Vísperas – Jueves II de Adviento

VÍSPERAS

JUEVES II DE ADVIENTO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Jesucristo, Palabra del Padre,
luz eterna de todo creyente:
ven y escucha la súplica ardiente,
ven, Señor, porque ya se hace tarde.

Cuando el mundo dormía en tinieblas,
en tu amor tú quisiste ayudarlo
y trajiste, viniendo a la tierra,
esa vida que puede salvarlo.

Ya madura la historia en promesas,
sólo anhela tu pronto regreso;
si el silencio madura la espera,
el amor no soporta el silencio.

Con María, la Iglesia te aguarda
con anhelos de esposa y de madre,
y reúne a sus hijos en verla,
para juntos poder esperarte.

Cuando vengas, Señor, en tu gloria,
que podamos salir a tu encuentro
y a tu lado vivamos por siempre,
dando gracias al Padre en el reino. Amén.

SALMO 71: PODER REAL DEL MESÍAS

Ant. Te hago luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta el fin de la tierra.

Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud.

Que los montes traigan paz,
y los collados justicia;
que él defienda a los humildes del pueblo,
socorra a los hijos del pobre
y quebrante al explotador.

Que dure tanto como el sol,
como la luna, de edad en edad;
que baje como lluvia sobre el césped,
como llovizna que empapa la tierra.

Que en sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
que domine de mar a mar,
del Gran río al confín de la tierra.

Que en su presencia se inclinen sus rivales;
que sus enemigos muerdan el polvo;
que los reyes de Tarsis y de las islas
le paguen tributo.

Que los reyes de Saba y de Arabia
le ofrezcan sus dones;
que se postren ante él todos los reyes,
y que todos los pueblos le sirvan.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Te hago luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta el fin de la tierra.

SALMO 71

Ant. Socorrerá el Señor a los hijos del pobre, rescatará sus vidas de la violencia.

Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres;
él rescatará sus vidas de la violencia,
su sangre será preciosa a sus ojos.

Que viva y que le traigan el oro de Saba;
que recen por él continuamente
y lo bendigan todo el día.

Que haya trigo abundante en los campos,
y susurre en lo alto de los montes;
que den fruto como el Líbano,
y broten las espigas como hierba del campo.

Que su nombre sea eterno,
y su fama dure como el sol;
que él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
el único que hace maravillas;
bendito por siempre su nombre glorioso;
que su gloria llene la tierra.
¡Amén, amén!

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Socorrerá el Señor a los hijos del pobre, rescatará sus vidas de la violencia.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: EL JUICIO DE DIOS

Ant. Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.

LECTURA: St 5, 7-8.9b

Tened paciencia hermanos, hasta la venida del Señor. El labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía. Tened paciencia también vosotros, manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca. Mirad que el juez está ya a la puerta.

RESPONSORIO BREVE

R/ Despierta tu poder y ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.
V/ Despierta tu poder y ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.

R/ Que brille tu rostro y nos salve.
V/ Señor Dios de los ejércitos.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Despierta tu poder y ven a salvarnos, Señor Dios de los ejércitos.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El que viene detrás de mí existía antes que yo, y yo no soy digno de desatarle la correa de la sandalia.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El que viene detrás de mí existía antes que yo, y yo no soy digno de desatarle la correa de la sandalia.

PRECES

Oremos, hermanos, a Cristo, el Señor, que por nosotros se despojó de su rango, y digámosle confiados:

Ven, Señor Jesús

Señor Jesús, que con tu encarnación has salvado al mundo,
— purifica nuestras almas y nuestros cuerpos de todo pecado.

No permitas que aquellos a quienes llamas hermanos por tu encarnación
— se alejen de ti por el pecado.

No permitas que aquellos a quienes has salvado con tu venida
— merezcan ser castigados en el día de tu juicio.

Cristo Jesús, que nunca alejas de nosotros tu bondad y tu amor,
— haz que alcancemos la corona inmarcesible de gloria.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Te encomendamos, Señor, a nuestros hermanos que han sido separados temporalmente de su cuerpo;
— haz que, muertos para el mundo, vivan eternamente para ti.

