II Vísperas – Natividad del Señor

II VÍSPERAS

NATIVIDAD DEL SEÑOR, Solemnidad

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Te diré mi amor, Rey mío,
en la quietud de la tarde,
cuando se cierran los ojos
y los corazones se abren.

Te diré mi amor, Rey mío,
con una mirada suave,
te lo diré contemplando
tu cuerpo que en pajas yace.

Te diré mi amor, Rey mío,
adorándote en la carne,
te lo diré con mis besos,
quizá con gotas de sangre.

Te diré mi amor, Rey mío,
con los hombres y los ángeles,
con el aliento del cielo
que espiran los animales.

Te diré mi amor, Rey mío,
con el amor de tu Madre,
con los labios de tu Esposa
y con la fe de tus mártires.

Te diré mi amor, Rey mío,
¡oh Dios del amor más grande!
¡Bendito en la Trinidad,
que has venido a nuestro valle! Amén.

SALMO 109: EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE

Ant. Eres príncipe desde el día de tu nacimiento entre esplendores sagrados; yo mismo te engendré, como rocío, antes de la aurora.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Eres príncipe desde el día de tu nacimiento entre esplendores sagrados; yo mismo te engendré, como rocío, antes de la aurora.

SALMO 129: DESDE LO HONDO, A TI GRITO, SEÑOR

Ant. Del Señor viene la misericordia y la redención copiosa.

Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.

Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Del Señor viene la misericordia y la redención copiosa.

CÁNTICO del COLOSENSES: HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CRIATURA

Ant. En el principio, antes de los siglos, la Palabra era Dios, y hoy esta Palabra ha nacido como Salvador del mundo.

Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de Él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por Él y para Él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en Él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en Él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por Él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. En el principio, antes de los siglos, la Palabra era Dios, y hoy esta Palabra ha nacido como Salvador del mundo.

LECTURA: 1Jn 1, 1-3

Lo que existía desde el principio, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos: la Palabra de la vida (pues la vida se hizo visible), nosotros la hemos visto, os damos testimonio y os anunciamos la vida eterna que estaba con el Padre y se nos manifestó. Esto que hemos visto y oído os lo anunciamos, para que estéis unidos con nosotros en esa unión que tenemos con el Padre y con su Hijo Jesucristo.

RESPONSORIO BREVE

R/ La Palabra se hizo carne. Aleluya, Aleluya.
V/ La Palabra se hizo carne. Aleluya, Aleluya.

R/ Y acampó entre nosotros.
V/ Aleluya, Aleluya.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ La Palabra se hizo carne. Aleluya, Aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Hoy ha nacido Jesucristo; hoy ha aparecido el Salvador; hoy en la tierra cantan los ángeles, se alegran los arcángeles; hoy saltan de gozo los justos, diciendo: «Gloria a Dios en el Cielo». Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Hoy ha nacido Jesucristo; hoy ha aparecido el Salvador; hoy en la tierra cantan los ángeles, se alegran los arcángeles; hoy saltan de gozo los justos, diciendo: «Gloria a Dios en el Cielo». Aleluya.

PRECES

Aclamemos alegres a Cristo, ante cuyo nacimiento los ángeles anunciaron la paz a la tierra, y supliquémosle, diciendo:

Que tu nacimiento, Señor, traiga la paz a todos los hombres

Tú que con el misterio de Navidad consuelas a la Iglesia,
— cólmala también de todos tus bienes.

Tú que has venido como pastor supremo y guardián de nuestras vidas,
— haz que el papa y todos los obispos sean buenos administradores de la múltiple gracia de Dios.

Rey de la eternidad, que al nacer quisiste experimentar las limitaciones humanas sometiéndote a la brevedad de una vida como la nuestra,
— haz que nosotros, que somos caducos y mortales, participemos de tu vida eterna.

Tú que, esperado durante largos siglos, viniste en el momento culminante de la historia,
— manifiesta tu presencia a los que aún te están esperando.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que, hecho carne, restauraste la naturaleza humana corrompida por la muerte,
— concede la plena salvación a los difuntos.

Con el gozo de sabernos hijos de Dios, acudamos a nuestro Padre:
Padre nuestro…

ORACION

Oh Dios, que de modo admirable has creado al hombre a tu imagen y semejanza, y de un modo más admirable todavía restableciste su dignidad por Jesucristo, concédenos compartir la vida divina de aquel que hoy se ha dignado compartir con el hombre la condición humana. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Natividad del Señor

El prólogo del evangelio de Juan
Juan 1,1-18

1. ORACIÓN INICIAL

En la oscuridad de una noche sin estrellas,
la noche vacía de sentido
tú, Verbo de la Vida,
como relámpago en la tempestad del olvido,
has entrado en el límite de la duda,
al abrigo de los confines de la precariedad,
para esconder la luz.
Palabras hechas de silencio y de cotidianidad
tus palabras humanas, precursoras de los secretos del Altísimo:
como anzuelos lanzados en las aguas de la muerte
para encontrar al hombre, sumergido en su ansiosa locura,
y retenerlo preso, por el atrayente resplandor del perdón.
A Ti, Océano de Paz y sombra de la eterna Gloria, te doy gracias:
Mar en calma para mi orilla que espera la ola, ¡que yo te busque!
Y la amistad de los hermanos me proteja
cuando la tarde descienda sobre mi deseo de ti. Amén.

