Vísperas – Jueves II de Navidad

VÍSPERAS

JUEVES II DE NAVIDAD

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Confiada mira la luz dorada
que a ti hoy llega, Jerusalén:
de tu Mesías ve la alborada
sobre Belén.

El mundo todo ve hoy gozoso
la luz divina sobre Israel;
la estrella muestra al prodigioso
rey Emmanuel.

Ya los tres magos, desde el Oriente,
la estrella viendo, van de ella en pos;
dan sus primicias de amor ferviente
al niño Dios.

Ofrenda de oro que es Rey declara,
incienso ofrece a Dios su olor,
predice mirra muerte preclara,
pasión, dolor.

La voz del Padre, Cristo, te llama
su predilecto, sobre el Jordán.
Dios en los hombres hoy te proclama
valiente Juan.

Virtud divina resplandecía
del que del agua vino sacó,
cuando el anuncio de eucaristía
Caná bebió.

A darte gloria, Señor, invita
la luz que al hombre viniste a dar,
luz que nos trae gloria infinita
de amor sin par. Amén.

SALMO 71: PODER REAL DEL MESÍAS

Ant. Te hago luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta el fin de la tierra.

Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud.

Que los montes traigan paz,
y los collados justicia;
que él defienda a los humildes del pueblo,
socorra a los hijos del pobre
y quebrante al explotador.

Que dure tanto como el sol,
como la luna, de edad en edad;
que baje como lluvia sobre el césped,
como llovizna que empapa la tierra.

Que en sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
que domine de mar a mar,
del Gran río al confín de la tierra.

Que en su presencia se inclinen sus rivales;
que sus enemigos muerdan el polvo;
que los reyes de Tarsis y de las islas
le paguen tributo.

Que los reyes de Saba y de Arabia
le ofrezcan sus dones;
que se postren ante él todos los reyes,
y que todos los pueblos le sirvan.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Te hago luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta el fin de la tierra.

SALMO 71

Ant. Socorrerá el Señor a los hijos del pobre, rescatará sus vidas de la violencia.

Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres;
él rescatará sus vidas de la violencia,
su sangre será preciosa a sus ojos.

Que viva y que le traigan el oro de Saba;
que recen por él continuamente
y lo bendigan todo el día.

Que haya trigo abundante en los campos,
y susurre en lo alto de los montes;
que den fruto como el Líbano,
y broten las espigas como hierba del campo.

Que su nombre sea eterno,
y su fama dure como el sol;
que él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
el único que hace maravillas;
bendito por siempre su nombre glorioso;
que su gloria llene la tierra.
¡Amén, amén!

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Socorrerá el Señor a los hijos del pobre, rescatará sus vidas de la violencia.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: EL JUICIO DE DIOS

Ant. Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.

LECTURA: Col 1, 13-15

Dios nos ha sacado del domino de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. Él es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura.

RESPONSORIO BREVE

R/ Será la bendición de todos los pueblos.
V/ Será la bendición de todos los pueblos.

R/ Lo proclamarán dichoso todas las razas de la tierra.
V/ Todos los pueblos.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Será la bendición de todos los pueblos.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Herodes preguntó a los magos: «¿Qué señal habéis visto sobre el nacimiento del Rey?» «Vimos una estrella resplandeciente cuyo fulgor ilumina al mundo.»

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Herodes preguntó a los magos: «¿Qué señal habéis visto sobre el nacimiento del Rey?» «Vimos una estrella resplandeciente cuyo fulgor ilumina al mundo.»

PRECES

Alabemos a Cristo, el Verbo de Dios, que ha venido para arrojar al mar todos nuestros pecados; fortalecidos con esta certeza, roguémosle, diciendo:

Muéstranos, Señor, tu misericordia.

Sacerdote eterno, que al entrar en el mundo has instituido la plenitud del culto,
— haz que todos los hombres participen de él por medio de tu Iglesia.

