I Vísperas – Domingo I de Cuaresma

I VÍSPERAS

DOMINGO I DE CUARESMA

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

HIMNO

¿Para qué los timbres de sangre y nobleza?
Nunca los blasones
fueron lenitivo para la tristeza
de nuestras pasiones.
¡No me des coronas, Señor, de grandeza!

¿Altivez? ¿Honores? Torres ilusorias 
que el tiempo derrumba.
Es coronamiento de todas las glorias
un rincón de tumba.
¡No me des siquiera coronas mortuorias!

No pido el laurel que nimba el talento,
ni las voluptuosas
guirnaldas de lujo y alborozamiento.
¡Ni mirtos ni rosas!
¡No me des coronas que se lleva el viento!

Yo quiero la joya de penas divinas
que rasga las sienes.
Es para las almas que tú predestinas.
Sólo tú la tienes.
¡Si me das coronas, dámelas de espinas! Amén.

SALMO 140: ORACIÓN ANTE EL PELIGRO

Ant. Acepta, Señor, nuestro corazón contrito, y nuestro espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio, y que te sea agradable, Señor, Dios nuestro.

Señor, te estoy llamando, ve de prisa,
escucha mi voz cuando te llamo.
Suba mi oración como incienso en tu presencia,
el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde.

Coloca, Señor, una guardia en mi boca,
Un centinela a la puerta de mis labios;
no dejes inclinarse mi corazón a la maldad,
a cometer crímenes y delitos
ni que con los hombres malvados
participe en banquetes.

Que el justo me golpee, que el bueno me reprenda,
pero que el ungüento del impío no perfume mi cabeza;
yo seguiré rezando en sus desgracias.

Sus jefes cayeron despeñados,
aunque escucharon mis palabras amables;
como una piedra de molino, rota por tierra,
están esparcidos nuestros huesos a la boca de la tumba.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Acepta, Señor, nuestro corazón contrito, y nuestro espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio, y que te sea agradable, Señor, Dios nuestro.

SALMO 141: TÚ ERES MI REFUGIO

Ant. Entonces clamarás al Señor, y te responderá; gritarás, y te dirá: «Aquí estoy».

A voz en grito clamo al Señor,
a voz en grito suplico al Señor;
desahogo ante él mis afanes,
expongo ante él mi angustia,
mientras me va faltando el aliento.

Pero tú conoces mis senderos,
y que en el camino por donde avanzo
me han escondido una trampa.

Mira a la derecha, fíjate:
nadie me hace caso;
no tengo adónde huir,
nadie mira por mi vida.

A ti grito, Señor;
te digo: «Tú eres mi refugio

y mi lote en el país de la vida.»

Atiende a mis clamores,
que estoy agotado;
líbrame de mis perseguidores,
que son más fuertes que yo.

Sácame de la prisión,
y daré gracias a tu nombre:
me rodearán los justos
cuando me devuelvas tu favor.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Entonces clamarás al Señor, y te responderá; gritarás, y te dirá: «Aquí estoy».

CÁNTICO de FILIPENSES: CRISTO, SIERVO DE DIOS, EN SU MISTERIO PASCUAL

Ant. Cristo murió por los pecados, el inocente por los culpables, para conducirnos a Dios. Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelvo a la vida.

Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajo hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Cristo murió por los pecados, el inocente por los culpables, para conducirnos a Dios. Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelvo a la vida.

LECTURA: 2Co 6, 1-4a

Os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios, porque él dice: «En tiempo favorable te escuché, en día de salvación vine a tu ayuda»; pues mirad, ahora es tiempo favorable, ahora es día de salvación. Para no poner en ridículo nuestro ministerio, nunca damos a nadie motivo de escándalo; al contrario, continuamente damos prueba de que somos ministros de Dios.

RESPONSORIO BREVE

R/ Escúchanos, Señor, y ten piedad. Porque hemos pecado contra ti.
V/ Escúchanos, Señor, y ten piedad. Porque hemos pecado contra ti.

