Vísperas – Miércoles XXX de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS

MIÉRCOLES XXX TIEMPO ORDINARIO

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p style=»text-align:justify;»>V/.Dios mío, ven en mi auxilio.

R/ Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

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p style=»text-align:justify;»>Padre: has de oír

este decir
que se me abre en los labios como flor.

<

p style=»text-align:justify;»>Te llamaré

Padre, porque

la palabra me sabe a más amor.

<

p style=»text-align:justify;»>Tuyo me sé,

pues me miré

en mi carne prendido tu fulgor.
Me has de ayudar

a caminar,

sin deshojar mi rosa de esplendor.

<

p style=»text-align:justify;»>Por cuanto soy

gracias te doy:

por el milagro de vivir.

Y por el ver

la tarde arder,

por el encantamiento de existir.

<

p style=»text-align:justify;»>Y para ir,

Padre, hacia ti,

dame tu mano suave y tu amistad.
Pues te diré:

solo no sé

ir rectamente hacia tu claridad.

<

p style=»text-align:justify;»>Tras el vivir,

dame el dormir

con los que aquí anudaste a mi querer.
dame, Señor,

hondo soñar.

¡Hogar dentro de ti nos has de hacer! Amén.

<

p style=»text-align:justify;»>SALMODIA


Antífona 1: Aguardamos la alegre esperanza, la aparición gloriosa de nuestro Salvador.

SALMO 61: LA PAZ EN DIOS

Sólo en Dios descansa mi alma,
porque de él viene mi salvación;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.

<

p style=»text-align:justify;»>¿Hasta cuándo arremeteréis contra un hombre
todos juntos, para derribarlo

como a una pared que cede

o a una tapia ruinosa?

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p style=»text-align:justify;»>Sólo piensan en derribarme de mi altura,
y se complacen en la mentira:

con la boca bendicen,

con el corazón maldicen.

<

p style=»text-align:justify;»>Descansa sólo en Dios, alma mía,
porque él es mi esperanza;

sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.

<

p style=»text-align:justify;»>De Dios viene mi salvación y mi gloria,
él es mi roca firme,

Dios es mi refugio.

<

p style=»text-align:justify;»>Pueblo suyo, confiad en él,

desahogad ante él vuestro corazón,
que Dios es nuestro refugio.

<

p style=»text-align:justify;»>Los hombres no son más que un soplo,
los nobles son apariencia;

todos juntos en la balanza subirían
más leves que un soplo.

<

p style=»text-align:justify;»>No confiéis en la opresión,

no pongáis ilusiones en el robo;

y aunque crezcan vuestras riquezas,
no les deis el corazón.

<

p style=»text-align:justify;»>Dios ha dicho una cosa,

y dos cosas que he escuchado:

<

p style=»text-align:justify;»>«Que Dios tiene el poder

y el Señor tiene la gracia;
que tú pagas a cada uno
según sus obras.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: Aguardamos la alegre esperanza, la aparición gloriosa de nuestro Salvador.

 

Antífona 2: Que Dios ilumine su rostro sobre nosotros y nos bendiga.

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p style=»text-align:justify;»>SALMO 66
QUE TODOS LOS PUEBLOS ALABEN AL SEÑOR

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

<

p style=»text-align:justify;»>La tierra ha dado su fruto,

nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: Que Dios ilumine su rostro sobre nosotros y nos bendiga.

 

Antífona 3: Por medio de él fueron creadas todas las cosas, y todo se mantiene en él.

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p style=»text-align:justify;»>CÁNTICO Col 1, 12-20:
HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CRIATURA Y PRIMER RESUCITADO DE ENTRE LOS MUERTOS

<

p style=»text-align:justify;»>Damos gracias a Dios Padre,

que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

<

p style=»text-align:justify;»>Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,

y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

<

p style=»text-align:justify;»>Él es imagen de Dios invisible,

primogénito de toda criatura;

porque por medio de él

fueron creadas todas las cosas:

celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.

<

p style=»text-align:justify;»>Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.

Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.

Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

<

p style=»text-align:justify;»>Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,

haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: Por medio de él fueron creadas todas las cosas, y todo se mantiene en él.

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p style=»text-align:justify;»>LECTURA BREVE


Tened sentimientos de humildad unos con otros, porque Dios resiste a los soberbios, para dar su gracia a los humildes. Inclinaos, pues, bajo la mano poderosa de Dios, para que, a su tiempo, os ensalce. Descargad en él todo vuestro agobio, que él se interesa por vosotros. (1P 5,5b-7)

<

p style=»text-align:justify;»>RESPONSORIO BREVE


V/. Guárdanos, Señor, como a las niñas de tus ojos.
R/. Guárdanos, Señor, como a las niñas de tus ojos.