Médico de las almas y de los cuerpos, que viniste a visitar a los que estábamos enfermos,
— da salud y vigor a los débiles.

Tú que en tu nacimiento nos diste un motivo de común alegría,
— socorre a los indigentes y a los pecadores, para que se alegren en ti.

Rey poderoso, que quebraste las ataduras de la antigua servidumbre,
— libra a los prisioneros y vela por los encarcelados.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que al venir a nosotros te convertiste en puerta abierta del cielo,
— haz que los difuntos tengan, por ti, acceso al Padre.

Llenos de fe, invoquemos juntos al Padre común, repitiendo la oración que Jesús nos enseñó:
Padre nuestro…

ORACION

Señor, luz radiante de todas las naciones, concede a los pueblos de la tierra gozar de una paz estable, e ilumina nuestros corazones con aquella luz espléndida que condujo a nuestros padres al conocimiento de tu Hijo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

Anuncio publicitario

Lectio Divina – Jueves II de Navidad

1) Oración inicial

Señor, luz radiante de todas las naciones, concede a los pueblos de la tierra gozar de una paz estable, e ilumina nuestros corazones con aquella luz espléndida que condujo a nuestros padres al conocimiento de tu Hijo. Que vive y reina. Amen.

2) Lectura

Del santo Evangelio según Marcos 6,45-52
Inmediatamente obligó a sus discípulos a subir a la barca y a ir por delante hacia Betsaida, mientras él despedía a la gente. Después de despedirse de ellos, se fue al monte a orar.
Al atardecer, estaba la barca en medio del mar y él, solo, en tierra. Viendo que ellos se fatigaban remando, pues el viento les era contrario, a eso de la cuarta vigilia de la noche viene hacia ellos caminando sobre el mar y quería pasarles de largo. Pero ellos, viéndole caminar sobre el mar, creyeron que era un fantasma y se pusieron a gritar, pues todos le habían visto y estaban turbados. Pero él, al instante, les habló, diciéndoles: «¡Ánimo!, que soy yo, no temáis.» Subió entonces junto a ellos a la barca, y amainó el viento, y quedaron en su interior completamente estupefactos, pues no habían entendido lo de los panes, sino que su mente estaba embotada.

