Vísperas – Jueves XXIX de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS

JUEVES XXIX TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

<

p style=»text-align:justify;»>Éste es el tiempo en que llegas,
Esposo, tan de repente,

que invitas a los que velan

y olvidas a los que duermen.

<

p style=»text-align:justify;»>Salen cantando a tu encuentro
doncellas con ramos verdes

y lámparas que guardaron
copioso y claro el aceite.

<

p style=»text-align:justify;»>¡Cómo golpean las necias

las puertas de tu banquete!
¡Y cómo lloran a oscuras

los ojos que no han de verte!

<

p style=»text-align:justify;»>Mira que estamos alerta,
Esposo, por si vinieres,

y está el corazón velando,
mientras los ojos se duermen.

<

p style=»text-align:justify;»>Danos un puesto a tu mesa,
Amor que a la noche vienes,
antes que la noche acabe

y que la puerta se cierre. Amén.

 

SALMO 29: ACCIÓN DE GRACIAS POR LA CURACIÓN DE UN ENFERMO EN PELIGRO DE MUERTE

Ant. Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste; te daré gracias por siempre.

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.

Señor, Dios mío, a ti grité,
y tú me sanaste.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.

Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo.

Yo pensaba muy seguro:
«no vacilaré jamás»
Tu bondad, Señor, me aseguraba
el honor y la fuerza;
pero escondiste tu rostro,
y quedé desconcertado.

A ti, Señor, llamé,
supliqué a mi Dios:
«¿Qué ganas con mi muerte,
con que yo baje a la fosa?

¿Te va a dar gracias el polvo,
o va a proclamar tu lealtad?
Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.»

Cambiaste mi luto en danzas,
me desataste el sayal y me has vestido de fiesta;
te cantará mi lengua sin callarse.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste; te daré gracias por siempre.

SALMO 31: ACCIÓN DE GRACIAS DE UN PECADOR PERDONADO

Ant. Dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.

Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso e hombre a quien el Señor
no le apunta el delito.

Mientras callé se consumían mis huesos,
rugiendo todo el día,
porque día y noche tu mano
pesaba sobre mí;
mi savia se me había vuelto un fruto seco.

Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.

Por eso, que todo fiel te suplique
en el momento de la desgracia:
la crecida de las aguas caudalosas
no lo alcanzará.

Tú eres mi refugio, me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación.

— Te instruiré y te enseñaré el camino que has de seguir,
fijaré en ti mis ojos.

No seáis irracionales como caballos y mulos,
cuyo brío hay que domar con freno y brida;
si no, no puedes acercarte.

Los malvados sufren muchas penas;
al que confía en el Señor,
la misericordia lo rodea.

Alegraos, justos, y gozad con el Señor;
aclamadlo, los de corazón sincero.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: EL JUICIO DE DIOS

Ant. El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.

LECTURA: Rm 8, 28-30

Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe —de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego— llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo. No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.

RESPONSORIO BREVE

R/ El Señor nos alimentó con flor de harina.
V/ El Señor nos alimentó con flor de harina.

R/ Nos sació con miel silvestre.
V/ Con flor de harina.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ El Señor nos alimentó con flor de harina.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.

PRECES

Invoquemos a Dios, nuestro refugio y nuestra fortaleza, y digámosle:

Mira a tus hijos, Señor.

Dios de amor, que has hecho alianza con tu pueblo,
—haz que recordemos siempre tus maravillas.

<

p style=»text-align:justify;»>Que los sacerdotes, Señor, crezcan en la caridad

—y que los fieles vivan en la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz.

Haz que siempre edifiquemos la ciudad terrena unidos a ti,
—no sea que en vano se cansen los que la construyen.

<

p style=»text-align:justify;»>Manda, Señor, trabajadores a tu mies,

—para que tu nombre sea conocido en el mundo.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

<

p style=»text-align:justify;»>A nuestros familiares y bienhechores difuntos dales un lugar entre los santos

—y haz que nosotros un día nos encontremos con ellos en tu reino.