2. LECTURA

a) El texto:

Juan 1,1-18

1 En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. 2 Ella estaba en el principio junto a Dios. 3 Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada Lo que se hizo 4 en ella era la vida y la vida era la luz de los hombres, 5 y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron. 6 Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. 7 Éste vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. 8 No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. 9 La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre, viniendo a este mundo.10 En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció.11 Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.12 Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre;13 los cuales no nacieron de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre sino que nacieron de Dios.14 Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Unigénito, lleno de gracia y de verdad.15 Juan da testimonio de él y clama: «Este era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo.»16 Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia.17 Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. 18 A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre, él lo ha contado.

b) Momento de silencio:

Dejamos que la Voz del Verbo resuene en nosotros.

3. MEDITATIO

a) Preguntas para la reflexión:

– Dios, que es luz, ha escogido ahuyentar las tinieblas del hombre, haciéndose él mismo tinieblas. El hombre ha nacido ciego (cfr Jn 9,1-41): la ceguera es para él la condición de creatura. El gesto simbólico de Jesús de recoger fango y derramarlo sobre los ojos del ciego de nacimiento de Juan, nos quiere indicar la novedad de la encarnación: es un gesto de la nueva creación. A aquel ciego, cuando aún estaban sus ojos cubiertos por el fango de la creación, se le pide, no un acto de fe, sino de obediencia: ir a la piscina de Siloé que significa “enviado”. Y el enviado es Jesús. ¿Sabremos obedecer a la Palabra que cada día llega a nosotros?

– El hombre ciego en el evangelio de Juan es un pobre: no pretende nada, no pide nada. También nosotros, a menudo, vivimos en la ceguera cotidiana con la resignación de quien no merece horizontes diversos. ¿Nos reconoceremos privado de todo, para que sea también destinado a nosotros el don de Dios, don de la redención de la carne, pero sobre todo don de luz y de fe?

– La ley fue dada por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios ninguno lo ha visto: sólo el Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, él lo ha revelado” (Jn 1,17-18). La inteligencia de lo que acaece en la historia de nuestra vida nos lleva a salir de la ceguera de la presunción y a contemplar la luz que brilla sobre el rostro del Hijo de Dios. Y nuestros ojos, inundados de luz, se abren a los acontecimientos. ¿Cuándo conseguiremos ver a Dios entre nosotros?

b) Clave de lectura:

Juan, un hombre que ha tenido ocasión de ver resplandecer la luz, que ha visto, oído, tocado, la luz. En el principio el Verbo existía: constantemente dirigido hacia el amor del Padre, se ha convertido en la explicación verdadera, en la exégesis única (Jn 1,18), la revelación de su amor. En el Logos era la vida y la vida era la luz, pero las tinieblas no la han acogido. En el Antiguo Testamento la revelación del Verbo de Dios es revelación de luz: a ella corresponde la plenitud de la gracia, la gracia de la gracia, que se nos da en Jesús, revelación del amor sin límites de Dios (Jn 1,4-5,16). También todo el testimonio del Antiguo Testamento es un testimonio de luz: desde Abrahán a Juan Bautista, Dios manda testimonios de la luz; Juan Bautista es el último de ellos: anuncia la luz que está por venir en el mundo y reconoce en Jesús la luz esperada (Jn 1,6-8;15).

Dabar IHWH es la comunicación de Dios con el hombre, dada para todos aquéllos que Dios ha llamado y aquéllos sobre los cuáles cae, sobre los cuáles viene la palabra del Señor (cfr Is 55,10-11). Como dice San Agustín: La Palabra de Dios es la verdadera luz.

La palabra sale de la boca de Dios, pero conserva toda su fuerza, es persona, crea y sostiene el mundo. Esta palabra que crea y salva se identifica con la Torah, con la que Israel entiende la revelación divina en su totalidad, con la Sabiduría: De Sión saldrá la ley y de Jerusalén la palabra del Señor (Is 2,3).

El memra (arameo) es el concepto que ha servido a Juan para pasar del dabar al logos: en los targum el memra tiene una función creadora, pero sobre todo reveladora, que se expresa de modo particular a través de la imagen de la luz. En el Targum Neophiti, en el famoso poema de las cuatro noches sobre Éx. 12,42 está escrito: La primera noche fue aquélla en la que IHWH se manifestó sobre el mundo para crearlo: el mundo estaba desierto y vacío y las tinieblas recubrían la faz del abismo. Y el menra de IHWH era la luz que brillaba.” En el Targum Jerusalaim el manuscrito 110 dice: “Con su palabra IHWH brillaba e iluminaba”.