3) Reflexión

• Después de la multiplicación de los panes (evangelio de ayer), Jesús obliga a los discípulos a subir a la barca. ¿Por qué? Marcos no lo explica. El Evangelio de Juan nos dice lo siguiente. Según lo que esperaba la gente de aquel tiempo, el Mesías iría a repetir el gesto de Moisés que había alimentado al pueblo en el desierto. Por esto, ante la multiplicación de los panes, la gente concluye que Jesús debía de ser el Mesías esperado, anunciado por Moisés (cf. Dt 18,15-18) y quiso hacer de él un rey (cf. Jn 6,14-15). Esta manifestación de la gente era una tentación tanto para Jesús como para los discípulos. Por esto, Jesús los obliga a embarcar: Quería evitar que se contaminasen con la ideología dominante, pues la “levadura de Herodes y de los fariseos” era muy fuerte (Mc 8,15). Jesús mismo se enfrenta a la tentación por medio de la oración.
• Marcos describe con arte los acontecimientos. Por un lado, Jesús sube al monte para rezar. Por otro lado, los discípulos bajan hacia el mar y entran en la barca. Parece un cuadro simbólico que prefigura el futuro: es como si Jesús subiese ya al cielo, dejando a los discípulos solos en medio de las contradicciones de la vida, en la frágil barquita de la comunidad. Era de noche. Ellos estaban en alta mar; todos juntos en la pequeña barca, queriendo avanzar remando, pero el viento era contrario. Estaban cansados. Ya era el amanecer, esto es, de madrugada: entre las 3 y las 6. En el tiempo de Marcos, las comunidades eran como los discípulos. ¡Noche! ¡Viento contrario! No consiguen nada, ¡a pesar de todo el esfuerzo que hacen! Pero él estaba presente y fue hacia ellas, pero ellas, las comunidades, al igual que los discípulos de Emaús, no le reconocieron (Lc 24,16).
• En tiempo de Marcos, entorno al año 70, la pequeña barca de las comunidades se enfrentaba con un tiempo contrario tanto de algunos judíos convertidos que querían reducir el misterio de Jesús a profecías y figuras del Antiguo Testamento, como de algunos paganos convertidos que pensaban que fuera posible una cierta alianza de la fe en Jesús con el imperio. Marcos trata de ayudar a los cristianos a que respetasen el misterio de Jesús, a que no reluciesen a Jesús a sus propios deseos e ideas.
• Jesús llega caminando sobre las aguas del mar de la vida. Ellos gritan porque tienen miedo, porque piensan que se trate de un fantasma. Como en la historia de los discípulos de Emaús, Jesús hace como que quiere seguir adelante (Lc 24,28). Pero el grito de los discípulos hace que cambie de rumbo, se acerca y dice: “¡Animo, no tengan miedo! ¡Soy yo!” Aquí, de nuevo, quién conoce la historia del Antiguo Testamento, recuerda algunos hechos muy importantes: (1) Recuerda que la gente, protegida por Dios, atravesó sin miedo el Mar Rojo. (2) Recuerda como Dios, al clamor de Moisés, declaró varias veces su nombre diciendo: “¡Soy yo!” (cf. Ex 3,15). (3) Recuerda además el libro de Isaías que presenta la vuelta del exilio como un nuevo éxodo, en el que Dios aparece repitiendo numerosas veces: “¡Soy yo!” (cf. Is 42,8; 43,5.11-13; 44,6.25; 45,5-7). Esta manera de evocar el Antiguo Testamento, de usar la Biblia, ayudaba a las comunidades a percibir mejor la presencia de Dios en Jesús y en los hechos de la vida. ¡No tengan miedo!
• Jesús sube a una barca y el viento se detiene. Pero el espanto de los discípulos, en lugar de terminar, aumenta. El evangelista Marcos hace un comentario crítico y dice: “Pues ellos no habían entendido lo de los panes: su corazón quedaba totalmente cerrado” (6,52). La afirmación corazón cerrado evoca el corazón endurecido del faraón (Ex 7,3.13.22) y del pueblo en el desierto (Sal 95,8) que no querría escuchar a Moisés y pensaba solamente en volver a Egipto (Núm 20,2-10), donde había pan y carne a saciedad (Ex 16,3).

4) Para la reflexión personal

• ¡Noche, mar agitado, viento contrario! ¿Te has sentido así alguna vez? ¿Qué hiciste para vencer el miedo?
• ¿Te has espantado alguna vez al no reconocer a Jesús presente y actuante en tu vida?

5) Oración final

El Señor se apiadará del débil y del pobre,
salvará la vida de los pobres.
La rescatará de la opresión y la violencia,
considerará su sangre valiosa. (Sal 72,13-14)

Superficialidad de la alabanza vana (Adulación)

Los mismos que alaban son nada, y pasarán con el sonido de sus palabras. En cambio, la fidelidad del Señor dura por siempre (Imitación de Cristo, 3, 14).

Tengo entendido que quien se dejare llevar por cosas de la tierra o dichos de alabanzas de los hombres, está muy engañado por la poca ganancia que en esto hay; una cosa les parece hoy, otra mañana; de lo que una vez dicen bien, presto tornan a decir mal (Santa Teresa, Fundaciones, 27, 21).

