Vísperas – Miércoles II de Navidad

VÍSPERAS

MIÉRCOLES II DE NAVIDAD

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Confiada mira la luz dorada
que a ti hoy llega, Jerusalén:
de tu Mesías ve la alborada
sobre Belén.

El mundo todo ve hoy gozoso
la luz divina sobre Israel;
la estrella muestra al prodigioso
rey Emmanuel.

Ya los tres magos, desde el Oriente,
la estrella viendo, van de ella en pos;
dan sus primicias de amor ferviente
al niño Dios.

Ofrenda de oro que es Rey declara,
incienso ofrece a Dios su olor,
predice mirra muerte preclara,
pasión, dolor.

La voz del Padre, Cristo, te llama
su predilecto, sobre el Jordán.
Dios en los hombres hoy te proclama
valiente Juan.

Virtud divina resplandecía
del que del agua vino sacó,
cuando el anuncio de eucaristía
Caná bebió.

A darte gloria, Señor, invita
la luz que al hombre viniste a dar,
luz que nos trae gloria infinita
de amor sin par. Amén.

SALMO 61: LA PAZ EN DIOS

Ant. Aguardamos la alegre esperanza, la aparición gloriosa de nuestro Salvador.

Sólo en Dios descansa mi alma,
porque de él viene mi salvación;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.

¿Hasta cuándo arremeteréis contra un hombre
todos juntos, para derribarlo
como a una pared que cede
o a una tapia ruinosa?

Sólo piensan en derribarme de mi altura,
y se complacen en la mentira:
con la boca bendicen,
con el corazón maldicen.

Descansa sólo en Dios, alma mía,
porque él es mi esperanza;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.

De Dios viene mi salvación y mi gloria,
él es mi roca firme,
Dios es mi refugio.

Pueblo suyo, confiad en él,
desahogad ante él vuestro corazón,
que Dios es nuestro refugio.

Los hombres no son mas que un soplo,
los nobles son apariencia;
todos juntos en la balanza subirían
más leves que un soplo.

No confiéis en la opresión,
no pongáis ilusiones en el robo;
y aunque crezcan vuestras riquezas,
no les deis el corazón.

Dios ha dicho una cosa,
y dos cosas que he escuchado:

«Que Dios tiene el poder
y el Señor tiene la gracia;
que tú pagas a cada uno
según sus obras.»

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Aguardamos la alegre esperanza, la aparición gloriosa de nuestro Salvador.

SALMO 66: QUE TODOS LOS PUEBLSO ALABEN AL SEÑOR

Ant. Que Dios ilumine su rostro sobre nosotros y nos bendiga.

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Que Dios ilumine su rostro sobre nosotros y nos bendiga.

CÁNTICO de COLOSENSES: HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CRIATURA

Ant. Por medio de él fueron creadas todas las cosas, y todo se mantiene en él.

Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Por medio de él fueron creadas todas las cosas, y todo se mantiene en él.

LECTURA: Ef 2, 3b-5

Naturalmente, estábamos destinados a la reprobación como los demás. Pero Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo. Por pura gracia estáis salvados.

RESPONSORIO BREVE

R/ Será la bendición de todos los pueblos.
V/ Será la bendición de todos los pueblos.

R/ Lo proclamarán dichoso todas las razas de la tierra.
V/ Todos los pueblos.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Será la bendición de todos los pueblos.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Como luz te mostraste, Cristo, y los magos te ofrecieron regalos. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Como luz te mostraste, Cristo, y los magos te ofrecieron regalos. Aleluya.

PRECES

Unidos a todos los cristianos en la oración y la alabanza, roguemos al Señor:

Escucha a tus hijos, Padre santo.

Socorre, Señor a los que te desconocen y te buscan a tientas;
— oriéntalos con la luz vivificante de Cristo.

Mira con amor a los que te adoran como único Dios y te esperan como juez en el último día;
— sé propicio con ellos, Señor, y con nosotros.

Acuérdate de aquellos a quienes das la vida, la luz y todos los bienes;
— que nunca se encuentren lejos de ti.

Guarda bajo la protección de tus ángeles a cuantos van de camino,
— y líbralos de la muerte imprevista y repentina.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que manifestaste tu verdad a los fieles difuntos mientras vivieron en la tierra,
— condúcelos a contemplar la hermosura de tu rostro

Unidos fraternalmente como hermanos de una misma familia, invoquemos al Padre común:
Padre nuestro…

ORACION

Señor, Dios nuestro, cuyo Hijo se manifestó en la realidad de nuestra carne, concédenos poder transformarnos interiormente a imagen de aquel que hemos conocido semejante a nosotros en su humanidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Miércoles II de Navidad

1) Oración inicial

Señor, Dios nuestro, cuyo Hijo se manifestó en la realidad de nuestra carne, concédenos poder transformarnos interiormente a imagen de aquel que hemos conocido semejante a nosotros en su humanidad. Por nuestro Señor. Amen.

