Vísperas – Viernes XXIX de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS

VIERNES XXIX TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

En esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.

¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?

¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?

Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mi todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.

Y sólo pido no pedirte nada,
estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta. Amén.

SALMO 40: ORACIÓN DE UN ENFERMO

Ant. Sáname, señor, porque he pecado contra ti.

Dichoso el que cuida del pobre y desvalido;
en el día aciago lo pondrá a salvo el Señor.

El Señor lo guarda y lo conserva en vida,
para que sea dichoso en la tierra,
y no lo entrega a la saña de sus enemigos.

El Señor lo sostendrá en el lecho del dolor,
calmará los dolores de su enfermedad.

Yo dije: «Señor, ten misericordia,
sáname, porque he pecado contra ti.»

Mis enemigos me desean lo peor:
«A ver si se muere, y se acaba su apellido.»

El que viene a verme habla con fingimiento,
disimula su mala intención,
y, cuando sale afuera, la dice.

Mis adversarios se reúnen a murmurar contra mí,
hacen cálculos siniestros:
«Padece un mal sin remedio,
se acostó para no levantarse.»

Incluso mi amigo, de quien yo me fiaba,
que compartía mi pan,
es el primero en traicionarme.

Pero tú, Señor, apiádate de mí,
haz que pueda levantarme,
para que yo les dé su merecido.

En esto conozco que me amas:
en que mi enemigo no triunfa de mí.

A mí, en cambio, me conservas la salud,
me mantienes siempre en tu presencia.

Bendito el Señor, Dios de Israel,
ahora y por siempre. Amén, amén.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Sáname, Señor, porque he pecado contra ti.

SALMO 45: DIOS, REFUGIO Y FORTALEZA DE SU PUEBLO

Ant. El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.

Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro.

Por eso no tememos aunque tiemble la tierra,
y los montes se desplomen en el mar.

Que hiervan y bramen sus olas,
que sacudan a los montes con su furia:

El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.

El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada.

Teniendo a Dios en medio, no vacila;
Dios la socorre al despuntar la aurora.

Los pueblos se amotinan, los reyes se rebelan;
pero él lanza su trueno, y se tambalea la tierra.

El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.

Venid a ver las obras del Señor,
las maravillas que hace en la tierra:

Pone fin a la guerra hasta el extremo del orbe,
rompe los arcos, quiebra las lanzas,
prende fuego a los escudos.

«Rendíos, reconoced que yo soy Dios:
más alto que los pueblos, más alto que la tierra.»

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: HIMNO DE ADORACIÓN

Ant. Vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, Señor.

Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!

¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, Señor.

LECTURA: Rm 15, 1-3

Nosotros, los robustos, debemos cargar con los achaques de los endebles y no buscar lo que nos agrada. Procuremos cada uno dar satisfacción al prójimo en lo bueno, mirando a lo constructivo. Tampoco Cristo buscó su propia satisfacción; al contrario, como dice la Escritura: «Las afrentas con que te afrentaban cayeron sobre mí.»

RESPONSORIO BREVE

R/ Cristo nos amó y nos ha librado por su sangre.
V/ Cristo nos amó y nos ha librado por su sangre.

R/ Nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios.
V/ Por su sangre.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Cristo nos amó y nos ha librado por su sangre.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El Señor nos auxilia a nosotros, sus siervos, acordándose de su misericordia.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor nos auxilia a nosotros, sus siervos, acordándose de su misericordia.

PRECES

Bendigamos a Dios, que mira propicio los deseos de los necesitados y a los hambrientos los colma de bienes; digámosle confiados:

Muéstranos, Señor, tu misericordia.

Señor, Padre lleno de amor, te pedimos por todos los miembros de la Iglesia que sufren:
— acuérdate que, por ellos, Cristo, cabeza de la Iglesia, ofreció en la cruz el verdadero sacrificio vespertino.