Confiemos nuestras súplicas a Dios, nuestro Padre, terminando esta oración con las palabras que el Señor nos enseñó:
Padre nuestro…

ORACION

Despierta, Señor, nuestros corazones y muévelos a preparar los caminos de tu Hijo, para que por el misterio de su venida podamos servirte con pureza de espíritu. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Jueves II de Adviento

1) Oración inicial

Despierta, Señor, nuestros corazones y muévelos a preparar los caminos de tu Hijo, para que por el misterio de su venida podamos servirte con pureza de espíritu. Por nuestro Señor Jesucristo. Amen.

2) Lectura

Del santo Evangelio según Mateo 11,11-15
«En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Pues todos los profetas, lo mismo que la Ley, hasta Juan profetizaron. Y, si queréis admitirlo, él es Elías, el que iba a venir. El que tenga oídos, que oiga.

3) Reflexión

• En el evangelio de hoy, Jesús opina sobre Juan Bautista. Comparado con personajes del Antiguo Testamento, no hay nadie más grande que Juan. Juan es el más grande: ¡más grande que Jeremías, más grande que Abraham, más grande que Isaías! Pero si comparado con el Nuevo Testamento, Juan es inferior a todos. El más pequeño en el Reino es más grande que Juan. ¿Cómo entender estas palabras aparentemente contradictorias que Jesús pronuncia sobre Juan?
• Poco antes, Juan había enviado a sus discípulos a pregustarle: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” (Mt 11,3). Juan parecía tener dudas respecto de Jesús, ya que Jesús no correspondía a la idea que él, Juan, se había hecho del mesías: un juez severo que tenía que venir para llevar a cumplimiento el juicio de condena y de ira (Mt 3,7). Tenía que cortar los árboles desde las raíces (Mt 3, 10), limpiar el campo y tirar el palo seco al fuego (Mt 3,12). Pero Jesús, en lugar de ser un juez severo, es amigo de todos, “manso y humilde de corazón” (Mt 11,29), acoge a los pecadores y come con ellos (Mc 2,16).
• Jesús contesta a Juan citando al profeta Isaías: “Vayan y cuéntele a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan sanos, los sordos oyen, los muertos resucitan y una buena nueva llega a los pobres. Y, además, ¡feliz el que me encuentra y no se confunde conmigo!” (Mt 11,5-6; cf. Is 33,5-6; 29,18). Respuesta dura. Jesús envía a Juan a que analice mejor las Escrituras para poder cambiar la visión equivocada que tiene del mesías.
• ¡Juan fue grande! ¡El mayor de todos! Y el más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que Juan. Juan es el más grande, porque era el último del Antiguo Testamento. Fue Juan quien, por su fidelidad, pudo por fin indicar al pueblo el mesías: “Este es el cordero de Dios” (Jn 1,36), y la larga historia iniciada con Abraham alcanzó, por fin, su objetivo. Pero Juan no fue capaz de comprender el alcance de la presencia del Reino de Dios en Jesús. El tenía dudas: “¿Es el Señor o tenemos que esperar a otro?” La historia antigua, ella sola, no comunica a la persona luz suficiente para comprender toda la novedad de la Buena Noticia de Dios que Jesús trae consigo. El Nuevo no entra en el Antiguo. San Agustín decía: “Novum in Vetere latet, Vetus in Novo patet”, que traducido significa: “El Nuevo está escondido en el Antiguo. Pero el Antiguo revela solamente su pleno significado en el Nuevo”. Quien está con Jesús y vive con él, recibe de él una luz que da ojos nuevos para descubrir un significado más profundo en el Viejo. ¿Y cuál es esta novedad?
• Jesús ofrece una llave de lectura: “Con Juan Bautista finalizaron los tiempos de la Ley y de los profetas, tiempos de la profecía y de la espera. Entiendan esto si pueden: Elías había de volver ¿no es cierto? ¡El que tenga oídos, que entienda!” Jesús no explica, pero dice: “¡El que tenga oído que entienda!” Elías tendía que venir para preparar la llegada del Mesías y reconstruir la comunidad: “El reconciliará a los padres con los hijos y a éstos con sus padres” (Mal 3,24). Juan anunció al Mesías y trató de reconstruir la comunidad (Lc 1,17). Pero no captaba el misterio más profundo de la vida en comunidad. Solamente Jesús lo comunicó, anunciando que Dios es Padre y, por consiguiente, todos somos hermanos y hermanas. Este anuncio comporta una nueva fuerza que nos hace capaces de superar divergencias y de crear comunidad.
• Estos son los violentos que logran conquistar el Reino. El Reino no es una doctrina, sino un nuevo modo de vivir como hermanos y hermanas, desde el anuncio que Jesús hace: Dios es Padre de todos.