2) Lectura

Del santo Evangelio según Marcos 6,34-44
Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas. Era ya una hora muy avanzada cuando se le acercaron sus discípulos y le dijeron: «El lugar está deshabitado y ya es hora avanzada. Despídelos para que vayan a las aldeas y pueblos del contorno a comprarse de comer.» Él les contestó: «Dadles vosotros de comer.» Ellos le dicen: «¿Vamos nosotros a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?» Él les dice: «¿Cuántos panes tenéis? Id a ver.» Después de haberse cerciorado, le dicen: «Cinco, y dos peces.» Entonces les mandó que se acomodaran todos por grupos sobre la verde hierba. Y se acomodaron por grupos de cien y de cincuenta. Y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los iba dando a los discípulos para que se los fueran sirviendo. También repartió entre todos los dos peces. Comieron todos y se saciaron. Y recogieron las sobras, doce canastos llenos y también lo de los peces. Los que comieron los panes fueron cinco mil hombres.

3) Reflexión

• Siempre es bueno mirar el contexto en que se encuentra el texto del evangelio, pues él trae la luz para descubrir mejor el sentido. Poco antes, en Mc 6,17-29, Marcos ha narrado el banquete de muerte, promovido por Herodes con los grandes de Galilea, en el palacio de la Capital, durante el cual mataron a Juan Bautista. Aquí, en Mc 6,30-44, describe el banquete de vida, promovido por Jesús con el pueblo hambriento de Galilea allá en el desierto. El contraste de este contexto es grande e ilumina el texto.
• En el evangelio de Marcos la multiplicación de los panes es muy importante. Aparece dos veces: aquí en Mc 6,35-44 y en Mc 8,1-9. Y Jesús mismo interroga a los discípulos respecto de la multiplicación de los panes (Mc 8,14-21). Por esto, vale la pena observar y reflexionar hasta descubrir en qué consiste exactamente esta importancia de la multiplicación de los panes.
• Jesús había invitado a los discípulos a que descansaran un poco en un lugar desierto Mc 6,31). La gente se dio cuenta de que Jesús había ido a la otra orilla del lago, y fue detrás de él y llegó antes (Mc 6,33). Cuando Jesús, al bajar del barco vio aquella multitud que le esperaba, se entristeció “porque estaban como ovejas sin pastor”. Esta frase evoca el salmo del buen pastor (Sal 23). Al ver a la gente sin pastor, Jesús se olvida del descanso y empieza a enseñar, empieza a ser pastor. Con sus palabras orienta y guía a la gente en el desierto de la vida, y la gente podía cantar: “¡El Señor es mi pastor! ¡Nada me falta!” (Sal 23,1).
• Va pasando el tiempo y empieza a oscurecer. Los discípulos están preocupados y piden a Jesús que despida a la gente. Piensan que allí en el desierto no es posible conseguir comida para tanta gente. Jesús dice: “Denles ustedes de comer.” Quedan asustados: “¿Tendremos que ir nosotros a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?” (es decir, ¡el salario de 200 días!) Los discípulos tratan de buscar una solución fuera de la gente y para la gente. Jesús no busca una solución fuera de la gente, sino dentro de la gente y desde la gente. Y pregunta: “¿Ustedes tienen panes? ¿Cuántos? Vayan a ver.” La respuesta es: “Son cinco panes, y además hay dos pescados.” ¡Es poco para tanta gente! Jesús manda a la gente que se siente en grupos y pide a los discípulos que distribuyan los panes y los pescados. Todos comerán hasta saciarse.
• Es importante notar cómo Marcos describe el hecho. Dice: “Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los iba dando a los discípulos para que los distribuyeran”. Esta manera de hablar ¿en qué hace pensar a las comunidades? Sin duda alguna les hace pensar en la eucaristía. Pues estas mismas palabras son usadas (hasta hoy) en la celebración de la Cena del Señor. Así, Marcos sugiere que la eucaristía ha de llevar a compartir. Es el pan de vida que da valor y lleva a enfrentar los problemas de la gente de forma distinta, no desde fuera, sino desde dentro de la gente.
• En la manera de describir los hechos, Marcos evoca la Biblia para iluminar el sentido de los hechos. Fue Moisés el que primero dio de comer a la multitud hambrienta en el desierto (cf. Ex 16,1-36). Y el hecho de pedir que la gente se organice en grupos de 50 y 100 recuerda el censo del pueblo en el desierto después de la salida de Egipto (cf. Núm, cap. 1 a 4). Marcos sugiere así que Jesús es el nuevo Mesías. La gente de las comunidades conocía el Antiguo Testamento, y a buen entendedor, pocas palabras. Así que ellos fueron descubriendo el misterio que rodeaba a la persona de Jesús.

