Vísperas – Martes III de Adviento

VÍSPERAS

MARTES III DE ADVIENTO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Éste es el tiempo en que llegas,
Esposo, tan de repente,
que invitas a los que velan
y olvidas a los que duermen.

Salen cantando a tu encuentro
doncellas con ramos verdes
y lámparas que guardaron
copioso y claro el aceite.

¡Cómo golpean las necias
las puertas de tu banquete!
¡Y cómo lloran a oscuras
los ojos que no han de verte!

Mira que estamos alerta,
Esposo, por si vinieres,
y está el corazón velando,
mientras los ojos se duermen.

Danos un puesto a tu mesa,
Amor que a la noche vienes,
antes que la noche acabe
y que la puerta se cierre. Amén.

SALMO 124: EL SEÑOR VELA POR SU PUEBLO

Ant. El Señor rodea a su pueblo.

Los que confían en el Señor son como el monte Sión:
no tiembla, está asentado para siempre.

Jerusalén está rodeada de montañas,
y el Señor rodea a su pueblo
ahora y por siempre.

No pesará el cetro de los malvados
sobre el lote de los justos,
no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.

Señor, concede bienes a los buenos,
a los sinceros de corazón;
y a los que se desvían por sendas tortuosas,
que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor rodea a su pueblo.

SALMO 130: ABANDONO CONFIADO EN LOS BRAZOS DE DIOS

Ant. Si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos.

Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad;
sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre.

Espere Israel en el Señor
ahora y por siempre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: HIMNO DE LOS REDIMIDOS

Ant. Has hecho de nosotros, Señor, un reino de sacerdotes para nuestro Dios.

Eres digno, Señor, Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.

Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado
y con tu sangre compraste para Dios
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes,
y reinan sobre la tierra.

Digno es el Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría,
la fuerza, el honor, la gloria, y la alabanza.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Has hecho de nosotros, Señor, un reino de sacerdotes para nuestro Dios.

LECTURA: 1Ts 5, 23-24

Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente, y que todo vuestro espíritu, alma y cuerpo, sea custodiado sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo. Él que os ha llamado es fiel y cumplirá sus promesas.

RESPONSORIO BREVE

R/ Muéstranos, Señor, tu misericordia.
V/ Muéstranos, Señor, tu misericordia.

R/ Danos tu Salvación.
V/ Tu misericordia.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Muéstranos, Señor, tu misericordia.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín y ordenándolo todo con firmeza y suavidad, ven y muéstranos el camino de la salvación.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín y ordenándolo todo con firmeza y suavidad, ven y muéstranos el camino de la salvación.

PRECES

Invoquemos a Cristo, alegría y júbilo de cuantos esperan su llegada, y digámosle:

¡Ven, Señor, y no tardes más!

Esperamos, alegres, tu venida:
— ven, Señor Jesús.

Tu que existes antes de los tiempos,
— ven y salva a los que viven en el tiempo.

Tú que creaste el mundo y a todos los que en él habitan,
— ven a restaurar la obra de tus manos.

Tú que no despreciaste nuestra naturaleza mortal,
— ven y arráncanos del dominio de la muerte.

Tú que viniste para que tuviéramos vida abundante,
— ven y danos tu vida eterna.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que quieres congregar a todos los hombres en tu reino,
— ven y reúne a cuantos desean contemplar tu rostro.

Unidos a Jesucristo, supliquemos ahora al Padre con la oración de los hijos de Dios:
Padre nuestro…

ORACION

Dios, creador y restaurador del hombre, que has querido que tu Hijo, Palabra eterna, se encarnase en el seno de María, siempre Virgen, escucha nuestras súplicas, y que Cristo, tu Unigénito, hecho hombre por nosotros, se digne hacernos partícipes de su condición divina. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Martes III de Adviento