R/ Cristo, oye los ruegos de los que te suplican.
V/ Porque hemos pecado contra ti.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Escúchanos, Señor, y ten piedad. Porque hemos pecado contra ti.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

PRECES
Glorifiquemos a Cristo, el Señor, que ha querido ser nuestro Maestro, nuestro ejemplo y nuestro hermano, y supliquémosle, diciendo:

Renueva, Señor, a tu pueblo

Cristo, hecho en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado, haz que nos alegremos con los que se alegran y sepamos llorar con los que están tristes,
— para que nuestro amor crezca y sea verdadero.

Concédenos saciar tu hambre en los hambrientos
— y tu sed en los sedientos.

Tú que resucitaste a Lázaro de la muerte,
— haz que, por la fe y la penitencia, los pecadores vuelvan a la vida cristiana.

Haz que todos, según el ejemplo de la Virgen María y de los santos,
— sigan con más diligencia y perfección tus enseñanzas.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Concédenos, Señor, que nuestros hermanos difuntos sean admitidos a la gloria de la resurrección,
— y gocen eternamente de tu amor.

Con la misma confianza que tienen los hijos con sus padres, acudamos nosotros a nuestro Dios, diciéndole:
Padre nuestro…

ORACION

Al celebrar un año más la santa Cuaresma, concédenos, Dios todopoderoso, avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo y vivirlo en su plenitud. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Sábado después de Ceniza

1) Oración inicial

Dios todopoderoso y eterno, mira compasivo nuestra debilidad y extiende sobre nosotros tu mano poderosa. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del santo Evangelio según Lucas 5,27-32
Después de esto, salió y vio a un publicano llamado Leví, sentado en el despacho de impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Él, dejándolo todo, se levantó y le siguió.

Leví le ofreció en su casa un gran banquete. Había un gran número de publicanos y de otros que estaban a la mesa con ellos. Los fariseos y sus escribas refunfuñaban diciendo a los discípulos: «¿Cómo es que coméis y bebéis con los publicanos y pecadores?» Les respondió Jesús: «No necesitan médico los que están sanos, sino los que están mal. No he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores.»

3) Reflexión

• El Evangelio de hoy trae el mismo asunto sobre el cual hemos reflexionado ya en enero en el evangelio de Marcos (Mc 2,13-17). Sólo que esta vez está sacado del Evangelio de Lucas y es bien abreviado, concentrando la atención en la cena principal que es el llamado y la conversión de Leví y la conversión que esto supone para nosotros que estamos entrando en la cuaresma.

• Jesús llama a un pecador para ser discípulo. Jesús llama a Leví, un publicano, e este, inmediatamente, lo deja todo, sigue a Jesús y empieza a hacer parte del grupo de los discípulos. Enseguida Lucas dice que Leví preparó un gran banquete en su casa. En Marcos, parecía que el banquete era en la casa de Jesús. Lo que importa es la insistencia en la comunión de mesa de Jesús con los pecadores, lo cual estaba prohibido.

• Jesús vino no para los justos, sino para los pecadores. El gesto de Jesús provocó la rabia de las autoridades religiosas. Estaba prohibido comer con publicanos y pecadores, pues sentarse a la mesa con alguien era lo mismo que tratarle como hermano. Con su gesto Jesús estaba acogiendo a los excluidos como hermanos de la misma familia de Dios. En vez de hablar directamente con Jesús, los escribas de los fariseos hablan con los discípulos: ¡Qué! ¿El come con los pecadores y publicanos? Jesús responde: No necesitan médico los que están, sino los que están mal. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores. Es la conciencia de su misión que ayuda a encontrar la respuesta y a indicar el rumbo para el anuncio de la Buena Nueva de Dios. El vino para reunir a la gente dispersa, para reintegrar a los que han sido excluidos, para revelar que Dios no es un juez severo que condena y expulsa, sino un Pare/Madre que acoge y abraza.