4) Para la reflexión personal

• Jesús olvida el descanso para poder servir a la gente. ¿Qué mensaje encuentro para mí?
• Si hoy compartiésemos lo que tenemos, no hubiese hambre en el mundo. ¿Qué puedo hacer yo?

5) Oración final

Florecerá en sus días la justicia,
prosperidad hasta que no haya luna;
dominará de mar a mar,
desde el Río al confín de la tierra. (Sal 72,7-8)

Lectura continuada del Evangelio de Marcos

Marcos 12, 24-27

24Les dijo Jesús: “¿No os equivocáis por no conocer las Escrituras ni la fuerza de Dios? 25Porque cuando resuciten los muertos ni se casan ni son dadas en matrimonio, sino que son como ángeles en los cielos.

26Pero sobre los muertos, que resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios desde la zarza diciendo: ‘Yo soy el Dios de Abrahán y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob’? 27No es Dios de muertos, sino de vivos; estáis muy equivocados”.

 

• 12, 24-27: Como los fariseos y herodianos antes de ellos, los saduceos han tendido su trampa con cuidado; ciertamente, el relato dedica un tercio más de espacio a su pregunta que a la respuesta de Jesús. Pero cuando le llega el turno, Jesús vuelve a tomar la iniciativa con habilidad. Su tono es agresivo: «¿No os equivocáis por no conocer…? El principio de la respuesta de Jesús no es solamente una reprobación sino también un diagnóstico: la razón del error de los saduceos es que están extraviados («¿No os equivocáis…?»).

Según Jesús, los saduceos que le interrogan han fracasado al no conocer las Escrituras y el poder de Dios (12,24b). Jesús explica entonces esta acusación en orden inverso, comenzando con una descripción del estado post-mortem en el que las personas -por el poder divino que actúa en sus cuerpos ya resucitados- viven una existencia similar a la de los ángeles, es decir, una vida célibe al parecer (12,25). Al ser seres inmortales y divinos, los ángeles no necesitan relaciones sexuales, que son un regalo especial otorgado a los humanos para la propagación de su especie. En este contexto, las palabras conclusivas de Mc 12,25, «son como ángeles en los cielos», no pueden ser superfluas; cuando la gente resucita de entre los muertos, se parecerán a los miembros de la corte divina que permanecieron en la morada de Dios.

Nuestro pasaje evangélico puede causar problemas a muchos cristianos modernos. La existencia redimida en la otra vida aparece dibujada como corporal, pero sin sexo; con un cielo de tal clase, dirían algunos, no hay necesidad alguna de infierno. Jesús sostiene asimismo que los que se imaginan que las relaciones maritales seguirán en el mundo futuro aún no han comprendido suficientemente «el poder de Dios». Solo podemos concluir que, para Jesús, la creatividad divina tiene en cartera para los redimidos algo mejor que el sexo. Los que han leído el último y entusiasta canto de La Divina Comedia de Dante, o la descripción en Job 38,7 de las estrellas matutinas que cantan juntas; o han contemplado el radiante dibujo de William Blake de este último texto; o han escuchado el final de la Sinfonía de la Resurrección de Mahler, conmovedoramente humano y a la vez intensamente místico, tales personas pueden sentir de forma similar las señales de que la vida futura se caracterizará por la exaltación y aun por el éxtasis, y que este éxtasis se reflejará de algún modo no solo en las almas purificadas, sino también en los cuerpos glorificados por igual. Esta intuición de la naturaleza corpórea de la salvación se confirma por el vínculo establecido por nuestro pasaje entre los redimidos y los ángeles en el cielo, puesto que en otros lugares del evangelio de Marcos es el cielo el origen del poder milagroso divino que creó el alimento en el desierto (6,41), que elimina las deficiencias físicas (7,34), y que plenifica el propio cuerpo de Jesús con un poder que obra maravillas (1,10-11).

Tras demostrar que la institución bíblica del levirato no contradice la idea de la resurrección como pretenden los saduceos, Jesús concluye mostrando que esa idea está apoyada en realidad por la Escritura (12,26-27). Él, sin embargo, no invoca uno de los pasajes tardíos del Antiguo Testamento que proclaman más o menos claramente la resurrección, como Dn 12,2-3. En cambio Jesús apela a uno de los acontecimientos constitutivos en la vida del pueblo de Israel, la revelación divina de sí misma a Moisés en el pasaje de la zarza ardiente en Ex 3,6 (Mc 12,26). En ese texto, la divinidad se refiere a sí misma como el «Dios de Abrahán, y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob» (cf. Ex 3,15-16), a pesar del hecho que Abrahán, Isaac y Jacob murieron largo tiempo atrás; así pues, el conocimiento del contexto amplio del pasaje del Éxodo, es necesario para entender el argumento. La conclusión de Jesús es que Abrahán, Isaac y Jacob todavía deben estar vivos, ya que la fórmula bíblica muestra al Señor como Dios no de muertos, sino de vivos (12, 27a).

