I Vísperas – Epifanía del Señor

I VÍSPERAS

EPIFANÍA DEL SEÑOR, Solemnidad

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Confiada mira la luz dorada
que a ti hoy llega, Jerusalén:
de tu Mesías ve la alborada
sobre Belén.

El mundo todo ve hoy gozoso
la luz divina sobre Israel;
la estrella muestra al prodigioso
rey Emmanuel.

Ya los tres magos, desde el Oriente,
la estrella viendo, van de ella en pos;
dan sus primicias de amor ferviente
al niño Dios.

Ofrenda de oro que es Rey declara,
incienso ofrece a Dios su olor,
predice mirra muerte preclara,
pasión, dolor.

La voz del Padre, Cristo, te llama
su predilecto, sobre el Jordán.
Dios en los hombres hoy te proclama
valiente Juan.

Virtud divina resplandecía
del que del agua vino sacó,
cuando el anuncio de eucaristía
Caná bebió.

A darte gloria, Señor, invita
la luz que al hombre viniste a dar,
luz que nos trae gloria infinita
de amor sin par. Amén.

SALMO 134

Ant. Engendrado antes de la aurora de los siglos, el Señor, nuestro Salvador, hoy se ha manifestado al mundo.

Alabad el nombre del Señor,
alabadlo, siervos del Señor,
que estáis en la casa del Señor,
en los atrios de la casa de nuestro Dios.

Alabad al Señor porque es bueno,
tañed para su nombre, que es amable.
Porque él se escogió a Jacob,
a Israel en posesión suya.

Yo sé que el Señor es grande,
nuestro dueño más que todos los dioses.
El Señor todo lo que quiere lo hace:
en el cielo y en la tierra,
en los mares y en los océanos.

Hace subir las nubes desde el horizonte,
con los relámpagos desata la lluvia,
suelta a los vientos de sus silos.

Él hirió a los primogénitos de Egipto,
desde los hombres hasta los animales.
Envió signos y prodigios
—en medio de ti, Egipto—
contra el Faraón y sus ministros.

Hirió de muerte a pueblos numerosos,
mató a reyes poderosos:
a Sijón, rey de los amorreos,
a Hog, rey de Basán,
y a todos los reyes de Canaán.
Y dio su tierra en heredad,
en heredad a Israel, su pueblo.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Engendrado antes de la aurora de los siglos, el Señor, nuestro Salvador, hoy se ha manifestado al mundo.

SALMO 134

Ant. El Señor es grande, nuestro dueño más que todos los dioses.

Señor, tu nombre es eterno;
Señor, tu recuerdo de edad en edad.
Porque el Señor gobierna a su pueblo
y se compadece de sus siervos.

Los ídolos de los gentiles son oro y plata,
hechura de manos humanas:
tienen boca y no hablan,
tienen ojos y no ven,

tienen orejas y no oyen,
no hay aliento en sus bocas.
Sean lo mismo los que los hacen,
cuantos confían en ellos.

Casa de Israel, bendice al Señor;
casa de Aarón, bendice al Señor;
casa de Leví, bendice al Señor,
fieles del Señor, bendecid al Señor.

Bendito en Sión el Señor,
que habita en Jerusalén.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor es grande, nuestro dueño más que todos los dioses.

CÁNTICO de TIMOTEO

Ant. Esta estrella resplandece como llama viva y revela al Dios, Rey de reyes; los magos la contemplaron y ofrecieron sus dones al gran Rey.

Alabad al Señor, todas las naciones.
Cristo, manifestado en la carne,
justificado en el Espíritu.

Alabad al Señor, todas las naciones.
Cristo, contemplado por los ángeles,
predicado a los paganos.

Alabad al Señor, todas las naciones.
Cristo, creído en el mundo,
llevado a la gloria.

Alabad al Señor, todas las naciones.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Esta estrella resplandece como llama viva y revela al Dios, Rey de reyes; los magos la contemplaron y ofrecieron sus dones al gran Rey.

LECTURA: 2Tm 1, 9-10

Dios nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestros méritos, sino porque, desde tiempo inmemorial, dispuso darnos su gracia, por medio de Jesucristo; y ahora esa gracia se ha manifestado al aparecer nuestro Salvador Jesucristo, que destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal por medio del Evangelio.

RESPONSORIO BREVE

R/ Será la bendición de todos los pueblos.
V/ Será la bendición de todos los pueblos.

R/ Lo proclamarán dichoso todas las razas de la tierra.
V/ Todos los pueblos.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Será la bendición de todos los pueblos.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Los magos, al ver la estrella, se dijeron: «Éste es el signo del gran Rey; vamos a su encuentro y ofrezcámosle nuestros dones: oro, incienso y mirra.» Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Los magos, al ver la estrella, se dijeron: «Éste es el signo del gran Rey; vamos a su encuentro y ofrezcámosle nuestros dones: oro, incienso y mirra.» Aleluya.

PRECES

Veneremos, con grandísimo gozo, a nuestro Salvador, que en este día fue adorado por los magos, y digámosle:

Salva, Señor, la vida de los pobres.

Oh Rey de las naciones, que llamaste a los magos, como primicia de los pueblos gentiles, para que te adoraran,
— danos el espíritu de adoración y servicio.

Rey de la gloria, que riges a tu pueblo con justicia,
— concede a los hombres paz abundante.

Rey eterno, que subsistes por los siglos,
— haz que tu palabra penetre en nuestros corazones como la llovizna que empapa la tierra.

Rey de justicia, que quieres librar al pobre que no tiene protector,
— ten piedad de los desgraciados y afligidos.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Oh Señor, cuyo nombre es bendito por los siglos,
— haz partícipes a nuestros hermanos difuntos de las maravillas de tu salvación.

Unidos fraternalmente como hermanos de una misma familia, invoquemos al Padre común:
Padre nuestro…

ORACION

Señor, tú que en este día revelaste a tu Hijo unigénito a los pueblos gentiles, por medio de una estrella, concede a los que ya te conocemos por la fe poder contemplar un día, cara a cara, la hermosura infinita de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.


CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

Anuncio publicitario

Lo que era Dios, era la Palabra

Es improbable que este texto haya salido de la pluma de un solo autor. Es más bien un himno litúrgico elaborado a través del tiempo por la comunidad. Se trataría de una comunidad eminentemente mística, en la que todos los miembros vivían una íntima unión con Dios y que expresaban esa vivencia en la liturgia. Solo así se explica la cantidad y la profundidad de las ideas que se van desgranando a través del texto. En realidad, es todo el evangelio condensado. El redactor último del evangelio, lo colocó al principio como introducción, pero podía haberlo puesto al final como epílogo de la obra.   

