I Vísperas – Domingo II de Tiempo Ordinario

I VÍSPERAS

DOMINGO II DE TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V./ Dios mío, ven en mi auxilio
R./ Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

¡Luz que te entregas!
¡Luz que te niegas!
A tu busca va el pueblo de noche:
alumbra su senda.

Dios de la luz, presencia ardiente
sin meridiano ni frontera:
vuelves la noche mediodía,
ciegas al sol con tu derecha.

Como columna de la aurora,
iba en la noche tu grandeza;
te vio el desierto, y destellaron
luz de tu gloria las arenas.

Cerró la noche sobre Egipto
como cilicio de tinieblas,
para tu pueblo amanecías
bajo los techos de las tiendas.

Eres la luz, pero en tu rayo
lanzas el día o la tiniebla;
ciegas los ojos del soberbio,
curas al pobre su ceguera.

Cristo Jesús, tú que trajiste
fuego a la entraña de la tierra,
guarda encendida nuestra lámpara
hasta la aurora de tu vuelta. Amén.

SALMO 118: HIMNO A LA LEY DIVINA

Ant. Lámpara es tu palabra para mis pasos, Señor. Aleluya.

Lámpara es tu palabra para mis pasos,
luz en mi sendero;
lo juro y lo cumpliré:
guardaré tus justos mandamientos;
¡estoy tan afligido!
Señor, dame vida según tu promesa.

Acepta, Señor, los votos que pronuncio,
enséñame tus mandatos;
mi vida está siempre en peligro,
pero no olvido tu voluntad;
los malvados me tendieron un lazo,
pero no me desvié de tus decretos.

Tus preceptos son mi herencia perpetua,
la alegría de mi corazón;
inclino mi corazón a cumplir tus leyes,
siempre y cabalmente.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Lámpara es tu palabra para mis pasos, Señor. Aleluya.

SALMO 15: EL SEÑOR ES EL LOTE DE MI HEREDAD

Ant. Me saciarás de gozo en tu presencia, Señor. Aleluya.

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien».
Los dioses y señores de la tierra
no me satisfacen.

Multiplican las estatuas
de dioses extraños;
no derramaré sus libaciones con mis manos,
ni tomaré sus nombres en mis labios.

El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano;
me ha tocado un lote hermoso,
me encanta mi heredad.

Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.

Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Me saciarás de gozo en tu presencia, Señor. Aleluya.

CÁNTICO de FILIPENSES: CRISTO, SIERVO DE DIOS, EN SU MISTERIO PASCUAL

Ant. Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo y en la tierra. Aleluya.

Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajo hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo y en la tierra. Aleluya.

LECTURA: Col 1, 2b-6b

Os deseamos la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre. En nuestras oraciones damos siempre gracias por vosotros a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, desde que nos enteramos de vuestra fe en Cristo Jesús y del amor que tenéis a todos los santos. Os anima a esto la esperanza de lo que Dios os tiene reservado en los cielos, que ya conocisteis cuando llegó hasta vosotros por primera vez el Evangelio, la palabra, el mensaje de la verdad. Éste se sigue propagando y va dando fruto en el mundo entero, como ha ocurrido entre vosotros.

RESPONSORIO BREVE

R/ De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.
V/ De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.

R/ Su gloria sobre los cielos.
V/ Alabado sea el nombre del Señor.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ De la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Aleluya.

PRECES
Demos gracias al Señor, que ayuda y protege al pueblo que se ha escogido como heredad, y, recordando su amor para con nosotros, supliquémosle, diciendo:

Escúchanos, Señor, que confiamos en ti.

Padre lleno de amor, te pedimos por el Papa, y por nuestro obispo:
— protégelos con tu fuerza y santifícalos con tu gracia.

Que los enfermos vean en sus dolores una participación de la pasión de tu Hijo,
— para que así tengan también parte en su consuelo.

Mira con piedad a los que no tienen techo donde cobijarse
— y haz que encuentren pronto el hogar que desean.

Dígnate dar y conservar los frutos de la tierra,
— para que a nadie falte el pan de cada día

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Ten, Señor, piedad de los difuntos
— y ábreles la puerta de tu mansión eterna.

