¿Orar sin desfallecer o ser cansinos en la oración?

Para orientarnos desde el principio, el evangelio de este domingo empieza diciéndonos que tipo de relato vamos a escuchar, una parábola, y la intención de Jesús al narrarla: enseñarles, y enseñarnos, que hay que orar siempre, sin desfallecer.

Pero no es lo mismo orar sin desfallecer que ser cansinos en la oración pidiendo a Dios que cumpla nuestra voluntad.

No desfallecer es de orantes, de los que confían y se ponen en manos de Dios, buscando su voluntad. Dejar que la oración toque y transforme nuestra vida es distinto de pedir a Dios cosas para que nos las conceda, convencidos de que cuantas más veces lo hacemos más probabilidades tenemos de lograrlo.

Lucas, el evangelista que nos presenta a Jesús como el gran orante, se vale de dos personajes muy definidos para enseñar esta actitud a las primeras comunidades cristianas.

Un juez, persona de autoridad en el pueblo, al que describe de modo muy  significativo. En tiempos de Jesús, los ejes sobre los que se asienta el comportamiento humano son Dios y los demás, el amor, el respeto o la importancia que cada persona da a ellos la definen. Al decirnos que a este juez no le importan ni Dios ni los hombres, nos está destacando la “calaña” del juez. Una persona terrible, sin principios, al margen de toda ley y al margen de todos.

Una viuda, que en ese momento era, junto con los huérfanos, el prototipo de la persona pobre, que no tiene quien la defienda, de la que muchos otros, sin escrúpulos, suelen abusar. Ya los profetas hacen llamadas a defenderlas.  Y esta mujer pide justicia a un hombre injusto el juez, que al final cede y le imparte justicia. No por compromiso ético, sino para que le deje en paz.

Cuando la gente escuchara a Jesús y entendiera que los ruegos de una mujer, que no es nada en la sociedad, conmueven el corazón de un juez sin principios, entenderían más claramente que nuestros pobres ruegos llegan al corazón de Dios.

Sorprende a la gente de entonces, y a nosotros hoy, el que un juez injusto le haga justicia. Evidentemente este juez no es imagen de Dios. No tenemos que “ganarnos” el corazón de Dios a fuerza de insistir. Esa imagen está muy lejos de Abbá que nos presenta Jesús como Buena Noticia.

Por eso la pregunta es muy importante, y marca la distancia entre lo que dice y hace el juez y el modo de actuar de Dios. ¿Es que Dios no hará justicia… o nos dará largas? Dios es justicia y está preparado para hacerla pronto. Pero no es lo mismo hacer justicia que hacer lo que nosotros queremos y a nuestro ritmo.

Las primeras comunidades cristianas viven en medio de muchas dificultades y persecuciones y su tentación es que Dios les saque de ellas, y lo haga ya. Les parecía que Dios no les escuchaba y la tentación del desanimo y el abandono de la fe y de la comunidad, estaban presentes.

Ante esta tentación, que nos lleva a pensar que Dios es un juez que no atiende a todos, Jesús nos invita a cambiar nuestra mirada y descubrir el auténtico ser de Dios. A descubrir que muchas veces la justicia que Dios quiere queda interrumpida por nuestro comportamiento injusto, que estamos siendo un obstáculo a la justicia de Dios

Orar sin desfallecer y con fe es abrirnos a la justicia de Dios y descubrir mi responsabilidad y la parte que me toca en aquello que estoy pidiendo.

No basta con insistir pidiendo a Dios que conceda la paz y la justicia a nuestro mundo, si nos somos, allí donde estamos y con todas nuestras posibilidades, constructores de paz y de justicia. La paz y la justicia que, en la oración, el Espíritu del Señor infunde en nuestros corazones. Construir el reino es trabajar en la línea de la justicia de Dios.

El evangelio de hoy, así como empezaba enmarcándolo todo para que supiéramos que estábamos escuchando, termina sorprendentemente con una pregunta abierta, para la que no tenemos una contestación rápida. La segunda venida de Jesús era algo esperado como inminente por los primeros cristianos, como nos dicen en diversas ocasiones los evangelios.  En ella se cifran muchas veces el triunfo de la justicia de Dios. Pero Lucas nos plantea, en este momento, el Hijo del Hombre ¿encontrará esta fe en la tierra? ¿Seremos capaces de perseverar hasta el final? ¿Nos mantendremos en la oración como la viuda?

Que este domingo nos ayude a renovar nuestra fe y  nuestra oración.

Mª Guadalupe Labrador Encinas fmmdp

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II Vísperas – Domingo XXIX de tiempo Ordinario

II VÍSPERAS

DOMINGO XXIX TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Quédate con nosotros,
la noche está cayendo.

¿Cómo te encontraremos
al declinar el día,
si tu camino no es nuestro camino?
Detente con nosotros;
la mesa está servida,
caliente el pan y envejecido el vino.

¿Cómo sabremos que eres
un hombre entre los hombres,
si no compartes nuestra mesa humilde?
Repártenos tu cuerpo,
y el gozo irá alejando
la oscuridad que pesa sobre el hombre.

Vimos romper el día
sobre tu hermoso rostro,
y al sol abrirse paso por tu frente.
Que el viento de la noche
no apague el fuego vivo
que nos dejó tu paso en la mañana.

Arroja en nuestras manos,
tendidas en tu busca,
las ascuas encendidas del Espíritu;
y limpia, en lo más hondo
del corazón del hombre,
tu imagen empañada por la culpa.

SALMO 109: EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE

Ant. Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro, y reinará eternamente. Aleluya.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro, y reinará eternamente. Aleluya.

SALMO 113A: ISRAEL LIBRADO DE EGIPTO: LAS MARAVILLAS DEL ÉXODO

Ant. En presencia del Señor se estremece la tierra. Aleluya.

Cuando Israel salió de Egipto,
los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario,
Israel fue su dominio.

El mar, al verlos, huyó,
el Jordán se echó atrás;
los montes saltaron como carneros;
las colinas, como corderos.

¿Qué te pasa, mar, que huyes,
y a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros;
colinas, que saltáis como corderos?

En presencia del Señor se estremece la tierra,
en presencia del Dios de Jacob;
que transforma las peñas en estanques,
el pedernal en manantiales de agua.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. En presencia del Señor se estremece la tierra. Aleluya.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: LAS BODAS DEL CORDERO

Ant. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios,
porque sus juicios son verdaderos y justos.
Aleluya.

Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos,
los que le teméis, pequeños y grandes.
Aleluya.

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo,
alegrémonos y gocemos y démosle gracias
Aleluya.

Aleluya.
Llegó la boda del Cordero,
Su esposa se ha embellecido.
Aleluya.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.

LECTURA: 2Co 1, 3-4

¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios de todo consuelo! Él nos alienta en nuestras luchas hasta el punto de poder nosotros alentar a los demás en cualquier lucha, repartiendo con ellos el ánimo que nosotros recibidos de Dios.

RESPONSORIO BREVE

R/ Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
V/ Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.

R/ Digno de gloria y alabanza por los siglos.
V/ En la bóveda del cielo.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?

PRECES

Adoremos a Cristo, Señor nuestro y cabeza de la Iglesia, y digámosle confiadamente:

Venga a nosotros tu reino, Señor.