4) Para la reflexión personal

• El Reino pertenece a los violentos, es decir, pertenece a los que al igual que Jesús, tiene el valor de crear comunidad. ¿Tú también?
• Jesús ayudó a Juan a comprender mejor los hechos por medio de la Biblia. La Biblia ¿me ayuda a comprender mejor los hechos de mi vida?

5) Oración final

Te ensalzaré, Dios mío, mi Rey,
bendeciré tu nombre por siempre;
todos los días te bendeciré,
alabaré tu nombre por siempre.
(Sal 145,1-2)

Adulación

Dice Jesús: Yo soy la Verdad (Jn 14, 6). De Él dice el Evangelista que tiene la plenitud de la Verdad, y que esta nos vino por medio de Él (Jn 1, 14 y 17). Toda su enseñanza, también su vida y su muerte, constituyen un testimonio de la verdad (Jn 18, 37). Y aquel en quien está la verdad (Jn 8, 44) es de Dios, y, por tanto, oye también a Dios. La verdad tuvo su origen en Dios y la mentira en la oposición consciente a Él. Por eso llama Jesús al demonio padre de la mentira, porque la mentira comenzó con él. Y todo el que miente tiene al diablo como padre (Jn 8, 42ss). La falta de veracidad que se manifiesta como hipocresía, revela una discordia interior, una rotura de la personalidad. Una persona así es como una campana hendida. Tampoco ella puede emitir un sonido claro. El testimonio que el Señor dio de Natanael, diciendo que era un israelita en quien no había doblez (Jn 1, 47), es lo más bello que se puede decir de un hombre. El cristiano, si quiere serlo de verdad, debe desprenderse de la mentira (Ef 4,25); ninguna falsedad debe salir de su boca (Ap 14, 5). Por consiguiente, si la mentira se extiende en algún lugar, señal de que el poder diabólico ha entrado en acción.

Entre las muchas clases y formas de mentira, existe una con nombre propio: la adulación. Se caracteriza por el afán desmedido de agradar, traducido en servilismo, en elogios innecesarios, o con el fin de obtener alguna ventaja personal. Dice la Sagrada Escritura a este propósito que mejor es la corrección del sabio que la adulación del necio (Si 7, 5). Se opone a la virtud social de la afabilidad, que orienta las relaciones ordinarias de la vida social para hacer más grata la convivencia (cfr. Suma Teológica, 2-2, q. 115, a. 1). La adulación es hermana de la seducción. San Pablo advierte que se eviten los discursos piadosos y solemnes que intentan seducir los corazones de los fieles (Rm 16, 18). Con cierto orgullo confiesa el Apóstol que nunca usó de adulaciones (1Ts 2, 5). Lo mismo debe decir el cristiano de sí mismo. La adulación es indigna del cristiano. Pero debe también cuidarse de no prestar oídos a las adulaciones y escuchar las palabras de la seducción. Mejores son los enemigos que los aduladores. «El adulador -dice San Juan Clímaco- es ministro del demonio […] (y) maestro del error» (n. 55). La persona seducida por adulación pierde pronto el sentido de la realidad y caminará de error en error. Con dificultad verá sus faltas, ocultas por falsas alabanzas, y tendrá abierta de par en par la puerta de la vanagloria. La adulación puede causar mucho daño. Se opone, entre otras, a las siguientes virtudes: la veracidad, la justicia, frecuentemente a la caridad, y hace imposibles la amistad y la verdadera convivencia.

