Vísperas – Miércoles III de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS

MIÉRCOLES III de TIEMPO ORDINARIO

 

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 

HIMNO

Ignorando mi vida,
golpeado por la luz de las estrellas,
como un ciego que extiende,
al caminar, las manos en la sombra,
todo yo, Cristo mío,
todo mi corazón, sin mengua, entero,
virginal y encendido, se reclina
en la futura vida, como el árbol
en la savia que apoya, que le nutre
y le enflora y verdea.

Todo mi corazón, ascua de hombre,
inútil sin tu amor, sin ti vacío,
en la noche te busca;
le siento que te busca, como un ciego
que extiende, al caminar, las manos llenas
de anchura y de alegría.

Gloria al padre, y al Hijo, y al Espíritu,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

SALMO 125: DIOS, ALEGRÍA Y ESPERANZA NUESTRA

Ant. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.

Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.

Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.

 

SALMO 126: EL ESFUERZO HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS

Ant. Que el Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.

Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.

Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
que comáis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

La herencia que da el Señor son los hijos;
su salario, el fruto del vientre:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.

Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Que el Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.

 

CÁNTICO de COLOSENSES: HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CRIATURA

Ant. Él es el primogénito de toda criatura, es el primero en todo.

Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Él es el primogénito de toda criatura, es el primero en todo.

 

LECTURA: Ef 3, 20-21

A Dios, que puede hacer mucho más sin comparación de lo que pedimos o concebimos, con ese poder que actúa entre nosotros, a él la gloria de la Iglesia y de Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén.

 

RESPONSORIO BREVE

R/ Sálvame, Señor, y ten misericordia de mí.
V/ Sálvame, Señor, y ten misericordia de mí.

R/ No arrebates mi alma con los pecadores.
V/ Y ten misericordia de mí.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Sálvame, Señor, y ten misericordia de mí.

 

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.

 

PRECES

Invoquemos a Dios, que envió a su Hijo como salvador y modelo supremo de su pueblo, diciendo:

Que tu pueblo te alabe, Señor.

Te damos gracias, Señor, porque nos has escogido como primicias para la salvación;
— haz que sepamos corresponder, y así hagamos nuestra la gloria de nuestro Señor Jesucristo.

Haz que todos los que confiesan tu santo nombre sean concordes en la verdad
— y vivan unidos por la caridad.

Creador del universo, cuyo Hijo, al venir a este mundo, quiso trabajar con sus propias manos,
— acuérdate de los trabajadores, que ganan el pan con el sudor de su frente.

Acuérdate, también, de todos los que viven entregados al servicio de los demás:
— que no se dejen vencer por el desánimo ante la incomprensión de los hombres.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Ten piedad de nuestros hermanos difuntos
— y líbranos del poder del Maligno.

 

Llenos de fe, invoquemos juntos al Padre común, repitiendo la oración que Jesús nos enseñó:

Padre nuestro…

 

ORACION

Llegue a tus oídos, Señor, la voz suplicante de tu Iglesia, a fin de que, conseguido el perdón de nuestros pecados, con tu ayuda podamos dedicarnos a tu servicio y con tu protección vivamos confiados. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

 

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

Anuncio publicitario

Lectio Divina – Miércoles III de Tiempo Ordinario

1) Oración inicial

Dios todopoderoso y eterno: ayúdanos a llevar una vida según tu voluntad, para que podamos dar en abundancia frutos de buenas obras en nombre de tu Hijo predilecto. Que vive y reina contigo. Amen.

2) Lectura

Del santo Evangelio según Marcos 4,1-20

Y otra vez se puso a enseñar a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a él que hubo de subir a una barca y, ya en el mar, se sentó; toda la gente estaba en tierra a la orilla del mar. Les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas. Les decía en su instrucción:

«Escuchad. Una vez salió un sembrador a sembrar. Y sucedió que, al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino; vinieron las aves y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida por no tener hondura de tierra; pero cuando salió el sol se agostó y, por no tener raíz, se secó. Otra parte cayó entre abrojos; crecieron los abrojos y la ahogaron, y no dio fruto. Otras partes cayeron en tierra buena y, creciendo y desarrollándose, dieron fruto; unas produjeron treinta, otras sesenta, otras ciento.» Y decía: «Quien tenga oídos para oír, que oiga.»

