I Vísperas – Santa María Madre de Dios

I VÍSPERAS

SANTA MARÍA MADRE DE DIOS

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Señor Jesús, el hombre en este suelo
cantar quiere tu amor,
y, junto con los ángeles del cielo,
te ofrece su loor.

Este Jesús en brazos de María
es nuestra redención;
cielos y tierra con su brazo unía
de paz y de perdón.

Tú eres el Rey de paz, de ti recibe
su luz el porvenir;
Ángel del gran Consejo, por ti vive
cuanto llega a existir.

A ti, Señor, y al Padre la alabanza,
y de ambos el Amor.
Contigo al mundo llega la esperanza;
a ti gloria y honor. Amén.

SALMO 112

Ant. ¡Qué admirable intercambio! El Creador del género humano, tomando cuerpo y alma, nace de una virgen y, hecho hombre sin concurso de varón, nos da parte en su divinidad.

Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre:
de la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.

El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?

Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo;
a la estéril le da un puesto en la casa,
como madre feliz de hijos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. ¡Qué admirable intercambio! El Creador del género humano, tomando cuerpo y alma, nace de una virgen y, hecho hombre sin concurso de varón, nos da parte en su divinidad.

SALMO 147

Ant. Cuando naciste inefablemente de la Virgen, se cumplieron las Escrituras: descendiste como el rocío sobre el vellón para salvar a los hombres. Te alabamos, Dios nuestro.

Glorifica al Señor, Jerusalén:
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.

Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;

hace caer el hielo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden, y se derriten;
sopla su aliento, y corren.

Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Cuando naciste inefablemente de la Virgen, se cumplieron las Escrituras: descendiste como el rocío sobre el vellón para salvar a los hombres. Te alabamos, Dios nuestro.

CÁNTICO de EFESIOS: EL DIOS SALVADOR

Ant. En la zarza que Moisés vio arder sin consumirse, reconocemos tu virginidad admirablemente conservada. Madre de Dios, intercede por nosotros.

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante Él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Este es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. En la zarza que Moisés vio arder sin consumirse, reconocemos tu virginidad admirablemente conservada. Madre de Dios, intercede por nosotros.

LECTURA: Ga 4, 4-5

Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción.

RESPONSORIO BREVE

R/ La Palabra se hizo carne. Aleluya, aleluya.
V/ La Palabra se hizo carne. Aleluya, aleluya.

R/ Y acampó entre nosotros.
V/ Aleluya, aleluya.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ La Palabra se hizo carne. Aleluya, aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Por el gran amor que Dios nos tiene, nos ha mandado a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado: nacido de una mujer, nacido bajo la ley. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Por el gran amor que Dios nos tiene, nos ha mandado a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado: nacido de una mujer, nacido bajo la ley. Aleluya.

PRECES

Bendito sea el Señor Jesús, nuestra paz, que ha venido para hacer de dos pueblos uno solo. Supliquémosle, diciendo:

Concede, Señor, tu paz a todos los hombres.

Tú que al nacer has revelado la bondad de Dios y su amor al hombre,
— ayúdanos a vivir siempre en acción de gracias por todos tus beneficios.

Tú que hiciste a María, tu madre, llena de gracia,
— concede también la abundancia de tu gracia a todos los hombres.

Tú que viniste a anunciar la Buena Noticia de Dios al mundo,
— multiplica los ministros y los oyentes de tu mensaje.

Tú que has querido nacer de la Virgen María para ser nuestro hermano,
— haz que todos los hombres sepamos amarnos como hermanos.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que apareciste en el mundo como el sol que nace de lo alto,
— revela la claridad de tu presencia a los difuntos y haz que puedan contemplarte cara a cara.

Unidos a Jesucristo, supliquemos ahora al Padre con la oración de los hijos de Dios:
Padre nuestro…

ORACION

Dios y Señor nuestro, que por la maternidad virginal de María entregaste a los hombres los bienes de la salvación, concédenos experimentar la intercesión de aquella de quien hemos recibido a tu Hijo Jesucristo, el autor de la vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.


CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Martes I después de Navidad

1) Oración inicial

Dios todopoderoso y eterno, que has establecido el principio y la plenitud de toda religión en el nacimiento de tu Hijo Jesucristo: te suplicamos nos concedas la gracia de ser contados entre los miembros vivos de su Cuerpo, porque sólo en él radica la salvación del mundo. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del santo Evangelio según Juan 1,1-18
En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio junto a Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada Lo que se hizo en ella era la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron. Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Éste vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre, viniendo a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; los cuales no nacieron de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre sino que nacieron de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Unigénito, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y clama: «Este era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo.» Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre, él lo ha contado.

3) Reflexión

• El Prólogo es la primera cosa que se ve al abrir el evangelio de Juan. Pero fue la última en ser escrita. Es el resumen final, puesto en el comienzo. En él, Juan describe la caminada de la Palabra de Dios. Ella estaba junto a Dios, desde antes de la creación y por medio de ella todo fue creado. Todo lo que existe es expresión de la Palabra de Dios. Como la Sabiduría de Dios (Prov 8,22-31), la Palabra quiso llegar más cerca de nosotros y se hizo carne en Jesús. Vino en medio de nosotros, realizó su misión y volvió a Dios. Jesús es esta Palabra de Dios. Todo lo que dice y hace es comunicación que nos revela al Padre.
• Diciendo «En el principio era la Palabra», Juan evoca la primera frase de la Biblia que dice: «En el principio Dios creó el cielo y la tierra» (Gn 1,1). Dios creó todo por medio de su Palabra. «El habló y las cosas empezaron a existir» (Sl 33,9; 148,5). Todas las criaturas son una expresión de la Palabra de Dios. Esta Palabra viva de Dios, presente en todas las cosas, brilla en las tinieblas. Las tinieblas intentan apagarla, pero no lo consiguen. La búsqueda de Dios, siempre nueva, renace en el corazón humano. Nadie consigue taparla. ¡No conseguimos vivir sin Dios por mucho tiempo!
• Juan Bautista vino para ayudar al pueblo a que descubriera y saboreara esta presencia luminosa y consoladora de la Palabra de Dios en la vida. El testimonio de Juan el Bautista fue tan importante, que mucha gente pensaba de él que era el Cristo (Mesías). (Hechos 19,3; Jn 1,20) Por eso, el Prólogo aclara diciendo: «¡Juan no era la luz! Vino para dar testimonio de la luz!»
• Así como la Palabra de Dios se manifiesta en la naturaleza, en la creación, asimismo se manifiesta en el «mundo», esto es, en la historia de la humanidad y, en particular, en la historia del pueblo de Dios. Pero el “mundo» no reconoció ni recibió la Palabra. El «vino para los suyos, pero los suyos no le recibieron». Aquí, cuando dice mundo, Juan quiere indicar el sistema tanto del imperio como de la religión de la época, ambos encerrados en si mismos y, por esto mismo, incapaces de reconocer y recibir la Buena Nueva (Evangelio), la presencia luminosa de la Palabra de Dios.
• Pero las personas que se abren aceptando la Palabra, se vuelven hijos e hijas de Dios. La persona se vuelve hijo o hija de Dios no por propios méritos, ni por ser de la raza de Israel, sino por el simple hecho de confiar y creer que Dios, en su bondad, nos acepta y nos acoge. La Palabra de Dios entra en la persona y hace con que ella se siente acogida por Dios como hija, como hijo. Es el poder de la gracia de Dios.
• Dios no quiere quedarse lejos de nosotros. Por esto, su Palabra llegó más cerca todavía y se hizo presente en medio de nosotros en la persona de Jesús. El Prólogo dice literalmente: «La Palabra se hizo carne y puso su tienda entre nosotros» Antiguamente, en el tiempo del éxodo, allí en el desierto Dios vivía en una tienda en medio del pueblo (Ex 25,8). Ahora, la tienda donde Dios mora con nosotros es Jesús, «lleno de gracia y de verdad» Jesús vino a revelar quién es este Dios nuestro, que está presente en todo, desde el comienzo de la creación.

4) Para la reflexión personal

• Todo lo que existe es una expresión de la Palabra de Dios, una revelación de su presencia. ¿Será que soy suficientemente contemplativo para poder percibir y experimentar esta presencia universal de la Palabra de Dios?
• ¿Qué significa para mí poder ser llamado hijo de Dios?

