
Sabes que soy frágil, Señor, vuélveme fiel a Ti.

Mari Patxi Ayerra

Notas para fijarnos en el evangelio Domingo XXIX de Tiempo Ordinario

La Iglesia de este Evangelio es una comunidad consciente de la ausencia de su Señor, cuyo regreso espera (parusía), pero no de manera inminente como sucedía en las comunidades de Pablo (1 Tes 4-5). Las expectativas en la parusía se han retrasado. Hacia los años 80, se vive con lucidez el tiempo de la Iglesia en la historia. Es el tiempo de la oración confiada. El temple de la existencia cristiana está determinado por la tenacidad en la oración.

• Jesús ya ha hablado a los discípulos de la oración perseverante durante su viaje a Jerusalén (11,1-13). Entonces ya se dijo que el motivo de la oración constante del discípulo era la petición del Reino (expresión del deseo de justicia cf. 11,30). Ahora y por medio de una parábola se nos instruye sobre los resultados de esta constancia. (Recuerda que en el camino la gente se va posicionando, se va definiendo la fe).

• La parábola pone el acento en la actitud de la “viuda” y la situación de la que parte (3). Es una persona totalmente dependiente de la misericordia de los demás y de Dios. En la necesidad, pide. Tiene conciencia de que depende, de que necesita. Y pide.

* La parábola nos presenta la insistencia como vencedora de la resistencia del juez injusto (2- 5), Dios, en cambio, desea reivindicar a los oprimidos, pero su acción será una respuesta al deseo de liberación que éstos muestren (v.7: gritan día y noche).

• Los personajes son emblemáticos. Desde la más antigua tradición legal y teológica israelita, el juez ostenta un papel casi teológico, en la medida que es instituido como protector de los desvalidos (viudas, huérfanos, pobres y extranjeros) en los diferentes códigos legales del libro de la Torah (Ex 22,22; Dt 10, 18); es un vicario, en definitiva, de la justicia de Dios. Si la justicia pervertida es capaz de escuchar y atender las demandas de un desvalido… ¡cuánto más escuchará Dios, Juez perfecto que nunca justifica el mal! El Dios «que hace justicia a los oprimidos» ofrecerá una respuesta sin demora.

* Es la justicia que nos hace justos, es decir, que nos humaniza y nos salva. El Evangelista Lucas dice muchas veces lo que “sin tardar”, hoy mismo, Dios hace entre nosotros para hacernos justos: Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un salvador: el Mesías, el Señor (Lc 2,11); Hoy se cumple esta escritura -“me ha enviado a dar la Buena Noticia a los pobres…” –que acabáis de oír (Lc 4,21); hoy ha sido la salvación de esta casa (Lc 19,9).

• La pregunta con la que concluye la parábola («Cuando venga el Hijo del Hombre ¿encontrará esa fe en la tierra?») no es tan retórica. Los creyentes ya intuyen que el tiempo de la Iglesia puede prolongarse en la Historia durante siglos. ¿Quedarían discípulos con una fe tan intensa? Así, Jesús vincula la oración a la fe (8).

* Antes ha vinculado a la fe otras cosas: la vida centrada en Dios y en los demás, especialmente en los pobres (Lc 16,19ss); la capacidad de perdonar siempre (Lc17,1-4); y el domingo pasado, la vida nueva de quien reconoce que Dios actúa en su propia vida (Lc 17,11-19). Y los discípulos se habían dado cuenta de que, si la fe es así, necesitan mucha, y la piden como don que es: Auméntanos la fe (Lc 17,5)

• La injusticia está encarnada en la institución judía (v.3: de aquella ciudad) que ha dado muerte a Jesús. Los elegidos son los doce (car. 6, 13) que deben pedir a Dios que el sistema opresor caiga lo antes posible (7). No va a tener esa fe, porque no han roto aún radicalmente con la institución judía (cfr 17, 6)… Lucas describe en Hechos 2, 46 como los creyentes de origen judío siguen apegados a la ideología e instituciones del judaísmo.

• Ahora que la Iglesia de Lucas se siente enviada a recorrer la Historia hasta la llegada del Hijo del Hombre, cuando los cristianos tomaron conciencia de que el Reino es una tarea a lo largo de los Siglos, la llamada a la oración constante y siempre escuchada recuerda que el Reino es, ante todo, don. Regalo otorgado graciosamente a quien lo pide sin desánimo.

NOTA SOBRE LA ORACIÓN

• La oración cristiana se caracteriza porque sale de una persona que no es autosuficiente, que no está por encima de los demás, que no tiene poder ni dinero. El discípulo de Jesús ora cuando pone su vida (toda su vida, en todas sus dimensiones) en manos de Dios, y lo hace confiadamente.

• La oración del discípulo de Jesús no es un hablar mucho (Mt 6,7). Es una actitud, un estilo, incluso una acción. Expresa la “fe” (8) ante Dios, no ante la gente: Cuando tu vallas a rezar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido (Mt 6,6).

• En otra enseñanza sobre la oración, Jesús ha dicho qué es lo que Dios da: vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan (Lc 11,13). Por eso el “orar siempre” (1) parte de las necesidades concretas –el pan de cada día-, pero espera la novedad, la sorpresa: hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo (Mt 6,10). En todo caso, espera confiadamente la respuesta.