Como es lógico, no todo elogio y alabanza, que hemos de prodigar resaltando lo bueno de quienes nos rodean, es una adulación hipócrita. «Es bueno -dice Santo Tomás- querer agradar a los demás y animar al prójimo a progresar en la virtud», pero «es pecado quererles agradar por motivos de vanagloria, o de interés personal, o en cosas malas» (Suma Teológica, 2-2, q. 115, a. 1, ad 1). Concretamente: «Es adulación cuando la alabanza recae sobre algo que no debería alabarse, ya sea porque se trate de una obra mala, o porque no esté claro el fundamento para tal alabanza, o cuando es de temer que la alabanza sea, para el otro, motivo de vanagloria» (Ibídem). El cristiano no debe utilizar esta forma de hipocresía y de mentira que es la adulación; y ha de aprender a rectificar la intención ante las alabanzas, sabiendo que pasan «como el sonido de las palabras» y que toda gloria es para Dios.

Comentario – Jueves II de Adviento

Jesús ensalza la figura de Juan el Bautista; pero lo hace para resaltar la grandeza del más pequeño miembro del Reino de los cielos. Porque éste, en comparación con aquel, es mucho más grande. Con ello está significando que la pertenencia al Reino de los cielos nos confiere una alta dignidad, que no es comparable con ninguna otra dignidad humana. Decía Jesús: Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que él. Juan es el personaje que clausura el profetismo del AT: el último gran profeta del pueblo de Israel; un profeta equiparable en fuerza y dignidad al mismo Elías; un nuevo Elías que tenía que venir para reproducir con su actividad el vigor del profetismo primitivo, que es el profetismo representado por Elías. Por todo ello, Jesús le cataloga como el mayor de los nacidos de mujer hasta la llegada de la plenitud de los tiempos. Pero él inicia una nueva etapa en la historia de la salvación.

Con él ha llegado el Reino de Dios que, sin ser una absoluta novedad, es la gran novedad de los nuevos tiempos. Con él se acaban los tiempos del profetismo para iniciarse los tiempos del mesianismo. Él ya no es un simple profeta, ni siquiera el más grande profeta-reformador del judaísmo, como querían los ebionitas; él es el Mesías que inaugura tiempos mesiánicos. Con él llega una nueva realidad: el Reino de Dios que ha empezado a germinar en el mundo. Y el más pequeño de los incorporados a esta nueva realidad es más grande que Juan, no por ser quien es o por proceder de una familia de alta alcurnia, sino por pertenecer a este Reino que llega con Jesús. Aquí se está cumpliendo la profecía evangélica: todo el que se humilla será enaltecido. Dios es el que lleva a cabo esta tarea de enaltecimiento: incorporándonos a su Reino nos hace hijos suyos y nos regala una alta dignidad que nos engrandece por encima de todo rango natural o social. Formar parte del Reino es adquirir una condición regia que nos colma de bienes y nos da derecho a posesiones ilimitadas.

Desde los días de Juan el Bautista hasta hora –dice Jesús-, el Reino de los cielos hace fuerza y los esforzados se apoderan de él. Los días de Juan el Bautista son los días del precursor de Jesús. Pues bien, desde ese momento precursor el Reino de los cielos puja por abrirse camino en el mundo, como hace fuerza un feto por salir a la luz. Jesús, con su presencia y actividad mesiánica, ha sembrado la semilla del Reino en el corazón de los hombres, y ésta realidad sembrada y oculta empieza a germinar y aspira a ver la luz. El Reino de los cielos se concibe, pues, como una realidad germinal o embrionaria, pequeña (como la semilla o la medida de levadura), pero con un dinamismo de dimensiones colosales y de enorme potencialidad, que pugna por salir a la luz en razón de su propio crecimiento. Es el Reino que hace fuerza, porque está llamado a crecer, y a transformar, y a dominar, desde los días de Juan, que son también los días de Jesús, es decir, los días en los que inicia Jesús su actividad mesiánica. Y los esforzados se apoderan de él. Si el Reino de los cielos es una realidad que hace fuerza, porque es dinámica (es decir, porque tiene fuerza), porque pugna por crecer, porque no puede estancarse, no parece ilógico pensar que los que se incorporan a esta realidad deben ser esforzados, esto es, personas que viven en sintonía o impulsados por la fuerza de este Reino.