1) Oración inicial

Dios, creador y restaurador del hombre, que has querido que tu Hijo, Palabra eterna, se encarnase en el seno de María siempre Virgen, escucha nuestras súplicas y que Cristo, tu Unigénito, hecho hombre por nosotros, se digne hacernos partícipes de su condición divina. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del santo Evangelio según Mateo 1,1-17
Libro del origen de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán: Abrahán engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos, Judá engrendró, de Tamar, a Fares y a Zara, Fares engendró a Esrón, Esrón engendró a Arán, Arán engendró a Aminadab, Aminadab engrendró a Naasón, Naasón engendró a Salmón, Salmón engendró, de Rajab, a Booz, Booz engendró, de Rut, a Obed, Obed engendró a Jesé, Jesé engendró al rey David. David engendró, de la mujer de Urías, a Salomón, Salomón engendró a Roboán, Roboán engendró a Abiá, Abiá engendró a Asaf, Asaf engendró a Josafat, Josafat engendró a Jorán, Jorán engendró a Ozías, Ozías engendró a Joatán, Joatán engendró a Acaz, Acaz engendró a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés engendró a Amón, Amón engendró a Josías, Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, cuando la deportación a Babilonia. Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel engendró a Zorobabel, Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliaquín, Eliaquín engendró a Azor, Azor engendró a Sadoc, Sadoc engendró a Ajín, Ajín engendró a Eliud, Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Matán, Matán engendró a Jacob, y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. Así que el total de las generaciones son: desde Abrahán hasta David, catorce generaciones; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.

3) Reflexión

• La genealogía define la identidad de Jesús. El es el «hijo de David y el hijo de Abrahán” (Mt 1,1; cf 1,17). Como hijo de David, es la respuesta de Dios a las expectativas del pueblo judío (2Sam 7,12-16). Como hijo de Abrahán, es una fuente de bendición para todas las naciones (Gn 12,13). Judíos y paganos ven realizadas sus esperanzas en Jesús.
• En la sociedad patriarcal de los judíos, las genealogías traían a menudo nombres de hombres. Sorprende el que Mateo coloque a cinco mujeres entre los antenatos de Jesús: Tamar, Raab, Ruth, la mujer de Urías y María. ¿Por qué Mateo escoge precisamente a estas cuatro mujeres como compañeras de María? A ninguna reina, a ninguna matriarca, a ninguna de las mujeres luchadoras del Éxodo: ¿Por qué? Es ésta la pregunta que el Evangelio de Mateo nos deja en la cabeza.
• En la vida de las cuatro mujeres compañeras de María hay algo anormal. Las cuatro son extranjeras, concebirán a sus hijos fuera de los patrones normales y no cumplirán con las exigencias de las leyes de pureza del tiempo de Jesús. Tamar, una Cananea, viuda, se viste de prostituta para obligar al patriarca Judá a que sea fiel a la ley y a que le dé un hijo (Gn 38,1-30). Raab, una Cananea de Jericó, era una prostituta que ayudó a los Israelitas a entrar en la Tierra Prometida (Js 2,1-21). Ruth, una Moabita, viuda y pobre, optó por quedarse al lado de Noemí y adherir al Pueblo de Dios (Rt 1,16-18). Tomó la iniciativa de imitar a Tamar y de pasar la noche en la era, junto con Booz, obligándolo a observar la ley y a darle un hijo. De la relación entre los dos nació Obed, el abuelo del rey David (Rt 3,1-15; 4,13-17). Betsabé, una Hitita, mujer de Urías, fue seducida, violentada y quedó embarazada por el rey David, quien, además mandó matar a su marido (2Sm 11,1-27). La forma de actuar de estas cuatro mujeres estaba en desacuerdo con las normas tradicionales. Y sin embargo fueron estas iniciativas poco convencionales las que dieron continuidad al linaje de Jesús y trajeron la salvación de Dios a todo el pueblo. Todo esto nos hace pensar y nos cuestiona cuando damos demasiado valor a la rigidez de las normas.
• El cálculo de 3 x 14 generaciones (Mt 1,17) tiene un significado simbólico. Tres es el número de la divinidad. Catorce es el doble de siete. Siete es el número de la perfección. Por medio de este simbolismo, Mateo expresa la convicción de los primeros cristianos según la cual Jesús aparece en el tiempo establecido por Dios. Con su llegada la historia llega a su plenitud.

4) Para la reflexión personal

• ¿Cuál es el mensaje que tú descubres en la genealogía de Jesús? ¿Has encontrado una respuesta a la pregunta que Mateo nos deja en la cabeza?
• Las compañeras de María, la madre de Jesús, son bien distintas de como nos la imaginábamos. ¿Cuál es la conclusión que tú sacas para tu devoción por Nuestra Señora?