5) Oración final

Griten de gozo los árboles del bosque,
delante de Yahvé, que ya viene,
viene, sí, a juzgar la tierra!
Juzgará al mundo con justicia,
a los pueblos con su lealtad. (Sal 96,12-13)

La Vida de Jesús – Fco. Fernández-Carvajal

4.- CIRCUNCISIÓN DEL SEÑOR

Lc 2, 21

Belén era una ciudad pequeña. En tiempo de Nuestro Señor no llegaría a los dos mil habitantes. Y, aunque hubiera aumentado por aquellos días la población con motivo del empadronamiento, no pasaría inadvertido aquel joven matrimonio que había tenido su primer hijo en las afueras del pueblo. Tampoco olvidemos que Belén era la cuna del Mesías esperado y que las esperanzas mesiánicas estaban muy vivas en todas partes, pero especialmente allí, donde había de surgir.

José buscó enseguida un lugar más confortable para Jesús y para su Madre. Ocho días más tarde, cuando tuvo lugar el pequeño festejo que acompañaba a la circuncisión, aquella Familia de recién llegados no se encontrarían del todo solos. Por su parte, también ellos tendrían algo que ofrecer dentro de su pobreza y de estar lejos de su residencia habitual. Quizá los mismos presentes que habían llevado los pastores servirían para este pequeño agasajo.

La circuncisión constituía un acontecimiento importante en la vida del niño judío, pues por esta ceremonia los varones entraban a formar parte del pueblo elegido. Su origen no era exclusivamente hebreo, pero solo el pueblo judío le dio sentido religioso. Esta ceremonia era la señal visible del pacto que Dios hizo con Abrahán y con sus descendientes. Según el núcleo fundamental de este pacto, Yahvé sería el Dios de Abrahán y de su descendencia.

Los profetas repiten esta idea muchas veces mirando a sus tiempos y a la época mesiánica: Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo. El incircunciso quedaba excluido del pacto y, por tanto, del pueblo de Dios, excomulgado. Uno de los mayores insultos para un judío era ser llamado «incircunciso». Por el contrario, el esclavo podía participar incluso de la cena pascual si estaba circuncidado. Pero ya el profeta Jeremías proclama que la circuncisión material no basta si en el adulto no va acompañada de la búsqueda de Dios y de la fidelidad interior, lo que llama la circuncisión del corazón[1]. Insta a la conversión interior para ser verdaderos hijos de Abrahán. La circuncisión en tiempos de nuestro Señor es considerada, junto al sábado, como el soporte esencial del judaísmo.

Todo nos revela la importancia de esta ceremonia en el pueblo hebreo. Era tan central este rito que tenía primacía sobre el descanso sabático, y solo podía ser diferido por razones de gran peso. Con esta luz se puede comprender mejor la polémica originada en los comienzos del cristianismo cuando los apóstoles declaraban que no era necesario circuncidarse para pertenecer al nuevo Pueblo de Israel, la Iglesia. San Pablo explica que la circuncisión, después de la venida de Cristo, ya no es nada, como tampoco la incircuncisión; ya no hay circunciso ni incircunciso[2]. Una sola cosa cuenta: Cristo, que en el Bautismo imprime en el neófito una señal indeleble y misteriosa que le configura con Él mismo.

En virtud de este precepto de la Ley judía, Jesús fue circuncidado al octavo día. María y José cumplieron puntualmente con esta obligación, como las demás familias israelitas.

La ceremonia tenía lugar en la casa donde vivía el niño con sus padres, y el ministro de la circuncisión era una especie de practicante o cirujano, hábil en su oficio, habitualmente encargado de verificarla. Se requerían testigos y un padrino, y se procedía de acuerdo con un determinado rito en el que el padre tenía una breve intervención. Con esta sencilla ceremonia, Jesús entró de modo oficial a formar parte del pueblo judío.


[1] Jr 4, 4; 6, 10.

[2] Col 3, 11.

Comentario – Día VII de la Octava de Navidad

El evangelio de la Natividad sigue resonando como un eco en nuestros oídos: En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.