Comentario – Jueves II de Navidad

Tras el milagro de la multiplicación de los panes o tras haber calmado el hambre de una multitud con unos cuantos panes, nos refiere el evangelista que Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran hacia la otra orilla, la de Betsaida, mientras él despedía a la gente. Al parecer, lo que quería es quedarse solo, porque, después de despedir a la gente, se retiró al monte a orar. La indicación evangélica es elocuente. Jesús se encontraba a gusto entre las multitudes, porque les veía necesitados de guía, como ovejas sin pastor; pero también necesitaba de espacios de soledad para la oración y el encuentro con su Padre, Dios. Se sentía realmente hijo, el Hijo amado, y tenía que estar con su Padre: no sólo en las cosas de su Padre, sino también con Él y a solas, sin interferencias, en la intimidad de la relación filial. Así le veremos en otros momentos, a veces guardándose de las miradas ajenas, como el el huerto de Getsemaní, a veces expresando sin pudor alguno sus sentimientos de gratitud hacia el que ha ocultado estas cosas a los sabios y entendidos, revelándoselas a la gente sencilla. Le vemos, pues, hablar del Padre tanto como hablar con el Padre. Podía hablar de Él con conocimiento de causa porque hablaba constantemente con Él.

Pero el que vivía en la presencia permanente de Dios Padre necesitaba no obstante retirarse a orar. Y ello le exigía apartarse momentáneamente de sus acompañantes, despedirles, quedarse a solas. La oración es un encuentro de amor, y reclama intimidad, ausencia de testigos, confidencialidad. Después ya habrá ocasión para volver al trabajo, a las relaciones humanas, a la actividad ordinaria con renovadas energías. Porque Jesús no abandona por eso a sus discípulos que se encuentran en dificultad. Llegada la noche, y viendo Jesús el trabajo con que remaban, porque tenían viento contrario, a eso de la cuarta vela de la noche, va hacia ellos andando sobre el lago. Ellos se sobresaltaron, pero él les tranquilizó con estas palabras: Ánimo, soy yo, no tengáis miedo. Entró con ellos en la barca y amainó el viento. Ellos seguían presos del estupor, sin poder explicarse lo sucedido.

La escena, como sacada de un relato de ficción, es sumamente instructiva. Los discípulos, expertos marineros, se ven enfrentados a una tormenta que les hace zozobrar. Luchan con todas sus fuerzas contra el viento y las olas y se ven impotentes para doblegarlas. Perciben la presencia fantasmagórica del Maestro que camina sobre el agua sin que las olas le incomoden. Se sobresaltan porque no encuentran explicación al suceso. Por fin oyen palabras tranquilizadoras que les devuelven la calma. Y cesa la tempestad.

La percepción de la presencia poderosa del Señor, puede ahorrarnos muchos temores. Es como sentir que estamos en buenas manos. Y no es que no tengamos que poner todas nuestras energías para superar la dificultad o enfrentar el peligro, aunque en la naturaleza hay fuerzas ocultas que, desatadas, no podríamos de ningún modo contener, enfrentar o resistir, pero eso cabe hacerlo con la convicción de que estamos en manos de Dios que tiene el poder sobre todo poder, el poder de salvar y el de dejar perecer, el poder de destruir y el de rescatar. ¿Por qué no tener miedo estando él? Porque él tiene el poder sobre el oleaje, porque tiene en su mano la capacidad de resolver el problema. Y si no lo resuelve en un sentido, porque no calma la tempestad, lo resolverá en otro, porque nos permitirá transitar por la muerte sin soltarnos de la mano. En cualquier caso, podremos afrontar la dificultad con serenidad y confianza. El miedo, en cambio, suele dejarnos sin la respuesta adecuada, porque o bien nos paraliza, o bien nos lanza en la dirección incorrecta.

Sólo si percibimos en nuestra vida la compañía del Señor, cultivada en la oración, podremos escuchar en nuestro interior las tranquilizadoras palabras que oyeron sus discípulos: Ánimo, soy yo, no tengáis miedo. Y nuestros miedos se desvanecerán aunque perdure la tempestad o tarde en llegar la calma.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

238. Las diversas manifestaciones de piedad popular, especialmente las peregrinaciones, atraen a gente joven que no suele insertarse fácilmente en las estructuras eclesiales, y son una expresión concreta de la confianza en Dios. Estas formas de búsqueda de Dios, presentes particularmente en los jóvenes más pobres, pero también en los demás sectores de la sociedad, no deben ser despreciadas sino alentadas y estimuladas. Porque la piedad popular «es una manera legítima de vivir la fe»[130] y es «expresión de la acción misionera espontánea del Pueblo de Dios»[131].