5) Oración final

¡Que su fama sea perpetua,
que dure tanto como el sol!
¡Que sirva de bendición a las naciones,
y todas lo proclamen dichoso! (Sal 72,17)

La Vida de Jesús – Fco. Fernández-Carvajal

2.- BELÉN. EL NACIMIENTO DE JESÚS

Lc 2, 4-7

Belén era la tierra de David[1]. Allí estaba su parentela. Situada al sur de Jerusalén, en tiempos de Jesús no era más que un puesto avanzado en el desierto, fortificado con muros y torres. La modesta población vivía una vida sosegada, dedicada casi exclusivamente al pastoreo y al cultivo de las pocas tierras de labor que, en forma de terrazas escalonadas, la rodeaban.

Sin embargo, Belén era llamada la fructífera, Efrata, nombre patronímico de la región. Su situación, no lejos del camino de montaña entre Hebrón y Jerusalén, constituía un buen albergue de fin de etapa para los viajeros.

Era realmente la más pequeña de las ciudades de Israel (Miq), pero, a pesar de su insignificancia, era ilustre en la historia del pueblo escogido. Es mencionada por vez primera en los Libros Sagrados con motivo de la muerte de Raquel, mujer de Jacob, que fue sepultada en el camino de Efrata, que es Belén, como dice el Génesis[2]. Pero su gloria principal era la de haber sido la patria de David, el glorioso caudillo del que habría de descender el Mesías.

María sabía que su Hijo era también Hijo de David. Este apelativo se convirtió en el más popular de los títulos mesiánicos. Los enfermos y las multitudes lo repetirán con frecuencia en el curso de la vida pública de Jesús. Y Él lo aceptará; únicamente añadirá que es también el Hijo de Alguien más grande que David[3].

La Virgen tenía puesto su corazón en Belén. Y allí se dirigió con José, llevando lo imprescindible. El camino, en no muy buenas condiciones, lo harían en seis o siete jornadas, con un borrico que cargaba con las vituallas y la ropa; a veces llevaría a la Virgen sobre sus lomos. Se unirían a alguna pequeña caravana que se dirigía a Jerusalén, última etapa antes de llegar al lugar de sus antepasados. En esta ciudad entrarían en el Templo, pues ningún israelita piadoso dejaba de hacerlo. ¡Quién podrá imaginar la oración de la Virgen en aquel Santuario, llevando en su seno al Hijo del Altísimo!

Casi dos horas más de camino y ya estaban en Belén. Pero allí no encontraron dónde instalarse. Hemos de pensar en el cansancio -la Virgen está ya a punto de dar a luz-, en el polvo de aquellas rutas, en las comidas hechas al paso muchas veces… No hubo lugar para ellos en la posada, dice san Lucas con frase escueta.

Se presenta cierta dificultad para conocer la traducción correcta de «aposento», diversorio en latín, katályma según el texto griego del evangelio. Esta palabra tiene significados algo diferentes. Unas veces expresa la posada oriental de la época. Otras, la habitación alta y más espaciosa de las casas, que podía servir de salón o cuarto de huéspedes[4]. Tal vez estaba ocupada ya. Quizá resultaba demasiado fría en época de invierno para María en las circunstancias en las que llegaba.

Cuando san Lucas escribe que no había lugar para ellos en la posada parece referirse a la situación de María. Si hubiera querido decir simplemente que la posada no podía hospedar a más personas, le habría bastado con hacer notar que no había sitio. Sin embargo, dice que no lo había para ellos. Quizá quiere indicar que no era el lugar adecuado para la Virgen, cercana ya al parto.

Con todo, José debió de llamar a muchas puertas en busca de alojamiento. Su situación era difícil. Nos imaginamos bien la escena: el día avanzaba, él explicaba una y otra vez, con angustia creciente, la misma historia, «que venían de Nazaret», y María a pocos metros, viendo a José y oyendo las negativas; siente pena por su esposo, pero no pierde la serenidad. Quizá fuera Ella la que propuso a José instalarse provisionalmente en alguna de aquellas cuevas que servían de establo, a las afueras del pueblo[5]. Probablemente le animó, diciéndole que no se preocupara, que ya se arreglarían… José se sintió confortado en medio de sus inquietudes. Y allí se aposentaron con los enseres que habían podido traer desde Nazaret: los pañales, alguna ropa que Ella misma había preparado con la ilusión que solo saben poner las madres en su primer hijo…