Ya que por Jesucristo hemos llegado a ser hijos de Dios, nos atrevemos a decir:
Padre nuestro…

ORACION

Tú, Señor, que iluminas la noche y haces que después de las tinieblas amanezca nuevamente la luz, haz que, durante la noche que ahora empieza, nos veamos exentos de toda culpa y que, al clarear el nuevo día, podamos reunirnos otra vez en tu presencia, para darte gracias nuevamente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – 24 de octubre

Tiempo Ordinario

1) Oración inicial

Dios todopoderoso y eterno, te pedimos entregarnos a ti con fidelidad y servirte con sincero corazón. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del Evangelio según Lucas 12,49-53
«He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya hubiera prendido! Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se cumpla! «¿Creéis que estoy aquí para poner paz en la tierra?

No, os lo aseguro, sino división. Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres contra dos, y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.»

3) Reflexión

• El evangelio de hoy nos presenta algunas frases sueltas de Jesús. La primera sobre el fuego sobre la tierra la tiene sólo Lucas. Las otras tienen frases más o menos paralelas en Mateo. Esto nos remite al problema del origen de la composición de estos dos evangelios que hizo correr ya mucha tinta a lo largo de los últimos dos siglos y se resolverá plenamente sólo cuando podamos conversar con Mateo y Lucas, después de nuestra resurrección.
• Lucas 12,49-50: Jesús, vino a traer fuego sobre la tierra.     «He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya hubiera prendido! Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se cumpla!” La imagen del fuego vuelve muchas veces en la Biblia y no tiene un sentido único. Puede ser imagen de la devastación y del castigo y puede también ser la imagen de la purificación y de la iluminación (Is 1,25; Zc 13,9). Puede evocar hasta protección como vemos en Isaías: Si pasas en medio de las llamas, no te quemarás” (Is 43,2). Juan Bautista bautizaba con agua, pero después de él, Jesús habría de bautizar por medio del fuego (Lc 3,16). Aquí, la imagen del fuego es asociada a la acción del Espíritu Santo que descendió el día de Pentecostés bajo la imagen de lenguas de fuego (He 2,2-4). Las imágenes y los símbolos no tienen nunca un sentido obligatorio, totalmente definido, que no permita divergencia. En este caso ya no sería ni una imagen, ni un símbolo. Es típico de la naturaleza del símbolo el provocar la imaginación de los oyentes y de los espectadores. Dejando la libertad a los oyentes, la imagen del fuego combinado con la imagen del bautismo indica la dirección en la que Jesús quiere que la gente dirija su imaginación. El bautismo es asociado con el agua y es siempre expresión de un compromiso de Jesús con su pasión:. ¿Podéis ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?» . (Mc 10,38-39).
• Lucas 12,51-53: Jesús vino a traer la división. Jesús habla siempre de paz (Mt 5,9; Mc 9,50; Lc 1,79; 10,5; 19,38; 24,36; Jo 14,27; 16,33; 20,21.26). Entonces ¿cómo entender la frase del evangelio de hoy que parece decir lo contrario: “¿Creéis que estoy aquí para poner paz en la tierra? No, os lo aseguro, sino división.”. Esta afirmación no significa que Jesús estuviera a favor de la división. ¡No! Jesús no quiere la división. El anuncio de la verdad que él, Jesús de Nazaret, era el Mesías se volvió motivo de mucha división entre los judíos. Dentro de la misma familia o de la comunidad, unos estaban a favor y otros radicalmente en contra. En este sentido la Buena Noticia de Jesús era realmente una fuente de división, una “señal de contradicción” (Lc 2,34) o como decía Jesús: “Estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.” Era lo que estaba ocurriendo, de hecho en las familias y en las comunidades: muchas divisiones, mucha discusión, como consecuencia del anuncio de la Buena Noticia entre los judíos de aquella época, unos aceptando, otros negando. Lo mismo vale para el anuncio de la fraternidad como valor supremo de la convivencia humana. No todos concordaban con este anuncio, pues preferían mantener sus privilegios. Por esto, no tenían miedo de perseguir lo que anunciaban la fraternidad y el compartir. Esta es la división que surgía y que está en el origen de la pasión y de la muerte de Jesús. Era lo que estaba aconteciendo. Lo que pensaba la gente. Jesús quiere la unión de todos en la verdad (cf. Jn 17,17-23). Hasta hoy es así. Muchas veces, allí donde la Iglesia se renueva, el llamado de la Buena Noticia se vuelve una “señal de contradicción” y de división. Personas que durante años vivieron acomodadas en la rutina de su vida cristiana, y que ya no quieren ser incomodadas por las “innovaciones” del Vaticano II. Incomodadas por los cambios, usan toda su inteligencia para encontrar argumentos en defensa de sus opiniones y para condenar los cambios como contrarios a lo que ellas piensan ser la verdadera fe.

