Vísperas – Santa Inés

VÍSPERAS

SANTA INÉS, virgen y mártir

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Espíritus sublimes, ¡oh mártires gloriosos!,
felices moradores de la inmortal Sión,
rogad por los que luchan en las batallas recias,
que alcancen la victoria y eterno galardón.

¡Oh mártires gloriosos de rojas vestiduras,
que brillan con eternos fulgores ante Dios!
Con vuestro riego crezca de Cristo la semilla,
y el campo de las mieses se cubra ya en sazón. Amén.

SALMO 114: ACCIÓN DE GRACIAS

Ant. Esta virgen cristiana no temió las amenazas ni se dejó seducir con halagos.

Amo al Señor, porque escucha
mi voz suplicante,
porque inclina su oído hacia mí
el día que lo invoco.

Me envolvían redes de muerte,
me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre del Señor:
«Señor, salva mi vida.»

El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando y sin fuerzas, me salvó.

Alma mía, recobra tu calma,
que el Señor fue bueno contigo:
arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.

Caminaré en presencia del Señor
en el país de la vida.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Esta virgen cristiana no temió las amenazas ni se dejó seducir con halagos.

SALMO 115: ACCIÓN DE GRACIAS EN EL TEMPLO

Ant. A él solo guardo fidelidad; a él solo me entrego con todo mi ser.

Tenía fe, aun cuando dije:
«¡Qué desgraciado soy!»
Yo decía en mi apuro:
«Los hombres son unos mentirosos.»

¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo.

Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo,
en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. A él solo guardo fidelidad; a él solo me entrego con todo mi ser.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: HIMNO DE LOS REDIMIDOS

Ant. Te bendigo, Padre de mi Señor Jesucristo, porque has dado a tu sierva la victoria por medio de tu Hijo.

Eres digno, Señor, Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.

Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado
y con tu sangre compraste para Dios
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes,
y reinan sobre la tierra.

Digno es el Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría,
la fuerza, el honor, la gloria, y la alabanza.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Te bendigo, Padre de mi Señor Jesucristo, porque has dado a tu sierva la victoria por medio de tu Hijo.

LECTURA: 1P 4, 13-14

Queridos hermanos, estad alegres cuando compartís los padecimientos de Cristo, para que, cuando se manifieste su gloria, reboséis de gozo. Si os ultrajan por el nombre de Cristo, dichosos vosotros, porque el Espíritu de la gloria, el Espíritu de Dios, reposa sobre vosotros.

RESPONSORIO BREVE

R/ Dios la eligió y la predestinó.
V/ Dios la eligió y la predestinó.

R/ La hizo morar en su templo santo.
V/ Y la predestinó.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Dios la eligió y la predestinó.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Santa Inés, con las manos extendidas, oraba: «Padre Santo, imploro tu ayuda; siempre te he amado, te he buscado, te he deseado, y ahora vengo a ti.»

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Santa Inés, con las manos extendidas, oraba: «Padre Santo, imploro tu ayuda; siempre te he amado, te he buscado, te he deseado, y ahora vengo a ti.»

PRECES

A la misma hora en que el Rey de los mártires ofreció su vida, en la última cena, y la entregó en la cruz, démosle gracias diciendo:

Te glorificamos, Señor

Porque nos amaste hasta el extremo, Salvador nuestro, principio y origen de todo martirio:
— Te glorificamos, Señor

Porque no cesas de llamar a los pecadores arrepentidos para los premios de tu Reino:
— Te glorificamos, Señor

Porque hoy hemos ofrecido la sangre de la alianza nueva y eterna, derramada para el perdón de los pecados:
— Te glorificamos, Señor

Porque, con tu gracia, nos has dado perseverancia en la fe durante el día que ahora termina;
— Te glorificamos, Señor

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Porque has asociado a tu muerte a nuestros hermanos difuntos:
— Te glorificamos, Señor

Con la misma confianza que tienen los hijos con sus padres, acudamos nosotros a nuestro Dios, diciéndole:
Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso y eterno, que eliges a los débiles para confundir a los fuertes de este mundo, concédenos a cuantos celebramos el triunfo de tu mártir santa Inés imitar la firmeza de su fe. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Martes II de Tiempo Ordinario

1) Oración inicial

Dios todopoderoso, que gobiernas a un tiempo cielo y tierra, escucha paternalmente la oración de tu pueblo, y haz que los días de nuestra vida se fundamenten en tu paz. Por nuestro Señor. Amen. 

2) Lectura

Del santo Evangelio según Marcos 2,23-28
Y sucedió que un sábado cruzaba Jesús por los sembrados, y sus discípulos empezaron a abrir camino arrancando espigas. Decíanle los fariseos: «Mira, ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito?» Él les dice: «¿Nunca habéis leído lo que hizo David cuando tuvo necesidad, y él y los que le acompañaban sintieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios, en tiempos del sumo sacerdote Abiatar, y comió los panes de la presencia, que sólo a los sacerdotes es lícito comer, y dio también a los que estaban con él?» Y les dijo: «El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado. De suerte que el Hijo del hombre también es señor del sábado.» 