Por supuesto que es un evangelio que desborda el ámbito de una homilía. Pretender una explicación exhaustiva, sería una locura. Para mí, la idea envolvente de todo el relato es la íntima interconexión de lo humano y lo divino. Ésta es la experiencia en la que todos los místicos de todas las religiones y todos los tiempos, coinciden. Una vez superados los primeros estadios de la religiosidad, en la que la relación era con un ser superior y externo, se entró en la dinámica de la mística, es decir, en la relación del hombre con el Dios que es la base de su propio ser y con el que se identifica en lo más íntimo.

Al principio es la misma palabra con que empieza el Génesis. Esto no es casual, es propósito del himno, hacer referencia al principio de la Biblia. Lo que es la Palabra entra dentro del plan de la creación de Dios. La encarnación será precisamente la culminación de la creación. En el principio, cuando Dios crea el cielo y la tierra, la Palabra ya existía. El imperfecto indica la duración de una acción. La palabra no comenzó, porque estaba ya allí. Cuando todo pasaba del no ser al ser, la Palabra permanecía en el ser.

Ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios y Dios era la Palabra. Tres frases con la misma estructura. Construidas con verbo “sum” y ligadas con la conjunción “et”. Las tres formadas por los elementos imprescindibles: sujeto, verbo y complemento. El sujeto es siempre el mismo “la Palabra”. El verbo también es el mismo en griego y en latín, “era”; en español se desdobla en tres significados: Existía, estaba, era; así se evita la monotonía. En griego y en latín, empezar la frase siguiente “incluyendo” la última palabra de la anterior. Con ello el texto adquiere una cohesión y una fuerza increíbles.

Logos es un término que se empleaba en filosofía desde hacía mucho tiempo, pero el significado que se le quiere dar aquí no tiene paralelo en los textos bíblicos ni en la literatura profana. Se trata de un concepto original. Por eso es tan difícil concretar lo que nos quiere decir. Desde un punto de vista intelectual es imposible comprenderlo. Solo después de una experiencia mística se podrá entender. La comunidad llegó a este concepto por un despliegue continuado de la experiencia pascual. Descubriendo en Jesús la presencia de Dios, fueron capaces de entender la implicación de Dios en Jesús.

Logos, Verbo, Palabra, Proyecto querría expresar el más elevado plan de Dios sobre la creación. En el AT, Dios obra por medio de su Palabra. Pero la palabra es siempre expresión de una idea. La idea, el plan que Dios tenía era lo primero. Una vez que Dios tiene la idea, pronuncia la palabra que es capaz de hacer realidad la idea. Dios se vuelca totalmentesobre la palabra que pronuncia y no se reserva nada para sí; por eso lo que era Dios lo era la Palabra. Si, como nos dice la teología, en Dios el pensar, el obrar y el ser son la misma realidad, podemos imaginar la unidad que se quiere expresar.  

Al insistir en que “estaba junto a Dios”, nos esta advirtiendo de una “no identificación”. Por dos veces nos dice que “la Palabra estaba junto a Dios”. “Junto a Dios” (pros ton Theon)= vuelto hacia, junto a. Indica a la vez proximidad y distinción. En íntima unión, pero por relación dinámica, no por identificación. Esto no siempre lo hemos tenido en cuenta. La tercera frase no es nada fácil de comprender. Podíamos traducir: lo que era Dios, lo era la Palabra;  y  también: Un ser divino era el proyecto. Para los judíos, Dios era el totalmente trascendente; no podía haber otro. Para los helenistas, el peligro era el politeísmo. Por eso nos dice que ni es una “mónada” aislada ni son dos seres.

Ella contenía vida, y la vida era la luz del hombre. Es muy importante que nos demos cuenta de lo que dice. La Vida es primero que la luz. La ilumina­ción viene precisamente porque ha llegado la Vida. Esto va más allá de lo que dice el Génesis, que la Luz fue lo primero. Está más allá también de las ideas judías. Para ellos la Ley era la luz que ilumina y salva. Esta idea de que la Vida es anterior a la luz, es clave para entender el evangelio de Juan. Dios, por medio de la Palabra, comunica la Vida y es la Vida comunicada la que da luz. Se entiende mal a Jn, si se quiere ver en Jesús un maestro de verdades que dan vida.

El mundo no la reconoció. Los suyos no la acogieron. Para el AT el pecado era no obedecer a Dios. Para Jn, es no reconocer a Jesús. Estaba en el mundo como aquel por quien el mundo fue hecho, pero los hombres no conocieron a Dios a través de la creación. No hay que entenderlo en el sentido intelectual griego, sino en el sentido semita. Conocimien­to que entraña una actitud de fidelidad a Dios. “Los suyos” son el pueblo judío, representado en sus dirigentes, que rechazaron a Jesús.

A cuantos le recibieron, los ha hecho capaces de hacerse hijos de Dios. Se trata de una afirmación rotunda y desorbitada. Dios es siempre Padre, pero el ser hijo depende de cada ser humano. En el AT ya se aplicaba el título de hijo de Dios: a) A los ángeles. b) Al rey. c) Al pueblo judío en su conjunto. Ninguna de estas ideas sirve para comprender lo que Juan quiere decir. En el NT, Padre se aplica a Dios como aquel que comunica su misma Vida divina. Podíamos decir que la Vida que había en la Palabra se comunica al que la acepta. Lo importante no es nacer de la carne y de la sangre, sino de Dios. La fe en Jesús nos capacita para actuar como Dios, para hacer presente a Dios , para ser hijos.

Si creen en su nombre. Ya sabemos lo que significa creer para la Biblia. En ningún caso se trata de aceptar unas verdades teóricas (doctrina). Para la Biblia lo que importa es la persona. Tener fe es confiar en la persona; es vivir que el otro es para ti y tú para el otro. Para traducirlo, tendríamos que unir dos palabras: confianza en, y fidelidad a...   

La Palabra se hizo carne. Todo el relato está orientado a esta idea clave. La “carne” no es ya lo contrario del Espíritu, sino su aliado. Según la visión judía, carne era el aspecto más bajo de la criatura humana, pero era también lo que hacía posible el Espíritu en el hombre. Quiere decir que no puede haber Espíritu si no hay carne. Esta idea tenía que hacernos cambiar el sentido maniqueo que seguimos teniendo de la creación. Si Jesús dijo a Nicodemo que había que nacer del Espíritu, es porque existe esa posibilidad y la clave de una vida humana es aprovecharla y no quedarse en el nivel de la pura carne.