V/. A la sombra de tus alas escóndenos.
R/. Como a las niñas de tus ojos.

<

p style=»text-align:justify;»>V/. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

R/. Guárdanos, Señor, como a las niñas de tus ojos.

 

Magníficat, ant.: Haz, Señor, proezas con tu brazo: dispersa a los soberbios y enaltece a los humildes.

MAGNÍFICAT, Lc 1, 46-55 ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR

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p style=»text-align:justify;»>Proclama mi alma la grandeza del Señor,

se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

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p style=»text-align:justify;»>Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

<

p style=»text-align:justify;»>Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos

y enaltece a los humildes,

a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

<

p style=»text-align:justify;»>Auxilia a Israel, su siervo,

acordándose de la misericordia

—como lo había prometido a nuestros padres—

en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Magníficat, ant.: Haz, Señor, proezas con tu brazo: dispersa a los soberbios y enaltece a los humildes.

 

<

p style=»text-align:justify;»>PRECES


Aclamemos, hermanos, a Dios, nuestro salvador, que se complace en enriquecernos con sus dones, y digámosle con fe:

Multiplica la gracia y la paz, Señor.

Dios eterno, mil años en tu presencia son como un ayer que pasó;
—ayúdanos a recordar siempre que nuestra vida es como hierba que florece por la mañana, y por la tarde se seca.

Alimenta a tu pueblo con el maná, para que no perezca de hambre,
—y dale el agua viva, para que nunca más tenga sed.

Que tus fieles busquen los bienes de arriba y aspiren a ellos,
—y te glorifiquen también con su trabajo y su descanso.

Concede, Señor, buen tiempo a las cosechas,
—para que la tierra dé fruto abundante.

Con el gozo que nos da el saber que somos hijos de Dios, digamos con plena confianza:
Padre nuestro…

ORACIÓN

Oh Dios, tu nombre es santo, y tu misericordia llega a tus fieles de generación en generación; atiende, pues, las súplicas de tu pueblo y haz que pueda proclamar eternamente tu grandeza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

R/. Amén.

CONCLUSIÓN

V/ .El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – 30 de octubre

Tiempo Ordinario

1) Oración inicial

Dos todopoderoso y eterno, aumenta nuestra fe, esperanza y caridad; y, para conseguir tus promesas, concédenos amar tus preceptos. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del Evangelio según Lucas 13,22-30

Atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén. Uno le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» Él les dijo: «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán.
«Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, os pondréis los que estéis fuera a llamar a la puerta, diciendo: `¡Señor, ábrenos!’ Y os responderá: `No sé de dónde sois.’ Entonces empezaréis a decir: `Hemos comido y bebido contigo y has enseñado en nuestras plazas ‘. Pero os volverá a decir: `No sé de dónde sois. ¡Retiraos de mí, todos los malhechores!
«Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras a vosotros os echan fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios.
«Pues hay últimos que serán primeros y hay primeros que serán últimos.»