Libra a los encarcelados, ilumina a los que viven en tinieblas, sé la ayuda de las viudas y de los huérfanos,
— y haz que todos nos preocupemos de los que sufren.

Concede a tus hijos al fuerza necesaria,
— para resistir las tentaciones del Maligno.

Acude en nuestro auxilio, Señor, cuando llegue la hora de nuestra muerte:
— para que puedan contemplarte eternamente.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Conduce a los difuntos a la luz donde tú habitas,
— para que puedan contemplarte eternamente.

Fieles a la recomendación del Salvador, nos atrevemos a decir:
Padre nuestro…

ORACION

Te pedimos, Señor, que los que hemos sido aleccionados con los ejemplos de la pasión de tu Hijo estemos siempre dispuestos a cargar con su yugo llevadero y con su carga ligera. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – 25 de octubre

Tiempo Ordinario

1) Oración inicial

Dios todopoderoso y eterno, te pedimos entregarnos a ti con fidelidad y servirte con sincero corazón. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del Evangelio según Lucas 12,54-59

Decía también a la gente: «Cuando veis que una nube se levanta por occidente, al momento decís: `Va a llover’, y así sucede. Y cuando sopla el sur, decís: `Viene bochorno’, y así sucede. ¡Hipócritas! Sabéis explorar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no exploráis, pues, este tiempo? «¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo? Cuando vayas con tu adversario al magistrado, procura en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre ante el juez, el juez te entregue al alguacil y el alguacil te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo.»

3) Reflexión

● El evangelio de hoy nos presenta un llamamiento de parte de Jesús para aprender a leer los Signos de los Tiempos. Fue este texto lo que inspiró a Juan XXIII el convocar a la Iglesia para prestar atención a los Signos de los Tiempos y percibir mejor las llamadas de Dios en los acontecimientos de la historia de la humanidad.
● Lucas 12,54-55: Todos saben interpretar los aspectos de la tierra y del cielo, … “ Decía también a la gente: «Cuando veis que una nube se levanta por occidente, al momento decís: `Va a llover’, y así sucede. Y cuando sopla el sur, decís: `Viene bochorno’, y así sucede.”. Jesús verbaliza una experiencia humana universal. Todos y todas, cada cual en su país y en su región, sabemos leer los aspectos del cielo y de la tierra. El cuerpo mismo percibe cuando amenaza lluvia o cuando los cambios del tiempo: “¡Vamos a tener lluvia!” Jesús se refiere a la contemplación de la naturaleza como siendo una de las fuentes más importantes del conocimiento y de la experiencia que él mismo tenía de Dios. Fue la contemplación de la naturaleza lo que le ayudó a descubrir aspectos nuevos en la fe y en la historia de su pueblo. Por ejemplo, la lluvia que cae sobre buenos y malos, y el sol que nace sobre justos o injustos, le ayudarán a formular una de las imágenes más revolucionarias: “¡Amad a vuestros enemigos!” (Mt 5,43-45).
● Lucas 12,56-57: …, pero no saben leer los signos de los tiempos. Y Jesús saca la conclusión para sus contemporáneos y para todos nosotros: “¡Hipócritas! Sabéis explorar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no exploráis, pues, este tiempo?” San Agustín decía que la naturaleza, la creación, es el primer libro que Dios escribe. Por medio de ella Dios nos habla. El pecado embrolló las letras del libro de la naturaleza y, por ello, ya no conseguimos leer el mensaje de Dios estampado en las cosas de la naturaleza y en los hechos de la vida. La Biblia, el segundo libro de Dios, fue escrito no para ocupar o reemplazar la Vida, sino para ayudar a interpretar la naturaleza y la vida y para aprender de nuevo a descubrir los llamados de Dios en los acontecimientos. “¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?” Compartiendo entre nosotros lo que vemos en la naturaleza, iremos descubriendo la llamada de Dios en la vida.
● Lucas 12,58-59: Saber sacar la lección para la vida. “ Cuando vayas con tu adversario al magistrado, procura en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre ante el juez, el juez te entregue al alguacil y el alguacil te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo.» Uno de los puntos en que Jesús más insistía es la reconciliación. En aquella época había muchas tensiones y conflictos entre grupos radicales con tendencias diferentes, sin diálogo: zelotes, esenios, fariseos, saduceos, herodianos. Ninguno quería ceder ante el otro. Las palabras de Jesús sobre reconciliación pidiendo acogida y comprensión iluminan esta situación. Pues el único pecado que Dios no consigue perdonar es el que no perdonemos a los demás (Mt 6,14). Por esto, aconseja procurar la reconciliación antes de que sea demasiado tarde. Cuando llegue la hora del juicio, será demasiado tarde. Cuando tengamos tiempo, procuremos cambiar de vida, de comportamiento y de modo de pensar y procuremos acertar el paso (cf. Mt 5,25-26; Col 3,13; Ef 4,32; Mc 11,25).

