Vísperas – Santo Tomás de Aquino

VÍSPERAS

SANTO TOMÁS DE AQUINO, presbítero y doctor

 

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Verbo de Dios, eterna luz divina,
fuente eternal de toda verdad pura,
gloria de Dios que el cosmos ilumina,
antorcha toda luz en noche oscura.

Palabra eternamente pronunciada
en la mente del Padre sin principio,
que en el tiempo a los hombres nos fue dada,
de la Virgen María, hecha Hijo.

Las tinieblas de muerte y de pecado
en que yacía el hombre, así vencido,
su verdad y su luz han disipado,
con su vida y su muerte ha redimido.

No dejéis de brillar, faros divinos,
con destellos de luz que Dios envía,
proclamad la verdad en los caminos
de los hombres y pueblos,
sed su gloria. Amén.

SALMO 124: EL SEÑOR VELA POR SU PUEBLO

Ant. El Señor rodea a su pueblo.

Los que confían en el Señor son como el monte Sión:
no tiembla, está asentado para siempre.

Jerusalén está rodeada de montañas,
y el Señor rodea a su pueblo
ahora y por siempre.

No pesará el cetro de los malvados
sobre el lote de los justos,
no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.

Señor, concede bienes a los buenos,
a los sinceros de corazón;
y a los que se desvían por sendas tortuosas,
que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor rodea a su pueblo.

SALMO 130: ABANDONO CONFIADO EN LOS BRAZOS DE DIOS

Ant. Si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos.

Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad;
sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre.

Espere Israel en el Señor
ahora y por siempre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: HIMNO DE LOS REDIMIDOS

Ant. Has hecho de nosotros, Señor, un reino de sacerdotes para nuestro Dios.

Eres digno, Señor, Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.

Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado
y con tu sangre compraste para Dios
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes,
y reinan sobre la tierra.

Digno es el Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría,
la fuerza, el honor, la gloria, y la alabanza.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Has hecho de nosotros, Señor, un reino de sacerdotes para nuestro Dios.

LECTURA: St 3, 17-18

La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante y sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto es la justicia.

RESPONSORIO BREVE

R/ En la asamblea le da la palabra.
V/ En la asamblea le da la palabra.

R/ Lo llena de espíritu, sabiduría e inteligencia.
V/ Le da la palabra.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ En la asamblea le da la palabra.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Dios le concedió una sabiduría extraordinaria, él la aprendió sin malicia y la repartió sin envidia.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dios le concedió una sabiduría extraordinaria, él la aprendió sin malicia y la repartió sin envidia.

PRECES

Glorifiquemos a Cristo, constituido pontífice a favor de los hombres, en lo que se refiere a Dios, y supliquémosle humildemente diciendo:

            Salva a tu pueblo, Señor.

Tú que, por medio de pastores santos y eximios, has hecho resplandecer de modo admirable a tu Iglesia,
— haz que los cristianos se alegren siempre de ese resplandor.

Tú que, cuando los santos pastores te suplicaban, con Moisés, perdonaste los pecados del pueblo,
— santifica, por su intercesión, a tu Iglesia con  una purificación continua.

Tú que, en medio de los fieles, consagraste a los santos pastores y, por tu Espíritu, los dirigiste,
— llena del Espíritu Santo a todos los que rigen a tu pueblo.

Tú que fuiste el lote y la heredad de los santos pastores,
— no permitas que ninguno de los que fueron adquiridos por tu sangre esté alejado de ti.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que, por medio de los pastores de la Iglesia, das la vida eterna a tus ovejas que para nadie las arrebate de tu mano,
— salva a los difuntos, por quienes entregaste tu vida.