3) Reflexión

● El evangelio de hoy nos relata un episodio acontecido durante el largo camino de Jesús desde Galilea hasta Jerusalén, cuya descripción ocupa más de una tercera parte del evangelio de Lucas (Lc 9,51 a 19,28).
● Lucas 13,22: El camino de Jerusalén. “Atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén.”. Más de una vez Lucas dice que Jesús está de camino hacia Jerusalén. En los diez capítulos que describen el viaje hasta Jerusalén (Lc 9,51 a 19,28), Lucas, constantemente, recuerda que Jesús está de camino hacia Jerusalén (Lc 9,51.53.57; 10,1.38; 11,1; 13,22.33; 14,25; 17,11; 18,31; 18,37; 19,1.11.28). lo que es claro y es definido desde el comienzo el es destino del viaje: Jerusalén, la capital, donde Jesús será condenado a muerte (Lc 9,31.51). Raramente, informa sobre el recorrido y los lugares por donde Jesús pasaba. Sólo al comienzo del viaje (Lc 9,51), en medio (Lc 17,11) y al final (Lc 18,35; 19,1), sabemos algo respecto del lugar por donde Jesús estaba pasando. De este modo, Lucas sugiere la siguiente enseñanza: tenemos que tener claro el objetivo de nuestra vida, y asumirlo decididamente como hizo Jesús. Debemos caminar. No podemos detenernos. Pero no siempre es claro y es definido por dónde pasamos. Lo que es cierto es el objetivo: Jerusalén, donde nos espera el “éxodo” (Lc 9,31), la pasión, la muerte y la resurrección.
● Lucas 13,23: La pregunta sobre los pocos que se salvan. A lo largo del camino hacia Jerusalén acontece de todo: informaciones sobre las masacres y los desastres (Lc 13,1-5), parábolas (Lc 13,6-9.18-21), discusiones (Lc 13,10-13) y, en el evangelio de hoy, preguntas de la gente: «Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?» ¡Siempre la misma pregunta alrededor de la salvación!
● Lucas 13,24-25: La puerta estrecha. Jesús dice que la puerta es estrecha: » Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán.”. Jesús ¿dijo esto para llenarnos de miedo y obligarnos a observar la ley como enseñaban los fariseos? ¿Qué significa esta puerta estrecha? ¿De qué se trata? En el Sermón de la Montaña Jesús sugiere que la entrada en el Reino tiene ocho puertas. Son las ocho categorías de personas de las bienaventuranzas: (a) pobres de espíritu, (b) mansos, (c) afligidos, (d) hambrientos y sedientos de justicia, (e) misericordiosos, (f) limpios de corazón, (g) constructores da paz y (h) perseguidos por causa de la justicia (Mt 5,3-10). Lucas las reduce a cuatro: (a) pobres, (b) hambrientos, (c) tristes y (d) perseguidos (Lc 6,20-22). Solamente entran en el Reino los que pertenecen a una de estas categorías enumeradas en las bienaventuranzas. Esta es la puerta estrecha. Es la nueva mirada sobre la salvación que Jesús nos comunica. ¡No hay otra puerta! Se trata de la conversión que Jesús nos pide. Insiste en lo siguiente: » Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán. Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, os pondréis los que estéis fuera a llamar a la puerta, diciendo: `¡Señor, ábrenos!’ Y os responderá: `No sé de dónde sois.”. El tiempo hasta la hora del juicio, es tiempo favorable para la conversión, para cambiar nuestra visión sobre la salvación y entrar en una de estas ocho categorías.
● Lucas 13,26-28: El trágico malentendido. Dios responde a los que llaman a la puerta: “No sé de dónde sois”. Pero ellos insisten y argumentan: ¡Hemos comido y bebido contigo y has enseñado en nuestras! No basta haber convivido con Jesús, no basta haber participado en la multiplicación de los panes y haber escuchado sus enseñanzas en las plazas de las ciudades y en los poblados. No basta haber ido a la iglesia y haber participado en las instrucciones del catecismo. Dios responderá: ¡No sé de dónde sois!. Retiraos de mí, todos los malhechores!”. Trágico malentendido y falta total de conversión, de comprensión. Jesús declara injusticia aquello que los demás consideran ser cosa justa y agradable a Dios. Es una visión totalmente nueva sobre la salvación. La puerta es realmente estrecha.
● Lucas 13,29-30: La clave que explica el malentendido. “Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios. Pues hay últimos que serán primeros y hay primeros que serán últimos.”. Se trata de un gran cambio que se operó con la venida de Dios hasta nosotros en Jesús. La salvación es universal y no sólo del pueblo judío. Todos los pueblos tendrán acceso y podrán pasar por la puerta estrecha.

4) Para la reflexión personal

● Tener el objetivo claro y caminar hacia Jerusalén: ¿mis objetivos son claros o me dejo llevar por el viento del momento?
● La puerta es estrecha. ¿Qué idea tengo de Dios, de la vida, de la salvación?

5) Oración final

Alábente, Yahvé, tus creaturas,
bendígante tus fieles;
cuenten la gloria de tu reinado,
narren tus proezas. (Sal 145,10-11)

Lectura continuada del Evangelio de Marcos

Marcos 11, 12-14

«12Y al día siguiente, al salir ellos de Betania, tuvo hambre.

13Y viendo desde lejos una higuera con hojas fue, por si encontraba algo en ella. Y, tras llegar a ella, no encontró más que hojas, porque no era tiempo de higos.

14Y, respondiendo, le dijo: “Nunca más coma nadie fruto de ti”. Y lo escuchaban sus discípulos.