4) Para la reflexión personal

● Leer los Signos de los Tiempos. Cuando escucho o leo las noticias en la tele o en los periódicos, tengo la preocupación de percibir las llamadas de Dios en estos hechos?
● Reconciliar es la petición en la que Jesús más insiste. ¿Cómo trato de colaborar en la reconciliación entre las personas, las razas, los pueblos, las tendencias?

5) Oración final

De Yahvé es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y cuantos lo habitan,
pues él lo fundó sobre los mares,
lo asentó sobre los ríos. (Sal 24,1-2)

Comentario del 25 de octubre

En esta ocasión, Jesús se dirige a la gente sin hacer distinción entre discípulos o adversarios, pero por el tenor de la reflexión parece tener más en consideración a los fariseos: Cuando veis subir una nube por el poniente, decís en seguida: «Chaparrón tenemos», y así sucede. Cuando sopla el sur decís: «Va a hacer bochorno», y lo hace¡Hipócritas!: si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que se debe hacer?

Casi todo el mundo es capaz de interpretar estos signos atmosféricos que anuncian lluvia o bochorno: una nube que se levanta por el poniente, un viento cálido que llega del sur. Basta haber observado estos fenómenos más de una vez para saber lo que va a suceder. Todos tenemos capacidad para interpretar correctamente estos signos precursores. Si esto es así, se pregunta Jesús, ¿por qué os resulta tan difícil interpretar otros signos o signos de otro género como sus propias actuaciones mesiánicas? Jesús parece echarles en cara que no sean capaces de ver en él al Mesías anunciado por los profetas y a sus actuaciones milagrosas y misericordiosas como obras del Ungido del Espíritu que opera con la fuerza del mismo Dios.

El tiempo presente es el tiempo de la plenitud, lo que san Pablo llama plenitud de los tiempos, el tiempo en el que Dios decide enviar a su propio Hijo, naciendo de mujer, para rescatar a los que estaban bajo la Ley. El tiempo presente es, por tanto, el tiempo colmado por la presencia del Mesías. Esta presencia no puede pasar desapercibida, tiene que hacerse notar; y, por consiguiente, no tendría que ser difícil advertirla, interpretar sus signos precursores y presenciales. Bastaba estar atentos a sus palabras y a sus obras portentosas para tomar conciencia de ello, es decir, de que estaban ante el Mesías o Ungido del Señor.

Pero no, hay algo que les impide ver. Su mirada, cargada de prejuicios deformantes, no les permite ver la realidad mesiánica que refleja la actividad de Jesús. Por eso les echa en cara esta incapacidad para saber interpretar, que les llevará finalmente a despreciarlo y a rechazarlo como impostor o falso mesías. Como no saben juzgar correctamente, acabarán por hacer lo que no tendrían que haber hecho, tomando decisiones equivocadas. Tras haberlo acusado de aliado del demonio y haberlo expulsado de la ciudad como un apestado, lo conducirán a la cruz como a un malhechor.

