Vísperas – Miércoles I de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS

MIÉRCOLES I DE TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Amo, Señor, tus sendas, y me es suave la carga
(la llevaron tus hombros) que en mis hombros pusiste;
pero a veces encuentro que la jornada es larga,
que el cielo ante mis ojos de tinieblas se viste.

que el agua del camino es amarga…, es amarga,
que se enfría este ardiente corazón que me diste;
y una sombría y honda desolación me embarga,
y siento el alma triste hasta la muerte triste…

El espíritu débil y la carne cobarde,
lo mismo que el cansado labriego, por la tarde,
de la dura fatiga quisiera reposar…

Mas entonces me miras…, y se llena de estrellas,
Señor, la oscura noche; y detrás de tus huellas,
con la cruz que llevaste, me es dulce caminar.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Amén.

SALMO 26: CONFIANZA ANTE EL PELIGRO

Ant. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? +

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
+ El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?

Cuando me asaltan los malvados
para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen.

Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.

Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo.

Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca;

y así levantaré la cabeza
sobre el enemigo que me cerca;
en su tienda ofreceré
sacrificios de aclamación:
cantaré y tocaré para el Señor.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?

SALMO 26: CONFIANZA ANTE EL PELIGRO

Ant. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro.

Escúchame, Señor, que te llamo;
ten piedad, respóndeme.

Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro.»
Tu rostro buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro.

No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches, no me abandones,
Dios de mi salvación.

Si mi padre y mi madre me abandonan,
el Señor me recogerá.

Señor, enséñame tu camino,
guíame por la senda llana,
porque tengo enemigos.

No me entregues a la saña de mi adversario,
porque se levantan contra mí testigos falsos,
que respiran violencia.

Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.

Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro.

CÁNTICO de COLOSENSES: HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CRIATURA

Ant. Él es el primogénito de toda criatura, es el primero en todo.

Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Él es el primogénito de toda criatura, es el primero en todo.

LECTURA: St 1, 22.25

Llevad a la práctica la ley y no os limitéis a escucharla, engañándoos a vosotros mismos. El que se concentra en la ley perfecta, la de la libertad, y es constante, no para oír y olvidarse, sino para ponerla por obra, éste será dichoso al practicarla.

RESPONSORIO BREVE

R/ Sálvame, Señor, y ten misericordia de mí.
V/ Sálvame, Señor, y ten misericordia de mí.

R/ No arrebates mi alma con los pecadores.
V/ Y ten misericordia de mí.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Sálvame, Señor, y ten misericordia de mí.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.

PRECES

Que en todo sea glorificado el nombre del Señor, que atiende a su pueblo elegido con infinito amor. A él suba nuestra oración:

Muestra, Señor, tu caridad.

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia:
— guárdala de todo mal y haz que crezca en tu amor.

Que todos los pueblos, Señor, te reconozcan como el único Dios verdadero,
— y a Jesucristo como el Salvador que tú has enviado.

A nuestros parientes y bienhechores concédeles tus bienes,
— y que tu bondad les dé la vida eterna.

Te pedimos, Señor, por los trabajadores que sufren:
— alivia sus dificultades y haz que todos los hombres reconozcan su dignidad.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

En tu misericordia, acoge a los que hoy han muerto
— y dales posesión de tu reino.

Terminemos nuestra oración con la plegaria que nos enseñó el Señor:
Padre nuestro…

ORACION

Señor, Dios salvador nuestro, danos tu ayuda, para que siempre deseemos las obras de la luz y realicemos la verdad: así los que de ti hemos nacido como hijos de la luz seremos tus testigos ante los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Miércoles I de Tiempo Ordinario

1) Oración inicial

Muéstrate propicio, Señor, a los deseos y plegarias de tu pueblo; danos luz para conocer tu voluntad y la fuerza necesaria para cumplirla. Por nuestro Señor. Amen. 

2) Lectura

Del santo Evangelio según Marcos 1,29-39
Cuando salió de la sinagoga se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y le hablan de ella. Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles.
Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; la ciudad entera estaba agolpada a la puerta. Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían.
De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración. Simón y sus compañeros fueron en su busca; al encontrarle, le dicen: «Todos te buscan.» Él les dice: «Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido.» Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios. 