4) Para la reflexión personal

• Jesús acoge e incluye a las personas. ¿Cuál es mi actitud?
• El gesto de Jesús revela la experiencia que tiene de Dios como Padre. ¿Cuál es la imagen de Dios que se irradia para los demás a través de mi comportamiento?

5) Oración final

Presta oído, Yahvé, respóndeme,
que soy desventurado y pobre;
guarda mi vida, que yo te amo,
salva a tu siervo, confío en ti. (Sal 86,1-2)

Las tentaciones

1.- El seguimiento de Cristo con el análisis objetivo de situaciones nos da conocimiento de que existe la tentación y que viene de fuera. Hemos dicho alguna vez que una de las sorpresas más notables que se lleva el recién convertido es que la vida religiosa no es una fantasía, un ensueño o un engaño. La búsqueda continuada de un análisis certero de nuestro comportamiento nos da objetividad. Cuando pensamos en la naturaleza exacta de algo que hemos hecho, no vamos a engañarnos a nosotros mismos con agravamiento o atenuación de dichos comportamientos. Llamaremos al pan, pan; y al vino, vino; y eso continuamente. Entonces se vive en un régimen de objetividad que antes no era así cuando no analizábamos a la luz del camino de Cristo nuestros acontecimientos.

Sobre esta base, se detecta la tentación como un engaño continuado. La tentación está habitualmente en la cercanía de alguno de nuestros anhelos o en las zonas de nuestra voluntad que son más débiles. No es extraño que el sexo, el dinero, la supervivencia ocupen lugares importantes en el repertorio de nuestras tentaciones. Son instintos y realidades muy metidos dentro de nosotros y, por ello, nos hacen vulnerables. Pero la forma de la tentación siempre será un engaño, un camino de confusión o una realidad modificada sutilmente.

2.- El texto de Mateo nos señala que Cristo, como hombre, fue tentado. Algunos tratadistas señalan que, tal vez, el diablo no supiera con exactitud quien era Jesús. No es probable, pero se puede pensar que Jesús en su condición humana era proclive a la recepción de la tentación, como cualquiera de nosotros. Y ahí es donde el Malo jugó su carta. La sutileza en las «propuestas» es muy significativa: paliar el hambre, obtener el poder, demostrar su condición divina. Pero la perversidad de las mismas está en la posibilidad de acometerlas dentro de un engaño generalizado. Ni hacia falta tirarse desde lo alto del templo, ni tampoco era necesario para Jesús el dominio temporal de todos los reinos de la tierra y, por supuesto, la solución al problema del apetito tras el ayuno tenía otra solución menos truculenta que la conversión de piedras en pan. Todo estaba lleno de engaño. Y la tentación es eso: un engaño que te conduce a un acto pecaminoso. Pero el principio de ella es solo un engaño, una irrealidad.

3.- Jesús fue tentado como nosotros y eso nos une aún más con El. Hemos de pedirle amparo en tiempo de tentación y, nosotros de nuestra parte, tenemos que no sucumbir al engaño. No es baladí la idea que aparece más arriba: una cierta objetivación de nuestra conducta y proceder nos ayudará. El Maligno suele provocar curiosas marañas para confundirnos. Si, efectivamente, el cristiano siente dentro de sí la presencia de Dios y a veces aprecia situaciones o momentos en los que está presente la mano de Dios; no es difícil, tras el análisis, de ciertos momentos, posiciones y suposiciones, que el demonio existe, porque a nosotros solos no se nos pueden ocurrir engaños tan bien urdidos.