Tales son las inevitables consecuencias de su errado juicio del tiempo presente. Pero Dios sacará el bien de la redención de este error de juicio o de esta ceguera no carente de culpa, porque disponían de elementos de juicio suficientes para haber sido más certeros en su apreciación de la persona y obra de Jesús. Disponían fundamentalmente de las profecías que anticipaban con bastante claridad la figura del futuro Mesías. Pero no supieron leerlas a la luz de esos acontecimientos que les eran contemporáneos y que tenían a Jesús como protagonista.

También nosotros disponemos en la actualidad de las Escrituras, de los relatos evangélicos y de los dichos de Jesús para poder interpretar nuestro tiempo presente, el que a nosotros nos ha tocado vivir. Pero ¿lo hacemos? ¿Prestamos atención a esa Escritura y enseñanzas, a esa biografía singular, a esa doctrina evangélica? ¿Tratamos de conocerla para poder aplicarla a nuestras vidas y para poder interpretar lo que nos sucede a diario: un éxito, un fracaso, un descubrimiento, un descalabro, una nueva oportunidad, una nueva relación, una frontera infranqueable, una ruptura dolorosa, una muerte inesperada, un nacimiento, una contrariedad, un cambio de gobierno, una crisis económica, un encuentro imprevisto, un accidente, una pérdida, un ascenso, una degradación, una humillación…?

Todo signo requiere interpretación. Y toda interpretación juicio racional. Pero nuestra razón opera siempre como razón inculturada. ¿Por qué no dejar que nuestra razón sea iluminada no sólo por la cultura en la que hemos nacido y crecido, sino también por la fe que ha dado forma a una cultura cristiana? ¿Por qué no dejarnos iluminar por la revelación cristiana que aporta su luz peculiar, esa luz que se ha revelado válida para regir la vida de tantos hombres a lo largo de la historia? Si confiamos en esta luz, si nos dejamos iluminar por la luz de Cristo veremos muchas cosas que permanecían envueltas en la oscuridad y tendremos elementos luminosos que nos ayudarán a interpretar el tiempo presente con verdad y rectitud. ¡Que el Señor nos dé humildad para acoger su luz y poder ver la realidad que somos y la que nos circunda en su verdad!

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en 
Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

162. Pero te recuerdo que no serás santo y pleno copiando a otros. Ni siquiera imitar a los santos significa copiar su forma de ser y de vivir la santidad: «Hay testimonios que son útiles para estimularnos y motivarnos, pero no para que tratemos de copiarlos, porque eso hasta podría alejarnos del camino único y diferente que el Señor tiene para nosotros»[86]. Tú tienes que descubrir quién eres y desarrollar tu forma propia de ser santo, más allá de lo que digan y opinen los demás. Llegar a ser santo es llegar a ser más plenamente tú mismo, a ser ese que Dios quiso soñar y crear, no una fotocopia. Tu vida debe ser un estímulo profético, que impulse a otros, que deje una marca en este mundo, esa marca única que sólo tú podrás dejar. En cambio, si copias, privarás a esta tierra, y también al cielo, de eso que nadie más que tú podrá ofrecer. Recuerdo que san Juan de la Cruz, en su Cántico Espiritual, escribía que cada uno tenía que aprovechar sus consejos espirituales «según su modo»[87], porque el mismo Dios ha querido manifestar su gracia «a unos en una manera y a otros en otr[88].


[86] Exhort. ap. Gaudete et exsultate (19 marzo 2018), 11.

[87] Cántico Espiritual B, Prólogo, 2.

[88] Ibíd., XIV-XV, 2.