4) Para la reflexión personal

• Buscando la unión, Jesús era causa de división. ¿Te ocurrió lo mismo alguna vez?
• Ante los cambios en la Iglesia, ¿cómo me sitúo?

5) Oración final

¡Aclamad con júbilo, justos, a Yahvé,
que la alabanza es propia de hombres rectos!
¡Dad gracias a Yahvé con la cítara,
tocad con el arpa de diez cuerdas; (Sal 33,1-2)

Para ser afable es preciso ser humilde (Afabilidad)

Si por pereza dejas de poner los medios necesarios para alcanzar la humildad, te sentirás pesaroso, inquieto, descontento, y harás la vida imposible a ti mismo y quizá también a los demás y, lo que más importa, correrás gran peligro de perderte eternamente (J. PECCI – León XIII-, Práctica de la humildad, 49).

La humildad es la virtud que lleva a descubrir que las muestras de respeto por la persona -por su honor, por su buena fe, por su intimidad-, no son convencionalismos exteriores, sino las primeras manifestaciones de la caridad y de la justicia (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 72).

Comentario del 24 de octubre

La frase que inicia este pasaje evangélico es tan ardiente y enigmática como el fuego que se enuncia. Decía Jesús: He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ójalá que estuviera ya ardiendo!

Ya algunos profetas del AT habían hecho bajar fuego del cielo para consumir la víctima del sacrificio y mostrar a los incrédulos dónde radicaba el poder o de dónde procedía la fuerza. Pero cuando los discípulos de Jesús, que le acompañan por los caminos de Samaría, le proponen hacer descender fuego del cielo para acabar con sus enemigos y opositores, él desautoriza sus propósitos maléficos, les reprende y les encara con su propia conciencia: ¡no sabéis de qué espíritu sois!

No parece, pues, que Jesucristo pretenda aniquilar al mundo, por muy hostil e ingrato que éste se presente, con un fuego devorador. También se compara al Espíritu, del cual él es portador y Ungido, con el fuego ardiente, un fuego que incendia y purifica. En esta forma se presenta el señalado día de Pentecostés, como llamaradas de fuego posadas sobre las cabezas de los Apóstoles. Éste parecía más bien un fuego inocuo; pero lo cierto es que penetró en su corazón y los llenó de entusiasmo misionero. Disponía, pues, de una fuerza impulsora o propulsora. Es el fuego del Espíritu. En el mundo pagano se habla de la llama de los dioses que debe custodiarse y mantenerse viva en los altares, lo mismo que la antorcha de las Olimpíadas.

Pues bien, Jesús ha venido al mundo para introducir en su entraña el fuego de su Espíritu, que es el Espíritu de Dios. Y su deseo es que esté ya ardiendo. Sólo así habrá cumplido su objetivo. ¿Y cuál es el ardor de este Espíritu? No puede ser otro que el ardor divino. El Espíritu de un Dios, que es amor, no puede ser otra cosa que amor, amor ardiente, encendido, vigoroso, impulsor.

Es el amor derramado en nuestros corazones del que habla san Pablo. Y el amor enciende, impulsa, da calor y vida; pero también quema, purifica las impurezas, transforma, y este efecto trae consigo dolor. Nuestro yo egoísta y concentrado en sí mismo se retuerce bajo los efectos purificadores de este fuego. Si el objetivo de Jesús es, finalmente, enviarnos su Espíritu, que será el que complete la misión iniciada por él en nosotros, ¿cómo no entender su ardiente deseo de ver arder al mundo en este fuego? También tendría que ser el nuestro, pues sin pasar por él no podrá alumbrar el nuevo mundo, o el reino de Dios.

