Noé y otras ludopatías

Como sucedió en tiempos de Noé, sucederá también en los días en que venga el Hijo del hombre…” (Lc 17,26).

La noticia se había corrido como pólvora: “Noé tiene alzheimer”. “- No, es demencia senil” decían otros. “-Nosotros ya le veíamos raro hace tiempo”, añadieron los más enterados. Fuera lo que fuera, las señales eran alarmantes: una cosa es que, de siempre, le hubiera gustado el bricolaje, pero lo de ahora era otra cosa: había talado árboles hasta dejar un claro en medio del bosque, serraba madera haciendo listones y había comenzado a montar un armazón inmenso y extraño. “- Construyo un arca”, contestó secamente a los curiosos. “-Me lo ha mandado el Señor y tengo que calafatearla para que pueda flotar”. “-¿Cómo que flotar? Pero Noé, hombre, que se te ha ido la olla, que estamos a más de mil kilómetros del mar… ¿Es que piensas ir empujándola hasta la orilla?”. “-Va a haber un diluvio y punto. Lo ha dicho el Señor. No hay más preguntas”. Y ya no volvió a abrir la boca. “-Pobrecillo, qué pena da”, dijeron los más compasivos. Los más cínicos se acercaban de vez en cuando por allí para burlarse: “¿-Y para cuándo dices que llegan las lluvias?”; “- A mí resérvame un buen camarote, el de mi suegra puede estar cerca de las pocilgas”; “-¿Qué suplemento hay que pagar para llevar más de una pareja de gatos?”. Y Noé callado, impertérrito, construyendo el arca, como le había dicho el Señor.

Los discípulos conocían la historia de Noé y seguramente también el midrash en el que, al comentar el Génesis, los sabios alababan la obediencia de Noé que se arriesgó a creer que la palabra del Señor se cumpliría, a pesar de las burlas de sus vecinos. Y quizá pensaron más de una vez, cuando arreciaban las críticas en torno a ellos, que se estaba repitiendo lo de Noé y que iban a tener que acostumbrarse a que aquel Reino del que hablaba su Maestro tuviera algo de unarca-tierra-adentro.

Les cuestionaban los demás y se cuestionaban ellos mismos: ¿no era rarísimo dedicarse a tantas las causas perdidas, desvelarse por personas o grupos no cualificados ni rentables, carentes de influencia y de significación social o religiosa, desprovistos de influencia? ¿Qué garantía de futuro podía tener tanta atención a enfermos, mujeres, niños, publicanos, extranjeros? ¿No era un disparate juntarse con recaudadores de impuestos y prescindir de un escriba, del prestigio intachable de un fariseo, del poder de un saduceo o de la rectitud y el ascetismo de un esenio? En tiempos tan duros como los que estaban viviendo ¿no era una locura optar por “comportamientos débiles” de no apagar mechas vacilante ni quebrar cañas cascadas?

Tenían que construir “un arca-tierra-adentro” con la misma terca obediencia de Noé. Tenían que aguantar burlas por estar dejando atrás comportamientos seguros y familiares y avanzar por un camino desconocido e incierto sin más garantía que la palabra dada por Jesús.

También en nuestras pequeñas vidas en las que querríamos tener todo previsto y acomodado pueden entrar, como un torbellino de Adviento, el riesgo, la alarma y el sobresalto que provoca el juego. El mismo juego que Jesús se atrevió a jugar antes que nosotros.

Dolores Aleixandre

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I Vísperas – Domingo I de Adviento

I VÍSPERAS

DOMINGO I DE ADVIENTO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Jesucristo, Palabra del Padre,
luz eterna de todo creyente:
ven y escucha la súplica ardiente,
ven, Señor, porque ya se hace tarde.

Cuando el mundo dormía en tinieblas,
en tu amor tú quisiste ayudarlo
y trajiste, viniendo a la tierra,
esa vida que puede salvarlo.

Ya madura la historia en promesas,
sólo anhela tu pronto regreso;
si el silencio madura la espera,
el amor no soporta el silencio.

Con María, la Iglesia te aguarda
con anhelos de esposa y de madre,
y reúne a sus hijos en verla,
para juntos poder esperarte.

Cuando vengas, Señor, en tu gloria,
que podamos salir a tu encuentro
y a tu lado vivamos por siempre,
dando gracias al Padre en el reino. Amén.

SALMO 140: ORACIÓN ANTE EL PELIGRO

Ant. Anunciad a los pueblos y decidles: «Mirad, viene Dios, nuestro Salvador.

Señor, te estoy llamando, ve de prisa,
escucha mi voz cuando te llamo.
Suba mi oración como incienso en tu presencia,
el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde.

Coloca, Señor, una guardia en mi boca,
Un centinela a la puerta de mis labios;
no dejes inclinarse mi corazón a la maldad,
a cometer crímenes y delitos
ni que con los hombres malvados
participe en banquetes.

Que el justo me golpee, que el bueno me reprenda,
pero que el ungüento del impío no perfume mi cabeza;
yo seguiré rezando en sus desgracias.

Sus jefes cayeron despeñados,
aunque escucharon mis palabras amables;
como una piedra de molino, rota por tierra,
están esparcidos nuestros huesos a la boca de la tumba.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Anunciad a los pueblos y decidles: «Mirad, viene Dios, nuestro Salvador.»