Misa del domingo: misa con niños

1. MONICIÓN DE ENTRADA

Queridos amigos. ¡Sed bienvenidos, de verdad, a esta Eucaristía en el Día del Señor! Y decimos “de verdad” porque, el Señor, si algo quiere es que, todo lo que hacemos y decimos ser en nuestra vida cristiana, debe estar teñido de sinceridad y de transparencia. Podríamos preguntarnos, antes de comenzar la Santa Misa; ¿tratamos a Dios con delicadeza? ¿Intentamos presentarnos ante El tal y cómo somos o disfrazados por nuestros malos modos, falsas ideas o juicios negativos sobre los demás? El Señor va desgranando su Evangelio. Y lo va haciendo para que nosotros, sus amigos, aprendamos a cultivar en el campo de nuestro corazón tantas semillas del bien que Él nos va dejando. Nos ponemos de pie y cantamos.

2. PENITENCIAL

1. Porque decimos pensar en Dios pero pensamos primero en nosotros. Señor ten piedad

2. Porque nos cuesta arrodillarnos, por ejemplo en la consagración, y nos cuesta adorar al Señor. Cristo ten piedad.

3. Porque a veces podemos pensar que Dios es tan bueno que nos consiente todo, y olvidamos el mejorar nuestra conducta y nuestras actitudes. Señor ten piedad.

3. MONICIÓN A LAS TRES LECTURAS

Los cristianos somos oyentes de la Palabra del Señor. Sin ella no podemos saber lo que Dios quiere y lo que Dios ha hecho por nosotros. Además, cuando sigue a Jesús, todo lo que nos ocurre –como dice San Pablo- lo sabemos interpretar a la luz de la fe. Para ello, como el Evangelio nos va a señalar, es bueno que intentemos –por todos los medios- que nuestra oración sea humilde. Es decir: que al rezar lo hagamos con sencillez y con verdad ante Dios. Escuchemos atentamente.

4. ORACIÓN DE LOS FIELES

1. Por la Iglesia extendida por toda la tierra. Para que nos indique siempre el camino de la humildad y de la sencillez para encontrar a Jesús. Roguemos al Señor.

2. Por los que viven pendientes de su imagen. Por aquellos que gastan mucho en la belleza exterior y poco tiempo o dinero en la belleza del corazón. Roguemos al Señor.

3. Por los que son prepotentes. Por aquellos que humillan a los demás. Para que vuelvan al camino del respeto y del diálogo. Para que valoren a las personas por lo que son: personas. Roguemos al Señor.

4. Para que la Palabra del Señor despierte en nosotros sentimientos de acogida y de perdón. Para que sepamos valorar el don sagrado de la oración para disfrutar de la presencia de Dios. Roguemos al Señor.

5. Para que, lejos de juzgar a los demás, nos miremos un poco más a nosotros mismos. Sólo así, desde nuestros propios fallos, comprenderemos y entenderemos los de los demás. Roguemos al Señor.

5. OFRENDAS

1. Con este espejo queremos representar, ante el altar, el cómo somos. Que hagamos todos, un propósito: no solamente mejorar nuestro aspecto físico, sino también cuidar, peinar y lavar el alma y el corazón. Sólo así, el Señor, podrá habitar en nosotros.

2. Con esta cesta llena de algodón, queremos representar la virtud de la humildad. Seamos suaves en el trato con el Señor y, además, delicados en nuestras relaciones con los que nos rodean.

3. Finalmente, con el pan y el vino, las auténticas y únicas ofrendas en la Eucaristía, traemos hasta el altar nuestro deseo de compartir con Jesús su Cuerpo y su Sangre.

6.- ORACIÓN FINAL

YO, SÍ, SOY ASÍ, SEÑOR
Quiero hacer una oración sin distracciones,
y me pierdo al mínimo ruido.
Digo alabarte, y me miro a mi mismo
Digo quererte, y me quiero demasiado a mí mismo
Digo complacerte, y busco mi interés
Digo estimarte, y renuncio a muy poco por Ti.