3) Reflexión

• Jesús restaura la vida para el servicio. Después de participar en la celebración del sábado en la sinagoga, Jesús entra en casa de Pedro y cura a la suegra de éste. La curación hace que la mujer se ponga de pie y atienda a los demás. Una vez recuperadas la salud y la dignidad, empieza a servir a las personas. Jesús no solamente sana a la persona, sino que sana para que la persona se ponga al servicio de la vida.
• Jesús acoge a los marginados. Al caer de la tarde, terminado el sábado en la hora en que aparece la primera estrella en el cielo, Jesús acoge y cura a los enfermos y a los poseídos que la gente le trae. Los enfermos y los poseídos eran las personas más marginadas en aquella época. No sabían a quién acudir. Estaban a la merced de la caridad pública. Además de esto, la religión los consideraba impuras. No podían participar en la comunidad. Era como si Dios las rechazara y excluyera. Jesús las acoge. Así, aparece en qué consiste la Buena Nueva de Dios y lo que quiere alcanzar en la vida de la gente: acoger a los marginados y a los excluidos, y reintegrarlos en la convivencia de la comunidad.
• Permanecer unido al Padre por la oración. Jesús aparece rezando. Hace un esfuerzo muy grande para tener el tiempo y el ambiente apropiado para rezar. Se levanta antes que los otros, para poder estar a solas con Dios. Muchas veces, los evangelios, nos hablan de la oración de Jesús en silencio (Mt 14,22-23; Mc 1,35; Lc 5,15-16; 3,21-22). A través de la oración, él mantiene viva en sí la conciencia de su misión.
• Mantener viva la conciencia de la misión y no encerrarse en el resultado obtenido. Jesús se volvió conocido. Todos iban detrás de él. Esta publicidad gustó a los discípulos. Fueron a buscar a Jesús para llevarlo de nuevo junto con la gente que lo buscaba, y le dicen: Todos te buscan. Pensaban que Jesús iba a participar en el banquete. ¡Se engañaban! Jesús no acudió y dijo: Vamos para otros lugares. ¡He salido para esto precisamente! Seguramente se extrañaron. Jesús no era como se lo imaginaban. Tenía una conciencia mucho más clara de su misión y quería transmitirla a los discípulos. No quiere que se encierren en el resultado ya obtenido. No deben mirar atrás. Al igual que Jesús, deben mantener bien viva la conciencia de su misión. Es la misión recibida del Padre la que debe orientarlos en la toma de decisiones.
• He salido para esto, precisamente. Este fue el primer malentendido entre Jesús y los discípulos. De momento, no es que una pequeña divergencia. Mas adelante, en el evangelio de Marcos, este malentendido, a pesar de las muchas advertencias de Jesús, crece y llega casi a una ruptura entre Jesús y los discípulos (cf. Mc 8,14-21.32-33; 9,32;14,27). Hoy también existen malentendidos de cara al rumbo del anuncio de la Buena Nueva. Marcos ayuda a prestar atención a las divergencias, para no permitir que crezcan hasta llegar a una ruptura. 

4) Para la reflexión personal

• Jesús no ha venido para ser servido, sino para servir. La suegra de Pedro empieza a servir. Yo, ¿hago de mi vida un servicio a Dios y a los hermanos y hermanas?
• Jesús mantenía viva la conciencia de su misión mediante la oración. ¿Y mi oración? 

5) Oración final

Cantad a Yahvé, bendecid su nombre!
Anunciad su salvación día a día,
contad su gloria a las naciones,
sus maravillas a todos los pueblos. (Sal 96,2-3)

Lectura continuada del Evangelio de Marcos

Marcos 12, 28-31

28Y, acercándose uno de los escribas, oyéndoles discutir, viendo que les respondía correctamente, le preguntó:  “¿Cuál es el primer mandamiento de todos?”.

29Respondió Jesús: “El primero es: ‘Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor, 30y amarás al Señor tu 31Dios con todo tu corazón, y con toda tu vida, y con toda tu mente, y con toda tu fuerza’. El segundo [es] este: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. Mayor que estos no hay otro mandamiento”.

En pasajes recientes, Jesús ha discutido con los representantes de los principales grupos judíos de la Palestina del siglo I: sumos sacerdotes, escribas y ancianos (11,27), fariseos y herodianos (12,13) y saduceos (12,18). Ahora, en la conclusión de esta serie de relatos polémicos, su interlocutor es de nuevo un escriba. Pero, ahora, este escriba comprende a Jesús y su causa.

