II Vísperas – La Sagrada Familia: Jesús, María y José

II VÍSPERAS

LA SAGRADA FAMILIA: JESÚS, MARÍA Y JOSÉ

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Temblando estaba de frío
el mayor fuego del cielo,
y el que hizo el tiempo mismo
sujeto al rigor del tiempo.

Su virgen Madre le mira,
ya llorando, ya riendo,
que, como es su espejo el Niño,
hace los mismos efectos.

No lejos el casto esposo;
y de los ojos atentos
llueve al revés de las nubes,
porque llora sobre el cielo. Amén.

SALMO 112

Ant. A los tres días, encontraron a Jesús en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas.

Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre:
de la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.

El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?

Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo;
a la estéril le da un puesto en la casa,
como madre feliz de hijos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. A los tres días, encontraron a Jesús en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas.

SALMO 147

Ant. Jesús bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad.

Glorifica al Señor, Jerusalén:
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.

Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;

hace caer el hielo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden, y se derriten;
sopla su aliento, y corren.

Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Jesús bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad.

CÁNTICO de EFESIOS: EL DIOS SALVADOR

Ant. Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante Él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Este es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.

LECTURA: Flp 2, 6-7

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos y actuando como un hombre cualquiera.

RESPONSORIO BREVE

R/ Tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser compasivo.
V/ Tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser compasivo.

R/ Apareció en el mundo y vivió entre los hombres.
V/ Para ser compasivo.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser compasivo.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.» «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?»

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.» «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?»

PRECES

Adoremos a Cristo, Hijo del Dios vivo, que quiso ser también hijo de una familia humana, y aclamémosle, diciendo:

Tú eres, Señor, el modelo y el salvador de los hombres.

Oh Cristo, por el misterio de tu sumisión a María y a José,
— enséñanos el respeto y la obediencia a los que nos gobiernan legítimamente.

Tú que amaste a tus padres y fuiste amado por ellos,
— afianza a todas las familias en el amor y la concordia.

Tú que estuviste siempre atento a las cosas de tu Padre,
— haz que Dios sea honrado en todas las familias.

Tú que quisiste que tus padres te buscaran durante tres días,
— enséñanos a buscar siempre primero el reino de Dios y su justicia.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que has dado parte en tu gloria a María y a José,
— admite también a nuestros difuntos en la familia de los santos.

Unidos entre nosotros y con Jesucristo, y dispuestos a perdonarnos siempre unos a otros, dirijamos al Padre nuestra súplica confiada:
Padre nuestro…

ORACION

Dios, Padre nuestro, que has propuesto a la Sagrada Familia como maravilloso ejemplo a los ojos de tu pueblo, concédenos, te rogamos, que, imitando sus virtudes domésticas y su unión en el amor, lleguemos a gozar de los premios eternos en el hogar del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Toda familia es sagrada

El tipo de familia de Nazaret que se nos ha propuesto, es muy probable que no haya existido nunca. Los evangelios no nos dicen nada sobre el tema. Lo razonable es pensar que fue una familia normal. Mientras más nos alejemos de lo normal, se convertirá en más improbable. El modelo de familia del tiempo de Jesús era el patriarcal. La familia molecular (padres e hijos) era inviable, tanto social como económicamente. Cuando nos dice que José recibió a María en su casa. Quiere decir que María dejó de pertenecer a la familia de su padre y pasó a integrarse en la familia de José. El relato de la pérdida del Niño es impensable en una familia de tres.

El valor supremo de la familia era el honor. En la honorabilidad estaban basadas todas las relaciones sociales, desde las económicas hasta las religiosas. Si una persona no pertenecía a un clan respetado, no era nadie. En consecuencia, el primer deber de todo miembro de la familia era el mantener y aumentar su honorabilidad. Esto explica las escenas evangélicas donde se dice que su madre y sus hermanos vinieron a llevarse a Jesús, porque decían que estaba loco. Querían evitar a toda costa el peligro del deshonor de la familia. Lo que pasó confirmó sus temores.

Las instituciones son entes de razón, son medios que el hombre utiliza para regular sus relaciones sociales. Son imprescindibles para su desarrollo como persona humana. Como todo instrumento, ni son buenas ni son malas en sí mismas. La bondad o malicia depende de su utilidad para conseguir el fin. Todas las instituciones pueden ser mal utilizadas, con lo cual, en vez de ayudar al ser humano a perfeccionarse, le impiden progresar en humanidad. La familia también puede ser utilizada para oprimir y someter. La familia debe estar al servicio de cada persona y no al revés.

En los evangelios no encontramos ningún modelo especial de familia. Se dio siempre por bueno el ya existente. Más tarde se adoptó el modelo romano, que tenía muchas ventajas, pues desde el punto de vista legal, era muy avanzado. No sólo se adoptó sino que se vendió después como cristiano, sin hacer la más mínima crítica a los defectos que conllevaba. Voy a señalar sólo tres:

No contaba para nada el amor. El contrato era firmado por la familia según sus conveniencias materiales o sociales. Una vez firmado por las partes, no había más remedio que cumplirlo, sin tener en cuenta para nada a los contrayentes.

La mujer quedaba anulada como sujeto de derechos y deberes jurídicos. De un plumazo se reducían a la mitad los posibles conflictos legales. Esto ha tenido vigencia prácticamente hasta hoy. Hasta hace unos años, la mujer no podía abrir una cuenta corriente sin permiso del marido.

El fin del matrimonio era tener hijos. Al imperio romano lo único que le importaba es que nacieran muchos hijos para nutrir las legiones romanas que eran diezmadas en las fronteras. Hoy se sigue defendiendo esta ideología en nombre del evangelio. El número de hijos no tiene por qué afectar a la calidad de una paternidad; siempre que la ausencia de hijos no sea fruto del egoísmo.

Aunque esos fallos no están superados del todo, hoy son otros los problemas que plantea la familia. La Iglesia no debe esconder la cabeza debajo del ala e ignorarlos o seguir creyendo que se deben a la mala voluntad de las personas. No conseguiremos nada si nos limitamos a decir: el matrimonio indisoluble, indisoluble, aunque la estadística nos diga que el 50 % se separan.

Dos razones de esta mayor exigencia son: a) La estructura nuclear de la familia. Antes, las relaciones familiares eran entre un número de personas mucho más amplio. Hoy, al estar constituidas por tres o cuatro miembros, la posibilidad de armonía es mucho menor, porque los egoísmos se diluyen menos. b) La mayor duración de esa relación. Hoy es normal que una pareja se pase sesenta u ochenta años juntos. En un tiempo tan prolongado, es más fácil que en algún momento surjan diferencias insuperables.