Por medio de esa Palabra que estaba junto a Dios era Dios se hizo todo lo que ha llegado a la existencia. En esa Palabra primigenia y creadora había vida, y vida inteligente y libre, lo cual hace de ella un ser vivo dotado de inteligencia y libertad. Y la vida era la luz de los hombres. No parece posible la vida sin luz. ¿Qué sería de la tierra sin la luz del sol? Sin el sol, o una estrella semejante, la tierra sería un lugar helado, oscuro y desértico: un lugar inhabitable, sin vida. La luz, tanto como el agua, es un elemento imprescindible para la vida que nosotros conocemos en la tierra. Decir que la vida es la luz es hacer de esa vida fuente de vida, puesto que la luz engendra y sostiene la vida. Y la luz brilla, porque no puede no brillar si se mantiene luz. Pero la luz brilla no en la luz (quizá sí en una luz menos potente), sino en la tiniebla; y ésta, si es muy tenebrosa, puede oponer resistencia a la misma luz. La luz suele abrirse paso en la tiniebla, pero no siempre lo consigue. No lo consigue cuando la tiniebla es una nube muy densa, espesísima e infranqueable.

Cristo, venido como luz a este mundo, tuvo sus introductores; primero fueron los profetas del AT.; después será el Precursor, Juan el Bautista, que hizo su aparición para testificar de la luz, ya presente en nuestro mundo. Él, aunque también iluminaba con su palabra y con su vida, no era la luz, sino testigo de la luz; por tanto, alguien que señalaba dónde estaba la luz para que tornáramos nuestras miradas hacia ella y nos dejáramos iluminar por ella, de modo que viniéramos a la fe. Aquí, venir a la fe es dejarse iluminar por esta luz sobrevenida. Y, en cuanto testigo de la luz, Juan cumplía la función de señalar al que había venido al mundo como luz, siendo la Palabra que estaba en el principio junto a Dios y era Dios.

En el tiempo, llegaba detrás de él, pues Juan era su precursor, pero acabará sobrepasándole –como reconoce el mismo Juan- y estando por delante de él, puesto que, en cuanto Palabra que estaba en el principioexistía antes que él. El testigo va por delante de aquello de lo que testifica, pero acaba siendo sobrepasado por lo que es objeto de su testimonio, puesto que está al servicio de éste. Así sucede con Juan como testigo de Cristo, de cuya plenitud todos recibimos gracia tras gracia. Él es la plenitud de los dones divinos que nos vienen por su medio desde la fontalidad del Padre. Por eso se dice que por medio de él nos vinieron la gracia y la verdad, dones que proceden del Donante supremo, el Padre de todos los dones.

Se trata de la gracia y la verdad que salvan. No acoger estos dones que nos llegan con Jesucristo, luz del mundo, es privarse de bienes salvíficos y quedar, por tanto, excluidos de la salvación ofertada. Pero esto no es imposible. La densidad de la tiniebla puede impedir la penetración de la luz. De hecho se dice, confirmando esta posibilidad, que la Palabra, que era la luz verdadera (y única) que alumbra a todo hombrey que vino al mundo, en el que en cierto modo ya estaba, porque el mundo se hizo por su medio, no fue recibida ni conocida por ese mundo que era su hechura.

Es el caso de una criatura (=hechura) consciente –con capacidad para el reconocimiento de la realidad- que no reconoce a su Hacedor, una criatura en la que la tiniebla se ha hecho tan densa que resiste a la luz, esa luz que alumbra a todo hombre. Es el caso de alguien que viene a su casa y los suyos no lo reciben. Algo muy grave tiene que acaecer para que esto suceda, para que se produzca este rechazo. Se trata de la casa construida por él, del mundo hecho por él; se trata de sus criaturas, más suyas aún que los propios hijos, pues estos son el fruto de su potencia engendradora, pero aquellas lo son de su potencia creadora, hechura suya por entero. Mas el simple hecho de haber sido dotados de voluntad nos hace capaces de cerrar la puerta al que viene a su casa o los ojos al que viene como luz, nos hace capaces de despreciar esa luz que viene a proporcionarnos vida y vida abundante. Pero el que desprecia la luz se cierra a la vida.