Esforzados son los que viven insertos en un dinamismo de crecimiento, es decir, los que viven creciendo intelectual, moral, espiritualmente, en todas las dimensiones posibles al ser humano o que hace posible la gracia de Dios injertada como potencia en la naturaleza humana. Así viven los que han sido incorporados a este Reino que está haciendo fuerzaesforzándose por ser mejores, por acrecentar todo lo que Dios ha puesto en ellos, por dar productividad a sus capacidades y virtudes, por crecer más y más en su propio perfeccionamiento intelectual y espiritual, hasta donde Dios haya puesto nuestros límites. Esta visión antropológica guarda perfecta sintonía con la parábola de los talentos que estamos llamados a incrementar. También aquí son recompensados los esforzados, no los perezosos y holgazanes. El que tenga oídos, que oiga. Si tenemos realmente oídos, oigamos lo que nos dice el Señor, y pidámosle que nos mantenga en el esfuerzo sostenido de los que quieren dar a luz el Reino de Dios en sus vidas.

 

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

210. Con respecto a lo primero, la búsqueda, confío en la capacidad de los mismos jóvenes, que saben encontrar los caminos atractivos para convocar. Saben organizar festivales, competencias deportivas, e incluso saben evangelizar en las redes sociales con mensajes, canciones, videos y otras intervenciones. Sólo hay que estimular a los jóvenes y darles libertad para que ellos se entusiasmen misionando en los ámbitos juveniles. El primer anuncio puede despertar una honda experiencia de fe en medio de un “retiro de impacto”, en una conversación en un bar, en un recreo de la facultad, o por cualquiera de los insondables caminos de Dios. Pero lo más importante es que cada joven se atreva a sembrar el primer anuncio en esa tierra fértil que es el corazón de otro joven.

Domingo Gaudete, domingo de la alegría

En este tercer domingo de Adviento, Domingo Gaudete, Domingo de la Alegría, aparece con fuerza la figura de Juan el Bautista, el precursor. Jesús nos habla hoy del Bautista: “no ha nacido de mujer uno más grande que Juan”. Es el mensajero enviado por Dios para preparar su camino. En Juan Bautista se cumplen las promesas hechas desde antiguo por los profetas.

1. La esperanza de Israel: Dios viene en persona a salvarnos. Después del pecado original, como escuchábamos el pasado domingo, solemnidad de la Inmaculada, el mundo quedó sometido bajo la esclavitud del pecado. De este modo, el ser humano, por el pecado original, rompió la armonía consigo mismo, con el otro y con Dios. La tierra entera, toda la creación, quedó malograda. Pero Dios no deja que este sea el final de la historia. Ya desde antiguo, Dios había prometido a Israel un Mesías. Los profetas recordaron continuamente esta promesa de Dios. Así lo hemos escuchado, por ejemplo, en la primera lectura, del libreo del profeta Isaías: “Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará”. Este anuncio de la venida de Dios en persona está acompañado de signos: se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo de abrirán, saltará el cojo como un ciervo y la lengua del mudo cantará. En definitiva, desaparecerá toda tristeza y vendrá la alegría y la felicidad. ¿No es eso precisamente lo que tanto echamos en falta en nuestro mundo? Cuando miramos a nuestro alrededor, tantas veces nos cansamos de ver penurias, tristezas, sufrimientos y violencia. Por ello, la esperanza de Israel en la llegada de un Mesías ha de ser también la nuestra. Necesitamos la alegría y el regocijo, necesitamos que los débiles se fortalezcan, necesitamos que desaparezcan las injusticias y los sufrimientos. Por ello, el anuncio del profeta Isaías es tan actual hoy para nosotros: Dios viene en persona a salvarnos.

2. En Cristo se cumplen las promesas hechas a Israel: Id a decir a Juan lo que estáis viendo y oyendo. No son vanas las esperanzas de un Salvador que ha de venir. Pues nosotros, los cristianos, creemos que ese Mesías ha venido ya en Jesucristo. En Él, el Dios hecho hombre cuyo nacimiento celebraremos bien pronto, Dios ha cumplido su promesa y ha colmado nuestra esperanza. En el Evangelio escuchamos cómo Juan Bautista, el precursor, manda desde la cárcel a dos de sus discípulos para preguntarle a Jesús si es él el Mesías que ha de venir. En Juan Bautista vemos representadas las esperanzas de Israel y también nuestras esperanzas. La respuesta de Jesús a aquellos dos discípulos enviados por Juan es clara: contad a Juan lo que estás viendo y oyendo. Y es que la salvación que Jesús nos trae va acompañada de aquellos signos que Isaías había anunciado. Jesús devuelve la vista a los ciegos, cura a los inválidos, limpia a los leprosos, resucita a los muertos y anuncia el Evangelio a los pobres. Los milagros de Jesús que nos narra el Evangelio son los signos que acompañan la acción salvadora de Cristo. Podemos creer en Él porque hace lo que hasta entonces no había hecho nadie: curar enfermos y resucitar muertos. El certificado de autenticidad de la obra salvadora de Jesucristo son sus signos.