Pero es difícil que la fórmula «Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob» tuviera este sentido en el original. Cuando la divinidad dice en Ex 3,6 que él es el Dios de Abrahán, Isaac y Jacob, el Dios del Antiguo Testamento da a entender que tal como él liberó a los patriarcas de sus angustias, va ahora a liberar y socorrer a sus descendientes esclavizados. La fórmula, pues, habla de la fidelidad de Dios con los que ha establecido una alianza. Sin embargo, es una extrapolación lógica que esta fidelidad divina hacia los patriarcas, será coronada en última instancia por la liberación del poder mismo de la muerte. En particular, la idea de la existencia post- mortem de Abrahán estaba tan firmemente anclada en la imaginación popular que Lc 16, 22-23 usa la expresión «el seno de Abrahán» como una imagen transparente para la vida bienaventurada después de la muerte. Pero esta idea es un desarrollo de la imagen bíblica de los patriarcas, no una exégesis simple de ella.

Sería vital para los cristianos perseguidos de la comunidad marcana oír este mensaje, y sabrían que la propia resurrección de Jesús lo había confirmado. Por tanto, los que entre ellos habían sido entregados como mártires a la muerte (cf. 13,12) no se habían perdido, sino que estaban solo separados de los vivos por la más delgada y permeable de las membranas. En este sentido eran también como «ángeles que están en el cielo», que pueden ver lo que ocurre sobre la tierra y hasta en algún sentido participar de ello. La propia situación de persecución y angustia de los cristianos de la comunidad marcana, que probablemente les había hecho sentir que tenían un pie en la tumba, habría hecho igualmente que fuera aún más necesario este recordatorio de que su Dios era un Señor de vivos. En este sentido, el final de la respuesta de Jesús, con su acento en la vida de los que están en la mano de Dios, se corresponde con su principio, con el acento sobre el poder divino manifestado en la vida tras la resurrección.

Comentario – Miércoles II de Navidad

La multiplicación de los panes es uno de esos hechos narrados por el Evangelio que san Ignacio de Loyola considera «misterios» de la vida de Jesús dignos de ser contemplados. Pudiera llamarse misterio por lo que tiene de inexplicable, pero también y sobre todo por formar parte de la vida de Jesús, que es vida (humana) del Hijo de Dios hecho hombre. En las acciones de este hombre está actuando la persona divina del Hijo, y eso ya es un misterio. Que una persona divina esté actuando en nuestro mundo y tiempo con manos, con boca, con palabras, con gestos y con materiales humanos, ya es un misterio: el misterio de la encarnación del Verbo, que está presente en todas las actuaciones del Encarnado. En él no podemos ver a un simple hombre, sino al Hijo de Dios en esa condición humana, terrena, temporal, limitada por el espacio y el tiempo, pero superando límites, liberando de ciertas cadenas: enfermedades, poder del demonio, pecado, hambre, muerte. Si Cristo ya es un misterio en sí mismo, cualquier cosa que haga en cuanto tal podrá ser calificada de mistérica: en ella se estará revelando o reflejando lo que él es (Dios en carne humana), esto es, su poder, su bondad, su intencionalidad, su designio.

Pues vayamos con el hecho y misterio de la multiplicación de los panes y los peces tal como nos viene narrado en el evangelio de san Marcos. Tras una experiencia o ensayo misionero, los apóstoles vuelven a reunirse con Jesús, compartiendo con él anécdotas y enseñanzas. Éste les invita a buscar un lugar apartado del tráfico humano para descansar un poco. Con este propósito toman la barca en busca de un lugar desierto. Pero sucede lo que no entraba en sus planes. Muchos les vieron marcharse y los reconocieron, de modo que, acudiendo por tierra a su lugar de desplazamiento, se les adelantaron. Y he aquí que al desembarcar se encuentran de nuevo con la multitud hambrienta o sedienta o mendiga de pan, o de consuelo, o de salud, o de vida. Y Jesús, que deseaba descansar con sus discípulos cambió de planes movido por la compasión hacia aquellos que veía como ovejas sin pastor. Y se puso a enseñarles.