El midrash subraya que la ley existía antes del mundo, era vida, era luz: “Las palabras de la Torah son luz para el mundo” (Midrash Dt Rabba 7.3). Hija unigénita de Dios, la Torah ha sido escrita con fuego negro en la llama blanca y yace sobre las rodillas de Dios, mientras Dios se sienta sobre el trono de gloria (cfr Midrash al Salmo 90.3).

El logos-luz se hace presente en el mundo: Todo es vida en él: el Verbo substituye a la Torah. Se transcienden los signos, y más que substitución se asiste a un cumplimiento. Si la Torah para el judío es la hija de Dios, Juan muestra que élla es el logos, que desde el principio está junto a Dios, es Dios. Este logos se hace carne: hombre, caduco, limitado, finito, metiendo su gloria en la carne. Él ha puesto su tienda, skené, entre nosotros, se ha convertido en sekinah de Dios entre nosotros, y ha hecho ver la gloria, la presencia aplastante de Dios a los hombres. La gloria que habitaba en la tienda del Éxodo ( Éx 40,34-38), que habitaba en el templo (1 Re 8,10), ahora habita en la carne del Hijo de Dios. Es una verdadera epifanía. La shekinak se hace visible, porque la shekinah es Cristo, lugar de la presencia y de la gloria divina. Hay quien ha visto la gloria de Dios: el Unigénito lleno de gracia y de verdad; él viene a revelarnos el rostro del Padre, el único que puede hacerlo, porque está en el seno del Padre. De esta plenitud de vida tiene origen la nueva creación. Moisés ha dado la ley, Cristo da la gracia y la verdad, el amor, la fidelidad. En el Hijo se puede contemplar a Dios sin morir, porque quien ve al Hijo ve al Padre: Jesús es la exégesis, la narración de la vida divina.

Y el lugar de revelación su carne. He aquí por qué Juan dirá en el cumplimiento de la hora: “Nosotros hemos visto su gloria” (Jn 1,14), donde por “hora de la glorificación” no se ve otra cosa que tinieblas. La luz está escondida en su dar la vida por amor de los hombres, en el amor hasta el final, sin volver atrás, respetando la libertad del hombre de crucificar al Autor de la vida: Dios es glorificado en el momento de la pasión: un amor cumplido, definitivo, sin límites, un amor demostrado hasta las últimas consecuencias: Es el misterio de la luz que se hace camino en las tinieblas, sí, porque el amor ama la oscuridad de la noche: cuando la vida se hace más íntima y las propias palabras mueren para vivir en el respiro de la persona amada la luz está en el amor que ilumina aquella hora de expropiación, hora en la que se pierde uno mismo, para encontrarse restituído en el abrazo de la vida.

4. ORACIÓN

Jerusalén, quítate el vestido de luto y aflicción
y vístete ya siempre con las galas de la gloria de Dios.
Envuélvete en el manto de la justicia divina
y adorna tu cabeza con la gloria del Eterno.
Porque Dios mostrará tu esplendor a toda la tierra
y te dará para siempre este nombre:
«Paz en la justicia y gloria en la piedad».
Levántate, Jerusalén, súbete en alto,
mira hacia oriente
y contempla a tus hijos convocados desde oriente a occidente
por la palabra del Santo y disfrutando del recuerdo de Dios.
Se te marcharon a pie,
conducidos por el enemigo,
pero Dios te los devuelve
encumbrados en gloria y en litera real.
Porque Dios ha ordenado rebajarse
a todo monte elevado y a las dunas permanentes,
y rellenarse a los barrancos, hasta nivelar la tierra,
para que Israel camine seguro bajo la gloria de Dios.
Y hasta los bosques y los árboles aromáticos
darán sombra a Israel por orden de Dios.
Porque Dios conducirá a Israel con alegría a la luz de su gloria,
con su misericordia y su justicia.
Baruc 5,1-9

5. CONTEMPLACIÓN

Padre de la luz, vengo a tí con todo el grito de mi existir. Después de dar pasos buenos y de resbalones en el mal, llego a entender, porque lo experimento, que por mí sólo existo en la oscuridad de las tinieblas. Sin tu luz, no veo nada. Eres tú, en efecto, la fuente de la vida, tú, Sol de justicia, el que abre mis ojos, tú el camino que conduce al Padre. Hoy has venido a nosotros, Palabra eterna, como luz que sigue atravesando las páginas de la historia para ofrecer a los hombres los dones de la gracia y de la alegría en el desierto de la carestía y de la ausencia: el pan y el vino de tu Nombre santo, que en la hora de la Cruz se convirtieron en el signo visible del amor consumado, nos hacen nacer contigo en el seno fecundo que es la Iglesia, la cuna de tu vida para nosotros. Como María, queremos estar cerca de ti para aprender a ser como Ella, llena de la gracia del Altísimo. Y cuando nuestras tiendas recojan la nube del Espíritu en el fulgor de una palabra pronunciada, entonces entenderemos la gloria de tu Rostro y bendeciremos en un silencio adorante sin ninguna frialdad, la Belleza del ser una sola cosa contigo, Verbo del Dios viviente.

