Comentario al evangelio – Domingo IV de Tiempo Ordinario

¡Fijáos en vuestra asamblea!

      Las tres lecturas de este domingo tienen un mensaje común: el Evangelio no es para los poderosos, para los orgullosos, sino para los humildes, para los que se saben pequeños. Es un mensaje que contradice lo que vivimos en nuestra sociedad. De ésta recibimos exactamente el mensaje contrario: sólo siendo fuertes podremos sobrevivir. La historia parece dar razón a esta forma de pensar. Sólo los poderosos parecen haber pasado a la historia. Los débiles han sido borrados. Simplemente no existen. Los medios de comunicación no hablan de ellos. 

      Pero, ¿viven realmente los poderosos? ¿Nos defienden las riquezas y las armas de lo que nos amenaza? Precisamente, la historia reciente nos demuestra lo contrario. Hemos descubierto que hasta los países más poderosos y ricos son vulnerables. Que nuestro poder no nos libra del peligro. O que más bien nos expone mucho más a él. Nuestra sociedad desarrollada, tan poderosa, en algún sentido la más poderosa de la historia, ha atraído hacia ella las envidias y los odios de muchos pueblos. Y la búsqueda obsesiva de la seguridad no ha conseguido librarnos de la amenaza. 

      Jesús nos propone otra forma de vivir. Cuando proclama las bienaventuranzas, Jesús hace la más radical revolución de nuestra historia. Tan radical que nos cuesta vitalmente aceptarla. Tan radical que dos mil años de historia del cristianismo no ha logrado llevar a la práctica ese mensaje radical. Porque Jesús nos dice que los bienaventurados, los felices, los que viven bien, en el mejor sentido de la palabra, son los pobres, los que sufren, los que tienen hambre, los sencillos, los que siguen creyendo en la justicia, en la misericordia. 

      San Pablo remacha ese mensaje, invitándonos a mirar a nuestra asamblea, a nuestra comunidad. No está formada por poderosos ni aristócratas, ni poderosos. Independientemente del dinero que tengan algunos de nosotros, por debajo de las apariencias, somos personas normales, con sentimientos, con dolores, con pobrezas. Somos vulnerables aunque a veces pretendamos aparecer como fuertes e inalcanzables. 

      Entonces, ¿dónde está nuestro poder? Pues precisamente en esa debilidad reconocida y aceptada, porque sólo de ahí puede nacer la verdadera solidaridad, el amor comunitario, la caridad fraterna que nos proporcionará la verdadera seguridad. Cuando seamos capaces de amar, de ser misericordiosos sin límite, de quitarnos las corazas en que nos envolvemos, entonces viviremos auténticamente en el Reino de los Cielos. 

Para la reflexión

      ¿Somos capaces de mirarnos al espejo y aceptarnos como realmente somos: vulnerables y débiles? Cuándo nos relacionamos con los demás, ¿sentimos que nos tenemos que defender o nos mostramos como somos? ¿Creemos de verdad en la revolución de las bienaventuranzas?

Fernando Torres, cmf

Meditación – Presentación del Señor

Hoy es Domingo IV de Tiempo Ordinario, festividad de la Presentación del Señor.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 2, 22-40):

Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor» y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.

Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre Él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel». Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él.

Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción —¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!— a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El Niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre Él.

Hoy, aguantando el frío del invierno, Simeón aguarda la llegada del Mesías. Hace quinientos años, cuando se comenzaba a levantar el Templo, hubo una penuria tan grande que los constructores se desanimaron. Fue entonces cuando Ageo profetizó: «La gloria de este templo será más grande que la del anterior, dice el Señor del universo, y en este lugar yo daré la paz» (Ag 2,9); y añadió que «los tesoros más preciados de todas las naciones vendrán aquí» (Ag 2,7). Frase que admite diversos significados: «el más preciado», dirán algunos, «el deseado de todas las naciones», afirmará san Jerónimo.

A Simeón «le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor» (Lc 2,26), y hoy, «movido por el Espíritu», ha subido al Templo. Él no es levita, ni escriba, ni doctor de la Ley, tan sólo es un hombre «justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel» (Lc 2,25). Pero el Espíritu sopla allí donde quiere (cf. Jn 3,8).