Ángel Gómez Escorial

Comentario – Sábado después de Ceniza

Estando Jesús en un banquete en casa de Leví, el recaudador de impuestos llamado por el Maestro para que formara parte del grupo de sus discípulos, es objeto de la crítica de los fariseos que se escandalizan al verle compartir mesa con los publicanos. Decir publicanos era decir pecadores; y compartir la mesa con los pecadores venía a significar entrar en comunión con ellos y con su pecado, contraer la impureza de la que eran portadores. Por eso ellos rehuían el contacto con los publicanos tanto como con los leprosos. Ante la acusación farisaica Jesús reacciona con una réplica que pretende justificar su conducta de acercamiento a los pecadores: No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan. Su actividad mesiánica es similar a la de un médico cuyo oficio es curar a los enfermos. Los sanos no necesitan de los cuidados del médico. Por eso, no debe extrañar verle entre enfermos aún a riesgo de poner en peligro su propia salud; entre enfermos y entre pecadores, pues no se limitó a sanar enfermedades físicas y mentales, sino también a devolver la salud espiritual a los pecadores, perdonando su pecado, es decir, curando esta especie de enfermedad.

Es evidente que Jesús equipara el pecado con una enfermedad que hace de los pecadores en cierto modo enfermos que reclaman la actuación curativa del médico. Pero se trata de una enfermedad contraída voluntariamente, esto es, culpablemente, y de la que puede uno liberarse por la vía de la conversión. Aquí el médico es alguien que invita a los pecadores a la conversión. Basta con este movimiento de acercamiento a él para obtener la medicina curativa, la remisión del pecado. A los enfermos les bastaba con tocar con fe la orla de su manto para obtener el beneficio de la salud; a los pecadores también les basta con esa conversión que implica el reconocimiento del propio pecado y la petición del perdón que es petición de la salud perdida. La equivalencia entre el enfermo y el pecador es máxima en relación con el Sanador. Y el procedimiento empleado por el Médico en la curación es muy similar. Lo único que hace falta es que se ponga el mismo empeño en recuperar la salud espiritual que el que se pone en recuperar la salud física o psicosomática. Porque la ansiedad con la que los enfermos buscaban a Jesús no solemos encontrarla, al menos en el mismo grado, en los pecadores. Y es que la conciencia de la enfermedad suele ser mucho más viva o intensa que la conciencia del pecado, exceptuando quizá casos extremos de gravedad que generan una profunda sensación de culpa.

Jesús proclama abiertamente haber venido como médico, no a llamar a los justos, sino a los pecadores. Si esto es así, y no nos reconocemos pecadores, nos estaremos automarginando del círculo de su influencia benéfica. Si no nos sentimos realmente pecadores no podremos gozar de la cercanía del que ha venido precisamente a estar entre pecadores invitándoles a someterse al tratamiento medicinal adecuado para erradicar enteramente el pecado que les oprime y esclaviza como un tirano interior de cuyo dominio es difícil escapar o como un tumor difícil de extirpar. Y pecado –como nos recuerda Isaías- es todo lo que tendríamos que desterrar de nosotros: opresiones ejercidas sobre los demás, amenazas, maledicencias, indiferencias.

Pero para desterrar el pecado (resp. egoísmo) de nuestro interior hay que ejercer sobre él una fuerza superior al dominio que él tiene sobre nosotros, y de ordinario no basta la fuerza de que dispone nuestra voluntad. Necesitamos que esa voluntad nuestra, enferma y debilitada, adquiera de nuevo el vigor necesario. Y para eso ha venido él, como médico, para sanar y robustecer nuestra voluntad enferma, para infundir en ella la fuerza de su Espíritu y hacerla capaz de vencer la malicia que la domina, el poder del pecado que se sobrepone tantas veces a su recto querer y sentir. Si finalmente, y con su gracia sanante y elevante, logramos esta victoria, nuestra oscuridad se volverá mediodía, el Señor nos dará un reposo permanente y nos sentiremos como un huerto bien regado, un manantial de aguas cuya vena no engaña o una casa reconstruida desde sus propias ruinas.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

288. Quiero que sepan que cuando el Señor piensa en cada uno, en lo que desearía regalarle, piensa en él como su amigo personal. Y si tiene planeado regalarte una gracia, un carisma que te hará vivir tu vida a pleno y transformarte en una persona útil para los demás, en alguien que deje una huella en la historia, será seguramente algo que te alegrará en lo más íntimo y te entusiasmará más que ninguna otra cosa en este mundo. No porque lo que te vaya a dar sea un carisma extraordinario o raro, sino porque será justo a tu medida, a la medida de tu vida entera.