SALMO 141: TÚ ERES MI REFUGIO

Ant. Mirad: el Señor vendrá, y todos sus santos vendrán con él; en aquel día, habrá una gran luz. Aleluya.

A voz en grito clamo al Señor,
a voz en grito suplico al Señor;
desahogo ante él mis afanes,
expongo ante él mi angustia,
mientras me va faltando el aliento.

Pero tú conoces mis senderos,
y que en el camino por donde avanzo
me han escondido una trampa.

Mira a la derecha, fíjate:
nadie me hace caso;
no tengo adónde huir,
nadie mira por mi vida.

A ti grito, Señor;
te digo: «Tú eres mi refugio

y mi lote en el país de la vida.»

Atiende a mis clamores,
que estoy agotado;
líbrame de mis perseguidores,
que son más fuertes que yo.

Sácame de la prisión,
y daré gracias a tu nombre:
me rodearán los justos
cuando me devuelvas tu favor.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Mirad: el Señor vendrá, y todos sus santos vendrán con él; en aquel día, habrá una gran luz. Aleluya.

CÁNTICO de FILIPENSES: CRISTO, SIERVO DE DIOS, EN SU MISTERIO PASCUAL

Ant. Vendrá el Señor con gran poder, y lo contemplarán todos los hombres.

Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajo hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Vendrá el Señor con gran poder, y lo contemplarán todos los hombres.

LECTURA: 1Ts 5, 23-24

Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente, y que todo vuestro espíritu, alma y cuerpo, sea custodiado sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo. El que os ha llamado es fiel y cumplirá sus promesas.

RESPONSORIO BREVE

R/ Muéstranos Señor, Tu misericordia.
V/ Muéstranos Señor, Tu misericordia.

R/ Danos tu salvación.
V/ Tu misericordia.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Muéstranos Señor, Tu misericordia.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Mirad: El Señor viene de lejos y su resplandor ilumina toda la tierra.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Mirad: El Señor viene de lejos y su resplandor ilumina toda la tierra.

PRECES
Invoquemos a Cristo, alegría y júbilo de cuantos esperan su llegada, y digámosle:

¡Ven, Señor, y no tardes más!

Esperamos alegres tu venida:
— ven, Señor Jesús.

Tú que existes antes de los tiempos,
— ven y salva a los que viven en el tiempo.

Tú que creaste el mundo y a todos los que en él habitan,
— ven a restaurar la obra de tus manos.

Tú que no despreciaste nuestra naturaleza mortal,
— ven y arráncanos del dominio de la muerte.

Tú que viniste para que tuviéramos vida abundante,
— ven y danos tu vida eterna.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que quieres congregar a todos los hombres en tu reino,
— ven y reúne a cuántos desean contemplar tu rostro.

Movidos por el Espíritu Santo, dirijamos al Padre la oración que nos enseñó el Señor:
Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso, aviva en tus fieles, al comenzar el Adviento, el deseo de salir al encuentro de Cristo, que viene, acompañados por las buenas obras, para que, colocados un día a su derecha, merezcan poseer el reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

Lectio Divina – 30 de noviembre

1) Oración inicial

Mueve, Señor, los corazones de tus hijos, para que, correspondiendo generosamente a tu gracia, reciban con mayor abundancia la ayuda de tu bondad. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del Evangelio según Lucas 21,34-36

«Cuidad que no se emboten vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra. Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza, logréis escapar y podáis manteneros en pie delante del Hijo del hombre.»