Cuando quedó a solas, los que le seguían a una con los Doce le preguntaban sobre las parábolas. Él les dijo: «A vosotros se os ha dado el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas, para que por mucho que miren no vean, por mucho que oigan no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone.»

Y les dice: «¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, entonces, comprenderéis todas las parábolas? El sembrador siembra la palabra. Los que están a lo largo del camino donde se siembra la palabra son aquellos que, en cuanto la oyen, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. De igual modo, los sembrados en terreno pedregoso son los que, al oír la palabra, al punto la reciben con alegría, pero no tienen raíz en sí mismos, sino que son inconstantes; y en cuanto se presenta una tribulación o persecución por causa de la palabra, sucumben en seguida. Y otros son los sembrados entre los abrojos; son los que han oído la palabra, pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y las demás concupiscencias les invaden y ahogan la palabra, y queda sin fruto. Y los sembrados en tierra buena son aquellos que oyen la palabra, la acogen y dan fruto, unos treinta, otros sesenta, otros ciento.»

3) Reflexión

• Sentado en una barca, Jesús enseña a la multitud. En estos versos, Marcos describe de qué forma Jesús enseñaba a la gente: en la playa, sentado en la barca, mucha gente alrededor para escuchar. Jesús no era una persona culta (Jn 7,15). No había cursado una escuela superior en Jerusalén. Venía del interior, del campo, de Nazaret. Era un desconocido, medio campesino, medio artesano. Sin pedir permiso a las autoridades, empezó a enseñar a la gente. Hablaba de forma muy distinta. Al pueblo le gustaba oírle.

• Por medio de las parábolas, Jesús ayudaba el pueblo a percibir la presencia misteriosa del Reino en las cosas de la vida. Una parábola es una comparación. Se usan cosas conocidas y visibles de la vida para explicar las cosas invisibles y desconocidas del Reino de Dios. Por ejemplo, el pueblo de Galilea entendía de siembra, terreno, lluvia, sol, sal, flores, cosecha, pesca, etc. Y son exactamente estas cosas conocidas las que Jesús usa en las parábolas para explicar el misterio del Reino.

• La parábola de la semilla retrata la vida de los campesinos. En aquel tiempo, no era fácil vivir de la agricultura. El terreno era muy pedregoso. Había mucho matorral. Poca lluvia, mucho sol. Además de esto, muchas veces la gente acortaba el camino y pasando por los campos pisaba las plantas (Mc 2,23). Asimismo, a pesar de todo esto, cada año, el agricultor sembraba y plantaba, confiando en la fuerza de la semilla, en la generosidad de la naturaleza.

• ¡El que tenga oído para oír, que oiga”! (Mc 4,3). Ahora, al final termina diciendo: “El que tenga oído para oír, que oiga.” El camino para llegar a comprender la parábola es la búsqueda: “¡Traten de entender!” La parábola no dice todo inmediatamente, sino que lleva a pensar y hace descubrir desde la experiencia que los oyentes tienen de la siembra. Suscita creatividad y participación. No es una doctrina que ya llega pronta para ser enseñada y decorada. La parábola no da agua embotellada, entrega la fuente. El agricultor que escucha dice: “La semilla en el terreno, ¡yo sé que es! Pero Jesús dice que esto tiene que ver con el Reino de Dios. ¿Qué será?” ¡Y uno se puede imaginar las largas conversaciones de la gente! La parábola se mezcla con la gente y lleva a escuchar la naturaleza y a pensar en la vida.