Señor, haz de tu Iglesia instrumento de concordia y de unidad entre los hombres
— y signo de salvación para todos los pueblos.

Protege, con tu brazo poderoso, al papa y a todos los obispos
— y concédeles trabajar en unidad, amor y paz.

A los cristianos concédenos vivir íntimamente unidos a ti, nuestra cabeza,
— y que demos testimonio en nuestras vidas de la llegada de tu reino.

Concede, Señor, al mundo el don de la paz
— y haz que en todos los pueblos reine la justicia y el bienestar.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Otorga a los que han muerto una resurrección gloriosa
— y haz que gocemos un día, con ellos, de las felicidad eterna.

Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor:
Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso y eterno, te pedimos entregarnos a ti con fidelidad y servirte con sincero corazón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

Dios no tiene que hacer justicia

Comentar las lecturas de hoy es complicado porque, partiendo de ellas, tenemos que concluir literalmente lo contrario de lo que dicen. La 1ª: el mito de la elección. El Dios de Jesús no puede estar en contra de nadie. Amalec es para Dios tan querido como el pueblo israelita, aunque los judíos sigan pensando otra cosa. La 2ª: El mito de la inspiración. No toda la Escritura es útil para enseñar. Recordad las palabras de Jesús: habéis oído que se dijo… pero yo os digo… La 3ª: el mito de la justicia de Dios. Ni ahora ni después, ni al que se lo pida con insistencia ni al que no se lo pida, va a hacer justicia humana de ninguna manera.

La Escritura es fruto de una experiencia religiosa personal, pero está expresada en conceptos que corresponden a una visión mítica del mundo. Al intentar entenderla y juzgarla desde nuestra mentalidad, que ya no es mítica, distorsionamos el mensaje. Debemos tener la valentía de separar el mensaje del envoltorio en que ha sido transmitido. Nuestra teología ha sido un intento de convertir el mito en logos. La racionalización del mito nos impide descubrir su valor y nos lleva a una falsificación de la verdad que en él se contiene.

La modernidad cometió el error de lanzar por la borda la increíble riqueza de la experiencia religiosa, porque confundió el embalaje mítico en que venía presentada con la verdad que quería trasmitir. Con el agua del baño hemos tirado por la ventana al niño. Pero las religiones, sobre todo la nuestra, sigue manteniendo el error de no querer prescindir del envoltorio porque después de tanto tiempo insistiendo en que había que mantener a toda costa el mito, ahora no tienen la valentía de proponer la verdad separada del mismo mito.

Hoy es imprescindible atender al contexto para entender el texto. A continuación del relato de los diez leprosos, que hemos leído el domingo pasado, le preguntan a Jesús los fariseos sobre cuándo llegará el Reino de Dios. Jesús responde con afirmaciones sobre el Reino de Dios y sobre la última venida del Hijo del hombre. Con la perspectiva de ese pequeño apocalipsis, el relato de hoy cobra su verdadero sentido. No trata de prevenir cualquier desánimo, sino del peligro de caer en el desaliento porque la parusía se retrasaba demasiado. Recordemos que la expectativa de un final inmediato era el ambiente en que se vivió el primer cristianismo.

La parábola del juez y la viuda no tiene aplicación posible desde nuestra religiosidad actual. No podemos poner como modelo para Dios a un juez injusto que actúa por aburrimiento. Es que ni siquiera podemos esperar que haga justicia. Hoy sabemos que Dios no puede tener ahora una postura y otra para dentro de una hora o para el final de los tiempos. Dios es siempre el mismo y no puede cambiar para amoldarse a una petición. No tenemos que esperar al final del tiempo para descubrir la bondad de Dios sino descubrir a Dios presente, incluso en todas las calamidades, injusticias y sufrimientos que los hombres nos causamos unos a otros.

El tema es de máxima importancia, porque la oración, en cualquiera de sus formas, es una de las manifestaciones religiosas que más nos dice sobre nuestra manera de entender a Dios y al hombre. Lo que esperamos de la oración de petición nos puede servir de test para comprender el estadio en que se encuentra nuestra religiosidad. Agustín, con su genialidad, nos ha metido por un callejón sin salida cuando afirmó que la oración no era eficaz, quia malum, quia mala, quia male. Que quiere decir: porque soy malo, porque pido cosas malas, porque las pido de mala manera. Este razonamiento es insostenible porque, constatado que Dios no responde, nos las arreglamos para dejar a salvo a Dios, pues la culpa la tenemos siempre nosotros.

De manera menos lapidaria yo me atrevo a decir: Si rezamos, esperando que Dios cambie la realidad: malo. Si esperamos que cambien los demás, malo, malo. Si pedimos, esperando que el mismo Dios cambie: malo, malo, malo. Y si terminamos creyendo que Dios me ha hecho caso y me ha concedido lo que le pedía: rematadamente malo. Cualquier argucia es buena, con tal de no vernos obligados a hacer lo único que es posible: cambiar nosotros.

No es tarea de Dios impartir justicia humana, y la justicia divina se está realizando en todo momento. Para Él todo está en orden en cada instante. El que es objeto de injusticia no será afectado en su verdadero ser si él no se deja arrastrar por la misma injusticia. La justicia humana se impone por el poder judicial. Cuando pedimos a Dios que imponga “justicia” le estamos pidiendo que actúe para restablecer un desequilibrio. Para Dios todo está siempre en absoluto equilibrio, no necesita equilibrar nada. Dios no puede actuar contra nadie por malo que sea. Dios está siempre con los oprimidos, pero nunca contra los opresores.

En la Biblia “hacer justicia” es liberar al oprimido. Esta era la acción más propia de Dios. El pueblo de Israel interpretó los acontecimientos favorables como acción de Dios a su favor. Pero cuando las cosas le iban mal tenían que concluir que se debía a que no habían sido fieles a la Alianza. La verdad es que ante las mayores injusticias de entonces y de ahora, Dios se calla. Es muy difícil armonizar este silencio de Dios con la insistencia en la eficacia de la oración. Dios no puede hacer justicia, tal como la entendemos los humanos.

Aquí no se trata de la oración sino de la petición a Dios de justicia para los oprimidos. No debemos esperar la acción puntual de Dios, sino descubrir su presencia en todo acontecer y en toda situación. Es mucho más importante saber aguantar la injusticia que alcanzar nuestra justicia. Es mucho más importante ser siempre “justos” que conseguir justicia de otros. La justicia de Dios es una actitud que permite descubrir todo lo que puedo esperar en el momento actual, sin que Dios tenga que hacer nada, mucho menos teniendo que echar mano de su poder.

La oración no la hago para que la oiga Dios, sino para escucharla yo mismo y darme la ocasión de profundizar en el conocimiento de mi ser profundo. Todo ello me llevará a dar sentido al sinsentido aparente. El silencio de Dios me obliga a profundizar en la realidad que me desborda y a buscar la verdadera salida, no la salida fácil de una solución externa del problema, sino la búsqueda del verdadero sentido de mi vida en esa circunstancia. Mi justicia la tengo que hacer yo en mí. La injusticia del otro no me debe hacer injusto a mí.