3) Reflexión

 La ley existe para el bien de las personas. En el día de sábado, los discípulos pasan por las plantaciones y se abren camino arrancando espigas. En Mateo 12,1 se dice que tenían hambre. Invocando la Biblia, los fariseos critican la actitud de los discípulos. Sería una trasgresión de la ley del Sábado (cf. Ex 20,8-11). Jesús responde invocando la misma Biblia para mostrar que los argumentos de los demás no tienen fundamento. Recuerda que el mismo David hizo algo prohibido, ya que sacó los panes consagrados del templo y los dio de comer a los soldados que tenían hambre (1 Sam 21,2-7). Y Jesús termina con dos frases importantes: (a) El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado (b) ¡El Hijo del Hombre es dueño del sábado!
• El sábado es para el ser humano, y no el ser humano para el sábado. Durante más de quinientos años, desde el tiempo del cautiverio en Babilonia hasta la época de Jesús, los judíos habían observado la ley del sábado. Esta observancia secular se volvió para ellos en una fuerte señal de identidad. El sábado era rigurosamente observado. En la época de los Macabeos, hacia la mitad del siglo II antes de Cristo, esta rígida observancia llegó a un punto crítico. Atacados por los griegos en día de sábado, los rebeldes Macabeos preferían dejarse matar y no transgredir el sábado usando las armas para defender su vida. Por esto, murieron mil personas (1Mac 2,32-38). Reflexionando sobre esta masacre, los líderes macabeos concluyeron que debían resistir y defender su vida, aunque fuera sábado (1Mac 2,39-41). Jesús tuvo la misma actitud: relativizar la ley del sábado a favor de la vida, pues la ley existe para el bien de la vida humana, y no ¡el contrario!
• ¡El Hijo del Hombre es dueño del sábado! La nueva experiencia de Dios como Padre/Madre hace que Jesús, el Hijo del Hombre, diera una llave para descubrir la intención de Dios que está en el origen de las leyes del Antiguo Testamento. Por esto, el Hijo del Hombre, es dueño hasta del Sábado. Al convivir con el pueblo de Galilea, durante treinta años y sintiendo en su piel la opresión y la exclusión a que tantos hermanos y hermanas estaban condenados en nombre de la Ley de Dios, Jesús percibió que esto no podía ser el sentido de aquellas leyes. Si Dios es el Padre, entonces acoge a todos como hijos e hijas. Si Dios es Padre, entonces tenemos que ser hermanos y hermanas unos de otros. Fue lo que Jesús vivió y rezó, desde el comienzo hasta el fin. La Ley del Sábado debe estar al servicio de la vida y de la fraternidad. Fue por su fidelidad a este mensaje que Jesús fue preso y condenado a muerte. El incomodó el sistema, y el sistema se defendió, usando la fuerza contra Jesús, pues El quería la ley al servicio de la vida, y no lo contrario.
• Jesús y la Biblia. Los fariseos criticaban a Jesús en nombre de la Biblia. Jesús responde y critica a los fariseos usando la Biblia. El conocía la Biblia de memoria. En aquel tiempo, no había Biblias impresas como tenemos hoy en día. En cada comunidad había sólo una Biblia, escrita a mano, que quedaba en la sinagoga. Si Jesús conocía tan bien la Biblia, era señal de que, durante aquellos 30 años de su vida en Nazaret, había participado intensamente en la vida de la comunidad, donde el sábado se leían las Escrituras. ¡Nos falta mucho para que tengamos la misma familiaridad con la Biblia y la misma participación en la comunidad! 

4) Para la reflexión personal

• El sábado es para el ser humano, y no viceversa. ¿Cuáles son los puntos de mi vida que he de cambiar?
• Aún sin tener la Biblia en casa, Jesús la conocía de memoria. ¿Y yo? 

5) Oración final

Doy gracias a Yahvé de todo corazón,
en la reunión de los justos y en la comunidad.
Grandes son las obras de Yahvé,
meditadas por todos que las aman. (Sal 111,1-2)

La Vida de Jesús – Fco. Fernández-Carvajal

V.- LA ESTRELLA DE BELÉN

 

1.- HEMOS VENIDO A ADORARLE

Mt 2, 1-12

Se presentaron en Jerusalén unos personajes regios, unos Magos, dice san Mateo, que provenían del Oriente. Y preguntaban a las gentes, un tanto desconcertadas al verlos y oírlos: ¿Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido? Y con sencillez explicaban el motivo de sus consultas: Vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle.

Ellos pensaban que todo el mundo conocía el nacimiento del Salvador, pero nadie les sabía dar respuesta alguna. Se notaba en su lenguaje y en sus vestiduras que venían de lejos y que habían realizado un largo viaje.

San Mateo, al darnos noticia de este suceso, supone que el lector conoce ya los pormenores del nacimiento de Jesús, y los pasa por alto como algo sabido. Recuerda, sin embargo, el momento —en tiempos del rey Herodes— y el lugar: repite por dos veces que se trata de Belén de Judá, que dista unos pocos kilómetros de Jerusalén, para evitar la confusión con otra ciudad del mismo nombre, menos conocida.