El pasaje se divide en tres secciones de amplitud decreciente: la pregunta inicial y su respuesta (12,28-31); la respuesta del escriba (12,32-33) y la reacción de Jesús a esta respuesta (12,34). Contrariamente al modelo de los relatos polémicos precedentes (11,27-12,27), la respuesta de Jesús a la pregunta no concluye la conversación; nuestro pasaje trata casi tanto de la relación entre Jesús y el escriba como del mayor mandamiento de la Ley.

• 12,28-31: Un escriba perspicaz y comprensivo formula una pregunta legal de gran importancia: «¿Cuál es el primer mandamiento de todos?» (12,28). La pregunta retoma una cuestión que había sido discutida ampliamente entre los contemporáneos de Jesús. Por ejemplo, los fariseos, y sus sucesores los rabinos, establecieron una diferencia entre mandamientos «pesados» y «ligeros», lo que suscitó inevitablemente la pregunta sobre cuál era el mandamiento «más pesado» de todos.

La respuesta de Jesús comienza con una referencia a la famosa Shemá, una declaración basada en Dt 6,4-9 que era y es el credo básico del judaísmo. Jesús cita los dos primeros versículos de la Shemá. La inclusión de la afirmación de la unidad de Dios (12,29) es significativa para la cristología marcana, ya que toda esta sección del evangelio (11,27-12,37) contesta a la pregunta planteada en 11,28 sobre si la autoridad de Jesús procede «del cielo» o de la esfera pecaminosa humana. La respuesta de Marcos es que la autoridad de Jesús viene de Dios; en el siguiente pasaje, ciertamente, Jesús estará cerca de situarse a sí mismo a la par «del Señor» (12,35-37). Así pues, ama al «Señor nuestro Dios» con todo el corazón, el alma, la mente y las fuerzas es al mismo tiempo amar y seguir a Jesús tal como el escriba parece casi dispuesto a hacer. Marcos adelanta una reinterpretación cristiana muy atrevida de la idea judía de la unidad divina, una reinterpretación que implica una unidad entre Dios y Jesús. Sin embargo, Jesús también muestra esa devoción por lo que significa la Shemá. Ciertamente, por todas partes del evangelio Jesús demuestra lo que significa amar a Dios con todo su ser, pero, ante todo, en la sección que concluye el relato donde pone la voluntad de su Padre por encima de sí mismo y se somete a una muerte “querida” por Dios (14,36).

A Jesús le preguntan sobre el primer mandamiento, y hacia el final de 12,30 ha contestado ya a esa pregunta; pero luego continúa añadiendo un segundo mandato bíblico: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (12,31). Para Jesús, el mandamiento de amar a Dios es indisoluble del precepto de amar al prójimo. De nuevo, Jesús demostrará también y hará posible tal amor dando su vida «como rescate por muchos» (10,45).

Ciertamente, Jesús no dice nada alarmantemente novedoso al encontrar la esencia de la Ley en una combinación de la llamada del Deuteronomio de amar a Dios con la del Levítico de amar al prójimo.

Comentario – Miércoles I de Tiempo Ordinario

El pasaje evangélico de Marcos nos sitúa a Jesús en Cafarnaúm, centro de su primera actividad misionera, saliendo de la sinagoga y en compañía de algunos de sus discípulos. A Jesús le vemos frecuentar la sinagoga, lugar de reunión donde se proclama y se comenta la Palabra de Dios ofrecida en la Escritura sagrada. El culto sinagogal era una liturgia de la Palabra. Jesús mostraba, por tanto, interés por la escucha, la interpretación y el cumplimiento de esta Palabra que tanto tenía que ver con él y su misión. Basta recordar lo acaecido en la sinagoga de Nazaret, cuanto Jesús, puesto en pie, lee al profeta Isaías y concluye: Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír. Pero no sólo se interesa por esta liturgia, sino que se hace acompañar de sus discípulos para introducirlos en ella, si es que no lo estaban ya.