YO, SÍ, SOY ASÍ, SEÑOR
Quiero mirarte frente a frente,
y observo a los que me rodean
Quiero seguirte, y voy detrás de tus enemigos
Quiero escucharte, y saliendo de tu templo,
lo olvido todo.
Quiero corregirme,
y caigo en el defecto de ser juez de los demás
Quiero superarme,
y exijo que sean los demás quienes lo hagan

YO, SÍ, SOY ASÍ, SEÑOR
Quiero adorarte, y me cuesta ponerme de rodillas
Quiero guardar silencio,
y no sé vivir sin el ruido
Quiero hablar con tu lenguaje, y sólo
utilizo el diccionario que me ofrece el mundo
Quiero buscar tus huellas,
y voy detrás de aquellas que conducen a la fama.

PORQUE, YO SÍ QUE SOY ASÍ, SEÑOR,
Dame humildad para reconocer mis fallos
Fortaleza para hacerles frente
Gratitud para agradecerte lo mucho
que Tú haces por mí
Oración para mirarte y nunca ofender a los demás
Espíritu para dejarme moldear por tu Palabra
Amén.

La misa del domingo

Domingo XXX Tiempo Ordinario – Ciclo C
27 Octubre 2019

Eclesiástico (35,12-14.16-18): “La oración del humilde atraviesa las nubes”
Sal 33- El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó
Timoteo (4,6-8.16-18): “He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe”.
Lucas (18,9-14): “Oh Dios, ten piedad de este pecador”

Ecos desde nuestros jóvenes y nuestras comunidades

  • Detrás de la aparente felicidad, todos sufrimos por dentro… ¿somos conscientes de nuestro dolor, angustia, soledad?
  • Nuestros chicos tampoco viven una vida cómoda o sin preocupaciones…¿cómo acompañarlos?
  • En nuestra Pastoral es necesario recuperar la “invocación”, y sostener nuestra tarea educativo-pastoral desde la pequeñez personal y comunitaria, y la confianza en el Señor.

     

Ensayo de homilía

La liturgia de la Palabra nos vuelve a recordar cómo es nuestro Dios. Y se nos dice que es un Dios “que escucha la oración del oprimido”. Nos habla incluso de que es un Dios parcial, que hace justicia al hombre sin mala intención, y cómo la oración del humilde atraviesa las nubes, y no se detiene hasta que alcanza su destino. Si así es Dios, así debería ser nuestra actitud respecto de él: llena de confianza y familiaridad, sabiendo que El siempre nos escucha. Pero ¿quién es justo para que Dios le escuche? ¿Cómo hay que ser?

El relato del evangelio nos lo dice, cuando precisamente se nos presenta una doble escena en paralelo: un fariseo, orgulloso de sí mismo, y un publicano, pecador avergonzado. La escena es fantástica. El fariseo está de pie, erguido, pues se siente justo ante Dios, y son sus buenas obras las que le dan esa seguridad personal. Por otro lado, el publicano está postrado sin levantar la cabeza, pues sabe que su comportamiento no es bueno; más bien es corrupto. La diferencia radica en que uno sabe de su “debilidad-pecado” y el otro no, sintiéndose justificado por su aparente “honestidad”. Ante esta escena nos podemos preguntar: a Dios ¿quien le agrada más? Jesús mismo responde: uno (el publicano) bajó justificado; el otro (el fariseo) no. Este juicio de Jesús nos vuelve a desconcertar: ¿cómo es posible que Dios prefiera al que lleva una vida mala, antes que a otro que se esfuerza en ser honrado y bueno? Lo que se nos pasa de largo, es que “nadie es bueno ante Dios”, y que sólo Él salva y nos justifica. No es nuestro buen comportamiento el que nos llevará al cielo.