Pedir a Dios justicia, aquí o para el más allá, es mantener el ídolo que hemos creado a nuestra medida. La justicia en el más allá se inventó precisamente para armonizar la idea de un Dios justo al modo humano con la realidad de una injusticia presente. En tiempo de los macabeos se vio que los males que afligían a los seres humanos no se podían explicar como castigo de Dios, porque Antíoco estaba sacrificando precisamente a los más fieles a la Ley. Para superar esa contradicción se sacó de la manga un castigo y un premio para después de la muerte.

El mensaje de Jesús está sin estrenar. ¿A quién de nosotros se nos ha ocurrido alguna vez dar la túnica al que nos roba el manto? ¿Quién ha puesto una sola vez la otra mejilla cuando le han dado una bofetada? Ni siquiera admitimos la posibilidad de entrar en la dinámica del evangelio. Todo lo contrario, tratamos por todos los medios de que Dios se acomode a nuestra manera de pensar y actúe como actuamos nosotros. La única manera de ser justo es no practicar ninguna injusticia. Este es el sentido que tiene casi siempre “justicia” en la Biblia.

Meditación

La mayor injusticia, sufrida desde esta perspectiva,
es compatible con la plenitud humana más absoluta.
Nuestra justicia está siempre mezclada con la venganza.
Mi plenitud no está en la derrota del enemigo
sino en dejarme derrotar por mantenerme en el amor.
Esto es el evangelio. ¿Quién se lo cree?

Fray Marcos

Oración, fin del mundo e injusticia

Un enfoque distinto de la oración

Los cristianos para los que Lucas escribió su evangelio no estaban muy acostumbrados a rezar, quizá porque la mayoría de ellos eran paganos recién convertidos. Igual que muchos cristianos actuales, sólo se acordaban de santa Bárbara cuando truena. Lucas se esforzó por inculcarles la importancia de la oración: les presentó a Isabel, María, los ángeles, Zacarías, Simeón, pronunciando las más diversas formas de alabanza y acción de gracias; y, sobre todo, a Jesús retirándose a solas para rezar en todos los momentos importantes de su vida.

El comienzo del evangelio de este domingo (Lucas 18, 1-8) parece formar parte de la misma tendencia: “En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola”. Sin embargo, el final nos depara una gran sorpresa. El acento se desplaza al tema de la justicia, a una comunidad angustiada que pide a Dios que la salve. No se trata de pedir cualquier cosa, aunque sea buena, ni de alabar o agradecer. Es la oración que se realiza en medio de una crisis muy grave.

Los elegidos que gritan día y noche

Recordemos que Lucas escribe su evangelio entre los años 80-90 del siglo I. Algunas fechas ayudan a comprender mejor el texto.

Año 62: Asesinato de Santiago, hermano del Señor.

Año 64: Nerón incendia Roma. Culpa a los cristianos y más tarde tiene una persecución en la que mueren, entre otros muchos, según la tradición, Pedro y Pablo.

Año 66: los judíos se rebelan contra Roma. La comunidad cristiana de Jerusalén, en desacuerdo con la rebelión y la guerra, huye a Pella.

Año 70: los romanos conquistan Jerusalén y destruyen el templo.

Años 81: sube al trono Domiciano, que persigue cruelmente a los cristianos y promulga la siguiente ley: “Que ningún cristiano, una vez traído ante un tribunal, quede exento de castigo si no renuncia a su religión”.

En este contexto de angustia y persecución se explica muy bien que la comunidad grite a Dios día y noche, y que la parábola prometa que Dios le hará justicia frente a las injusticias de sus perseguidores.

Sin embargo, Lucas termina con una frase desconcertante: «Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»

La venida del Hijo del Hombre

¿Por qué esta referencia al momento final de la historia, que parece fuera de sitio? Para comprenderla conviene leer el largo discurso de Jesús que sitúa Lucas inmediatamente antes de la parábola de la viuda y el juez (Lc 17,20-37). Algunos pasajes de ese discurso parecen escritos teniendo en cuenta lo ocurrido el año 79, cuando el Vesubio entró en erupción arrasando las ciudades de Pompeya y Herculano. Muchos cristianos pudieron ver este hecho como un signo precursor del fin del mundo y de la vuelta de Jesús. Ese mismo tema lo recoge Lucas al final de la parábola para relacionar la oración en medio de las persecuciones con la segunda venida de Jesús.

La fe de una oración perseverante

El tema de la vuelta del Señor es esencial para entender el evangelio de Lucas, aunque subraya que nadie sabe el día ni la hora, y que es absurdo perderse en cálculos inútiles. Lo importante es que el cristiano no pierda de vista el futuro, la meta final de la historia, que culminará con la vuelta de Jesús y el final de las persecuciones injustas.

Pero esa no era entonces la actitud habitual de los cristianos, ni tampoco ahora. Lo habitual es vivir el presente, sin pensar en el futuro, y mucho menos en el futuro definitivo, que nos resulta, hoy día, mucho más lejano que a los hombres del siglo I.

Eso es lo que quiere evitar el evangelio cuando termina desafiándonos: Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra? Que nuestra fe no se limite a cinco minutos o a un comentario, sino que nos impulse a clamar a Dios día y noche.

La primera lectura

Los amalecitas, un pueblo nómada, atacaban a menudo a los israelitas durante su peregrinación por el desierto hacia la Tierra Prometida. Una persecución parecida a la que sufrieron los cristianos por parte de Roma. Pero Moisés no espera que Dios intervenga para salvarlos; ordena a Josué que los ataque. Lo interesante del relato es que mientras Moisés mantiene las manos en alto, en gesto de oración, los israelitas vencen; cuando las baja, son derrotados. ¿Y si se cansa? A los judíos nunca le faltan ideas prácticas para solucionar el problema.

Este texto se ha elegido porque va en la misma línea del evangelio: orar siempre sin desanimarse. Pero usar la oración para matar amalecitas no parece una idea muy evangélica.

José Luis Sicre

Comentario del 20 de octubre

Hoy, las tres lecturas bíblicas giran en torno a una palabra altamente sonora: perseverancia. La perseverancia de Moisés con las manos en alto (en actitud orante) dio la victoria a Josué sobre los ejércitos de Amalec. Josué y su ejército tuvieron que emplearse a fondo en el combate para vencer; pero sin la oración perseverante de Moisés no hubiesen conseguido la victoria. Tal es la eficacia de la oración, que no contradice ni desestima la colaboración humana tanto de los que oran como de los que pelean.

San Pablo recomienda perseverancia a su discípulo Timoteo: permanece en lo que has aprendido y se te ha confiado… Proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo. Y Jesús propone a sus discípulos una parábola, la de la viuda que a base de perseverancia e insistencia logra del juez injusto que se le haga justicia, para explicarles cómo tenían que orar siempre sin desanimarse.

Jesús les alerta, por tanto, frente al desánimo. Sabe que muchos creyentes que no obtienen de inmediato lo que piden van a pensar que su oración no es escuchada, apoderándose de ellos el cansancio y el desánimo, con el riesgo consiguiente de abandonar la oración y con ella la fe. Por eso les invita a la oración perseverante, esa oración que se prueba en lo que se ha dado en llamar «el silencio de Dios», que es esa amarga experiencia de no tener interlocutor en esos mismos instantes en los que estamos elevando nuestras plegarias hacia lo alto. Pues bien, la recomendación de Jesús es que no hay que desesperar nunca, por mucho que se retrase la respuesta de parte de Aquel de quien solicitamos su intervención en nuestro favor. Dios no es sordo a nuestras súplicas ni indiferente a nuestros males.