Lectura continuada del Evangelio de Marcos

Marcos 12, 13-14

«Y envían a él algunos de los fariseos y herodianos para atraparlo por sus propias palabras. Y, llegando, le dicen:

Maestro, sabemos que eres veraz y que no te preocupa lo que otro piense; porque no miras la apariencia de los hombres, sino que enseñas verazmente el camino de Dios: ¿es lícito dar el tributo al César o no? ¿Damos o no damos?”.

Después de pronunciar una parábola que evocaría la trágica rebelión judía contra los romanos (12,1-12), formulan a Jesús una pregunta sobre uno de los puntos que motivaron aquella rebelión, el tema del pago de los impuestos al emperador, que dividía a las gentes. Para muchos judíos, ningún extranjero debería tener el derecho de cobrarles impuestos. En nuestro pasaje, los interlocutores tratan de manipular a Jesús para que haga una declaración antirromana similar a la de los revolucionarios.

El pasaje se divide en dos partes. En la primera, la iniciativa pertenece a los oponentes de Jesús (12,13-14); en la segunda, la iniciativa pertenece a Jesús (12,15-17).

• 12,13-14: El pasaje comienza cuando unos fariseos y herodianos son «enviados» para tenderle una trampa verbal (12,13). Jesús procedía del reino gobernado por Herodes Antipas, hablaba del inminente reinado de Dios y la gente creía que era un descendiente de David, todo lo cual lo habría convertido en una amenaza política para los herodianos. A diferencia de los herodianos transigentes con la situación, algunos fariseos mantenían una tendencia revolucionaria y se oponían al pago de impuestos al gobierno romano. Sin embargo, la mayoría de ellos en tiempos de Jesús consideró el gobierno pagano como un mal necesario, con el cual había que cooperar, pero no fraternizar; treinta años más tarde un fariseo principal, Johanán ben Zakkai, abogaba por la sumisión a los romanos más bien que por la revolución. Al parecer son fariseos plegados a Roma a quienes Marcos retrata conspirando con los herodianos y tratando de provocar a Jesús un grave problema con los romanos.

Estos grupos que cooperaban entre sí -dice Marcos- llegan a Jesús con la intención de atraparlo en sus propias palabras (12,13b). Tienden su trampa con cuidado, que comienza con una adulación sobre la veracidad de Jesús y su rechazo a «mirar la cara» (es decir, mostrar favoritismo hacia alguno) de los hombres. Entonces hacen saltar su trampa: «¿Es lícito dar el dinero del tributo al César o no?» (12,14c).

La trampa ha sido tendida ingeniosamente. La observación de que Jesús no considera las «caras» de la gente es un eco de la declaración en 1Sm 16,7 de que Dios mira el corazón más bien que la cara de la gente; es significativo que el contexto en el pasaje del Antiguo Testamento tenga que ver con la sustitución de un rey (Saúl) por otro (David), una cuestión similar a la de nuestro pasaje (César contra Cristo). Por tanto, en vez de someterse al yugo romano pagando el dinero del tributo, Jesús, si es realmente el mesías, debería someter a los romanos a su yugo. El resultado es que ser el mesías implicaba rechazar el pago del tributo al César (cf. Lc 23,2, en donde la acusación contra Jesús de hacerse rey va unida con el cargo de que prohíbe el pago del tributo al César). El pago del tributo implicaba el reconocimiento no solo de la soberanía romana sobre la tierra santa (en contradicción con la idea bíblica de que la tierra es la herencia y propiedad de Dios), sino también el estatus divino del Emperador (en contradicción con el primer mandamiento). En este contexto, la insinuación de los interlocutores de que Jesús no tiene en cuenta la «cara» de las personas aparece como una provocación deliberada a cometer un delito de lesa majestas denigrando la imagen idolátrica del emperador grabada en la moneda del tributo. La gravedad de tal acto queda ilustrada por la noticia de Filóstrato (Vida de Apolonio 1,15) según la cual, en tiempo de Tiberio, las estatuas del emperador eran más inviolables que las de Zeus.

Comentario del 25 de diciembre

Y la Palabra –leemos en el evangelio-, la que existía en el principio y era Dios, se hizo carne. Así resume san Juan el, misterio de la Navidad, que es el misterio de la Encarnación. Se trata de la Palabra que estaba en el principio junto a Dios: un principio absoluto. Todo lo que existe, el universo entero, se funda en ella, pues todo se hizo por medio de ella. Es la Palabra creadora; la que dice: Hágase donde no hay nada, y se hace, y surge el ser designado por ella.