La visita de los Magos tendría lugar después de los cuarenta días de la purificación de María y cumplidas ya en Jerusalén las prescripciones que manda la Ley. Se puede suponer con toda lógica que la Sagrada Familia se había instalado en Belén, en un lugar más confortable que el establo donde se cobijó en un primer momento. De hecho, los Magos la encuentran en la casa, dice el texto; casi puede traducirse en su casa. Podemos suponer que la Sagrada Familia se ha establecido en Belén con ánimo de permanecer allí. Lo insinúa el propio san Mateo cuando nos dice que, después de volver de Egipto, José pensó en quedarse en Belén. Estaba convencido de que el Hijo de David debía crecer en la ciudad de David, donde había nacido, y estaba dispuesto a vivir con exactitud lo que cree que es la voluntad divina. Dios mismo le indicará más adelante sus planes. ¿Cómo iba a dejar a la casualidad lo que más quería en el mundo?[1]

Pero ¿quiénes son estos personajes, que se presentan tan de improviso en la ciudad?, ¿de dónde vienen?, ¿de qué estrella se trata?

El nombre de magos era dado por los medos y los persas a los sacerdotes sabios, muy considerados entre el pueblo y muy solicitados como consejeros de señores y de reyes. Eran hombres dedicados al estudio del cielo y acostumbrados a buscar signos en él. En esas observaciones encontraron un día algo singular: vimos su estrella, su astro, dicen. Sin duda ha llegado hasta ellos el proselitismo de los judíos de la diáspora, que esperaban el advenimiento del Mesías. La expectación mesiánica se había extendido por todo el Oriente.

Hemos de suponer que estos sabios, además, fueron esclarecidos por una luz interior, que les movió a investigar más aún y, por fin, a seguir esa estrella, que brillaba, quizá para ellos solos, con un fulgor especial[2]. La interpretación literal del texto del evangelio hace suponer que se trata de una estrella que aparece, avanza y se oculta, hasta lucir de nuevo. Esta es y ha sido la opinión popular, y la de la mayor parte de los Padres[3]; algo parecido a la nube de fuegoque guiaba a los hebreos por el desierto[4]. Se trataría, por tanto, de un hecho sobrenatural y de una gracia interior especial que movía a estos hombres buenos que también esperaban la Redención. Parecía como si la estrella invitara a seguirla[5].

Señalemos aquí, aunque solo sea de paso, cómo el Señor adapta sus gracias e inspiraciones a las disposiciones íntimas y a las circunstancias de aquellos a quienes se digna atraer hacia sí. Más tarde conquistaría Jesús el ánimo de los pescadores de Galilea a través de las redes milagrosamente repletas de peces; de los enfermos, por curaciones; de los doctores de la Ley, por la explicación de los textos de la Escritura…; de estos Magos, dedicados a investigar el firmamento, por la aparición de la estrella[6].

Los Magos aparecen por vez primera con nombre en un manuscrito del siglo vii, que se encuentra en la Biblioteca Nacional francesa. En el siglo IX son nombrados como Gaspar, Melchor y Baltasar en un mosaico de Rávena[7]. Las pinturas de las catacumbas representan casi siempre a tres personajes portando uno oro, incienso otro y mirra el tercero. En otras pinturas se ven dos o cuatro. Desde san León Magno y san Máximo de Turín, los latinos han hablado de los tres Reyes Magos. El número de los presentes, aunque no constituye una prueba completa, se ha interpretado como indicio del número de los Magos. La tradición popular arranca ya de Orígenes[8].

En cuanto a si eran o no reyes, se puede afirmar que ningún autor anterior al siglo IV les da expresamente este título. Herodes no los trató como a tales, tampoco como a mercaderes.

Muy pronto la inesperada noticia que traían los Magos corría de boca en boca, y llegó enseguida a oídos del monarca. Y, al oír esto, el rey Herodes se turbó, y con él toda Jerusalén. Los motivos de la turbación son bien distintos. El soberano, cercano ya a los setenta, había reinado treinta años en medio de intrigas y violencias, y era detestado por la mayoría de sus súbditos por su conducta, por su poder despótico y por su falta de religiosidad, que tanto importaba a los judíos celosos. Había vivido pendiente del menor atisbo de un competidor del trono, para eliminarlo. Y en aquel tiempo estaba muy difundida la esperanza de la pronta venida del Mesías, concebido a la manera de un nuevo rey más grande que David.

También los habitantes de Jerusalén tenían sus razones para turbarse. De un lado, la posibilidad de la pronta realización de estas esperanzas mesiánicas que hacían latir los corazones; de otro, el temor a la cólera de Herodes, tantas veces puesta de manifiesto, que haría todo lo posible por suprimir a cualquier posible competidor de su trono y de su corona. Escribe san Mateo que se inquietó toda Jerusalén. Deja entender que la noticia corrió como la pólvora. No se hablaba en la ciudad de otra cosa[9].

Herodes, simulando tranquilidad, convocó enseguida a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas del pueblo para saber dónde había de nacer el Mesías. Los consultados respondieron, como por otra parte todo el mundo sabía, que en Belén de Judá, pues así está escrito por medio del profeta (Mt). Los expertos en la Ley comentaron la profecía de Miqueas, interpretada por la tradición judía como indicadora del lugar exacto del nacimiento del Mesías:

Y tú, Belén, tierra de Judá,
no eres ciertamente la menor
entre las principales ciudades de Judá;
pues de ti saldrá un jefe
que apacentará a mi pueblo, Israel.