También le vemos frecuentar ciertas casas «familiares», como la de Simón y Andrés, donde podía hospedarse provisionalmente, recibir el sustento necesario para reponer fuerzas y continuar la tarea evangelizadora. Los apóstoles llamados a estar con él no han roto del todo los vínculos familiares, pues siguen teniendo contactos, al menos esporádicos, con la familia de origen. La casa de Simón y Andrés era también la casa de la suegra de Simón, y allí se encuentra Jesús con esta mujer que se hallaba en estado de postración: en cama y con fiebre. A Jesús le informan de la situación y él, sin más dilación, se acerca a la enferma, la toma de la mano y la levanta. Y al instante se le pasó la fiebre. Quedó de tal manera restablecida que, levantada de la cama, se puso a servirles.

El servicio de la mesa, aunque formara parte del hospedaje, pasaba a ser el modo agradecido de corresponder a su sanador. Para Jesús y sus discípulos era el momento del reposo y de la confidencia. Pero aquel bienestar no se prolongó mucho tiempo. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y poseídos: tantos, que la población entera parecía agolparse a la puerta. Y Jesús, ante semejante aglomeración, responde, como siempre, con prontitud, dejándose mover a compasión por tanta miseria reflejada en tantos rostros dolientes. Curó a muchos enfermos –recuerda el evangelista- de diversos males y expulsó muchos demonios.

Se hace, pues, distinción entre enfermos y endemoniados, aunque éstos eran también enfermos; desde luego eran miserables que reclamaban la misericordia del Compasivo y Misericordioso. Y Jesús no les negaba la acción misericordiosa que aportaba el remedio (la medicina) a sus enfermedades. Aquí se habla sólo de curaciones, no de predicación; pero este reparto masivo de salud era también una copiosa y eficaz evangelización. Con la curación de tantas enfermedades se estaba anunciando la buena noticia de la llegada del Reino que se iba abriendo camino en un mundo donde imperaba el mal en todas sus formas, entre las cuales se contaba la enfermedad corporal o psíquica y la posesión diabólica. Tanto es así que hasta los demonios percibían esta presencia benéfica y lo delataban, o querían delatarlo, pero él no les permitía hablar. Y tenía sus razones. No quería que obstaculizasen su misión.

Y llegó la noche, y con ella el cese de la actividad diurna. Y Jesús, que también tenía necesidad de descansar, se retiró como los demás a sus aposentos o al lugar que le habían preparado para el efecto. Pero no había amanecido aún, cuando Jesús se levantó de madrugada y se marchó al descampado, y allí se puso a orar. Era otra actividad que formaba parte de los hábitos del Maestro de Nazaret. Orar era estar a solas con su Padre; porque después de esas jornadas interminables de actividad frenética, Jesús necesitaba estar a solas con él para intercambiar afectos, para confrontar voluntades, para reposar en su regazo paterno. Jesús, el Hijo de Dios, se sentía realmente hijo amado de este Padre a quien se dirigía con el tierno y confidencial Abba. Vivía en total dependencia de él. Estaba en permanente estado de escucha y obediencia. No podía no sentir la necesidad de estar, de hablar, con él y a solas. Ello explica que escogiera la noche como tiempo propicio y el descampado como espacio idóneo. En este espacio-tiempo podía estar realmente a solas con su Padre.

Si nosotros nos sentimos hijos dependientes de Dios, también tendríamos que experimentar la necesidad de estar con él a solas o acompañados; en cualquier caso, de estar con él, de modo que él nos dé a conocer y a sentir su amor de Padre, que es conocer sus designios y sus propósitos y sentir que en todos ellos hay un amor infinito, tierno y misericordioso. Es en la oración donde se nos da a conocer el Dios revelado o donde el Dios que se ha dado a conocer en la revelación se muestra personalmente al orante para decirle lo que éste debe oír, para decirle esencialmente que le ama y que tiene para con él designios de salvación. Es en la oración, por tanto, donde el hijo toma conciencia de que tiene Padre y de que éste nunca le abandonará. Y es en la oración también donde el hijo conoce el modo de complacer al Padre, lo que realmente le agrada de su conducta.

Cuando se hizo de día, Simón y sus compañeros fueron a buscar a Jesús para informarle de que todo el mundo le buscaba. ¿Cómo no buscar a un médico capaz de curar de manera milagrosa todas las enfermedades y dolencias, y sin pedir nada a cambio? La fama de Jesús como sanador se iba extendiendo, al tiempo que crecía el efecto llamada y la creciente afluencia de la gente. Sí, en verdad todo el mundo le buscaba, porque era mucho y muy valioso lo que podían recibir de él. Si hoy Jesús no es buscado es porque la gente no espera recibir nada de él o porque lo que se les promete que el Señor puede darles carece de interés para ellos.