Pero es evidente que toda palabra supone una inteligencia, pues es de la inteligencia de donde brotan los significados, y la palabra es signo (significante) contenedor de un significado. También la Protopalabra, la que crea, ordena, planifica, supone la Inteligencia creadora, ordenadora, planificadora. De ella habla ya el orden del mundo (hasta los desórdenes que apreciamos en él se inscriben dentro de un orden), su racionalidad, su legalidad, su matemática. En el mundo hay leyes, porque hay un orden. Si todo fuera caótico, ni siquiera habría mundo (=cosmos); mucho menos, leyes naturales. Y todo orden nos remite a una Inteligencia ordenadora, que no es la del hombre, porque el mismo hombre es fruto de ese orden y esa planificación que sólo a Dios puede pertenecer. Por eso, en el principio absoluto sólo puede estar Dios, con su palabra y su voluntad; porque si la Palabra de Dios comienza a ejecutar un plan creador y salvífico es porque Dios así lo ha querido.

Luego nuestro Dios, el que proclama Juan situándolo en el principio, es un Dios que tiene Palabra y Palabra poderosa, con poder para crear este universo tan inabarcable que los hombres nos esforzamos en escrutar sin conseguirlo del todo. Y porque tiene ‘palabra’ puede hablar y comunicarse, incluso con sus inferiores. ¿Por qué no va a poder comunicarse con sus criaturas el Dios creador de las mismas? Él nos ha hecho a su imagen y semejanza precisamente para poder comunicarse con nosotros y, por medio de esta comunicación, hacernos partícipes de sus dones a nuestra manera, esto es, al modo racional y libre del que estamos hechos.

De muchas maneras –nos dice Hebreos- habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Desde que el hombre es hombre, Dios habla, o mejor, le habla, pues su hablar tiene al hombre por destinatario; antiguamente lo hizo por los profetas, un medio humano, pero privilegiado (no todos eran profetas). Se trata de elegidos, de ordinario insertos en una tradición profética que ellos mismos prolongan. Luego Dios habla en una palabra humana, por medio de esa palabra pronunciada por hombres escogidos. Sin embargo, ahí no acaba el hablar de Dios. En esta etapa final nos ha hablado por el Hijo. Él es, en cuanto encarnado, su mejor manera de hablar, porque es la misma Palabra que existía en el principio, que estaba junto a Dios y que era Dios.

¿Y quién mejor para hablarnos de Dios y de lo que Dios quiere de nosotros que el mismo Dios en condición humana? Porque el Hijo por el que nos ha hablado últimamente no es otro que el Verbo de Dios hecho carne, esto es, el nacido de María, el niño de Belén, el Jesús de Nazaret. De este Hijo, que nos ha nacido en Belén, se dice que es reflejo de la gloria de Dios, impronta de su ser, porque tal humanidad refleja la gloria misma de Dios, dado que es el mismo Dios-hecho-hombre.

Este es el misterio de la encarnación: el misterio de la Navidad, lo que distingue al cristianismo de cualquier otra religión. Aquí el hablar de Dios no es sólo comunicación, sino auto-comunicación. El que habla es el mismo Dios, aunque no al margen de la carne –la mediación carnal sigue estando presente en la actuación del Encarnado-. Y al hablar se está dando a sí mismo. En las palabras y acciones de Jesús de Nazaret se está haciendo presente –el que me ve a mí, ve al Padre-, nos está hablando el mismo Dios. Su palabra es vida de Dios; y su vida es palabra de Dios. Por eso Jesús nos da a conocer los modos de pensar, de estimar, de valorar, de sentir de Dios; pues su vida es la misma vida divina humanamente reflejada y expuesta. En su bondad, severidad y misericordia vemos la bondad y misericordia divinas.

En la Navidad nos encontramos, por tanto, a Dios-en-el-mundo, al Dios-con-nosotros (al Enmanuel, como lo llama Isaías), a Dios en su casa, puesto que el mundo es su construcción, su hechura, su creación, y nosotros, sus criaturas. Vino a su casa y a los suyos, y sin embargo, y salvo excepciones, no fue bien recibido. Más bien encontró el rechazo de los suyos: no se le acogió en la posada, tuvo que nacer en una gruta para cobijo de animales, tuvo que huir para sortear la muerte desde su más tierna infancia, sufrió persecución a lo largo de sus escasos dos o tres años de vida pública (o misionera) y, finalmente, fue arrojado fuera de las murallas y clavado a una cruz. Su final ignominioso es la más clara estampa del rechazo sufrido por parte de los suyos: sus criaturas, su pueblo, sus hermanos de raza, los suyos.