Jesús vuelve ahora a la capital y al Templo. En el camino, maldice una higuera (11,12-14) y luego entra en el Templo, interrumpiendo violentamente el comercio que allí había; luego explica esta acción con palabras tomadas del Antiguo Testamento (11,15-19). En el camino de vuelta a Betania los discípulos observan que la higuera maldecida se ha marchitado de repente y Jesús emplea este milagro como punto de partida para su enseñanza sobre la fe y la oración (11,20-25). Marcos ha compuesto una de sus composiciones más originales y reveladoras utilizando material de origen diverso. El centro de la composición es la acción de Jesús en el Templo, interpretada por la historia circundante de la higuera, que no solo otorga al santuario el papel de árbol sin fruto, estéril y maldito, sino que presenta también una alternativa: la fe y la oración que evitan el sistema sacrificial de la «cueva de bandidos» y apela directamente a la misericordia del Padre divino.

• 11, 12-14: Después de pasar la noche en Betania, Jesús y sus discípulos se dirigen de nuevo a Jerusalén (11,12). En el camino Jesús siente hambre y se acerca a una higuera para ver si tiene algún fruto (11,13a). Al no encontrar higo alguno (11,13b), maldice el árbol con una profecía amenazante: nunca dará fruto de nuevo (11,14). Desde épocas muy antiguas, los exegetas se han sentido molestos por la aparente dureza y la injusticia de la ira de Jesús contra un objeto insensible, especialmente cuando el mismo Marcos nos dice que «no era época de higos». Mateo omite ya la frase de que no era época de higos (Mt 21,19), y algunos autores suponen que el dueño del árbol, no queriendo que otros disfrutaran de su producto, lo había dejado limpio antes del tiempo de la cosecha; la maldición de Jesús, por tanto, era un castigo justificado a su egoísmo. Si no queremos dejamos llevar por una simple especulación, deberemos comenzar preguntándonos cómo se consideraban en el mundo bíblico los árboles, y sobre todo las higueras. En el contexto de las leyendas judías no hay nada insólito en que un maestro se dirija a un árbol y este le responda. Además, el Antiguo Testamento, textos judíos y el Nuevo Testamento muestran que la higuera y otros árboles simbolizan a menudo a la gente buena y mala, a los dirigentes de Israel o a la nación en conjunto (cf., por ejemplo, Jr 24,1-10; Mt 15,13; Lc 13,6-9); los mismos textos indican también que estos símbolos se utilizan muchas veces en contextos escatológicos para hablar del juicio sobre Israel (Is 34,4; Am 8,1-3; Mt 15,13; Lc 13,6-9; 23,31; Ap 6,13-14); y, finalmente, señalan que hay una relación especialmente cercana entre estas imágenes de árboles por una parte y Jerusalén y su Templo, por otra (cf., por ejemplo, Ez 47,1-12; 1Cor 3,5-17).

A la luz de este trasfondo bíblico, podríamos interpretar la higuera como un símbolo para la nación en total, pero la conclusión de la siguiente escena revela que una gran parte de la gente («la muchedumbre entera») está todavía con Jesús; solo los sumos sacerdotes y los escribas se oponen a su acción y mensaje. Teniendo en cuenta la función del Templo en nuestro relato, los culpables más inmediatos parecen ser el Templo y sus funcionarios. La imposibilidad de Jesús de encontrar fruta en el árbol, y su maldición consiguiente, apoyan la conclusión de que los mandatarios del Templo están corruptos sin esperanza; en el conjunto de la narración marcana, la esterilidad de la higuera anticipa «la abominación de la desolación» profetizada respecto al Templo en 13,14. Para Marcos, ciertamente, el Templo parece estar firmemente atrincherado en el ámbito de una estéril vejez que se encamina hacia la destrucción.

Para la comunidad marcana, que sabe que el Templo ha sido arrasado o que su destrucción es inminente, este acontecimiento catastrófico, que Jesús profetiza por medio de su maldición contra la higuera, demostrará la fiabilidad absoluta de su palabra.

Comentario del 30 de octubre

El evangelista nos presenta a Jesús de camino hacia Jerusalén. Jerusalén es su meta terrena, el lugar en el que consumará su misión. Por eso, Lucas sitúa a Jesús siempre de camino y camino de Jerusalén.

Entretanto, alguien se le acercó y le hizo una pregunta: Señor, ¿serán pocos los que se salven? Jesús recorría ciudades y aldeas enseñando. No es extraño, por tanto, que su enseñanza suscite preguntas de este cariz. Hablando de la salvación, a cualquiera de nosotros se le hubiese ocurrido esta pregunta: ¿Serán muchos o pocos los que se salven? Jesús, sin responder exactamente a esa pregunta, contesta: Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Luego la puerta de la salvación es estrecha, y para entrar por ella hay que esforzarse. Y dice más: muchos lo intentarán y no podrán.