• Jesús explica la parábola a los discípulos. En casa, a solas con Jesús, los discípulos quieren saber el significado de la parábola. No entendían. Jesús se percató de su ignorancia (Mc 4,13) y respondió por medio de una frase difícil y misteriosa. Dice a los discípulos: “Ustedes están en el secreto del Reino de Dios, pero a los de afuera se les hace parábolas, de modo que por mucho que miren, no verán; y por más que oigan, no entenderán; no se convertirán ni serán perdonados”. Esta frase hace que la gente se pregunte: Al final, ¿de qué sirve la parábola? ¿Para aclarar o para esconder? ¿Será que Jesús usa parábolas para que la gente continúe en su ignorancia y no llegue a convertirse? ¡Cierto que no! Pues en otro lugar Marcos dice que Jesús usaba parábolas “según la capacidad de los oyentes” (Mc 4,33).

• ¡La parábola revela y esconde al mismo tiempo! Revela para “los de dentro”, que aceptan a Jesús como Mesías, Rey grandioso. Ellos entienden las imágenes de la parábola, pero no llegan a entender su significado.

• La explicación de la parábola, parte por parte. Una por una, Jesús explica las partes de la parábola, desde la siembra y el terreno, hasta la cosecha. Algunos estudiosos piensan que esta explicación se amplificó después. Sería una explicación hecha por alguna comunidad. ¿Es muy posible! Pues en el capullo de la parábola está la flor de la explicación. Capullo y flor, ambos, tienen la misma origen que es Jesús. Por esto, podemos seguir la reflexión y descubrir otras cosas bonitas dentro de la parábola. Una vez, alguien preguntó en una comunidad: “Jesús dijo que debemos ser sal. ¿Para qué sirve la sal?” Discutieron y al final encontraran más de diez finalidades para la sal. Aplicaron todo esto a la vida de la comunidad y descubrieron que ser sal es difícil y exigente. ¡La parábola funcionó! Lo mismo vale para la siembra. Todos tienen alguna experiencia de sembrar.

4) Para la reflexión personal

• ¿Qué experiencia tienes de sembrar? ¿Cómo te ayuda a entender mejor la Buena Nueva?
• ¿Qué tipo de terreno soy yo?

5) Oración final

Consulté a Yahvé y me respondió:
me libró de todos mis temores.
Los que lo miran quedarán radiantes,
no habrá sonrojo en sus semblantes. (Sal 34,5-6)

Lectura continuada del Evangelio de Marcos

Marcos 12, 34

34Y Jesús, viendo que respondía inteligentemente, le dijo: “No estás lejos del reinado de Dios”. Y nadie se atrevía a preguntarle nada».

12,34: El pasaje, sin embargo, no concluye con la alabanza de Jesús por parte del escriba, sino con el elogio del escriba por Jesús. Viendo que el hombre había contestado inteligentemente, el Maestro le dice: «No estás lejos del reinado de Dios» (12,34a). Esta penúltima frase reúne un buen número de los temas de la perícopa. Primero, el pasaje comienza con el escriba que ve que Jesús ha contestado bien a los saduceos; y concluye con Jesús que ve que el hombre le ha contestado inteligentemente. En medio, la forma particular con la que se cita a la Shemá acentúa el amor a Dios con toda la mente y todo el entendimiento (12,30.33). Por tanto, el Dios a quien Jesús proclama es el que aprehende la mente y el corazón, y trae así un nuevo tipo de percepción al mundo.

Segundo, la penúltima frase lleva hasta el final el favorable retrato del escriba: no solo es inteligente, sino que está cerca también del reinado de Dios. Este retrato genera un mensaje importante para la comunidad marcana, que en general parece haber sufrido a manos de dirigentes judíos (cf. 13,9). A pesar de la hostilidad predominante, Marcos está dando a entender que no todo está necesariamente perdido; incluso algunos de los dirigentes pueden aún aceptar la llamada de Dios. Esta interpretación se apoya en el retrato de José de Arimatea cerca de la conclusión del evangelio: aunque es miembro del consejo dirigente, José espera piadosamente el reinado de Dios, reconoce su relación íntima con Jesús, y finalmente se arma de valor para identificarse con él (15,43).