Con el gozo que nos da el saber que somos hijos de Dios, digamos con plena confianza:
Padre nuestro…

ORACION

Oh Dios, que hiciste de santo Tomás de Aquino un varón preclaro por su anhelo de santidad y por su dedicación a las ciencias sagradas, concédenos entender lo que él enseñó e imitar el ejemplo que nos dejó en su vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

Anuncio publicitario

Lectio Divina – Martes III de Tiempo Ordinario

1) Oración inicial

Dios todopoderoso y eterno: ayúdanos a llevar una vida según tu voluntad, para que podamos dar en abundancia frutos de buenas obras en nombre de tu Hijo predilecto. Que vive y reina contigo. Amen.

2) Lectura

Del santo Evangelio según Marcos 3,31-35
Llegan su madre y sus hermanos y, quedándose fuera, le envían a llamar. Estaba mucha gente sentada a su alrededor. Le dicen: «¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan.» Él les responde: «¿Quién es mi madre y mis hermanos?» Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: «Estos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.»

3) Reflexión

• La familia de Jesús. Los parientes llegan a la casa donde se encuentra Jesús. Probablemente venían de Nazaret. De allí hasta Cafarnaún hay unos 40 km. Su madre estaba con él. No entran, pero envían un recado: ¡Tu madre, tus hermanos y tus hermanas, están afuera y preguntan por ti! La reacción de Jesús es firme: ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Y él mismo responde apuntando hacia la multitud que estaba alrededor: ¡Aquí están mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre! Para entender bien el significado de esta respuesta conviene mirar la situación de la familia en el tiempo de Jesús.
• En el antiguo Israel, el clan, es decir la gran familia (la comunidad) era la base de la convivencia social. Era la protección de las familias y de las personas, la garantía de la posesión de la tierra, el cauce principal de la tradición, la defensa de la identidad. Era la manera concreta que la gente de la época tenía de encarnar el amor de Dios en el amor al prójimo. Defender el clan era lo mismo que defender la Alianza.
• En Galilea, en el tiempo de Jesús, a causa del sistema implantado durante los largos gobiernos de Herodes Magno (37 aC a 4 aC) y de su hijo Herodes Antipas (4 aC a 39 dC), el clan (la comunidad) se estaba debilitando. Había que pagar impuestos tanto al gobierno como al Templo, la deuda pública crecía, dominaba la mentalidad individualista de la ideología helena, había frecuentes amenazas de represión violenta de parte de los romanos, la obligación de acoger a los soldados y de hospedarles, los problemas cada vez mayores de supervivencia, todo esto llevaba las familias a encerrarse en sus propias necesidades. Esta cerrazón se veía reforzada por la religión de la época. Por ejemplo, quienes dedicaban su herencia al Templo, podían dejar a sus padres sin ayuda. Esto debilitaba el cuarto mandamiento que era el gozne del clan (Mc 7,8-13). Además de esto, la observancia de las normas de pureza era factor de marginalización para mucha gente: mujeres, niños, samaritanos, extranjeros, leprosos, endemoniados, publicanos, enfermos, mutilados, paralíticos.
• Y así, la preocupación por los problemas de la propia familia impedía que las personas se unieran en comunidad. Ahora, para que el Reino de Dios pudiera manifestarse en la convivencia comunitaria de la gente, las personas tenían que superar los límites estrechos de la pequeña familia y abrirse, nuevamente, para la gran familia, para la Comunidad. Jesús nos da el ejemplo. Cuando su familia trató de apoderarse de él, reacción y alargó la familia: “¿Quién es mi made, quiénes son mis hermanos?” Y el mismo da respuesta apuntando hacia la multitud alrededor: ¡Aquí están mi madre y mis hermanos! ¡Porque todo el que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre! (Mc 3,33-35). Creó comunidad.
• Jesús pedía lo mismo a todos los que querían seguirlo. Las familias no podían encerrarse en sí mismas. Los excluidos y los marginados debían ser acogidos dentro de la convivencia y, así, sentirse acogidos por Dios (cf. Lc 14,12-14). Este era el camino para alcanzar el objetivo de la Ley que decía: “No debe de haber pobres en medio de ti” (Dt 15,4). Como los grandes profetas del pasado, Jesús procura reforzar la vida comunitaria en las aldeas de Galilea. El retoma el sentido profundo del clan, de la familia, de la comunidad, como expresión de la encarnación del amor de Dios en el amor hacia el prójimo.