3. La esperanza del cristiano: Tened paciencia, manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca. Por eso, los cristianos tenemos la esperanza puesta en Cristo, el Salvador, el que ya vino hace dos mil años en Belén, Dios que vino en persona, pero que también ha de volver de nuevo para juzgar a los vivos y a los muertos. Así lo estamos recordando en este tiempo de Adviento. No sólo recordamos la primera venida de Cristo, también esperamos su segunda venida. Mientras tanto, no debemos desfallecer en la esperanza. El apóstol Santiago, en la segunda lectura, nos llama a mantenernos firmes en la esperanza, a tener paciencia. Es muy ilustrativo el ejemplo que nos pone el apóstol del labrador, que espera paciente el fruto de la tierra, muestras recibe la lluvia. En este tiempo de Adviento, pidámosle al Señor que acreciente nuestra esperanza. Ante este mundo en que vivimos, lleno de tristezas y de sufrimientos, esperamos con paciencia y con confianza al Señor que viene a traernos la alegría y el gozo de la salvación.

Este tercer domingo de Adviento es un domingo que nos llena de alegría, es el domingo Gaudete. Es la espera gozosa del Adviento. El Señor viene en persona, y con su llegada vendrá la alegría y el regocijo. Vivamos con paciencia, como nos ha dicho hoy Santiago, la espera del Mesías en este tiempo, pues Él, con su llegada, renovará nuestras fuerzas. Con María, madre de la esperanza y causa de nuestra alegría, seguimos avanzando por el camino del Adviento.

Francisco Javier Colomina Campos

¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?

Juan, que oyó en la cárcel las obras de Jesús, envió a sus discípulos a preguntarle: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?». Jesús les respondió: «Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia el evangelio a los pobres: ¡dichoso el que no se escandalice de mí!». Cuando se fueron, Jesús comenzó a hablar de Juan a las gentes: «¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña movida por el viento? ¿Pues qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido lujosamente? Los que visten lujosamente están en los palacios de los reyes. ¿Entonces, qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os lo digo; y más que un profeta. Él es de quien está escrito: Yo envío delante de ti a mi mensajero para que te prepare el camino. Os aseguro que no hay hombre alguno más grande que Juan Bautista, pero el más pequeño en el reino de Dios es más grande que él. 

Mateo 11, 2-11

PARA MEDITAR

Jesús hoy les hace preguntas a los seguidores de Juan Bautista, les anima a que miren un poco más allá de las cosas que pasan: ¿que fuisteis a ver? No quiere que se despisten con cosas que no tienen mucha importancia.

Jesús quiere dejar claro que Juan Bautista es alguien muy importante para todo lo que va a pasar después y que aquellas personas no sabían. Nos anima a preparar el camino. Pero también deja claro que en el reino de Dios el más pequeño de todos es más importante que Juan Bautista, por lo que Jesús nos habla maravillas del Reino de Dios.

PARA HACER VIDA EL EVANGELIO

  • Escribe el nombre de alguna persona que conozcas que ya esté viviendo con ilusión que queda poco para la Navidad.
  • ¿Cómo te puedes preparar en el Adviento para el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios?
  • Escribe un compromiso para ya vayas viviendo la Navidad en tu vida.

ORACIÓN

Tú cambias nuestras vidas, Señor,
porque nos resucitas.
Nos sacas de la rutina, de la vida mortecina,
de repetir día tras día las mismas cosas,
pero sin ilusión.
Tú que eres todo entusiasmo, novedad,
fortaleza y ternura, nos produces
una sacudida vital que nos rejuvenece.
Tú cambias nuestra vida, Padre,
porque eres novedad.
Lo de ayer era distinto, no nos sirven
las mismas cosas,
pero Tú nos envuelves en tu comprensión
y nos frenas las ganas de juzgar,
de condenar lo diferente, de recordar
«que siempre se ha hecho así,
para ayudarnos a inventar caminos nuevos
y a ver en todos las obras de tu amor.
Tú siempre dejas huella, entras en nosotros con tu salvación.
Nosotros unas veces elegimos escandalizarnos
para justificar nuestra inmovilidad,
el seguir como siempre,
y otras, en cambio, dejamos que nos cambies
que tomes nuestra vida al asalto,
que nos llenes de tu VIDA EN ABUNDANCIA.