Entrar en la dinámica de este texto sería vivir la realidad de un Dios que se hace uno con la criatura. El “Proyecto” de Dios es desplegarse en el hombre. Pero como el Proyecto y Dios es la misma cosa, el único Dios está disponible en el hombre. En el Hombre Jesús, se ha manifestado de una manera incontestable, pero la meta es que se manifieste en todo ser humano. En adelante, no tendrá sentido buscar a Dios fuera del hombre. Dios no se encuentra ni en los templos ni en los sacrificios ni en la liturgia. Para mí, ésta es la esencia del evangelio. Ésta es la “buena noticia”. Esto es el “Reino que es Dios”.

 

Fray Marcos

La sabiduría y la Palabra

Una homilía problemática

Predicar este año 2020 el segundo domingo después de Navidad es un desafío. La mayoría de los fieles estarán pensando en la cabalgata de Reyes que se celebrará por la tarde o en los regalos que van a hacer o recibir. Si la misa es por la tarde, ya no se dice la del domingo sino la de la Vigilia de la Epifanía. Y el evangelio es el Prólogo de san Juan, el mismo que se leyó en la tercera misa del día de Navidad, con la posibilidad de eliminar las partes referentes a Juan Bautista.

Una buena escapatoria (la segunda lectura: Efesios 1,3-6.15-18)

El sacerdote puede refugiarse en la segunda lectura, Aunque tampoco sea demasiado fácil, contiene ideas importantes, fáciles de entender y que debemos poner en práctica: bendecir a Dios por todos los bienes que nos ha concedido, especialmente por ser sus hijos; darle gracias por todas las personas buenas que nos han ayudado y siguen ayudando con su ejemplo y su fe; pedirle conocer cada día más y mejor a su hijo Jesucristo. Con esto podrían volver los fieles a sus casas más que satisfechos. Pero no habríamos dichos nada de la primera lectura y del evangelio. En el comentario que envié para el día 25 traté el Prólogo de Juan. Ahora ofrezco unas ideas más fáciles de predicar comparándolo con la primera lectura.

La visión optimista de la primera lectura (Eclesiástico 24,1-4.12-16)

Las conquistas de Alejandro Magno, a finales del siglo IV a.C., supusieron una gran difusión de la cultura griega. En Judea, como en todas partes, los griegos ejercían un influjo enorme: cada vez se hablaba más su lengua, se imitaban sus costumbres, se construían edificios siguiendo su estilo, se abrían gimnasios, se enseñaba la doctrina de sus filósofos. Los judíos, al menos la clase alta, estaban encandilados con la sabiduría de Grecia. Sin embargo, algunos autores no compartían ese entusiasmo. Para ellos, la sabiduría griega era un producto reciente, obra del ingenio humano, y tenía su templo en un lugar pagano, Atenas. La verdadera sabiduría es eterna, procede de Dios, y reside en Jerusalén. Esto es lo que dice Jesús ben Sira, autor del libro del Eclesiástico, con un optimismo fuera de lo común.

La Sabiduría existe desde el principio, creada por Dios antes de los siglos; reside en la asamblea del Altísimo, donde es alabada, admirada y bendecida por todos. Entonces Dios decide trasladar su morada a Jerusalén, en la ciudad santa y escogida, y echa raíces en la porción del Señor. Ni una nube ensombrece el horizonte. La relación entre la Sabiduría eterna y el pueblo de Israel es perfecta.

La visión pesimista/optimista del evangelio (Juan 1,1-18)

Aunque en la Iglesia primitiva se identificó a Jesús con la Sabiduría de Dios, el autor del cuarto evangelio prefiere el término Palabra (muy frecuente en la teología judía de la época, con claras referencias a los antiguos profetas que recibían la palabra del Señor y la proclamaban). [No me entusiasma el cambio de la liturgia actual que usa Verbo en vez de Palabra.]

De esa Palabra comienza hablando con el mismo optimismo que el Eclesiástico: existía desde el principio, estaba junto a Dios, era Dios, todo fue hecho por medio de ella, en ella había vida y era luz de los hombres.

Pero, cuando Dios decide que la Palabra venga al mundo, «el mundo no la conoció». Ni siquiera Israel, su propio pueblo. «Vino a su casa y los suyos no la recibieron». Estamos en las antípodas de esa Sabiduría acogida y alabada de la que hablaba el libro del Eclesiástico.

¿Fracaso total? No. Algunos están dispuestos a recibirla, se convierten en hijos de Dios y contemplan su gloria, lleno de gracia y de verdad.

Jesús es el mayor regalo de Dios, idea que encaja muy bien en la Víspera de Reyes. Por desgracia, muchos no aprecian ese regalo y lo rechazan. Quienes lo acogemos tenemos motivos de sobra para agradecer la venida de «este Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad».

José Luis Sicre 

Comentario – Domingo II de Navidad

Este segundo domingo después de Navidad quiere ser una especie de réplica de la Navidad. De hecho, hoy se vuelve a repetir el mismo evangelio de ese día. Volvemos a escuchar de labios de san Juan: Y la Palabra se hizo carne. Conocíamos palabras que se habían hecho cuento, novela o poema, palabras que se habían hecho canción, copla o diálogo, oración, súplica o acción de gracias, palabras hechas regalo, consuelo, bálsamo, estímulo, amenaza, intimidación, acicate, anestésico, medicina, etc. Son los devenires de nuestras palabras, incluida también la palabra de Dios que encontramos en el Libro de los libros, la Biblia. Pero ninguna de estas palabras había llegado a hacerse propiamente carne y carne de hombre, carne humana. Sólo la palabra que estaba junto a Dios (Padre) a modo de Hijo y era Dios se hizo carne. Así designa san Juan al «niño nacido en Belén», como el Verbo (=la Palabra) hecho carne de un recién nacido.

Esa Palabra, siendo Dios (porque era Dios) estaba junto a Dios, por tanto, se distinguía de Dios. Luego era igual (Dios) y distinto (=otro) al mismo tiempo. Ello nos sitúa ante el misterio de nuestro Dios: uno y plural (trino), con distinción, pero sin separación. El Hijo, siendo Dios como el Padre, es distinto de él en cuanto Hijo. El Hijo no es una criatura, porque estaba en el principio intemporal en que está Dios, porque es Dios, como querían los arrianos del siglo IV. Nicea dirá contra esta opinión herética: engendrado, no creado: engendrado sí, porque es Hijo; creado no, porque no procede de Dios por creación. Tampoco es Dios Padre, como pretendían los sabelianos, confundiendo a las personas, al considerar que el Hijo era simplemente otra manifestación o presentación, otro rostro (prosopon), del que antes se había manifestado como Padre. Pero por este camino de puras manifestaciones o de simples apariencias destruían la Trinidad (real) de personas en Dios.