Esta imagen de Dios es escandalosa; no la podemos entender. Nuestro Dios es un Dios parcial; que oye el dolor de las personas; y en el publicano había mucho dolor, precisamente por su pecado. Pero es que el fariseo no necesitaba a Dios en su vida: sus obras le valían y le sobraban. En nuestra vida es bueno preguntarse: ¿yo necesito a Dios para algo? ¿O me basta lo que tengo y cómo soy? Solo si necesitas a Dios por algún motivo, Dios se te hará cercano. Si te bastas a ti mismo, Dios queda fuera de tu vida.

Creo que esto se comprende mejor aplicándolo a nuestras situaciones familiares. Todos hemos vivido momentos de dificultad (una enfermedad, una situación dolorosa con los hijos, una depresión…). En esos momentos nos sentimos frágiles, desprovistos de fuerza y de consuelo. Necesitamos levantar las manos para pedir fuerza, reparación, salud, consuelo. En estos momentos sentimos la necesidad de Alguien a quién recurrir porque nuestra vida no da para más. En estos momentos límites que hay en la vida, cuánto agradecemos que el Señor no se fije en lo que le podemos darle, sino que se fije en nosotros por compasión, sin más; de manera gratuita y generosa. ¡Quién no necesita un Dios así de cercano e incondicional!

Aplicar esta “mirada divina” a nuestras relaciones, humaniza nuestra vida y nos hace creyentes de verdad. En nuestra labor educativa, descubrimos el dolor de muchos niños y jóvenes. Sufrimiento por lo que pasa en casa, malestar por cosas que suceden entre los amigos; o pérdida de sentido y de ganas de vivir por fracasos aparentemente insignificantes. Tener una mirada atenta, nos lleva a preguntarnos cómo acompañar a nuestros chavales, a nuestros hijos en casa. ¿Cómo tener una actitud de acogida incondicional y de respeto hacia ellos? ¿Cómo ponerse a tiro para escuchar lo que tengan que contarnos? Como adultos y creyentes tenemos la necesidad de cuidar y acompañar la soledad o el desasosiego de los que tenemos cercanos.

Ser educador, padre o madre tiene que ver con sentirse afectado, sentirse vulnerable ante la vida de los demás. Y creo que es esta actitud empática la que más nos humaniza y nos convierte en creyentes…porque nos parecemos un poco más a “nuestro Padre celestial”.

Txetxu Villota, sdb

¿Fariseo o publicano? (Oración)

¿FARISEO O PUBLICANO?

Hola Jesús. Me encanta imaginar la situación cuando nos cuentas parábolas. Lo haces todo más fácil. Pues mira, imagínate que estás en una iglesia, una capilla y hay dos personas rezando, pero de manera bien distinta. Presta atención a cómo se comportan estas dos personas. Cierra los ojos, atento. Piensa qué harías tú.

La lectura es una adaptación del evangelio de Lucas (Lc 18, 9-14):

En tiempo de Jesús pasaba como en todas las épocas, que había personas que se creían mejores que otras y los iban mirando por encima del hombro. Entonces, Jesús les dijo a sus amigos: «Vosotros no seáis presumidos. Mirad, os voy a contar una historia: Dos hombres fueron al templo a orar.  Uno de ellos era un fariseo. Se creía mejor que los demás, y se puso en el centro para que todo el mundo lo viera, y rezaba diciendo: ‘Gracias, Dios, por hacerme tan guay. Soy el mejor. Rezo bien. Me porto bien. Cumplo la ley. Soy un crack’. El otro era un publicano. Los publicanos eran considerados pecadores por los judíos. Y este se puso a rezar en una esquina, diciendo, en voz muy baja: ‘Señor, ya sé que me equivoco mucho, y que a veces me he portado fatal. Pero ayúdame, ten compasión de mí’. ¿Sabéis qué? –dijo Jesús a sus discípulos– que a Dios le gusta mucho más la oración del que es humilde que la de quien es un chuleta».