Pero ¿cómo puede carecer de interés el mensaje de la salvación? En el fondo, el problema no está en que la salvación no interese, sino en que se desconfía de esa promesa de salvación. Y la desconfianza hace que se deje de esperar, conformándonos con una salvación de rango inferior, intramundana y reducida a los límites que impone la caducidad humana. Tal vez si Jesús proporcionara hoy esa suerte de salvación que consiste en la curación de una enfermedad como el cáncer, seguiría siendo buscado como entonces. Pero si lo que promete es la resurrección de la carne y la vida eterna, cosas infinitamente más valiosas, pero inverificables, puede que se genere el desconcierto y la desconfianza en los oyentes, como nos recuerdan algunas escenas de la narración evangélica, y dejen no sólo de seguirlo, sino también de buscarlo.

Pero Cafarnaúm no era la última estación de su andar misionero. Jesús pensaba llegar a otras aldeas cercanas para predicar también allí la buena noticia. Y así fue recorriendo la región de Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios. Su actividad profética se puede resumir en estas dos acciones: predicar y expulsar demonios, lo que equivalía a curar todo tipo de enfermedades; predicar la cercanía del Reino y combatir en modo significativo el mal que impedía su implantación; predicar el evangelio de la misericordia y activarla en un mundo colmado de miserias. Como seguidores suyos, también nosotros estamos llamados a prolongar esta labor que consiste en predicar y aplicar el evangelio de la misericordia.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

244. En el Sínodo «muchos han hecho notar la carencia de personas expertas y dedicadas al acompañamiento. Creer en el valor teológico y pastoral de la escucha implica una reflexión para renovar las formas con las que se ejerce habitualmente el ministerio presbiteral y revisar sus prioridades. Además, el Sínodo reconoce la necesidad de preparar consagrados y laicos, hombres y mujeres, que estén cualificados para el acompañamiento de los jóvenes. El carisma de la escucha que el Espíritu Santo suscita en las comunidades también podría recibir una forma de reconocimiento institucional para el servicio eclesial»[132].


[132] DF 9.

Comentario Domingo II de Tiempo Ordinario

Oración preparatoria

Señor y Hermano Jesús, Tú dijiste que “tu Padre nos enviaría en tu nombre el Espíritu Santo y que Él nos recordaría lo que nos enseñaste y nos los explicaría todo”. Tú conoces la pobreza y la aridez de nuestro corazón. Te pedimos que tu Espíritu nos lo refresque, nos lo ilumine, nos haga entender tu Evangelio. Nos lleve sobre todo a fiarnos de Ti y de tu Padre, a seguirte en fe confiada y amorosa, y a poner nuestro grano de arena para construir paz y vida en nuestro entorno. AMEN, ASI SEA. AMEN.

 

Jn 1, 29-34

«29Al día siguiente, [Juan] ve a Jesús que venía hacia él y dice: ‘He ahí el Cordero 30 de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es por quien yo dije: detrás de mí 31 viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo. Y yo no lo conocía, pero yo he venido a bautizar en agua, para que sea manifestado a Israel’

32Y Juan dio testimonio diciendo: ‘He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo 33como una paloma y se posó sobre él. Y yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar en agua me dijo: Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que bautiza en Espíritu Santo. de que éste es el Hijo de Dios’».

¡PALABRA DEL SEÑOR!

 

CONTEXTO

Tras la fiesta del Bautismo del Señor, la Iglesia comienza un nuevo tiempo litúrgico llamado Tiempo Ordinario. Se abre con los relatos evangélicos que siguen al episodio del Bautismo, en el que el Padre revela que Jesús es su Hijo amado. Después, Jesús comienza su misión de anunciar y hacer presente el Reino y llama a sus primeros discípulos. Todos los cristianos que escuchamos esta Palabra somos llamados también a seguir a Jesús, siendo testigos cercanos de sus Palabras y hechos, y siendo también los destinatarios que experimentan su salvación. Estamos dentro del Evangelio, no fuera. Tras el prólogo (Jn 1,1-18), comienza el testimonio de Juan sobre Jesús (1,19-42), situado en tres días. El texto de hoy corresponde al día segundo.