Con estos datos, Herodes llamó en secreto a los Magos y les preguntó más detalles y, sobre todo, el tiempo en que había aparecido la estrella: se informó cuidadosamente, dice el evangelista. Y los envió a Belén, que estaba solo a unas dos horas de camino a paso no muy rápido, para que se informaran bien del niño y le avisaran a él, para ir yo también a adorarle, les dice. Los Magos, sin sospechar nada, se pusieron en camino hacia Belén.

Entonces ocurrió de nuevo algo asombroso: la estrella que habían visto en Oriente iba delante de ellos, hasta pararse sobre el sitio donde estaba el niño. Es muy posible que ellos mismos contaran a la Virgen lo que experimentaron ante la nueva aparición de la estrella: se llenaron de inmensa alegría. El texto latino recalca de modo intensivo: gavisi sunt gaudio magno valde[10]. Siempre recordarían aquellos momentos en los que, camino de Belén, volvieron a ver la luz que había sido su guía durante tantos días de viaje[11].

De repente se detuvo la estrella. Y ellos entendieron que allí se albergaba el rey a quien venían buscando desde tan lejos[12]. Y entraron en la casa donde se había instalado la Sagrada Familia.

Como hemos dicho, esta habría realizado algún viaje a Nazaret; quizá solo José. Pueden darse varias razones puramente prácticas para ese viaje: deseo de presentar al Niño a la familia, necesidad de recoger los enseres que se habían dejado, arreglar algún asunto pendiente. Lo cierto es que cuando los Magos llegaron se encontraban de nuevo instalados en Belén.

Y, entrando en la casa, vieron al niño con María, su madre, y postrándose le adoraron. Se postraron, como correspondía a un rey entre los orientales: es un verdadero homenaje real. Y le adoraron, como a Dios[13].

Todo el contexto anterior y el siguiente señalan que esta expresión —le adoraron— tiene un significado religioso profundo, no solo en el sentido de un saludo respetuoso al modo oriental. El camino tan largo para conocer a este Niño, la aparición de la estrella, el gozo profundo que produce en ellos, los dones tan significativos que le ofrecen… indican claramente que reconocen su divinidad. Parece una visión anticipada de la adoración que más tarde se tributaría a Jesús resucitado. Y en esta visión queda también incluida María, como Madre del Mesías. Así lo han entendido los Padres de la Iglesia. Sin duda recibieron gracias especiales -la gracia debió de correr a torrentes en aquellos días- para que, rodeado de tanta sencillez, supieran reconocer al Rey de los Judíos, al Mesías, Hijo de Dios[14].

Los Magos mostraron enseguida los presentes, como corresponde a la costumbre oriental. Ofrecieron a Jesús una nueva muestra de aquella fe sencilla y generosa: abrieron sus cofres y le ofrecieron oro, incienso y mirra. ¿Por qué estos regalos? Porque eran verdaderamente regios y de gran valor[15]. Estos dones tenían, además de su valor material, una significación simbólica, que los antiguos escritores cristianos han indicado con pocas variantes: en el oro han visto simbolizada su realeza; en el incienso, la divinidad; y en la mirra, que solía emplearse también en la sepultura de los muertos, su humanidad.

Es de suponer que aquellos viajeros no se marcharon enseguida, después de tan largo viaje. Contarían a María y a José cómo vieron en Oriente la estrella y cómo sintieron en su corazón una llamada para seguirla, y el encuentro con Herodes y lo que este les había indicado… La Virgen estaría atentísima, pendiente de sus palabras. Y Ella, por su parte, no se limitaría a sonreír, sin decir nada. Les diría que Dios les había conducido a través de la estrella; quizá les hablara de Gabriel y de su mensaje, y del Niño… Les explicaría que era Hijo del Altísimo y que Dios le iba a dar el trono de David, su padre… Porque no es lógico pensar que entraran en la casa y le adoraran y se marcharan, como puede sugerir una lectura poco atenta del evangelio.

Solo María podía encontrar explicación a todo lo que estaba ocurriendo. Entonces recordaría las palabras del ángel: Será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará eternamente sobre la casa de Jacob, y su Reino no tendrá fin.

La venida de los Magos y las razones por las que se habían puesto en camino debieron de ser motivo de inmensa alegría para José, cuando María se lo contara (nada dice san Mateo de su presencia en la adoración de los Magos). Con todo, había algo que les causaría una honda preocupación: el que Herodes hubiera dicho que pensaba venir a adorar al Niño. Herodes era rey desde hacía muchos años y no había un solo judío que ignorase su crueldad.

La estancia de los Magos en Belén duró poco, pero María recordaría siempre aquel suceso. Desde entonces vio a su Hijo, con más claridad aún, como Salvador de Israel y de todos los hombres. Los Magos eran los primeros de los que luego se acercarían a Él a través de los tiempos; gentes de todas las razas y de toda condición[16]. Se hicieron más claras las palabras de Simeón cuando hacía referencia al que has puesto ante la faz de todos los pueblos como luz que ilumine a los gentiles…

El ángel del Señor advirtió a los viajeros que tomasen otro camino para su país. Los Magos obedecieron con presteza y desaparecieron misteriosamente, como habían venido.

Estos hombres sabios, escrutadores del cielo, fueron los primeros gentiles llamados a la fe. Por eso, la Iglesia celebró su fiesta desde el comienzo con especial solemnidad[17].