Pero a cuantos le recibieron, entonces y ahora, a esos, les da poder para ser hijos de Dios. Criaturas (suyas) ya lo somos por el solo hecho de haber recibido el ser de sus manos; pero él ha venido para hacer de nuestro ser (creado) humano ser filial, que nos permita instaurar con Dios nuevas relaciones, relación de hijos con derecho a herencia. En esta situación tan noble (ante Dios) nos sitúa la Navidad, si el que viene es realmente recibido con las mismas disposiciones con que lo recibieron María, José, los pastores, los magos. Sólo por esta acogida a la que es inherente la humildad, porque no es posible acoger al Enmanuel desde la autosuficiencia, obtenemos la capacidad de ser hijos de Dios, que es mucho más que ser criaturas de Dios. Y para que no decaiga nuestra condición filial es preciso que nos mantengamos en esta misma actitud de acogida hasta el final. Hay hijos que se pierden por el camino porque han abandonado la relación con su Padre, Dios. Tales hijos son recuperables mientras no pierdan la conciencia de que tienen Padre, pero ¿y si la pierden? ¿Cómo podrán acudir de nuevo a él? He ahí el misterio de la perdición humana.

 

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

223. Por otra parte, no podemos separar la formación espiritual de la formación cultural. La Iglesia siempre quiso desarrollar para los jóvenes espacios para la mejor cultura. No debe renunciar a hacerlo porque los jóvenes tienen derecho a ella. Y «hoy en día, sobre todo, el derecho a la cultura significa proteger la sabiduría, es decir, un saber humano y que humaniza. Con demasiada frecuencia estamos condicionados por modelos de vida triviales y efímeros que empujan a perseguir el éxito a bajo costo, desacreditando el sacrificio, inculcando la idea de que el estudio no es necesario si no da inmediatamente algo concreto. No, el estudio sirve para hacerse preguntas, para no ser anestesiado por la banalidad, para buscar sentido en la vida. Se debe reclamar el derecho a que no prevalezcan las muchas sirenas que hoy distraen de esta búsqueda. Ulises, para no rendirse al canto de las sirenas, que seducían a los marineros y los hacían estrellarse contra las rocas, se ató al árbol de la nave y tapó las orejas de sus compañeros de viaje. En cambio, Orfeo, para contrastar el canto de las sirenas, hizo otra cosa: entonó una melodía más hermosa, que encantó a las sirenas. Esta es su gran tarea: responder a los estribillos paralizantes del consumismo cultural con opciones dinámicas y fuertes, con la investigación, el conocimiento y el compartir»[117].


[117] Discurso en el encuentro con los estudiantes y el mundo académico en Plaza San Domenico de Bolonia (1 octubre 2017): AAS 109 (2017), 1115.

Comentario Domingo de la Sagrada Familia

Oración preparatoria

Señor Jesús, que Tu Espíritu me ensanche el corazón para entrar en Tu palabra y seguirte según Tu propuesta, no según la mía, para acertar a intuirte y encontrarte allí donde estés, me lo espere o no, sea según mis planes o sea rompiéndolos. ¡Ábrete paso en mi corazón, Señor! AMEN.

 

Mt 2, 13-15. 19-23

«13Cuando ellos [los Magos] se retiraron, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: ‘Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga, porque Herodes va a buscar al niño para matarle’.

14Él [José] se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto 15y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera lo dicho por el Señor por medio del profeta: ‘De Egipto llamé a mi hijo’.

19Muerto Herodes, el ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: 20‘Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y vete a la tierra de Israel; pues ya han muerto los que buscaban la vida del niño’.

21Él se levantó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel. 22Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí. Y, avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea, 23y fue a vivir en una ciudad llamada Nazaret; para que se cumpliera lo dicho por los profetas: ‘Será llamado Nazareo’».

¡PALABRA DEL SEÑOR!

 

CONTEXTO

Después del relato de la adoración de los Magos (2,1-12) continúa la narración con el evangelio de hoy (aunque falta el episodio de la ‘matanza de los inocentes’ (vv. 16-18). Con él se pone fin al conocido como “relato de la infancia” (Mt 1-2). Después de nuestro evangelio, comienza la presentación de Juan Bautista (3,1-12), Precursor inmediato del Jesús adulto dispuesto ya a su misión de anunciar el reino de Dios. Como se puede observar, las dificultades no están ausentes en la vida del niño Jesús, pero en medio de ellas va saliendo adelante el plan de salvación de Dios.