[130] Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 124: AAS 105 (2013), 1072.

[131] Ibíd., 122: 1071.

El bautismo debe ser un compromiso personal

1.- En aquel tiempo, fue Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. Hoy se acaba el tiempo litúrgico de Navidad; Jesús tiene ya treinta años. Hasta ahora ha vivido una vida socialmente humilde, callada y anónima, como un judío observante y fiel a la Ley de Moisés. Ha sido circuncidado, pero no bautizado. Para los hombres judíos la circuncisión era un rito imprescindible para entrar a formar parte del pueblo de Israel, del pueblo elegido por Dios. De que el niño fuera circuncidado se encargaban los padres del niño, cuando este era aún muy pequeño. La circuncisión era para los hombres judíos un rito muy parecido a lo que es hoy para nosotros el sacramento del bautismo, tal como hoy lo practicamos. El bautismo, en cambio, suponía una decisión personal de consagrarse a Dios y de renunciar al pecado. El que decidía bautizarse, decidía cambiar de vida, empezar a vivir para Dios, cumpliendo fielmente la Ley de Dios. Así era el bautismo de Juan: un bautismo de arrepentimiento de los pecados y de conversión a Dios. A este bautismo es al que se presentó Jesús, poniéndose en la fila de los que querían ser bautizados, como un judío más. Bien, lo que sucedió ya lo sabemos; nos lo cuenta hoy San Mateo, en su evangelio. Yo quiero ahora hacer una reflexión, más pastoral que teológica, sobre el tema del bautismo, para nuestro tiempo de hoy. Nosotros fuimos bautizados a los pocos días de nacer. Nos bautizaron en el bautismo de Jesús, no en el de Juan Bautista, y lo decidieron nuestros padres, siendo fieles a su fe y a su tradición cristiana. Pero resulta que muchos de nuestros jóvenes hoy no tienen ya la fe de sus padres y no quieren vivir en ella. ¿Qué debemos hacer los padres, catequistas y sacerdotes en estos casos? Yo creo que debemos acentuar la importancia y el significado personal y cristiano de la renovación de las promesas del bautismo. Cada joven debe decidir y expresar libre y conscientemente ante la Iglesia de Cristo si quiere vivir como bautizado, en la fe de la Iglesia. Tiene que aceptar su bautismo como un compromiso personal y como una decisión definitiva de vivir como cristiano. Los que no quieran aceptar su bautismo, viviendo como auténticos cristianos, merecen todo nuestro respeto, pero no los podemos considerar como cristianos. No queremos llamar cristiano a un joven por el simple hecho de haber sido bautizado por la decisión de sus padres, sino al que decide libre y personalmente vivir su compromiso bautismal.

2.- Sobre él he puesto mi espíritu. Jesús de Nazaret fue “ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, y pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo”. Cuando fue bautizado por Juan, Dios le llamó su “Hijo amado, su predilecto”. Cuando nosotros somos bautizados, somos bautizados en el Espíritu de Jesús y Dios nos considera sus hijos. ¿Cómo debe manifestarse en nosotros el Espíritu de Jesús? Evidentemente haciendo el bien e intentando curar, en la medida de nuestras posibilidades, a las personas que se hallen esclavizadas por algún mal. En la primera lectura, el profeta Isaías nos dice que “el siervo de Yahveh” traerá el derecho y la justicia a los pueblos, abrirá los ojos de los ciegos, liberará a los cautivos y a los que habitan en las tinieblas. Todo esto lo hará con mansedumbre y con fortaleza. Este debe ser nuestro programa, como personas que hemos sido bautizados en el Espíritu de Cristo: ayudar siempre a los demás, empezando por los más desfavorecidos, actuando siempre con amor y fortaleza cristiana. Pues para esto fuimos bautizados en el Espíritu de Cristo.