4) Para la reflexión personal

• Vivir la fe en comunidad. ¿Cuál es el lugar y la influencia de las comunidades en mi manera de vivir la fe?
• Hoy, en grandes ciudades, la masificación promueve el individualismo que es lo contrario de la vida en comunidad. ¿Qué estoy haciendo para combatir este mal?

5) Oración final

Yo esperaba impaciente a Yahvé:
hacia mí se inclinó
y escuchó mi clamor.
Puso en mi boca un cántico nuevo,
una alabanza a nuestro Dios. (Sal 40,2.4)

La Vida de Jesús – Fco. Fernández-Carvajal

2.- LA HUIDA A EGIPTO

Mt 2, 13-15

Inmediatamente después de la partida de los Magos, tal vez la misma noche, se apareció un ángel a José y le dijo: Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y estate allí hasta que yo te diga. Y le dio el motivo de esta huida precipitada: Herodes va a buscar al niño para matarlo. A la gran alegría de la visita de aquellos hombres importantes siguió el abandono de la casa recién instalada y de la pequeña clientela que ya tendría José en Belén, el dirigirse a un país extraño y desconocido para él y, sobre todo, el temor a Herodes, que buscaba al Niño para matarlo.

José despertó a María, recogió lo indispensable y, de noche, se puso en camino hacia la frontera de Egipto. No había un instante que perder. Muchas cosas domésticas necesarias quedaron abandonadas. Y así, con lo indispensable y con el sobresalto de una amenaza de muerte real, iniciaron la marcha.

Existían fundamentalmente dos caminos que conducían desde Belén a Egipto. El más corto y también menos duro, pero más frecuentado, se dirigía hacia la costa hasta enlazar con la Via maris[1], paralela al mar, hasta Gaza; en esta ciudad se aprovisionaban las caravanas de víveres y agua, pues era la última ciudad antes de entrar en el desierto. Era un camino conocido y relativamente seguro por las numerosas caravanas que mantenían relaciones comerciales con el país vecino[2]. Pero era también el más peligroso para la Sagrada Familia, pues los soldados de Herodes podían alcanzarles con más facilidad.

Por esta razón, es probable que José prefiriera marchar hacia Hebrón y Bersheba, hacia el Sur, por una ruta más larga y fatigosa, y también menos frecuentada. Es muy posible que el viaje se hiciera en un borrico, quizá el mismo que les sirvió para ir de Nazaret a Belén. Llevaría a la Virgen buena parte del camino, y también los enseres que habían juzgado indispensables: algo de ropa, una vasija para el agua, los instrumentos de trabajo de José, su bastón, algún cacharro de cocina…

Fue una travesía larga y penosa. Dios no quiso ahorrarles la zozobra de una huida precipitada, el continuo sobresalto y el temor a ser reconocidos, la sed, el cansancio, la incertidumbre acerca de dónde vivirían y de qué se alimentarían. La huida estuvo muy lejos del panorama idílico que nos presentan los evangelios apócrifos[3].

Una de estas leyendas nos cuenta que María, acalorada y fatigada del camino, reposaba bajo una palmera cargada de frutos. «Yo quisiera -dijo-, si fuera posible, gustar de la fruta de este árbol». «A mí -respondió José- lo que me inquieta es la falta de agua, porque nuestros odres están vacíos». Dijo entonces el Niño a la palmera: «Inclínate y da de tus frutos a mi madre». La palmera se encorvó, quedando su copa a los pies de María; y, cuando María y José hubieron arrancado los dátiles, Jesús ordenó de nuevo: «Enderézate ahora, y abre y descubre tus raíces, para que brote el agua que estas ocultan». La palmera obedeció al instante y manó de sus raíces agua fresca y límpida. Cuando los peregrinos reanudaron la marcha, el sendero desaparecía tras ellos como por encantamiento[4].