Tú cambias nuestras vidas

Nos lo han contado a nosotros también
y lo hemos experimentado.
¿Cómo nos vamos a escandalizar de Ti si lo
que ocurre es que nos llenamos de alegría?
Contigo dejamos de ser sordos,
ya no vivimos sólo para nosotros,
sino que nos conviertes en oyentes de otros.
Contigo se curan todas nuestras enfermedades
y no porque dejen de existir, sino porque
dejamos de sentirnos el ombligo del mundo.
Pasamos de vivir obsesionados
en neustros síntomas,
para atender y cuidar lo que le duele
al que vive la vida a nuestro lado.

Tú cambias nuestras vidas, Señor,
porque nos resucitas.
No sacas de la rutina, de la vida mortecina,
de repetir día tras día las mismas cosas,
pero sin ilusión.
Tú que eres todo entusiasmo, novedad,
fortaleza y ternura, nos produces
una sacudida vital que nos rejuvenece.

Tú cambias nuestra vida, Padre,
porque eres novedad.
Lo de ayer era distinto, no nos sirven
las mismas cosas,
pero Tú nos envuelves en tu comprensión
y nos frenas las ganas de juzgar,
de condenar lo diferente, de recordar
«que siempre se ha hecho así,
para ayudarnos a inventar caminos nuevos
y a ver en todos las obras de tu amor.

Tú siempre dejas huella, entras en nosotros
con tu salvación.
Nosotros unas veces elegimos escadalizarnos
para justificar nuestra inmovilidad,
el seguir como siempre,
y otras, en cambio, dejamos que nos cambies
que tomes nuestra vida al asalto,
que nos llenes de tu VIDA EN ABUNDANCIA.

Mari Patxi Ayerra

Notas para fijarnos en el evangelio Domingo III de Adviento

• Lo que hace y dice Jesús, “las obras del Mesías” (2), son las obras del “Reino” (11). Juan lo intuye y se acera a Él a pesar de las cadenas. Quiere conocer, profundizar en la persona de Jesús, en lo que dice y hace. Jesús remite a sus obras con citas de Isaías (ls 35,5-6; 29,18; 26, 19; 42, 18; 61, 1) que hablan de salvar y dar buenas noticias. Las obras son signos visibles de la mesianidad de Jesús.

• “El que ha de venir” (3) es una manera de designar al Mesías, aquel que es esperado. Una designación que indica que el Mesías nos es dado, que no lo dominamos, no somos sus señores sino que Él es el Señor.

• Jesús se manifiesta con unas obras entre los excluidos (4-5) y con la buena nueva a los «pobres» (5). Y envía a dar la noticia, «a anunciar» (4), esta experiencia: «lo que estáis viendo y oyendo» (4).

• El cumplimiento de las profecías que se da en Jesús es sorprendente. Porque quien las cumple es un pobre, Jesús. Un pobre misericordioso–solidario con los pobres. Y esto sucede en un mundo en el que lo que muchos esperaban era un Mesías guerrero que se impusiera por la fuerza. Por eso es necesaria la pregunta: “¿eres tú?” (3).

• Así, cuando llegue Jesús como Mesías no optará por una justicia estricta que castigue a los malos, sino por un ofrecimiento generoso de misericordia a todos los pecadores. Jesús ante los diferentes cuadros de la desgracia humana: ciegos que no ven, paralíticos que no pueden moverse, muchedumbres con hambre y sin pan, pobres viudas desamparadas que lloran la muerte del único hijo, leprosos marginados como si apestaran, pobres que no tienen trabajo, jóvenes calaveras que dilapidan la hacienda familiar… Cuando Jesús los ve, se le conmueven las entrañas, se pone en movimiento, y pone gracia donde hay desgracia, misericordia donde hay miseria. ¿Y si le han dicho que come en casa de los publicanos y acoge a las prostitutas? Algunos pensarían que «con él llegó el escándalo». Pues no habrán entendido lo más medular del Evangelio.