Pero Jesús añade algo que resulta aún más desconcertante. Si su deseo es que el mundo arda en el amor de Dios y se instaure un reino de paz, ¿por qué este desafío a la lógica que se desprende de su propósito? ¿Pensáis –dice- que he venido a traer al mundo paz? No, sino divisiónEn adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.

El que envía a sus discípulos para que vayan por delante de él anunciando la cercanía del reino y llevando no sólo un saludo de paz, sino el don de la paz, dice ahora que no ha venido al mundo a traer paz, sino división, una división que afecta a las conexiones más naturales, a las que unen a un padre con su hijo o a una hija con su madre. El que después de resucitado se presenta a sus apóstoles con el saludo de la paz, dice ahora ser causa de división. ¿Cómo entender esto?

Si echamos una mirada a la historia del primitivo cristianismo constatamos un hecho, y es el fenómeno de la división provocado por la entrada del cristianismo en la sociedad pagana. En muchas familias (como la de Perpetua, mártir del siglo III) se produce la conversión de uno de sus miembros al cristianismo. Esto provoca inmediatamente la separación de ese miembro del resto de la familia, que empieza a considerarle como un excluido o como el adepto de una secta indeseable.

Probablemente Jesús aluda a este hecho. Habiendo venido al mundo como portador de la paz y de la reconciliación, siendo él mismo paz para un mundo enemistado, ya que con su sangre ha derribado ese muro de odio que separaba a judíos y gentiles, haciendo de ellos un nuevo pueblo, sin embargo es causa de división. El odio, tanto de judíos como de paganos, recae ahora sobre los cristianos como pone de manifiesto la antigua literatura apologética y martirial. Jesús se convierte en signo de contradicción y en bandera discutida que acaba segregando a sus partidarios de los que no lo son, y eso incluso en el seno de las mismas familias que se rompen por razón del ingreso en ellas de la levadura cristiana que no a todos transforma.

La división se presenta así como una consecuencia de la presencia misma –presencia discutida- de Cristo en el mundo. Basta esa presencia que reclama seguimiento para que se produzca de inmediato la división entre los que deciden seguirle y los que deciden no seguirle o incluso perseguirle, y con él a todos sus partidarios. El mismo Jesús ahondó en este hecho: el que no está conmigo, está contra mí. Los que se ponen contra él no pueden estar del mismo lado que los que se ponen con él. Tal es la inevitable división que deja en el mundo el que viene a instaurar la paz mesiánica de parte del Padre. Pero su pretensión no es otra que reconciliar a todos los hombres con Dios y entre sí. Para lograr esto estuvo dispuesto a morir. Pero en ningún caso Jesús, el que proclamó dichosos a los que trabajan por la paz, puede ser considerado un enemigo de esa paz por la que hay que trabajar y por la que él dio la vida como manso cordero llevado al matadero.

Que Dios nos encuentre ardorosos trabajadores de su paz, aunque esto nos separe involuntariamente de aquellos que se oponen a esta noble actividad. Y pidamos al Señor de los dones que nos otorgue este don a nosotros y nuestras familias.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en 
Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

161. Crecer es conservar y alimentar las cosas más preciosas que te regala la juventud, pero al mismo tiempo es estar abierto a purificar lo que no es bueno y a recibir nuevos dones de Dios que te llama a desarrollar lo que vale. A veces, los complejos de inferioridad pueden llevarte a no querer ver tus defectos y debilidades, y de ese modo puedes cerrarte al crecimiento y a la maduración. Mejor déjate amar por Dios, que te ama así como eres, que te valora y respeta, pero también te ofrece más y más: más de su amistad, más fervor en la oración, más hambre de su Palabra, más deseos de recibir a Cristo en la Eucaristía, más ganas de vivir su Evangelio, más fortaleza interior, más paz y alegría espiritual.

Dios como juez justo

El pasado domingo escuchábamos la parábola del juez injusto, que finalmente hizo justicia a una viuda por la insistencia de ésta en suplicarle que le hiciese justicia frente a su enemigo. En la palabra de Dios de este domingo aparece la idea de Dios como juez justo, que atiende al pobre que le pide auxilio.