3) Reflexión

• Estamos llegando al final del largo discurso apocalíptico y también al final del año litúrgico. Jesús da un último consejo convocándonos a la vigilancia (Lc 21,34-35) y a la oración (Lc 21,36).
• Lucas 21,34-35: Cuidado para no perder la conciencia crítica. “Cuidad que no se emboten vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra”. Un consejo similar Jesús lo había dado ya cuando le preguntaron sobre la llegada del Reino (Lc 17,20-21). El responde que la llegada del Reino acontece como un relámpago. Viene de repente, sin previo aviso. Las personas han de estar atentas y preparadas, siempre (Lc 17,22-27). Cuando la espera es larga, corremos el peligro de quedar desatentos y no prestar más atención a los acontecimientos “los corazones se embotan por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida”. Hoy, las muchas distracciones nos vuelven insensibles y la propaganda puede hasta pervertir en nosotros el sentido de la vida. Ajenos a los sufrimientos de tanta gente del mundo, no percibimos las injusticias que se cometen.
• Lucas 21,36: La oración como fuente de conciencia crítica y de esperanza. “Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza, logréis escapar y podáis manteneros en pie delante del Hijo del hombre. . La oración constante es un medio muy importante para no perder la presencia de espíritu. La oración nos ayuda a profundizar en nosotros la conciencia de la presencia de Dios en medio de nosotros y, así, sacar fuerza y luz para aguantar los malos días y crecer en la esperanza.
• Resumen del Discurso Apocalíptico (Lc 21,5-36). Hemos pasado cinco días, desde el martes hasta hoy sábado, meditando y profundizando sobre el significado del Discurso Apocalíptico para nuestras vidas. Los tres evangelios sinópticos traen este discurso de Jesús, cada uno a su manera. Vamos a ver de cerca la versión que nos ofrece el evangelio de Lucas. He aquí un breve resumen de lo que meditamos esos cinco días.
Todo el Discurso Apocalíptico es un intento para ayudar a las comunidades perseguidas a situarse dentro del conjunto del plan de Dios y así tener esperanza y valor para seguir firme por el camino. En el caso del Discurso Apocalíptico del evangelio de Lucas, las comunidades perseguidas vivían en el año 85. Jesús hablaba en el año 33. Su discurso describe las etapas o las señales o de la realización del plan de Dios. En todo son 8 señales o periodos desde Jesús hasta el final de los tiempos. Leyendo e interpretando su vida a la luz de las señales dadas por Jesús, las comunidades descubrían en qué medida estaban realizando el plan. Las siete primeras señales habían acontecido ya. Pertenecían todas al pasado. Pero sobre todo en la 6ª y en la 7ª señal (persecución y destrucción de Jerusalén) las comunidades encuentran la imagen o el espejo de lo que estaba ocurriendo en el presente. He aquí las siete señales:
Introducción al Discurso (Lc 21,5-7)
1a señal: los falsos mesías (Lc 21,8);
2a señal: guerras y revoluciones (Lc 21,9);
3a señal: nación contra otra nación, un reino contra otro reino, (Lc 21,10);
4a señal: terremotos en varios lugares (Lc 21,11);
5a señal: hambre, peste y señales en el cielo (Lc 21,11);
6ª señal: la persecución de los cristianos y la misión que deben realizar (Lc 21,12-19) + Misión
7ª señal: la destrucción de Jerusalén (Lc 21,20-24)
Al llegar a esta última señal, las comunidades concluyen: “Estamos en la 6ª y en la 7ª señal”. Y aquí viene la pregunta más importante: “¿Cuánto falta para que llegue el fin?” A aquel que está siendo perseguido no le importa el futuro distinto, quiere saber si estará vivo el día siguiente o si tendrá la fuerza para aguantar la persecución hasta el día siguiente. La respuesta a esta pregunta inquietante la tenemos en la octava señal:
8ª señal: cambios en el sol y en la luna (Lc 21,25-26) que anuncian la llegada del Hijo del Hombre. (Lc 21,27-28).
Conclusión: falta poco, todo está conforme con el plan de Dios, todo es dolor de parto, Dios está con nosotros. Nos da fuerza para aguantar. Vamos a testimoniar la Buena Noticia de Dios traída por Jesús.
En definitiva, Jesús confirma todo con su autoridad (Lc 21,29-33).

4) Para la reflexión personal

• Jesús pide vigilancia para que no seamos sorprendidos por los hechos. ¿Cómo vivo este consejo de Jesús?
• La última petición de Jesús al final del año litúrgico es ésta: Estad en vela, orando en todo tiempo. ¿Cómo vivo este consejo de Jesús en mi vida?

5) Oración final

un gran Dios es Yahvé,
Rey grande sobre todos los dioses;
él sostiene las honduras de la tierra,
suyas son las cumbres de los montes;
suyo el mar, que él mismo hizo,
la tierra firme que formaron sus manos.
(Sal 95,3-5)

¡Salgamos! ¡Viene el Señor!

Son tantos nubarrones los que se ciernen en el horizonte del bienestar, tantos malos augurios sobre el presente y el futuro (casi mejor no enumerarlos) que el Adviento, tiempo de preparación a la Navidad, al Nacimiento de Cristo, nos va a venir de perlas para infundirnos aliento y esperanza.

1.- ¿Qué es el Adviento? El adviento nos sitúa en la dirección adecuada. ¡Va a llegar el Señor! Y lo hará desde tres direcciones distintas:

– Desde Dios. Ese Dios que se ha convertido en el gran olvidado de muchas personas. ¿No será precisamente el olvido de Dios causa de tanta ruptura personal, ansiedad, corrupción, abusos infelicidad, insatisfacción, etc.? Os lo dejo a vuestra reflexión

– Desde el hombre. Viene el Señor desde el intento, por parte de Dios, de compartir nuestra humanidad. De hacerse uno como nosotros. Y, esto, produce en nosotros una sensación de alivio: ¡no estamos solos! ¡Dios camina junto a nosotros!

– Desde la esperanza. ¡Pues bendito sea Dios! ¡Por fin, en medio de un mundo decadente en tantos aspectos, Dios nos infunde valor, ánimo, alegría y optimismo!

2.- El Adviento, amigos, no es una repetición de jugada; no es hacer ni celebrar otra vez lo mismo: es dar una nueva oportunidad a la esperanza para que, de lleno, entre en la vida de las personas, en aquellos que buscan y que, mirando hacia el horizonte saben que Dios es lo máximo que puede esperar y encontrar.

3.- El Adviento, más que nunca en el momento en el que nos encontramos, produce paz y sosiego. ¿No sentimos alegría ante la llegada de un amigo? ¿No nos ponemos en pie para ponerlo todo a punto? Qué bueno sería que, así como estamos ya pensando en lista de Navidad, también nos apuntásemos en nuestra agenda aquello en lo que podemos ser más aplicados y mejores vigilantes para que, el Nacimiento de Cristo, lejos de dejarnos indiferentes produzca en nosotros una riada de felicidad, de fe y de esperanza.