Tercero: esta frase orienta el encuentro de Jesús con el escriba hacia un reforzamiento del tema predominante del evangelio desde 11,27: la autoridad de Jesús. Si el escriba comienza por sentirse favorablemente impresionado por Jesús (12,28) y por aprobar su respuesta a una pregunta capciosa (12,32), Jesús acaba por sentirse favorablemente impresionado por el escriba (12,34a). El vocabulario utilizado aquí parece reflejar con todo propósito el utilizado en la descripción inicial del escriba para subrayar esta inversión. Tampoco Jesús exagera en su alabanza del escriba; este se halla cerca del reinado de Dios, pero no totalmente dentro de él (12,34b). Es Jesús quien juzga a la humanidad, y no al revés; y para confirmar su preeminencia el pasaje concluye con la observación editorial de que desde ese momento en adelante «nadie se atrevía ya a preguntarle» (12,34c). Hacer callar a la oposición está estrechamente relacionado por el contexto con el advenimiento del reinado de Dios (12,34bc), y esta yuxtaposición es probablemente deliberada. La respuesta concluyente de Jesús, que termina la discusión, refleja no solamente su sabiduría personal, sino la llegada del poder escatológico por el cual Dios vuelve a aprehender el mundo para sí.

El siguiente pasaje del evangelio utilizará imágenes del Antiguo Testamento para dibujar la extensión del poder regio, y la relación íntima entre Dios y Jesús, mostrando a este último entronizado al lado de Dios mientras este aplasta a los enemigos bajo sus pies.

Comentario – Miércoles III de Tiempo Ordinario

San Marcos nos presenta a Jesús de nuevo enseñando junto al lago. El evangelista nos informa de que para su enseñanza se sirve abundantemente de parábolas, ese género catequético tan imaginario como narrativo, que tanto muestra y tanto oculta a la vez. Jesús habla narrando las andanzas de su protagonista, en este caso el sembrador: Salió el sembrador a sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron…

Todo el mundo sabe qué es un sembrador, todo el mundo ha visto al sembrador realizar su tarea. Jesús describe en su parábola las vicisitudes de su siembra: parte de la semilla queda al borde del camino; parte cae en terreno pedregoso; parte, entre zarzas; y parte se siembra en tierra buena, pero de diferente calidad o capacidad: una da el treinta, otra el sesenta, y otra el ciento por uno. Ante la multitud, Jesús se limita a narrar; no esclarece el sentido de la parábola, que es siempre sugerente. Pero cuando se queda a solas con los que le están más próximos, con los Doce, les explica con detenimiento su secreto, pues ellos desean saber. Y Jesús les reserva esta particular enseñanza a la que no tienen acceso los demás, aquellos que él califica como los de fuera. Mientras que a los Doce se les hace partícipes de los secretos del Reino escondidos en las parábolas como en una indumentaria multicolor y sugerente, a los de fuera, es decir, al gentío que se había concentrado junto a él a la orilla del lago, todo se les presentaba en parábolas, sin más aclaraciones; de esta manera se cumplía lo profetizado por Isaías (6, 9ss.): para que «por más que miren, no vean; por más que oigan, no entiendan; no sea que se conviertan y los perdone».

Y no es que Jesús no quiera que se conviertan con su predicación. Su palabra es una llamada a la conversión. Ha venido precisamente para eso: para que se conviertan y puedan obtener el perdón. Nos lo decía días atrás: No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, a que se conviertan. Luego él quiere la conversión de todos aquellos a quienes dirige su palabra. Pero si cita al profeta es para acreditar el cumplimiento de su profecía, dado que habrá muchos que mirarán y no verán, oirán parábolas, pero no entenderán; y no porque no reciban las debidas explicaciones, sino porque no muestran disposición para recibirlas, porque se quedan en cierto modo fuera, en lo más externo de la narración, en la superficie de la imagen parabólica. Los discípulos más próximos, al parecer, sí muestran interés por entender. Por eso Jesús, aunque les reprocha su falta de perspicacia, se toma su tiempo para explicarles los detalles y los secretos de la misma: El sembrador siembra la Palabra. Luego el oficio de este sembrador no es otro que la predicación. Él mismo es el protagonista de la parábola, él es el sembrador de la Palabra.