1. Dios, juez justo. La primera lectura de este domingo, tomada del libro del Eclesiástico, nos recuerda la misericordia de Dios, que es un juez justo, que escucha al pobre, al oprimido, al huérfano y a la viuda. Cuando el necesitado acude a Dios, Éste le escucha. Sus gritos de auxilio y sus súplicas no son desatendidas, como veíamos en el caso del juez injusto de la parábola del pasado domingo. Sino que Dios está siempre atento a quien le grita y le pide ayuda. De hecho, al final de la primera lectura, el autor del Eclesiástico llega a afirmar que los gritos del pobre atraviesan las nubes hasta alcanzar a Dios. Para Dios, los más importantes son los más pequeños, los necesitados. Pues la verdadera justicia de Dios es esta: dar a aquel que no tiene, socorrer al que lo necesita, atender a los desfavorecidos. También en la segunda lectura, de la segunda carta de Pablo a Timoteo, el apóstol habla de Dios como el juez justo que le premiará con la corona merecida a causa de sus padecimientos por el Evangelio. La justicia de Dios es también para aquellos que son capaces de dar su vida por Él, de dedicar su existencia al anuncio gozoso del Evangelio. Así, Dios, juez justo, premiará la entrega y el sacrificio de Pablo y de todos aquellos que estén dispuestos a dar su vida por Él.

2. El que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido. Para comprender la verdadera justicia de Dios hemos de acudir al pasaje del Evangelio de hoy, que nos enseña cómo ha de ser la actitud del cristiano que ora ante Dios. Tanto el fariseo como el publicano de la parábola eran sinceros ante Dios. No engañaban en su oración. Pero mientras el fariseo arrogante daba gracias a Dios porque él era bueno, mejor que los demás, sin embargo, el publicano reconocía con actitud humilde su pecado delante de Dios. El fariseo presumía de ser un buen judío, de ser justo porque cumplía la ley a la letra, pagando los impuestos que había que cumplir y era riguroso en el cumplimiento del ayuno. Erguido delante de Dios, le estaba pidiendo cuentas y casi exigiendo que Dios le recompensara porque hacía bien las cosas. Por otro lado, el publicano, que todos sabemos que eran pecadores, ladrones y aprovechados, se presenta humillado ante Dios pidiéndole perdón, con actitud de arrepentimiento. Según nuestra justicia, al menos según el criterio más común entre los hombres, parece que el bueno, el que merece un premio y toda la honra, es el fariseo, pues es el “bueno”, el que hace todas las cosas bien, el que cumple la ley. Sin embargo, esto es sólo según nuestra justicia, porque Dios, juez justo, afirma sin embargo que el que queda justificado es el pecador. La justicia de Dios es mostrar misericordia ante quien la pide con sinceridad. El pobre y el pecador, el que reconoce su pequeñez y suplica la misericordia y el auxilio de Dios, es el que recibe el premio. Por eso Jesús concluye la parábola afirmando que el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido, pues el que se cree bueno y justo no necesita de la misericordia de Dios, mientras que el redimido es el pecador que, arrepentido, pide el perdón de Dios. Es como si una persona sana, sin enfermedad, va al médico para decirle que está sano. De nada le sirve el médico. Sin embargo, en enfermo que se reconoce enfermo y acude al médico para pedirle socorro es el que podrá ser sanado. Así es la justicia de Dios.

3. He combatido bien mi combate. San Pablo, en la segunda carta a Timoteo, viendo ya cercana la hora de su muerte, preparado para el martirio, escribe a su fiel discípulo afirmando confiadamente: “He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe”. ¿Cuál es este combate y cuál esta carrera a la que se refiere Pablo? El mismo apóstol lo dice más adelante: “El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje”. Pablo, el gran misionero, el apóstol de los gentiles, viendo llegar la hora de su sacrificio con el que rubricará su predicación, hace valoración de su misión. Después de haber pasado por tantas dificultades en sus viajes apostólicos, en los que fue perseguido, arrojado a las fieras y castigado de tantos modos por el mensaje del Evangelio, espera recibir tras su muerte la corona merecida. Es el premio que Dios tiene reservado para aquellos que le han servido bien, fielmente. El combate de la fe, la carrera de la evangelización, llena de dificultades, es la vida que Pablo recuerda ahora que está cercana la hora de su muerte. Dios justo, que atiende siempre al que le suplica, premiará los esfuerzos de este misionero.

