Comentario – Nochebuena

Hoy es una de esas «noches» que la tradición cristiana llama «santas»: noche iluminada por el acontecimiento que se celebra, hasta el punto que no la deberíamos dormir, hasta el punto de hacer de ella «día», tiempo de vigilia. Y lo que se celebra en este día es la Natividad, el nacimiento de Cristo Jesús, a quien reconocemos como nuestro ‘Salvador’. Sin esta referencia a Cristo no hay verdadera Navidad. Habrá ‘fiesta de invierno’ o ‘fiesta familiar, fiesta que quiere revivir ocultos anhelos, siempre incumplidos, de paz y de armonía que laten en el corazón humano, pero no Navidad. Porque si Navidad no dijese ‘Natividad’, se habría desvirtuado el sentido de la palabra y de la fiesta. Pero si el léxico se desconecta de la realidad significada acaba convirtiéndose en algo inservible y, por consiguiente, llamado a desaparecer.

Éste es, pues, el acontecimiento que ilumina esta noche. Las luces de nuestras calles y plazas, incluso las de nuestros belenes, son sólo el reflejo de esa luz que brota del acontecimiento celebrado. Porque la Navidad, antes que celebración es acontecimiento: algo sucedido en nuestra historia: lo sucedido hace ya veinte siglos en una pequeña localidad de Judea, llamada Belén, en la provincia romana de Siria, siendo Augusto máxima autoridad imperial, y Cirino gobernador de esa provincia. Fue allí, en esa pequeña localidad judía del Imperio romano, donde le llegó a María, la elegida de Dios para ser madre de su Hijo, el tiempo del parto de su hijo primogénito.

El suceso que consideramos es un parto, un nacimiento. Pero ¿en qué radica la importancia de este nacimiento? No en las ‘circunstancias’ de lugar y tiempo, aun siendo éstas singulares (tuvo por madre una virgen y por cuna un pesebre), sino en que el que ve la luz en este parto es alguien muy singular. Porque, como anuncia el ángel a los pastores, el que en este día nace en la ciudad de David es el Salvador del mundo, el Mesíasel Señor. Es el Nacido el que da importancia al Nacimiento. Pero el Mesías y el Señor era entonces sólo un niño recién nacido, envuelto en pañales y acostado en un pesebre. En este niño tan necesitado de protección y de afecto tenían que reconocer, y tenemos que seguir reconociendo, al Salvador, pues él es la señal dada de antemano por el mismo Dios.

De este niño se predica no sólo lo que es, sino lo que habrá de ser en el futuro: quebrantador de opresiones, portador de un principado, Dios guerrero, Padre perpetuo, príncipe de la paz. Son todos títulos que aluden a la eficacia de su acción salvífica, una eficacia que depende de su ser poderoso (es Dios, es príncipe, es Padre) y de su obrar misericordioso, unas veces quebrantando opresiones, otras imponiendo un principado; a veces haciendo la guerra a enemigos y malvados o corrigiendo la maldad de los enemigos; siempre, reproduciendo en el mundo la paternidad perpetua de Dios, y finalmente trayendo un reinado de paz que reconcilia pueblos, familias y personas. De él se dice que instaurará una paz sin límites –ni nacionales, ni raciales, ni generacionales, ni de sexo, ni personales, ni siquiera de circunscripción religiosa, ni exteriores, ni interiores- sobre los pilares de la justicia y el derecho. Aportar paz en un mundo aquejado por el pecado, que es el gran factor de división, ya que del egoísmoproceden las divisiones y los conflictos, es ya mucho, tiene una importancia excepcional. Esta paz es ya un fruto de salvación. Porque para gozar de esta paz tiene que disminuir el pecado que divide y engendra violencia hasta en el interior de la persona. Ahí es donde se acumula la agresividad y comienza la violencia.

Quizá por eso, la fuerza de salvación de Dios, siendo tan poderosa por ser de Dios, se haya manifestado por el camino del amor que acaba en la cruz, víctima de la violencia del pecado. Pero no es el amor el que sale derrotado en esta batalla, en la que su portador es llevado a la cruz. El amor sale victorioso en su confrontación con el odio precisamente en ese instante en que el que odia da muerte al que ama, pero no puede dar muerte al amor del que muere amando, esto es, pidiendo el perdón para sus enemigos. Ese amor no puede morir; por eso, acaba reproduciéndose en todos aquellos en los que se ha sembrado. Es la fuerza ‘invencible’ del amor (humano-divino) que atrae voluntades, que gana corazones, que empuja a heroicidades y actos de entrega extremos; pero una fuerza que sigue una senda de persuasión, no de imposición; que no destruye, sino que gana voluntades. Por eso, esta paz sin límites (que trae el Salvador) estará ahí como una ‘oferta permanente’ para las voluntades rebeldes que se niegan a aceptarla como don.