Esto es lo que nos da a conocer el que ha venido al mundo como luz, el Hijo único que está en el seno del Padre, que es el único exegeta fiable de ese Dios que permanece en la invisibilidad, ese Dios al que nadie ha visto jamás.

 

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

229. Estas y otras diversas posibilidades que se abren a la evangelización de los jóvenes, no deberían hacernos olvidar que, más allá de los cambios de la historia y de la sensibilidad de los jóvenes, hay regalos de Dios que son siempre actuales, que contienen una fuerza que trasciende todas las épocas y todas las circunstancias: la Palabra del Señor siempre viva y eficaz, la presencia de Cristo en la Eucaristía que nos alimenta, y el Sacramento del perdón que nos libera y fortalece. También podemos mencionar la inagotable riqueza espiritual que conserva la Iglesia en el testimonio de sus santos y en la enseñanza de los grandes maestros espirituales. Aunque tengamos que respetar diversas etapas, y a veces necesitemos esperar con paciencia el momento justo, no podremos dejar de invitar a los jóvenes a estos manantiales de vida nueva, no tenemos derecho a privarlos de tanto bien.

Misa de la familia: María, Madre de Dios

1.- MONICIÓN DE ENTRADA

Amigos y hermanos. La noche vieja ha quedado atrás. Hoy, María, como Madre de Dios y Madre nuestra, nos recibe en el día más nuevo del año 2020. ¿Seremos capaces de dejar atrás todo aquello que nos estorba para ser felices y fieles a Jesús?

Comencemos este nuevo año poniéndonos bajo la mirada de la Virgen. Además, en estas primeras horas de estos doce meses, pongamos en el pórtico de este año un deseo que es necesidad y urgencia en el mundo: LA PAZ.

Que estas tres notas que hoy suenan en nuestras canciones: María, Año Nuevo y Paz, sean un motivo para vivir intensamente esta Eucaristía, que por ser la primera del año, la tenemos que celebrar como si fuera la vez primera.

Iniciemos esta celebración.

2.- ACTO PENITENCIAL

(Se prepara una gran cartulina donde ponga “2019”. Según se vaya pidiendo perdón se va rompiendo el calendario en dos, cuatro y seis partes respectivamente)

1. Antes de iniciar la Eucaristía pidamos al Señor perdón por las malas palabras y malos sentimientos que hemos tenido en el año pasado. SEÑOR DEL AÑO NUEVO, TEN PIEDAD (se rompe en dos trozos el año 2019)

2. Pidamos, además perdón al Señor, por habernos alejado de El. Porque su Palabra no siempre la hemos escuchado ni vivido con sinceridad. SEÑOR DEL AÑO NUEVO, TEN PIEDAD (se rompen en cuatro trozos el año 2019)

3. Finalmente, hermanos y amigos, reconozcamos nuestros egoísmos, nuestros malos modos y miradas, nuestra falta de amor. SEÑOR DEL AÑO NUEVO, TEN PIEDAD (se rompen en seis trozos el año 2019)

3.- MONICIÓN A LAS LECTURAS

Hoy, en las tres lecturas que vamos a escuchar, se nos recuerda que la paz es fruto de la vida espiritual. Además, en la segunda y en la tercera, veremos como Jesús es el gran regalo que estamos contemplando en estas Navidades. Claro está que, para ello, hemos de cultivar la pequeñez que, por ejemplo, tuvieron los pastores. O, por ejemplo, la pequeñez que tuvo María. Que con Ella, en este día dedicado a su Maternidad, escuchemos con alegría el anuncio de estas lecturas.

4.- ORACIÓN DE LOS FIELES

1. Por la Iglesia. Para que sea como una paloma de paz. Que vuele a todos los continentes anunciando el amor que Dios nos tiene y la paz que llegará cuando todos los hombres nos amemos. Roguemos al Señor.

2. Por nuestra tierra. ¿Os habéis dado cuenta que no hay noticiario ni periódico sin referencia a guerras o conflictos? Que en este primer día del año 2020, crezca en nosotros nuestro apetito por la oración a favor de la paz. Roguemos al Señor.