Según esto, la salvación, siendo un don de Dios, no es un asunto fácil, que se resuelva sin esfuerzo. Puede que algunos lo intenten a última hora y no puedan, porque no reúnen las condiciones necesarias. En cualquier caso, la salvación tiene puerta de ingreso y ésta es estrecha, como indicando que tales ingresos han de ser examinados y valorados convenientemente. En otro lugar se dice: ancho y espacioso es el camino que conduce a la perdición. Por tales espacios se descarrían y se pierden muchos. La estrechez de la puerta también sugiere disciplina, ascesis, penitencia, privaciones. La salvación estaría reclamando este proceso de purificación o acrisolamiento que nos haga idóneos para acceder a ella. En realidad, la madurez del amor siempre demanda un proceso de desapropiación o despojamiento de las exigencias del propio egoísmo. Y eso resulta inevitablemente doloroso.

Pero Jesús añade: Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo: «Señor, ábrenos», y él os replicará: «No sé quiénes sois». Entonces comenzaréis a decir: «Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas». Pero él os replicará: «No sé quienes sois. Alejaos de mí, malvados».

Toda puerta tiene una doble función: la de facilitar la entrada o la de impedirla. Al parecer, la puerta de la salvación se abrirá para unos y se cerrará para otros. Hay quienes se quedarán fuera intentarán entrar, pero no podrán. Llamarán a la puerta, suplicando su apertura, pero el Señor, desde dentro, les replicará: No sé quiénes sois, como si los desconocidos no tuviesen acceso a ese lugar. Por eso, queriendo aparecer como conocidos, dirán: Hemos comido y bebido contigo y has enseñado en nuestras plazas, las mismas plazas en las que él viene enseñando. Pero no basta con semejantes señales identificativas.

Haber comido y bebido con él no les hace merecedores de ser sus comensales en el Reino de los cielos. Haber oído su enseñanza no es suficiente: No todo el que me dice: Señor, Señorentrará en el Reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Para acceder al Reino de Dios necesitamos que Él nos conozca, porque nosotros le conocemos a Él, que Él nos conozca como amigos porque hemos tenido trato con Él y Él nos ha incorporado a su intimidad. Sólo si nos conoce en este modo, no podrá decirnos: No sé quiénes sois. Porque sabrá quiénes somos: discípulos, seguidores, aliados, partidarios, amigos, hijos.

Para los que se queden fuera no habrá sino llanto y rechinar de dientes, una imagen para significar ese estado de definitiva orfandad y marginación. Jesús parece acentuar la idea de que son precisamente esos que se creen con más derecho a tomar parte en el banquete del Reino por formar parte del pueblo elegido los que se vean echados fuera; mientras que otros, venidos de lejos, de oriente y occidente, del norte y del sur, podrán compartir con Abrahán, Isaac, Jacob y los profetas un puesto de honor en ese banquete. Son esos últimos que acabarán siendo primeros por haber acogido con prontitud el mensaje de la salvación, a diferencia de aquellos (judíos) que, estando entre los primeros invitados al banquete de bodas, han acabado quedándose fuera por falta de disposición.

¡Ojalá que el Señor nos conozca de tal manera que no pueda decirnos tras la puerta: «No sé quiénes sois», porque esto significaría nuestra definitiva exclusión del Reino!

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

167. Dios ama la alegría de los jóvenes y los invita especialmente a esa alegría que se vive en comunión fraterna, a ese gozo superior del que sabe compartir, porque «hay más alegría en dar que en recibir» (Hch 20,35) y «Dios ama al que da con alegría» (2 Co 9,7). El amor fraterno multiplica nuestra capacidad de gozo, ya que nos vuelve capaces de gozar con el bien de los otros: «Alégrense con los que están alegres» (Rm 12,15). Que la espontaneidad y el impulso de tu juventud se conviertan cada día más en la espontaneidad del amor fraterno, en la frescura para reaccionar siempre con perdón, con generosidad, con ganas de construir comunidad. Un proverbio africano dice: «Si quieres andar rápido, camina solo. Si quieres llegar lejos, camina con los otros». No nos dejemos robar la fraternidad.

Comentario Domingo XXXI de Tiempo Ordinario

Oración preparatoria

Señor Jesús, Tú que me buscas, que pasas por mi vida constantemente, no dejes de fijarte en mí, no dejes de llamarme y pedirme que baje. Como a Zaqueo, dame la alegría de seguirte y acogerte en mi casa, la alegría de un corazón convertido. AMEN.

 

Lc 19, 1-10

1Y, entrando, atravesaba Jericó. 2Y he aquí que un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos y rico, 3buscaba ver a Jesús, quién era, y no podía a causa de la muchedumbre, porque era pequeño de estatura.