Ahora comprueba con extrañeza que no se ha hecho ningún preparativo, no se ven banderas, ni guirnaldas, ni escudos en ningún sitio. José y María cruzan la explanada llevando el Niño en brazos. «¡Puertas, levantad vuestros dinteles, alzaos, portones antiguos, para que entre el rey de la gloria!» (Sal 24,7), clama el salmista.

Simeón se avanza a saludar a la Madre con los brazos extendidos, recibe al Niño y bendice a Dios, diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel» (Lc 2,29-32).

Después dice a María: «¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!» (Lc 2,35). ¡Madre!, —le digo— cuando llegue el momento de ir a la casa del Padre, llévame en brazos como a Jesús, que también yo soy hijo tuyo y niño.

Rev. D. Lluís RAVENTÓS i Artés

Liturgia – Presentación del Señor

DOMINGO. PRESENTACIÓN DEL SEÑOR, fiesta

Misa de la fiesta  (blanco)

Misal: Antífonas y oraciones propias. Gloria. Credo. Prefacio propio. No se puede decir la Plegaria Eucarística IV.

Leccionario: Vol. IV

  • Mal 3, 1-4. Llegará a su santuario el Señor a quien vosotros andáis buscando.
  • Sal 23.El Señor, Dios del universo, él es el Rey de la gloria.
  • Heb 2, 14-18. Tenía que parecerse en todo a sus hermanos.
  • Lc 2, 22-40.Mis ojos han visto a tu Salvador.

Antífona de entrada Sal 47, 10-11
Oh, Dios, meditamos tu misericordia en medio de tu templo: como tu Nombre, oh, Dios, tu alabanza llega al confín de la tierra. Tu diestra está llena de justicia. 

Monición de entrada
Hace hoy cuarenta días celebrábamos, llenos de gozo, la fiesta del Nacimiento del Señor. Hoy es aquel día santo en el cual Jesús es presentado en el templo por María y José para cumplir públicamente con la ley, pero en realidad para encontrarse con el pueblo creyente.

Los santos ancianos Simeón y Ana, impulsados por el Espíritu Santo, habían acudido, al templo y reconocieron al Señor, iluminados por el mismo Espíritu, y lo proclamaron con alegría.

Del mismo modo, congregados también nosotros por el Espíritu Santo, vayamos hacia la casa de Dios al encuentro de Cristo. Lo encontraremos y lo reconoceremos en la fracción del pan, hasta que vuelva revestido de gloria.

Acto penitencial
Comencemos, pues, respondiendo a la invitación que Jesús nos hace a la conversión para acoger la luz que Él nos trae, y reconociendo ante Él nuestros pecados, pidámosle perdón desde lo más profundo de nuestro corazón.

• Por las veces que pasamos de largo de los sufrimientos de los demás. Señor, ten piedad.
• Por las personas que sufren, sin pan, sin consuelo, que mueren en soledad. Cristo, ten piedad.
• Por las veces que en vez de preocuparnos en ayudar, echamos más peso sobre ellos. Señor, ten piedad.

Se dice Gloria.

Oración colecta
DIOS todopoderoso y eterno,
rogamos humildemente a tu majestad que,
así como tu Hijo Unigénito ha sido presentado hoy en el templo
en la realidad de nuestra carne, nos concedas, de igual modo,
ser presentados ante ti con el alma limpia.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Se dice Credo.
Confesemos ahora la fe que, cimentada en la Palabra de Dios y en la Tradición de la Iglesia, se nos ha ido transmitiendo de generación en generación.

Oración de los fieles
Presentemos al Señor nuestras súplicas en medio de tu templo, que somos nosotros.

1.- Por la Iglesia, luz de Cristo en medio del mundo, para que ilumine los pasos de los que buscan sinceramente. Roguemos al Señor.

2.- Por los que rigen los destinos de los pueblos, para que su gestión dé frutos de justicia y de paz. Roguemos al Señor.

3.- Por los enfermos y todos los que sufren, para que confíen en quien ha pasado la prueba del dolor y puede auxiliar a los que pasan por ella. Roguemos al Señor.

4.- Por las madres de familia, para que reciban el honor y la gratitud que merecen. Roguemos al Señor.

5.- Por todos los religiosos, los miembros de institutos seculares y de nuevas formas de vida consagrada, por el orden de las vírgenes, por cuantos han recibido el don de la llamada a la consagración: para que sigan a Cristo, renunciando al poder del mundo y sirvan a Dios y a los hermanos con espíritu de pobreza y humildad de corazón. Roguemos al Señor.