 

TEXTO

La unidad textual la marcan dos declaraciones de identidad de Jesús: Cordero de Dios (v. 29) e Hijo de Dios (v. 34). Pero se pueden distinguir dos partes, que corresponden a dos declaraciones de Juan. En la primera (vv. 29-31) sobresale la afirmación: ‘He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo’, y la oposición ‘detrás de mí-delante de mí’: Jesús es más que Juan. En la segunda parte (vv. 32-34) sobresale el testimonio de Juan acerca de la identidad de Jesús, en quien actúa de manera definitiva el Espíritu de Dios (3 veces citado). Otra vez el misterio trinitario de Dios (Jesús, el Hijo de Dios; el Espíritu; ‘el que me envió’ = Dios Padre) actuando en Jesús para salvar (quitar el pecado) al mundo.

 

ELEMENTOS A DESTACAR

• La imagen del ‘Cordero de Dios’ se refiere al Cordero Pascual cuya sangre liberó al pueblo judío de la muerte (Éx 12,1-11); se refiere también al Siervo de YHWH, según el cuarto cántico del Siervo (Is 52,13-53,12). Este Cordero ‘quita el pecado del mundo’ (cf. Hb 9,28): Jesús, desde la Encarnación hasta su entrega a una muerte de cruz por fidelidad a la misión que recibió del Padre, elimina los obstáculos que rompen la armonía entre los seres humanos y Dios, y entre ellos mismos. En una sola frase, Juan Bautista condensa todo lo que Jesús es y toda su misión.

• Juan deja bien claro que Jesús es mayor que él. No hay rivalidad ni envidia en Juan. El Bautista disminuye para que Cristo crezca. De Jesús dice, además, que ‘existía antes que él’. Juan reconoce en Jesús al Hijo de Dios preexistente, por el cual y para el cual se hizo todo. Después (v. 34), la confesión solemne del Bautista cierra el pasaje. La misma confesión cerrará el evangelio en su primera conclusión, esta vez en labios de Juan Evangelista: ‘Estos signos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre’ (Jn 20,31).

• Juan da testimonio de lo que ha visto. Pasa del ‘Yo no lo conocía’ al ‘He contemplado… Yo lo he visto’. Lo que ha visto le lleva a confesar a Jesús como Cordero de Dios e Hijo de Dios. ¿Tu experiencia de Jesús también evoluciona y va a más? Según lo que has ‘visto, oído, palpado’ de Él, ¿con qué palabras lo confesarías, lo confiesas, delante de los demás: Hijo de Dios, Señor, Maestro, Pastor, Salvador…? ¿Cuál es tu testimonio? ¿Ante quién? ¿Cómo?

• Otra oposición llamativa es ‘bautizo en agua-bautizo en Espíritu’: el bautismo de Jesús es un bautismo en Espíritu Santo, es sumergirse en el Espíritu para salir transformado en hijo/hija de Dios. Como cristiano/a: ¿te sientes verdadero hijo/a de Dios? ¿Qué sentimientos y actitudes engendra en ti esta relación filial con Dios?

 

Paso 1 Lectio: ¿Qué dice el texto? Atiende todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas.

Paso 2 Meditatio: ¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?

Paso 3 Oratio: ¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…

Paso 4 Actio: ¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?

Para la catequesis: Domingo II de Tiempo Ordinario

II Domingo del Tiempo Ordinario
19 enero 2020

Isaías 49,3.1-6; Salmo 39; 1 Corintios, 1, 1-3; Juan 1, 29-34

Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego

En aquel tiempo, vio Juan el Bautista a Jesús, que venía hacia él, y exclamó: “Éste es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo he dicho: ‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo’. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua, para que él sea dado a conocer a Israel”. Entonces Juan dio este testimonio: “Vi al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y posarse sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que baja y se posa el Espíritu Santo, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo’. Pues bien, yo lo vi y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios”.