Movidos por el Espíritu Santo, dirijamos al Padre la oración que nos enseñó el Señor:
Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso, que gobiernas a un tiempo cielo y tierra, escucha paternalmente la oración de tu pueblo y haz que los días de nuestra vida se fundamenten en tu paz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Sábado I de Tiempo Ordinario

1) Oración inicial

Muéstrate propicio, Señor, a los deseos y plegarias de tu pueblo; danos luz para conocer tu voluntad y la fuerza necesaria para cumplirla. Por nuestro Señor. Amen.

2) Lectura

Del santo Evangelio según Marcos 2,13-17
Salió de nuevo por la orilla del mar, toda la gente acudía a él, y él les enseñaba. Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: «Sígueme.» Él se levantó y le siguió.
Y sucedió que estando él a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que le seguían. Al ver los escribas de los fariseos que comía con los pecadores y publicanos, decían a los discípulos: «¿Qué? ¿Es que come con los publicanos y pecadores?» Al oír esto Jesús, les dice: «No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.»

3) Reflexión

• En el evangelio de ayer, vimos el primer conflicto que surgió entorno al perdón de los pecados (Mc 2,1-12). En el evangelio de hoy meditamos sobre el segundo conflicto que surgió cuando Jesús se sentó a la mesa con los pecadores (Mc 2,13-17). En los años 70, época en que Marcos escribe, había en las comunidades un conflicto entre cristianos venidos del paganismo y los cristianos venidos del judaísmo. Los que venían del judaísmo tenían dificultad en entrar en la casa de los paganos convertidos y sentarse con ellos en la misma mesa (cf. He 10,28; 11,3). Al describir como Jesús se enfrenta con este conflicto, Marcos orientaba las comunidades en la solución del problema.
• Jesús enseñaba, y a la gente le gustaba escucharle. Jesús vuelve a irse a orillas del mar. Llega la gente y él empieza a enseñar. Transmite la Palabra de Dios. En el evangelio de Marcos, el inicio de la actividad de Jesús está marcado por su enseñanza y por la aceptación de parte del pueblo (Mc 1,14.21.38-39; 2,2.13), a pesar de los conflictos con las autoridades religiosas. ¿Qué es lo que Jesús enseñaba? Jesús anunciaba la Buena Nueva de Dios (Mc 1,14). Hablaba de Dios, pero hablaba de él de forma nueva, diferente. Hablaba a partir de la experiencia que él mismo tenía de Dios y de la vida. Jesús vivía en Dios. Debe haber tocado el corazón de la gente a quienes les gustaba oírle (Mc 1,22.27). Dios, en vez de ser un Juez severo que de lejos amenazaba con castigo e infierno, volvía a ser, de nuevo, una presencia amiga, una Buena Nueva para el pueblo.
• Jesús llama a un pecador a ser discípulo y le invita a comer a su casa. Jesús llama a Leví un publicano, y éste, inmediatamente, lo deja todo para seguir a Jesús. Empieza a formar parte del grupo de los discípulos. En seguida, el texto dice literalmente: Estando sentado a la mesa en su casa. Algunos piensan que su casa, se refiere a la casa de Leví. MPero la traducción más probable es que se trata de la casa de Jesús. Es Jesús que invita a todo el mundo a que coma en su casa: pecadores y publicanos, junto con los discípulos.
• Jesús no vino para los justos, sino para los pecadores. Este gesto de Jesús provocó la rabia de las autoridades religiosas. Estaba prohibido sentarse a la mesa con publicanos y pecadores, ¡ya que sentarse a la mesa con alguien era lo mismo que tratarlo como hermano! En vez de hablar directamente con Jesús, los escribas de los fariseos hablaban con los discípulos: ¿Qué es eso? ¿Come con publicanos y pecadores? Jesús responde: No son los sanos los que necesitan al médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores! Como anteriormente con los discípulos (Mc 1,38), también ahora es la conciencia de su misión lo que ayuda a Jesús a que encuentre una respuesta y a indicar el rumbo para el anuncio de la Buena Nueva de Dios.

4) Para la reflexión personal

• Jesús llama a un pecador, a un publicano, persona odiada por el pueblo, para que sea su discípulo. ¿Qué mensaje existe en este gesto de Jesús para nosotros de la Iglesia católica?
• Jesús dice que vino a llamar a los pecadores. Existen leyes y costumbres en nuestra iglesia que impiden a los pecadores el acceso a Jesús. ¿Qué podemos hacer para cambiar estas leyes y costumbres?