El destino de esta siembra es muy diverso, como diversos son los destinatarios de la Palabra. Unos están representados por el borde del camino, terreno en el que no cala la siembra: escuchan la palabra, pero ésta no entra ni en su mente (para ser entendida) ni en su corazón (para ser sentida); queda de tal manera fuera que cualquiera que pase puede llevársela para hacer de ella el uso que quiera. Otros reciben la simiente como terreno pedregoso, sin apenas tierra donde enraizar: escuchan la palabra, la acogen con alegría –hay, por tanto, buena receptividad-, pero, dado que no tienen raíces y son inconstantes –es un terreno sin suficiente hondura o profundidad-, ante la más mínima dificultad o persecución sucumben, como sucumbe a una corta, aunque severa, sequía una planta tierna y poco enraizada. Otros reciben la simiente entre zarzas. Se trata de aquellos que escuchan la palabra de Dios, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás –tales son las zarzas invasoras- los invaden, ahogan la Palabra y se queda estéril. Aquí hay acogida y enraizamiento; pero esto no basta; hay que eliminar las zarzas de la vida para impedir que acaben estrangulando la planta ya nacida. ¡Cuántos afanes, seducciones y deseos impiden el desarrollo de esas plantas nacidas de la palabra y llamadas a dar abundante fruto! Sólo los que son tierra buena y preparada –o labrada-, porque escuchan la Palabra, la aceptan y la permiten madurar, dan cosecha, unos más (el sesenta o el ciento por uno) y otros menos (el treinta), en razón de su bondad (cualidad) y de su labranza (estado idóneo para la producción).

La cosecha se hace depender no de la semilla, que es la misma, aunque pueda llegar a través de manos más o menos expertas, sino del terreno en el que cae, de mejor o peor cualidad y en mejor o peor estado o disposición. La disposición cuenta mucho en este negocio, porque la cualidad de la tierra, en cuanto salida de las manos de Dios, hemos de considerarla buena por naturaleza o idónea para la siembra. Somos creación de Dios. La naturaleza de que hemos sido dotados es adecuada para recibir la palabra de Dios. Si ésta no es acogida será porque se ha producido una distorsión o disfunción que lo impide; es porque algo extraño a sí misma la ha endurecido u obstruido; es porque se ha introducido en ella una alteración que deforma, ciega o endurece, y obstaculiza la siembra o el crecimiento de la semilla ya sembrada. Pero ¿qué puede haber más connatural con nuestra naturaleza que el mismo Dios –y su palabra- a cuya imagen hemos sido hechos? ¿Y qué puede haber más satisfactorio para la tierra que producir los buenos frutos que se han sembrado en ella? Empeñémonos en ser tierra buena o bien dispuesta y podremos disfrutar con los frutos de una buena cosecha.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

257. Para cumplir la propia vocación es necesario desarrollarse, hacer brotar y crecer todo lo que uno es. No se trata de inventarse, de crearse a sí mismo de la nada, sino de descubrirse a uno mismo a la luz de Dios y hacer florecer el propio ser: «En los designios de Dios, cada hombre está llamado a promover su propio progreso, porque la vida de todo hombre es una vocación»[140]. Tu vocación te orienta a sacar afuera lo mejor de ti para la gloria de Dios y para el bien de los demás. El asunto no es sólo hacer cosas, sino hacerlas con un sentido, con una orientación. Al respecto, san Alberto Hurtado decía a los jóvenes que hay que tomarse muy en serio el rumbo: «En un barco al piloto que se descuida se le despide sin remisión, porque juega con algo demasiado sagrado. Y en la vida ¿cuidamos de nuestro rumbo? ¿Cuál es tu rumbo? Si fuera necesario detenerse aún más en esta idea, yo ruego a cada uno de ustedes que le dé la máxima importancia, porque acertar en esto es sencillamente acertar; fallar en esto es simplemente fallar»[141].


[140] S. Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio (26 marzo 1967), 15: AAS 59 (1967), 265.

[141] Meditación de Semana Santa para jóvenes, escrita a bordo de un barco de carga, regresando de Estados Unidos, 1946, en :https://www.padrealbertohurtado.cl/escritos-2/.