«Misericordia, Señor, hemos pecado»

1.- Jesús se retiró al desierto para orar y prepararse para su misión. La experiencia del desierto nos muestra la evidencia de la fragilidad de nuestra vida de fe. El desierto es carencia y prueba, nos muestra la realidad de nuestra pobreza. Por eso tenemos miedo a entrar en nuestro interior, sentimos pavor ante el silencio. Surge la tentación, la prueba…..Sin embargo, el exponerse a una prueba es lo que hace progresar al deportista o al estudiante.

* Las tentaciones de Jesús en el desierto son las nuestras:

— El hambre, que simboliza todas las «reivindicaciones» del cuerpo.

— La necesidad de seguridad, aunque sea al precio de perjudicar al prójimo.

— La sed de poder, el temible instinto de dominación.

2.- ¿Por qué fue tentado Jesús? San Agustín nos dice que permitió ser tentado para ayudarnos a resistir al tentador: «El rey de los mártires nos presenta ejemplos de cómo hemos de combatir y de cómo ayuda misericordiosamente a los combatientes. Si el mundo te promete placer carnal, respóndele que más deleitable es Dios. Si te promete honores y dignidades temporales, respóndele que el reino de Dios es más excelso que todo. Si te promete curiosidades superfluas y condenables, respóndele que sólo la verdad de Dios no se equivoca. En todos los halagos del mundo aparecen estas tres cosas: o el placer, o la curiosidad, o la soberbia». La diferencia entre Jesús y nosotros es que el triunfó donde nosotros sucumbimos.

3.- No podemos obviar la realidad del pecado. Tenemos que hacer nuestra la súplica del salmo: «Misericordia, Señor, hemos pecado». Sólo el reconocimiento de nuestro pecado nos pone en disposición para captar la generosidad del perdón de Dios. Es el don gratuito de la amnistía que Dios nos regala a raudales. El pecado es dejarse llevar por la sinrazón. Es el engaño que nos seduce como aparece en el relato del Génesis. Sólo cuando se nos abren los ojos nos damos cuenta de que nos hemos equivocado. Porque el pecado es una traición al amor de Dios, es no ser fiel a nuestro compromiso bautismal, es alejarnos de Aquél que es nuestra vida. Por eso debemos pedir al Señor un corazón puro, renovado, transformado.

4.- La oración, la aspiración a la santidad, la escucha de la Palabra y su anuncio en nuestro mundo es el mejor programa cuaresmal. Si queremos de verdad que nuestra cuaresma sea un camino hacia la Pascua debemos ahondar en nuestra conversión, entendida como «metanoia» -cambio de mente y de corazón- y profundizar en nuestra experiencia de encuentro con Cristo. Esto es lo que pedimos en la oración colecta: «concédenos, Dios Todopoderoso, avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo y vivirlo en plenitud». Así seguro que viviremos con alegría la experiencia pascual.

José María Martín, OSA

Dios nos remueve por dentro

1.- Son cuarenta días de peregrinación. De gozar con la Palabra de Dios. De detenernos por el camino y conmovernos con las situaciones que reclaman nuestra atención y compromiso efectivo y gratuito. Es un tiempo, en definitiva, para interpelarnos seriamente si, ese amante que los cristianos tenemos, Cristo, es capaz de condicionar y centralizar un poco nuestra vida en El; de que nuestro cuerpo prescinda de algunas cosas por su nombre; de que nuestra fe sea fortalecida con la vitamina de la oración en medio del ruido y del caos o, sigamos adelante como cristianos en una realidad que, con frecuencia, es un interminable desierto donde somos probados en la fe, invitados a renunciar a nuestras raíces cristianas o embelesados desde el alero de la ansiedad para tener y soñar lo que nunca podremos alcanzar.