Esta respuesta nos muestra a una multitud más hambrienta de palabra o de enseñanza que de pan. Pero no sólo de palabra vive el hombre; también vive de pan. Resultó que se hizo tarde –recuerda el testimonio apostólico- y que estaban en descampado. Para conseguir comida había que desplazarse a los cortijos y aldeas más cercanos. Y esto es lo que sugieren sus discípulos a Jesús: Despídelos, que vayan a los cortijos y aldeas de alrededor y se compren de comer. Es una sugerencia razonable. La hora y las circunstancias aconsejan esta despedida y puesta en marcha. Pero Jesús, extrañamente les sugiere otra cosa: Dadles vosotros de comer.

El mandato les desconcierta: ¿Con qué comida podían alimentar medianamente a tanta gente? Serían necesarios al menos doscientos denarios de pan. Y nadie disponía de esta cantidad. Jesús les pregunta por su despensa; su disposición ya la conoce. No tienen a mano más que cinco panes y dos peces, bien poca cosa para las miles de personas que se congregan en torno suyo. Jesús manda que se recuesten sobre la hierba y en grupos. Es una manera de organizar la distribución. Jesús ya empieza a ejecutar su plan sin haber hecho del todo partícipes a sus apóstoles y colaboradores del mismo.

La gente se acomoda en grupos de cien y de cincuenta, y él toma, solemnizando el momento, los cinco panes y los dos peces que le habían proporcionado, y alzando la mirada al cielo, como en un acto cúltico de acción de gracias, pronunció una bendición, los partió en pedazos y se los iba dando a los discípulos para que estos, a modo de camareros o diáconos, se los sirvieran a la gente. Y hubo comida para todos: todos comieron y se saciaron. De tal manera se saciaron que hubo sobras(doce cestos de pan y de peces). San Juan, en su relato, nos dice que la gente, al ver el signo que había hecho, decía: Este es verdaderamente el profeta que tenía que venir al mundo y querían llevárselo para proclamarlo rey. Pero él se retiró solo a la montaña evitando esta pública proclamación mesiánica. Los demás evangelistas se limitan a reseñar el hecho que sin duda hubo de provocar la reacción que describe san Juan. No es extraño que, tras este hecho, al que tenían por guía y maestro, quisieran tenerlo también por regente y administrador de sus bienes, quisieran tenerlo por rey.

Aunque nosotros no podemos ponernos en el lugar de Jesús, algo que resultaría presuntuoso y temerario de nuestra parte, ni disponemos del poder divino de crear o multiplicar la materia, sí disponemos del poder que nos otorga el mismo Dios en virtud de la fe: Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esta morera: arráncate de raíz y plántate en el mar, y os obedecería; o también: Si tuvierais fe, haríais incluso obras mayores que yo.

Según estas expresiones, la fe da mucho poder: el poder de hacer milagros, el poder de renunciar a todos los bienes, el poder de dar la vida en vemos en tantos santos y mártires. Es el poder de Jesús que pasa a sus ungidos y ministros: el poder de perdonar pecados, el poder de transformar el pan ordinario en el cuerpo de Cristo, el poder de alimentar distribuyendo la palabra de Dios o el pan de la eucaristía. Es un poder realmente extraordinario: una participación en el poder de Jesucristo. Pero sin pretender disponer de este poder, que no debe usarse nunca en provecho propio, sí podemos compadecernos de los hambrientos de este mundo.

La compasión o capacidad para compadecer con nuestros semejantes es universal: una capacidad común a todo hombre. Pero nuestra compasión debe estar regida por el Espíritu de Cristo, esto es, por la caridad y la rectitud, es decir, por el recto amor al prójimo. Nuestra compasión, por ejemplo, no nos debe hacer cómplices del pecado de los demás. Pero el movimiento de la compasión puede verse muchas veces paralizado por nuestros miedos, con frecuencia disfrazados de prudencia, nuestras comodidades y nuestras cobardías; sobre todo, nuestros miedos a perder lo que tenemos, o a vernos enredados en asuntos poco gratos, o a contraer algún tipo de contagio maligno, o simplemente al decir de las personas decentes.

Es verdad que siempre hemos de actuar con prudencia, pero hay situaciones o emergencias en que la presunta prudencia puede acabar impidiendo nuestro obrar compasivo. Por «prudencia» Jesús se hubiera mantenido tal vez alejado de leprosos y pecadores; pero no lo hizo. Por «prudencia» no se hubiese dejado enredar en disputas con letrados y fariseos; por «prudencia» no debería haberse dejado tocar por ciertas mujeres de mala vida; por «prudencia» no tendría que haber permitido a sus discípulos arrancar espigas en sábado; por «prudencia» no debería haber venido a este mundo en el que antes había entrado el pecado y la muerte. Y san Damián, el apóstol de los leprosos, cometía una imprudencia al acercarse a estos enfermos para curar sus llagas. Son muchas las «imprudencias» cometidas por los santos en sus acercamientos a los indigentes y en sus penitencias y ayunos, sobre todo vistos desde la atalaya de la comodidad y de la pura racionalidad. También los mártires cometieron la «imprudencia» de declararse o delatarse como cristianos. Pero hoy les reconocemos testigos privilegiados de la fe.