Pero Jesús no es simplemente la Palabra que estaba junto a Dios era Dios, sino la Palabra que, sin dejar de ser lo que era, se hizo carne, es decir, hombre, hombre real y no una apariencia de hombre, como querían los docetas. La desnuda apariencia de su humanidad habría reducido a pura apariencia (sin consistencia real) todos sus actos humanos, actos psicosomáticos, desde el comer y el dormir hasta el sufrir y el morir. Todo en la vida de Jesús habría resultado engañoso: apariencia carente de realidad. Pero no, el Hijo de Dios se hizo hombre naciendo de mujer. Y se hizo hombre íntegro, no hombre a medias, esto es, con un cuerpo de hombre, pero sin alma humana, como pretendieron los apolinaristas, temerosos de poner en Cristo un alma tan frágil y propensa al pecado como la nuestra o de introducir dos principios operativos en Cristo destruyendo su unidad. Todavía hubo quienes le concedieron alma, pero le privaron de voluntad humana, temerosos también de poner en Jesús un principio autónomo de decisión distinto de su naturaleza divina. Eran los monoteletas de Eutiques, también condenados por la Iglesia.

Luego el Verbo de Dios se hizo hombre y hombre íntegro, es decir, sin que le faltara nada de lo que al hombre le corresponde tener por naturaleza: corporeidad, inteligencia, voluntad y sensibilidad humanas, capacidad para sufrir, para llorar, para reír, para sentir… En todo semejante a nosotros, menos en el pecado; pero el pecado no es naturaleza humana, aunque históricamente este muy ligado a ella desde sus comienzos.

Admiremos, pues, este misterio de encarnación que nos revela el soberano e inmenso amor de Dios -lo que los Santos Padres llamaban «filantropía divina»- que tuvo que recorrer una distancia tan grande -si es que podemos hablar en estos términos-, la distancia que va de lo infinito a lo finito, para estar junto a nosotros como uno de nosotros. Nos hallamos ante el misterio de la condescendencia divina. No es extraño, por tanto, que se hable de la encarnación como un descenso (cristología descendente) del que era de condición divina, un descenso de lo superior a lo inferior. Así se ha revelado el amor de Dios.

No exageramos, pues, cuando hablamos de un amor infinito, es decir, un amor que no encuentra límites, aunque no sepamos medir con exactitud el alcance de esta palabra ilimitada. Pero quizá el modo de realización del hecho nos diga algo de su desmesura. La humildad en la que nace: sólo unos pocos, y de escasa consideración social, tuvieron noticia del mismo, siendo éste un hecho tan inusitado y deslumbrante en sí. La paciencia con quienes no escucharon ni escuchan el mensaje de la Navidad o quieren incluso reducirlo al silencio. Parece imposible que siendo, como es la Palabra de Dios, haya quienes la rechacen o se mantengan al margen de ella.

Porque se trata del Verbo que nos ha creado (todo se hizo por medio de él): un Verbo en el que hay vida, y la vida de Dios, puesto que es Dios; más aún, que es la fuente de toda vida: sin él, sin esta vida fontal, cualquier otro tipo de vida es inviable, ni puede brotar, ni se puede sostener. Y así, viva, es la luz verdadera que alumbra a todo hombre. ¿Cómo es posible que esta luz tan potente y originaria pueda ser resistida por cualquier tiniebla mundana o humana, por tenebrosa que sea? Sólo puede ser resistida si amortigua su resplandor. Esto es precisamente lo que sucede en la encarnación de ese Palabra, de esa Vida y de esa Luz. La Palabra hecha carne es una palabra oculta en esa misma carne (humana), que deja ver su gloria (=su divinidad), pero como eclipsadapor la carne que la oculta y a través de la cual se manifiesta.

Jesús es, pues, la manifestación de la Palabra que estaba junto a Dios y que era Dios, pero en esta forma amortiguada de la carne o de lo humano. Esta es la razón de que semejante manifestación pueda ser resistida y no acabe de deshacer la tiniebla de la incredulidad: la misma razón por la que muchos pueden no creer en su misteriosa (=oculta) presencia en la eucaristía (otra forma de carne). Pero el misterio del rechazo y de la incredulidad humana (la no recepción de los suyos) va ligado al misterio de la libertad humana. No hay verdadera aceptación de la Palabra o de la Luz que viene a este mundo, sin libertad. Y la libertad parece exigir la manifestación acrisolada de esta Palabra (o Luz) en la carne que la oculta y que la muestra, porque en ella se da a conocer como Hijo y nos da a conocer al Padre. A cuantos le reciben les da poder para ser hijos de Dios¸ santos e irreprochables, para conocer a Dios, para comprender la esperanza a la que nos llama, la riqueza de gloria que nos espera: poder para amar y amarnos, poder para superar el pecado y la muerte, poder para ser como él.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

234. En el Sínodo se exhortó a construir una pastoral juvenil capaz de crear espacios inclusivos, donde haya lugar para todo tipo de jóvenes y donde se manifieste realmente que somos una Iglesia de puertas abiertas. Ni siquiera hace falta que alguien asuma completamente todas las enseñanzas de la Iglesia para que pueda participar de algunos de nuestros espacios para jóvenes. Basta una actitud abierta para todos los que tengan el deseo y la disposición de dejarse encontrar por la verdad revelada por Dios. Algunas propuestas pastorales pueden suponer un camino ya recorrido en la fe, pero necesitamos una pastoral popular juvenil que abra puertas y ofrezca espacio a todos y a cada uno con sus dudas, sus traumas, sus problemas y su búsqueda de identidad, sus errores, su historia, sus experiencias del pecado y todas sus dificultades.

Lectio Divina – Domingo II de Navidad

Un retrato diverso de Jesús – Las palabras de un Cántico de la Comunidad (Juan 1,1-18)

1. Oración inicial

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús.

Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.

Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

2. Lectura Juan 1,1-18

a) Clave de lectura – el contexto literario:

Este domingo meditamos sobre el Prólogo solemne del Evangelio de Juan. El Prólogo es el portón de entrada. Es la primera cosa que se escribe. Es como un resumen final, puesto al principio. Bajo la forma de una poesía profunda, misteriosa y muy solemne, Juan ofrece un resumen de todo aquello que dirá sobre Jesús en los veintiún capítulos de su evangelio. Probablemente esta poesía era de un cántico de la comunidad, utilizado y adaptado después por Juan.. El cántico comunicaba la experiencia que la comunidad tenía de Jesús, Palabra de Dios. También hoy, tenemos muchos cantos y poesías que tratan de traducir y comunicar quién es Jesús para nosotros. Revelan la experiencia que nuestras comunidades tienen de Jesús. Una poesía es como un espejo. Ayuda a descubrir las cosas que están dentro de nosotros. Cada vez que escuchamos o repetimos con atención una poesía, descubrimos cosas nuevas, sea en la poesía misma, como dentro de nosotros.