San Pablo acentúa el carácter gratuito de este don, cuando presenta la «aparición» de Jesucristo en el mundo como aparición de la gracia de Dios. Y la gracia es esencialmente eso: gracia, don. Gracia es la condonación de una deuda o de una condena; gracia es el perdón sin contrapartida. Gracia es también el regalo inmerecido. Pues bien, eso es Jesucristo: el don de Dios a la humanidad. Pero ya se sabe que lo que se dona y no es aceptado no acaba de ser don para aquellos que lo rechazan. La salvación, como la salud, tiene que ser acogida con la medicina que la proporciona o el tratamiento que la procura. No se pueden separar el resultado a obtener (la salud) y el tratamiento a aplicar (la medicina o la dieta), el fin y los medios.

Del que nos trae la salvación, nos dice san Pablo, hay que aprender a renunciar a una vida sin religión, esto es, sin referencia a Dios, pero también a una ‘religión sin vida’. Se trata, pues, de vivir una vida-con-religión, una vida referida a Dios en todo lo que vive, en sus prácticas, en sus actitudes, en sus proyectos, en sus aspiraciones… Una vida en lucha contra deseos (mundanos) que poco tienen que ver con Dios y con el amor de Dios, que es el que tiene que movernos; una vida sobria y honrada; y una vida esperanzada, es decir, pendiente de esa promesa de salvación que seguirá siendo promesa mientras no hayan sido vencidos todos los ‘impedimentos’ que nos impiden el logro o la consecución de esa dicha completa que esperamos.

La muerte es siempre una ‘frontera’, un límite insoslayable. Esta condición nuestra (mortal) hace que toda ‘oferta de salvación’ para este mundo, que venga a proporcionarnos un mayor bienestar en él, resulte radicalmente insuficiente. Al final, por mucho que sea el bienestar de que disfrutemos –o el malestar que suframos- en esta vida, nos encontraremos con la muerte. Y la muerte significa el cese de semejante situación de bienestar o malestar. Por eso lo que nosotros necesitamos es una salvación que mantenga vivo nuestro deseo de vida más allá de la muerte, nuestro deseo de eternidad. Y esta salvación sólo puede proporcionarla Dios, el único que tiene dominio sobre la muerte.

De ahí que aguardar con paciencia la otra aparición, la gloriosa, sea vivir en la aspiración a la plenitud de la salvación y vivir de la promesa del Salvador que se hizo presente en la Navidad como hombre entre los hombres, como hombre mortal, pero Hombre que venció en sí mismo al pecado y a la muerte.

Este debe ser el ‘motivo central’ de nuestro gozo en la Navidad: la presencia del Salvador que ya ha empezado a actuar su salvación en nosotros. Los demás motivos (alegría familiar, fiesta, alumbramientos, endulzamientos, villancicos, escenificaciones, vacaciones…) deberían estar asociados o derivar de aquel, que es el motivo constituyente de la Navidad.

Pidamos al Señor la gracia de experimentar el gozo de la Navidad: gozo de la salvación experimentada y esperada.

 

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

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I Vísperas – Natividad del Señor

I VÍSPERAS

NATIVIDAD DEL SEÑOR, Solemnidad

 

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 

HIMNO

Hoy grande gozo en el cielo
todos hacen,
porque en un barrio del suelo
nace Dios.
¡Qué gran gozo y alegría
tengo yo!

Mas no nace solamente
en Belén,
nace donde hay un caliente
corazón.
¡Qué gran gozo y alegría
tengo yo!

Nace en mí, nace en cualquiera,
si hay amor;
nace donde hay verdadera
comprensión.
¡Qué gran gozo y alegría
tiene Dios! Amén.

 

SALMO 112

Ant. El Rey de la paz ha sido glorificado, y toda la tierra desea contemplar su rostro

Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre:
de la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.

El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?

Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo;
a la estéril le da un puesto en la casa,
como madre feliz de hijos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Rey de la paz ha sido glorificado, y toda la tierra desea contemplar su rostro

 

SALMO 147

Ant. Envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz.

Glorifica al Señor, Jerusalén:
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.

Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;

hace caer el hielo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden, y se derriten;
sopla su aliento, y corren.

Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz.

 

CÁNTICO de FILIPENSES

Ant. El que era la Palabra substancial del Padre, engendrado antes del tiempo, hoy se ha despojado de su rango haciéndose carne por nosotros.

Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El que era la Palabra substancial del Padre, engendrado antes del tiempo, hoy se ha despojado de su rango haciéndose carne por nosotros.

 

LECTURA: Ga 4, 4-5

Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción.

 

RESPONSORIO BREVE

R/ Hoy sabréis que viene el Señor.
V/ Hoy sabréis que viene el Señor.

R/ Y mañana veréis su gloria.
V/ Sabréis que viene el Señor.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Hoy sabréis que viene el Señor.

 

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Cuando salga el sol, veréis al Rey de reyes, que viene del Padre, como el esposo sale de su cámara nupcial.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Cuando salga el sol, veréis al Rey de reyes, que viene del Padre, como el esposo sale de su cámara nupcial.

 

PRECES

Adoremos a Cristo, que se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado, y supliquémosle con fe ardiente, diciendo:

Por tu nacimiento, socorre, Señor, a quienes has redimido.

Tú que al entrar en el mundo has inaugurado el tiempo nuevo anunciado por los profetas,
— haz que tu Iglesia se rejuvenezca siempre.

Tú que asumiste las debilidades de los hombres,
— dígnate ser luz para los ciegos, fuerza para los débiles, consuelo para los tristes.

Tú que naciste pobre y humilde,
— mira con amor a los pobres y dígnate consolarlos.

Tú que por tu nacimiento terreno anuncias a todos la alegría de una vida sin fin,
— alegra a los agonizantes con la esperanza de un nacimiento eterno.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que descendiste al mundo para que los hombres pudieran ascender al cielo,
— admite en tu gloria a todos los difuntos.

 

Unidos a Jesucristo, supliquemos ahora al Padre con la oración de los hijos de Dios:
Padre nuestro…

 

ORACION

Señor y Dios nuestro, que cada año nos alegras con la fiesta esperanzadora de nuestra redención, concédenos que así como ahora acogemos gozosos a tu Hijo como redentor, lo recibamos, también confiados cuando venga como juez. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.


CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.

R/. Amén.

Lectio Divina – Martes IV de Adviento

1) Oración inicial

Apresúrate, Señor Jesús, y no tardes, para que tu venida consuele y fortalezca a los que esperan todo de tu amor. Tú que vives y reinas.

2) Lectura

Del santo Evangelio según Lucas 1,67-79
Zacarías, su padre, quedó lleno de Espíritu Santo y profetizó diciendo:
«Bendito el Señor Dios de Israel
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
y nos ha suscitado una fuerza salvadora
en la casa de David, su siervo,
como había prometido desde antiguo,
por boca de sus santos profetas,
que nos salvaría de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian
teniendo misericordia con nuestros padres
y recordando su santa alianza
el juramento que juró
a Abrahán nuestro padre,
de concedernos que, libres de manos enemigas,
podamos servirle sin temor
en santidad y justicia
en su presencia todos nuestros días.
Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo,
pues irás delante del Señor
para preparar sus caminos
y dar a su pueblo el conocimiento de la salvación
mediante el perdón de sus pecados,
por las entrañas de misericordia de nuestro Dios,
que harán que nos visite una Luz de lo alto,
a fin de iluminar a los que habitan
en tinieblas y sombras de muerte
y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.»