4.- A mí, para terminar, se me ocurren algunos puntos:

– No descuidemos nuestra fe personal. Acerquémonos a la escucha de la Palabra de Dios. ¿Tal vez la misa diaria?

– Vigilemos la tarea que Dios nos ha encomendado. Si somos padres, indiquemos a los hijos el camino de la fe. Si somos catequistas, crezcamos primero nosotros antes de animar a los demás, si estamos implicados en la vida activa de la Iglesia preguntémonos ¿en qué tenemos que progresar y qué hemos de desterrar de nuestros trabajos para preparar un digno camino al Señor?

– Cuidemos la oración. El Adviento es una buena oportunidad para recuperar el gusto por el “estar a solas con Dios”. Es hora de que, cada cristiano, cada católico, empiece a recuperar o a iniciarse en el camino de la oración personal. Entre otras cosas, porque el vigilante, sabe que en las horas de más soledad sabe que alguien y sin ruido puede presentarse. Y, es en la oración, donde el Señor se manifiesta de una forma silenciosa, suave y sanadora.

Si en el hombre hay una gran carencia de esperanza; si el mundo es un tren de prisas y de ansiedades; si la atmósfera que respiramos es un cúmulo de incertidumbres… ¿por qué empeñarnos en estar dormidos cuando, el Señor, nos quiere despiertos y con ganas de recibirle?

¡Feliz Adviento 2019!

5.- ME LO DIJERON, SEÑOR

Que en el bienestar y en el tener,
encontraría el futuro y mi seguridad.
Pero, cada día que pasa,
veo que soy menos que ayer
y que, en muchos momentos,
siento que no soy ni dueño de mí mismo.
Que los acontecimientos caminan muy deprisa
Que la apariencia y la superficialidad es pan que sacia
pero un algo que siempre me falta

SI; ME LO DIJERON, SEÑOR
Que el horizonte era marcado exclusivamente
por la brújula del ingenio humano,
y que, en ese paisaje, poco o nada
Tú, Señor, tenías que ver.
Pero, cada día que pasa,
compruebo que el hombre es un barco a la deriva
y que, empeñado en ser “súper-dios”
corre el riesgo de dejar de ser lo que es: hombre

ME LO DIJERON, SEÑOR
Que no hay fuerza que venga de lo alto
que todo lo que somos y tenemos
es fruto del azar o de la pura casualidad.
Pero, cada día que pasa,
siento que algo va a ocurrir;
que Alguien tiene que echar una mano
que Alguien tiene que intervenir
para que, la tierra, no sea un brasero de cenizas.

ME LO DIJERON, SEÑOR
Por ello mismo, porque espero en Ti, Señor
¡Ven! ¡Ven y sálvanos!
Y, a este mundo –roto, gélido y vehemente-
regálanos un poco de esperanza y de ilusión
con tu llegada en Belén.
Amén.

Javier Leoz

Comentario – San Andrés, apóstol

El evangelista nos presenta a Jesús paseando junto al lago de Galilea. Pero su propósito no era meramente recreativo. Su paseo tenía por objetivo la llamada al discipulado de dos hermanos que tenían oficio de pescadores. Junto a un lago con abundante pesca lo normal era encontrar a pescadores realizando sus faenas. Ahí es donde observa en plena actividad a estos dos hermanos, Simón y Andrés, que estaban echando el copo en el lago. Pues bien, pasando junto a ellos les dice: Veníos conmigo y os haré pescadores de hombres.

No era el primer contacto que Jesús había tenido con estos pescadores. Ya se conocían. De haberles resultado un perfecto desconocido, no habrían dejado inmediatamente las redes y le habrían seguido. Aun así, resulta admirable la celeridad con la que reaccionaron a la invitación de Jesús, estando, como estaban, en plena faena. Con una frase tan concisa como ésta: inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron, describe el evangelista el cambio de rumbo que experimentó la vida de aquellos galileos; porque, a partir de entonces, ya no se dedicaron a lo que se habían dedicado hasta entonces. Realmente dejaron las redes, esto es, el oficio de pescadores.

Dejar los utensilios del trabajo era abandonar el trabajo para empezar a ocuparse de otra cosa. La pretensión de Jesús era hacer de ellos pescadores de hombres. ¿No era esto demasiado pretencioso? ¿No había buscado para esta tarea a personas demasiado indoctas o incultas? ¿No había lugares más adecuados para encontrar personas con un perfil más idóneo para este oficio? Podría haberlos, pero Jesús se fijó en estos hombres aparentemente poco dotados para esta misión, porque seguramente disponían de un nivel cultural muy elemental, sin que estemos obligados a pensar en ellos como unos analfabetos. Tuvo que ver en ellos al menos una buena disponibilidad y una serie de cualidades humanas muy válidas para llevar a cabo la misión que habría de encomendarles. Todo lo demás tendría que depender de Dios, cuya fuerza se realiza en la debilidad. Pero su disponibilidad y sus ganas no eran suficientes.