El razonamiento de Jesús suena así de simple: Si esa viuda logra arrancar su propósito (que le hagan justicia frente a su adversario) de un juez que ni teme a Dios ni le importan los hombres, a pesar de las negativas que recibe y a base de insistir, tanto que llega a provocar el fastidio de ese juez injusto del que, no obstante, se espera justicia, ¿cómo no van a ser escuchados los elegidos que imploran justicia de Dios, que no es juez injusto, sino justísimo, y a quien sí le importan los hombres (sus criaturas y sus hijos) y lo que les acaece? Y concluye: Os digo que les hará justicia sin tardar. No será necesario que insistan tanto como esa viuda; pero sí lo será que tengan una fe semejante a la que muestra tener esa viuda que, porque piensa que sus ruegos serán tenidos en cuenta, insiste una y otra vez hasta ver cumplido su propósito. Pero –he aquí el interrogante- cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?

Jesús quiere hombres que perseveren en la oración, porque mientras haya oración habrá fe. La fe sostiene la oración, pero la oración mantiene viva la fe; pues no hay fe que pueda sostenerse sin la conciencia viva de la presencia de Dios, un Dios apelable, con nombre reconocido: un Dios que habla, que escucha, que calla, que hace justicia a sus elegidos; un Dios vivo, que reclama nuestro diálogo, nuestra petición, nuestra alabanza, nuestra acción de gracias. Orar sin desanimarse, aun chocando con el silencio de Dios o su aparente despreocupación de nuestros problemas, es perseverar en la fe. Y el que persevera obtendrá la recompensa y verá cumplida su oración, o bien porque Dios le otorga le favor que pide, o bien porque le otorga uno mayor, haciéndole estimar lo que procede de él: la gracia que se basta a sí misma.

Esta fue la respuesta que obtuvo san Pablo tras su insistente petición: Te basta mi gracia. El que vive de esta sabiduría que conduce a la salvación sabe lo que esto significa, sabe que el valor de todo beneficio depende últimamente de esto, de que conduzca a la salvación. Por eso se entiende que Dios pueda negar o no conceder ciertos favores que en lugar de favorecer pueden convertirse en un obstáculo para el logro este fin: la salvación. Y esa incógnita sólo Dios la conoce de antemano. Por tanto, pidamos con perseverancia, pero sin aferrarnos a nuestra petición.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en 
Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

157. Jesús puede unir a todos los jóvenes de la Iglesia en un único sueño, «un sueño grande y un sueño capaz de cobijar a todos. Ese sueño por el que Jesús dio la vida en la cruz y el Espíritu Santo se desparramó y tatuó a fuego el día de Pentecostés en el corazón de cada hombre y cada mujer, en el corazón de cada uno […]. Lo tatuó a la espera de que encuentre espacio para crecer y para desarrollarse. Un sueño, un sueño llamado Jesús sembrado por el Padre, Dios como Él –como el Padre–, enviado por el Padre con la confianza que crecerá y vivirá en cada corazón. Un sueño concreto, que es una persona, que corre por nuestras venas, estremece el corazón y lo hace bailar»[83].


[83] Discurso en la ceremonia de apertura de la XXXIV Jornada Mundial de la Juventud en Panamá (24 enero 2019): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (25 enero 2019), p. 6.

Lectio Divina – 20 de octubre

Una verdadera oración:
el ejemplo de la viuda

Lucas 18, 1-8

1. Oración inicial

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

2. Lectura

a) Clave de lectura:

La liturgia de este domingo nos pone delante un texto del Evangelio de Lucas que habla de oración, un tema muy querido para Lucas. Es la segunda vez que este evangelista trae palabras de Jesús para enseñarnos a orar. La primera vez (Lc 11,1-13), introduce el texto del Padre Nuestro y mediante comparaciones y parábolas, nos enseña que debemos orar siempre, sin desfallecer. Ahora, esta segunda vez, (Lc 18,1-4), Lucas recurre de nuevo a parábolas extraídas de la vida de cada día para dar instrucciones sobre la oración: la parábola de la viuda y del juez (18,1-8), del fariseo y del publicano (Lc 18,9-14). Lucas presenta las parábolas de un modo didáctico. Para cada una de ellas, prepara una breve introducción que sirve de clave de lectura. Después viene la parábola, y, finalmente, Jesús mismo aplica la parábola a la vida. El texto de este domingo se limita a la primera parábola de la viuda y del juez (Lc 18,1-9). En el curso de la lectura es bueno prestar atención a cuanto sigue: “¿Cuáles son las actitudes de las personas que aparecen en esta parábola?”

b) Una división del texto para ayudar a leerlo:

Lucas 18,1: Una clave que Jesús ofrece para entender la parábola
Lucas 18,2-3: El contraste entre el Juez y la Viuda
Lucas 18 4-5: El cambio del juez y el porqué de tal cambio
Lucas 18, 6-8a: Jesús aplica la Parábola
Lucas 18,8b: Una frase final para provocar

Lucas 18, 1-8

c) El texto:

1 Les propuso una parábola para inculcarles que era preciso orar siempre sin desfallecer: 2 «Había en una ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. 3 Había en aquella misma ciudad una viuda que, acudiendo a él, le dijo: `¡Hazme justicia contra mi adversario!’ 4 Durante mucho tiempo no quiso, pero después se dijo a sí mismo: `Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, 5 como esta viuda me causa molestias, le voy a hacer justicia para que deje de una vez de importunarme.’»
6 Dijo, pues, el Señor: «Oíd lo que dice el juez injusto; 7 pues, ¿no hará Dios justicia a sus elegidos, que están clamando a él día y noche? ¿Les hará esperar? 8 Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?»

3. Un momento de silencio orante

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

4. Algunas preguntas

para ayudarnos en la meditación y en la oración.

a) ¿Qué punto de este texto te ha gustado más?
b) ¿Cuáles son las actitudes de la viuda? O ¿qué es lo que más llama la atención de lo que hace y dice?
c) ¿Qué es lo que llama la atención en la actitud y hablar del juez? ¿Por qué?
d) ¿Qué aplicación hace Jesús de la parábola?
e) ¿Qué nos enseña la parábola sobre el modo de ver la vida y las personas?