3) Reflexión

• El Cántico de Zacarías es uno de los muchos cánticos de las comunidades de los primeros cristianos, que hasta hoy están esparcidos por los escritos del Nuevo Testamento: en los evangelios (Lc 1,46-55; Lc 2,14; 2,29-32), en las cartas paulinas (1Cor 13,1-13; Ef 1,3-14; 2,14-18; Fil 2,6-11; Col 1,15-20) y en el Apocalipsis (1,7; 4,8; 11,17-18; 12,10-12; 15,3-4; 18,1 hasta 19,8). Estos cánticos nos dan una idea de cómo era la vivencia de la fe y de la liturgia semanal en aquellos primeros tiempos. Dejan entrever una liturgia que era, al mismo tiempo, celebración del misterio, profesión de fe, animación de la esperanza y catequesis.
• Aquí en el Cántico de Zacarías, los miembros de aquellas primeras comunidades, casi todos judíos, cantan la alegría de haber sido visitados por la bondad de Dios que, en Jesús, vino a realizar las promesas. El cántico tiene una bonita estructura, bien elaborada. Parece una lenta subida que lleva a los fieles hasta lo alto de la montaña, de donde observan el camino recorrido desde Abrahán (Lc 1,68-73), experimentan el comienzo de la realización de las promesas (Lc 1,74-75) y de allí miran hacia delante previendo el camino que tiene que recorrer el niño Juan hasta el nacimiento de Jesús; el sol de justicia que viene a preparar para todos el camino de la Paz (Lc 76-79).
• Zacarías comienza alabando a Dios porque ha visitado y redimido a su pueblo (Lc 1,68) y ha suscitado a un poderoso salvador en la casa de David su siervo (Lc 1,69) como había prometido por boca de los profetas (Lc 1,70). Y describe en qué consiste esta salvación poderosa: salvarnos de todos nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odian (Lc 1,71). Esta salvación es el resultado, no de nuestro esfuerzo, sino de la bondad misericordiosa de Dios mismo que se acordó de su alianza sagrada y del juramento hecho a Abrahán; nuestro padre (Lc 1,72). Dios es fiel. Este es el fundamento de nuestra seguridad.
• Seguidamente Zacarías describe en qué consiste el juramento de Dios a Abrahán: es la esperanza de “que, libres de nuestros enemigos, podamos vivir sin temor, en santidad y justicia, en presencia de Dios, todos los días de nuestra vida”. Este era el gran deseo de la gente de aquel tiempo y sigue siendo el gran deseo de todos los pueblos de todos los tiempos: vivir en paz, sin miedo, sirviendo a Dios y al prójimo, en santidad y justicia, todos los días de nuestra vida. Este es lo alto de la montaña, el punto de llegada, que apareció en el horizonte con el nacimiento de Juan (Lc 1,73-75).
• Ahora la atención del cántico se dirige a Juan, al niño que acaba de nacer. El será el profeta del Altísimo, porque irá delante del Señor preparándole el camino, capacitando a su pueblo para conocer la salvación para el perdón de los pecados (Lc 1,76-77). Aquí tenemos una alusión clara a la profecía mesiánica de Jeremías que decía: “Ya no tendrá que enseñarse mutuamente, diciéndose el uno al otro: «Conozcan a Javé». Porque todos, grandes y pequeños, me conocerán, oráculo de Javé, porque yo habré perdonado su culpa y no me acordaré más de su pecado” (Jer 31,34). En la Biblia, “conocer” es sinónimo de “experimentar”. El perdón y la reconciliación nos hacen experimentar la presencia de Dios.
• Todo esto será fruto de la acción misericordiosa del corazón de nuestro Dios y se realizará plenamente con la venida de Jesús, el sol que viene de lo alto para iluminar todos los que están en tinieblas y sombras de muerte y para guiar nuestros pasos por los caminos de la Paz (Lc 1,78-79).

4) Para la reflexión personal

• Hay veces que es bueno leer el cántico como si fuera por primera vez para poder descubrir en él toda la novedad de la Buena Nueva de Dios.
• ¿Has experimentado alguna vez la bondad de Dios? ¿Has experimentado alguna vez el perdón de Dios?

5) Oración final

Cantaré por siempre el amor de Yahvé,
anunciaré tu lealtad de edad en edad.
Dije: «Firme está por siempre el amor,
en ellos cimentada tu lealtad. (Sal 89,2-3)

La Vida de Jesús – Fco. Fernández-Carvajal

3.- LOS PASTORES DE BELÉN

Lc 2, 8-20

María se quedaría mucho tiempo contemplando a su Hijo, mirándolo en el silencio de la noche. Después, lo pondría en brazos de José, que sabe bien que es el Hijo del Altísimo, al que deberá cuidar y proteger, y enseñarle un oficio. Toda su vida estará centrada en este Niño indefenso. Ellos saben que ha comenzado para la humanidad una nueva edad: la era cristiana, la del Mesías, su Hijo.