Si nos ponemos en el lugar de los apóstoles, haciendo las veces de intermediarios entre Jesús y la multitud, le oiremos dirigirse a nosotros para decirnos: Dadles vosotros de comer; puesto que sabéis de la necesidad de estas personas, remediad vosotros esta necesidad. No os limitéis a sentir lástima de ellos; poned remedio a su situación lastimosa, proporcionándoles el pan que necesitan. Podríamos, quizá, responder como ellos: «no tenemos más que cinco panes y dos peces, pero ¿qué es eso para tantos?»

Dios, sin embargo, podría replicarnos lo mismo que Jesús: «traedme esos panes»; traedme lo que tengáis y veremos lo que se puede hacer. Y hace el milagro. Multiplica nuestros escasos recursos y con ellos logra saciar a la multitud. Dios obra el milagro, pero no sin nuestra aportación. Dios reclama la colaboración humana, y la reclama para todo: para el cultivo de la tierra, para la generación de nuevas vidas, para la confección de nuevas tecnologías, para la educación de los niños, para la evangelización, para el acrecentamiento de la caridad, para el combate contra el mal, para el restablecimiento de la justicia, para otorgar el perdón y para dar la vida eterna. Y cuando le entregamos lo poco que tenemos, lo multiplica, provocando nuestro asombro al comprobar el resultado obtenido. Pero ¿estamos dispuestos a entregarle ese poco, en el que solemos poner muchas veces nuestra seguridad?

Y si nos ponemos, finalmente, en el lugar de la multitud hambrienta, cabe preguntarse: ¿Nos sentimos realmente hambrientos de la palabra de Dios, hambrientos hasta el punto de acudir allí donde nos van a proporcionar ese alimento, aunque ello cueste desplazamientos, incomodidades, dinero, etc.? Porque no hemos dejado de ser ovejas necesitadas de pastor. Y si experimentamos la necesidad de saciarnos de este pan, ¿lo buscamos a diario? ¿Leemos con detención todos los días las lecturas que escuchamos en la misa? ¿Nos preocupamos de entenderlas? ¿Recurrimos a algún comentario o explicación? ¿Buscamos una misa con homilía incorporada? ¿Procuramos hallar claridad en los textos oscuros o difíciles? ¿Tenemos verdadero deseo de conocer el pensamiento de Jesús sobre el hombre, la vida, la muerte, la Iglesia, su seguimiento, nuestro destino? ¿Nos preguntamos qué espera él de nosotros? ¿Tenemos verdadero interés por conocerle más y mejor, porque el conocimiento de una persona amable incrementa el amor?

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

237. «Jesús camina con los dos discípulos que no han comprendido el sentido de lo sucedido y se están alejando de Jerusalén y de la comunidad. Para estar en su compañía, recorre el camino con ellos. Los interroga y se dispone a una paciente escucha de su versión de los hechos para ayudarles a reconocer lo que están viviendo. Después, con afecto y energía, les anuncia la Palabra, guiándolos a interpretar a la luz de las Escrituras los acontecimientos que han vivido. Acepta la invitación a quedarse con ellos al atardecer: entra en su noche. En la escucha, su corazón se reconforta y su mente se ilumina, al partir el pan se abren sus ojos. Ellos mismos eligen emprender sin demora el camino en dirección opuesta, para volver a la comunidad y compartir la experiencia del encuentro con Jesús resucitado»[129].


[129] Ibíd., 4.

Comentario Bautismo del Señor

Oración preparatoria

Por tu bondad, Señor y Hermano Jesús, concédenos escuchar tu Palabra con el corazón abierto y con nuestro ser entero orientado a Ti. Haz que nos sea luz en el caminar de nuestra vida, fortaleza en la lucha diaria, nuestro gozo en los sinsabores de nuestra existencia. AMEN.

 

Mt 3, 13-17

«13Entonces se presenta Jesús, que viene de Galilea al Jordán, a donde Juan, para ser bautizado por él.

14Pero Juan trataba de impedírselo diciendo: ‘Yo tengo necesidad de ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?’.

15Pero Jesús le respondió: ‘Deja ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia’.

Entonces le dejó.
16Y, una vez bautizado Jesús, salió enseguida del agua.

Y he aquí que se le abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y venía sobre él.

17Y he aquí que una voz que salía de los cielos decía: ‘Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco’».

¡PALABRA DEL SEÑOR!