Y en aquel lugar, con la mayor sencillez, nació Jesús: Sucedió -escribe san Lucas- que, estando allí, le llegó la hora del parto, y dio a luz a su hijo primogénito. María -fuente histórica de estas noticias- nos ha dicho lo que hizo: envolvió a Jesús en pañales y lo recostó en un pesebre. Su cuna fue ciertamente un comedero de animales (esta palabra, fátne, tiene el significado cierto de pesebre). Y María, a través del evangelista, parece querer indicarnos de una manera intensiva que el Hijo de Dios, y también su Hijo, no apareció de una manera asombrosa, no nació el día en que fue destruido el Templo ni al principio del mundo[6]. Por el contrario, el anuncio del ángel a los pastores subraya que el Mesías os ha nacido hoy (Lc). Se trata de un recién nacido. Como señal, les asegura que lo encontrarán envuelto en pañales, tal como lo ha vestido su Madre unas horas antes, y reclinado en un pesebre, indicando así su extrema pobreza. Ninguna mente podría haber sospechado jamás que Quien dispone que el sol caliente la tierra hubiera de necesitar un día a un buey y a una muía para que le calentaran con su aliento[7]. Quizá estuviera también el borrico que habría llevado a María buena parte del camino de Nazaret a Belén.

San Lucas nos da a entender que el parto tuvo lugar sin la asistencia de otras personas, ya que es la misma madre quien atiende al recién nacido: lo faja y lo coloca en el pesebre, a modo de cuna. Ni siquiera se nombra a san José.

Esta maternidad de María implicaba una relación personal y única con Dios, que la situaba por encima de todo lo creado, sin dejar de ser Ella misma. Nuestra Señora poseía la unión más íntima que pueda darse entre Dios y los hombres, salvo la unión hipostática. El Espíritu Santo la vinculaba a Dios de una manera nueva y especialísima y de un modo real y permanente. En el

Cielo hubo gran fiesta aquella noche, mientras todos contemplaban al Hijo encarnado y a la Madre de Dios, que resplandecía de gracia y de gozo. Y José no cabía en sí de alegría.

San Lucas nos ha dicho que María dio a luz a su hijo primogénito. Este término no indica que María tuviera más hijos. Cuando una recién casada tiene su primer hijo, este es el primogénito por el hecho de ser el primero. Así lo hacía constar san Jerónimo: «Omnis unigenitus est primogenitus»[8]. Y así se le llamaba después, haya tenido o no más hermanos. La condición de primogénito llevaba consigo en Israel una serie de derechos y deberes[9]. Algunos sugieren que la mención expresa del primogénito por san Lucas es probable que se refiera a la descendencia davídica y a los derechos que debía heredar.


[1] Belén (Beth-Lehem) significa casa del pan. Se encuentra a unos cien kilómetros de Nazaret y a unos siete de Jerusalén.

[2] Gn 35, 19.

[3] Francisco Papa lo ha expuesto así: «El origen eterno de Cristo está en el Padre; él es el Hijo en sentido total y único; y, por eso, es engendrado en el tiempo sin concurso de varón… Por otra parte, la verdadera maternidad de María ha asegurado para el Hijo de Dios una verdadera historia humana, una verdadera carne, en la que morirá en la cruz y resucitará de los muertos». Encl. Lumen fidei, n. 59.

[4] J. M. CASCIARO, Jesús de Nazaret, p. 42.

[5] La gruta en la que se venera actualmente el Nacimiento de Jesús es la que, entre los lugares arqueológicos de la vida de Cristo, tiene a su favor testimonios más antiguos y autorizados. Orígenes, a comienzos del siglo III, atestigua que existe una tradición muy conocida «en aquellos lugares y aun entre los ajenos a la fe» (Contra Celsum, I, 51). Él mismo recorrió los santos lugares para testificar que verdaderamente la narración evangélica estaba de acuerdo con la realidad.

En el año 135 el emperador Adriano dedicó este lugar al culto de Adonis, con la intención de borrar todo vestigio cristiano. Pero esto mismo sirvió más tarde para identificarlo con mayor exactitud (cfr. SAN JERÓNIMO, Epístola a Paulino, PL XXII, 581; EUSEBIO, Vida de Constantino, III, 43).