Nada de esto ocurrió en la realidad. Dios utilizó las vías ordinarias para salvar a los que más quería sobre la tierra. Podía haber fulminado a Herodes y a sus perseguidores, pero una vez más empleó medios normales: la obediencia pronta de José, su reciedumbre, su prudencia…

Después de un viaje extenuante, agravado por la persecución y por la falta de experiencia en aquellos malos caminos (el viaje más largo de José habría sido de Nazaret a Belén), llegaron a tierra egipcia, quizá a Leontópolis, al norte de Él Cairo. Por aquel tiempo residían en Egipto muchos israelitas, formando pequeñas comunidades; se dedicaban principalmente al comercio. Es de suponer que José se incorporó con su Familia a una de estas comunidades, dispuesto a rehacer una vez más su vida con lo poco que había podido traer desde Belén. Con todo, llevaba consigo lo más importante: a Jesús y a María, y su laboriosidad y empeño por sacarlos adelante.

En su mayoría, aquellas colonias judías se encontraban cerca de los límites fronterizos[5].

En Egipto, José comenzó como pudo, pasando estrecheces, realizando al principio todo tipo de trabajos. Procuró a María y a Jesús un hogar y los sostuvo, como siempre, con el trabajo de sus manos. Después de un tiempo, encontraría cierta estabilidad. Más tarde, de nuevo en Nazaret, recordarían aquella época como «los años de Egipto» y hablarían -como se comentan las cosas pasadas- de las preocupaciones y sufrimientos del viaje y de los primeros meses…, pero también de la paz y de la alegría de aquellos días.

Después de un tiempo, pasado el peligro, nada retenía ya a José en aquella tierra extraña, pero allí permaneció, sin otra razón que el cumplimiento del mandato del ángel: Estate allí hasta que yo te diga.


[1] La Via maris era la ruta principal que atravesaba Palestina. Esta importante vía de comunicación no fue creación romana, pues existía desde muchos siglos antes. Se trataba del camino natural entre Egipto y Mesopotamia, donde estuvieron asentados los mayores imperios de la antigüedad. Este camino, por el que transitaron tantos mercaderes y ejércitos, iba cerca de la ribera del Mediterráneo a través de las llanuras costeras, para eludir montañas y desiertos. Los romanos, quizá en tiempos de Augusto, la empedraron y la acondicionaron, llegando a ser una auténtica calzada romana. Tenía ramales secundarios que partían de ella, uno de los cuales pasaba por Cafarnaún, Corazaín y Betsaida (cfr. J. GONZÁLEZ ECHEGARAY, Arqueología…, pp. 109-110).

[2] El viaje desde Gaza hasta la primera ciudad de Egipto duraba unos siete días. Si se añaden a estos los que tardaron desde Belén a Gaza y los que caminaron por la región de Egipto, se concluye que tardarían en llegar de doce a catorce días.

[3] El Señor pudo suprimir el sufrimiento, pero no se lo evitó a los suyos, y eran las criaturas que más amaba en el mundo… Aunque alimentó milagrosamente a muchedumbres enteras, Él quiso pasar hambre. Compartió nuestras fatigas y nuestras penas. El alma de Jesús experimentará todas las amarguras: la indiferencia, la ingratitud, la traición, la calumnia, el dolor moral en grado sumo al cargar con los pecados de la humanidad, la infamante muerte de cruz. Sus adversarios quedarán admirados por lo incomprensible de su conducta: Salvó a otros –decían en tono de burla– y a sí mismo no puede salvarse (Mt 27, 42). Era preciso que el Mesías padeciera esto (cfr. Lc 24, 2), explicará el mismo Señor a los discípulos de Emaús.

El Señor quiere que evitemos el dolor y que luchemos contra la enfermedad con los medios a nuestro alcance; pero pide, a la vez, que demos un sentido redentor y de purificación personal a nuestros sufrimientos y dolores; también a los que nos parecen injustos o desproporcionados.