Gabriel González del Estal

Apenas se bautizó Jesús, vio que el Espíritu de Dios bajaba sobre él

Entonces Jesús fue de Galilea al Jordán para que Juan lo bautizara. Pero Juan quería impedirlo, diciendo: «Soy yo el que necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?». Jesús le respondió: «¡Déjame ahora, pues con-viene que se cumpla así toda justi-cia!». Entonces Juan accedió a ello. Una vez bautizado, Jesús salió del agua; y en esto los cielos se abrieron y vio al Espíritu de Dios descender en forma de paloma y posarse sobre él. Y se oyó una voz del cielo: «Éste es mi hijo amado, mi predilecto».

Mateo 3, 13-17

PARA MEDITAR

Una pregunta… ¿tienes DNI? Ese papelillo envuelto en plástico donde hay una foto y pone cómo te llamas, dónde vives, el día que naciste y cómo se llaman tus padres. Sirve para que los demás sepan quién eres… pero no pone cuáles son tus gustos, tus aficiones, tus ideas…

En tiempos de Jesús no había carnets… La gente sabía de qué familia era cada uno y con eso bastaba. Y así pasó Jesús su infancia y su juventud. Hasta que un día, ya siendo mayor, fue al río Jordán. Allí estaba Juan El Bautista que se dedicaba a invitar a los pecadores a reconciliarse con Dios y a bautizar a la gente.

Después de escuchar a Juan, Jesús también decidió bautizarse… y pasó una cosa asombrosa: El cielo se abrió… y Dios dijo desde el cielo: “Éste es mi hijo amado, mi predilecto”.

Allí había mucha gente… y todo el mundo pudo ver que Jesús… al que hasta entonces conocían como “el hijo del carpintero”… era el Hijo de Dios. Y una vez bautizado, Jesús se puso en marcha para cumplir su misión… la de anunciar la Buena Noticia.

Ahora a casi todo el mundo le bautizan cuando es pequeño… y no nos acordamos. En ese día fuimos hechos hijos de Dios, y también empezamos a cumplir nuestra misión en este mundo. Aunque igual… todavía no sabemos cuál es esa misión.

Y otra cosa… mañana hay que volver al colegio. Allí también tienes una misión muy importante: aprovechar el tiempo y esforzarte… para aprender muchas cosas.

Lo que quieras hacer cuando seas mayor… tienes que empezar a prepararlo ahora. Y cuanto mejor preparado estés… más fácil será conseguirlo.

PARA HACER VIDA EL EVANGELIO

  • ¿Qué sabes del día de tu bautizo? ¿Por qué decidieron bautizarte tus padres? ¿Sabes a qué se comprometieron?
  • Dios tiene un plan para cada uno de nosotros… y debemos encontrar nuestra «vocación»… la cosa a la que nos gustaría dedicarnos cuando seamos mayores. Piensa en cómo eres, las habilidades que tienes, las cosas que te gustan…
  • ¿Que quieres ser de mayor? ¿Qué puedes ir haciendo para poder serlo algún día?

ORACIÓN

Ayúdame Padre Bueno a crecer como Jesús.
A ser más bueno cada día, y a querer a los que me rodean.
Ayúdame a estudiar mucho en la escuela
y a ser buen amigo y compañero.
Quiero aprender mucho,
llenarme de las cosas de Dios como Jesús.
Quiero aprender a rezar, a leer la Biblia,
a vivir como Jesús vivió.
Enséñame a seguir sus pasos
y a dejarme llenar por el Espíritu de Dios.
Que todo lo que aprenda, Señor,
aprenda a transmitirlo,
que no me lo guarde para mí,
sino que lo comparta con los demás,
como Jesús.
¡Que así sea, Señor!