En el curso de la lectura del prólogo del evangelio de Juan es bueno activar la propia memoria y tratar de recordar cualquier cántico o poesía sobre Jesús, de nuestra infancia, una que haya marcado nuestra vida.

b) Una división del texto para ayudarnos en la lectura:

Juan 1,1-5: La Palabra de Dios es luz para todos los seres humanos
Juan 1,6-8: Juan Bautista no era la Luz
Juan 1,9-11: Los suyos no lo han recibido
Juan 1, 12-13: Los que lo reciben llegan a ser hijos de Dios
Juan 1,14: La Palabra se hizo carne
Juan 1,15-17: Moisés dio la Ley, Jesús da la Gracia y la Verdad.
Juan 1,18: Es como la lluvia que lava

a) El texto:

En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio junto a Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada Lo que se hizo en ella era la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron. Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Éste vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre, viniendo a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; los cuales no nacieron de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre sino que nacieron de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Unigénito, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y clama: «Este era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo.» Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre, él lo ha contado.

3. Un momento de silencio orante

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

4. Algunas preguntas

para ayudarnos en la meditación y en la oración.

i) ¿Qué frase del Prólogo te ha llamado más la atención?
ii) ¿Cuáles son las imágenes usadas por Juan en esta poesía para decir qué era Jesús para la Comunidad?
iii) ¿Cuál es la cosa nueva que la poesía de Juan hace descubrir en mi?
iv) La poesía de Juan dice: “La Palabra vino entre su gente, pero los suyos no la recibieron” (Jn 1,11). ¿Qué significa esta frase? ¿Cómo sucede esto hoy?
v) ¿Cuáles son los hechos o las personas del Antiguo Testamento que se recuerdan en el Prólogo?

5. Para aquellos que desean profundizar más en el texto

a) El contexto:

Sobre el Prólogo de Juan se han escrito multitud de libros. Y cada año se publican nuevos. Pero no agotarán el contenido del tema. Y esto porque el Prólogo es como un manantial, como una fuente. Cuanto más agua se saca del manantial, más agua dará. Quien mete su cabeza sobre el mismo manantial o fuente y mira dentro, ve su rostro reflejado en el agua de la fuente. Describiendo el rostro que se ve, se describen dos cosas: se comenta el agua de la fuente, el prólogo, y se dice aquello que se ha descubierto en el interior de la persona misma.

El Prólogo ayuda a entender porqué el IV Evangelio es tan diverso de los otros evangelios. En el Prólogo Juan nos prsenta la visión que él tiene de Jesús, Palabra de Dios y describe el recorrido de la Palabra. Ella estaba junto a Dios desde el principio de la creación y por medio de ella todo fue creado. Todo cuanto existe es una expresión de la Palabra de Dios. Y aún estando presente en todo, el Verbo ha querido meterse todavía más junto a nosotros y por esto se ha hecho carne en Jesús, ha vivido en medio de nosotros, ha desarrollado su misión y ha vuelto al Padre. Jesús es la Palabra viva de Dios. En todo lo que dice y hace se revela el Padre: “¡Quien me ve , ve al Padre! (Jn 14,9). Él y el Padre “somos una misma cosa” (Jn 10,30)

b) Comentarios al texto:

Juan 1,1-5: La Palabra de Dios es luz para todo ser humano

Diciendo “Al principio existía la Palabra”, Juan nos hace pensar en la primera frase de la Biblia que dice: “Al principio Dios creó el cielo y la tierra” (Gén 1,1). Dios creó mediante su Palabra. “Él habló y las cosas comenzaron a existir” (Sal 33,9; 148,5). Todas las creaturas son una expresión de la Palabra de Dios. Aquí, desde el principio, tenemos la primera señal de la apertura ecuménica y ecológica del Quarto Evangelio.

El Prólogo dice que la presencia universal de la Palabra de Dios es vida y luz para todo ser humano. Pero la mayoría de las personas no perciben la Buena Noticia de la presencia luminosa de la Palabra de Dios en sus vidas. La Palabra viva de Dios, presente en todas las cosas, brilla en las tinieblas, pero las tinieblas no la vencieron.

Juan 1,6-8: Juan Bautista no era la Luz

Juan Bautista vino para ayudar a la gente a descubrir esta presencia luminosa y consoladora de la Palabra de Dios en la vida. El testimonio de Juan Bautista fue tan importante, que hasta el final del primer siglo, época en que fue escrito el Quarto Evangelio, vivían personas que pensaban que él, Juan, ¡fuese el Mesías! (Act 19,3; Jn 1,20). Por esto, el Prólogo aclara diciendo: “¡Juan no era la Luz! ¡Vino para dar testimonio de la luz!”

Juan 1,9-11: Los suyos no la acogieron

Así como la Palabra de Dios se manifiesta en la naturaleza, en la creación, así ciertamente se manifiesta en el “mundo”, o sea, en la historia de la humanidad, y en particular, en la historia del pueblo de Dios.

Cuando se habla de mundo, Juan quiere indicar un sistema, sea el del imperio como el de la religión de la época, sistemas cerrados en sí mismos y por tanto incapaces de reconocer y de recibir la presencia luminosa de la Palabra de Dios. El “mundo”, ni lo reconoció, ni acogió la Palabra. Desde los tiempos de Abrahán y Moisés, la Palabra “ vino a los suyos, pero los suyos no la reconocieron”

Juan 1,12-13: Los que lo aceptan llegan a ser hijos de Dios

Pero aquellas personas que se abrieron aceptando la Palabra, llegaron a ser hijos de Dios. La persona llega a ser hijo de Dios no por propio mérito, sino por el simple hecho de tener confianza y creer que Dios, en su bondad, nos acepta y nos acoge. La Palabra entra en la persona y hace que ésta se sienta acogida por Dios como hijo, como hija. Es el poder de la gracia de Dios.

Juan 1,14: La Palabra se hizo carne

Dios no quiere estar lejos de nosotros. Por esto su Palabra se hizo vecina a nosotros y se hizo presente en medio de nosotros en la persona de Jesús. El Prólogo dice literalmente: “La Palabra se hizo carne y puso su tienda entre nosotros”. Antiguamente, en el tiempo del Éxodo, Dios moraba en una tienda, no en medio del pueblo. Ahora la tienda donde Dios mora con nosotros es Jesús “lleno de gracia y de verdad”. Jesús viene a revelar quién es este Dios que está presente en todo, desde el principio de la creación.