[6] Al profundizar en la maternidad virginal, la Iglesia confiesa la virginidad real y perpetua de María, también en ese momento del parto. El nacimiento de Cristo «lejos de disminuir consagró la integridad virginal» de su Madre (Const. Lumen gentium, n. 57; cfr. también Catecismo, n. 499). Hay constancia documental de esta fe de la Iglesia en los primeros siglos, y, enseguida, los testimonios escritos aparecen por todas partes.

[7] El buey y la mula que hemos visto en tantos «belenes» no aparecen en los evangelios, pero esos dos animales «dando calor» al Niño son tan entrañables que hoy resultan inseparables de la Navidad. Son mencionados en un escrito apócrifo de los primeros siglos (Evangelio de la Natividad, XIV).

[8] SAN JERÓNIMO, Contra Helvidio, 10.

[9] Conocido es el caso del epitafio encontrado en Egipto y fechado el 2 de Mehir del año 25 de Augusto (25 de enero del año 5 antes de Cristo), hallado sobre la tumba de una mujer judía llamada Arsinoe, la cual, hablando en primera persona, dice haber muerto del parto de su primogénito: En los dolores de parto del hijo primogénito la Suerte me llevó al término de mi vida (puede verse el texto completo en J. B. FREY, Corpus Inscriptionum Judaicarum, Roma 1936, vol. II, pp. 420-422).

Evidentemente, en este caso el primogénito fue realmente único. El autor del epitafio llama protopós al hijo de cuyo parto murió Arsinoe, no porque detrás de él hubiera otros hijos de la misma madre, sino porque antes de él no había tenido ninguno.

Comentario – Martes III de Adviento

Hablar de la genealogía de alguien es considerar que el personaje en cuestión tiene un phylum genético, es decir, que pertenece a un determinado linaje o familia humana. Si el evangelio de Mateo se abre con la genealogía de Jesucristo, hijo de Davidhijo de Abrahán, es porque quiere destacar que el protagonista de su relato es el eslabón que culmina una cadena generacional y, por tanto, que hay que considerarle plenamente insertado en la historia, no por la vía de una presunta adopción, sino por la vía más natural, por la vía del nacimiento. Porque Jesús tuvo nacimiento humano, y aunque éste fuera sin concurso de varón, no deja de ser humano, pues fue realmente hijo de mujer (ex muliere).

La condición virginal de su concepción en el vientre de su madre, aun incorporando un factor extraordinario en el proceso generacional, no resta nada a su constitución humana. Y es esta constitución natural la que le hace miembro de una familia, de una nación, de una raza, de un pueblo con su lengua, su cultura, su régimen político, su momento histórico, su religiosidad. El mismo evangelista está suponiendo su nacimiento virginal al presentarlo como hijo de María, pero no de José, que es simplemente el esposo de María. Su elenco genealógico concluye así: y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo. Pero si Jesús no es hijo de José, sino únicamente de María, su mujer, se rompe la cadena genética en su último eslabón.

Lo que importa, sin embargo, a san Mateo es resaltar que Jesús, el Cristo, tiene árbol genealógico; pertenece, por tanto, a la historia de ese pueblo en el que le ha colocado su nacimiento. De esta manera puede ahuyentar esos intentos docetistas que hacen de Jesucristo un ser con apariencia de hombre, pero al que privan de naturaleza (realidad) humana, un ser fantasmal débilmente conectado a los acontecimientos históricos. La genealogía mateana tiene todas las trazas de ser una composición del propio evangelista. Su estructura en tres series de catorce generaciones: la que va desde Abrahán a David; la que se extiende desde David a la deportación de Babilonia; y la que llega hasta el Mesías, así lo delatan. Pero los nombres que integran el elenco y que forman parte de la historia del pueblo judío dan verosimilitud a la elaboración.

También añade realismo la mención de ascendientes de dudosa reputación o de sangre no judía. Uno de sus ascendientes más ilustres, el rey Salomón, es el fruto manifiesto de una unión marital levantada sobre un adulterio y un homicidio: la de David con la mujer de Urías. Es una señal más de que el genealogista no intenta ocultar los elementos escabrosos que puedan contribuir al desprestigio de esta historia de la que forma parte el protagonista de su evangelio. La historia, confeccionada por hombres, es como es, y lleva todas las marcas, cicatrices e impurezas que el hombre con sus luces y sombras ha dejado en ella; y pretender embellecerla para ocultar sus fealdades y disimular sus defectos es deformar la realidad y engañarse.