Como cristianos, tenemos la obligación de hacer una seria autocrítica sobre el modelo de familia que proponemos. Jesús no sancionó ningún modelo, como no determinó ningún modelo de religión u organización política. Lo que Jesús predicó no hace referencia a las instituciones, sino a las actitudes que debían tener los seres humanos. Jesús enseñó que todo ser humano debía relacionarse con los demás como exige su verdadero ser, a esta exigencia le llamaba voluntad de Dios. Cualquier tipo de institución que favorezca esta actitud humana, es válido y cristiano.

Es verdad que la familia está en crisis, pero las crisis no tienen por qué ser negativas. Todos los cambios profundos en la evolución de la humanidad vienen precedidos de una crisis. La familia no está en peligro, porque es algo completamente natural e instintivo. Como cristianos tenemos la obligación de colaborar con todos lo hombres en la búsqueda de soluciones que ayuden a todos a conseguir mayores cuotas de humanidad. Tenemos que demostrar con hechos, que el evangelio es el mejor instrumento para conseguir una humanidad más justa, más solidaria, más humana.

Si tenemos en cuenta que todo progreso verdaderamente humano es consecuencia de las relaciones con los demás, descubriremos el verdadero valor de la familia. En efecto, la familia es el marco en que se pueden desarrollar las más profundas relaciones humanas. No hay ningún otro ámbito o institución que permita una mayor proximidad entre las personas. En ninguna otra institución podemos encontrar mayor estabilidad, que es una de las condiciones indispensables para que una relación se profundice.

Podemos estar seguros que las primeras lecciones de humanidad las recibió Jesús en el entorno familiar. Este entorno no se redujo a José y a María; comprendía también a sus hermanos (si los tuvo) a sus primos, a sus tíos y abuelos (sobre todo paternos). En una familia auténticamente israelita, la base de todo conocimiento y de todo obrar era la Biblia. Sin este trasfondo sería impensable el despliegue de la figura del hombre Jesús. Jesús fue mucho más allá que el AT en el conocimiento de Dios y del hombre, pero allí encontró las orientaciones que le permitieron descubrir al verdadero Dios.

Debemos olvidarnos de espectacularidades externas y descubrir su infancia como la cosa más normal del mundo. Fue una familia completamente normal. Nada de privilegios ni protecciones especiales, ni su familia ni sus vecinos pudieron enterarse de lo que ese niño iba a ser, porque también él fue completamente normal. Es en esa absoluta normalidad donde tenemos que ver lo extraordinario, su vida interior y su cercanía a Dios, que era lo que les mantenía unidos y entregados unos a otros, como soporte de la convivencia.

Jesús fue un ser humano, aunque en esa humanidad se estaba manifestando la plenitud de la divinidad. Es Dios el que se hace hombre, no Jesús el que se hace Dios. Si a Jesús le hacemos Dios, nosotros quedamos al margen de ese acontecimiento. Si descubrimos que Dios se hace hombre, podré experimentar que se está haciendo en mí. Este es el verdadero mensaje del evangelio. Esta es la buena noticia que nos aportó Jesús.

Meditación

La familia es el marco más íntimo de relaciones humanas.
Es, por tanto, el marco privilegiado de humanización.
Ahí debe manifestarse y potenciarse nuestra plenitud humana.
Dentro de mí, en lo hondo de mi ser, debo descubrir esa necesidad de amar.
Los lazos familiares me ayudan a salir de mí e ir al otro.
La familia es el mejor campo de entrenamiento para hacerme más humano.

Fray Marcos

Una Sagrada Familia doblemente refugiada

Suele decirse que la familia está en crisis. Los matrimonios por la Iglesia, y también los civiles, disminuyen de forma notable; los divorcios y las separaciones crecen. ¿Qué mensaje puede esperar el cristiano que acude a misa el día de la Sagrada Familia? Sea lo que sea, se puede llevar una gran sorpresa.

Hijos adultos y padres ancianos (Eclesiástico 3,3-7.14-17a)

Curiosamente, la primera lectura no se dirige a los padres, sino a los hijos. Pero no se trata de hijos pequeños, sino de personas adultas, casadas, que conviven con sus padres ancianos (cosa frecuente en el siglo I). El texto de Jesús ben Sira (autor del libro del Eclesiástico) da por supuesto que esos hijos tienen suficientes recursos económicos y, al mismo tiempo, vivencia religiosa. Son personas que rezan y piden perdón a Dios por sus pecados. Pero, según ben Sira, el éxito a todos los niveles, humano y religioso, dependerá de cómo trate a sus padres ancianos. En una época en la que no existía la Seguridad Social, “honrar padre y madre” implicaba también la ayuda económica a los progenitores. Pero no se trata sólo de eso. Hay también otros consejos de enorme actualidad: “Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras viva; aunque flaquee su mente, ten indulgencia, no lo abochornes”. Esta actitud de respeto y cariño hacia el padre y la madre es lo único que garantiza que su oración sea escuchada y que sus pecados “se deshagan como la escarcha bajo el calor”.

Maridos, mujeres, hijos y padres (Colosenses 3,12-21)

La carta a los Colosenses comienza con una serie de consejos válidos para toda la comunidad cristiana, entre los que destacan el amor mutuo y el agradecimiento a Dios. Pero el texto ha sido elegido para esta fiesta por los breves consejos finales a las mujeres, los maridos, los hijos y los padres.

El que resulta más problemático en la cultura actual es el que se dirige a las mujeres. En una época de igualdad desentona decirles: “Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos, como conviene en el Señor.” Pero en la situación del imperio romano durante el siglo I, cuando sobre todo las mujeres de clase alta presumían de independencia y organizaban su vida al margen del marido, no es raro que el autor de la carta pida a la esposa cristiana un comportamiento distinto. El consejo a los maridos, amar a sus mujeres y no ser ásperos con ellas sigue siendo válido en una época donde abunda la violencia de género. Los consejos finales a padres e hijos sugieren el ideal de las relaciones entre ambos: un hijo que obedece con gusto, un padre que no se impone a gritos e insultos.

