La Vida de Jesús – Fco. Fernández-Carvajal

6.- RECIBIÓ A MARÍA

Mt 1, 21-25

Pero el ángel le dijo aún más: Dará a luz a un hijo, y le pondrás (tú, José, padre de él ante la ley) por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Y José tomó a María con todo el misterio de su maternidad; la tomó junto con el Hijo que llegaría al mundo por obra del Espíritu Santo, demostrando así una disponibilidad, una gran apertura a los planes de Dios, semejante a la de María[1].

San Mateo, que quiere reseñar además el cumplimiento de las profecías en Jesús y la virginidad de su Madre, añade que todo esto ocurrió para que se cumpliera el anuncio de Isaías[2] siete siglos antes: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien llamarán Enmanuel, que significa Dios-con-nosotros.

La boda propiamente dicha, que completaba los desposorios, se debió de realizar muy poco tiempo después. El texto sagrado da cierta impresión de prisa: Al despertarse José hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su esposa.

Debemos recordar que con los desposorios la pareja ya se había convertido en marido y mujer. Era una ceremonia que formalizaba ante dos testigos el acuerdo que ya habían realizado ambas familias. La celebración de la entrada de la esposa en casa del esposo -que eso eran las nupcias- tenía lugar un año más tarde, y se llevaba a cabo con una fiesta en la casa del esposo, en la que participaban parientes y amigos.

El día empezaba con una procesión en la que las amigas de la esposa, llevando luces y tocando diversos instrumentos, conducían a esta a casa del esposo. Jesús se refiere a esta procesión en su parábola de las vírgenes necias, que se quedaron sin aceite en las lámparas (Mt).

José y María iniciaron un camino nuevo en el que lo importante era la llegada ya próxima del Hijo de Dios. Pocos meses más tarde se conoció en Nazaret la orden del emperador romano, que mandaba empadronar a todo el mundo. Y comprendieron que debían ir preparando el viaje a Belén, la cuna del Mesías.

Belén se encontraba a menos de dos horas de camino de Jerusalén. María y José habían recorrido ya más de ciento cuarenta kilómetros. En aquella época, a pie y por caminos no muy buenos, era un viaje muy largo.


[1] Exhort. Apost. Redemptoris custos, 15-VIII-1989, n. 3.

[2] Is 7, 14.

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