5. Una clave de lectura

para profundizar mayormente en el tema

a) El contexto histórico

En el análisis del contexto histórico del Evangelio de Lucas debemos tener siempre en cuenta esta doble dimensión: la época de Jesús después de los años treinta y la época de los destinatarios del Evangelio de los años ochenta. Estas dos épocas influyen, cada una a su modo, en la redacción del texto y deben estar presentes en el esfuerzo que hacemos para descubrir el sentido que las palabras de Jesús tienen hoy para nosotros.

b) El contexto literario:

El contexto literario inmediato nos presenta dos parábolas sobre la oración: orar con insistencia y perseverancia (la viuda y el juez) (Lc 18, 1-8); orar con humildad y realismo (el fariseo y el publicano) (Lc 18, 9-14). A pesar de su diferencia, estas dos parábolas tienen algo en común. Nos enseña que Jesús tenía un modo diverso de ver las cosas de la vida. Jesús descubría una revelación de Dios allí donde todo el mundo descubría algo negativo. Por ejemplo, descubría algo de positivo en el publicano, de quien todos decían; “¡No sabe rezar!” Y en la viuda pobre, de quien se decía: “¡Es tan insistente que importuna incluso al juez!” Jesús vivía tan unido al Padre que todo se transformaba para Él en fuente de oración. Son muchos los modos con los que una persona puede expresarse en la oración. Hay personas que dicen: “ No sé rezar”, pero conversan con Dios todo el día. ¿Conocéis personas así?

c) Comentando el texto:

Lucas 18,1: La clave para entender la parábola
Lucas comienza una parábola con la frase siguiente: “Les propuso una parábola para inculcarles que era preciso orar siempre sin desfallecer”. La recomendación “orar sin desfallecer” aparece muchas veces en el Nuevo Testamento (1 Tes 5,17; Rom 12,12; Ef 6,8; etc.). Era una de las características de la espiritualidad de las primeras comunidades cristianas. Y también uno de los puntos en los que Lucas insiste mayormente, tanto en el Evangelio como en las Actas. Si os interesa descubrir esta dimensión en los escritos de Lucas, haced un ejercicio: leed el Evangelio y las Actas y anotad los versículos en los que Jesús u otras personas están orando. ¡Os sorprenderíais!

Lucas 18, 2-3: El contraste entre la viuda y el juez
Jesús nos muestra dos personajes de la vida real: un juez sin consideración a Dios ni al prójimo, y una viuda que no desiste en luchar por sus derechos ante el juez. El simple hecho de que Jesús nos muestre estos dos personajes revela que conoce la sociedad de su tiempo. La parábola no sólo presenta a la pobre gente que lucha ante los tribunales para ver reconocido sus derechos, sino deja también entrever el contraste violento entre los grupos sociales. Por un lado, un juez insensible, sin religión. Por otro, la viuda que sabe a qué puerta llamar para obtener lo que le es debido.

Lucas 18, 4-5: El cambio que se da en el juez y el por qué del cambio
Por mucho tiempo, pidiendo la misma cosa cada día, la viuda no obtiene nada del juez inicuo. Finalmente el juez, a pesar de que “no temía Dios ni respetaba a ninguno”, decide atender a la viuda y hacerle justicia. El motivo es: liberarse de las continuas molestias. Motivo para su interés. ¡ Pero la viuda obtiene lo que quería! Es esto un hecho de la vida de cada día, del que Jesús se sirve para enseñarnos a orar.

Lucas 18, 6-8: Una aplicación de la parábola
Jesús aplica la parábola: “Oíd lo que dice el juez injusto; pues ¿no hará Dios justicia a sus elegidos, que están clamando a él día y noche? ¿Les hará esperar?” Y añade que Dios hará justicia en breve. Si no fuese Jesús el que nos habla, no tendríamos el valor de comparar a Dios con un juez en la forma de comportarse moralmente. Lo que importa en la comparación es la conducta de la viuda que gracia a su insistencia, obtiene lo que quiere.

Lucas 18,8b: Palabras sobre la fe
Al final, Jesús expresa una duda: “ Pero cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?” ¿Tendremos el valor de esperar, de tener paciencia, aunque Dios tarde en respondernos? Es necesario tener mucha fe para continuar resistiendo y para obrar, a pesar de que no se vean los resultados. Quien espera resultados inmediatos, se dejará vencer por el desaliento. En otros diversos puntos de los salmos se habla de esta resistencia dura y difícil delante de Dios, hasta que Él responda (Sal 71,14; 37,7;69,4; Lm 3,26). Citando el salmo 80, San Pedro dice, que para Dios un día es como mil años (2 Pe 3,8; Sal 90,4).

d) Profundizando: La oración en los escritos de Lucas

i. El Jesús que ora en el Evangelio

Los evangelios nos presentan una imagen de Jesús que ora, que vive en contacto permanente con el Padre. La aspiración de vida de Jesús es hacer la voluntad del Padre (Jn 5,19). Lucas es el evangelista que nos dice más cosas sobre la vida de oración de Jesús. Nos presenta a Jesús en constante oración. Jesús oraba mucho e insistía, para que la gente y sus discípulos hiciesen lo mismo. Y es en el confrontarse con Dios donde aparece la verdad y la persona se encuentra consigo misma en toda su realidad y humildad. He aquí algunos momentos en el Evangelio de Lucas en los que aparece Jesús orando:

Lc 2,46-50: Cuando tiene doce años va al templo a la Casa del Padre
Lc 3,21: Cuando es bautizado y asume su misión, ora
Lc 4,1-2: Cuando empieza su misión, pasa cuarenta días en el desierto
Lc 4,3-12: En la hora de la tentación, se enfrenta al diablo con textos de la Escritura
Lc, 4,16: Es costumbre de Jesús participar en las celebraciones, en las sinagogas, el sábado
Lc 5,16; 9,18: Busca la soledad del desierto, para orar
Lc 6,12: La tarde antes de escoger a los Apóstoles, pasa la noche orando
Lc 9,16; 24,30: Reza antes de las comidas
Lc 9,18: Antes de hablar de la realidad y de su pasión, ora
Lc 9,28: Durante la crisis, en el Monte para orar, se transfigura cuando ora
Lc 10,21: Cuando el Evangelio es revelado a los pequeños, dice: “Te doy gracias, Padre…”
Lc 11,1: Orando, despierta en los discípulos deseos de orar
Lc 22,32: Ora por Pedro, para aumentar su fe
Lc 22, 7-14: Celebra la Cena Pascual con sus discípulos
Lc 22, 41- 42: En el Huerto de los Olivos ora, sudando sangre
Lc 22, 40.46: En la angustia de la agonía pide a sus amigos que oren con él
Lc 23, 34: En el momento de ser clavado en la cruz, pide perdón para sus verdugos
Lc 23,46: Sal 31,6: En la hora de la muerte dice: “En tus manos encomiendo mi espíritu”
Lc 23,46: Jesús muere teniendo en los labios el grito del pobre

Este elenco de citas indica que, para Jesús, la oración estaba íntimamente unida a su vida, a los hechos concretos, a las decisiones que debía tomar. Para ser fiel al proyecto del Padre, trataba de permanecer a solas con Él. De escucharlo. En los momentos difíciles y decisivos de su vida, Jesús rezaba los Salmos. Como cualquier otro judío piadoso, los conocía de memoria. La recitación de los salmos no apagó en Él el espíritu creativo. Al contrario, Jesús inventa él mismo un salmo: Es el Padre Nuestro. Su vida fue una plegaria perenne: “En cada momento hago lo que el Padre pide que haga” (Jn 5, 19.30) Él se aplica lo que dice el salmo: “…mientras yo estoy en oración “ (Sal 109,4)

ii. Las Comunidades orantes en las Actas de los Apóstoles

Como sucede en el Evangelio, también en las Actas, Lucas habla a menudo de la oración. Los primeros cristianos son los que continúan la oración de Jesús. A continuación, un elenco de textos que de un modo u otro, hablan de oración. Si observáis con mucha atención, descubriréis también algunos más:

Act 1,14: La comunidad persevera en oración con María, la Madre de Jesús
Act 1,24: La comunidad reza para saber cómo elegir al sustituto de Judas
Act 2, 25-35: Pedro cita los salmos durante la predicación
Act 2,42: Los primeros cristianos son asiduos en la oración
Act 2, 46-47: Frecuentan el templo para alabar a Dios
Act 3,1: Pedro y Juan van al templo para la oración de la tarde
Act 3,8: El tullido curado alaba a Dios
Act 4,23-31: La comunidad ora en la persecución
Act 5,12: Los primeros cristianos permanecen en el pórtico de Salomón (templo)
Act 6,4: Los apóstoles se dedican a la oración y a la palabra
Act 6,6: Rezan antes de imponer las manos sobre los diáconos
Act 7,59: En la hora de la muerte, Esteban reza: “ Señor, recibe mi espíritu”
Act 7,60: Y antes, Esteban reza: “Señor, no les impute este pecado”
Act 8,15: Pedro y Juan rezan para que los convertidos reciban el Espíritu Santo
Act 8,22: Al pecador se le dice: “ Conviértete y reza, así obtendrás el perdón”
Act 8,24: Simón dice: “Orad por mí al Señor para que no me suceda nada de lo que habéis dicho”
Act 9,11: Pablo está orando
Act 9,40: Pedro reza por la curación de “Gacela”
Act 10,2: Cornelio oraba a Dios constantemente
Act 10,4: La oración de Cornelio sube al cielo y es escuchada
Act 10,9: En la hora de sexta, Pedro se halla orando en la terraza de la casa
Act 10,30-31: Cornelio ora en la hora nona y su oración es escuchada
Act 11,5: Pedro informa a la gente de Jerusalén: “Él estaba en oración”
Act 12,5: La comunidad reza cuando Pedro está en la cárcel
Act 12,12: En casa de María, hay muchas personas recogidas en oración
Act 13, 2-3: La comunidad reza y ayuna antes de enviar a Pablo y Bernabé
Act 13,48: Los misioneros rezan para nombrar los coordinadores de las comunidades
Act 16,13: En Filipos, junto al río, hay un lugar de oración
Act 16,16: Pablo y Silas van a la oración
Act 16,25: De noche, Pablo y Silas cantan y rezan en la prisión
Act 18,9: Pablo tiene una visión del Señor durante la noche
Act 19,18: Muchos confiesan sus pecados
Act 20,7: Estaban reunidos para la fracción del pan (Eucaristía)
Act 20, 32: Pablo recomienda a Dios los coordinadores de las comunidades
Act 20,36: Pablo reza de rodillas por los coordinadores de las comunidades
Act 21,5: Se arrodillan en la playa para rezar
Act 21,14: Ante lo inevitable, la gente dice: “¡Hágase la voluntad de Dios!
Act 21,20: Glorifican a Dios por cuanto ha hecho por Pablo
Act 21,26: Pablo va al templo a cumplir una promesa
Act 2,17-21: Pablo va al templo, tiene una visión y habla con Dios
Act 23,11: En la cárcel de Jerusalén: Pablo tiene una visión de Jesús
Act 27,23ss: Pablo tiene una visión de Jesús durante la tormenta en el mar
Act 27,35: Pablo toma el pan, da gracias a Dios antes de llegar a Malta
Act 28,8: Pablo reza por el padre de Publio enfermo por la fiebre
Act 28,15: Pablo da gracias a Dios cuando ve a los hermanos en Pozzuoli

Este elenco indica dos cosas muy significativas. Por una parte que los primeros cristianos conservan la liturgia tradicional del pueblo. Como Jesús, rezan en casa, en familia, en la comunidad, en la sinagoga y junto a la gente en el templo. Por otro lado, más allá de la liturgia tradicional, surge en ellos un nuevo modo de rezar con un nuevo contenido. La raíz de esta nueva oración nace de la nueva experiencia de Dios en Jesús y de la conciencia clara y profunda de la presencia de Dios en medio de la comunidad:”¡En Él vivimos, nos movemos y existimos!” (Act 17,28)

6. Oración: Salmo 63 (62)

El desiderio de Dios que se muestra en la plegaria

Dios, tú mi Dios, yo te busco,
mi ser tiene sed de ti,
por ti languidece mi cuerpo,
como erial agotado, sin agua.
Así como te veía en el santuario,
contemplando tu fuerza y tu gloria,
-pues tu amor es mejor que la vida,
por eso mis labios te alaban-,
así quiero bendecirte en mi vida,
levantar mis manos en tu nombre;
me saciaré como de grasa y médula,
mis labios te alabarán jubilosos.

Si acostado me vienes a la mente,
quedo en vela meditando en ti,
porque tú me sirves de auxilio
y exulto a la sombra de tus alas;
mi ser se aprieta contra ti,
tu diestra me sostiene.

Mas los que tratan de acabar conmigo,
¡caigan en las honduras de la tierra!
¡Sean pasados a filo de espada,
sirvan de presa a los chacales!
Pero el rey en Dios se alegrará,
el que jura por él se felicitará,
cuando cierren la boca a los mentirosos.

7. Oración final

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

A Dios rogando y con el mazo dando

1.- Así dice el refrán español y algo en este sentido enseñan dos lecturas del presente domingo. La primera, recordada en el Éxodo, transcurre seguramente por el hoy llamado wadi Refayed. Acabo de copiar el nombre de una enciclopedia. Situar con exactitud el lugar es imposible. He recorrido esas montañas, parte de ellas, en diversas ocasiones. El trayecto completo, de Israel a Egipto, una sola vez. Pese a hacerlo con detenimiento, es decir parándonos siempre que fuera necesario. Me cabe decir que iba acompañado por el Hno. Rafael, amigo franciscano que bien conoce el idioma de los beduinos y su lenguaje también, el mejor guía, pues. Recordábamos los pasajes bíblicos y precisamente en el que se le atribuye el suceso que ahora comentaré, pasamos un buen rato. La mayor parte del camino que seguimos y que corresponde probablemente al seguido por el “Pueblo Escogido” está repleto de montañas rocosas, impresionantes, partidas, más bien rajadas por estrechos wadis. Lo primero que se le ocurre a uno, recordando el texto, es pensar porque se disputaron tales parajes. Ahora bien la mentalidad y realidad sociológica de un beduino, difiere mucho de la nuestra.

2.- Os escribo precisamente hoy y a la hora en que por estas tierras diversos grupos cortan carreteras. La contrariedad política inclina a estos gestos. Quien viva lejos, difícilmente lo comprenderá. Frente a realidades adversas, se deciden peleas con frecuencia. Todos tienen sus razones y sus convicciones. Israel también las tenía. Había conseguido la libertad y marchaba a la Tierra Prometida, Amalec tenía pastando sus ganados por un terreno que se atribuía en propiedad y estaba dispuesto a defenderlo.

3.- Moisés es un caudillo que ya se ha hecho viejo. Está cansado. Quiere ser fiel a la orden de Dios, pero no puede luchar. Encarga a su ejército que lo haga y sube a un montículo o peñasco, de entre los tantos que por allí hay.

Combaten unos, reza el otro. Es incapaz de acometer y llega a creer que tampoco puede orar, pero se da cuenta de que todavía es capaz de adoptar un gesto o postura de súplica. Si no puede mantener los brazos alzados, que se lo sostengan otros de entre los suyos. Luchan con armas, suplica con brazos y manos. Consiguen la victoria y pueden atravesar hacia donde se les ha indicado.