5) Oración final

Guarda a tu siervo también del orgullo,
no sea que me domine;
entonces seré irreprochable,
libre de delito grave. (Sal 19,14)

La sabiduría de la liturgia

1.- Hemos manifestado muchas veces la gran sabiduría de quienes ya hace muchos años trazaron las líneas maestras de la «aplicación» de los textos bíblicos en la liturgia de las Misas Dominicales. El domingo anterior, con el Bautismo del Señor, se cerraba el tiempo navideño, pero era –a su vez– el Primer Domingo del Tiempo Ordinario. En ese otro complemento de la celebración eucarística que es la Liturgia de las Horas nos situaba en el lunes de la Primera Semana del tiempo ordinario, para que no hubiera dudas. En el Evangelio de ese día se leía el texto de Mateo y hoy es de San Juan con la similitud principal entre ambos: la manifestación trinitaria en torno al bautismo de Jesús en el Jordán.

2.- El bautismo de Jesús marca el inicio de su vida pública. Tras las celebraciones jubilosas de la Navidad nos asomaremos ahora con el camino de predicación y ayuda del Salvador. El Tiempo Ordinario se interrumpirá con la llegada del Miércoles de Ceniza, la cuaresma, la Semana Santa y la Pascua de Resurrección. La liturgia nos ayuda, pues, a seguir armónicamente a Cristo. La misa del domingo es como una grandiosa representación de la biografía de Jesús, dicha y narrada en Asamblea con la participación de todos. Y, por ello, todos debemos participar en dicho plenario parroquial, de la mejor forma que nos sea posible. E, incluso, de manera activa como lectores, ministros de la comunión, cantando en el coro o recogiendo las ofrendas o, asimismo, ayudando en la decoración especifica de cada domingo.

3.- En la primera lectura se lee el bello texto de Isaías, sobre la Profecía del Siervo de Yahvé: humilde, paciente, que va actuar como luz para las naciones y que estas a través suyo alcancen la salvación total. San Pablo nos va a mostrar su Carta Primera a los Corintios durante seis domingos más. Es una de las mejores piezas del repertorio paulino y llena de emociones y de enseñanzas. En este breve texto que leemos hoy ya consagra a Dios, y por Jesucristo, al pueblo cristiano.

4.- Jesús no tenía pecado, pero no quiso obviar nada de lo que los hombres pasan y sufren. Y en esa fila de los pecadores, establecida para llegar a Juan, sin duda había tristeza y vergüenza, como en la fila ante un confesionario, porque siempre se sufren reparos ante la condición publica –y publicada– de pecador. Los himnos de estos días hablan que fue la presencia de Jesús lo que purificó el agua del Jordán. Y así fue. La escena nos debe servir para mejorar, para ser más exigentes con nuestras faltas y, sobre todo, para confiarnos en el Sacramento de la Reconciliación. Si Jesús quiso ponerse en la fila de los pecadores –sin serlo– no hay razón para que nosotros evitemos ese paso. El perdón de Dios a través del sacerdote nos prepara para una vida mejor.

Ángel Gómez Escorial

Comentario – Sábado I de Tiempo Ordinario

De nuevo vemos a Jesús, esta vez a la orilla del lago, rodeado de gente y enseñando. La enseñanza sobre el Reino de los cielos ocupó gran parte de su tiempo. Y elemento nuclear de esta enseñanza era la oferta de perdón para todos los pecadores. Lo dicho por Jesús al paralítico: Hijo, tus pecados quedan perdonados, valía para todos los que se acercaban a él porque antes él se había acercado a ellos. San Marcos narra la vocación del recaudador de impuestos Leví, el de Alfeo, como una llamada de efecto fulminante: Pasando Jesús junto al mostrador de los impuestos, vio a Leví y le dijo: Sígueme. Éste se levantó y lo siguió. Hemos de suponer contactos previos que permitan entender la celeridad en la respuesta. Uno no sigue a un desconocido por el simple hecho de que le diga «sígueme». Si Leví respondió a esa solicitud con semejante prontitud fue porque conocía a Jesús y le inspiraba confianza. Sólo la fe en la persona en cuestión permite una respuesta con tal desarraigo y decisión. Seguir al Maestro significaba «levantarse», esto es, dejar el oficio desempeñado hasta el momento y dar un nuevo rumbo a la propia vida.