[4] SEUDO-MATEO, Libro del nacimiento de María y de la infancia del Salvador, cap. XX-XXIII (muy compendiado). El apócrifo es del siglo Vi.

Un esmalte que se conserva en el museo de Cluny nos muestra a dos caritativos bandidos que, compadecidos de los viajeros, les dan sus vituallas. Uno de estos bandidos sería luego el buen ladrón, al que Jesús, en la cruz, le recompensó con la promesa del Cielo (cfr. DANIEL-ROPS, Jesús en su tiempo, p. 133).

[5] En Egipto había numerosas colonias de judíos; muchos de ellos, desterrados o huidos de la tiranía de Herodes. Flavio Josefo afirma que en su tiempo había en Egipto alrededor de un millón de judíos, la mayor parte de ellos en Alejandría (Antigüedades judías, XII, 9, 7).

Comentario – Martes III de Tiempo Ordinario

El evangelio de Marcos nos presenta en este pasaje a un Jesús buscado por unos y acompañado por otros. Al parecer, su intención es hacernos ver que, para Jesús, la verdadera familia es la de aquellos que escuchan su palabra porque desean conocer la voluntad de Dios y cumplirla. El Maestro se encuentra reunido con un grupo de personas en el interior de una casa. La reunión se ve interrumpida por la llegada de otro grupo que reclama su atención. Se trata de «su madre y sus hermanos», que desde fuera lo mandan llamar. Por madre y hermanos de Jesús hemos de entender su familia biológica o familia constituida por lazos de sangre. Pero el término «hermanos» no significa en este contexto «hijos de la misma madre», sino parientes próximos. Al menos así lo ha entendido la tradición de la Iglesia en consonancia con la fe en la perpetua virginidad de María –virgen también post partum-. Lo que aquí interesa resaltar es el contraste que establece Jesús entre esa familia, su familia de consanguíneos, y aquella otra en la que él se inserta, conformada por los que escuchan la palabra de Dios.

La gente que tenía sentada a su alrededor informó a Jesús de la llegada de sus familiares, que no se limitan a esperar, sino que demandan su atención: Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan. La respuesta de Jesús, por muy conocida que nos resulte, no deja de conmover nuestra sensibilidad. Parece que una madre y unos parientes próximos merecen una cierta deferencia en el trato. Por eso resulta desconcertante la reacción de Jesús ante este imprevisto: ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y paseando la mirada por el corro, dijo: Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.

Aquella respuesta tuvo que desconcertar a todos, incluida su propia madre. ¿No estaba menospreciando el lazo natural que le unía a estas personas? Ésta es quizá la primera impresión que dejan las palabras de Jesús. En realidad estaba valorando muy por encima de los vínculos de consanguinidad esos otros vínculos de unión surgidos de la relación con la palabra de Dios que latía en él. El deseo de conocer la voluntad de Dios, que era al mismo tiempo interés por su palabra, creaba unos lazos de unión –una comunión- mucho más fuertes que los de la propia sangre. Jesús equipara tales vínculos a los que se dan en el interior del mismo núcleo familiar: ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.

Es tal la importancia que Jesús concede a esta palabra que encarna la voluntad de Dios que allí donde ella se proclama y es acogida surgen relaciones familiares, brota la familia cristiana. Se trata, evidentemente, de una familia no sólo congregada en torno a la Palabra, sino confeccionada por la misma Palabra que hace de los interrelacionados «hermanos y madres» de Jesús y, por tanto, miembros de la misma familia. Jesús pronunció su veredicto paseando la mirada por el corro; por tanto, designando a los que se hallaban a su alrededor como «su familia». La otra, la familia biológica había quedado atrás o «afuera», en un segundo término. Si quería seguir siendo su familia tendría que incorporarse a esta nueva relación o discipulado exigido por su misión mesiánica.