Estamos terminando el mes misionero extraordinario que ha convocado el papa Francisco. Durante este mes hemos recordado a los misioneros que, como san Pablo, han combatido bien el combate y han corrido la carrera de la fe, tantas veces también en medio de peligros y de persecuciones. Dios, juez justo, tendrá en cuenta el valor y la entrega de aquellos hombres y mujeres que con su vida y con su sacrificio dan testimonio de la fe en Cristo.

Francisco Javier Colomina Campos

El publicano bajó a su casa justificado, el fariseo no

A unos que se tenían por justos y despreciaban a los demás les dijo esta parábola: Dos hombres fueron al templo a orar; uno era fariseo y el otro publicano. El fariseo, de pie, hacía en su interior esta oración: Dios mío, te doy gracias porque no soy como el resto de los hombres: ladrones, injustos, adúlteros, ni como ese publicano; yo ayuno dos veces por semana y pago los diezmos de todo lo que poseo. El publicano, por el contrario, se quedó a distancia y no se atrevía ni a levantar sus ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: Dios mío, ten compasión de mí, que soy un pecador. Os digo que éste volvió a su casa justifi cado, y el otro no. Porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado.

Lucas 18, 9-14

Para meditar

El que se crea el mejor, mal va… El que se crea superior a otros, se está equivocando. En la historia de la Humanidad ha sucedido muchas veces que un grupo de personas se han creído mejores o superiores a otros. Y siempre ha traído como consecuencia guerras, miseria, hambre, injusticia…

En el día a día a veces nos creemos mejores que otras personas. También en esto tenemos que cambiar, porque no somos mejores que nadie, ni debemos aceptar que otros se crean superiores a nosotros. Como dice Jesús, el que se humilla será ensalzado..

Para hacer vida el evangelio

  • ¿Alguna vez has creido que eres mejor que otras personas? Escribe cuando te ha pasado…
  • ¿Crees que todas las personas somos iguales? ¿Crees que los cristianos somos mejores personas que quienes no lo son?
  • Escribe un compromiso que te ayude vivir todos los días con el convencimiento de que todas las personas somos iguales..

Oración

Señor, Tú te fi jas en la anciana
que echa una monedita,
en el que ora en el último rincón del templo
en el que es más sencillo y más pequeño
y nosotros, mientras,
queremos parecer grandes,
importantes, los mejores, los principales.
Haznos, Señor, personas fraternas,
que se saben pequeñas y grandes
al mismo tiempo,
que aceptan sus defi ciencias
como algo humano,
que reconocen sus carencias
y sus necesidades
y que saben que dependen de los demás,
igual que los demás necesitan de ellos.
Haznos como Tú, Señor,
pequeños por fuera
pero muy grandes por dentro. Amén.

Tú prefieres siempre lo sencillo

Señor, Tú te fijas en la anciana
que echa una monedita,
en el que ora en el último rincón del templo
en el que es más sencillo y más pequeño
y nosotros, mientras,
queremos parecer grandes,
importantes, los mejores, los principales.

Así de pequeños somos por dentro, Señor
que necesitamos parecer más
de lo que somos,
que vendemos una imagen magnificada,
que por dentro competimos con los demás
para disimular nuestra fragilidad.

Tú, que conoces cada rincón
de nuestra mente,
que nos formaste en el vientre
de nuestra madre,
que tienes contados cada uno
de nuestros cabellos,
sabes de nuestra pequeñez
y de la necesidad de «fardar»,
que somos competitivos
y poco igualitarios.

Haznos, Señor, personas fraternas,
que se saben pequeñas y grandes
al mismo tiempo,
que aceptan sus deficiencias
como algo humano,
que reconocen sus carencias
y sus necesidades
y que saben que dependen de los demás,
igual que los demás necesitan de ellos.

Haznos una gran familia, Señor,
de gente sencilla, que se ayuda,
que se complementa, que se apoya,
que comparte sus riquezas
y se facilita la vida en las dificultades,
que está atenta a lo que necesita el otro
y que sabe recibir con naturalidad
y sencillez.