La genealogía de Jesucristo nos introduce, por tanto, en su realidad humana, una realidad precedida por una historia hecha de avances y retrocesos, de logros y de fracasos, de actos heroicos y de villanías y mezquindades, de virtudes y de vicios; una historia en la que se dan cita intervenciones liberadoras de Dios e infidelidades humanas, obediencias y rebeldías, vocaciones secundadas y actos de apostasía, lealtades y traiciones. La historia tiene, pues, su peso, y ese peso gravita sobre los nacidos en su surco, sobre todos y cada uno de nosotros. También Jesucristo, en cuanto hombre, tuvo que soportar el peso de la historia, de esa historia particular que gravita sobre todo hombre. Ello explica muchos de los aspectos que conforman su biografía, empezando por su nacimiento y acabando por su muerte en cruz.

La genealogía de Mateo se abre con el patriarca Abrahán, su antepasado histórico más reconocible. A él lo invocarán los judíos como padre, pues se consideraban linaje de Abrahán; a él se referirá también Jesús como testigo profético de su vida, pues Abrahán saltaba de gozo pensando ver su díalo vio y se llenó de alegría. Y, siendo descendiente de Abrahán, Jesús asegura existir antes de que el patriarca hubiese visto la luz. La tradición apostólica verá a Abrahán como padre en la fe. La genealogía hace referencia, pues, a una paternidad, pero la natural no es la única paternidad posible. Y si Jesucristo es hijo de Abrahán e hijo de David en cierto modo, también es anterior a ellos en otro.

Aquí se dibuja la doble filiación humano-divina de Jesús, el Cristo del evangelio de Mateo. Y esto nos traslada con temor y temblor al misterio de la kénosis del que era de condición divina, como destaca san Pablo. Es el salto mortal que tuvo que dar el Hijo de Dios para asumir la condición humana y pasar a formar parte de una humanidad que, por tener pasado, y antepasados, es susceptible de quedar encuadrada en una estructura genealógica. No queda otra cosa que mantenerse agradecidos por esta venida en carne del que, siendo fruto unigénito del amor eterno del Padre, ha decidido en unión con él hacerse uno de nuestro linaje para rescatarlo de sus servidumbres y miserias.

 

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

215. Por otra parte, cualquier plan de pastoral juvenil debe incorporar claramente medios y recursos variados para ayudar a los jóvenes a crecer en la fraternidad, a vivir como hermanos, a ayudarse mutuamente, a crear comunidad, a servir a los demás, a estar cerca de los pobres. Si el amor fraterno es el «mandamiento nuevo» (Jn 13,34), si es «la plenitud de la Ley» (Rm 13,10), si es lo que mejor manifiesta nuestro amor a Dios, entonces debe ocupar un lugar relevante en todo plan de formación y crecimiento de los jóvenes.

Recursos – Ofertorio Domingo IV de Adviento

ENCENDIDO de la CUARTA VELA de la CORONA DE ADVIENTO

(El propio presidente de la celebración de hoy será el encargado de encender la cuarta vela de la corona, que ha de estar situada delante del altar o en sitio bien visible para todos, y como único adorno y las únicas luces que están encendidas)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Ya están, Señor, las cuatro velas del Adviento encendidas. Y la luz habita entre nosotros y nosotras, como lo hizo históricamente un día, gracias a una mujer sencilla que oyó la Palabra de Dios, confió en Él y lo alumbró en medio de la humanidad. La Navidad está tan cerca que la podemos tocar. La esperanza está ya tan madura que ya es casi una realidad.

Y ahí, Señor, entre la realidad y la esperanza, queremos poner nuestros corazones, a imagen de María, para que Tú los llenes de la luz que refleja tu presencia en el mundo. Y, con ellos, queremos ofrecerte nuestros deseos de vivir una Navidad alejada del consumo y del materialismo.