A María, su madre biológica, la veremos también entre sus discípulos, a la escucha de su palabra. ¿Cómo no iba a prestar atención a la palabra de su Hijo la que había escuchado con tanta seriedad las palabras del ángel en la Anunciación? ¿Cómo no iban a calar en su interior las palabras de gracia salidas de labios de su Hijo la que había sido colmada de gracia desde el momento de su concepción? María es madre de Jesús por doble motivo: por haberle concebido y engendrado (corporalmente) y por haber acogido (anímicamente) la palabra de Dios. En realidad, lo engendró porque antes acogió la palabra que le proponía la maternidad virginal. Su respuesta es de todos conocida: He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra. Por eso no es extraño que, para Jesús, esta acogida de la palabra sea principio de un parentesco de superior categoría al de la sangre o meramente natural. La connaturalidad con esta palabra (de origen divino) crea vínculos familiares. Son los vínculos de amor que se establecen entre los moradores del Reino de los cielos y que se perpetuarán eternamente, vínculos más robustos que los que instaura la sangre, la amistad, el interés común o el mero afecto humano. ¡Ojalá que estemos tan cerca de Jesús y que apreciemos de tal manera su palabra que merezcamos ser considerados por él como «su madre y sus hermanos»!

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

256. Esto da un valor muy grande a esas tareas, ya que dejan de ser una suma de acciones que uno realiza para ganar dinero, para estar ocupado o para complacer a otros. Todo eso constituye una vocación porque somos llamados, hay algo más que una mera elección pragmática nuestra. Es en definitiva reconocer para qué estoy hecho, para qué paso por esta tierra, cuál es el proyecto del Señor para mi vida. Él no me indicará todos los lugares, los tiempos y los detalles, que yo elegiré prudentemente, pero sí hay una orientación de mi vida que Él debe indicarme porque es mi Creador, mi alfarero, y necesito escuchar su voz para dejarme moldear y llevar por Él. Entonces sí seré lo que debo ser, y seré también fiel a mi propia realidad.

Recursos – Presentación del Señor

PRESENTACIÓN DE LA LUZ

(Sería interesante que lo pudiera ofrecer algún miembro de la Pastoral de los Bautismos)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, en nombre de cuantos y de cuantas estamos reunidos/reunidas, yo te ofrezco hoy esta luz, que la queremos unir a las que lucen sobre la mesa del altar. Ella es el símbolo del efecto del bautismo en nosotros y en nosotras y de nuestro compromiso. La ha prendido tu Hijo Resucitado, que es quien ilumina nuestro corazón, y quiere que nosotros y nosotras, con nuestras palabras y nuestra vida, seamos luz que alumbra las tinieblas del mundo. No permitas nunca, Señor, que seamos opacos para los y las demás.

PRESENTACIÓN DE UNOS EVANGELIOS

(Conviene que lo presente algún/alguna agente de la evangelización)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, te traigo y te ofrezco estos Evangelios y, con ellos, nuestra decisión firme de seguirlos y seguir los pasos de tu Hijo Jesucristo. Ellos son el libro de tus discípulos y discípulas, nuestro libro. De ellos dependen nuestras personas y nuestras vidas. Su cumplimiento lo queremos vivir como la ofrenda de nuestras personas, de nuestro ser y de nuestra existencia. Hoy, queremos unir nuestras vidas a la de tu Hijo Jesucristo. Seguro que Tú, así, nos las aceptas incondicionalmente, pues en tu Hijo se complementa lo que, por nuestra debilidad e infidelidad, somos incapaces de realizar. Lleva, Señor, nuestros deseos a la concreción de la realidad. Para ello te pedimos tu Espíritu Santo, que será nuestra fortaleza.

PRESENTACIÓN DE UN RECIPIENTE CON LEVADURA

(Debe hacer la ofrenda un/una militante de la comunidad)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor y Padre nuestro, yo te traigo este pequeño recipiente lleno de levadura, una sustancia capaz de transformar una gran cantidad de masa. Y lo hago en nombre de los cristianos y cristianas militantes en esa lucha por crear una sociedad más humana, más igualitaria y más solidaria; esto es, más justa y para todos y para todas. Te ofrecemos las vidas de tantas personas que viven y trabajan para que todo esto sea verdad. Y haznos a nosotros y a nosotras con capacidad de entrega y de servicio para seguir adelante en la causa del Evangelio.