4Y, corriendo adelante, se subió a un sicómoro para verlo, porque iba a atravesar por allí.

5Y, cuando llegó al lugar, alzando la vista, Jesús dijo a él: “Zaqueo, baja pronto; porque es necesario quedarme hoy en tu casa”.

6Y bajó pronto y lo recibió alegrándose.
7Y, al verlo, todos murmuraban diciendo: “Ha ido a hospedarse a donde un hombre pecador”.

8Pero Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: “He aquí que la mitad de mis bienes, Señor, la doy a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devuelvo cuatro veces más”.

9Pero Jesús dijo a él: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también este es hijo de Abrahán. 10Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido».

¡PALABRA DEL SEÑOR!

 

CONTEXTO

Aunque, en cuanto a la presencia de un publicano, el evangelio de hoy está en continuidad con el del domingo anterior, hemos dado un pequeño salto en el relato lucano. A la parábola del fariseo y publicano, seguían en Lucas un pequeño episodio sobre los niños (Lc 18,17-17), el encuentro de Jesús con el rico (Lc 18,18-23) y la enseñanza sobre el peligro de las riquezas (Lc 18,24-27) y sobre la recompensa al seguimiento (Lc 18,28-30). Después llega el tercer anuncio de la Pasión (Lc 18,31-34) como momento estelar de esta última sección del camino a Jerusalén, y la curación del ciego de Jericó (Lc 18,35-43). Del pobre pasamos al rico; de las afueras pasamos al interior de Jericó. Jesús está ya muy cerca de Jerusalén, su destino. Y es en Jericó donde se produce el encuentro con Zaqueo, el evangelio de hoy. Jericó, la ciudad de las palmeras, en el valle del Jordán, era la última parada de los peregrinos antes de subir a Jerusalén. En Jericó terminó el éxodo de 40 años por el desierto y también allí el “éxodo” de Jesús está a punto de concluir. A este evangelio sucede la parábola de las minas, de claro sabor escatológico (Lc 19,11-27) y, de inmediato, el “comienzo amplio” del acontecimiento escatológico por excelencia: la entrada de Jesús en Jerusalén y los prolegómenos de su pasión, muerte y resurrección (Lc 19,28-38 y ss.).

 

TEXTO

El evangelio puede estructurarse en tres partes:

a) la introducción (19,1-3), en la que sobresale la búsqueda de Jesús por parte de Zaqueo (19,3);
b) el encuentro de Jesús y Zaqueo en la calle (19,4-7), en la que hay una crítica por parte de los bienpensantes sobre el comportamiento de Jesús (19,7);
c) el diálogo de Jesús y Zaqueo en la casa (19,8-10), en la que hay una declaración del sentido de la misión de Jesús (19,9-10).

Los tres temas han ido apareciendo desde el capítulo 15 (cf. 15,1-6). Dos personajes destacan en el texto: Jesús y Zaqueo. Notemos el cambio en el orden de la presentación: Zaqueo-Jesús en la primera parte; Jesús-Zaqueo en la segunda; Zaqueo-Jesús, en la tercera. Todo viene originado por el deseo de Zaqueo de encontrarse con Jesús (1a), todo descansa en el encuentro, en el que Jesús tiene la primacía (2a), todo se transforma tras ese encuentro (3a). Zaqueo (= Zacarías, “el justo” o “YHWH recuerda”) es presentado como jefe de publicanos, rico, bajo de estatura: demasiados obstáculos para “encontrarse” con Jesús. Pero buscaba verlo: nunca se está demasiado lejos de Jesús si late en el corazón un verdadero encuentro con él.

 

ELEMENTOS A DESTACAR

• El primer encuentro de Jesús con Zaqueo tiene 4 movimientos: la acción de Zaqueo (adelantarse corriendo: 19,4); la acción de Jesús, que responde al deseo de Zaqueo, una acción decisiva, contraria a lo que pudiera esperarse (19,5); la reacción de Zaqueo (obedecer, acoger, alegría: 19,6); la reacción de la muchedumbre (crítica, murmuración: 19,7). ¿Dónde nos situamos nosotros?

• El segundo encuentro tiene dos partes. En la primera, Zaqueo responde a la iniciativa de Jesús y a las murmuraciones de la muchedumbre y declara su opción por una nueva vida. El punto de partida es la gratitud hacia Jesús por su actitud misericordiosa; le conduce a un verificable cambio de vida: Zaqueo se pone en pie (gesto muy elocuente), hace una confesión de fe (llama a Jesús “Señor”), que se manifiesta en hechos concretos (ofrece la mitad de sus bienes para los pobres y restablece la justicia violada restituyendo el cuádruplo). ¿Cómo y en qué se verifica nuestra fe en Jesús y nuestro seguimiento?