Esto no impide que haya espacio para las despedidas. De hecho, parece que el publicano, llamado a la compañía de Jesús, organizó en su casa una comida de despedida. El evangelista cuenta que estando Jesús a la mesa en su casa, de entre los muchos que los seguían, un grupo de recaudadores y otra gente de mala fama se sentaron con Jesús y sus discípulos. Esto llamó la atención de algunos letrados fariseos que dijeron a los discípulos: ¡De modo que come con recaudadores y pecadores! Evidentemente censuraban este comportamiento del Maestro de Galilea. Mezclarse con publicanos y pecadores era muy sospechoso. Compartir mesa con ellos era escandaloso: una prueba manifiesta de impureza legal. Su maestro se estaba contaminando del pecado de aquellos con quienes compartía la mesa; pero, para Jesús, esto no era sino un anticipo de la comunión que habría de ser plena realidad en el banquete del Reino de los cielos. Estos pecadores con los que ahora compartía mesa no tenían vedado el acceso a ese Reino del que era proclamador y portador. Porque él venía a ellos como un médico capaz de curar su pecado, capaz de devolverles la salud y hacerles idóneos para el Reino.

Jesús se siente médico; por eso, no se encuentra incómodo entre enfermos. Y los pecadores son sus principales enfermos, dado que el pecado es la más grave enfermedad que puede apoderarse del hombre. No necesitan médico los sanos, sino los enfermos –les dice-. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores. La correlación entre enfermos y pecadores es diáfana. Ello nos indica que, a juicio de Jesús, el pecado era comparable a una enfermedad; y su labor en relación con él equiparable a la de un médico. Nada tiene de extraño ver a un médico entre enfermos; extraño sería más bien no verle nunca con enfermos. Por eso Jesús, que tiene clara conciencia de haber venido al mundo para salvarlo, responde a la crítica de los fariseos, asociando su labor a la de un médico. Porque salvar es curar. De hecho también actuó como sanador de enfermedades corporales y psíquicas.

Pero tales actuaciones no eran sino signos anticipadores o señalizadores de su actividad salvífica. Su medicina perseguía no una simple curación parcial, provisional, que finalmente se vería doblegada por la muerte, sino la salvación definitiva del pecado y de la muerte. Y la salvación del pecado es más que un mero acto de perdón; es la erradicación de sus mismas raíces: esas células cancerígenas que siempre parecen dispuestas a reproducirse a pesar de haberles aplicado la radioterapia y la quimioterapia pertinentes. Porque el pecado es semejante a un cáncer con raíces tan profundas que parece imposible su total extirpación, seguramente porque tales raíces son en último término genéticas. Pues bien, a Dios, para quien nada es imposible, le debemos suponer la capacidad de extirpar tales raíces, aunque para ello tenga que emplear, adecuándose al carácter progresivo del ser humano, el tiempo de toda una vida. La penitencia aplicada sería similar a un tratamiento de quimioterapia; pero su gracia sanante llega más lejos y más hondo que la «quimio».

Jesús no vino a llamar a los justos, sino a los pecadores, es decir, a todos, puesto que todos somos pecadores. Sólo que a algunos se les conoce o se les señala más como pecadores que a otros; pero puede que los que se creen justos, sean más pecadores que los que no tienen esta conciencia. Jesús, estando con los pecadores señalados como tales, delata su condición de médico-salvador y pone al descubierto aquello y aquellos para los que ha venido. No nos ocultemos, engañándonos a nosotros mismos, nuestro estado de pecadores, para no quedarnos al margen de su acción medicinal y poder obtener finalmente la salud, es decir, la salvación a la que aspiramos.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

247. Sin duda las instituciones educativas de la Iglesia son un ámbito comunitario de acompañamiento que permite orientar a muchos jóvenes, sobre todo cuando «tratan de acoger a todos los jóvenes, independientemente de sus opciones religiosas, proveniencia cultural y situación personal, familiar o social. De este modo la Iglesia da una aportación fundamental a la educación integral de los jóvenes en las partes más diversas del mundo»[135]. Reducirían indebidamente su función si establecieran criterios rígidos para el ingreso de estudiantes o para su permanencia en ellas, porque privarían a muchos jóvenes de un acompañamiento que les ayudaría a enriquecer su vida.


[135] DF 15.

¡Este es: miremos a Cristo!

1.- Sería muy poco, o por lo menos incompleto, quedarnos con el Hombre de Dios o en el Dios-hombre de Belén. Jesús no solamente es un líder destacado para gran parte de la humanidad ni, como algunos otros pretenden, sólo la bandera de ese gran ideal que el mundo, por sí mismo, es incapaz de alcanzar: Jesús es Salvador de todo aquel que acepta su Palabra, su Gracia.

