237. «Jesús camina con los dos discípulos que no han comprendido el sentido de lo sucedido y se están alejando de Jerusalén y de la comunidad. Para estar en su compañía, recorre el camino con ellos. Los interroga y se dispone a una paciente escucha de su versión de los hechos para ayudarles a reconocer lo que están viviendo. Después, con afecto y energía, les anuncia la Palabra, guiándolos a interpretar a la luz de las Escrituras los acontecimientos que han vivido. Acepta la invitación a quedarse con ellos al atardecer: entra en su noche. En la escucha, su corazón se reconforta y su mente se ilumina, al partir el pan se abren sus ojos. Ellos mismos eligen emprender sin demora el camino en dirección opuesta, para volver a la comunidad y compartir la experiencia del encuentro con Jesús resucitado»[129].