Jesús, María y José estaban solos. Pero Dios buscó para acompañar a la Sagrada Familia a unos pastores sencillos y humildes[1], que no se escandalizaron al encontrar al Mesías en un pesebre, envuelto en pañales[2].

A los pastores de aquellos contornos ya se había referido el profeta Isaías: el pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz. En esta primera noche, solo en ellos se cumple la profecía. Ven una gran luz: la gloria del Señor los envolvió de claridad. No temáis, les dice un ángel, pues vengo a anunciaros una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido el Salvador, que es el Cristo, el Señor.

Y les dio una señal: un niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre. No podía ser una señal más sencilla, pero a ellos les bastó. Quizá el ángel les indicó también el camino para llegar a la gruta.

Este anuncio sigue inmediatamente al relato del Nacimiento. Sin duda san Lucas quiere darnos a entender que entre estos dos hechos no mediaron más que unas pocas horas. Jesús, pues, tal como lo celebramos, parece que nació de noche (en la Nochebuena), pues también de noche tuvo lugar la aparición del ángel a los pastores.

Y vinieron presurosos…, casi corriendo, parece decir el evangelista. Es la prisa de la alegría y de los acontecimientos importantes. Se pondrían en camino con algún regalo para el recién nacido. En el mundo oriental de entonces era inconcebible presentarse sin algún don. Llevaron lo que tenían a su alcance: algún cordero, queso, manteca, leche, requesón, algo de abrigo… No es demasiado desacierto figurarse la escena tal como la representan los innumerables «belenes» de la Navidad y la pregonan los «villancicos».

María y José debieron de instruir con detalle a estos pastores acerca del Mesías, que estaba allí delante de ellos. Con estas explicaciones, los pastores se convirtieron en los primeros mensajeros, pues ellos regresaron a Belén y contaron a la gente lo que habían visto, y todos se maravillaron (Lc). Algunos se acercarían hasta el lugar donde estaba la Sagrada Familia, aquel joven matrimonio que había llegado hacía poco tiempo, y prestarían alguna ayuda, que la Virgen tanto agradecería. Ella conquistaría sus corazones con su simpatía personal.

Pero Belén siguió su vida de siempre. Cuando Jesús comience su vida pública nadie aludirá a hechos extraordinarios ocurridos durante su nacimiento. Ni siquiera recordarán que nació en Belén. Le llamarán el Nazareno.

Solo María tendrá presente toda su vida esta noche inolvidable. Ella guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón, escribe Lucas, como citando la fuente de sus informaciones; pensaba en todo esto, y con suma alegría lo consideraba una y otra vez en su interior.


[1] El profeta Miqueas, mirando hacia un futuro lejano, anunció que de Belén había de salir el que un día apacentaría al pueblo de Israel. Jesús nace entre los pastores. Él es el gran Pastor de los hombres. BENEDICTO XVI, La infancia de Jesús, p. 80.

[2] Por contraste, los judíos de aquellos tiempos incluían a los pastores entre los pecadores y publicanos, debido a que, por su ignorancia, eran poco cumplidores de las prescripciones de la Ley de Moisés. Por ello no se les admitía como jueces ni como testigos (Sanhedrín, 25b). Sin embargo, fueron los únicos, junto con los Magos, llamados a contemplar al Mesías.

Comentario – Martes IV de Adviento

El Benedictus es otro cántico, similar al Magnificat, que Lucas pone en boca de Zacarías, padre de Juan el Bautista, tras haber recibido la visita del ángel. Se trata de un cántico inspirado, pues Zacarías lo pronunció movido por el Espíritu Santo, y de alcance profético, ya que revela planes divinos y anuncia acontecimientos que habrán de cumplirse.