A ser pescadores de hombres tendrán que aprender al lado de su Maestro, recibiendo su enseñanza y viéndole actuar. Por eso se hace necesario estar con él, y no unas horas al día, las horas requeridas para la instrucción, sino todo el día, en una estrecha convivencia en la que habrá muchas confidencias, enseñanzas particulares, explicaciones pormenorizadas de parábolas, modos de reaccionar ante los problemas y dificultades de la vida, modos de tratar a los demás, a los pecadores, a las prostitutas, a los fariseos, a los niños. Aquellos discípulos fueron testigos de todo esto, porque formaban una comunidad de vida con su Maestro. Y ahí es donde aprendieron a ser pescadores de hombres a semejanza de su Maestro y Pastor.

Pero no todo acabó en este aprendizaje. El aprendizaje en realidad quedó incompleto hasta que no se produjo la venida del Espíritu Santo a ellos. Éste fue el que completó lo iniciado por Jesús. El Espíritu Santo no sólo les dio luz para comprender en su integridad las palabras recordadas de Jesús, sino también fuerza para exponerlas y vigor para testimoniarlas en ambientes hostiles. Así, impulsados por el mandato de Jesús y el viento del Espíritu, cumplieron su oficio de pescadores de hombres haciendo cristianos; porque en esto consiste la pesca de estos pescadores, en hacer cristianos en comunidad, en hacer Iglesia, en orden a la salvación.

De otros dos hermanos, de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, se dice que, estando en la barca, repasando las redes con su padre, dejaron la barca y a su padre y lo siguieron. Aquí se destaca no sólo que dejan el oficio en el que trabajaban, sino a su mismo padre, con el que comparten oficio. En este caso, el seguimiento de Jesús implica el abandono de la misma familia parental.

Sucede que el seguimiento de Jesús para continuar su misión exige una dedicación a tiempo pleno y obliga a dejar muchas cosas. Hay una cierta incompatibilidad entre esta tarea y cualquier otra, porque se trata de un trabajo muy absorbente, que requiere una entrega en cuerpo y alma. Ellos lo entendieron muy pronto y muchos después de ellos también lo han entendido. Esto tendría que ser razón suficiente, aunque no única, para explicar o justificar el celibato. Tras la resurrección de Jesús, aquellos apóstoles se dedicaron enteramente a extender el Reino de Dios por todas partes, a sembrar el mundo con la semilla del Evangelio. Siempre tuvieron conciencia de que su tarea prioritaria, la que su Maestro les había encomendado al hacerles pescadores de hombres, era el anuncio del Evangelio o también la proclamación de esta Palabra que es la Buena Noticia de la salvación que se había hecho realidad encarnada en Jesucristo.

Para ser pescadores de hombres también hoy se requiere escuchar la llamada de Jesús, estar con él para dejarse enseñar y poder enseñar a los demás. Ambas cosas requieren dedicación, pero también confianza, la certeza de que no hay mejor tarea en el mundo y que por ello vale la pena entregar la vida. Así lo entendieron los que nada más oír a Jesús dejaron las redes y lo siguieron para no dar nunca marcha atrás. Lo siguieron hasta el Calvario, es decir, hasta su propio martirio. Tanto Pedro como Andrés murieron crucificados, de modo similar a su Maestro.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

Arriesgar juntos

198. El amor que se da y que obra, tantas veces se equivoca. El que actúa, el que arriesga, quizás comete errores. Aquí, en este momento, puede resultar de interés traer el testimonio de María Gabriela Perin, huérfana de padre desde recién nacida que reflexiona cómo esto influyó en su vida, en una relación que no duró pero que la hizo madre y ahora abuela: «Lo que yo sé es que Dios crea historias. En su genialidad y su misericordia, Él toma nuestros triunfos y fracasos y teje hermosos tapices que están llenos de ironía. El reverso del tejido puede parecer desordenado con sus hilos enredados –los acontecimientos de nuestra vida– y tal vez sea ese lado con el que nos obsesionamos cuando tenemos dudas. Sin embargo, el lado bueno del tapiz muestra una historia magnífica, y ese es el lado que ve Dios»[109]. Cuando las personas mayores miran atentamente la vida, a menudo saben de modo instintivo lo que hay detrás de los hilos enredados y reconocen lo que Dios hace creativamente aun con nuestros errores.


[109] Ibíd., 162-163.

Dejemos de una vez esa vida ramplona…

JUSTICIA Y MISERICORDIA. – Después de los duros castigos con que aflige Dios a su pueblo, siempre sigue una época de perdón y de florecimiento. Jeremías ha predicado la ruina de Israel y de Judá, los dos estados hermanos que vivían separados. La época que se refiere fue terrible por sus incendios y por la sangre vertida por las calles y campos. Dios había castigado con mano dura a los rebeldes.

Ello nos recuerda que también ha habido guerras entre nosotros que han llenado de cadáveres los campos y las ciudades. Las últimas de Afganistán e Irak, con sus secuelas aún punzantes… Sin embargo, todo se va olvidando. Las heridas se cierran. Pero el peligro no ha pasado. Los hombres seguimos empeñados en no escuchar el mensaje de paz del Evangelio, sin darnos cuenta de que pueden soltarse de nuevo los jinetes del Apocalipsis.

Dios nos habla hoy de esperanza, nos recuerda el cumplimiento de las antiguas promesas. De nuevo ha llegado el Adviento, tiempo de espera gozosa, de vigilancia. En el alma brota el anhelo, el deseo vivo de que Jesús llegue hasta nosotros. Por eso repetimos como los primeros cristianos: ¡Maranatha, ven, Señor Jesús!