No es suficiente observar a Jesús con ojos humanos. Con Juan Bautista es necesario, si no queremos quedarnos a mitad de camino, contemplarlo desde la fe: viene a salvarnos cargando con la fragilidad de todos.

Alguien dijo, con cierta razón, que “Cristo está posando a fin de ver su retrato en cada discípulo”. Cada cristiano, cuando mira con los ojos del Bautista, está llamado a reproducir la imagen de Jesús en sus palabras, obras y actitudes. Es interpelado a ser como aquella cámara fotográfica que dispara su flash para no perder detalle. Malo será, que sometidos a tanto activismo y relativismo moral, cuando no evangélico, dejemos pasar de largo (dejando de revelar) ciertos detalles que en Jesús fueron esenciales para entender el por qué de su venida a nuestro mundo. O que, incluso, por la presión de ciertos intereses o lobbies, pasemos por alto aspectos fundamentales para la vida de un creyente porque, entre otras cosas, fueron también decisivos en la vida de Jesús.

2.- Hay que saber disfrutar del paisaje en toda su profundidad. Hay que acercarse a Jesús, que va creciendo en Nazaret, sin dejar que nadie rompa ciertas imágenes que el evangelio nos trae de Jesús: El carga con nuestros pecados.

En la trayectoria de Juan Bautista, encontrarse con Jesús, supuso un motivo de admiración y de humildad. Cuando uno, fija sus ojos en Cristo, siente que su vida está llamada a la transformación y al cambio. Muchos modelos nos ofrecen el disparatado y loco escaparate de la sociedad que nos toca vivir. Lo malo, no es que existan, lo triste es el pensar que muchos cristianos confunden el “ESTE ES” (de Jesús) con el “ESTO ES” (de la pura zafiedad, vacío y sin sentido).

3. En los ambientes en los que nos movemos (padres con hijos, educadores con alumnos, sacerdotes con fieles, etc.,) escuchamos constantemente aquello de: “nada es pecado porque, lo importante, es hacer el bien”. Cuando uno se centra en sí mismo y se aleja de Dios piensa que son, sus obras, su ética, su código de conducta y su “ONG” particular los que le procuran la salvación o los que le justifican en su conducta. Cuando uno contempla la persona de Jesús sabe que su vida necesita una transformación precisamente porque no siempre se hace lo que se debe.

Uno de los mayores peligros que podemos tener los cristianos (y también los no cristianos) es concluir que el mundo es un espejo de la perfección. Sólo escuchando la advertencia del Bautista “ESTE ES” podremos afirmar que, mirando a cara descubierta al Señor, es cuando descubrimos que el único espejo que no engaña, que nos dice el cómo somos y la gloria a la que estamos llamados es precisamente Jesús.

Que el Señor, en este II Domingo del Tiempo Ordinario, nos ayude a no a mirar tanto hacia aquello que pensamos sino a pensar en aquello que a veces podemos correr el riesgo de olvidar: su venida al mundo para redimirnos del pecado y darnos una posibilidad de salvación en Dios.

¿Necesitamos salvación de algo? ¿Necesitamos ser salvados “por alguien” definitivamente o “por algo” que es pan para hoy y hambre para mañana?

Si nuestro pensamiento se dirige al Cordero de Dios, quedará moldeado por la mano divina

4.- Si nuestros ojos contemplan su ser divino, serán traspasados por su bondad y su misericordia. Si nuestro corazón vive con fe la presencia de Jesús, será un templo con un Dios vivo. Si nuestro corazón adora a Aquel que viene en el nombre de Dios, sentirá la presencia de un Dios que habla y bendice. Si nuestros oídos escuchan la Palabra de Aquel que viene de lo alto, se convertirán en antenas de gracia divina

Si en el silencio meditamos las acciones del Cordero de Dios, será un motivo para hacernos semejantes hacia Aquel que sufrirá y morirá en el Calvario. Poner, nuestros ojos, en Cristo es caer en la cuenta que estamos llamados por la contemplación de su figura a ser otros cristos, andar por donde él anduvo y mantenerlo siempre a la vista: ¡ESTE ES!