4.- Debéis saber mis queridos jóvenes lectores, que nosotros los actuales, encomendamos exclusivamente al cerebro la tarea de rezar. Muchos dicen: yo me entiendo con Dios a mi manera, me quedo solo y pienso, o hablo con Él y le digo lo que sinceramente pienso. O dejo que mi imaginación navegue por donde quiera, me atrevería a decir yo. Y de la oración, sin siquiera darse cuenta, vuela por las más exóticas ocurrencias, y pasa el tiempo entretenido, se lo pasa bien, sin duda y después se atreve a decir que ha estado orando.

5.- Un determinado gesto corporal, de rodillas, con las manos alzadas, sosteniendo entre los dedos un bolígrafo que escribe con tino, no que dibuja garabatos, o tecleando en el PC que redacta el contenido, cualquiera de estas acciones, pueden integran una oración.

6.- Quiero que sepáis que normalmente al atardecer, o por la noche, mi memoria, espíritu, me recuerda que debo dedicar un rato a interceder. Voy a mi iglesita, entro, hago un genuflexión y le digo al Señor, esto es señal de adoración, pongo mi frente sobre el Sagrario y le confío mi deseo de que sepa pensar e interceder. Mi cuerpo ha estado actuando. Beso el altar, me pongo ahora frente al Sagrario y voy repitiendo vocalmente, nombres que tengo escritos. Sí, pronuncio “mis lectores”, pensando y deseando lo mejor para vosotros. Elevo mi alma a Dios, suplicando. Todo yo se ha hecho por unos momentos súplica. Muy breve, muy discreta, muy sincera. Ha sido realidad corporal, espiritual y anímica.

7.- San Pablo recuerda que nuestro cuerpo, el nivel orgánico de nuestra personalidad, es Templo del Espíritu Santo. Se trata en inicialmente de una precaución, pero a continuación añade, glorificad a Dios con vuestro cuerpo. Las posturas, cerrar los ojos o apretar las manos, danzar, sí danzar, es una manera de glorificar a Dios.

(Las palabras textuales son: 1 Cor 6, 20 . ¡Habéis sido bien comprados! Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo).

8.- Os cuento un hecho que presencié y me emocionó. Estaba una vez, antes de las 4 de la mañana, esperando que abrieran la puerta de la basílica del Santo Sepulcro. Conmigo también unos pocos más. Meditábamos todos seguramente, yo pensaba que al cabo de poco rato, dentro del sagrado edículo gozaría del privilegio de celebrar misa. Dominaba la oscuridad, pese a ello entreveía una esbelta figura femenina. Se podía cortar el silencio. De pronto esta anónima persona se puso a danzar calladamente. Cuando pudimos entrar y disfrutar de luz, me di cuenta de que la tal divina bailarina era negra. Tal proceder lo conocía ya, por haberlo observado en Roma, en la Plaza de San Pedro y en la basílica de Santa María la Mayor. Es propia de cristianos de este continente. La admiré, sabía adorar con un encanto que estoy seguro que a Dios mismo alegraba.

9.- Paralelo proceder tiene la parábola que nos ofrece el texto del evangelio de hoy. A la ocurrencia de dirigirse al juez, cerebro y extremidades, acompaña la petición, mente en ejercicio, sigue la súplica, actitud del alma. Añade la constancia, actitud de la voluntad, de nuevo el espíritu.

La oración es ejercicio complejo, pero no complicado. Aprovecha la ocasión Jesús para dictar una lección de la bondad divina. Los ejemplos son muy propios de aquel tiempo y circunstancias, a nosotros nos pondría otros. No os será difícil imaginarlos.

Pedrojosé Ynaraja

Cláusula de permanencia

Debido a la variedad de ofertas y a la competencia, cuando contratatamos un servicio de telefonía, televisión, electricidad o gas, seguros, alquiler … la empresa que nos lo suministra suele incluir en el contrato una «clausula de permanencia», que es el compromiso de no darse de baja del servicio durante un tiempo. Solemos ver la permanencia como algo negativo, que nos obliga y nos «ata», pero generalmente aceptar la cláusula de permanencia conlleva una serie de beneficios que perderemos si nos damos de baja antes de tiempo, y además con una penalización económica.

La permanencia, en sentido amplio, consiste en mantenerse en un mismo estado, lugar o situación de una forma constante y estable; todo lo contrario a la tendencia al cambio continuo, a la superficialidad que genera inseguridad. No hay que confundir la permanencia con inmovilismo, con estar simplemente quieto sin inmutarse ni avanzar, ya que esto provoca estancamiento. La permanencia es algo positivo, activo, que genera estabilidad y confianza, y por eso motiva a la persona a perseverar, a mantenerse a pesar de las dificultades, como lo hacen tantos misioneros, a quienes hoy recordamos especialmente en la Jornada del Domund.

La Palabra de Dios de este domingo parece que incluye una “cláusula de permanencia” como algo necesario para la vida de fe, para ser discípulosmisioneros, pero no como una obligación para “atarnos”, sino como algo que nos va a beneficiar y nos va a permitir alcanzar una serie de metas. En las lecturas hemos escuchado varios ejemplos de permanencia, y los beneficios que conlleva:
En la 1ª lectura, Moisés permanece con las manos en alto durante la batalla contra Amalec; y aunque le pesaban las manos, Aarón y Jur le sostenían los brazos, y de este modo Josué obtiene la victoria. ¿Qué batallas he debido librar o estoy librando en mi vida? ¿He sufrido el cansancio, he tenido ganas de “bajar los brazos” y abandonar? ¿Ha habido personas que me han sostenido, que he han ayudado, y gracias a ellas he permanecido en la lucha y no me he rendido?

En la 2ª lectura, San Pablo indica a Timoteo: Permanece en lo que has aprendido… de niño conoces la Sagrada Escritura… así el hombre de Dios estará perfectamente equipado para toda obra buena. ¿He mantenido, cuidado y hecho crecer y madurar lo que aprendí, quizá de niño, sobre la fe en Cristo y sobre la Sagrada Escritura, o lo he ido olvidando y abandonando? ¿Permanecer en la fe me hace sentirme “equipado” para afrontar mi vida, para hacer el bien?

Y en el Evangelio, Jesús nos ha contado la parábola de la viuda y el juez inicuo para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse. La permanencia de la viuda en su reclamación logra que se le haga justicia. ¿Cómo es mi oración? ¿Me desanimo si creo que Dios “no me hace justicia”, o permanezco insistiéndole día y noche?

Aceptar la «cláusula de permanencia» que conlleva una vida cristiana coherente nos va a repostar muchor beneficios, mientras que no aceptar la «permanencia» va a suponernos una penalización.
Si Moisé no hubiera permanecido con las manos en alto, Josué habría perdido la batalla; y nosotros perdemos las batallas que la vida nos presenta.

Si Timoteo no hubiera permanecido en lo que había aprendido, no habría avanzado por el camino que conduce a la salvación; y nosotros nos perderemos por los caminos erróneos que se nos ofrecen.

Si la viuda no hubiese permanecido insistiendo al juez, su adversario habría vencido; y nosotros, si nos desanimamos en nuestra oración, sucumbiremos ante tantas injusticias y ante tantos adversarios que nos hacen sufrir y que humanamente nos superan. 