• El elogio que de Juan hace Jesús (11), el último y el más grande de los profetas de Israel (9), paradójicamente pretende remarcar la superioridad de la nueva alianza:

* La nueva alianza de Dios con su pueblo es representada por los “pequeños” con los que Jesús actúa (11).

* La antigua alianza es representada por Juan.

* Con Jesús, el pobre entre los pobres (4-5), ha llegado al mundo el Reino de Dios (Mt 12,28).

* Los “más pequeños” que acogen el Reino (11) se convierten en testigos vivos del Reino que ya está aquí (Mt 12,28).

* Y estos “más pequeños”, al acoger el Reino acogen la misma vida de Dios: “¡Dichoso el que no se escandalice de mí!” (6) Por esto son “más grandes” (11), son “dichosos” (Mt 5,3-12).

• Con esta bienaventuranza: “dichoso el que no se escandalice de mí!” (6), podemos hacer una felicitación de Adviento, anticipándonos a la felicitación de Navidad. ¡Felicidades a los que se abren a la novedad! A la novedad (¿todavía es novedad?) de la opción por los pobres, por los últimos, por los que no cuentan en la sociedad que nos montamos como “señores”. ¡Felicidades a quienes preparan la Navidad haciendo esta opción! ¡Felicidades a quienes preparan la Navidad abriéndose al Dios que viene con esta opción! ¡Felicidades a quienes dejan que Él sea el Señor de sus vidas!

Comentario al evangelio – Jueves II de Adviento

No sé si alguna vez te han llamado “gusanito” o “oruga”, pero aunque no lo parezca, en el profeta Isaías se trata de un piropo; es algo así como decir “mi chiquitín”, “mi vida”. Es la consolación que Dios hace a través del profeta, con la que nos quiere consolar, hacer fuertes –te convierto en trillo aguzado-, y fructificar toda esterilidad en nosotros –transformaré el desierto en estanque-.

Si alguien fue piropeada por Dios, fue la Virgen María, otra de las protagonistas del Adviento, como no podía ser menos. Especialmente toda América Latina la venera hoy bajo la advocación de Ntra. Sra. de Guadalupe.  Hoy miramos su disponibilidad a Dios, su sí a Él, y la puerta que esta aceptación y entrega supone para todos los creyentes: nada más y nada menos que el nacimiento de nuestro Salvador, que dentro de poco celebraremos.

Dos ideas por si te ayudan a vivir esta jornada de la mano de María.

1ª Si el cristianismo fuera una ideología, una ideología no necesita de una madre. Pero como el cristianismo es fundamentalmente el encuentro con la persona de Jesucristo, para dicho encuentro sí necesitamos de la Madre de “ese” con quien nos queremos encontrar, porque ella nos lleva a su encuentro. Por eso, cada vez que oramos a Dios con María, le estamos diciendo: “María, muéstranos a tu Hijo”. Pídeselo hoy. Pídele a nuestra Madre que te ayude a conocer más a Jesús, para amarlo más y seguirle mejor.

2º. Celebrar a María es recordarnos que tenemos una Madre en el camino del seguimiento de Jesús, que no estamos solos. Es recordarnos que la fe es un camino de alegría, porque el Señor está con nosotros. Y cuando lo olvidemos, basta con mirar a la Madre, cómo ella lo vivió; su sí fue plenificado, su confianza no quedó defraudada. Ella nos recuerda que este camino, que esta apuesta es, incluso cuando todo parece perdido en medio de la noche, de ganadores.

El Evangelio de hoy nos presenta la persona de Juan el Bautista, encarcelado por anunciar a Jesús.

Siempre se ha hecho violencia contra el Reino de Dios, como nos recuerda hoy el Señor: desde los días de Juan, el Bautista, hasta ahora se hace violencia contra el reino de Dios, y gente violenta quiere arrebatárselo. Por eso necesitamos de la fortaleza que la Virgen María tuvo para mantenerse con esperanza en el camino de la fe frente a todas las adversidades.

¡Ntra. Sra. de Guadalupe, ruega por nosotros!

Juan Lozano, cmf.