 

TEXTO

El texto evangélico consta de dos pequeñas unidades literarias: la huida a Egipto (vv. 13-15) y el retorno de Egipto y establecimiento en Nazaret (vv. 19-23). Como en anteriores relatos del evangelio de la infancia en Mateo, toda la acción se presenta dirigida por Dios por medio del ángel (vv. 13.19), con la colaboración obediente del ser humano, en este caso José (vv. 14.21), para cumplir el plan de salvación establecido (vv. 15.23). La sobresaliente presencia de Herodes (todavía más protagonista en los vv. ausentes 16-18) y de Arquelao, sucesor de aquél, representan la oposición real que el proyecto del reinado de Dios tiene, de la que hemos de ser conscientes, pero también su impotencia para evitar que siga adelante la salvación de Dios.

 

ELEMENTOS A DESTACAR

• José, una vez más, representa una vida obediente, una vida en respuesta a la voluntad de Dios, una vida activa y comprometida con dicha voluntad. Pero la insistencia en los sueños implica que dicha obediencia, respuesta, compromiso son fruto de una profunda y continuada actitud de reflexión y discernimiento. ¿Es esa actitud la que nos caracteriza como cristianos que dedican su vida a responder a lo que Dios pide o solicita? ¿En qué se manifiesta o puede manifestarse nuestra obediencia, respuesta y compromiso con la voluntad de Dios?

• Hay muchos nombres geográficos, porque nuestra geografía está habitada por Dios. Egipto rememora el éxodo que una vez tuvo que hacer el pueblo judío como expresión de la liberación y salvación de Dios. Ahora, la Sagrada Familia realiza ese viaje como un recomenzar de nuevo y de forma definitiva la etapa final de dicha historia de salvación. Nazaret es el punto final del viaje. G. Ravasi dice: “Nazaret es así un signo de la manifestación de Dios en pequeñas cosas, un signo de la palabra divina oculta en las realidades humildes de la vida diaria, un signo de la complacencia de Dios en nuestros quehaceres diarios”. La grandeza de la salvación manifestada en la humildad del lugar: ¿cómo expresar esto en el seno de nuestras familias y nuestros lugares ‘pequeños’?

 

Paso 1 Lectio: ¿Qué dice el texto? Atiende todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas.

Paso 2 Meditatio: ¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?

Paso 3 Oratio: ¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…

Paso 4 Actio: ¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?

Para la catequesis: Domingo de la Sagrada Familia

Fiesta de la Sagrada Familia
29 de diciembre 2019

Eclesiástico 3, 3-7. 14-17a; Salmo 127; Colosenses 3, 12-21; Mateo 2, 13-15. 19-23

La Sagrada Familia

Después de que los Magos partieron de Belén, el ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Quédate allá hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo». José se levantó y esa misma noche tomó al niño y a su madre y partió para Egipto, donde permaneció hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo. Después de muerto Herodes, el ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre y regresa a la tierra de Israel, porque ya murieron los que intentaban quitarle la vida al niño». Se levantó José, tomó al niño y a su madre y regresó a tierra de Israel. Pero, habiendo oído decir que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre, Herodes, tuvo miedo de ir allá, y advertido en sueños, se retiró a Galilea y se fue a vivir en una población llamada Nazaret. Así se cumplió lo que habían dicho los profetas: Se le llamará nazareno.

Reflexión

Hoy celebramos la Sagrada Familia. ¿Quién es la Sagrada Familia? (Es la familia que formaron Jesús, José y María) Ellos son ejemplo claro de cómo debe ser una familia, con una gran fe, unida y dispuesta a decir SI a Dios siempre. ¿Quién era Herodes? El era el Rey de Judea y ante los rumores de que pronto nacería un Rey, decidió mandar a matar a los niños menores de 2 años. Pues no quería perder su poder, y tampoco quería que nadie le quitara el poder a sus hijos, los futuros reyes. ¿Cómo se salva Jesús? Un ángel se le aparece en sueños a José y le dijo que huyan a Egipto y que permanezcan allí hasta un nuevo aviso. ¿Crees que fue fácil huir a Egipto? ¡Definitivamente NO! José, Jesús y María se exponían a un viaje largo y peligroso. Además, llegarían a un lugar nuevo donde no conocían a nadie y tenían que comenzar una nueva vida desde cero. Ellos se ponen en las manos de Dios y confían plenamente en EL, aun en las situaciones más difíciles de sus vidas. ¿Cómo podemos hacer para ser una mejor familia cristiana? ¿Qué debo hacer para ser un mejor hijo? Hay que recordar que el amor y la fe que recibimos en la familia, lo debemos demostrar con hechos: obedeciendo a nuestros padres, colaborando con los trabajos del hogar, conversando en familia, siendo tolerantes con nuestros hermanos, perdonando, siendo pacientes, etc.

Actividad

Colorear la actividad que se encuentra en la siguiente página y encontrar el camino que conduce a Egipto.

Oración

Señor, gracias por la familia que tengo, gracias por mis padres, mis hermanos, mis abuelos. Te pido para que siempre estés presente en mi hogar, y que permanezcamos siempre unidos a Ti en oración, amor y fe.

¿Qué me quiere decir hoy Jesús?