Haznos como Tú, Señor,
pequeños por fuera
pero muy grandes por dentro. Amén.

Mari Patxi Ayerra

Notas para fijarnos en el evangelio Domingo XXX de Tiempo Ordinario

• En la parábola se contraponen dos actitudes: la del fariseo, que piensa ganar la salvación con su propio esfuerzo, y la del publicano, que reconoce su condición de pecador y pide a Dios la conversión. Este último, que se apoya en Dios y no en sus obras, es el modelo que Lucas propone: la justificación sin condiciones…. Es Dios el que acoge con su gracia al pecador. Lucas, proclama la misericordia como ley fundamental de la acción de Dios. Dos formas de creer y de relacionarse con Dios, una de las cuales es rechazada por Jesús mientras que la otra es ensalzada.

• Repito, el tema de fondo es la ORACIÓN, no el pecado. Por eso no debemos acercarnos al mismo con ánimo de buscar quién es más pecador de los dos protagonistas. Y, menos aún, la parábola no nos tiene que conducir a pensar en personas concretas que conocemos para identificarlas con uno o con otro de los personajes, emitiendo un juicio que no nos corresponde.

• La cuestión de fondo, lo que nos cuestiona a todos, es cómo nos ponemos ante Dios y ante los demás. Y la Buena Noticia es que Dios nos mira con buenos ojos y ve el fondo, lo que hay de verdadero en el corazón de cada uno.

Los dos personajes se ponen ante Dios (10)

• Detengámonos en el fariseo: “erguido” (11) y el contenido de su oración: todas las cosas que hace para cumplir la Ley (12). Los Evangelios someten a los fariseos a una crítica despiadada: Jesús fustiga su soberbia (Lc 18, 10-14), su codicia(Mc 12, 40), su ambición (Mt 23, 5-7) y su hipocresía (Mt 15, 3-7). Los fariseos, junto con la clase sacerdotal, aparecen como los que deciden la muerte de Jesús (Mt 26, 3; Mc 14, 53-64). Con frecuencia se les trata como opositores de Jesús, sin que se tenga en cuenta su celo por las instituciones y sus méritos religiosos… y de hecho esta parábola pierde su fuerza si no se toman en serio los méritos de los fariseos y la indignidad del publicano (el cobrador de impuestos para los romanos es considerado pecador público).

• El publicano: “atrás” (13) su oración es de petición (Sal 51), reconociendo su condición de pecador (13). Así, el que cree que el amor de Dios se compra con el mérito de las obras, es rechazado por Dios (el que no siente la necesidad de salvación, no puede recibirla); el que espera su rehabilitación del amor gratuito de Dios, la obtiene (14).

Nota:

Publicanos: recaudadores de impuestos, eran considerados pecadores tanto por los maestros de la ley como por la gente del pueblo, porque trabajaban al servicio de las administraciones romanas y herodianas y porque a menudo se aprovechaban injustamente de su actuación en beneficio propio.

Fariseos: eran personas religiosas y observantes: cumplían los ayunos prescritos por la Ley, y practicaban otros que eran voluntarios. Asimismo, pagaban todos los diezmos mandados y todavía añadían otros. De esta manera, pensaban que iban acumulando méritos ante Dios y que así se ganaban su favor.

Pero, ambos se ponen ante los demás

• El fariseo no quiere saber nada de los demás, son los malos (11) y se distancia de ellos; y así lo refleja en el contenido de su oración: “no soy como los demás” (11).

• El publicano reconoce a los demás, sabe que les causa daño, y lo confiesa ante Dios, convirtiéndolo en el contenido de su oración: “ten compasión de este pecador” (13).

• Uno está lleno de sí mismo (de su bondad). El otro espera ser atendido por Dios, llenarse de la bondad del Padre, le pide perdón que sólo Él puede dar y da. Lucas hace una llamada a la humildad de aquellos que se sienten justificados por sus obras y hacen alarde de su “justicia” frente a los que aparecen estar fuera de la ley (15, 7; 16, 15).