PRESENTACIÓN DE UNAS MANOS VACÍAS

(Una persona adulta de la comunidad muestra sus manos, en forma de cuenco, pero vacías, mientras dice:)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Yo, por mi parte, quiero añadir al reconocimiento de que Tú eres nuestra roca y refugio, que nosotros y nosotras, a cambio, no tenemos nada. Sólo nuestra disponibilidad para acoger tu gracia. Eso es lo que yo hoy te ofrezco, con estas manos vacías, que esperan ser llenadas por Ti.

PRESENTACIÓN DE UN PÓSTER O PROGRAMA DE LA CAMPAÑA CONTRA EL HAMBRE

(Cercanos ya a la Campaña contra el Hambre, utilizamos hoy sus símbolos para sensibilizarnos en el amor universal y solidario. La ofrenda la puede hacer cualquier persona comprometida con la dimensión caritativa en la comunidad)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Por mi parte, Señor, te ofrezco este símbolo de la Campaña contra el Hambre, de la cual, bien sabemos, que se dirige a superar las fronteras para expresar el amor y la dimensión universal de la caridad. Con él te quiero ofrecer mi compromiso y el de toda la comunidad, nuestro deseo de vivir en concreto el mandamiento del amor, no sólo con los más cercanos ideológica, geográfica y sanguíneamente, sino también con cualquier hombre y mujer, por el mero hecho de ser tu imagen y tu hijo.

Oración de los fieles – Domingo IV de Tiempo Ordinario

Con la humildad que nos hace verte Señor de todas las cosas y apelando a la fidelidad que mantienes con tu pueblo, ponemos en tus manos nuestra plegaria:

TU MISERICORDIA ES ETERNA

1. – Por el Papa, los obispos y todos los dedican su vida a proclamar las bienaventuranzas de Cristo para que su fuerza y luz les haga continuar sin desfallecimiento en esta tarea que Dios Padre les ha encomendado.

OREMOS

2. – Por todos aquellos que lloran, sufren o se sienten perseguidos por proclamar la Palabra de Dios, para que el Señor les asista en la dificultad y sean consolados.

OREMOS

3. – Por los gobernantes y los pueblos para que sean capaces de escuchar la Palabra de Dios y trabajen sin descanso por la Paz.

OREMOS

4. – Por los tienen hambre y sed de justicia, para que su súplica sea oída y sus necesidades cubiertas.

OREMOS

5. – Por los sabios y hombres de ciencia, los poderosos y ricos, para que como nos dice Pablo “se gloríen en el Señor”.

OREMOS

6. – Por nosotros aquí reunidos y cuantos se reúnen en torno al Pan vivo, para que seamos capaces de dar lo mejor de nosotros mismos sin límites.

OREMOS

Padre acoge estas súplicas que el pueblo te presenta, y haz que siguiendo las bienaventuranzas caminemos solícitos a tu encuentro. Por Jesucristo nuestro Señor.

Amen.


Permítenos, Dios Padre, que hoy te dirijamos una oración muy especial, alegrándonos con las bienaventuranzas que nos ha comunicado Tu Hijo y Señor Nuestro, Jesús. Respondemos.

EN TI ESPERAMOS DIOS NUESTRO

1.- Por los que desprecian las riquezas en el interior de su corazón y en la realidad que les rodea.

OREMOS

2.- Por los pacíficos de alma y de cuerpo, para que sea ejemplo en un mundo cruel y feroz

OREMOS

3.- Por los perseguidos, por los encarcelados, por razón de la justicia que tu Hijo nos ha enseñado.

OREMOS

4.- Por los hambrientos, los pobres, los enfermos, los humildes, para que reciban la dicha, tal como Jesús nos ha dicho.