Javier Leoz

La luz de las naciones de toda la tierra

1.- La Palabra de Dios en este domingo segundo del tiempo ordinario trata de revelarnos quién es “Dios-con-nosotros”, quién es Jesús. Se trata de revelarnos todo lo que Jesucristo es para nosotros. En el fondo se trata de responder a las preguntas de: ¿Quién es el que ha venido?, ¿quién es el que vendrá en plenitud?, ¿qué es lo que nos ha traído con su venida?

Jesús es el siervo preferido de Dios (primera lectura) que ha sido “ungido con la fuerza del Espíritu Santo” que descendió sobre él (Crisma-Cristo-Mesías). Y Juan da testimonio de este acontecimiento. Para el evangelista san Juan el “testimonio” es una noción central (testimonio del Padre, de Moisés, del Bautista, testimonio que los discípulos dan de Jesús, testimonio que Jesús da de sí mismo).

El Bautista esta tan centrado en su misión de dar testimonio del que es mayor que él, que su acto personal ni siquiera es digno de mención: “A él le toca crecer, a mí menguar”. Todo su ser y su obrar remite al futuro, al ser y al obrar de otro; sólo él es comprensible como una función al servicio del otro.

En el libro del profeta Isaías, Jesús es presentado como el «siervo de Yahvé», que reunirá a Israel, aquel que ha sido llamado por Dios a constituirse en la luz de las naciones de toda la tierra, alguien que salvará a todos los que se sientan oprimidos.

2.- En la segunda lectura, empezamos a desenvolver ante los fieles la carta primera de san Pablo a los cristianos que vivían en la ciudad griega de Corinto. San Pablo proclama a Jesús como el ungido de Dios, el Cristo, para constituirse en señor de nuestras vidas. El único Señor. El cristiano es siempre hombre de un único Señor. Así lo proclamamos cada vez que cantamos o rezamos el “gloria” en las reuniones de la comunidad cristiana; decimos: “Porque sólo tú eres Señor, Jesucristo”. ¿Lo creemos? ¿Lo hacemos posible y deseable con nuestra vida diaria? ¿O más bien es el dinero el que de verdad señorea sobre nuestra vida?

Si nos fijamos en lo que se ve diariamente en nuestros medios de comunicación social, ¿no es el dinero quien gobierna nuestras decisiones más importantes?, ¿no es la comodidad?, ¿no son las ideologías las que gobiernan nuestra vida? ¿Es Cristo quien gobierna nuestras relaciones de trabajo? ¿Es Dios nuestro criterio decisivo? ¿Gobierna siquiera nuestra Iglesia?

3.- Si nos preguntamos quién es Jesús, el Evangelio, tomado de san Juan, nos responde que es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, que es quien, lleno del Espíritu de Dios, es, por ello, el Hijo de Dios.

En esta versión del evangelio, la de Juan, Jesús no pasa por el bautismo de agua. En este texto, Juan el Bautista recalca que es él quien bautiza o baña con agua y que Jesús baña o bautiza con el Espíritu Santo. Juan insiste en su papel de sirviente-heraldo de Jesús ante el pueblo de Israel.

Juan Bautista proclama a Jesús “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Según este título, Jesús no solamente es pastor bueno, el único pastor del pueblo, sino que, al mismo tiempo, es cordero, como el resto del pueblo al que Jesús va a pastorear. Por pura solidaridad, Jesús, siendo el pastor por excelencia, no tuvo a menos ser contado y tratado como cordero. Era pastor, pero sufrió como cordero. Por puro amor a sus ovejas, siendo pastor, se dejó sacrificar como cordero.

En esta versión del Evangelio es el Bautista el que ve al Espíritu de Dios bajar y quedarse sobre Jesús; en todos los demás evangelios es Jesús el que ve al Espíritu Santo descender posarse sobre él. Esta versión de la “buena nueva” tiene un gran interés en dejar muy claro que el primer profeta de Israel en cuatrocientos años, el primer profeta reconocido como tal por el pueblo desde la muerte del profeta Zacarías, Juan Bautista, da testimonio de que el Espíritu de Dios posee plenamente a Jesús y que, por lo mismo, también Jesús es profeta y habla en nombre de Dios al pueblo de Israel.

4.- En su bautismo, Jesús tomó conciencia plena y para siempre de que Él era el «siervo de Yahvé», anunciado por Isaías. Preguntado después acerca de dónde ha sacado la autoridad para hacer lo que hace, Jesús responde que remonta a lo sucedido durante su bautismo por Juan y lo testimoniado por éste, la autoridad que tiene. El siervo de Jesús, Juan el Bautista, da testimonio del «siervo de Yahvé».