Reflexión

¿Por qué Juan llama a Jesús el “Cordero de Dios”? En aquella época se acostumbraba a sacrificar un cordero para ofrecérselo a Dios para lograr su perdón y amistad. Ahora Jesús es el Cordero de Dios, porque Dios lo envía para sacrificarse por nosotros en la Cruz y así perdonar nuestros pecados y salvarnos. ¿Qué es el bautismo? Es un sacramento, mediante el cual nos hacemos Hijos de Dios, miembros de la Iglesia, y nos abrimos a la GRACIA (don de Dios para obrar santamente). ¿Cómo bautizaba Juan? Juan bautizaba con agua. ¿Con qué bautiza Jesús? Jesús bautizaba con el Espíritu Santo. ¿Qué quiere decir “bautizar con el Espíritu Santo”? significa que recibimos la fuerza por parte de Dios, para vencer el pecado y hacernos semejantes a Jesús. Cuando recibimos el sacramento del Bautizo, recibimos esta fuerza que viene de lo alto. ¿Qué compromiso tenemos como bautizados? Jesús quiere que seamos otro Jesús en la tierra. Que demos testimonio de ello al hablar, actuar, pensar, etc. Que nos mantengamos siempre unidos a Jesús por medio de la oración, la misa y en la ayuda a los demás.

Actividad

Completar las actividades en la siguiente página, ¿Que es el Bautismo? El día de tu Bautismo fue un día muy especial porque naciste nuevamente a tu vida en Cristo. Investigar el día y lugar en que tus padres te bautizaron y quiénes son tus padrinos de Bautizo y escríbelos en la página aquí incluida.

Oración

Padre Dios, tus manos me hicieron y me formaron; que nunca estropee yo la obra que tú has realizado. Limpia hasta las manchas más pequeñas para que aparezca a tus ojos más blanco que la nieve. Amén.

¿Qué me quiere decir hoy Jesús?

El testimonio de Juan – Juan 1, 29-34

En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: – Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: -«Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo». Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua para que sea manifestado a Israel. Juan dio testimonio diciendo: – He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: – Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo. Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.

Explicación

Un día pasaba Jesús por donde estaba Juan el Bautista. Al verlo Juan dijo: -¡Mirad, el hombre del que os hablé! y continuó diciendo: -Yo testifico que Jesús es el Hijo de Dios, pues vi como el Espíritu Santo en forma de paloma se posaba encima de él.

Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández

Comentario al evangelio – Miércoles I de Tiempo Ordinario

Es bueno tener un horario fijo, para saber a qué atenernos. La rutina nos ayuda a no volvernos locos, teniendo que estudiar cada día nuestro horario para saber qué hacer. A principios de año, mucha gente se hace propósitos que exigen una disciplina. Ir al gimnasio, comer sano, pasear más, ver menos televisión… Muchos famosos publican sus horarios y rutinas, para que se puedan imitar.

A nosotros la Liturgia hoy nos propone como modelo un día de Jesús. Y es muy completito. Siempre cerca de los pobres, en este caso, de los enfermos. Primero la suegra de Pedro, y luego todos los del lugar. De la suegra de Pedro, además, se nos dice que “se puso a servirles”. Recuperada de su fiebre, se siente con fuerzas y alimenta agradecida a su Sanador. Nosotros podemos también, cuando Jesús nos libera de nuestra “fiebre espiritual”, del pecado, ponernos a servir a los demás, sobre todo a los más cercanos.

Más tarde, cuando todavía está oscuro, en la soledad de la noche, Jesús se aparta a una zona tranquila, para hablar con su Padre, y encomendarle todas las necesidades con las que se había encontrado en ese lugar. Y pedirle fuerzas, quizá quejarse porque hay muchos escépticos, solicitar que el tiempo y los caminos le fueran propicios… Todo lo que se le dice a un Padre, a un amigo, mientras se habla con Él. Porque eso es la oración. Nosotros podemos también hablar cada día con nuestro Padre, contarle nuestras cosas, pedirle, llorarle, agradecerle, simplemente contemplarle y dejarnos acariciar por su amor.

Y, después del reposo y de la oración, a seguir predicando. “Que para eso he salido”. A encontrarse con los que le buscan, y a buscar a los que no quieren encontrarse con Él. Habrá momentos mejores y peores, gente que se convenza y gente que diga que no les interesa. Jesús se reirá y llorará con la gente; mirará casi siempre con amor, y, algunas veces, con algo de ira; se dejará el corazón y las fuerzas en cada momento, cada día y cada minuto. Nosotros también podemos ponernos en camino, predicar con las palabras y con las obras. Ser testigos, aguantar lo que nos venga y ponerlo todo en las manos de Dios, sabiendo que todo depende de Él, trabajando como si todo dependiera de nosotros.

Alejandro Carbajo Olea, cmf