 

CONTEXTO

Tras el relato de infancia de Jesús (Mt 1-2), el evangelio nos presenta a Juan Bautista y su predicación en el desierto, como precursor de Jesús (3,1-12). Una vez anunciado Jesús, comienza su “vida pública”. Esta se inicia con el bautismo (3,13- 17), ligeramente modificado en Mateo respecto a Marcos (cf. Mc 1,9-11) por el problema ‘cristológico’ que suponía el hecho de que Jesús se bautizara, ya que el bautismo de Juan era de ‘conversión para perdón de los pecados’ y eso chocaba con la fe de la comunidad. Tras este episodio, seguirá el de las tentaciones (Mt 4,1-11) y la vuelta de Jesús a Galilea (4,12-17): Jesús, el Mesías de Dios, ya está plenamente dispuesto a la misión.

 

TEXTO

El texto tiene dos partes: lo que sucede antes del bautismo (vv. 13-15) y lo que sucede después (vv. 16-17). En la primera parte, Juan y Jesús son los protagonistas; hay una estructura en quiasmo (a-b-b’-a’), que se abre y se cierra con el entonces: (a) situación inicial: deseo de Jesús de ser bautizado por Juan (v. 13); (b) oposición de Juan (v. 14); (b’) respuesta de Jesús (v. 15a); (a’) situación final: bautizo (v. 15b). En la segunda parte, solo con Jesús como protagonista, se da una progresión en el texto, hasta llegar al clímax (momento culmen del texto): a) Jesús sale del agua (v. 16a); b) descenso del Espíritu Santo (v. 16b); c) declaración de Dios (v. 17). El final de las dos partes tiene a Dios como referencia y ése es el objetivo del relato: presentar a Jesús como el enviado verdadero de Dios, el Mesías, el Hijo.

 

ELEMENTOS A DESTACAR

• Las palabras de Jesús del v. 15 son las primeras que pronuncia en el evangelio de Mateo. En ellas destacan dos términos: “cumplir” y “justicia”. “Cumplir” es un término que Mateo suele reservar para Jesús. Apunta a su famosa sentencia: “No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas; no he venido a abolir, sino a cumplir” (5,17). Jesús es el ejemplo acabado de una vida puesta al servicio de la voluntad de Dios. “Justicia” es un término fundamental en Mateo. Se refiere a una conducta que hay que seguir, pero desborda lo puramente normativo o legal: es la voluntad de Dios la que conduce la vida de los creyentes. La expresión “toda justicia” refuerza este sentido.

• La voz celestial del v. 17 ha pasado de la segunda persona en el relato de Marcos y de Lucas: “Tú eres mi Hijo amado…”, a la tercera: “Éste es mi Hijo amado…”. Así, es todo lector –también nosotros– el que se convierte en testigo de la obediencia del Hijo a la voluntad del Padre y Jesús aparece como modelo de todo creyente.

• Esto propone Mateo: si Jesús es el Hijo de Dios, es porque ha obedecido cumplida y perfectamente la voluntad del Padre (“toda justicia”); así también nosotros debemos obedecer y hacer su voluntad si queremos ser hijos perfectos: “Vosotros sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (5,48); una de las peticiones del Padrenuestro es “Hágase tu voluntad”: significa que nuestra tarea es facilitar con nuestra vida que la voluntad de Dios, voluntad salvadora (cf. 18,14), siga adelante.

• Estructura trinitaria que se aprecia en el pasaje: “voz del Padre, reposo del Espíritu y título de Hijo”: misterio de un Dios que se mueve y se comunica. ¿Qué experiencia tenemos de Dios? ¿Es un Dios mudo e inmutable, extraño a nuestra vida cotidiana? ¿O experimentamos sus “descensos” y sus “palabras” en medio de los acontecimientos de nuestra vida?

 

Paso 1 Lectio: ¿Qué dice el texto? Atiende todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas.

Paso 2 Meditatio: ¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?

Paso 3 Oratio: ¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…

Paso 4 Actio: ¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?

Para la catequesis: Bautismo del Señor

Fiesta del Bautismo del Señor
12 enero 2020

Isaías 42,1-4.6-7; Salmo 28; Hechos 10, 34-38; Mateo 3, 13-17

En aquel tiempo, Jesús llegó de Galilea al río Jordán y le pidió a Juan que lo bautizara. Pero Juan se resistía, diciendo: “Yo soy quien debe ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a que yo te bautice?” Jesús le respondió: “Haz ahora lo que te digo, porque es necesario que así cumplamos todo lo que Dios quiere”. Entonces Juan accedió a bautizarlo. Al salir Jesús del agua, una vez bautizado, se le abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios, que descendía sobre él en forma de paloma y oyó una voz que decía desde el cielo: “Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias”.