Que quede claro: Jesús no viene a juzgar o a condenar, sino a salvar. Cristo viene a revelarnos no la “ley”, sino la “gracia”. Cristo viene a revelarnos que Dios regala su salvación porque Él es bueno, no porque nosotros lo seamos.

Y los cristianos deben ser, como Juan el Bautista, precursores y testigos del que viene detrás de ellos. Por eso san Pablo los bendice. Ellos saben más de Jesús que lo que sabía el Bautista, pero también ellos tienen que conformarse con los indicios que se les dan y que son al mismo tiempo promesas.

Antonio Díaz Tortajada

«Antes muerta que sencilla»

1.- En el segundo canto del «Siervo de Yahvé» es él mismo quien toma la palabra y define su misión: ser luz de las naciones para que la salvación de Dios llegue hasta el confín de la tierra. Todo hombre tiene una vocación y una misión, que nace de la llamada que recibe de Dios. Pablo descubre su vocación y su misión, Juan también es consciente de cuál es su misión y la asume. Jesús, el auténtico «siervo de Yahvé», será presentado por Juan para llevar a cabo la misión que el Padre le encomienda: es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Jesús carga con los pecados de sus hermanos, los hombres y se ofrece, aunque es inocente, para expiar por ellos. El es quien restablece las relaciones de paz entre Dios y los hombres, haciendo que éstos sean de nuevo hijos suyos. Vocación y misión, ¿te has preguntado cuál es la tuya?

2.- El Cordero Pascual, que los judíos sacrificaban cada año para celebrar su liberación de Egipto y el paso del Mar Rojo, es figura de Jesús. El cordero es el animal manso, que es llevado al matadero y no abre la boca, es el inocente sacrificado y que acepta pacíficamente el sacrificio. Con su muerte y resurrección Jesús nos hace pasar, a través del agua del bautismo, de la esclavitud del pecado a la libertad de los hijos de Dios. La imagen empleada por Juan nos sirve también a nosotros de reflexión en la Eucaristía. Decimos por tres veces: «¡Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros!». Dirigimos nuestra mirada a Jesús, el nuevo cordero pascual que nos libera de la esclavitud del pecado como aquel cordero pascual liberó a los israelitas de la esclavitud en Egipto.

3. – Juan nos enseña a ser humildes. Consciente de su misión señala como precursor al Mesías que existía antes que él, aunque subraya por dos veces que antes no le conocía. Pero, inspirado por el Espíritu, le reconoce y le señala a todos. Nosotros hemos de vivir el mismo proceso que Juan el Bautista: conocer a Jesús, amar a Jesús y dar testimonio de El. Señalar con nuestro dedo a Aquel que es el Hijo de Dios. Sólo quien es humilde, busca a Dios y conoce a Jesús puede anunciarlo a los demás. Esto exige tener experiencia de Aquel que es nuestra vida y nuestra luz, cultivar nuestro espíritu interior para poder reconocer su acción en nuestra vida.

4. – No está de moda la virtud de la sencillez. Una canción que ha ganado el festival «eurojunior» lleva por título «Antes muerta que sencilla». Cuando la oí en la radio me quedé de piedra. Es toda una declaración de principios de una niña que sólo tiene nueve años, que en una entrevista ha sido capaz de contestar ésta y otras lindezas: «la letra de la canción me salió sola. Siempre estoy con el pintalabios, veo los anuncios, los perfumes que tiene mi madre….Me miro en el espejo 20.000 veces cada día porque soy muy, muy presumida, y cuando eres tan presumida no puedes ser sencilla». La letra de la canción habla por si misma: «El pintalabios toque de rimel, moldeador como un artista de cine, peluquería, crema hidratante y maquillaje que es belleza al instante, Chanel número 4… Antes muerta que sencilla” es lo que permanentemente se vende en esta sociedad de consumo en la que vivimos, en la que nos movemos, en la que nos relacionamos y en la que educamos y nos educamos. El resultado es una generación de «los niños Colón», porque todo el día están con el dedo apuntando a todo lo que ven en los escaparates, en los lineales del supermercado, cómodamente sentados en su carrito, como el Colón de la estatua. Y sus padres se lo compran a fin de evitar la consecuente rabieta. ¡Qué diferencia entre el dedo de Colón y el de Juan el Bautista! Es imprescindible que reivindiquemos la naturalidad, la cercanía, la sencillez como valores que deben regir nuestra vida. Sin sencillez y humildad es muy difícil escuchar la voz de Dios y asumir la misión que a cada uno nos encomienda.