Una familia de refugiados y emigrantes (Mateo 2,13-15.19-23)

Las dos primeras lecturas se adaptan bien a la situación de las familias del Primer Mundo. El evangelio nos hace pensar en los miles de familias de refugiados y desplazados del mundo entero. Padres que emigran con su familia y sus pocos bienes, no por miedo a Herodes, sino a la guerra, las bombas o el hambre. Sin ningún ángel que les avise ni les proteja. En el relato de Mateo, el principal protagonista es José. “El niño y su madre” son personajes pasivos, que se dejan llevar a Egipto en mitad de la noche y terminan estableciéndose en Nazaret sin que nadie les consulte. Alguien podrá acusar a este evangelio de “patriarcal”, de centrarse en el padre. Pero no es una tarea agradable la que se encomienda a José: refugiarse en un país extranjero para que no maten a su hijo. La continuación de la historia es significativa. Hasta ahora, José se ha limitado a obedecer, Al morir Herodes, toma la iniciativa e interpreta la orden del ángel como considera más oportuno. Siente miedo a Arquelao y no vuelve a Belén; decide trasladarse mucho más al norte, a una aldea miserable, “de la que no sale nada bueno”, Nazaret. Pero así, sin que él lo sepa, se cumplirá lo dicho por los profetas, “que se llamaría Nazareno”.

El matrimonio del Primer Mundo, aunque no haya tenido que huir ni emigrar, puede sacar también una buena enseñanza de este evangelio. Las dificultades siempre existen, y es raro el que no ha debido enfrentarse a situaciones imprevisibles (enfermedades, problemas económicos o laborales, tensiones con los hijos…). Pocas veces, o nunca, habrá sido Dios el que mande un ángel a decir lo que se debe hacer. La reflexión, la oración, el diálogo habrán ayudado a tomar la decisión más justo. Y aunque pueda parecer un fracaso humano, como la ida a Nazaret, así se cumple también la voluntad de Dios.

Tres apéndices: el miedo a Arquelao, Nazaret y Nazareno

  1. ¿En qué basa Mateo el temor de José? No lo dice. Podemos imaginarlo basándonos en lo que cuenta Flavio Josefo. En primer lugar, por los disturbios que siguieron a la muerte de Herodes. Al principio la gente se limitó a pedir disminución de las tasas, abolición de los impuestos, liberación de los prisioneros y castigo de los favoritos de Herodes (Guerra II 4-7). Muy pronto, mientras Arquelao se encuentra en Roma, de las peticiones se pasa a las armas. El día de Pentecostés se produce una revuelta en Jerusalén que causó muchos muertos (Guerra II 39-54).

En segundo lugar, por la conducta tiránica y cruel de Arquelao. Este hijo de Herodes el Grande y de Maltace, fue constituido etnarca por César Augusto, «prometiéndole que lo honraría con el título de rey si demostraba ser merecedor de esta dignidad». Pero solo gobernó diez años (del 4 a.C. al 6 d.C.), debido a la crueldad con que trataba a sus súbditos. «En el año décimo del gobierno de Arquelao, los principales de los judíos y de los samaritanos, no pudiendo soportar más su crueldad y su tiranía, lo acusaron ante el César, especialmente porque creían que procedía contra las órdenes del César, que le había mandado tratarlos con moderación.» El César, una vez que hubo oído la acusación, lo obligó a ir a Roma, lo condenó y desterró a Viena, en la Galia, y le confiscó sus bienes. En Mateo 2,22 se lo llama, inadecuadamente, «rey de Judá». El César solo le concedió el título de etnarca.  

  1. Nazaret. Al turista moderno le resulta difícil hacerse una idea de cómo era Nazaret en tiempos de Jesús. Hoy día es una ciudad de más de setenta mil habitantes, extendida a lo alto y a lo bajo de numerosas colinas, animada por un flujo continuo de visitantes. La Nazaret de tiempos de Jesús era muy distinta. Cuando se viene del lago de Tiberíades, tras contemplar las hermosas llanuras de Genesaret y de Bet Netofa, impresiona el contexto tan árido y agreste de la aldea primitiva. Encerrada entre tres colinas, en la falda de una de ellas, carecía de horizonte. Ni siquiera se veían la cercana llanura de Esdrelón o el monte Tabor, si bien era posible divisarlos desde un elevado monte situado al sureste. La aldea en cuanto tal la conocemos bien gracias a la espléndida labor arqueológica de los franciscanos: unos doscientos habitantes, con las casas excavadas en ligera pendiente, recordando las cuevas del Sacromonte granadino o de Guadix. Nazaret nunca es mencionada en el Antiguo Testamento, ni en las obras de Flavio Josefo, que conocía muy bien Galilea. No es raro que sus vecinos de Caná dijesen con desprecio: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?». Aquí se desarrolló durante años la vida de Jesús.
  1. Nazoreo o Nazareno. La idea de refugiarse en Nazaret es propia de Mateo. Según Lucas, la familia era originaria de esa aldea. Pero Mateo ve aquí el cumplimiento de la profecía anunciada por diversos profetas (¡en plural!): «se llamará nazoreo» (Nazwrai/oj klhqh,setai).

«Jesús el nazoreo» (VIhsou/j o` Nazwrai/oj) lo llaman en Lc 18,37; Hch 6,14; es el título que figura en la cruz (Jn 19,19), y el que él mismo se aplica en la aparición a Pablo (Hch 22,8). Generalmente se traduce «nazareno», considerándolo equivalente al «Jesús nazareno» (VIhsou/j o` Nazarhno,j) que aparece en Mc 1,24; 10,47; 14,67; 16,6; Lc 4,34; 24,19; pero ninguna profecía dice el Mesías fuese de Nazaret. Otros lo relacionan con Sansón, «consagrado (nazirai/on) a Dios» (Jue 13,5.7). Más adecuado resultaría, recordando el texto hebreo, no el griego, ver una alusión a Is 11,1: «retoñará el tocón de Jesé, de su cepa brotará un vástago (nëcer)». De todos modos, también Esd 9,10ss alude a la profecía de varios profetas que no se encuentra en ningún libro del AT.