OREMOS

5.- Por los alegres, los cordiales, por aquellos que siempre tienen una palabra de consuelo para el hermano solo o triste, para que reciban premio a su alegría y bondad.

OREMOS

6.- Y por todos nosotros, que llevamos tanto tiempo intentando cumplir y entender el verdadero sentido de las bienaventuranzas que nos explica tu Hijo.

OREMOS

Ayúdanos, Padre, hoy y siempre, a seguir el Camino de tu Hijo,

Por el mismo Jesucristo que vive y reina contigo en la Unidad del Espíritu Santo.

Amén.

Comentario al evangelio – Martes III de Tiempo Ordinario

“Vosotros sois santuario de Dios, y el espíritu de Dios habita en vosotros”, decía Pablo a los corintios (1Co 3,16). Y la primera carta de Pedro llama a los cristianos “piedras vivas”, con las que ese templo se construye (1Pe 2,5). Pero se tardó mucho en llegar a esa identificación del templo con la comunidad creyente; antes se tratabas de un edificio, especialmente el templo de Jerusalén, lugar de encuentro con Dios para el judío piadoso: “Qué alegría… vamos a la casa del Señor” (Sal 121,1), o “una cosa pido al señor, habitar en su templo” (Sal 27,4).

El precedente del templo fue el arca de la alianza. Ante ella David danzaba de gozo y ofrecía sacrificios, porque la veía como el lugar privilegiado de la presencia de Yahvé en medio de su pueblo. Pero ya los profetas zaherían a los que cifraban su religiosidad en decir “templo de Yahvé, templo de Yahvé” (Jr 7,4), y Dios mismo preguntaba: “¿qué templo podréis construirme o qué lugar para mi descanso?” (Is 66,1). Jesús no fue especialmente devoto del templo; y el IV evangelista considera que el templo definitivo es Jesús mismo (Jn 2,21), nuestro lugar de encuentro con la divinidad. En adelante, “los verdaderos adoradores de Dios lo harían en espíritu y en verdad” (Jn 4,23), prescindiendo de Jerusalén y del Garizín. El Dios inabarcable se hace inmediatamente accesible en el hombre. No es extraño que a un miembro preeminente de la Iglesia, a María, se la invoque como “arca de la alianza”. David, venerando aquel templo rudimentario, nos enseña a buscar a Dios, a festejarlo; pero el NT puntualiza que el templo más auténtico de Dios son los hermanos. Nuestros templos de piedra poseen una gran dignidad justamente por ser el lugar de encuentro de la comunidad creyente.

El pasaje evangélico de hoy nos es bien conocido. La adhesión a Jesús establece entre él y nosotros el parentesco más noble: el de la fe. Él tenía motivo muy especial para esa opción, pues, según Mc 3,21, “los suyos habían ido a llevárselo porque le consideraban trastornado”, y Jn 7,5 se afirma que “sus hermanos no creían en él”.

Sabemos poco de la familia de Jesús; y nuestras lucubraciones sobre ella han estado envueltas en polémicas doctrinales, v. gr. cómo compatibilizar a los “hermanos de Jesús” con la comúnmente admitida virginidad perpetua de María. El asunto no ocupó el interés de los evangelistas; no se esmeraron en aclarárnoslo. Lo que ellos subrayan es que quien opta por una vida profética, totalmente consagrada a la causa de Dios, suele chocar con incomprensiones, incluso entre los más allegados.

Jesús lo dijo en términos radicales: “Quien no pospone (“odia”) a su padre, a su madre, esposa, hijos, hermanos… no puede ser discípulo mío” (Lc 14,26). Son textos que tienen mucho de autobiográficos, y Jesús desearía que se convirtiesen en biografía de sus adeptos. A nosotros nos obligan a preguntarnos por nuestro grado de adhesión a Él. ¿Es Él el primero en todo, o ponemos otras cosas, proyectos… por delante del suyo?

Severiano Blanco cmf