David, el rey pastor, el rey poeta. De sus ramas brotará un vástago escogido. Se llamará Jesús Manuel y nacerá de una Madre Virgen. Su dignidad superará a la de todos los reyes de la historia, es más excelsa que la de los mismos ángeles. Será el Mesías, el Redentor, el nuevo Moisés que librará a su pueblo de la esclavitud. Implantará el derecho y hará triunfar a la justicia. Barrerá todos los desafueros, los que han cometido los de arriba y los que puedan haber cometido los de abajo. Cada uno recibirá lo que es justo, lo que realmente ha merecido. Ya no habrá miedo a la mentira, al engaño alevoso, al fraude premeditado, al latrocinio simulado.

Temiendo y deseando estamos, Señor. No podemos pedirte que hagas la vista gorda y que pases por alto la justicia. Pero sí te suplicamos misericordia, mucha misericordia. Porque ¿quién puede considerarse justo ante ti? ¿Quién puede saberse inocente ante tu tribunal? Haz que la esperanza de tu misericordia, sin embargo, no nos haga olvidar tu justicia. Y que junto a la confianza que nos inspira tu bondad, florezca el santo temor que debe inspirarnos tu bendita justicia.

2.- DIES IRAE. – De nuevo la Iglesia nos transmite uno de los discursos escatológicos del Señor. El canto del Día de la ira se repite, las estrofas del «Dies irae», vuelven a tronar con sus terribles y cósmicos acentos en estas palabras del Señor. En ese día los hombres se llenarán de angustia ante el anuncio del final apocalíptico del gran teatro del mundo. Todas las explosiones atómicas, habidas y por haber, serán una pálida sombra en comparación con la hecatombe de aquel día. La gente, sigue diciendo el Maestro, enloquecerá ante el estruendo del mar y su oleaje, quedarán sin aliento a causa del miedo.

Son palabras escuetas en las que no hay retórica alguna ni afán por cargar las tintas. Son expresiones lacónicas que sólo pretenden ponernos en guardia y sobre aviso, para que vivamos vigilantes y siempre preparados por si el Señor llega. Adviento es lo mismo que advenimiento, acción de venir, preludio de una llegada. Es tiempo de espera, son momentos en los que preparar los caminos interiores, para dar paso al Gran Rey. Son, pues, días de conversión y de penitencia, de mortificación, de plegaria, en los que prepararnos para recibir dignamente al Señor.

Tened cuidado y que no se os embote la mente con el vicio, o con la preocupación por el dinero, y se nos eche de repente aquel día. Con estas palabras el Señor pone el dedo en la llaga. Ese es nuestro mal, olvidarnos de lo más importante y decisivo, vivir inmersos en cuatro tonterías. A veces nos ocurre que sólo pensamos en lo más inmediato, en lo que resulta placentero, en nuestro bienestar presente. Sin pensar que no todo termina ahí, sin darnos cuenta de que la meta final nos espera después de la muerte. Caminamos entonces con torpeza, dando tumbos y acercándonos a nuestra perdición. Despertemos de nuestro absurdo sueño, sacudamos con energía la modorra que nos embota y entorpece. Dejemos de una vez esa vida ramplona que nos hace insensibles y ciegos para las cosas de Dios, incapaces de avanzar hacia el puerto de la salvación.

Pidamos al Señor que nos ayude, que nos dé fuerzas para luchar con denuedo en esta batalla, quizá la última, en la que estamos metidos. Roguemos que nos abra los ojos para ver el peligro que se avecina, que cure nuestra sordera y podamos escuchar el grito de alerta que da la alarma y nos avisa para que nos preparemos, con la debida antelación, a la venida del Señor.

Antonio García-Moreno

Adviento: la luz del Señor que viene

Comenzamos un nuevo tiempo litúrgico, el Adviento, y con él un nuevo año litúrgico. Como cada año, antes de celebrar el comienzo de nuestra salvación, el nacimiento del Hijo de Dios hecho hombre, la Iglesia nos propone estas cuatro semanas de Adviento como un tiempo precioso de espera y de esperanza, un tiempo en el que estamos llamados a caminar en la luz del Señor que viene.

1. El Adviento: espera y esperanza. En este tiempo de Adviento, la Iglesia recuerda por un lado la primera venida de Cristo, que tuvo lugar en Belén, con el nacimiento de Cristo, Dios hecho hombre. Lo celebraremos en Navidad. Por eso, en este tiempo de Adviento, nos preparamos para celebrar con gozo y con alegría ese acontecimiento que ya sucedió en la historia hace más de dos mil años. Pero también recordamos la segunda venida de Cristo, que está por venir. El mismo Señor prometió durante su vida terrena que volvería al final de los tiempos. Por eso, el Adviento es tiempo de espera, de preparación. Nos preparamos para celebrar la primera venida de Cristo en la Navidad, pero nos preparamos también para la segunda venida de Cristo, al final de los tiempos. La liturgia, especialmente al comienzo del Adviento, nos recordará que hemos de estar preparados, que hemos de velar, por el Señor viene el día que menos le pensemos. Pero es también un tiempo de esperanza. La esperanza que trajo al mundo el nacimiento del Salvador, el príncipe de la paz que nació hecho un niño pequeño en Belén. La esperanza de la salvación que nos trajo Cristo al venir a este mundo. Y también la esperanza de una gloria futura, que Dios nos ha prometido, y que alcanzaremos al final de los tiempos cuando Cristo venga de nuevo en su gloria. Por ello hemos de estar preparados, sin dormirnos.

2. Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro señor. Este es el grito de este primer domingo de Adviento. No podemos dormirnos, como nos indica san Pablo en la segunda lectura. El que duerme no se entera de lo que pasa a su alrededor, y se le puede pasar un acontecimiento importante si no se despierta a tiempo. Así podemos estar también nosotros en nuestra fe y en nuestra esperanza, dormidos. Cristo ha prometido que vendrá en plenitud y en gloria al final de los tiempos. Cuando venga Cristo, los justos serán glorificados con Él y el mundo entero será restaurado. Es la nueva Jerusalén, la patria del Cielo que vislumbra el profeta Isaías en la primera lectura, en la que los hombres viviremos para siempre junto a Dios. El mismo Dios que vino hace dos mil años al mundo para llamarnos a seguirle, vendrá al final de la historia a llevar con Él a aquellos que tomaron en serio su llamada. Por eso Jesús nos dice en el Evangelio que hemos de estar vigilantes, en vela. No sabemos cuándo vendrá el Señor de nuevo, por ello hemos de estar alerta. Pero esta vigilancia no ha de ser pasiva no se trata de quedarnos quietos, a la espera de la venida del Señor. Más bien, se trata de una vigilia activa, en la que hemos de prepararnos, para que cuando llegue el Señor nos encuentre en disposición de seguirle a la patria celestial.

3. Caminemos como en pleno día. Esta vigilancia encuentra un simbolismo en el camino de la luz, que aparece tanto en la primera lectura como en la segunda. Isaías, que es el profeta que nos acompañará a lo largo de todo el Adviento, nos lanza esta invitación: “Venid, caminemos a la luz del Señor”. Y por s parte, san Pablo nos anima a salir de las tinieblas y a ponernos las armas de la luz para caminar como en pleno día. Las tinieblas son signo del pecado. Caminar en tinieblas es vivir alejados de Dios, que es la luz plena. Por ello, caminar en la luz es vivir con Dios y desde Dios. Así, la vigilancia a la que nos invita la palabra de Dios en este primer domingo de Adviento es a vivir en Dios, en la plena luz, no en las tinieblas del pecado y de la muerte. Esa luz plena la encontraremos en Navidad, con el nacimiento del Niño Dios, la luz que nace en las tinieblas, la luz que vio el pueblo que caminaba en tinieblas. Y esa luz es también la claridad de la gloria a la que estamos llamados y la que hemos de ir preparando a lo largo de nuestra vida. El Adviento, por tanto, es un tiempo de espera y de esperanza, y es también un tiempo de luz, la luz de Cristo que desea brillar en nosotros. Salgamos pues de las tinieblas y comencemos a caminar con la luz de Cristo.

Este camino no lo haremos solos. Nos acompaña siempre María, que es la mujer del Adviento. Con ella nos preparamos en este Adviento, llenos de esperanza, al nacimiento de Cristo Salvador, y caminamos en vela, despiertos, entre las tinieblas del mundo, hacia la luz gloriosa de Cristo que ha de venir.

Francisco Javier Colomina Campos

Razones para la esperanza

1.- Estar despiertos. Comenzamos un nuevo Año Litúrgico con el tiempo de Adviento. Hay dos mensajes fundamentales en la Palabra de Dios de este domingo: vivir la esperanza y estar preparados. Es tiempo de esperanza, porque a pesar de los pesares es posible un mundo nuevo. Para que hagamos posible la esperanza se nos pide una actitud de vigilancia y de atención. No debemos permitir que se embote nuestra mente con las realidades mundanas. Hoy suena el despertador en nuestra vida para sacarnos del adormecimiento. Se nos hace una llamada a estar preparados. Pasamos casi un tercio de nuestra vida durmiendo, añádase a esto el tiempo en que vivimos adormilados y obnubilados. Nuestra mente está embotada por la rutina, la dispersión, el cansancio, el vacío…Debemos levantar la cabeza para poder observar la liberación que se nos ofrece. Los signos del pasado que nos presenta el evangelio de Mateo pueden asustarnos, porque a la hora que menos pensamos llega el Hijo del Hombre. Pero El no viene para condenarnos, sino para salvarnos. Algunos interpretan estos signos negativamente y anuncian catástrofes sin fin por nuestros pecados. Dios, en cambio, nos ofrece la liberación, quiere que tengamos la misma alegría que tenían los deportados de Israel cuando volvieron a su patria: ¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”!