Los apéndices están tomados de J. L. Sicre, El evangelio de Mateo. Un drama con final feliz. Verbo Divino, Estella 2019, pp. 63-65,

José Luis Sicre

Comentario – La Sagrada Familia: Jesús, María y José

Levántate –se le dice a José-, coge al niño y a su madre y huye a Egipto. He aquí a la Sagrada Familia en acción, representando su propio drama existencial: José, ejerciendo la autoridad paterna, pero en obediencia a la voz divina; María, secundando la iniciativa de José, su marido, y apoyando su decisión, también en actitud de obediencia y colaboración; y el niño, dejándose llevar, es decir, dejándose educar por quienes tenían que responder de él ante Dios. Y los tres unidos, en una situación difícil, pues se ven obligados a huir a un país extraño como exiliados, con todo lo que eso supone de ruptura con las propias raíces, de abandono de la propia casa, de ingreso en un país seguramente hostil para los inmigrantes, de desconocimiento del idioma. También se encontrarían con la indiferencia o el recelo de sus habitantes, con dificultades para encontrar un trabajo digno, con el aislamiento social, con el temor a posibles agresiones; en fin, en la situación propia de una familia en el exilio. Y pasado algún tiempo, vuelta al peregrinaje, porque les ha llegado la noticia de la muerte de Herodes, pero no sin sobresaltos, hasta poder establecerse finalmente en Nazaret. Son las andanzas (aventuras y desventuras) de una familia, la familia de Jesús, la Sagrada Familia.

Pero en la misma Escritura encontramos textos que nos invitan a pensar que toda familia es sagrada por el hecho de serlo. Cuando Dios dijo: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, lo hizo bisexuado, esto es, varón y mujer. En esta unidad complementaria y fecunda que componen el hombre y la mujer está lo nuclear de la familia. La familia es, pues, tan natural como la misma existencia complementaria (bisexuada) del hombre y de la mujer. Pretender otra cosa –por ejemplo, conformar una familia mediante la unión de dos hombres o de dos mujeres- es desnaturalizar la realidad natural. Y pretender equiparar esa unión de parejas homosexuales con el matrimonio es confundir las cosas. Y la comunión no es inocua ni intrascendente. Cuando afecta a cosas importantes en la vida del hombre deja secuelas que pueden ser irreparables, sobre todo en aquellos que se están formando y conformarán nuestra sociedad futura.

La configuración familiar está, pues, dibujada en nuestra propia naturaleza tal como ha surgido de las manos de Dios. Después vendrán las dificultades originadas por nuestro propio egoísmo, porque el yo siempre reclama su parte y su espacio frente al tú, frente al otro. Y cuando se debilita la conciencia de la unidad familiar entre marido y mujer, entre padres e hijos, entre hermanos, no es extraño que el yo que alimenta nuestro egoísmo acabe imperando sobre el nosotros y produciendo conflictos que pueden acabar en rupturas insolubles (separaciones, divorcios, emancipaciones prematuras, lejanías incurables).

La familia es demasiado importante para tratarla con ligereza. Es fruto del amor creador de Dios y es fuente de amor. Es sobre todo “lugar” de aprendizaje y de convivencia. En ella aprendemos a ser personas, aprendemos humanidad; en ella aprendemos a con-vivir y a compartir, a compartir espacios, comida, impresiones, diversiones, juegos, responsabilidades, dinero y hasta ropa, libros, etc. Aprendemos a respetarnos y a amarnos: aprendemos afectos; aprendemos a obedecer y a mandar, aprendemos a dialogar. Aprendemos a valorar a las personas por lo que son (padres, hijos, hermanos) y no por lo que tienen (cultura, dinero, prestigio, belleza, popularidad). Aprendemos cosas demasiado importantes para no tenerlas en cuenta, para menospreciarlas. Por eso no es extraño que los que han perdido a la familia (o a alguno de sus miembros) sientan siempre el vacío o la nostalgia de esta pérdida que sólo con dificultad puede repararse. Pero para mantener a la familia en su integridad no basta con mantener a sus miembros (padre, madre e hijos). Hay que mantener sus valores: esos factores que la preservan frente a las agresiones externas e internas, y la mantienen: la fidelidad en el compromiso y el amor mutuos, la estabilidad (fruto de la fidelidad), la dedicación de unos para con otros, la paciencia para soportar los defectos de los demás, la renuncia a las exigencias excesivas del propio yo por el bien de todos y la armonía familiar, la obediencia razonada, pero siempre necesaria, porque hay que tomar decisiones y algún criterio tiene que imponerse sobre los demás. Algunos insensatos pueden pensar que estos valores ya no sirven o que están anticuados. Pero no es así. Y cuando empiezan a escasear se echan de menos más que el aire que se respira. Y es que son valores tan estrechamente ligados a la institución que sin ellos se degrada la misma institución familiar hasta dejar de ser lo que es.

Hoy la familia está sufriendo –quizá más que nunca- el impacto del pecado: egoísmo, irresponsabilidad, orgullo, permisivismo, consumismo. Hoy la familia está quizá más desprotegida que nunca, desprotegida por la leyes estatales, por los gobiernos que no aprecian sus valores, por la confusión generada con la equiparación de otras uniones (homosexuales, de hecho, etc.) que no son matrimonio y, por tanto, que no pueden constituir familia por mucho que algunos se empeñen. Son sucedáneos que no pueden prosperar porque carecen de raíces naturales y de valores permanentes. Siendo, por tanto, la familia algo tan resistente a los embates del tiempo y a los atentados de los introductores de aparentes novedades, podemos acabar destrozándola. Pero esto no se hará sin consecuencias para el ser humano (más que la tala masiva de los bosques para el equilibrio ecológico), especialmente para los más débiles, que son los que soportan menos semejante agresión.

Pidamos, pues, a Dios por nuestras familias y luchemos por ellas: por la de cada uno, en primer lugar, y por las de los demás, oponiéndonos a leyes desprotectoras y contrarias a esos valores que las mantienen en pie. Dios nos ha dejado sus sacramentos (matrimonio, penitencia, eucaristía) como fuentes de gracia y cauces de vida. En ellos recibimos el amor necesario para hacer frente a nuestros desvaríos y fragilidad congénita. Agradezcamos a Dios la familia concreta en que hemos nacido y crecido. Lo que ahora somos se lo debemos en gran medida a nuestra familia.