Huida a Egipto y muerte de los inocentes – Mateo 2, 13-15.19-23

Cuando se marcharon los Magos, el ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: – Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va abuscar al niño para matarlo. José se lenvantó, cogió al niño y a su madre de noche; se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes; así se cumplió lo dijo el Señor por el profeta: «Llamé a mi hijo para que saliera de Egipto. Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo a José en Egipto y le dijo: – Levántate, coge al niño y a su madre y vuélvete a Israel; ya han muerto los que atentaban contra la vida del niño. Se levanto, cogió a lniño y a su madre y se volviói a Israel. Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá. Y avisado en sueños, se retiró a Galilea y se estableció en un pueblo llamado Nazaret. Así se cumplió lo que dijeran los profetas, que se llamaría Nazareno,

Explicación

Hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia, porque Jesús, igual que vosotros, de pequeño vivía con sus padres: José y María. También ellos pasaron sus preocupaciones cuidando de Jesús. Hoy el Evangelio nos cuenta que el rey Herodes quería matar a Jesús por eso los Reyes Magos recibieron un aviso de que no volvieran a ver a Herodes. ¿Cómo acabó todo? Pues Jesús, con José y María tuvieron que huir a Egipto hasta que murió el rey Herodes.

Comentario al evangelio – Natividad del Señor

Y hemos contemplado su Belleza

¡Feliz Navidad! ¡Feliz Navidad! Algo mágico nos envuelve desde anoche: todos estamos conmovidos, misteriosamente tocados por Amor. Una necesidad imperiosa de comunicación, de amor, de encuentro nos habita. ¿Qué nos ocurre? La Palabra de Dios que ahora escucharemos no solo es noticia y mensaje, ¡se ha hecho carne!.

Los villancicos que suenan y resuenan convierten nuestras ciudades y casas en algo así como un templo extendido. Las luces mueven nuestra fantasía y avivan nuestra nostalgia. Los alimentos navideños nos evocan sabores deliciosos. Los encuentros en medio del frío hacen que los amores renazcan y los lazos se estrechen. Nos duelen mucho más las divisiones y las enemistades. Enviamos mensajes de amor y felicidad en todas las direcciones. ¿Qué nos ocurre?

El Evangelio de Juan nos da la clave, pero nos resulta bastante inaccesible. Si yo pudiera decir lo mismo en términos más sencillos diría lo siguiente:

El niño Jesús, que nace en el portal de Belén es la manifestación del secreto mejor guardado. ¿Qué secreto? Habéis asistido a un espectáculo que nos ha emocionado y exaltado. Desfilan, al final, los actores por el escenario y nos roban los aplausos. Pero cuando parece que todo ha concluido, emerge de la oscuridad el autor de la obra, el gran protagonista, el creador. Así sucede el día de Navidad. El gran autor de la obra es el Dios, a quien nadie ha visto jamás. Pero ese Dios tiene un hijo. Todos pensaban que era un solo Dios, pero nunca pensaron en su fecundidad interna. Dios nos habla y nos crea a través de su Hijo, que es su Verbo, su Palabra. Y ahora, en este día de la Navidad, su Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros y hemos contemplado su Belleza. Al nacer y aparecer Jesús en la tierra, se hace presente entre nosotros el secreto mejor escondido, la clave para entender el universo, la humanidad.

Sin embargo, la luz vino a los suyos y los suyos no la recibieron, aunque a quienes la recibieron les dio el poder de ser hijos de Dios.

¡Ese es el sentido más profundo de la Navidad! Que aparece entre nosotros aquel por quien todo fue hecho, en cuya palabra poderosa subsisten todas las cosas. Todo lo que vemos nace de la inspiración de Jesús, en ella está el verbo de Dios. No es necesario que Jesús nazca de nuevo, sino que nos sea concedida la experiencia de verlo nacer en cada rostro, en cada acontecimiento, en cada realidad. Cristo nace cada día a nuestra fe. Es lo mismo que contemplar de nuevo una obra teniendo ya presente al autor.

Con esta contemplación descubriríamos cómo todos somos hermanos, cómo todos procedemos de las mismas manos creadoras, cómo no debemos enfrentarnos por particularismos. Aquí lo importante no es ser de aquí o de allá, tener este sexo o el otro, ser de este partido o del otro…. Aquí lo importante es que todos hemos sido creados en Jesús, que todos somos parte del mismo cuadro. Por eso, sin darnos cuenta, la Navidad nos lleva a subrayar la fraternidad, el amor universal.

Es interesante ver cómo Jesús tiene un nombre previo al nombre que le impusieron sus padres María y José. Su nombre era Verbo, Palabra, en hebreo Dabar. Este término hebreo “dabar” significa que Jesús era la Palabra que hace realidad lo que dice. Jesús también hoy nos dice, nos afirma. Con él sí que nacemos y renacemos cada día.