2.- La salvación está cerca. Nuestro mundo necesita una buena dosis de esperanza. Contamos con la providencia de Dios que vela por nosotros, pero espera nuestra colaboración. Hagamos posible la esperanza a los que viven desesperanzados. Hay muchos cristianos desanimados porque no ven a los jóvenes en nuestras eucaristías, otros se sienten desconcertados ante la falta de valores y la desintegración de muchas familias, hay quien está decepcionado porque ve una Iglesia demasiado instalada o lejos del ideal evangélico. Entonces optan por la pasividad o la resignación y niegan cualquier posibilidad de cambio. Hoy la Palabra nos alerta para que nos demos cuenta de que Jesús, el Hijo del Hombre, viene a liberarnos de todas nuestras esclavitudes e incertidumbres. Él es nuestra justicia y nuestra salvación. San Pablo en la Carta a los Romanos se nos dice que la salvación está cerca. El juicio es para la salvación, no para la condenación. Pero tenemos que espabilarnos y conducirnos como en pleno día, con dignidad. Debemos despojarnos de las obras de las tinieblas: comilonas, borracheras, lujuria, desenfreno, pendencias, riñas… Podemos añadir a este texto otras cosas de nuestro tiempo que nos alejan de la luz. San Agustín comenzó a llorar cuando leyó este texto y decidió dar un cambio radical a su vida, revistiéndose de Cristo.

3.- Tiempos de paz. El libro de Isaías nos habla de un nuevo orden mundial en el que «de las espadas forjarán arados, de las lanzas podaderas». ¿Pero cuándo sucederá esto? A veces nos cansamos de esperar, nos derriba la impaciencia. Jesús nos pide en este domingo que estemos preparados en vela, para «el día del Señor». No se trata de la destrucción, el día del Señor significará la inauguración de los tiempos nuevos, tiempos mesiánicos en el que reinará «la paz», el don de todos los dones (salmo 121). Tenemos por delante una hermosa tarea durante estas cuatro semanas: preparar nuestro interior como si fuera una cuna que va a recibir a Aquél que nos da la vida. El tren de la esperanza va a pasar por delante de nosotros, no lo perdamos, subamos a él y valoremos todo lo bueno que vamos encontrando en nuestro camino. Seamos también nosotros portadores de esperanza, esperanzados y esperanzadores. Así podemos conseguir que todos los que viajamos en el mismo tren de la vida podamos construir la nueva humanidad que viaja hacia la Jerusalén celestial. Seamos profetas de la esperanza, no del desaliento. Estamos cansados de agoreros y necesitamos hombres y mujeres colmados de esperanza.

4. – Recuperar la esperanza. Es en este mundo donde tiene que brillar la esperanza cristiana. Dice un proverbio: «Si uno sueña solo, es sólo un sueño; si sueñas con otros es el amanecer de una nueva humanidad”. Recuperemos las razones para la esperanza:

–La conciencia ciudadana universal que exige un cambio: «otro mundo es posible»

El movimiento cívico universal en favor de la justicia y de la paz.

–El voluntariado, sobre todo de los jóvenes, fruto de la solidaridad.

–Los esfuerzos para humanizar la globalización.

–La nueva sensibilización sobre el cuidado de la naturaleza y la defensa del medio ambiente. Nos ha pedido el reciente Sínodo de la Amazonía que todos cuidemos “nuestra casa común”

Seamos hombres y mujeres, esperanzados y esperanzadores. Jesucristo es el fundamento de nuestra esperanza. Es la hora de recuperarla.

José María Martín OSA

Reorientar nuestra vida

No siempre es fácil poner nombre a ese malestar profundo y persistente que podemos sentir en algún momento de la vida. Así me lo han confesado en más de una ocasión personas que, por otra parte, buscaban «algo diferente», una luz nueva, tal vez una experiencia capaz de dar color nuevo a su vivir diario.

Lo podemos llamar «vacío interior», insatisfacción, incapacidad de encontrar algo sólido que llene el deseo de vivir intensamente. Tal vez sería mejor llamarlo «aburrimiento», cansancio de vivir siempre lo mismo, sensación de no acertar con el secreto de la vida: nos estamos equivocando en algo esencial y no sabemos exactamente en qué.

A veces, la crisis adquiere un tono religioso. ¿Podemos hablar de «pérdida de fe»? No sabemos ya en qué creer, nada logra iluminarnos por dentro, hemos abandonado la religión ingenua de otros tiempos, pero no la hemos sustituido por nada mejor. Puede crecer entonces en nosotros una sensación extraña: nos hemos quedado sin clave alguna para orientar nuestra vida. ¿Qué podemos hacer?

Lo primero es no ceder a la tristeza ni a la crispación: todo nos está llamando a vivir. Dentro de ese malestar tan persistente hay algo muy saludable: nuestro deseo de vivir algo más positivo y menos postizo, algo más digno y menos artificial. Lo que necesitamos es reorientar nuestra vida. No se trata de corregir un aspecto concreto de nuestra persona. Eso vendrá tal vez después. Ahora lo importante es ir a lo esencial, encontrar una fuente de vida y de salvación.

¿Por qué no nos detenemos a oír esa llamada urgente de Jesús a despertar? ¿No necesitamos escuchar sus palabras?: «Estad en vela», «daos cuenta del momento que vivís», «es hora de despertar». Todos hemos de preguntarnos qué es lo que estamos descuidando en nuestra vida, qué es lo que hemos de cambiar y a qué hemos de dedicar más atención y más tiempo.

Las palabras de Jesús están dirigidas a todos y a cada uno: «Vigilad». Hemos de reaccionar. Si lo hacemos, viviremos uno de esos raros momentos en que nos sentimos «despiertos» desde lo más hondo de nuestro ser.

José Antonio Pagola