 

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

227. «Es igualmente significativa la relevancia que tiene entre los jóvenes la práctica deportiva, cuyas potencialidades en clave educativa y formativa la Iglesia no debe subestimar, sino mantener una sólida presencia en este campo. El mundo del deporte necesita ser ayudado a superar las ambigüedades que lo golpean, como la mitificación de los campeones, el sometimiento a lógicas comerciales y la ideología del éxito a toda costa»[121]. En la base de la experiencia deportiva está «la alegría: la alegría de moverse, la alegría de estar juntos, la alegría por la vida y los dones que el Creador nos hace cada día»[122]. Por otra parte, algunos Padres de la Iglesia han tomado el ejemplo de las prácticas deportivas para invitar a los jóvenes a crecer en la fortaleza y dominar la modorra o la comodidad. San Basilio Magno, dirigiéndose a los jóvenes, tomaba el ejemplo del esfuerzo que requiere el deporte y así les inculcaba la capacidad de sacrificarse para crecer en las virtudes: «Tras miles y miles de sufrimientos y haber incrementado su fortaleza por muchos métodos, tras haber sudado mucho en fatigosos ejercicios gimnásticos […] y llevar en lo demás, para no alargarme en mis palabras, una existencia tal que su vida antes de la competición no es sino una preparación para esta, […] arrostran todo tipo de fatigas y peligros para ganar la corona […]. ¿Y nosotros, que tenemos delante unos premios de la vida tan maravillosos en número y grandeza como para que sean imposibles de definir con palabras, durmiendo a pierna suelta y viviendo en total ausencia de peligros, vendremos a tomarlos con una mano?»[123].


[121] DF 47.

[122] Discurso a una delegación de “Special Olympics International” (16 febrero 2017): L’Osservatore Romano (17 febrero 2017), p. 8.

[123] Carta a los jóvenes, VIII, 11-12: PG 31, 580.

Lectio Divina – Sagrada Familia

La huída a Egipto y el regreso a Nazaret
Mateo 2,13-23

1. LECTIO

a) Oración inicial:

Oh Dios, nuestro Creador y Padre, tú has querido que tu Hijo, engendrado antes de la aurora del mundo, fuese en todo semejante a nosotros encarnándose en el seno de la Virgen María por obra del Espíritu Santo. Envía sobre nosotros tu mismo Espíritu vivificador, para que podamos ser siempre más dóciles a la acción santificadora, dejándonos transformar dócilmente por el mismo Espíritu en la imagen y semejanza de Jesucristo tu Hijo, nuestro hermano, salvador y redentor.

b) Lectura del Evangelio de Mateo:

Mateo 2,13-23

13 Cuando ellos se retiraron, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estáte allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle.» 14 Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto; 15 y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera lo dicho por el Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo.
16 Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos.17 Entonces se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías: 18 Un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y lamento: es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no existen.
19 Muerto Herodes, el ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: 20 «Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y vete a la tierra de Israel, pues ya han muerto los que buscaban la vida del niño.» 21 Él se levantó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel. 22 Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí; y, avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea, 23 y fue a vivir en una ciudad llamada Nazaret; para que se cumpliese lo dicho por los profetas: Será llamado Nazoreo.

c) Momento de silencio:

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

2. MEDITATIO

a) Clave de lectura:

El evangelio de Mateo ha sido llamado el “Evangelio del Reino”. Mateo nos invita a reflexionar sobre la venida del reino de los cielos. En la estructura de su relato evangélico algunos han visto un drama en siete actos, que trata de la realidad de la venida de este Reino. El drama comienza con la preparación para esta venida del reino en la persona del Mesías niño y termina con la venida del Reino en el sufrimiento y en el triunfo con la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, Hijo de Dios.

El pasaje del evangelio propuesto para nuestra reflexión, forma parte por así decir del primer acto, en el cual Mateo nos presenta la persona de Jesús como el cumplimiento de las Escrituras. Mateo es el evangelista que más veces cita el Antiguo Testamento para demostrar que en Cristo se cumplen la ley y los profetas. Jesús, la realización y la perfección de las Escrituras, ha venido al mundo para restablecer el reino de los cielos, ya anunciado en la alianza de Dios con su pueblo. Con la venida de Cristo, esta alianza no se limita sólo al pueblo hebreo, sino que se extiende a todos los pueblos. Mateo dirige una comunidad de hebreos cristianos, perseguida por la sinagoga, y la invita a la apertura hacia los gentiles. Él es el escriba sabio que sabe sacar de su tesoro lo que es antiguo y lo que es nuevo. El evangelio ha sido primeramente escrito en arameo y después redactado en griego.

El pasaje Mateo 2,13-23, hace parte de la sección que trata del nacimiento y la infancia de “Jesucristo hijo de David, hijo de Abrahán” (Mt 1,1). Jesús es hijo de su pueblo, pero también es hijo de toda la humanidad. En su genealogía se encuentran influencias extranjeras (Mt 1, 3-6). Los primeros llamados a dar homenaje al recién nacido, además de María su Madre (Mt 2, 11), son los Magos. El Mesías atrae a los sabios con su luz ofreciéndoles la salvación (Mt 2,1-12). Los Magos reciben esta salvación en contraste con Herodes y la Jerusalén turbada (Mt 2,3). Desde su nacimiento, Jesús es perseguido por los jefes de su pueblo y al mismo tiempo revive las esperiencias dolorosas de su pueblo.

Ya desde su nacimiento revive la experiencia de su pueblo exiliado y humillado más de una vez. El evangelio nos demuestra esto con el relato de la huida a Egipto y la matanza de los inocentes. El drama de estos sucesos se desarrolla delante de nosotros en estos apartados:
i) El ángel que aparece en sueños a José después de la partida de los Magos, y la huída a Egipto (Mt 2,13-15).
ii) Herodes que cae en la cuenta de la burla de los Magos y mata a todos los niños de Belén (Mt 2, 16-18).
iii) La muerte de Herodes y el regreso “clandestino” de la Santa Familia, no a Belén sino a Galilea (Mt 2, 19-23)

El tema del rey que mata a los temidos adversarios es común en la historia de toda dinastía real. En la literatura bíblica además de esta escena de Herodes que busca al Niño Jesús para matarlo, encontramos en el Antiguo Testamento algunos relatos semejantes. En el primer libro de Samuel, Saúl rechazado por el Señor, tiene temor de David e intenta matarlo (1 Sam 15; 18; 19; 20). Mical y Jonatán lo ayudan a escapar (1Sam 19,20). Además, en el primer libro de los Reyes, el rey Salomón, en su vejez, infiel a Dios y a sus padres, con el corazón pervertido, cometió lo que es malo a los ojos del Señor (1 Re 11,3-13). Por eso el Señor suscita contra él un adversario (1 Re 11,14), Hadad, que durante el reino de David huye y se refugia en Egipto (1 Re 11,17). Otro adversario de Salomón es Jeroboán, que también se refugia en Egipto para escapar del rey que quiere matarlo (1 Re 11,40). Esto era el período de la degeneración del reino. En el segundo libro de los Reyes, esta vez en el contexto del asedio a Jerusalén, que sucede “en el año nono de su reinado [de Nabucodonosor], en el décimo mes, el diez del mes” (2 Re 25,1) del año 589, encontramos el saqueo de Jerusalén y la segunda deportación del pueblo en el año 587 (2 Re 25, 8-21). El pueblo “que quedaba en el país de la Judea” (2Re 25,22) se somete a Godolía puesto como gobernador por Nabucodonosor. “Ismael […] con diez hombres […] dieron muerte a Godolía, a los Judíos y Caldeos que estaban con él”. Luego, por temor de los Caldeos, huyeron a Egipto (2 Re 25-26). En el libro del profeta Jeremías encontramos también el relato de Uría “un hombre que profetizaba en el nombre del Señor” (Jer 26, 20). Éste huye a Egipto porque el rey Joaquín trataba de matarlo. El rey logró encontrarlo en Egipto y lo mató (Jer 25 20-24).