Es cuaresma hermanos. Parece que fue ayer cuando prometíamos a Jesús en Belén nuestro deseo de ser mejores y, ahora, es cuando con la cruz camino del calvario no solamente hacemos buenos propósitos sino que, además, nos comprometemos a no caer en la mera apariencia. A no quedarnos en lo superfluo. A ser conscientes de que la fe exige pruebas, signos, purificaciones y también profesión firme y entusiasta de nuestra fe.

2.- Desde algunas instancias se nos quiere hacer ver que, lo que propone y enseña la sociedad o las leyes de turno, es el camino “superguay” y “moderno” de la felicidad. El Señor, en cambio, una vez más nos pide muestras de sensatez y de “ser” más que de “tener”. No podemos ceder a presiones sociológicas, ni mucho menos políticas, donde se nos vende (a precio muy alto) un escaparate del “todo lo de ahora vale” y, “todo lo de antes, es retrógrado inservible”. Ni tanto…ni tan calvo.

En la Iglesia, portadora del mensaje de Jesús, (e iglesia somos todos) podemos correr el riesgo de ser tentados a abandonar lo que es constitutivo y esencial de nuestra fe para quedar bien con el diablo (que se mueve a sus anchas por arriba y por abajo) a costa de callar y amordazar nuestras conciencias que son baúl del criterio justo y del sentido justo de las cosas.

¡Todo esto te daré si abandonas!

¡Cuaresma! Tiempo de recuperación de las fuerzas espirituales. Taller para poner a punto las piezas de la vida cristiana cuando son aflojadas por el choque con la dura realidad.

Antesala para vestirnos con ese traje de seguidores de Jesús que quieren vivir la Pascua (no al borde de la playa ni en crucero) sintiendo muy de cerca la voz de Jesús que nos llama a un cambio a positivo en nuestra vida. A una contemplación por la oración y a un compromiso activo allá donde nos encontremos.

Sólo así sentiremos la presencia de los ángeles de Dios que nos ayudan y nos sirven para no aburrirnos en ese empeño.

Javier Leoz

La tentación continua

1. En la primera lectura de la celebración eucarística, lectura sacada del libro del Génesis, aparece el prototipo de tentación, presentado en el comienzo de la vida de los seres humanos sobre la tierra, precisamente para decirnos lo que constituye el origen de todos nuestros males: No obedecer a la palabra de Dios; ver algo deseable, pero prohibido, y, pudiendo no hacerlo, llevarlo a cabo.

En cualquiera de los casos, queda claro en el relato que quien introduce el mal en el mundo no es ni Dios ni ningún Satanás, sino el ser humano. Dios deja libertad de elección a una criatura a la que concede el mayor de los dones: La Libertad. Un ser “fosilizado” en el bien sería todo menos libre. Si algo se afirma en el relato es que la serpiente era un animal creado por Dios y no Satanás. El hombre, pues, no le puede echar la culpa de sus caídas sino a su propio corazón podrido, como lo dice, con todas las palabras, el mismo Jesucristo.

En la segunda lectura san Pablo a los cristianos de la ciudad de Roma insiste en esa idea. Es el hombre quien pone el mal en el mundo y la muerte sigue castigándonos porque todos seguimos pecando. Pero a san Pablo no le interesa hablar del pecado, sino de su contrapartida: La gracia. Dice el apóstol: Si por un hombre vino y viene el mal, por otro, por Cristo Jesús, nos vienen la salvación y la gracia.

Dios nos hace justos, dice san Pablo, con la justicia de Cristo. Y la Iglesia, el sábado santo a media noche, en el momento cumbre de toda la liturgia cristiana, llega a decir: ¡Dichoso pecado!, porque nos ha merecido semejante salvación. Que es como si dijera: ¡Gracias a Dios que hubo pecado!, porque si no, jamás hubiéramos sabido todo lo que Dios estaba dispuesto a hacer por nosotros.

2. Lo que fue tentación de Jesús toda su vida fue resumido por Mateo, en la tercera lectura, en un solo relato. Jesús nos da a entender que es una tentación maligna querer salvar o liberar al pueblo por medio de la riqueza, o por medio del milagrerismo, o por medio del poder. Jesús venció, cada vez que se le presentaba, esa tentación.