3. Por los que, en este recién estrenado año, esperan algo de nosotros, de la suerte, de Dios, del trabajo, de la salud, de los hijos, del estudio, de la iglesia….para que puedan alcanzar aquello que es necesario para su progreso espiritual y material. Roguemos al Señor.

4. Por todo lo que, en el año pasado, no hemos realizado bien de palabra o de obra (hagamos un breve silencio) …..para que procuremos superar esos obstáculos y ser en este año 2020 unas buenas personas y unos ejemplares cristianos. Roguemos al Señor.

5. Tiene que ser así, no olvidemos a los pobres; a los que terminaron el año siendo pobres y lo han iniciado también así. Y, ¡cómo no! recordemos igualmente a nuestros familiares difuntos. Que, en el cielo, intercedan para que vivamos un año en paz y en armonía con Dios. Roguemos al Señor.

6. Y, finalmente, un recuerdo por la Virgen María. Que unidos a Ella sepamos dar testimonio del amor de Dios y que no olvidemos que, a Jesús, hay que seguirle todos y cada uno de los días del año, en todas las horas y semanas de cada mes. Roguemos al Señor.

5.- OFRENDAS

1. Con esta paloma queremos traer hasta el altar el drama de un mundo que no alcanza la paz. Que nos haga pensar la siguiente frase: Sin Dios, el hombre tiene razones para destruir. Con Dios, tiene mil razones para construir.

2. Con esta cesta de flores, señaladas cada una con cada mes del año 2020, queremos llevar a María nuestro agradecimiento por habernos dado a Jesús. Que sean flores que, lejos de marchitarse, se mantengan vivas con nuestra oración, la eucaristía dominical y la caridad con aquellos que nos necesitan.

3. Igualmente, y ante el altar, presentamos el calendario del año 2020. ¿Qué ocurrirá en estos próximos meses? Que el Señor nos bendiga a todos los que estamos aquí e ilumine nuestros caminos.

4. Finalmente, con el pan y con el vino, hacemos propósito de trabajar como hijos de Dios y con empeño por llevar al mundo la paz y un orden nuevo.

6.- ORACIÓN FINAL

Te damos gracias, Señor, por el año que ha terminado,
ilumina, Señor, el que ahora iniciamos
Te damos gracias, Señor, porque nos das otra oportunidad,
haz que no te perdamos en ninguno de los meses que vamos a vivir
Te damos gracias, Señor, porque nos haces instrumentos de tu paz,
que no olvidemos pedir tu ayuda cuando asome el pesimismo
Te damos gracias, Señor, porque Tú eres el Dueño del tiempo,
que seamos relojes empujados y alentados por tu mano

Te bendecimos, Señor, porque conoces nuestra vida pasada,
y te bendecimos, Señor, porque guiarás la futura
Te bendecimos, Señor, porque pasas o detienes el calendario,
que vivamos con amor y fe todas y cada una de sus jornadas
Te bendecimos, Señor, porque Tú elaboras, construyes y levantas,
que en estos próximos meses lo hagas realidad a través de nuestras manos
Te bendecimos, Señor, por tu Madre y Madre nuestra, María,
que nos ayude a olvidar lo malo del año precedente
y a prepararnos con amor de Madre, en el presente y en el mañana.
¡Gracias, por la vida, Señor!

Recursos – Ofertorio Domingo II de Navidad

PRESENTACIÓN DE UN ELEMENTO SIGNIFICATIVO DE ACAMPAR

(Hace la ofrenda uno de los o de las jóvenes de la comunidad. Si en la comunidad no hubiere una tienda de campaña, ésta podría ser sustituida por un saco de dormir, una cantimplora o cualquier objeto de los que se usan en una acampada)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, te traigo esta tienda de campaña, en nombre de cuantos y cuantas formamos esta comunidad. Es símbolo más del estilo juvenil, acostumbrados y acostumbradas a las acampadas y colonias. Sin embargo, con ella queremos ofrecerte el talante de nuestra comunidad y de cada uno de nosotros y de nosotras. Sabemos que vivimos en tierra extraña y que caminamos hacia tu Reino. Pero sabemos también que, como tu Hijo que plantó su tienda entre nosotros, no caminamos por esta tierra sin que nos interese nada. Al contrario, los dolores, esperanzas y alegrías de los hombres y mujeres son, también, los nuestros, y queremos luchar con todos ellos y ellas por su liberación.