Juan 1,15-17: Moisés dio la Ley, Jesús ha venido a traer la Gracia y la Verdad

Estos versos nos dan testimonio de Juan Bautista. Juan comenzó su predicación antes que Jesús, pero Jesús existía antes que él. Jesús es la Palabra que ya estaba en Dios desde antes de la creación. Moisés, dándonos la Ley, nos manifestó la voluntad de Dios. Jesús nos da la plenitud de la gracia y de la verdad que nos ayudan a entender y a observar la Ley

Juan 1,18: Es una lluvia que lava

Este último verso lo resume todo. Evoca la profecía de Isaías, según la cual la Palabra de Dios es como una lluvia que viene del cielo y no regresa a él sin haber realizado su misión aquí sobre la tierra (Is 55,10-11). Así es el camino de la Palabra de Dios. Viene de Dios y desciende entre nosotros en la persona de Jesús. Mediante la obediencia de Jesús, realiza su misión aquí en la tierra. En la hora de su muerte, Jesús entrega su espíritu y vuelve al Padre (Jn 19,30). Cumplida la misión que había recibido.

c) Profundizando: las raíces del Prólogo del evangelio de Juan:

La raiz de la Sabiduria Divina – El Evangelio de Juan es un texto poético y simbólico. Es difícil decir de dónde extrae el auor las ideas e imágenes tan bellas para construir esta poesía. Una cosa sin embargo es cierta: que en su cabeza rondaba la preocupación por demostrar que en Jesús se realizaron todas las profecías del Antiguo Testamento. Por esto, hablando de Jesús, evoca puntos centrales del Antiguo Testamento. En el Prólogo, encontramos muchas semejanzas con los poemas del Antiguo Testamento que presentan a la Sabiduria Divina bajo la forma de una persona (Pro 9,1-6), que ya existía antes de todas las cosas. Participó en la creación del mundo como artista y artífice del universo, recreándose en la superficie de la tierra y regocijándose con la humanidad (Pro 8,22-31). Deseosa de relaciones amistosas, invita a las personas a probar la dulzura de su miel y de sus frutos (Eccl 22,18-20). Por las calles, en las plazas y en las encrucijadas anuncia su palabra y pide seguir sus consejos (Pro 1,18-20). La Sabiduría es luz y vida: “Si bien es única, ella lo puede todo; aún permaneciendo en sí misma, todo lo renueva. Ella es en realidad más bella que el sol y supera a cualquier constelación de astros” (Sab 7,26-29; cfr 1Jn 1,5). Ciertamente las comunidades de Juan conocían estos pasajes y Juan se inspiró en ellos para componer el poema con el que empieza su evangelio.

La raiz apocalíptica – Hay otro punto de vista que tuvo su influjo en el prólogo del Cuarto Evangelio. En el Antiguo Testamento había una creencia popular, llamada Apocalíptica, según la cual junto a Dios, en el cielo, estaban dos personajes para ayudarlo a gobernar el mundo y a juzgar la humanidad: un acusador (Jn 1,6) y un defensor o redentor (Jn 19,25). El Acusador mantenía a Dios informado sobre nuestras fechorías. El Defensor o Avogado asumía nuestra defensa ante el Juez. El Acusador en hebreo se dice Satanás. El Defensor es Go’el. Los primeros cristianos decían: “Jesús es nuestro Defensor o Salvador ante Dios (Lc 2,11). Para defendernos ha bajado del cielo y , estando aquí en la tierra, tomó nuestros dolores, vino a vivir como nosotros y se hizo nuestro siervo. Cargó sobre él las acusaciones que el acusador hacía contra nosotros y las eliminó, clavándolas en la cruz” (Col 2,13-15). Así el Acusador (satanás) perdió su función y fue arrojado fuera del cielo (Ap 12,7-9).¡ Jesús vino a liberarnos! Mediante su muerte y resurrección, Él se convirtió en nuestro Defensor (Goel). Resucitado, volvió al Padre abriendo el camino a todos nosotros. Él es el camino, la verdad y la vida que nos devuelve a la casa del Padre. Este es el resumen del prólogo que es también el resumen de todo el evangelio de Juan.

6. Oración: Salmo 19 (18)

“¡La Palabra de Dios es la verdad!”

Los cielos cuentan la gloria de Dios,
el firmamento anuncia la obra de sus manos;
el día al día comunica el mensaje,
la noche a la noche le pasa la noticia.
Sin hablar y sin palabras,
y sin voz que pueda oírse,
por toda la tierra resuena su proclama,
por los confines del orbe sus palabras.
En lo alto, para el sol, plantó una tienda,
y él, como esposo que sale de su alcoba,
se recrea, como atleta, corriendo su carrera.
Tiene su salida en un extremo del cielo,
y su órbita alcanza al otro extremo,
sin que haya nada que escape a su ardor.
La ley de Yahvé es perfecta,
hace revivir;
el dictamen de Yahvé es veraz,
instruye al ingenuo.
Los preceptos de Yahvé son rectos,
alegría interior;
el mandato de Yahvé es límpido,
ilumina los ojos.
El temor de Yahvé es puro,
estable por siempre;
los juicios del Señor veraces,
justos todos ellos,
apetecibles más que el oro,
que el oro más fino;
más dulces que la miel,
más que el jugo de panales.
Por eso tu siervo se empapa en ellos,
guardarlos trae gran ganancia;
Pero ¿quién se da cuenta de sus yerros?
De las faltas ocultas límpiame.
Guarda a tu siervo también del orgullo,
no sea que me domine;
entonces seré irreprochable,
libre de delito grave.
Acepta con agrado mis palabras,
el susurro de mi corazón,
sin tregua ante ti, Yahvé,
Roca mía, mi redentor.

7. Oración final

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

Sabios intelectuales, de vuelta de todo

1.- Supongo que no os encontráis, mis queridos jóvenes lectores, entre aquellos que dicen que pasan de estos días. No porque quieran ignorarlos y se vayan a esquiar o a cualquier sala o espectáculo frívolo, sino porque quieren ser fieles a sus principios y consideran que estas fiestas, su significado, sus villancicos, belenes y disfraces son puras chiquilladas. Os lo advierto, ni ellos, ni nadie, merecen nuestro desprecio. Aún más, debemos reconocer que en muchas ocasiones, hemos sido imprudentes al escoger signos.

2.- No debéis ignorar que el contenido de algunos villancicos muy populares es lamentable. Decir que los peces brincan y bailen en el río, es una tontería como otra cualquiera. Fum, fum, fum (humo humo, humo), ni que sea Navidad a nadie gusta. Son dos ejemplos más inocentes que el que a un demonio le hayan cortado la cola, que cuenta otro. O la bota para emborracharse, que se lo canten a uno que trata de curarse de dependencias. Lamentable.