Reflexión

¿Por qué Juan no quiere bautizar a Jesús? (Sabe que Jesús es el Salvador y no tiene pecado y él es un pobre pecador que no merece bautizarlo. El bautizaba a las personas que querían perdón por sus pecados. Jesús le dice que es necesario para cumplir lo que Dios quiere.) ¿Que nos pide Dios? ¿Siempre tratamos de cumplir lo que Dios nos pide? Jesus estaba acogiendo aquí nuestros pecados y aceptando su misión de redimirnos con el sacrificio de su vida. ¿Que pasό después que Juan bautizó a Jesús? (Se abrieron los cielos y bajó el Espíritu Santo; la voz de Dios se oyó…) Se ve la Trinidad completa aceptando la misión de salvarnos de nuestros pecados. Pronto después, Jesús empezó su misión de predicar al mundo el amor y perdón de Dios. Cuando nos bautizamos, también recibimos el Espíritu Santo y tenemos el deber de llevar el mensaje de amor y salvación al mundo. ¿Como podemos llevar ese mensaje al mundo?

 

Actividad

Colorear el bautizo del Señor y hablar de la presencia de la Trinidad y su misión. Recorta el cuadrado con el rompecabezas y luego las piezas por las líneas marcadas. Colorear y armar. Explicar los símbolos del Bautismo.

Darles un papel para que cada uno escriba como pueden llevar el mensaje de Jesús de amor al mundo y llevarlo al altar con la siguiente oración:

 

Oración

Mi Jesús, gracias por enseñarme a amar cuando diste Tu vida para salvarme. Ayúdame a amar como Tu amaste ayudando a los más necesitados y siempre perdonando. Hoy quiero amar… Amen.

¿Qué me quiere decir hoy Jesús?

Bautismo de Jesús – Mateo 3, 13-17

En aquel tiempo fue Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. Pero Juan intentaba disuadirlo diciéndole: – Soy yo el que necesito que tu me bautices, ¿ y tú acudes a mí? Jesús le contestó: – Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así todo los que Dios quiere. Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz del cielo que decía: – Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto.

Explicación

Jesús fue al Jordán para ser bautizado por su primo Juan. Jesús sabía que era profeta y le respetaba y era amigo suyo. Al verlo Juan dijo: -¡Mirad, el hombre del que os hablé! y después dijo a Jesús: -Eres tú el que me tienes que bautizar, ¿y vienes para que yo te bautice? Pero Jesús le mandó que lo hiciera. El Espíritu de Dios entró en Jesús, y se oyó la voz del Padre que dijo «Este es mi hijo, el amado mi predilecto». Todos estaban pendientes de Jesús, después de oír la voz de Dios. Y Jesús, luego se retiró a orar al desierto.

Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández

Comentario al evangelio – Miércoles II de Navidad

El Evangelio de hoy nos presenta a Jesús preocupado por dos dimensiones del ser humano: sus necesidades espirituales y sus necesidades materiales.

En el comienzo del relato, Jesús mira y siente. Es porque mira con los ojos de Dios, y ante lo que ve, siente lo que todo padre sentiría: ante los que están desorientados, cansados, extraviados, sin rumbo -“como ovejas sin pastor”-, siente compasión de ellos, y les da lo que necesitan: su Palabra.

Es la Palabra de Dios que es capaz de recordarnos quiénes somos y a dónde vamos: venimos del Padre, somos hijos suyos y hermanos de los demás, y estamos llamados a volver juntos a la casa del Padre. Es la Palabra que cuando lo necesitamos nos reconduce en nuestros extravíos… como la palabra de un buen padre o una buena madre, que quiere lo mejor para sus hijos. Es la Palabra que se ha seguido encarnando en la historia en forma de catequesis, predicación, educación, formación… para que tengamos vida, y vida en abundancia.

A la vez, en la segunda parte del relato, Jesús se muestra sensible a otro tipo de demandas del ser humano: las necesidades materiales. Porque cuando los discípulos querían que el Maestro despidiera a la gente, para que se fueran a los pueblos de alrededor a comprarse lo que necesitaran para comer, Jesús les responde: “Dadles vosotros de comer”. Y recogiendo lo que hay, bendiciéndolo y repartiéndolo, hubo para todos en aquella tarde.

Jesús no creó una panadería, ni una asociación de ayuda, ni una ONG… pero su Palabra, igual que sacia la sed interior del hombre, es capaz de movilizar los recursos para que la justicia del Reino comience a hacerse presente. Es su misma Palabra la que anuncia esa posibilidad y la que denuncia toda injusticia, con expresiones especialmente duras para aquellos que buscan la seguridad de su vida en acumular y atesorar… para, al final, morirse tal cual vinieron al mundo.

Así el Maestro sigue hoy enviando a su Iglesia: a dar sentido a la vida y a alentar al mundo para que siga acogiendo el Reino, donde hay pan y palabra para todos.

Luis Manuel Suárez CMF