PRESENTACIÓN DE UNA LÁMPARA DE CAMPING

(Lo puede hacer cualquiera de las personas adultas de la comunidad. Debe estar encendida y se situará junto a las velas que lucen sobre el altar)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Yo te traigo, Señor, esta lámpara de camping que ha presidido más de una velada de nuestras vacaciones. Ha lucido en la noche para iluminar nuestra convivencia. Y ahora te la ofrezco como símbolo del deseo que tenemos, como comunidad y como individuos, de ser luz en medio de nuestra sociedad y nuestro mundo, tal como lo fue tu Hijo Jesucristo para todos nosotros y nosotras.

PRESENTACIÓN DE UNAS GAFAS

(Lo puede hacer una de las personas mayores de la comunidad, que las use habitualmente)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Mira, Señor, yo te traigo estas gafas, que me ayudan a leer y a ver, porque mi vista está ya, a causa de los años, cansada. Sin embargo, yo te las ofrezco ahora como compromiso del esfuerzo que hemos de hacer para fiarnos de la luz de tu Hijo Jesucristo. Aunque también, como recuerdo de que, si Tú no nos regalas la fe, nos puede suceder lo que a tu antiguo pueblo que no reconoció al que vivió entre ellos. No permitas, Señor, que esto nos ocurra.

PRESENTACIÓN DE UN RECIPIENTE LLENO DE SAL

(Esta ofrenda la puede hacer una persona adulta de la comunidad)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, yo te traigo, y lo hago en nombre personal y de la propia comunidad, este recipiente lleno de sal, como símbolo de nuestra presencia evangelizadora y transformadora del mundo. Igual que tantos hombres y mujeres evangelizadores a través de los tiempos, nosotros y nosotras queremos ser presencia misionera en este mundo, a pesar de las muchas dificultades con las que nos encontramos. Danos, sin embargo, tu gracia, porque sin ella nuestra sal se vuelve insípida.

PRESENTACIÓN DE UN RECIPIENTE CON LEVADURA

(Debe hacer la ofrenda un o una militante de la comunidad)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor y Padre nuestro, yo te traigo este pequeño recipiente lleno de levadura, una sustancia capaz de transformar una gran cantidad de masa. Y lo hago en nombre de los cristianos y cristianas militantes en esa lucha por crear una sociedad más humana, más igualitaria y más solidaria; esto es, más justa y para todos y todas. Muchos hombres y mujeres han sido un maravillo ejemplo de ese compromiso. Te volvemos a ofrecer sus vidas. Haznos a nosotros y a nosotras con capacidad de entrega y de servicio para seguir adelante en esa causa.

Oración de los fieles – Domingo II de Navidad

Volvemos a rememorar los momentos pasados junto al niño en el portal de Belén. Hoy, como entonces, ponemos a sus pies nuestras plegarias y buenas intenciones para este año, diciendo:

SEÑOR, HAZNOS PERSEVERAR EN EL AMOR

1.- Te pedimos Señor, por la Iglesia para que se fiel propagadora del mensaje de Salvación que viniste a traernos.

OREMOS

2.- Te pedimos Señor, por todos los que tienen el poder económico y empresarial, por los jueces y magistrados, por los que legislan y gobiernan para que sea el bien común lo que les lleve a actuar y no el beneficio de unos pocos.

OREMOS

3.- Te pedimos Señor, por los niños que han nacido el pasado año y por los que nacerán en éste, para que crezcan con salud y busquen siempre permanecer cerca de Ti.

OREMOS

4.- Te pedimos Señor, por los enfermos para que encuentren en Cristo, salud del cuerpo y salvación de las almas, el consuelo y la compañía necesarias para superar esta situación.

OREMOS

5.- Te pedimos Señor, por las familias que no han podido celebrar juntas estas fiestas para que el Amor de Dios llene sus corazones y puedan pronto volver a reunirse.

OREMOS

6.- Y finalmente te pedimos Señor, por todos nosotros que hemos vuelto a vivir un año más la alegría de tu nacimiento, haz que seamos portadores de esta alegría durante toda nuestra vida.