Como todos nosotros te bautizas

Lo mismo que hicieron con nosotros,
lo que hacemos a los nuestros,
eso quisiste para Ti, pasar por el bautismo,
a pesar de que no lo necesitabas.
Pero Tú, Señor, siempre has querido ser en todo uno de tantos.
Tu vida normalizada, tus actitudes cotidianas,
tu inclusión en la vida
fue para enseñarnos cómo tenemos que vivir.

Tu bautismo fue para recordarnos que necesitamos
la fuerza de Dios para estar en el mundo.
Que es bueno reconocerse frágil y pecador
y crear relaciones de igualdad
con todas las personas.
Que para Ti nadie es más que nadie,
y todos andamos «manchados» de algo.
Que con tu gesto querías compartir
todos nuestros temores y esperanzas,
uniéndote a nuestro deseo de conversión,
de cambiar de vida, de mejorar la historia.

Tú que venías a liberar a los oprimidos,
a dar salud a los enfermos,
a promover el derecho y la justicia,
pasaste primero por el agua para purificarte.
Y hoy nosotros contigo, queremos dejarnos
sumergir en el agua del abandono,
poniéndote toda nuestra historia personal
y la vida del mundo en tus manos.
Queremos sumergir en Ti nuestros sueños
de construir ese cielo nuevo y esa tierra nueva,
dejándonos cambiar por Ti, limpiar de esos
pequeños desencantos e impotencias
que nos llevan a abandonar o a no implicarnos
con toda la ilusión.

Ayúdanos a encarnarnos como Tú,
a incluirnos en la vida hasta el fondo,
a ser cada día más normales, más iguales,
más cercanos, pero más tuyos.
Que vivamos como Tú, para servir,
para liberar, para generar vida.
Que nos sumerjamos en la fiesta de la vida
sabiendo acompañar,
aumentando el disfrute, el compartir,
la atención personal a todos y cada uno.
Envía también sobre nosotros tu Espíritu,
para que sepamos obrar a tu manera,
para que sepamos ser tu presencia entre las gentes
tu caricia, tu gesto, tu salud y tu ternura.

Mari Patxi Ayerra

Notas para fijarnos en el evangelio Bautismo del Señor

• El texto tiene tres partes:

* Presentación de protagonistas y lugar: son Jesús, vinculado a Galilea, y Juan, vinculado al Jordán. Tras treinta años de silencio en Nazaret (Galilea) llega la fuerza convocadora de Juan que llama a los judíos a la conversión, como preparación el pueblo ante la próxima venida del Mesías. Recordar que es la primera aparición en público de Jesús y el inicio de su misión como Mesías. Un dejar la silenciosa vida de Nazaret y comenzar una nueva etapa misionera-publica.

* Diálogo entre Juan y Jesús: Juan reconoce en Jesús al Mesías y se opone a su propósito (13), pues el gesto de Jesús no cuadra con la descripción del Mesías que ha hecho antes: un símbolo de muerte (bautismo), en lugar de una actividad de juez (14). El bautismo de Jesús simboliza su compromiso de dar la vida, y así se realizará el proyecto salvador de Dios, que Juan debe aceptar (15).

* La manifestación de Dios (en Jesús y su Espíritu). Así, al compromiso de Jesús (su bautismo), le sigue como una respuesta divina (16): el cielo abierto asegura una comunicación de Dios con Jesús expresada por el Espíritu de Dios que se le comunica plenamente (la Encarnación del Hijo de Dios, desde ahora es Dios-con-nosotros, Mt 1,23). Ya no tenemos que pensar más que hay una puerta cerrada que nos separa, ni que tenemos que hacer méritos porque se nos abre y siempre nos podemos comunicar (Dios entra en la Historia Humana).

• Mateo acentúa que Juan, ante la pretensión de Jesús de ser bautizado por él (13), se pone por debajo de Jesús (14); igualmente señala que Jesús, como si tuviera que justificar esta pretensión sorprendente, dice que se trata de cumplir «todo lo que Dios quiere» (14). Así el evangelista da respuesta a los interrogantes y a la perplejidad de las comunidades ante el hecho de que Jesús reciba un bautismo de conversión.