El sacerdote del AT comienza alabando al Dios de Israel, su Señor, porque ha visitado y redimido a su pueblosuscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas. Presenta como sucedido lo que apenas acaba de iniciarse. Y es que el lenguaje profético trastorna los tiempos, de modo que puede presentar como acaecido lo que todavía es futuro. En este pasaje alude a una «visita» y a un «acto de redención» del mismo Dios en favor de su pueblo. El Dios de la Alianza, el que viene actuando como aliado y defensor de su pueblo a lo largo de su historia, ha decidido dar un paso más, se ha dignado visitar a este pueblo. Para eso, tiene que hacerse personalmente presente en el lugar en el que este pueblo habita. Su modo de hacerse presente es suscitar una fuerza de salvación en la misma casa a la que pertenece el pueblo, la casa de David. Esa fuerza de salvación no es otra que la que ostenta un ‘descendiente» de David. El Dios de Israel visita y redime a su pueblo haciéndose uno de ese pueblo y esa casa, compartiendo con él vida (humana) e historia, pero sin perder la fuerza salvífica que le compete en cuanto Dios. La fuerza de salvación suscitada en la casa de David se identifica con el mismo Salvador, que es un descendiente de David, pero investido de esa fuerza de índole divina.

Y si todo esto había sido predicho desde antiguo por boca de profetas es porque formaba parte de un designio de salvación ideado por el mismo Dios. La historia deja de ser un cúmulo de acontecimientos azarosos, que tiene a los hombres como únicos protagonistas, para pasar a ser una historia trazada en sus líneas esenciales por el mismo Dios que no teme incorporar a los hombres como actores y protagonistas de la misma. Pero si es historia de salvación (divina) ha de ser esencialmente historia de Dios, es decir, historia en la que Dios tiene un protagonismo primordial.

Y hablando de salvación, el cántico precisa que se trata de una salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; de esta manera se hace realidad la misericordia de Dios, esa misericordia que no es nueva en la historia, que ya tuvo con los antepasados y que viene a ser un recordatoriopermanente de su santa alianza y del juramento hecho a Abrahán. La misma misericordia que apreciaba María en el Magnificat la aprecia ahora Zacarías en el Benedictus. El objetivo de todas estas actuaciones divinas es liberarnos no solamente de los enemigos, sino del mismo temor a los enemigos, que es más opresor que la existencia factual de tales enemigos, y concedernos una vida en santidad y justicia, en su presencia todos nuestros días. Eso es lo que quiere obtener de nosotros mientras vivimos en este mundo: una vida de servicio en santidad y justicia.

La visita del Salvador es comparable a la visita del sol que nace de lo alto para iluminar (trayendo el día) a los que viven en la noche, es decir, en tinieblas y en sombra de muerte, y para guiar nuestros pasos en el camino de la paz. El camino de la paz se confunde con el camino de la salvación. Sólo por este caminos podremos obtener ese ansiado tesoro que todos anhelamos y echamos en falta alguna vez: la paz. También esta ‘visita’, la que se produce con la Navidad, es efecto de la entrañable misericordia de nuestro Dios. Todo brota de esta entrañable fuente de misericordia que mantiene a Dios en permanente estado de actividad salvífica. Por eso, me atrevo a compararla con la energía (resp. el hidrógeno) de la que Dios se autoabastece. Podría decirse que en su incesante actividad ad extra, Dios está consumiendo «misericordia», una energía que por ser eterna resulta inagotable. No debemos olvidar nunca, por tanto, que estamos viviendo, lo sepamos o no, de esta misericordia, del mismo modo que vivimos en la tierra gracias a la energía que el hidrógeno proporciona al sol.

 

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

222. La escuela católica sigue siendo esencial como espacio de evangelización de los jóvenes. Es importante tener en cuenta algunos criterios inspiradores señalados en Veritatis gaudium en vista a una renovación y relanzamiento de las escuelas y universidades “en salida” misionera, tales como: la experiencia del kerygma, el diálogo a todos los niveles, la interdisciplinariedad y la transdisciplinariedad, el fomento de la cultura del encuentro, la urgente necesidad de “crear redes” y la opción por los últimos, por aquellos que la sociedad descarta y desecha[116]. También la capacidad de integrar los saberes de la cabeza, el corazón y las manos.


[116] Cf. Const. ap. Veritatis gaudium (8 diciembre 2017), 4: AAS 110 (2018), 7-8.

Ofertorio – Domingo de la Sagrada Familia

PRESENTACIÓN DE UN RACIMO DE UVAS

(Hace esta ofrenda un padre, al que acompaña toda la familia)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, yo te ofrezco hoy este racimo de uvas, que bien puede simbolizar nuestra familia y todas las familias de la tierra. Y es que un débil tronco común soporta las uvas individuales y diferentes, como en nuestra familia vivimos personas distintas, con roles distintos, pero en orden a la construcción de la unidad. Señor, al ofrecerte hoy nuestro deseo, danos Tú tu gracia para poderlo hacer realidad.