OREMOS

Padre, acoge y atiende con magnanimidad estas plegarias que humildemente te presentamos. Por Jesucristo Nuestro Señor.

AMEN


Oremos, hermanos, a Dios Padre Todopoderoso que ha proclamado por sus ángeles la gloria en el cielo, la paz en la tierra y la renovación de todo, para que se digne llenarnos con sus bienes. Respondemos:

TODO LO ESPERAMOS DE TI, SEÑOR

1 – Por la Santa Iglesia de Dios: para que al celebrar las fiestas de Navidad, volvamos a nacer todos a una vida de justicia, de libertad, de amor y de paz.

OREMOS

2 – Por nuestro Santo Padre Francisco, y por los obispos de todo el mundo, para que Dios les dé prudencia y acierto en la constante tarea de renovación de la Iglesia.

OREMOS

3 – Por todas las naciones del mundo para que reine en ellas la hermandad universal que Cristo nos ha traído con su Nacimiento.

OREMOS

4- Por los pobres, por los marginados, por los enfermos, los solitarios y los abandonados; por los prisioneros, los desterrados, los perseguidos y los que sufren los horrores de la guerra y del terrorismo: para que a todos ellos, en estos días de Navidad, les llegue nuestro consuelo y sientan más cerca el amor y la paz.

OREMOS

5- Por nosotros que celebramos esta Eucaristía; por los que no han podido o no han querido venir para que todos juntos esperemos la llegada del reino definitivo que Jesús nos anuncia con su Nacimiento.

OREMOS

Escucha Dios de Misericordia, nuestras oraciones y ayuda a los que padecen con la presencia de tu Hijo. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor.

Amén

Comentario al evangelio – Día VII después de Navidad

Para entender bien algunas cosas, hay que remontarse a los orígenes. Por ejemplo, para comprender cómo se comporta una persona, es muy útil conocer qué es lo que más recibió de pequeña –abrazos, caprichos o golpes-, o para entender lo que hace un grupo en el presente, es bueno saber de dónde viene, en qué contexto surgió, quién estuvo en sus comienzos. El origen condiciona el presente, siendo la base desde donde se desarrolla la libertad.

Hoy el Evangelio nos remonta a los orígenes: “En el Principio…”. Y si damos crédito a esta palabra, lo que hubo en el principio nos podrá aclarar algo sobre el presente.

Y ¿qué hubo “en el Principio”?

“En el Principio” había Silencio. Porque para que resuene algo, tiene que haber silencio. El silencio de un universo aún sin proyecto, sin comienzo. El gran silencio donde se sueñan los grandes sueños… para que un día puedan llegar a ser realidad. El silencio del amor con el que se miran los enamorados, con esa mirada cómplice donde no hacen falta las palabras. El Silencio del Amor del Dios trinitario.

“En el Principio” había Palabra. La palabra, el contenido, que irrumpe y crea la realidad. Crea, organiza, recrea… La Palabra que deshace el caos y que ordena la vida. La Palabra que expresa lo que Dios soñó, que no es otra cosa que la imagen acabada de su ser en relación: el Hijo.

“En el Principio” había Vida. La Vida en abundancia es el proyecto de Dios para el mundo. Personificada en su Hijo, esa Vida está llamada a desarrollarse, en todas sus dimensiones, entre nosotros. Y para ello, Dios ha venido a nosotros y nos ha hecho co-creadores de vida.

“En el Principio” había Luz. Luz que alumbra, que ilumina, que da seguridad, que orienta, que quita las cegueras… Luz para vivir…

Si “en el Principio” hubo Silencio, Palabra, Vida y Luz, es porque estamos llamados al silencio, a la palabra, a la vida y a la luz. No te conformes con menos. No vivas del ruido, de la incomunicación, de la muerte ni de las tinieblas. Ni dejes que otros lo hagan. Díselo de manera que lo entiendan. Como Juan Bautista en su tiempo: “no era la luz, sino testigo de la luz”. También a ti se te ha dado ser, a tu medida y en tu contexto, “testigo de la luz”. ¡Qué grande! Que en el año que comienza mañana puedas avanzar en este camino personal y misionero.

Luis Manuel Suárez CMF