3.- Tal vez acudiendo a villancicos latinoamericanos o caribeños, encontremos algo más serio. Sin tener que aceptar en su totalidad el “Cristo de Palacaguina” de Carlos Mejía Godoy. Aunque advierto que si su ingenuidad, a la vista de la evolución de los acontecimientos, o su inclinación a la violencia, ni una ni otra, resultan admisibles, reflejan la seriedad de la Fe cristiana, más que espectáculos tales como bailes de demonios, que uno le ha tocado presenciar en círculos tradicionalmente religiosos. Nada hay más absurdo que imaginar que los demonios puedan unirse, ellos que son odio, y bailar, belleza como la que más, ellos que son maldad y fealdad suprema.

(No quiero que ignoréis, mis queridos jóvenes lectores, que la búsqueda de este villancico me supuso mucho esfuerzo, pero que su hallazgo, indirectamente, me atrajo enormes gracias. No imagino un Cristo guerrillero, lo creo contrario a su proceder, pero me molesta también un Cristo dulzón e insípido, tan contrarios las enseñanzas de las bienaventuranzas. Música y letra las encontrareis por internet en diferentes versiones. En YouTube será imagen también)

4.- Celebramos estos días la aparición del que predicó una doctrina que todavía hoy alienta a los mártires, es exigencia para los profetas y riqueza para los que lo dan todo, con tal de obrar en justicia.

 Si no hubiera nacido un día en un lugar, no lo sentiríamos próximo y sus exigencias diríamos son puras utopías, incapaces de ponerlas en práctica.

 Era la Palabra. La expresión más íntima y verídica de Dios Padre.

 Fue anunciado por un hombre recto que a nadie se vendió, Juan el bautista.

 La Navidad será autentica y respetada por todos, si los que en Cristo creemos lo testimoniamos verídica y radicalmente.

 Vuelvo a repetiros lo que puntualice el día de Navidad: vino a los suyos, pero no le recibieron…

  Que cada uno de nosotros, ahora mismo, se pregunte: ¿soy yo uno de ellos? 

Pedrojosé Ynaraja

Volvamos a mirarlo

A estas alturas ya damos prácticamente por terminada la Navidad. Sólo queda el día de Reyes, como colofón final, pero al día siguiente volveremos a la normalidad y se habrán pasado las fiestas. Muchos entre hoy y mañana quitarán los adornos, desmontarán los belenes, se guardarán las figuras y “hasta el año que viene”.

Pero todavía estamos en Navidad, y este domingo nos hace una invitación a no tener tanta prisa en desmontar y guardar todo lo que hemos puesto con motivo de la Navidad. Estos días suelen ser de mucho ajetreo, pero hoy la Palabra de Dios nos invita a mirar de nuevo el Belén, para profundizar en lo que significa, y debe significar, para los días y meses venideros.

Como dice el Papa Francisco en su carta “Admirabile signum”, sobre el significado y el valor del Belén: “El belén es como un Evangelio vivo…La contemplación de la escena de la Navidad, nos invita a ponernos espiritualmente en camino, atraídos por la humildad de Aquel que se ha hecho hombre para encontrar a cada hombre. Y descubrimos que Él nos ama hasta el punto de unirse a nosotros, para que también nosotros podamos unirnos a Él”.

Y en el Evangelio hemos escuchado la profundización que san Juan hace sobre el misterio de la Navidad, y debemos reflexionarlo mirando de nuevo el Belén: La Palabra era Dios… La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria… Si volvemos a mirar de nuevo el Belén, después de todo lo celebrado estos días, entenderemos mejor que “manifiesta la ternura de Dios. Él, el Creador del universo, se abaja a nuestra pequeñez. El don de la vida, siempre misterioso para nosotros, nos cautiva aún más viendo que Aquel que nació de María es la fuente y protección de cada vida. En Jesús, el Padre nos ha dado un hermano que viene a buscarnos cuando estamos desorientados y perdemos el rumbo; un amigo fiel que siempre está cerca de nosotros; nos ha dado a su Hijo que nos perdona y nos levanta del pecado”.

También decía el Evangelio: En la palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Mirando de nuevo el Belén, “pensemos en cuántas veces la noche envuelve nuestras vidas. Pues bien, incluso en esos instantes, Dios no nos deja solos, sino que se hace presente para responder a las preguntas decisivas sobre el sentido de nuestra existencia: ¿Quién soy yo? ¿De dónde vengo? ¿Por qué nací en este momento? ¿Por qué amo? ¿Por qué sufro? ¿Por qué moriré? Para responder a estas preguntas, Dios se hizo hombre. Su cercanía trae luz donde hay oscuridad e ilumina a cuantos atraviesan las tinieblas del sufrimiento” (cf. Lc 1, 79).

Y continúa san Juan: Pero a cuantos la recibieron les da poder para ser hijos de Dios si creen en su nombre. Si, como fruto de la Navidad, queremos sabernos y sentirnos hijos de Dios, miremos de nuevo el Belén, porque “nos educa a contemplar a Jesús, a sentir el amor de Dios por nosotros, a sentir y creer que Dios está con nosotros y que nosotros estamos con Él, todos hijos y hermanos gracias a aquel Niño Hijo de Dios y de la Virgen María. Y a sentir que en esto está la felicidad”. 

¿Siento que “ya ha pasado la Navidad”? ¿Cuándo tengo pensado desmontar el Belén y quitar los adornos? ¿Con la vuelta al ritmo de vida habitual me olvido de lo celebrado estos días?

No tengamos tanta prisa en terminar la Navidad: volvamos a mirar el Belén para que lo que éste representa quede grabado en nuestro corazón. “No es importante cómo se prepara el pesebre, puede ser siempre igual o modificarse cada año; lo que cuenta es que éste hable a nuestra vida. En cualquier lugar y de cualquier manera, el belén habla del amor de Dios, el Dios que se ha hecho niño para decirnos lo cerca que está de todo ser humano, cualquiera que sea su condición”.

Miremos de nuevo el Belén, miremos todas las figuras que hemos puesto en él, para entender mejor que “en este nuevo mundo inaugurado por Jesús hay espacio para todo lo que es humano y para toda criatura. Del pastor al herrero, del panadero a los músicos, de las mujeres que llevan jarras de agua a los niños que juegan…, todo esto representa la santidad cotidiana, la alegría de hacer de manera extraordinaria las cosas de todos los días, cuando Jesús comparte con nosotros su vida divina”.

Es cierto que el tiempo de Navidad está terminando, y que tendremos que guardar el Belén “hasta el año que viene”. Volvamos a mirar el Belén y, después, guardemos las figuras y los demás elementos. Pero, a imitación de María, que también “guardemos en nuestro corazón” todo lo que la Navidad significa, y que el Belén representa y nos transmite. Y “en la escuela de san Francisco abramos el corazón a esta gracia sencilla, dejemos que del asombro nazca una oración humilde: nuestro “gracias” a Dios, que ha querido compartir todo con nosotros para no dejarnos nunca solos”. 