[1] San Lucas enlaza directamente con la estancia posterior en Nazaret, después de la vuelta de Egipto, y omite por completo esta etapa en Belén. Escribe después de san Mateo.

[2] Para aquellos astrónomos era la estrella, según la expresión de san Agustín (Sermón 97), un lenguaje exterior muy adecuado para atraer su atención y su fe. Pero, evidentemente, a este lenguaje de fuera se asoció una palabra mucho más clara, una revelación divina, que precisó su sentido y les impulsó a ir a ofrecer en persona su homenaje al rey de los judíos. Esto parece claro.

[3] En particular san Justino (Diálogo con Trifón, 10) y san Juan Crisóstomo (Homilías sobre el Evangelio de san Mateo, hom. 1) escriben en este sentido. Ver también Catena Aurea, vol. I, pp. 13 ss.

[4] A finales del siglo II, Clemente de Alejandría habla de una estrella «insólita y nueva» (Excerpta ex Teodoro, 74, 2).

[5] La ascética cristiana ha considerado muchas veces la estrella de Belén como imagen de la llamada del Señor a cada uno. Como en el caso de los Magos, cuando se sigue la propia vocación, todos los caminos (trabajo, dolor, familia…) se empalman para llevar a Dios. Toda la vida se vuelve camino hacia Jesús.

[6] San Juan Crisóstomo explica que «Dios los llama por lo que a ellos les era más familiar, y les muestra una estrella grande y maravillosa para que les impresionara por su misma grandeza y hermosura» (Homilías sobre san Mateo, 7).

[7] Ver Migne, II, 14. Ver también F. PRAT, Jesucristo, vol. I, p. 470.

[8] ORÍGENES, Homiliae in Genesis (MG 14, 3); también, más tarde, SA N LEÓN MAGNO, Sermón 31 (ML 54, 235), etc.

[9] Hay que tener en cuenta que en tiempos de Nuestro Señor Jerusalén era una ciudad pequeña, si se la compara con nuestras grandes poblaciones de ahora. Se calcula en veinte mil las personas que habitaban dentro de las murallas, y cinco o diez mil más fuera de ellas (J. JEREMIAS, Jerusalén en tiempos de Jesús, p. 102). En los días de las grandes festividades, principalmente la Pascua, la población de la ciudad santa podía multiplicarse por cinco o por seis.

[10] «¿Por qué tanta alegría? –comenta san Josemaría–. Porque los que no dudaron nunca reciben del Señor la prueba de que la estrella no había desaparecido: dejaron de contemplarla sensiblemente, pero la habían conservado siempre en el alma. Así es la vocación del cristiano: si no se pierde la fe, si se mantiene la esperanza en Jesucristo que estará con nosotros hasta la consumación de los siglos, la estrella reaparece. Y, al comprobar una vez más la realidad de la vocación, nace una mayor alegría, que aumenta en nosotros la fe, la esperanza y el amor» (Es Cristo que pasa, n. 35).

[11] La aparición de Cristo en la tierra es un motivo continuo de alegría. Comienza con el gozo por el nacimiento del Precursor y se extiende a la Concepción de Jesús, que hizo saltar de alegría al niño Juan en las entrañas de su madre e inundó de gozo a María. Cuando Jesús nace, el ángel anuncia a los pastores la gran alegría que ello reportará a todo el pueblo, y el hecho provoca el cántico gozoso de los ángeles y la alabanza exultante de los pastores. Así también en el encuentro con cada hombre y con cada mujer.

[12] San Buenaventura, en un sermón para la víspera de la Epifanía, señala la existencia de tres estrellas que todos debemos descubrir: una estrella externa, que es el Evangelio; una estrella superior, que es la Virgen Madre; y una estrella interior, que es la gracia del Espíritu. Con la luz de estas tres estrellas hemos de llegar hasta Cristo para ofrecerle nuestros dones y nuestra vida (En la Epifanía del Señor, en Obras de san Buenaventura, vol. II, p. 404).

[13] El Concilio de Trento cita expresamente este pasaje para enseñar cómo ha de ser el culto que se debe dar a Cristo en la Sagrada Eucaristía (De SS. Eucharistia, cap. 5).

[14] De ello no dudaron nunca los Santos Padres (cfr. SAN AGUSTÍN, Sermón 200; SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilías sobre el Evangelio de san Mateo, VIII, etc.).

[15] El incienso era el elemento principal en la composición del perfume sagrado. Se añadía también a las oblaciones y con él se espolvoreaban los panes de la proposición. Provenía de Saba, en el sur de Arabia. En el Nuevo Testamento se menciona también en la lista de mercancías preciosas que se nombran en el Apocalipsis.

La mirra, una resina aromática, servía de perfume, bien en forma de polvo (resina endurecida y triturada), o bien en forma líquida, mezclada con el aceite sagrado de la unción. El vino mezclado con mirra poseía poder embriagador. Constituía un regalo muy apreciado (cfr. Diccionario Enciclopédico de la Biblia, Herder, Barcelona 1993, pp. 70 y 1034. En adelante esta obra aparecerá citada como DEB).

[16] La Epifanía manifiesta que «la multitud de los gentiles entra en la familia de los patriarcas» (S. LEÓN MAGNO), en el pueblo elegido (cfr. Catecismo, n. 528).