• v.14 Es un comentario de Jesús sobre la parábola, donde nos habla de que el publicano “bajó a su casa justificado”, lo que nos lleva al pensamiento de Pablo de la justificación-salvación por la gracia y no por las obras…. Recuerdo que el fariseo, que hace más que lo que exige la Ley, busca sólo su autojustificación a través de las obras. El fariseo, la verdad, no espera nada de Dios ni tiene nada que pedirle, solo hace ostentación de su crédito ante Dios y de su desprecio por los demás (11-12). La acción de gracias sólo es aparente ya que es un monólogo de complacencia en sí mismo. De ahí que parece que Dios debería estar agradecido por su fidelidad. Enumera los vicios de los otros y hay un desprecio del recaudador. Sus prácticas religiosas (ayuno y diezmo) se muestran sin el compromiso con el prójimo (11s).

• La segunda parte del comentario final (14b) tiene otros dos paralelos en los Evangelios: Lc 14, 1, Mt 18, 4 (El que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el Reino de Dios), y Mt 23, 12 (Pues el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado) y se refiere al cambio de situación que se producirá al final si el que busca la “justicia” por sus obras no cambia de actitud y se convierte al Evangelio de la gracia.

• Este es un texto para fijarnos si queremos aprender algo sobre la oración: la oración de cada uno es como es la vida. En la oración se manifiesta cuál es la actitud que tenemos ante Dios y ante los demás.

Comentario al evangelio – 24 de octubre

El evangelio de Lucas que hoy nos propone la liturgia habla de enfrentamientos y divisiones en las familias por causa de la fe en Jesús. Naturalmente este texto refleja situaciones  que vivían algunos miembros de las comunidades cristianas, a quienes Lucas dirige su evangelio. Han abrazado con alegría y generosidad la fe, quieren seguir a Jesús con todas las consecuencias. Y de pronto se encuentran enfrentados a los seres más queridos de sus familias. Son sufrimientos muy profundos precisamente porque afectan a la relación con personas que se quieren de verdad. La fe en Jesús se convierte en una cruz dentro de la familia. Es inevitable que se den divisiones y actitudes encontradas a causa de Jesús. Ser cristiano de verdad es muy bello, pero ¡qué difícil es! Ojalá nunca se dieran esas incomprensiones familiares, pero es inevitable que puedan ocurrir.

Hay otro aspecto que quiero subrayar. Jesús dice a sus discípulos: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!”

San Antonio Maria Claret, cuya fiesta celebramos hoy, tomó como lema de su vida: “el amor de Cristo me apremia”. Sólo desde el intenso amor que llenaba su corazón se puede explicar la dedicación tan espléndida al servicio de las comunidades cristianas de Cataluña, Canarias, Cuba, Madrid, París y Roma hasta morir desterrado en el Monasterio de Fontfroide, en el sur de Francia. 

En la oración de Laudes de la liturgia propia del santo se canta:
Claret, cristiano de fuego,
pobre, casto y compasivo,
misionero al rojo vivo,
con afanes de andariego
y ardor de contemplativo.

Claret, cristiano de fuego… Él escribe en su Autobiografía: La virtud más necesaria es el amor. Sí, lo digo y lo diré mil veces: la virtud que más necesita un misionero apostólico es el amor. Debe amar a Dios, a Jesucristo, a María Santísima y a los prójimos. Si no tiene este amor, todas sus bellas dotes serán inútiles; pero, si tiene grande amor con las dotes naturales, lo tiene todo.

Y continúa: Hace el amor en el que predica la divina palabra como el fuego en un fusil. Si un hombre tirara una bala con los dedos, bien poca mella haría; pero, si esta misma bala la tira rempujada con el fuego de la pólvora, mata. Así es la divina palabra. Si se dice naturalmente, bien poco hace, pero, si se dice por un Sacerdote lleno de amor de Dios y del prójimo, herirá vicios, matará pecados, convertirá a los pecadores, obrará prodigios.

Jesús dijo: “He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!”. San Antonio María Claret ardió con el fuego de Jesús y nos dejó a sus seguidores una gran tarea: la evangelización por todos los medios posibles para que ese amor de Dios se difunda por el mundo.

En estos días se está presentando el rodaje en España de una película sobre la vida de San Antonio María Claret, cuyo título es «pobre y a pié».

Carlos Latorre, cmf