PRESENTACIÓN DE LOS NUEVOS MIEMBROS Y DE LAS FAMILIAS RECIENTEMENTE INCORPORADAS A LA COMUNIDAD

(Puede hacer esta ofrenda el Presidente de la celebración o el Presidente o Presidenta del Consejo Pastoral o de la Junta de la comunidad)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, ahí tienes los últimos miembros incorporados a esta familia más grande de nuestra comunidad. Te los ofrecemos hoy como símbolo de que nosotros y nosotras somos Iglesia-Comunidad y, también, como expresión de la apertura de cada una de las familias a los demás, a sus problemas, dificultades, alegrías y esperanzas. Queremos romper el individualismo familiar, y para ello te pedimos tu gracia y tu ayuda.

PRESENTACIÓN DE UNA LLAVE DE LA PUERTA DE UNA CASA

(Otro de los padres de la comunidad, éste, quizá, de mayor edad, es quien debiera hacer esta ofrenda)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Yo te traigo hoy, Señor, y te ofrezco la llave de la puerta de mi casa. Es la llave de mi propia familia. A mí me corresponde guardarla de tantos peligros como la acechan hoy desde la llamada modernidad. La verdad es que comparto esta tarea, con sumo gusto, con mi esposa. Los dos luchamos por la educación de nuestros hijos e hijas. Sin embargo, al traerte hoy la llave de nuestra puerta, queremos expresar lo fácil que es abrirla. No queremos aislarnos del mundo y de la sociedad, de los muchos problemas que sufren los hombres y las mujeres de hoy. Queremos ser permeables a ellos y a ellas, y disponibles para ofrecer nuestras manos en la solución de esos problemas y en la transformación del mundo y de la sociedad.

PRESENTACIÓN DE UNA ALIANZA MATRIMONIAL

(Esta ofrenda la debe hacer uno de los padres y esposos de cualquiera de las familias de la comunidad)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Por mi parte, Señor, yo te ofrezco hoy, en esta fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret, mi alianza matrimonial. Es el signo de mi vida y entrega en fidelidad a la mujer con la que me uní de por vida y con la que he construido una familia. En nombre de todos los padres de familia, te ofrezco hoy mi compromiso conyugal y de padre que se deriva del Sacramento del Matrimonio. Revive, sin embargo, en todos nosotros la gracia sacramental para que vivamos nuestros compromisos desde la dedicación y la alegría.

PRESENTACIÓN DE UN NIÑO PEQUEÑO O UNA NIÑA PEQUEÑA DE LA COMUNIDAD

(Esta ofrenda la pueden hacer los padres o sus padrinos. Al niño o a la niña se le puede llevar en su silla o coche de paseo, que se puede aparcar en el mismo presbiterio, y pueden quedarse con él o ella quienes hacen la ofrenda durante el resto de la celebración)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Te traemos hoy, Señor, este último retoño de nuestra familia (de la familia de…), que bautizamos recientemente; nos comprometimos a educarle en el camino del Evangelio. Hoy, al ofrecértelo/a, no sólo traemos nuestra alegría, sino también nuestro renovado compromiso, y el de todas las familias de la comunidad parroquial de educar cristianamente. Estamos convencidos y convencidas, además, de que de esa manera tú nos regalas abundancia de felicidad y de paz, porque nos ayudas a vivir lo que enseñamos de palabra.

PRESENTACIÓN DE UNOS GLOBOS

(Los globos convenientemente inflados deben ser presentados por un niño o una niña, capaz ya de hacer la ofrenda)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, yo te traigo estos globos que son el signo de nuestros juegos infantiles y, también, de nuestra función de alegría y de futuro en nuestras casas. Sé de nuestra guerra en casa, de las travesuras y de los pequeños problemas, que entorpecen un poco la paz familiar. De verdad, a todos los niños y niñas nos gustaría ser de otra manera. Por eso, hoy te traigo nuestro compromiso de un mejor comportamiento, de colaborar y de ser la alegría, cuando nuestras casas se tiñan de tristeza.