La cuaresma nos recuerda que la vida de un cristiano es tentación continua. No haremos reinar a Dios sobre nosotros por medio de la riqueza, el milagrerismo o el poder. No hay otra forma de hacer reinar a Dios, sino dedicándose a servir al pueblo hasta dar la vida por él. Sólo amando hasta servir toda la vida, porque Dios es amor.

No es que el poder nos ponga en la tentación de corrompernos, es que el poder es ya una corrupción. No es que el hacer milagros nos ponga en la tentación de corrompernos, es que el milagrerismo ya es una corrupción. No es que la riqueza nos ponga en la tentación de corrompernos, es que el afán de acumular es ya una corrupción; justamente por eso el Evangelio nos exige optar entre Dios y la riqueza.

El relato de las tentaciones no pretende revelar la existencia de Satanás, sino quién es Jesús y cuál es su poder. El relato pretende revelar, en primer lugar, que cada vez que mal se enfrente a Dios, el mal quedará vencido y Dios saldrá vencedor. Quien forma parte del cuerpo de Cristo, quien, por eso, está impulsado por la fuerza del mismo Espíritu que lo movía a Él, vence las tentaciones como Él, derrota el mal en todas sus formas. Cristo tiene ahora todo el poder de Dios en el universo, y nosotros somos miembros de su cuerpo. ¿Qué podríamos temer?

Quien vive en Cristo no teme a ningún Satanás o Diablo. Lo último que podemos hacer, si somos cristianos, es convertir al Diablo en una especie de dios del mal, en competencia con el único Dios que existe. Para nosotros, los cristianos, todo el poder, entre el cielo y la tierra, lo tiene Cristo, y así lo dijo Él mismo. Todo el poder que nosotros estemos concediendo a Satanás se lo estamos quitando a Cristo y, en último término, estamos negando, con ello, la divinidad y poderío del único Dios que existe.

3. La Cuaresma es un momento para hacer autocrítica: ¿Hemos caído en las tres tentaciones que Jesús rechaza? ¿Ha caído en ellas nuestra Iglesia? ¿O creemos en el poder del amor, porque es el poder de Dios? Sólo el amor libera. Sólo la libertad que ama es Dios, sólo el amor que libera es Dios, todo lo demás es tentación. ¿Le echamos la culpa a otro, de nuestros pecados y caídas? ¿Asumimos nuestra responsabilidad o buscamos cómo descargarla en otro?

Comentábamos, el miércoles de ceniza, que la cuaresma tiene un fin primordial: removernos espiritualmente por dentro (y en la praxis por fuera) para que gran día de la Pascua, renovemos y actualicemos aquel Bautismo que recibimos un día, pero sobre el que, tal vez, se hallan adherido algunas telarañas que es conveniente limpiar con la ayuda de este tiempo intenso y cuaresmal.

Antonio Díaz Tortajada

Las tentaciones de la Iglesia de hoy

La primera tentación acontece en el «desierto»

Después de un largo ayuno, entregado al encuentro con Dios, Jesús siente hambre. Es entonces cuando el tentador le sugiere actuar pensando en sí mismo y olvidando el proyecto del Padre: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan». Jesús, desfallecido pero lleno del Espíritu de Dios, reacciona: «No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de Dios». No vivirá buscando su propio interés. No será un Mesías egoísta. Multiplicará panes cuando vea pasar hambre a los pobres. Él se alimentará de la Palabra viva de Dios.

Siempre que la Iglesia busca su propio interés, olvidando el proyecto del reino de Dios, se desvía de Jesús. Siempre que los cristianos anteponemos nuestro bienestar a las necesidades de los últimos, nos alejamos de Jesús.

La segunda tentación se produce en el «templo»

El tentador propone a Jesús hacer su entrada triunfal en la ciudad santa, descendiendo de lo alto como Mesías glorioso. La protección de Dios está asegurada. Sus ángeles «cuidarán» de él. Jesús reacciona rápido: «No tentarás al Señor, tu Dios». No será un Mesías triunfador. No pondrá a Dios al servicio de su gloria. No hará «señales del cielo». Solo signos para curar enfermos.