[17] La Tradición ha visto en estos singulares personajes a miles de almas de toda lengua y nación que se ponen en camino para adorar a Jesucristo. Desde entonces nuevas gentes se han acercado a Jesús. Del mismo modo hemos llegado nosotros de todas las latitudes, de todas las razas y pueblos. Jesús sigue siendo la persona más amada del mundo, por el que muchos han dejado bienes, comodidad, éxitos… para llegar hasta Él y adorarle, como los Magos.

Comentario – Martes II de Tiempo Ordinario

El texto del evangelio de Marcos se sitúa en el marco de las controversias que Jesús mantuvo con los fariseos a propósito de la observancia de la ley del Sábado, ley sagrada para un judío. Un sábado, nos dice el evangelista, Jesús y sus discípulos atravesaban un sembrado. Durante la travesía, los discípulos iban arrancando espigas, probablemente para comérselas porque tenían hambre. Al verles los fariseos actuar en este modo, se dirigen a Jesús censurando su conducta: Oye, ¿por qué hacen en sábado lo que no está permitido? El motivo de su censura es que hacían «lo que no estaba permitido en sábado», es decir, que obraban contra la ley del Sábado o ley del descanso sabático, ley que prohibía trabajar en sábado. No se les acusa, pues, de robar en campo ajeno o de substraer bienes que no eran suyos; se les acusa de «arrancar espigas», esto es, de trabajar durante el día del descanso sagrado, y ello aunque lo hicieran con el fin de calmar el hambre, es decir, en situación de necesidad. Y los fariseos, al parecer, también admitían ciertas excepciones a esta ley, como, por ejemplo, la de llevar al buey o al asno a abrevar o la de rescatarlo si se había caído en un pozo.

Jesús, tratando de justificar el comportamiento de sus discípulos, les propone a modo de ilustración un ejemplo tomado de la historia del pueblo de Israel. Se trata de lo que hizo David, el más grande y piadoso monarca judío, cuando él y sus hombres, en una de sus frecuentes campañas guerreras, se vieron faltos y con hambre. Entró en la casa de Dios, es decir, en el templo, en tiempos del sumo sacerdote Abiatar, y comió de los panes presentados, que sólo pueden comer los sacerdotes, y les dio también a sus compañeros de batallaDavid hizo, por tanto, lo no permitido por la ley, a saber, comer unos panes «ofrecidos en sacrificio sagrado» (=consagrados) que sólo les estaba permitido comer a los sacerdotes. Y no sólo comió él, sino que los compartió con sus compañeros. Hacer uso profano de unos bienes sagrados puede ser calificado como sacrilegio.

Sea como fuere, lo cierto es que David hizo lo prohibido por la ley, ciertamente estando en situación de (¿extrema?) necesidad: faltos y con hambre. Se sirvió de un alimento sagrado para saciar una necesidad corporal. Y Jesús justifica esta actuación aludiendo al estado de necesidad (material) en que se encontraban aquellos hombres. La autoridad del personaje ejemplarizado, el gran rey judío, le ayudaba a refrendar esa conducta. Pero la consecuencia moral que saca Jesús de la actuación transgresora, pero justificable, de David y sus acompañantes no hace distinción de personas: El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado; así que el Hijo del hombre es señor también del sábado.

Toda ley, incluida la ley del descanso sabático, incluida la ley más sagrada, se hizo para el hombre, para el bien (integral) del hombre, para beneficio del hombre; y no al revés, el hombre para el sábado. Invertir los términos es deformar las cosas queridas por Dios. Suponer que el hombre ha sido hecho para la ley, para el engrandecimiento o la salvaguarda de la ley, de modo que tenga que sacrificar su vida en aras de la ley es deformar el orden de las cosas. La ley está al servicio del hombre, de su dignidad, de su bien integral, de su vida.

La ley del sábado se hizo para que el hombre pudiera descansar de sus afanes diarios, para que pudiera glorificar a Dios, para que pudiera compartir gozosamente su tiempo con su familia y sus amigos, para que pudiera dedicarse a otras cosas, para que pudiera recrearse en las obras de Dios, no para que no pudiera saciar su hambre, aunque para ello tuviera que arrancar espigas, ni para que no pudiera recuperar la salud, aunque para ello tuviera que solicitar la intervención de un médico o un sanador. El Sábado se hizo –lo hizo Dios- para facilitar la vida del hombre en la tierra, no para dificultarla. Ello no significa que el mismo Dios de la vida no pueda exigir el sacrificio de la vida temporal en aras de un bien superior como es la vida eterna, y que la ley del amor a Dios (o al prójimo) pueda exigir en ocasiones la entrega (martirial) de la propia vida. Pero esta ley, que puede exigir la entrega de la vida disponible, no por eso deja de estar al servicio del hombre y del bien supremo de su salvación. Así que el hombre es señor del sábado, y el Hijo del hombre, que es también hombre, es también y con mayor razón señor del sábado.