• En la segunda, la declaración de salvación de Jesús llega a Zaqueo y a su casa (“onda expansiva” del Bien), porque “este” (aun “este publicano”) es un hijo de Dios. Jesús es el Buen Pastor que busca la salvación de todos. Es el contrapunto a una muchedumbre que “murmuraba”, a un estilo religioso que recela de contar con todos para hacer extensiva la salvación de Dios.

• Dos búsquedas, dos miradas (de Zaqueo y de Jesús) se entrecruzan para hacer presente dicha salvación, que aquí se traduce en una vida solidaria y justa, no en una especulación teórica sobre lo que nos espera en el más allá. El episodio enseña que la obra salvadora de Jesús puede sucederle “hoy” a cualquier persona que, en la escucha de la Palabra, también “baja pronto” y “recibe” a Jesús en su casa, y vive un nuevo itinerario espiritual que deja atrás los errores y abre a un discipulado militante. ¿Qué relato podríamos hacer nosotros en este sentido?

 

Paso 1 Lectio: ¿Qué dice el texto? Atiende todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas.

Paso 2 Meditatio: ¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?

Paso 3 Oratio: ¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…

Paso 4 Actio: ¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?

Para la catequesis: Domingo XXXI de Tiempo Ordinario

XXXI Domingo de Tiempo Ordinario
3 de noviembre 2019

Sabiduría 11, 22-12, 2; Salmo 144; 2 Tesalonicenses 1, 11–2, 2; Lucas 19, 1-10

Zaqueo Busca a Jesús

En aquel tiempo, Jesús entró en Jericó, y al ir atravesando la ciudad, sucedió que un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de conocer a Jesús; pero la gente se lo impedía, porque Zaqueo era de baja estatura. Entonces corrió y se subió a un árbol para verlo cuando pasara por ahí. Al llegar a ese lugar, Jesús levantó los ojos y le dijo: «Zaqueo, bájate pronto, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa». Él bajó enseguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, comenzaron todos a murmurar diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador». Zaqueo, poniéndose de pie, dijo a Jesús: «Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes, y si he defraudado a alguien, le restituiré cuatro veces más».

Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también él es hijo de Abraham, y el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido».

 

Reflexión

Zaqueo era jefe de publicanos, ¿Qué es un publicano? (Eran cobradores de impuestos de los romanos; odiados porque se hacían ricos cobrando de más.) Zaqueo trataba de conocer a Jesús, ¿Por qué? (El había oído de sus milagros y que venía de Dios y su corazón sintió Su llamado. El necesitaba llenar el vacío que el robo y sus riquezas le dejaban.) ¿Por qué subió al árbol? (Era bajito y la gente más alta no lo dejaban ver. Su estatura también simboliza su estatus social por el pecado. Tuvo que esforzarse para ver a Jesús más que los otros.) ¿Cómo se sintió Zaqueo cuando Jesús lo llamó? (feliz y agradecido) ¿Qué prometió? (Dar a los pobres la mitad de sus bienes; restaurar 4 veces a los que había defraudado.) Cuando se llenó del amor de Jesús, se arrepintió de sus pecados y su corazón se llenó de amor por su prójimo queriendo reparar el daño que les había hecho. ¿Cómo reaccionaron el resto? (Murmuraban de que Jesús se hospedaba con un pecador.) Jesús les explica que el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido. ¿Qué nos aleja de Dios? ¿Cómo podemos buscarlo en nuestra vida? ¿Qué podemos hacer para ayudar a Jesús a salvar almas?

 

Actividad

En la siguiente página, colorear y escribir las palabras de la historia. Hacer tarjetas para que los niños escriban de un lado, que en sus vidas lo alejan de Dios, y del otro lado que van a hacer esta semana para acercarse a Él. Llevar las tarjetas al altar y cada uno hace la siguiente oración.

Oración

Jesús, te pido perdón por alejarme de Ti. Te prometo cambiar y evitar lo que me aleja de Ti. Ayúdame a orar más, a perdonar más, y a amar más. Oro por la conversión de todos los pecadores. Amen.

¿Qué me quiere decir hoy Jesús?

¿Cuánto mides? Creí que sería divertido el medir a algunos de ustedes y ver cuán altos son. (Mida a algunos de los niños.) Bueno, algunos de ustedes son bastante altos y otros son más bajitos.