Con estos hechos que aclaran la huída de la Sagrada Familia a Egipto, Mateo nos hace ver a Jesús que ya desde niño participa de la suerte de su pueblo. Egipto se convierte para Jesús en refugio, como lo fue para los patriarcas:
– Abrahán que “descendió en Egipto, para vivir allí, porque la carestía pesaba sobre aquel país” (Gén 12,1)
– José amenazado por los hermanos que intentan matarlo por envidia y es después vendido a los mercaderes que lo conducen a Egipto entregándolo a Putifar (Gén 37, 12-36)
– Israel (Jacob) que sale para Egipto llamado por su hijo José (Gén 46, 1-7).
– La familia de Israel (Jacob) que entra en Egipto y allí se establece (Gén 46-50; Ex 1, 1-6)

Mateo cambia el sentido de la cita tomada de Oseas 11,1: “De Egipto llamé a mi hijo” y la interpreta como si Dios llamase a su Hijo Jesús para huir a Egipto (Mt 2,15). El sentido original de Oseas era, que el Señor llamó a su hijo Israel a huir a Egipto para formar un pueblo. La huída a Egipto de Jesús y el exterminio de los inocentes de Belén nos recuerda la opresión de Israel en el país de Egipto y el exterminio de los recién nacidos machos. (Éx 1, 8-22)

La profecía aplicada para la matanza de los inocentes está tomada del libro de la consolación compuesto por los capítulos 30 y 31 del libro del profeta Jeremías. El lamento está ligado a la promesa del Señor que consuela a Raquel esposa de Jacob (Israel) madre de José sepultada según la tradición cerca de Belén y le promete que habrá una compensación por sus penas, sus hijos que no volverán jamás (Jer 31, 15-18).

Volviendo de Egipto después de la muerte de Herodes, José decide establecerse en Galilea en una ciudad llamada Nazaret. Jesús será llamado Nazareno. Más tarde también sus discípulos serán reconocidos como Nazarenos (Act 24,5). Este apelativo además de indicar el nombre de una ciudad, puede también referirse al “retoño”, o sea, al “neçer” de Isaías 11,1. Puede también referirse al resto de Israel “naçur” (ver Is 42,6)

b) Preguntas para la reflexón personal:

i) ¿Qué es lo que más te ha llamado la atención de este relato de Mateo?
ii) ¿Què significa para ti el reino de los cielos?
iii) ¿En qué se diferencia el reino de los cielos de los reinos de este mundo?
iv) Mateo nos presenta la persona de Jesús como aquél que se identifica con la suerte de su pueblo. Lee los pasajes citados en la clave de lectura para reflexionar y orar obre los acontecimientos del pueblo de Dios, en el que Jesús se ha identificado. ¿Cuáles son las situaciones semejantes en nuestro mundo? Pregúntate que puedes hacer tú para mejorar el ambiente en el que vives y trabajas…sobre todo si no concuerdan con el reino de los cielos.

3. ORATIO

a) Oración personal en silencio.

b) Termina la lectio divina con esta oración:

Padre misericordioso, concédenos seguir los ejemplos de la Sagrada Familia de Jesús, José y María, para que estemos siempre seguros en las pruebas de esta vida hasta el día en que nos reunamos en la gloria del cielo. Por Cristo nuestro Señor.

4. CONTEMPLATIO

La paz de Cristo reine en vuestros corazones. (Col 3,15)

La Sagrada Familia de Nazaret

1.- Una de las características de nuestro tiempo, pequeña lo es ciertamente, es la continua variación del sentido que se da a algunas frases, su abreviación o su total deformación. Os habréis dado cuenta, mis queridos jóvenes lectores, de que algo de esto ocurre con la locución familia. Oye uno hablar de “la familia tradicional” y se pregunta qué significado tiene o desde cuando existe tal tradición. Si queremos tener ideas un poco claras al respecto, debemos decir “familia Cristiana” y si nos pregunta el significado, responder con tino: es la que en su devenir, quiere imitar a la “Sagrada Familia de Nazaret”

2.- Cuando el Papa Pablo VI peregrino a Tierra Santa, pese a que el recinto antiguo estaba derruido y no se levantaba la preciosa basílica que hoy contemplamos, junto a lo que seguramente fue ámbito doméstico de Jesús, José y María. O por lo menos mansión de algunos parientes próximos, allí repleto de recuerdos y emocionado pronunció una bella homilía que no os la transcribo porque otros años ya la he incluido. La podréis encontrar en el Oficio litúrgico de Lectura de este mismo día, que clérigos y muchos seglares con seguridad poseerán. No os la perdáis

3.- Yo que he renunciado al matrimonio para que con mi servicio en la Iglesia sea ayuda para las familias, cuando he tenido la suerte, muy pocos la hemos tenido, de visitar y celebrar la misa en el mismo ámbito que la Sagrada Familia, una o muchas veces, nadie lo sabe, estuvo guardando o protegiendo sus alimentos, fuera grano de cereal o aceite u otros víveres, del peligro del hurto o de los ratones, me ha emocionado y he recordado el buen ejemplo que me dieron los míos, mis padres y hermanos, y he rezado muy sinceramente por las familias conocidas, fieles o alejadas de la Fe.

3.-La Familia Cristiana no solo trata de imitar el ejemplo de la que hoy celebramos, sino que de ella recibe ayuda. La Familia Cristiana no está sola, cuando con ella se siente unida y la invoca. Si el Padre Eterno no ahorró sufrimientos históricos a su Hijo Unigénito, llegando hasta la muerte en cruz, durante el trascurso de su vida tampoco le evitó dificultades y sufrimientos. Ya desde su infancia Él y los suyos sufrieron penas, pero nunca se desorientaron, ni erraron.