Dios, Padre nuestro, escucha nuestras súplicas, que hace suyas Jesucristo, tu Hijo, a quien tú enviaste para compadecerse de nosotros, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas
TE pedimos, Señor,
que te sean gratos los dones presentados por la Iglesia exultante de gozo,
pues has querido que tu Hijo Unigénito se ofreciera como Cordero inocente
por la salvación del mundo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión   Lc 2, 30-31
Mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos.

Oración después de la comunión
POR estos dones santos que hemos recibido,
llénanos de tu gracia, Señor,
tú que has colmado plenamente el anhelo expectante de Simeón y,
así como él no vio la muerte sin haber merecido acoger antes a Cristo,
concédenos alcanzar la vida eterna
a quienes caminamos al encuentro del Señor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Santoral 2 de febrero

PRESENTACIÓN DEL SEÑOR Y PURIFICACIÓN DE LA VIRGEN MARÍA

El actual himno del Oficio de lectura comienza así: “En el templo entra María, más que nunca pura y blanca, luces del mármol arranca, reflejos al oro envía. Va el Cordero entre la nieve, la Virgen nevando al Niño, nevando a puro cariño, este blanco vellón leve…”

Esta fiesta, que también se le llama “La Candelaria”, es de origen oriental. La celebraban hasta el siglo VI a los cuarenta días de la Epifanía, el 15 de febrero, después pasó a celebrarse el 2, por ser a los cuarenta días de la Navidad, 25 de diciembre.

A mediados del siglo V se celebra con luces y toma el nombre y color de “la fiesta de las luces”.

Hasta el Concilio Vaticano II se celebraba como fiesta principalmente mariana, pero desde entonces ha pasado a ser en primer lugar Cristológica, ya que el principal misterio que se conmemora es la Presentación de Jesús en el Templo y su manifestación o encuentro con Simón. El centro, pues, de esta fiesta no sería María, sino Jesús. María entra a formar parte de la fiesta en cuanto lleva en sus brazos a Jesús y está asociada a esta manifestación de Jesús a Simeón y a la anciana Ana.

Hasta el siglo VII no se introdujo esta fiesta en la liturgia de Occidente. Al final de este siglo ya estaba extendida en toda Roma y en casi todo Occidente. En un principio, al igual que en Oriente, se celebraba la Presentación de Jesús más que la Purificación de María.

No se sabe con certeza cuándo empezó a celebrase la Procesión en este día. Parece ser que en el siglo X ya se celebraba con solemnidad esta Procesión y ya empezó a llamarse a la fiesta como Purificación de la Virgen María. Durante mucho tiempo se dio gran importancia a los cirios encendidos y después de usados en la procesión eran llevados a las casas y allí se encendían en alguna necesidad.

La ley de Moisés mandaba que toda mujer que dé a luz un varón, en el plazo de cuarenta días, acuda al Templo para purificarse de la mancha legal y allí ofrecer su primogénito a Jahvé. Era lógico que los únicos exentos de esta ley eran Jesús y María: Él por ser superior a esa ley, y Ella por haber concebido milagrosamente por obra del Espíritu Santo. A pesar de ello María oculta este prodigio y… acude humildemente como cualquier otra mujer a purificarse de lo que no estaba manchada.

Los mismos ángeles quedarían extasiados ante aquel maravilloso cortejo que atraviesa uno y otro atrio hasta llegar al pie del altar para ofrecer en aquellos virginales brazos al mismo Hijo de Dios.

Una vez cumplido el rito de ofrecer los cinco siclos legales después de la ceremonia de la purificación, la Sagrada Familia estaba dispuesta para salir del templo cuando se realizó el prodigio del Encuentro con Simeón, primero, y con la ancianísima Ana, después. San Lucas nos cuenta con riqueza de detalles aquel encuentro: “Ahora, Señor, ya puedes dejar irse en paz a tu siervo, porque han visto mis ojos al Salvador… al que viene a ser luz para las gentes y gloria de tu pueblo Israel…” Y le dijo a la Madre: “Mira, que este Niño está puesto para caída y levantamiento para muchos en Israel… Y tu propia alma la traspasará una espada…”.