Entonces, el fariseo le estaba diciendo a Dios lo bueno que él era. Nada más. Solo hablaba de sí mismo y no buscaba mejorar. El publicano reconoció cómo era su vida y pidió perdón a Dios por ello.

No me extraña que a Dios le gustara la oración del segundo. A mí también. Me gustaría parecerme al publicano. Pasar por los sitios sin llamar la atención y cuando haces algo mal, ser capaz de reconocerlo. Y no sólo eso, además estar arrepentido y pedir perdón por las veces que haces algo mal.

Ahora, en silencio, pienso si hay algo por lo que yo también tenga que pedirte perdón, Dios. Y lo hago.

Mientras escuchas la canción, piensa en aquellas ocasiones en las que no has querido llamar la atención. En las que has sido discreto. Trae a tu mente aquella vez en la que pediste perdón por algo que habías hecho mal o algo que habías hecho a medias.

Transforma mi vida, Señor,
transfórmame, transfórmame.
Y dame tu corazón
conviérteme (1)___
aumenta mi fe (2)__
conviérteme, transfórmame (3)
Transfórmame.

Transfórmame interpretado por Ixcís «La lluvia de tu misericordia.»

Pide hoy a Dios que te ayude a cambiar y a ser sencillo cada día como el publicano. Para terminar, repetimos después de cada frase ayúdame, Señor.

Cuando es divertido llamar la atención,
cuando está de moda mirar mal a otro,
cuando me creo mejor,
cuando elijo ser fariseo…
…ayúdame, Señor.

Cuando deseo ser humilde,
cuando tengo en cuenta a los demás,
cuando soy uno más,
cuando elijo ser publicano…
…ayúdame, Señor.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio,
ahora y siempre por los siglos de los siglos.
Amén.

Comentario al evangelio – 25 de octubre

Dice Jesús: “Si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que se debe hacer?”

Los contemporáneos de Jesús no saben interpretar sus palabras y milagros como el signo de que ha llegado el reino de Dios. Juzgan desde sus propios criterios y tienen los ojos cerrados a los signos de los tiempos.

Cristo quiere que escrutemos el tiempo, y el tiempo para Él consiste en que con su venida hemos llegado a la plenitud: «la plenitud de los tiempos”. Es una plenitud real, no imaginaria, que no hay que confundir con el fin del mundo, sino con la manifestación más clara y plena del amor de Dios por los hombres. El primer acto de amor de Dios al hombre ha sido la creación.

¿Puede el hombre pedir algo más? Lo inteligente en el hombre es ser consciente del tiempo en que vive y saber decir cada día: «gracias, Padre Dios, por tu amor tan presente y cercano».

Hoy es un buen día para contemplar sin más el amor de Dios que se nos manifiesta en los más pequeños, en los que necesitan comprensión, una caricia. Como sabiamente decía una amiga mía: Nos podemos equivocar en muchas cosas en nuestra vida, pero en lo que nunca nos equivocamos es si hacemos el bien a quien necesita ayuda. Ella decía con mucha convicción: “el que ayuda a un pobre no se equivoca”.

Siguiendo el texto del evangelio de hoy nos dice Jesús: “Cuando te diriges al tribunal con el que te pone pleito, haz lo posible por llegar a un acuerdo con él, mientras vais de camino”.

Esta comparación ilustra la urgente necesidad de reconciliarse con Dios antes de que llegue el juicio y al mismo tiempo la importancia de esta reconciliación entre las personas. El perdón que doy al hermano es el perdón que Dios me da a mí. Sólo el perdón nos lleva a la paz.

En la primera lectura san Pablo nos confía con gran sinceridad sus experiencias en la lucha por seguir a Jesús cada día y nos dice: “El bien que quiero hacer no lo hago; el mal que no quiero hacer, eso es lo que hago”. Él sabe por propia experiencia que sólo la misericordia nos abre a la esperanza: “¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo presa de la muerte? Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, y le doy gracias”.

Carlos Latorre, cmf