Comentario Domingo IV de Tiempo Ordinario

Oración preparatoria

Quiero, Señor Jesús, escucharte en tu Palabra. Y escuchándola, sintonizar con tu corazón de Hijo confiado en el Padre del cielo, aprender a orar Contigo, a esperar con paciencia activa, a amar y a perdonar sin cansarme. Saber una y otra vez cuánto te importa cada hombre y cada mujer, cuánto te interesa nuestra propia paz y felicidad. AMÉN.

 

Mt 5, 1-12

«1Pero viendo [Jesús] a las muchedumbres, subió a la montaña y, habiéndose sentado, se le acercaron sus discípulos. 2Y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo:

3“Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. 4Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. 5Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los hambrientos y sedientos de justicia, porque ellos serán saciados. 7Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia1. 8Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. 9Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. 10Bienaventurados los perseguidos por causa de justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. 11Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan, y os calumnien de cualquier modo por causa de mí. 12Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será mucha en los cielos”».

PALABRA DE DIOS

1 Literalmente: “Serán misericordeados”: el Papa Francisco ha “inventado” el verbo “misericordear”: no existe en castellano, pero realmente es el verbo del texto original.

CONTEXTO

Dejábamos la lectura del evangelio de Mateo en el sumario de actividad de Jesús de 4,23. Allí se decía que Jesús recorría toda Galilea enseñando, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia. Pues bien, el evangelio nos presenta el comienzo de la enseñanza (5,1-8,1), el impresionante Sermón de la Montaña, del que las bienaventuranzas son su introducción general, el pórtico de entrada a dicho discurso de Jesús. En el evangelio de hoy encontramos la primera perícopa (= unidad textual) del sermón de la montaña (Mt 5,1-10), y dos versículos de la siguiente (vv. 11-12ab), que continúa con la llamada de Jesús a sus oyentes a ser sal de la tierra y luz del mundo (vv. 13-16).

 

TEXTO

El evangelio de hoy tiene tres partes:

a) vv. 1-2: la introducción narrativa donde se presenta el auditorio de Jesús (las muchedumbres y los discípulos) y se hace referencia a la montaña (nuevo Sinaí, nueva “ley”), a la autoridad de Jesús (“se sentó”, posición de “maestro”), y a la extraordinaria importancia de lo que va a decir (notad que se usan tres expresiones y verbos para introducir el discurso: “abriendo la boca”, “enseñaba”, “diciendo”; es la única vez en todos los evangelios que ocurre algo semejante, prueba de la categoría excepcional de lo que va a decir Jesús, es decir, de todo el sermón de la montaña;

b) vv. 3-10: el conjunto de las 8 bienaventuranzas, conjunto abierto y cerrado con la expresión “porque de ellos es el reino de los cielos” (vv. 3 y 10), y que se subdivide en dos grupos de 4 (vv. 3-6: “justicia”; vv. 7-10: “justicia”);

c) vv. 11-12: una última bienaventuranza, dicha directamente a sus oyentes (notad el cambio de persona: de la tercera plural a la segunda plural: “seréis”).

 

ELEMENTOS A DESTACAR

• Las bienaventuranzas tienen una estructura tripartita: la declaración de biena- venturanza (Bienaventurados); los que son objeto de dicha declaración (pobres en el espíritu, etc…); y la razón, la causa del porqué ellos son bienaventurados: son acciones que Dios, Padre bueno y providente con entrañas de Madre, realizará en el futuro, pero que comienzan y terminan en el presente. De Dios Padre aún no hemos recibido prácticamente nada de lo que nos espera. Pero ¿qué esperas? Reflexiona qué es lo que te hace sentir feliz o satisfecho habitualmente. ¿Tiene algo que ver tu proyecto de felicidad con el que Jesús proclama en las bienaventuranzas?