Recuerdo cuando tenía la edad de ustedes. Yo no era muy alto. Muchas veces tenía dificultad en alcanzar cosas que estaban en una tablilla alta. En ocasiones tenía que treparme en un taburete o una silla para poder alcanzar lo que deseaba. Si una persona alta se sentaba frente a mí en el cine, tenía que moverme de un lado a otro para poder ver la pantalla o sentarme en mis rodillas para ver mejor. Uno se enfrenta a muchos problemas cuando es bajito, ¿no es así? No tengo que decirle los problemas que tienen las personas bajitas viviendo en un mundo de personas altas. Posiblemente te enfrentes a esos problemas diariamente.

La lección bíblica de hoy es acerca de un hombre que era bien bajito. Su nombre era Zaqueo. Todos ustedes conocen su historia. La han escuchado desde que eran bebés y aprendieron esta canción sentados en la falda de su mamá:

Zaqueo era un hombrecito asi
que vivía en Jericó.
Quería ver al bien Jesús
y a un sicómoro se subió
Al Salvador pasar por allí
lo miró y le dijo así:
«¡Zaqueo, bájate de ahí!»
//pues a tu casa quiero ir.//

Esta es la historia completa de Zaqueo que encontramos en la lección bíblica de hoy.

Jesús estaba caminando por las calles de Jericó, donde vivía un hombre llamado Zaqueo. Él era un recaudador de impuestos y deseaba desesperadamente ver a Jesús, pero era muy bajito y las demás personas que estaban a la orilla del camino no le permitían ver. Corrió para adelantársele a la multitud y se subió a un árbol de sicómoro que había al lado de la carretera. Jesús pasaría por frente del árbol, y desde allí iba a poder verlo claramente.

Cuando Jesús llegó, miró hacia donde se encontraba Zaqueo y llamándolo por su nombre le dijo: «Zaqueo, baja en seguida. Tengo que quedarme hoy en tu casa.»

Zaqueo bajó rápidamente del árbol y llevó a Jesús a su casa. ¡La multitud estaba asombrada! ¿Sabes?, Zaqueo era uno de los hombres más odiados en Jericó. ¿Por qué el pueblo lo odiaba? ¡Porque era un ladrón y un tramposo! Él era muy rico al pedir más impuestos de lo que la gente debía y quedarse con parte del dinero. ¡La gente no podía creer que Jesús fuera a casa de un hombre como ese!

Zaqueo sabía que le había robado a la gente y cuando Jesús y él llegaron a la casa, confesó su pecado a Jesús y le dijo que se arrepentía de lo que había hecho. Le dijo: «Mira, Señor: Ahora mismo voy a dar a los pobres la mitad de lo que tengo, y si en algo he robado a alguien, le devolveré cuatro veces la cantidad que sea.»

Debido a que Zaqueo estaba arrepentido por lo que había hecho y confesó su pecado, Jesús le perdonó y le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que éste también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.» Sí, ¡Zaqueo era un hombre malo! Pero cuando se encontró con Jesús, su vida fue transformada. No importa si eres bajito o alto cuando conoces a Jesús, él cambiará tu vida también.

Comentario al evangelio – 30 de octubre

¿Cuántas veces hemos escuchado frases del tipo: «Este no es de los nuestros» aplicada a inmigrantes que aparecen en nuestra ciudad, a cristianos que no son de nuestra parroquia o movimiento, a hombres y mujeres que escriben en periódicos que no son de nuestra devoción?

El «otro», en cuanto extraño, siempre nos produce desconcierto y a veces temor. Instintivamente tendemos a estar con «los nuestros», con los de nuestra cuerda. Pero eso, que es tan normal, ¿qué gracia tiene? Lo igual busca a lo igual. Pero el conocimiento y el amor sólo avanzan cuando se abren a lo desigual, a lo otro. Así ha hecho Dios queriéndonos a nosotros. Si no reflejamos esto mismos, vendrán «otros» que se sentará a la mesa en el Reino de Dios y nosotros seremos «echados fuera».

¿Serán pocos los que se salven? Jesús no responde a esta pregunta de un periodista aficionado que encontró de camino hacia Jerusalén. Quien se cierra en lo suyo, en lo seguro, se pierde a sí mismo, renuncia a aceptar la gracia que viene de fuera. Esta cerrazón es una condena.

Jesús, miembro de un pueblo que tendía a considerarse el elegido y a cerrarse en su propio orgullo, siempre invita a abrir las puertas. Los que se abren a lo nuevo, a veces, sin caer en la cuenta, pueden recibir a ángeles en su propia casa.