Siempre que la Iglesia pone a Dios al servicio de su propia gloria y «desciende de lo alto» para mostrar su propia dignidad, se desvía de Jesús. Cuando los seguidores de Jesús buscamos «quedar bien» más que «hacer el bien», nos alejamos de él.

La tercera tentación sucede en una «montaña altísima»

Desde ella se divisan todos los reinos del mundo. Todos están controlados por el diablo, que hace a Jesús una oferta asombrosa: le dará todo el poder del mundo. Solo una condición: «Si te postras y me adoras». Jesús reacciona violentamente: «Vete, Satanás». «Solo al Señor, tu Dios, adorarás». Dios no lo llama a dominar el mundo como el emperador de Roma, sino a servir a quienes viven oprimidos por su imperio. No será un Mesías dominador, sino servidor. El reino de Dios no se impone con poder, se ofrece con amor.

La Iglesia tiene que ahuyentar hoy todas las tentaciones de poder, gloria o dominación, gritando con Jesús: «Vete, Satanás». El poder mundano es una oferta diabólica. Cuando los cristianos lo buscamos, nos alejamos de Jesús.

José Antonio Pagola

Comentario al evangelio – Sábado después de Ceniza

El mirar de Dios y el mirar de los seres humanos; el mirar desde el amor y el de los intereses más particulares y egocéntricos; el punto de mira del amor misericordioso y el del prejuicio justiciero de las apariencias.

Una mirada de Dios a cada uno que se vuelve llamada e invitación al seguimiento. Cuando se siente la “mirada de Dios” entonces se produce el milagro de vivir con un corazón sanado de prejuicio, del miedo, y de la egolatría que frecuentemente embarga a esta humanidad. Por eso el prójimo es nuestra mejor medicina, la que Dios nos da.

Te dejo con esta otra llamada por si te sirve para la cuaresma.

LA LLAMADA

Era una de esas personas
que se dicen buenas,
me gustaba alegrar la vida de los demás,
compartir con ellos la felicidad y las risas.
Pero me preguntaba a mí mismo,
¿Qué querrá Dios de mí, si ya soy bueno?
Un día, por despiste,
se me ocurrió asomarme a la ventana
de mi felicidad
y descubrí la mirada triste
del que está solo y marginado,
el llanto del niño que tiene hambre,
el dolor del enfermo,
la lucha del que no tiene trabajo,
la tristeza del que no tiene quien le ame.
….

Todos me tendían las manos,
pero yo no entendía su queja,
y les decía:
“Yo, ya soy feliz y bueno, ¿qué queréis?

Desde la ventana de mi felicidad
te preguntaba:
“Dios ¿Qué hay que hacer para seguir siendo bueno?

Y Tú respondías siempre:

¡ESCUCHA A TUS HERMANOS!,
¡ESCUCHA A TUS HERMANOS!

Miré sus manos, Señor
y oí el gemido de su voz:
“Sé, la carrera del cojo,
la vista del ciego,
la voz del que no habla.
Sé el pan del hambriento,
la fuerza del que lucha,
la alegría del triste,
llora con el desconsolado
y sonríe con el alegre

Y yo te pregunté:
Y ¿mi alegría, mi comodidad,mi felicidad?

Y Tú respondías siempre:

ESCUCHA A TUS HERMANOS.

Decidí dejar la ventana de felicidad.
Hice de mi tiempo, el tiempo de ellos,
de mis días, nuestra vida,
de mi sonrisa, nuestra alegría,
de mi fe, tu presencia.
Señor, hoy me presento ante Ti,
con las heridas, el hambre
y los problemas de mis hermanos,
Señor, que no me falten nunca ellos
para poder seguir siendo feliz.
Que tengas buena andadura de Cuaresma.

Pepe Lillo, cmf