• Las bienaventuranzas son la introducción al sermón, de modo que hay que descubrir el corazón del mismo si queremos entenderlas y, sobre todo, vivirlas. Este corazón es la oración del Padre Nuestro, la llamada confiada de hijos a recibir del Padre (y un padre muy especial) todos los bienes que puede dar. Desde una experiencia así de Dios Padre, uno puede lanzarse a vivir un estilo de vida arriesgado y desafiante; sin esa experiencia, estas palabras de Jesús pueden ser un insulto para los “perdedores” de la historia. ¡Ojo!

• Las dos únicas razones en presente son para los pobres en espíritu y para los perseguidos por causa de la justicia: de ellos es el Reino de los cielos, ellos son los propietarios de dicho reino. ¿Qué te sugiere? ¿A qué te mueve?

• “Por causa de la justicia” y “por mi causa” relacionan estrechamente la causa de Jesús y la causa de la justicia: ¿están así de implicadas una y otra en nuestro modo de ser cristianos?

• “Bienaventuranza” significa “felicidad”. Jesús proclama felices a ocho categorías de personas y la novena proclamación de felicidad no hace sino ampliar la octava, “dichosos los perseguidos”. Repasa las categorías y piensa en cuáles son más aceptadas y cuáles no por ti mismo.

 

Paso 1 Lectio: ¿Qué dice el texto? Atiende todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas.

Paso 2 Meditatio: ¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?

Paso 3 Oratio: ¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…

Paso 4 Actio: ¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?

Para la catequesis: Presentación de Jesús en el templo

IV Domingo del Tiempo Ordinario
2 febrero 2020

Malaquías 3, 1-4; Salmo 23, 7.8.9.10; Hebreos 2, 14-18; Lucas 2, 22-32

La Presentación del Jesús en el Templo

Trascurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo primogénito varón será consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de tórtolas o dos pichones. Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en el moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo: “Señor ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido, porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para bien de todos los pueblos; Luz que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel. “

Reflexión

¿Por qué fueron Maria y José al templo en Jerusalén? (Para presentar a Jesús y consagrarlo al Señor y también para ofrecerle un par de tórtolas o pichones como pedía la ley de Moisés.) La ley pedía que una madre que daba luz a un varón tenia que purificarse durante 40 días y después ofrecerle a Dios un par de tórtolas o pichones como sacrificio por el pecado. (Lev. 12, 1-8) ¿La Virgen Maria tenía pecado? (No, Maria nació sin pecado original y nunca pecó; pero ella siempre fue obediente a la Ley de Dios.) Dios también pidió que todos los primogénitos sean consagrados a Él. (Ex. 13,1-2) José y María siempre obedecían la Ley de Moisés y además sabían que Jesús pertenencia totalmente a Dios y tenía una misión especial. ¿Qué pasó cuando salieron del templo? (Simeón, un hombre justo, lleno del Espíritu Santo que esperaba la venida del Mesías del Señor, reconoció a Jesús el Salvador con la ayuda del Espíritu Santo y lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios.) ¿Cómo describe Simeón a Jesús? (Salvador de todos los pueblos; luz que alumbra a las naciones; gloria de Israel) ¿De qué nos salva Jesús? (del pecado que nos separa de Dios así uniéndonos de nuevo con El) ¿Como es Jesús luz para las naciones? (Con sus palabras y con su vida, Jesús ilumina el camino enseñándonos cómo amar a Dios, a nuestros hermanos y a así llegar al Cielo. Su presencia en la Eucaristía nos une a Dios, y su Espíritu Santo llena nuestro corazón con el calor de su amor.) ¿Cómo podemos llevar esa luz a todos en nuestra vida? (Compartir)

Actividad

En la siguiente página, colorear la escena con Simeón. Sentar a los niños en un círculo y darles una vela. Poner la siguiente canción mientras los niños pasan la vela de uno a otro. Se apaga la música y el niño que tiene la vela tiene que decir como puede ser luz para otros en el mundo. Así seguir hasta que todos tengan un chance. También pueden imprimir un dibujo de una vela y que cada niño escriba como puede ser luz para otros y presentarlo al altar con la siguiente oración.

Oración

Jesús mi Salvador, luz del mundo y gloria de Israel, ayúdame a ser luz en este mundo. Quiero obedecer como José y María, quiero amar como Tu amas. Amen

¿Qué me quiere decir hoy Jesús?