PRESENTACIÓN DEL PAN Y DEL VINO

(Como planteamiento, esta ofrenda debiera hacerla una pareja trabajadora: hombre y mujer. Cada uno presenta uno de los signos eucarísticos. Concluida la ofrenda, intervienen los dos)

* HOMBRE

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Mira, Señor, yo quiero ofrecerte hoy este pan. Bien sabes que es el fruto de nuestro duro trabajo, de lo que nos cuesta sobrevivir y sacar adelante a nuestra familia. En él van todas nuestras ilusiones, nuestros problemas, los de la convivencia y también los económicos, pero en él va también nuestra acción de gracias, porque seguimos contando con tu auxilio, que nos sostiene, nos une y nos hace permanecer fieles.

* MUJER

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Yo te traigo esta jarra de nuestro mejor vino. También me ha costado el ganarla, porque sabes de mis esfuerzos por realizarme como mujer, a través del trabajo y del añadido que he de hacer para que todos y todas en la casa seamos una auténtica familia. Con este vino, te quiero ofrecer lo que, de bonito, de convivencia y de fiesta existe en mi familia, y en todas las familias de nuestra comunidad. Y, con él, te damos gracias, porque sabemos que las dificultades se vencen siempre con lo más característico de toda fiesta, como es el compartir.

* HOMBRE Y MUJER (o uno en nombre de los dos)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: No queremos, Señor, dejar de manifestarte nuestro agradecimiento, porque el pan y el vino que hoy te ofrecemos se convertirán en el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo que necesita, como alimento, esta tu pequeña comunidad. Te alabamos y te damos gracias, porque, al presentártelos como nuestras ofrendas, sabemos que Tú bendices nuestras familias con el pan de cada día y tu Palabra.

Oración de los fieles – Domingo de la Sagrada Familia

En este día de la Sagrada Familia, volvemos al portal para pedir al Padre, que nos haga partícipes del amor que allí se respira. Hoy nuestra plegaria es:

QUE EL AMOR DEL PORTAL NOS ILUMINE.

1.- Por la Iglesia para que sea una familia unida en el Amor como lo fue la Sagrada Familia, para hacer el mensaje de Cristo más creíble al mundo. OREMOS

2.- Por todos los habitantes del mundo para que vean en sus semejantes verdaderos hermanos de la gran familia humana unidos en el Amor que Cristo nos trae. OREMOS

3.- Por las familias cristianas, para que en momentos de crisis puedan ser consoladas por los contratiempos que también pasaron José, María y Jesús. OREMOS

4.- Por todos los que sufren, para que encuentren manos cercanas que les atiendan con generosidad en estos días tan señalados. OREMOS

5.- Por los que viven lejos de sus familias, para que puedan compartir en la distancia mensajes de cariño y esperanza en un tiempo cercano. OREMOS

6.- Por todos nosotros, para que nos sintamos todos miembros de la Familia de Dios que es la Iglesia. OREMOS

Padre, acoge estas plegarias y las que cada uno de los miembros de esta gran familia que es la Iglesia, lleva en su corazón. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor.

AMEN


Contemplando, en estos días, a la Sagrada Familia de Nazaret, te pedimos que por la intercesión de Jesús, María y José obtengamos los bienes que aquí te pedimos con fe.

Y respondemos

TE LO PEDIMOS POR JESÚS, MARÍA Y JOSÉ

1.- Por el Papa Francisco para siga recibiendo fuerza y gracias para cumplir bien su difícil misión OREMOS

2.- Por todos los miembros de la Iglesia –tengan encargos de responsabilidad o no— para que se inunden de la sencillez y amor de la Sagrada Familia OREMOS

3.- Por los gobernantes de todo el mundo, y especialmente por los de nuestro pais (….) para sepan servir con honradez al pueblo que los ha elegido OREMOS

4.- Por las organizaciones familiares que trabajan en cercanía a la Iglesia católica para que estén prontas y solicitas en el servicio a las familias OREMOS

5.- Por los grupos y organizaciones –de cualquier religión o pais— que luchan contra el establecimiento y extensión de las leyes de interrupción del embarazo (aborto) para que reciban la solidaridad de todos. OREMOS

6.- Por nosotros que, confiando en la Sagrada Familia, nos hemos acercado a Ti, Dios Padre, en la presente Eucaristía, para sepamos entenderte siempre OREMOS

Recibe, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, estas plegarias que te presentamos con amor

Por el mismo Jesucristo, que contigo reina, en la unidad del Espíritu Santo

Amen