PRESENTACIÓN DE UN CUENCO

(Puede hacer la ofrenda uno o una de los jóvenes de la comunidad. Con este cuenco queremos expresar la disponibilidad del creyente)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, yo te traigo hoy este cuenco, símbolo de mi receptividad, como la de cualquier creyente. A imagen de María, queremos ser como este cuenco, dispuestos y dispuestas a recibir tu Palabra y tu gracia. Sin ellas nosotros y nosotras no somos nada o, si lo somos, es pura autosuficiencia y alejamiento de ti. No dejes de llenar nuestros corazones con tu gracia, Señor.

PRESENTACIÓN DE LA FIRMA

(Otro u otra joven de la comunidad hace esta ofrenda. Si la anterior la hizo un chico, ahora es ocasión para que lo haga una chica, o a la inversa. Ofrece un folio en blanco, sobre el que, y en la mesa del altar, estampará su firma. Inmediatamente después expresa la ofrenda:)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Con esa firma que acabo de estampar sobre ese folio quiero expresar mi compromiso y aceptación de tu Palabra y tu gracia. Quiero que sea como el «fiat» que pronunció María y, gracias al cual, fue posible la encarnación de tu Hijo entre nosotros y nosotras. Conmigo se compromete toda la comunidad, y te pedimos esa energía que necesitamos para dar la respuesta a lo que Tú nos propones.

PRESENTACIÓN DE LA CUNA VACÍA DEL NACIMIENTO DE LA COMUNIDAD

(Puede hacer esta ofrenda un niño o una niña)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Yo te traigo, Señor, la cuna, aunque vacía, que va a presidir el nacimiento que montamos en nuestra comunidad. Ella espera el momento de concluir el montaje para recibir al Niño pequeño de Belén. Pero, con ella, queremos simbolizar hoy la disponibilidad de nuestros corazones para recibir a tu Hijo Jesucristo. Haz, Señor, que nazca de verdad en cada uno de nosotros y de nosotras.

PRESENTACIÓN DEL «NIÑO JESÚS» DE LAS FAMILIAS Y DE LA COMUNIDAD

(Se inicia ahora una procesión de cuantos y cuantas han acudido a la celebración con el Niño Jesús que va a presidir el belén en cada una de las casas de la comunidad. Abre la procesión quien preside la celebración, con el Niño de la Comunidad parroquial. Acto seguido, se sitúa ante el altar y va recogiendo cada uno de los Niños que le presentan, y los va depositando sobre el altar o una mesa cercana, colocada a tal efecto)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Al finalizar el Adviento, y ya tan cercana la Navidad, hemos querido, Señor, traerte todas estas estatuillas que van a presidir los Belenes familiares y el de nuestra propia comunidad parroquial. Con ellos, queremos simbolizar las ganas que tenemos de tu presencia en medio de lo más cotidiano de nuestro existir.

Este año queremos que nuestros Belenes sean algo más que un adorno tradicional en nuestras casas. Con ellos, deseamos expresar nuestro compromiso de buscarte y adorarte en los y en las que nos rodean. Que no haya necesidad que nos sea ajena, ni esperanza y alegría que no seamos capaces de descubrir y compartir.

PRESENTACIÓN DEL DINERO RECOGIDO PARA CÁRITAS

(Mientras se canta un canto apropiado, varias personas de la Comunidad realizan la COLECTA a favor de Cáritas y que en las próximas fechas se va a repartir entre los más necesitados, necesitadas. Terminada la recogida del dinero, una de las personas y en nombre de todos dice:)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor y Padre nuestro, Tú fuiste solidario con nosotros y nosotras hasta el punto de darnos lo que más querías, que era tu propio Hijo amado. Siguiendo tu ejemplo, nosotros y nosotras, hoy, te ofrecemos lo que nos privamos cada uno y cada una y nuestras familias para compartir con los más necesitados y necesitadas de nuestro entorno. Acepta, Padre, esta ofrenda y haznos cada día más generosos y generosas, solidarios y solidarias.

Oración de los fieles – Domingo IV de Adviento

Damos los últimos retoques a nuestro corazón para poder acoger a Dios que nace, pidamos al Señor que venga a renovarnos y se quede con nosotros. Repetimos:

VEN A NOSOTROS, SEÑOR

1.- Por el Papa, los obispos, sacerdotes y todos los que componen la Iglesia para que se animen unos a otros en la esperanza de esta espera que ya llega a su fin.

OREMOS.

2.- Por los enfermos, los desplazados, los que viven en soledad, para que encuentren en ese Dios que viene la salvación de sus almas y la salud de sus dolencias.