¿Soy una persona que sabe “permanecer”, o soy “cambiante” e inconstante? ¿Estoy dispuesto a aceptar la “cláusula de permanencia” que conlleva el seguimiento de Cristo? ¿Lo acepto por obligación, para evitar “penalizaciones”, o descubro los beneficios que va a producir?

Al final del Evangelio, Jesús lanzaba una pregunta: cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra? Ojalá que en este mundo de lo cambiante, de lo superficial, los cristianos mostremos que la “cláusula de permanencia” en el seguimiento de Cristo es la clave que nos conduce a la salvación.).

El silencio del hombre

1.- El texto del evangelio de San Lucas que hemos escuchado hoy es, tal vez, uno de los más sorprendentes e inquietantes de todos los fragmentos evangélicos que la liturgia dominical nos ofrece. O, al menos, así me lo parece a mí. Jesús de Nazaret nos pide que oremos con constancia y sin desánimo dando por entendido que Dios puede no “contestarnos” inmediatamente y, por supuesto, no darnos enseguida –o nunca—lo que específicamente nosotros le pedimos. Está definiendo lo que se ha llamado “el silencio de Dios”, que tanto nos inquieta y preocupa. Y también termina sus palabras de hoy con una frase misteriosa y que, sin duda, es como una pregunta a todos y cada uno de nosotros… a los cristianos y cristianas de todos los tiempos y generaciones: “Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?” ¿Había previsto ya el Señor las tremendas crisis de fe que sus seguidores han ido experimentando a lo largo de la historia? O, simplemente, al contemplar la falta de compromiso de, incluso, sus coetáneos, llega a esa conclusión con temor.

2.- Siempre, cuando cualquier cristiano, intenta analizar o comentar las palabras de Cristo se enfrenta con el insoldable misterio del Hombre-Dios y nosotros… siempre somos incapaces de encontrar explicaciones precisas a sus palabras, certeras, redondas. Jesús es Hombre, pero también es Dios. Está claro que para Él las limitaciones de tiempo y espacio –como luego pudo observarse tras su Resurrección—no existen y su capacidad profética es directa, propia y total. Es decir ve el futuro igual que ve el presente. Esa hondura –creo yo—nunca pudo ser entendida por sus interlocutores allá en la Palestina dominada por los Romanos y por eso utilizó tanto las parábolas. Es verdad que la parábola era un género muy usado en los pueblos semitas, pero también la parábola para Jesús evitaba, en alguna forma, la concreción del tiempo futuro. La parábola, por ejemplo de los viñadores homicidas, refleja la realidad terrible que a Jesús le tocó vivir, la cual no parecía muy previsible al principio de su predicación. La idea de que los viñadores delincuentes respetarían, al menos, al hijo del dueño de la vid revela la idea de que la redención del género humano bien pudo hacerse ante el reconocimiento de la condición divina de la misión de Jesús. Pero el desenfoque grave y terrible que la religión oficial de aquellos tiempos tenía del Dios verdadero, con el apropiamiento de Dios para su exclusivo beneficio –de situación privilegiada, de poder e, incluso, de dinero— impidió cualquier reconocimiento de esa misión altísima por la ceguera ante la verdadera naturaleza de Dios, la de Dios Amor. Se pusieron contra Dios e, incluso, como los viñadores asesinos, mataron a su Hijo.

3.- La viuda insistente bien pudo ser un personaje concreto que existía en esos años y el juez inicuo también. Y, también, la admirable historia de la perseverancia de esa mujer pudo ser un hecho cierto y conocido. Una de las características de la parábola oriental es tomar como punto de partida algo conocido, ocurrido en esos años. Es una opinión de muchos. Pero tanto da. Lo importante es que Jesús nos pide orar siempre, aunque el objeto de nuestra oración parezca que no tiene solución. Si lo pensamos bien el juez inocuo podría haber usado de la fuerza para callar a la mujer. O, incluso, haber juzgado en contra de los intereses de la reclamante. Es ahí donde nos muestra la aparición de una idea fundamental para la existencia humana: pedir contra todo pronóstico “realista” de recibir lo demandado porque, Dios, sin duda vendrá en nuestra ayuda. La figura del Silencio de Dios es falsa, aunque, honradamente, nos pueda parecer a veces que Dios no escucha. Jesús –se ha dicho muchas veces— vivió esa situación de desamparo desde el Huerto de los Olivos hasta el momento de su muerte en la Cruz. Sin embargo, todo no terminó allí en el Gólgota. La Resurrección y la glorificación visible de Jesús de Nazaret fue el triunfo total de su misión. Dios habló y ¡cómo habló!

4.- La figura de Moisés con los brazos en alto mientras que a sus pies transcurre la batalla es muy cinematográfica. Y, más o menos, la tenemos muy asumida. Pero la pregunta es: ¿Dios necesita de una actitud visible en la oración para aceptarla, para hacer caso? Cada vez que Moisés bajaba los brazos, en la lucha ganaba Amalec y perdía Josué. Moisés, claro, perdía la actitud orante física por el cansancio y no aguantaba tener los brazos elevados. Y de ahí que le sentaran sobre una piedra mientras Aarón y Juur le sujetaban las manos. ¿Necesitaba Dios esa postura? No, claro que no. Quien la necesitaba eran los combatientes que se esforzaban al máximo al saber que Dios les ayudaba gracias a la oración permanente de Moisés. ¿Y Dios que hacía? Bueno, habrá que pensar que esa victoria de Moisés y de su pueblo estuvo presente en la mente de Dios desde siempre. Pero es obvio que la figura de Moisés con los brazos apuntalados por sus compañeros es un excelente símbolo de la oración constante y continuada, llevada a cabo sin desfallecer. Y Dios, lo sabemos, gusta de esa continua cercanía a Él de sus criaturas, porque ellas –no nos engañamos—le han dado muchas veces la espalda a lo largo de la historia. Dios no quiere que sus hijos se aparten de él, no quiere “el silencio del hombre”.

5.- Seguimos leyendo la carta de Pablo a su querido hijo espiritual Timoteo. Es la segunda misiva al discípulo la que nos ocupa. Se ha dicho que es una auténtica carta pastoral que luego inspiraría a las que escriben continuamente los obispos a sus diocesanos y las encíclicas que el Papa envía a toda la cristiandad. Sus otras cartas, en las que Pablo ha marcado muchos hitos del camino de la Iglesia, y, en ellas, asimismo, su cristología ha sido la superior de ente todos los intentos posteriores de definir figura, vida y obra de Jesucristo son tratados doctrinales, ensayos como diríamos ahora. Pero las cartas a Timoteo son ejemplo de lo que las pastorales con las que los obispos se comunican con sus rebaños. Bueno, pero esto es preferir la forma al fondo. Y el contenido admirable de la Carta a Tito son las instrucciones precisas para llevar a cabo bien, y con la ayuda de Dios, el pastoreo de una grey. A nosotros hoy nos interesan, especialmente, la frase última del fragmento proclamado y que se relaciona con la oración continua y persistente: “proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta, con toda comprensión y pedagogía”. Es un encargo fuerte, completo, y nada fácil. Pero así es el trabajo de la evangelización. No se puede parar porque parar es retroceder.

Ángel Gómez Escorial