Es verdad que las leyes se han dado para que se cumplan, y si siendo justas no se cumplen, no justifican su promulgación. Pero toda ley tiene su excepcionalidad, que hay que valorar en cada caso sin perder nunca de vista que la ley se hizo para bien del hombre y de los hombres en su convivencia social. Si se olvida esta perspectiva incurriremos en un legalismo malsano y perjudicial y haremos del hombre un esclavo de la ley que no discierne situaciones personales ni necesidades. Las exigencias de la ley pueden resultar en ocasiones verdaderamente inmisericordes. Por todo ello es muy conveniente sentar este supuesto evangélico: que el sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

Su llamado a la amistad con Él

250. Lo fundamental es discernir y descubrir que lo que quiere Jesús de cada joven es ante todo su amistad. Ese es el discernimiento fundamental. En el diálogo del Señor resucitado con su amigo Simón Pedro la gran pregunta era: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?» (Jn 21,16). Es decir: ¿Me quieres como amigo? La misión que recibe Pedro de cuidar a sus ovejas y corderos estará siempre en conexión con este amor gratuito, con este amor de amistad.

Ofertorio – Domingo III de Tiempo Ordinario

PRESENTACIÓN DE UNA SOGA

(Puede hacer la ofrenda cualquiera de los o las jóvenes de la comunidad, en representación de uno de los grupos sociales más tentados por el consumismo y, a la vez, más débiles para su defensa. En el transcurso de las palabras que acompañan la ofrenda, el joven o la joven, que lleva unas tijeras o un instrumento cortante, rompe la soga, como símbolo de la liberación de las ataduras)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, yo te traigo esta soga, que es símbolo de nuestra dependencia del consumismo y de los valores fáciles que nos quiere vender e imponer la sociedad actual. Te la ofrezco y la corto en tu presencia, aceptando el compromiso, en nombre de toda la comunidad, de liberarnos de las ataduras que nos esclavizan e impiden que vivamos la radicalidad de tu Evangelio y de tu seguimiento.

PRESENTACIÓN DE UNAS REDES

(Hace la ofrenda cualquiera de los o las catequistas o sencillamente uno persona adulta:)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Mira, Señor, yo te traigo estas redes, símbolo de las que dejaron los apóstoles antes de que Tú les hicieras pescadores de hombres. Con ellas te ofrecemos nuestro compromiso evangelizador, pues sabemos que el don de la fe que Tú nos has regalado, no es en orden a nuestro lujo personal o para encerrarnos en nuestra comunidad, como si fuéramos un grupo aislado o una secta, sino que lo has hecho en orden a la misión y a que compartamos nuestra fe, nuestra alegría y felicidad, con todos los hombres y mujeres, que buscan, tantas veces sin encontrar nada.

PRESENTACIÓN DEL CARTEL DE LA INFANCIA MISONERA

(Puede hacer la ofrenda uno o una de los/las jóvenes de la comunidad.
Lo debe situar en un lugar bien visible)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, yo te traigo este cartel misionero que anuncia la Jornada de la INFANCIA MISIONERA que celebra la Iglesia hoy. Con él, en mi nombre y en el de toda la comunidad, te quiero hacer presente nuestro deseo evangelizador. Sabemos que la fe que nos has regalado no es para nuestro lujo personal, sino para que sea luz puesta sobre el candelero y que alumbre a los y las demás. Te pedimos que no olvidemos nunca esa dimensión hacia fuera de nuestra fe y que nos des la fortaleza que precisamos para hacerlo. No te olvides, por otra parte, de hacer crecer vocaciones específicamente misioneras.

PRESENTACIÓN DE UN BOTIQUÍN DE URGENCIA

(La presentación de esta ofrenda la podría hacer alguno de los miembros de la comunidad relacionado con la medicina o con el grupo, si lo hubiere, de pastoral de la Salud o aun de Cáritas)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, yo te traigo este botiquín de urgencia, símbolo de asistencia sanitaria, aunque lo hago también como compromiso de que sólo seremos luz en medio del mundo, si acompañamos a nuestras palabras los gestos y las acciones efectivas de servicio ante las necesidades de los demás. Sólo, así, seremos tus discípulos y discípulas hoy en medio del mundo. Ayúdanos Tú en esta inmensa tarea y quehacer.

PRESENTACIÓN DE UNA ONG

(Tras la presentación de la Organización No Gubernamental, uno o una de las personas de la comunidad, mejor si está relacionado con ella, dice:)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, yo te traigo hoy el compromiso mío y el de todos y de todas de abrir nuestros corazones a los y a las más pobres de todo el mundo. Queremos apoyarles con nuestros bienes, pero también con nuestra solidaridad y nuestro trabajo, porque creemos que, si sólo compartiéramos el dinero, podríamos incurrir en el pecado de lavarnos las manos y tratarles como si fueran meros indigentes. Con ello queremos expresar el amor que Tú tienes a los más necesitados/necesitadas y pequeños/pequeñas de esta tierra, y que son tus preferidos tus preferidas. Ayúdanos a vivir este compromiso solidario.

Oración de los fieles – Domingo III de Tiempo Ordinario

Padre, sintiendo la llamada de Cristo en nuestro corazón y ante la enorme tarea que tenemos los cristianos te pedimos:

SEÑOR, QUE TODOS SEAMOS UNO.