OREMOS

3.- Para que la paz surgida del amor habite en todos los países, ciudades, familias y personas de la tierra.

OREMOS

4.- Por todos los gobernantes y estadistas de la tierra para que su único afán sea el progreso y bienestar de todos los habitantes de la tierra.

OREMOS

5.- Por todos los periodistas, mensajeros y portadores de noticias para que lleven al mundo los mensajes de paz, amor y felicidad que tanto necesita.

OREMOS

6.- Por los que preparamos con alegría nuestro interior para la llegada de Cristo, para que vivamos estas fiestas llenos de la felicidad que supone su venida.

OREMOS

Esperando la llegada de tu hijo, te presentamos nuestras plegarias. Ayúdanos Padre a acoger a tu hijo y a darle siempre posada en nuestro corazón. A ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.


En la breve espera que nos queda ya para recibir al Niño Jesús, oremos a Dios Nuestro Padre por nuestras necesidades y las de todos los hombres y mujeres del mundo. Y respondemos:

YA VIENES PRONTO, SEÑOR

1.- Por el Papa Francisco y por todos los obispos, para que la llegada del Niño Dios les afiance en su vocación y mejoren su trabajo de cuidados al pueblo de Dios.

OREMOS

2.- Por los sacerdotes y diáconos, especialmente por aquellos que tienen mucho rebaño que atender, que el Niño que viene les dé fuerzas y cure su soledad.

OREMOS

3.- Por todos los fieles de la Iglesia y especialmente por los religiosos y los laicos comprometidos, para que la alegría de recibir al Niño sea su mejor recompensa.

OREMOS

4.- Por los niños y niñas que esperan con alegría la llegada del Niño Dios, para que nunca nadie pueda quitarles esa alegría e inocencia.

OREMOS

5.- Por los enfermos, los prisioneros, los emigrantes, los solitarios para que sepan que la gracia de Dios está hoy muy cerca.

OREMOS

6.- Por nosotros mismos, presentes en esta Eucaristía, para que la breve espera que nos queda para recibir al Niño Jesús, refuerce nuestra conversión, con más amor, más esperanza y más fe.

OREMOS

Recibe, Dios Padre, estas plegarias que con humildad y alegría te presentamos en las vísperas de recibir a tu Hijo Unigénito.

Por el mismo Jesucristo,

Amén.

Comentario al evangelio – Martes III de Adviento

El modo en que vivamos o no con esperanza determina en gran parte cómo vivimos nuestro presente. Pero, también, el modo en que vemos el futuro hace que nuestra esperanza crezca o se desvanezca.

En la primera lectura, Jacob quiere “contar lo que os va a suceder en el futuro”. Y sobre todo, quiere anunciar cómo será Aquel que esperan, que esperamos. Los rasgos que dibuja no son aparatosos, grandilocuentes, divinos. Más bien expresa el corazón más humano que a cualquiera de nosotros nos gustaría tener, en línea con el salmo: hombre de paz, de justicia, de equilibrio, humilde, con rectitud, socorriendo a los pobres…

Para vivir el presente desde Dios es esencial vislumbrar al Dios en quien creemos. Si esperamos un Dios de paz, seamos gente pacífica; si esperamos un Dios humilde, dejemos atrás el afán de grandeza y poder; si esperamos un Dios que hace justicia al pobre, ¿qué hacemos nosotros del lado de quienes no lo son?

Y por si nos quedaba alguna duda, la esperanza de Jacob se hace carne en un linaje humano. Y no precisamente un linaje modélico. Repasemos hoy los nombres de la genealogía de Jesús: poca pureza de sangre, nombres extranjeros, hijos del abuso y la infidelidad… y también, cómo no, personas leales y honestas.

En todas ellas y a través de ellas, se hizo carne Dios. En todas nuestras bondades y también en medio de nuestros desvaríos y perversiones, parece que quiere seguir haciéndose carne Dios. ¡Y qué difícil verle en medio de todas ellas!

Que el Señor, a quien clamamos y esperamos en Adviento, pueda ser Señor de todo nuestro “linaje”, de lo que estamos orgullosos y de lo que nos avergonzamos. Porque es Él y no nuestra carne, la que hará el milagro.

Rosa Ruiz, mc