«Un silencio sereno…»

1.- . Es un bellísimo texto del Libro de la Sabiduría. Lo voy a releer si os parece bien. “Un silencio sereno lo envolvía todo, y, al mediar la noche su carrera, tu Palabra todopoderosa, Señor, vino desde el trono real de los cielos”. Es una descripción muy bella de esos momentos del Nacimiento del Niño Dios. Se hizo la paz y el silencio en el universo para mejor ver llegar al Hijo de Dios. O, al menos, así lo interpreto yo. Deciros también que este domingo es como un reflejo –un eco dicen algunos— de la fiesta de la Navidad. Y así muchos de los textos que se reflejan en la celebración de hoy son los mismos de la Natividad. Y, sinceramente, creo que es muy buena esta “segunda oportunidad”, por si hace unos días se nos pasaron algunas cosas de la celebración del Nacimiento de nuestro Salvador. Y quiero comentar también, antes de referirme a las lecturas de este día, que hay algo de fuerte contenido cósmico en el Nacimiento del Niño Jesús. Dios se hacía hombre y la creación entera debía estar expectante ante ese hecho extraordinario. Es posible que el ámbito del género humano sea limitado, pero no así otros ámbitos y otras dimensiones. El tiempo de calmó, se “paró” un poco. Se esperaba el milagro… con un silencio sereno. ¿No es emociona todo esto? ¿No os hace volar un poco hacia lo eterno o, al menos, hacia la inmensidad del universo?

2.- Y, en cierto modo, la estela de lo que acabo de decir se aprecia en el fragmento que hemos escuchado del Libro del Eclesiástico. Es el camino de la Sabiduría divina para establecerse en el pueblo de Dios. Y ojalá esa Sabiduría viviera en medio de esta humanidad de hoy que tantos problemas tiene y que tanto se aleja de la bondad y de la serenidad. Sin embargo, llegó hace más de dos mil años y sigue entre nosotros. Deberíamos ser capaces de apreciar su presencia y aprender. La segunda lectura os ha sonado, claro. El fragmento de la Carta de Pablo de Tarso a los Efesios es un himno litúrgico de gran belleza que hemos oído muchas veces. Pero lo importante de esas palabras está en que Dios nos eligió en la persona de Cristo para ser hijos adoptivos de Él y eso por los méritos de Jesucristo. Es algo muy importante. Somos hijos de Dios y eso nos tendría que llenar de gozo en todas las horas del día. El Evangelio, como en la Misa del Día de Navidad, es el prólogo del Evangelio de San Juan. Bellísimo texto de unas resonancias poéticas de primera magnitud, pero que contiene la verdad trinitaria revelada. Cuando tengamos dudas sobre ese Dios Familia que es la Trinidad Santísima no tenemos más que leer el texto que acabamos de escuchar.

3.- Vamos pasando los días en este bendito tiempo de Navidad. Mañana, celebraremos la Fiesta de la Epifanía es que no es otra cosa que la Manifestación de Dios a los hombres. Quedan poco tiempo para ese momento, que celebraremos dentro de la sana algarabía de los niños que han recibido sus regalos. Pero todo está relacionado. La Palabra está entre nosotros y debemos de adorarla. Preparémonos, una vez más, para llegar el martes al Portal del Belén con nuestros mejores regalos, con nosotros mismos, con nuestra vida –con cosas buenas y malas— para ofrecérsela a ese Niño que nos ha nacido.

Ángel Gómez Escorial

Comentario al evangelio – Domingo II de Navidad

El sacramento de la Carne

      El nacimiento de Jesús es clave en nuestra fe. No se trata sólo del nacimiento de un profeta. Ni siquiera del nacimiento de un Mesías salvador. Afirmamos que en Jesús Dios se encarnó, Dios se hizo carne. Toda la parafernalia de luces, celebraciones, regalos y consumismo de estos días se monta en torno a ese hecho tan sencillo como profundo en significado para la historia de la humanidad y para las relaciones de las personas entre sí: en aquel niño que nació en Belén, en un pesebre, hijo de María y José, está presente Dios mismo. Nuestro mundo celebra, aunque muchos sin saberlo conscientemente, la alegría mas profunda, auténtica y verdadera posible: Dios se ha hecho uno de nosotros y ha asumido nuestra carne con todas sus consecuencias. Nada en el mundo ha sido igual desde aquel momento. Jesús, Dios encarnado, significa un cambio radical en nuestra historia, una novedad tan absoluta que nada puede ser ya como antes. 

      En la Iglesia decimos desde hace siglos que hay siete sacramentos. Un sacramento es un lugar de encuentro con Dios, es una celebración, momento, ocasión, en la que la acción de Dios se hace visible, tangible, concreta en nuestras vidas y en nuestra historia. El sacramento se realiza siempre a través de un símbolo concreto. En el Bautismo es el agua, en la Confirmación el óleo, en la Eucaristía el pan y el vino. Pero todos esos sacramentos provienen de una fuente original. Esa fuente no es otra que Jesucristo. Él es el lugar primordial del encuentro con Dios. En él la humanidad se encuentra con Dios porque en él Dios ha asumido nuestra carne. Cuando miramos a Jesús, en su carne vemos a Dios. En él Dios se nos ha hecho visible. A Dios nadie le ha visto nunca. Sólo en Jesús se nos transparenta. Jesús es la revelación del Dios que viene a nuestro encuentro para salvarnos. 

      Este primer sacramento tiene consecuencias importantes. Si Dios ha elegido esta carne nuestra para revelarse, entonces es que nuestra carne, nuestro cuerpo, se convierte en un espacio sagrado. La vida, en todas sus formas y expresiones, es lugar de manifestación de Dios, es lugar de encuentro con Dios. La vida, el cuerpo, de nuestros hermanos y hermanas es lugar de presencia de Dios. Ellos son para nosotros sacramentos del encuentro con Dios. Mi relación con los demás, hombres y mujeres de cualquier raza y condición, ya no es la misma. En Jesús, ellos se han convertido en retratos multidimensionales del amor de Dios, de su presencia salvadora. En ellos me encuentro con Dios. Por eso el respeto y el amor son la única forma posible de relacionarme con ellos. Ellos son cuerpo de Dios –y yo también y por eso he de respetarme igualmente–. En Jesús recién nacido descubrimos que nuestro cuerpo es sacramento de Dios. 

Para la reflexión

      ¿Cómo miro a mis hermanos y hermanas? ¿Veo en ellos la presencia de Dios que me ama y me da la vida? ¿Los respeto como sacramentos que son de Dios? ¿Respeto mi propia vida, la cuido, como lugar de presencia de Dios para mis hermanos y hermanas?

Fernando Torres, cmf