1. – Por el Papa, y los demás jefes religiosos del cristianismo para que como pide Pablo a los Corintios se pongan de acuerdo y no andemos divididos. OREMOS

2. – Por los gobernantes y los que dirigen nuestros pueblos para que en todo momento busquen la Paz y prosperidad para sus ciudadanos. OREMOS

3. – Por todos las personas que buscan sinceramente a Dios, para que encuentren en la Iglesia esa luz que lleva a Cristo. OREMOS

4. – Por los matrimonios, para que en sus problemas cotidianos acudan a Cristo que es Verdad y Vida. OREMOS

5. – Por los jóvenes, para que en el afán de sus tareas sepan distinguir la voz de Dios y acepten su llamada. OREMOS

6. – Por todos los que sufren algún mal, o están enfermos, para que sientan, que en ese momento de dificultad, el Señor también los llama. OREMOS

7.- Por todos los sufren por el desastre del maremoto asiático, para que encuentren fortaleza para seguir adelante y nuestra ayuda disminuya su sufrimiento. OREMOS

8.- Por todos nosotros presentes en esta Eucaristía para que el amor de tu Hijo llene nuestras vidas. OREMOS

Padre, atiende estas necesidades de tu pueblo y haz que todos seamos uno para gloria tuya.

Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor

Amen.


Al celebrar un día más la Eucaristía nos unimos a las necesidades de todos los hombres y mujeres de la tierra, y con la mayor confianza las depositamos en las manos del Padre.

ATIENDE, SEÑOR, NUESTRAS SÚPLICAS

1.- Por el Papa, los obispos, los sacerdotes, los diáconos; para que anuncien con su vida el amor que Dios nos tiene a todos. OREMOS

2.- Por los necesitados, enfermos, solos, parados, para que el Señor los ayude y los cure, los ilumine, los fortalezca, y ponga en su camino personas generosas capaces de ayudarles. OREMOS

3.- Por todas las naciones de la tierra, en especial por las que en este momento lo estén pasando peor; para que el Señor les ayude a vivir en justicia y caridad. Por la paz y por el fin del terrorismo. OREMOS

4.- Por los jóvenes para que tengan la valentía de vivir su fe con coherencia y lleven a sus ambientes el testimonio de una vida marcada por auténticos valores. OREMOS

5.- Por todos los voluntarios que trabajan en ambientes de misión, campos de trabajo, ONG, monitores, para que realicen su tarea con entrega, amor y alegría. Y, sobre todo, por los que están actuando en el Sudeste asiático. OREMOS

6.- Por las familias en especial las que estén pasando por un mal momento; para que vivan en paz, progresen en el amor y sean capaces de perdonar esas limitaciones que surgen cuando menos se espera. OREMOS

7.- Por todos los que nos hemos reunido para celebrar esta eucaristía, por nuestros familiares y amigos. OREMOS

Concédenos Señor la gracia de acercarnos a ti, único dador de vida, para que por tu bondad consigamos lo que humildemente te hemos pedido.

Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

Comentario al evangelio – Martes II de Tiempo Ordinario

“El sábado es para el hombre, no el hombre para el sábado”

Esta es una de las frases redondas de Jesús. Seguramente quedó muy gravada en la memoria de sus discípulos y orientó con claridad la vida y el comportamiento de las comunidades cristianas que vivían inmersas en el judaísmo y el paganismo, y que ha orientado el devenir de la Iglesia a lo largo de los siglos. Un pensamiento que ayudó –y nos ayuda hoy también- a no absolutizar normas, leyes, costumbres, ritos… sino ponerlos siempre al servicio de la norma suprema: el bien y la vida de la persona. Tanto para David como para Jesús dar de comer al que lo necesita está por delante de todo; solo el amor a Dios y al próximo es lo principal y primero; no hay otra norma suprema.

Hay personas tan obedientes a Dios que al final van contra su voluntad más clara. Son tan estrictas en el cumplimiento de las normas y leyes de la Iglesia que dejan en segundo lugar el amor, la misericordia, el perdón, la comprensión y el respeto a la persona. Son como los fariseos que daban más importancia a la Ley que a sus valores, porque para ellos lo escrito y mandado era lo que había que hacer y cumplir olvidando la Palabra del Señor: “este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”. La Ley y sus valores están al servicio de la persona, la libertad, la alegría y la comunidad. ¡Cuidado con los fundamentalismos, moralismos y ritualismos! Todos los extremos son peligrosos; de ahí la importancia de este gran principio de comportamiento de Jesús.

Jesús encarnado procuró el bien, la felicidad, la alegría, la paz para todos, y la unidad de la comunidad. Él mismo dice: “Yo he venido para que tengan vida y ésta en abundancia”.Jesús privilegia siempre la vida e insiste en el valor de la persona; un valor que es preciso recuperar hoy, primero frente a una religión tan organizada que sea una máquina de exclusión, y segundo frente a una sociedad que privilegia a los fuertes y excluye a los débiles.

Si este principio de Jesús orientó la vida de los primeros cristianos en una sociedad y religión excluyente, también hoy debe orientar la vida de los cristianos en nuestras comunidades y sociedades. No podemos quedarnos tranquilos viendo cómo niños, jóvenes, adultos y ancianos son marginados, excluidos, maltratados e ignorados. Un cristiano y una comunidad cristiana debe alzar la voz y actuar en consecuencia con la Palabra de Jesús: “El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado”.

José Luis Latorre, mcf