Contraste de la vida: El mismo Infante está llamado para ser: Luz y gloria y a la vez escándalo y roca dura contra la que muchos se estrellarán. ¡Pobre Madre María, la espada que desde entonces atravesó su Corazón!…

Bien podemos hoy cantar como la Iglesia lo hace en Laudes: “Iglesia santa, esposa bella, sal al encuentro del Señor, adorna y limpia tu morada y recibe a tu Salvador…”.

 

Otros Santos de hoy: Cornelio, Lorenzo, Cándido, Fortunato…

Justo y Rafael Mª López-Melús

Laudes – Presentación del Señor

LAUDES

PRESENTACIÓN DEL SEÑOR

Fiesta que se celebraba ya en el siglo V en Jerusalén, y en Roma desde el siglo VII.

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Señor, ábreme los labios.
R/. Y mi boca proclamará tu alabanza

INVITATORIO

Se reza el invitatorio cuando laudes es la primera oración del día.

Ant. Mirad, entra en su templo santo el Señor, soberano de todo; venid, adorémosle.

SALMO 66: QUE TODOS LOS PUEBLOS ALABEN AL SEÑOR

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines de la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

HIMNO

Iglesia santa, esposa bella,
sal al encuentro del Señor,
adorna y limpia tu morada
y recibe a tu Salvador.

Abre tus brazos a María,
Virgen Madre del Redentor,
puerta del cielo siempre abierta
por la que vino al mundo Dios.

¿A quién sostienes en tus manos,
dinos, anciano Simeón,
por qué te sientes tan alegre?
«Porque ya he visto al Salvador.

Este Niño será bandera
y signo de contradicción,
con su muerte, traerá la vida,
por la cruz, la resurrección».

Jesús, el hijo de María,
es el Hijo eterno de Dios,
la luz que alumbra a las naciones
los caminos de salvación.

La Virgen Madre ofrece al Niño
como una hostia para Dios;
la espada de la profecía
atraviesa su corazón.

Honor y gloria al Padre eterno,
y al Hijo eterno que engendró,
y que, por obra del Espíritu,
de la Virgen Madre nació. Amén.

SALMO 62: EL ALMA SEDIENTA DE DIOS

Ant. Simeón, hombre justo y piadoso, aguardaba el consuelo de Israel, y el Espíritu Santo moraba en él.

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Simeón, hombre justo y piadoso, aguardaba el consuelo de Israel, y el Espíritu Santo moraba en él.

CÁNTICO de DANIEL: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR

Ant. Simeón tomó al niño en brazos, dio gracias y bendijo a Dios.

Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
Ensalzadlo con himnos por los siglos.

Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor;
Astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
Vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.

Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor;
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

Ant. Simeón tomó al niño en brazos, dio gracias y bendijo a Dios.

SALMO 149: ALEGRÍA DE LOS SANTOS

Ant. Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles,
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;

porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:

para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.

LECTURA: Ml 3, 1

Mirad, yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí. De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis.

RESPONSORIO BREVE

R/ Postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
V/ Postraos ante el Señor en el atrio sagrado.

R/ Aclamad la gloria y el poder del Señor.
V/ En el atrio sagrado.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Postraos ante el Señor en el atrio sagrado.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios.

Benedictus. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR. Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por la boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios.

PRECES

Adoremos a nuestro Salvador, que hoy fue presentado en el templo y supliquémosle:

Que nuestros ojos, Señor, vean tu salvación.

Cristo Jesús, tú que, según mandaba la ley, quisiste ser presentado al Padre en el templo,
— enséñanos a ofrecernos contigo en el sacrificio de tu Iglesia.

Consuelo de Israel, a cuyo encuentro salió el justo Simeón en el templo,
— haz que también nosotros salgamos a tu encuentro en la persona de nuestros hermanos.

Esperado de las naciones, de quien la profetisa Ana hablaba a todos los que aguardaban la liberación de Israel,
— enséñanos a hablar debidamente de ti a todos.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Piedra angular del reino de Dios, que estás puesto como bandera discutida,
— haz que los hombres, por la fe y la caridad, se levanten en ti.

Con la misma confianza que tienen los hijos con sus padres, acudamos nosotros a nuestro Dios, diciéndole:
Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso y eterno, te rogamos humildemente que, así como tu Hijo unigénito, revestido de nuestra humanidad, ha sido presentado hoy en el templo, nos concedas, de igual modo, a nosotros la gracia de ser presentado delante de ti con el alma limpia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.