• Por otra parte, esta presentación que hace Mateo pone de manifiesto cuál es el estilo de Aquél que trae el perdón de los pecados a todo el mundo: se pone a la cola de los pecadores, identificándose con ellos. El Hijo de Dios se hace hombre y asume todas las consecuencias.

• «Se abrió el cielo» (16): cielo y tierra se unen. Ya no hemos de pensar más que hay una puerta cerrada que les separa ni que hemos de hacer méritos para que se nos abra. Dios mismo abre y entra en la Historia humana. Es lo que pedía la liturgia de Adviento y lo que celebra la liturgia de Navidad: la Encarnación del Hijo de Dios. Desde ahora Dios-con-nosotros (Mt 1,23).

• «El Espíritu de Dios bajaba como una paloma…» (16): con esta imagen se pretende expresar no un fenómeno que se pueda observar, sino que, del mismo modo que una paloma baja para proteger su nido, el Espíritu de Dios baja para que el pueblo viva. Este versículo (16) recuerda al Espíritu que se cernía sobre las aguas en la Creación (Gn 1,2); también la paloma que traía una rama de olivo después del diluvio, indicando que la humanidad podía volver a empezar (Gn 8,11s); y resuenan las profecías sobre el Mesías, ungido por el Espíritu que reposará sobre él (Is 11,2; 42,1).

• Las palabras que «vienen del cielo» (17) recuerdan textos bíblicos con sentido mesiánico, como el mismo que se acaba de citar (Is 42,1). Mateo, citando al profeta Oseas (Os 11,1), ya ha introducido antes (Mt 2,15) el tema de que Jesús es el Hijo de Dios; y lo irá resaltando a lo largo del Evangelio.

• En el bautismo de Jesús aparece la relación entre el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo. Al final del Evangelio Jesús envía a los Apóstoles a bautizar en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28,19). Este es el bautismo que nosotros, como Juan, «necesitábamos» (14)

Comentario al evangelio – Jueves II de Navidad

Después de la celebración de la Epifanía, estamos en los últimos días del tiempo de Navidad. La Palabra, en las dos lecturas de hoy, sigue presentándonos a Jesús como la luz que viene de parte de Dios a iluminar toda oscuridad, a la vez que nos recuerda el camino que se abre cuando le acogemos, que es el camino del amor.

En el Evangelio, tras los pasajes leídos los días anteriores en los que Jesús aparecía anunciando la Buena Noticia y haciendo signos del Reino que viene a traer, hoy aparece retirándose al monte a orar. Es algo que debía hacer frecuentemente: en medio de su actividad desbordante y de su convivencia con los doce, buscaba sus momentos para parar la vida, estar en soledad, orar al Padre… y desde ahí volver al trajín del día a día.

En paralelo, sus discípulos están pasando un momento difícil: en mitad de la noche, con el viento en contra… en otros pasajes paralelos de los evangelios dice que el mar estaba muy agitado. Todo un signo de un momento incontrolable, donde lo más valioso corre peligro, donde el miedo paraliza la vida. Y aparece Jesús. Y les dice: “Ánimo, soy yo, no tengáis miedo”. Y su presencia clama el viento. Y la travesía de la vida continúa.

Los discípulos de Jesús de todos los tiempos pasamos también por momentos de oscuridad, de viento contrario, de perder el control. Por eso nos viene bien volver a escuchar al Señor que nos dice: “no tengáis miedo”. Porque su presencia calma el corazón y redimensiona las dificultades, desde el horizonte que da la eternidad desde la que nos habla, acoge y alienta.

En medio de nuestra vida agitada, estamos invitados a buscar, como el Maestro, nuestros espacios de soledad, donde parar la vida y ponernos, junto a Él, ante el Padre, por medio del Espíritu. Para decirle con sus palabras: “hágase tu voluntad” o, en el silencio de cualquier noche, recibir el aliento que sólo su presencia puede dar en medio de cualquier tempestad.

Luis Manuel Suárez CMF