Mis ojos han visto a mi salvador, luz para alumbrar a las naciones – Lucas 2, 22-40

Cuando se cumplieron los días de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones».
Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
«Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel».
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción —y a ti misma una espada te traspasará el alma—, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones».
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. Presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él.

Explicación

Lucas nos dice que a los cuarenta días, después de la Navidad, Jesús fue llevado al Templo por sus padres, con ofrendas sencillas -dos tórtolas-, y consagrado al Señor como todo primogénito. Pero esta sencilla ceremonia se convierte pronto en una Manifestación de Jesús como el Mesías de un pueblo que esperaba la liberación. En este pasaje aparecen la figura de Simeón, hombre bueno y justo, que esperaba la liberación de Israel, y de Ana, una mujer anciana, que no se apartaba día y noche del templo. Ambos son un ejemplo de esperanza en las profecías mesiánicas, profecías que, llenos de alegría, anuncian a sus paisanos y amigos. Simeón lo hará con su célebre cantico, “Nunc Dimittis”, presentando a aquel niño como el Salvador, la Luz que ilumina a todas las naciones y es gloria de Israel. Ana, también hablaba de la liberación de Jerusalén a su pueblo, era la profetisa que difunde la luz.

Fr. Jesús Mª Gallego Díez O.P.

Comentario al evangelio – Miércoles III de Tiempo Ordinario

Como en días anteriores, el libro de Samuel nos ofrece cristología davídica. Jesús, el definitivo heredero de David, o David en su plenitud, será el auténtico hijo de Yahvé y el que reúna en torno a sí a muchos hermanos, los hijos en el Hijo. Ese conjunto de los hermanos será el auténtico templo de Dios, el ámbito donde se experimente su presencia. La tarea histórica de Jesús fue la de “reunir a los hijos de Dios dispersos” (Jn 11,52).

Jesús comienza por convocar un grupo de seguidores y seguidoras que quiere esperanzados, llenos de ilusión, acogedores de los pequeños signos del Reino que despunta. La parábola del sembrador impertérrito perteneces a las denominadas de contraste: a una serie de fracasos parciales (siembras malogradas) sigue una cosecha muy superior a lo que se esperaría.

Sin duda, alguna vez los discípulos trataron a Jesús de ingenuo: estaba viendo cuántas miserias y envidias se daban entre ellos y seguía convencido de que, a pesar de todo, los valores del Reino de Dios se implantarían y de que ellos mismos serían luz del mundo y sal de la tierra. Con las parábolas de contraste (la insignificancia de la levadura, del grano de mostaza…) intentaba despertar en ellos altura de miras.

En el conjunto de la narración encontramos sin embargo algo aparentemente escandaloso: al parecer, Jesús hablaría en parábolas ininteligibles para cortar a algunos el acceso a la salvación. Nada más lejos de su intención; las parábolas son el lenguaje más sencillo y pedagógico, “según podía entenderle” (Mc 4,33). Quizá la traducción que tenemos no es la mejor; quizá debiera decir: “así se cumple la Escritura (que dice): ven pero no entienden, salvo que se conviertan y se les conceda el perdón”.

Probablemente el dicho “problemático” originariamente no se refiere solo a las parábolas, sino a toda la acción y predicación de Jesús: a quienes la contemplan solo a distancia, en actitud escéptica, situándose deliberadamente fuera (¿con aire de superioridad?), “todo les resulta un enigma” (mejor que “todo se les da en parábolas”). Jesús lamenta las reservas de los sabios frente a él, la posición de los que solo optan por la crítica o por un descomprometido “ya iremos viendo”. Él desea corazones sencillos, abiertos a su novedad; y, una vez renovados, tendrán que estar vigilantes: que ni las zarzas, ni los cardos, ni la sequedad del terreno (y todo esto recibe nombres muy concretos: los afanes cotidianos, amor al dinero, cobardía ante rechazos) ahoguen la semilla, que está llamada a crecer lozana y frondosa en sus corazones.

Severiano Blanco cmf