No hace falta, mis queridos jóvenes lectores, que os detalle los hechos que el texto evangélico de la misa de hoy describe.

Pedrojosé Ynaraja

El álbum de fotos familiar

Antes de que se implantara la fotografía digital, era muy común que en cada familia hubiera una colección de fotografías. Algunos simplemente las guardaban en una caja, pero los más cuidadosos las organizaban en álbumes en los que, cronológicamente, se ponían las fotografías de los acontecimientos más relevantes de la familia: nacimientos, bautizos, bodas, viajes, celebraciones y reuniones familiares, fiestas… Hojear el álbum de fotos familiar permitía hacer un recorrido por la historia de esa familia y conocer a sus miembros a través de sus acontecimientos más relevantes. 

Dentro del tiempo de Navidad, hoy estamos celebrando la fiesta de la Sagrada Familia: Jesús, María y José. Y para acercarnos a ellos y conocerles mejor, vamos a imaginar que cogemos su “álbum de fotos familiar” y empezamos a hojearlo para hacer un recorrido cronológico de su historia. 

En las primeras páginas encontraríamos seguramente los desposorios de María y José. A medida que fuéramos pasando hojas, veríamos su viaje desde Nazaret a Belén, el nacimiento de Jesús en el pesebre, la visita de los pastores, la presentación de Jesús en el templo, la adoración de los Magos, la huida a Egipto, y su posterior regreso y establecimiento en Nazaret, como hemos escuchado en el Evangelio de este domingo, y el episodio del viaje a Jerusalén cuando Jesús tenía doce años y se quedó en el templo sin que lo supieran sus padres. 

Y a partir de ahí, en ese “álbum de fotos” de la Sagrada Familia, nos encontraríamos con un montón de hojas en blanco, sin ninguna “fotografía” que reflejase algún acontecimiento, hasta que volveríamos a encontrar a Jesús, que tenía unos treinta años (Lc 3, 23), siendo bautizado en el Jordán. 

¿Qué ha ocurrido durante esos años “en blanco”? ¿Es que no pasó nada relevante en esa Familia? Todo lo contrario: El Hijo de Dios hecho hombre quiso hacer suyo nuestro crecimiento humano, físico y espiritual, en el seno de su Familia. Aunque no encontremos acontecimientos relevantes, que merezcan ser “fotografiados”, Jesús crecía en su maduración humana, en los afectos familiares, y en la preparación de su misión. Y María desempeñó, junto con José, un papel insustituible. Jesús fue educado, aprendió a orar y a frecuentar la sinagoga, creció, recibió y dio amor, trabajó, adquirió unos valores en el ambiente ordinario de una familia común de su tiempo y lugar. José, al enseñarle el duro trabajo de carpintero, permitió a Jesús insertarse en el mundo del trabajo y en la vida social. 

Por tanto, esas páginas aparentemente “vacías” del álbum de fotos de la Sagrada Familia, en realidad están llenas de vivencias y experiencias que por ser cotidianas y “normales” no dejan de ser muy importantes. Y por eso, aunque no “haya fotos”, y no podamos satisfacer nuestra curiosidad acerca de lo ocurrido durante esos años, lo vivido por Jesús en su Familia durante ese período sustenta todo lo que posteriormente será su vida pública y su anuncio del Evangelio. 

La mayoría de nosotros hemos recibido de una familia la vida, el amor y la educación en la fe, como la tuvo Jesús. Y en nuestro “álbum de fotos familiar” encontraremos también episodios de todo tipo, unos más alegres y otros más duros, dolorosos, quizá no del mismo tipo que los que vivieron José, María y Jesús. Pero contemplando a la Sagrada Familia y su modo de afrontar con y desde la fe esos acontecimientos, aprendemos a descubrir la presencia de Dios en nuestra historia. 

En la oración colecta hemos pedido “que, imitando sus virtudes domésticas y su unión en el amor, lleguemos a gozar de los premios eternos en el hogar del cielo”. 

Hojear el “álbum de fotos” de la Sagrada Familia y, sobre todo, contemplar los años “sin fotografías” y la riqueza que encierran, nos debe mover a valorar y aprovechar mucho más nuestra “vida oculta”, esa cotidianidad familiar que constituye la mayor parte de nuestro tiempo, esos periodos en la que no hay hechos relevantes pero que no por eso son un tiempo “muerto”, sino una oportunidad para crecer, madurar, y afianzarnos en la fe y en el amor, aprendiendo a llevar a la práctica, en las cosas diarias, lo que San Pablo decía a los Colosenses: sea vuestro uniforme la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro… Y todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús.

Y tuvieron que emigrar…

1.- Esta fiesta de la Sagrada Familia es de reciente creación. Pero es una consecuencia –yo diría una necesidad— de todo lo que leemos, escuchamos y vivimos en las fiestas litúrgicas del Tiempo de Navidad. Jesús, María y José forman una familia y ya se mueven juntos y crecen juntos. Es una familia joven como muchas que conocemos, como algunas de las que están presentes aquí, llevando a su bebé, que no han podido dejar con los abuelos. Y como todas las familias han tenido sus buenos momentos y sus momentos más difíciles. Y así en el evangelio de Mateo que acabamos de escuchar –y que corresponde al ciclo A que hemos iniciado en este Adviento— nos narra la huida a Egipto. Herodes busca al niño para matarlo. Y José recibe la información de un ángel sobre que es mejor marcharse. Esta circunstancia está en plena actualidad hoy. Existen miles y miles de familias en el mundo que han tenido que abandonar sus hogares por problemas políticos o económicos, por las guerras, por las persecuciones, porque no tienen trabajo, y ni siquiera alimentos para criar a sus hijos. Hoy deberíamos sentir una especial solidaridad con todas esas personas desplazadas en el mundo, por los padres y madres jóvenes, por sus hijos que siendo muy pequeños han tenido que abandonarlo todo e iniciar una nueva vida, la cual no será fácil en sus principios.

2.- La familia, además, es un núcleo muy notable dentro de la realidad cristiana. Mucha gente le llama la “Iglesia Doméstica”, pues no es otra cosa que la primera célula de un cuerpo que preside Cristo. La educación cristiana de los padres hacia sus hijos es más que fundamental. Lo malo es –y eso lo sabemos todos— que en la actualidad hay mucha dejación de los padres en la educación general de sus hijos. Y si eso es muy malo en los temas generales educativos en lo religioso es muy grave. Lo religioso va directamente al corazón y las primeras oraciones que enseña una madre no se olvidan nunca. O son un fermento vivo que puede actuar en cualquier momento tras una larga separación o abandono de la fe en Cristo. Personalmente, he dicho siempre que nada más iniciar a los hijos –a los niños más pequeños— en la catequesis, habría que comenzar a ejercitar algo paralelo con los padres.