José María Martín OSA

Lo primero

Algunos ambientes cristianos del siglo I tuvieron mucho interés en no ser confundidos con los seguidores del Bautista. La diferencia, según ellos, era abismal. Los «bautistas» vivían de un rito externo que no transformaba a las personas: un bautismo de agua. Los «cristianos», por el contrario, se dejaban transformar internamente por el Espíritu de Jesús.

Olvidar esto es mortal para la Iglesia. El movimiento de Jesús no se sostiene con doctrinas, normas o ritos vividos desde el exterior. Es el mismo Jesús quien ha de «bautizar» o empapar a sus seguidores con su Espíritu. Y es este Espíritu el que los ha de animar, impulsar y transformar. Sin este «bautismo del Espíritu» no hay cristianismo.

No lo hemos de olvidar. La fe que hay en la Iglesia no está en los documentos del magisterio ni en los libros de los teólogos. La única fe real es la que el Espíritu de Jesús despierta en los corazones y las mentes de sus seguidores. Esos cristianos sencillos y honestos, de intuición evangélica y corazón compasivo, son los que de verdad «reproducen» a Jesús e introducen su Espíritu en el mundo. Ellos son lo mejor que tenemos en la Iglesia.

Desgraciadamente, hay otros muchos que no conocen por experiencia esa fuerza del Espíritu de Jesús. Viven una «religión de segunda mano». No conocen ni aman a Jesús. Sencillamente creen lo que dicen otros. Su fe consiste en creer lo que dice la Iglesia, lo que enseña la jerarquía o lo que escriben los entendidos, aunque ellos no experimenten en su corazón nada de lo que vivió Jesús. Como es natural, con el paso de los años, su adhesión al cristianismo se va disolviendo.

Lo primero que necesitamos hoy los cristianos no son catecismos que definan correctamente la doctrina cristiana ni exhortaciones que precisen con rigor las normas morales. Solo con eso no se transforman las personas. Hay algo previo y más decisivo: narrar en las comunidades la figura de Jesús, ayudar a los creyentes a ponerse en contacto directo con el evangelio, enseñar a conocer y amar a Jesús, aprender juntos a vivir con su estilo de vida y su espíritu. Recuperar el «bautismo del Espíritu», ¿no es esta la primera tarea en la Iglesia?

José Antonio Pagola

Comentario al evangelio – Sábado I de Tiempo Ordinario

¡Cómo consuelan las palabras de Jesús! “No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.” Se ve en sus palabras, y se ve en sus gestos. En sus aproximaciones a la gente. En Jesús sí que no hay acepción de personas.

Para su tarea evangelizadora, para anunciar el Reino de Dios, llama a los que considera apropiados. Sabe mirar al corazón de cada hombre, despertar esa semilla del Reino que se encuentra dentro de cada uno. Y Mateo, un hombre que también estaba mal visto en su ambiente, acusado de colaborar, de repente ve que se le devuelve su dignidad de hijo de Dios. Un “apestado”, apóstol del reino.

La alegría de Mateo se contagia, y en la fiesta en la que celebra su elección, se le unen un montón de “apestados”. Que también se sienten llamados de nuevo a la vida. Y eso no les gusta a muchos. Que siempre andan pendientes de los demás, para criticar los hechos, o, si no pueden, criticar la intención. Y Jesús les cierra la boca con una respuesta contundente. Con unas palabras que cómo consuelan. Nos podemos sentir entre los enfermos, a los que el Maestro ha venido a buscar.

A lo largo de la semana, hemos visto a gente que venía buscando a Jesús, que eran llevados a la presencia de Jesús, y, al final, el mismo Jesús que viene al encuentro. En cada momento, en cada situación, en cada vuelta de la vida, Cristo está cerca. Necesitamos la fe, para verlo, para sentirlo presente en nuestras vidas. Esa fe que nos permite acercarnos a Él, para sentir su perdón, para que nos sintamos otra vez amigos de Dios. Es tu opción. De parte de Jesús la puerta está siempre abierta. La línea siempre está libre, para que hagas la llamada. Y la contraseña no es difícil, basta decir “Ayúdame”.

Alejandro Carbajo Olea, cmf