3.- No se puede negar que estamos muy en precario en esto de la familia cristiana. Las últimas estadísticas en España ya dicen que, por ejemplo, en Madrid, los matrimonios civiles superan en número a los religiosos. Y, asimismo, muchos de los matrimonios católicos que se celebran tienen un origen en la costumbre –no en la fe— e, incluso, muchos solo buscan un marco precioso, adecuado, como puede verse en un bello templo o una catedral. Por eso esta fiesta de la Sagrada Familia tiene que servir a todos los cristianos para que arrimen el hombro en las tareas formativas y de asistencia a las familias, en especial a las más jóvenes, aunque siempre con la vista puesta en toda la realidad familiar. Y fundamentar una educación familiar dirigida a todos, especialmente a los adolescentes y jóvenes para que comprendan que la tutela de Cristo en la familia es garantía de paz y de éxito futuro.

4.- Las otras dos lecturas de hoy, que, con el salmo 127, son comunes a todos los ciclos, nos presentan enseñanzas que han de ser muy útiles para la formación de nuestra conciencia respecto a la familia cristiana. El Libro del Eclesiástico es un tributo al respeto hacia los padres. Y, ciertamente, también queda muy centrado en la actualidad de nuestros días. Los ancianos molestan y es preferible llevarlos a sitios especializados donde muchas veces mueren de soledad. Pero no debemos equivocarnos, ni meter a toda la gente en el mismo saco. Hay cientos de miles de casos de auténtico heroísmo desplegado en el cuidado amoroso y solicito de los padres ya ancianos. Realmente, es bueno –y de justicia— llamar la atención sobre la Ley española de la Dependencia que ayuda, precisamente, a esas personas que tienen a su cargo a un familiar enfermo, joven o viejo. La familia es eso. Permanecer unidos ante cualquier circunstancia por grave que sea.

5.- Personalmente, os recomiendo la relectura, lenta y pausada, del fragmento de la Carta del Apóstol Pablo a los Colosenses. Y aunque hay unas frases finales que pueden no gustar a algunas mujeres, con normal sentido de la independencia, pues en su conjunto es un texto muy hermoso y hay que verlo en su contexto histórico. De todos modos, la vida de familia siempre será un camino de cooperación y de entendimiento. La obediencia obligada nunca existe si reina el amor. Es verdad que la familia tradicional siempre ha tenido una base patriarcal, aunque, luego, dada la sagacidad de las mujeres siempre se ha hecho lo que ellas han querido. Pero siempre hay que reivindicar el amor en familia, el amor de la familia y el amor a Dios en la familia. Sin ese amor ocurrirán muchas cosas no deseadas. Y ahí el maltrato en la familia y esos crímenes horrendos que se producen en lo que se llama violencia doméstica o de género. Pero ¿qué demonio malvado puede sustituir el amor por el odio? La familia se construye día a día con generosidad y alegría, fomentado el “buen rollo”, frente a cualquier competitividad innecesaria.

Y que la Sagrada Familia de Nazaret proteja a todas las familias del mundo y que la paz y el amor presidan la vida familiar. Hemos de rezar ardorosamente para conseguir esto y hoy es el mejor día para hacerlo.

Ángel Gómez Escorial

Comentario al evangelio – La Sagrada Familia

El pan de cada día

      Cuando leemos los libros de historia se nos puede quedar la impresión de que todo se centra en algunos grandes acontecimientos: el día en que se libró una batalla, el día en que se firmó un tratado de paz o el día en que tuvo lugar un descubrimiento científico. Pero la historia real no es eso. No es sólo eso. La historia se hace en el día a día de muchas personas que se esfuerzan, que luchan, que se alegran, que disfrutan, que enferman… La vida de una familia no se puede centrar sólo en la celebración de los cumpleaños, de las vacaciones o en algunos otros acontecimientos especiales. La vida de una familia se hace en el día a día, en la limpieza de la casa, en el esfuerzo por levantarse y hacer que todos estén a tiempo para ir a sus trabajos, en la contribución diaria para que todos sean felices y se sientan bien en casa. La vida de una familia se hace en el amor, el respeto, la paciencia y el diálogo. La vida de una familia se juega en el pan de cada día y no en el banquete del día de la fiesta.

      Hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia. Fueron una familia normal y corriente. María y José tuvieron que trabajar duramente (no se trabajaba de otra forma en aquellos tiempos). Su vida de familia se compuso de muchos días de semana, llenos de trabajo, de preocupaciones, de alegrías y penas compartidas, de paciencia, amor, diálogo y respeto mutuo. Días en que no se celebraba nada especial, simplemente se vivía. Pero precisamente ahí en ese día a día fue donde se fraguó la santidad de aquella familia. Hoy se convierte para nosotros en signo del amor de Dios en nuestro mundo y modelo de nuestra vida de familia. Modelo de los días de fiesta y modelo de los días de diario

      Hoy nuestras familias se tienen que mirar en aquel espejo. El objetivo no es vivir como vivieron Jesús, José y María. La vida ha cambiado mucho desde entonces. Los problemas que tenemos que enfrentar nosotros no son los mismos que los que tuvo que enfrentar aquella familia. Sin duda que la relación entre los esposos ha cambiado, también la relación de los hijos con los padres y de estos con los hijos. Pero hay algo que no puede cambiar: la vida de una familia se construye sobre la base del amor y el respeto mutuo con grandes dosis de paciencia y diálogo. La violencia, la rigidez, la incomunicación llevan con seguridad a la destrucción del hogar y a la larga a la destrucción de las personas que lo forman. Amor, respeto, paciencia y diálogo son la base segura sobre la que podemos afianzar la vida de nuestras familias. De ese modo, como la familia que fueron Jesús, María y José, nuestras familias serán también un signo de la presencia amorosa de Dios en medio de nuestro mundo. 

Para la reflexión

      ¿En qué podemos mejorar la vida de nuestra familia? Sería bueno que la familia al completo se reuniese para dialogar sobre ello, señalar 2 ó 3 puntos concretos y hacer algún compromiso concreto. La reunión podría terminar con un momento de acción de gracias por la vida y el amor compartidos.

Fernando Torres, cmf