Vísperas – Viernes VI de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS

VIERNES VI TIEMPO ORDINARIO

V/. Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

El dolor extendido por tu cuerpo,
sometida tu alma como un lago,
vas a morir y mueres por nosotros
ante el Padre que acepta perdonándonos.

Cristo, gracias aún, gracias, que aún duele
tu agonía en el mundo, en tus hermanos.
Que hay hambre, ese resumen de injusticias;
que hay hombre en el que estás crucificado.

Gracias por tu palabra que está viva,
y aquí la van diciendo nuestros labios;
gracias porque eres Dios y hablas a Dios
de nuestras soledades, nuestros bandos.

Que no existan verdugos, que no insistan;
rezas hoy con nosotros que rezamos.

Porque existen las víctimas, el llanto. Amén.

SALMO 114: ACCIÓN DE GRACIAS

Ant. Arranca, Señor, mi alma de la muerte, mis pies de la caída.

Amo al Señor, porque escucha
mi voz suplicante,
porque inclina su oído hacia mí
el día que lo invoco.

Me envolvían redes de muerte,
me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre del Señor:
«Señor, salva mi vida.»

El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas, me salvó.

Alma mía, recobra tu calma,
que el Señor fue bueno contigo:
arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.

Caminaré en presencia del Señor
en el país de la vida.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Arranca, Señor, mi alma de la muerte, mis pies de la caída.

SALMO 120: EL GUARDIÁN DEL PUEBLO

Ant. El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.

El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.

El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: HIMNO DE ADORACIÓN

Ant. Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!

Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!

¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Justos y verdaderos son tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!

LECTURA BREVE 1Co 2, 7-10a

Enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria. Ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido; pues, si la hubiesen conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria. Sino, como está escrito: «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que le aman.» Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu.

RESPONSORIO BREVE

V/. Cristo murió por los pecados, para conducirnos a Dios.
R/. Cristo murió por los pecados, para conducirnos a Dios.

V/. Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida.
R/. Para conducirnos a Dios.

V/. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
R/. Cristo murió por los pecados, para conducirnos a Dios.

 

Magníficat.: Acuérdate de tu misericordia, Señor, como lo habías prometido a nuestros padres.

MAGNÍFICAT, Lc 1, 46-55 ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Magníficat.: Acuérdate de tu misericordia, Señor, como lo habías prometido a nuestros padres.

 

PRECES

Bendigamos ahora al Señor Jesús, que en su vida mortal escuchó siempre con bondad las súplicas de los que acudían a él y con amor secaba las lágrimas de los que lloraban, y digámosle también nosotros:

Señor, ten misericordia de tu pueblo.

Señor Jesucristo, tú que consolaste a los tristes y deprimidos,
—pon ahora tus ojos en las lágrimas de los pobres.

Escucha los gemidos de los agonizantes
—y envíales tus ángeles para que los alivien y conforten.

Que los emigrantes sientan tu providencia en su destierro,
—que puedan regresar a su patria y que un día alcancen también la eterna.

Que los pecadores se ablanden a tu amor
—y se reconcilien contigo y con tu Iglesia.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Perdona las faltas de los que han muerto
—y dales la plenitud de tu salvación.

Con el gozo que nos da el saber que somos hijos de Dios, digamos con plena confianza:
Padre nuestro…

ORACION

Señor, Dios todopoderoso, te pedimos nos concedas que, del mismo modo que hemos cantado tus alabanzas en esta celebración matutina, así las podamos cantar también plenamente, con la asamblea de tus santos, por toda la eternidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

R/. Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Viernes VI de Tiempo Ordinario

1) Oración inicial

Señor, tú que te complaces en habitar en los rectos y sencillos de corazón; concédenos vivir por tu gracia de tal manera, que merezcamos tenerte siempre con nosotros. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del santo Evangelio según Marcos 8,34-9,1
Llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida? Pues ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida? Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.» Les decía también: «Yo os aseguro que entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean venir con poder el Reino de Dios.»

3) Reflexión

• El evangelio de hoy presenta las condiciones para poder seguir a Jesús. Pedro no entendió la propuesta de Jesús cuando éste le habló del sufrimiento y de la cruz. Pedro acepta a Jesús como mesías, pero no como mesías sufriente. Ante la incomprensión de Pedro, Jesús describe el anuncio de la Cruz y explica el significado de la cruz para la vida de los discípulos (Mc 8,27 a 9,1).
• Contexto histórico de Marcos: En los años 70, cuando Marcos escribe, la situación de las comunidades no era fácil. Había mucho sufrimiento, muchas cruces. Seis años antes, en el 64, el imperador Nerón había decretado la primera gran persecución, matando a muchos cristianos. En el 70, en Palestina, Jerusalén estaba siendo destruida por los romanos. En los otros países, estaba empezando una tensión fuerte entre judíos convertidos y judíos no convertidos. La dificultad mayor era la Cruz de Jesús. Los judíos pensaban que un crucificado no podía ser el mesías, pues la ley afirmaba que todo crucificado debía de ser considerado como un maldito de Dios (Dt 21,22-23).
• Marcos 8,34-37. Condiciones para seguir a Jesús. Jesús saca las conclusiones que valían para los discípulos, para los cristianos del tiempo de Marcos y para nosotros que vivimos hoy: Si alguno quiere venir en pos de mi, tome su cruz y sígame. En aquel tiempo, la cruz era la pena de muerte que el imperio imponía a los marginados. Tomar la cruz y cargarla en pos de Jesús era lo mismo que aceptar ser marginado por el sistema injusto que legitimaba la injusticia. La Cruz de Jesús no es fruto del fatalismo de la historia, ni es una exigencia del Padre. La Cruz es la consecuencia del compromiso libremente asumido por Jesús de revelar la Buena Nueva de que Jesús es Padre y que, por consiguiente, todos y todas deben ser aceptados/as y tratados/as como hermanos y hermanas. Por este anuncio, él fue perseguido y no tuvo miedo a dar su vida. No hay prueba de mayor amor que dar la vida por los hermanos. En seguida, Marcos inserta aquí dos frases sueltas.

• Marcos 8,38-9,1: Dos frases sueltas: una exigencia y un aviso. La primera (Mc 8,38), es la exigencia para no avergonzarnos del Evangelio, y tener el valor de profesarlo. La segunda (Mc 9,1), es un aviso sobre la venida o la presencia de Jesús en los hechos de la vida. Algunos pensaban que Jesús vendría luego (1Ts 4,15-18). Jesús, de hecho, ya había venido y estaba presente en las personas, sobretodo en los pobres. Pero ellos no lo percibían. Jesús mismo había dicho: “Cuando ayudasteis al pobre, al enfermo, al sin casa, al preso, al peregrino, ¡era yo!” (Mt 25,34-45)

4) Para la reflexión personal

• ¿Cuál es la cruz que pesa sobre mí y que hace pesada mi vida? ¿Cómo la llevo?
• Ganar la vida o perder la vida; ganar el mundo entero o perder la propia alma; avergonzarse del evangelio o profesarlo públicamente. ¿Cómo acontece esto en mi vida?

5) Oración final

¡Dichoso el hombre que teme a Yahvé,
que encuentra placer en todos sus mandatos!
Su estirpe arraigará con fuerza en el país,
la raza de los rectos será bendita. (Sal 112,1-2)

Comentario – Viernes VI de Tiempo Ordinario

Jesús invita a su seguimiento al tiempo que advierte de las graves implicaciones del mismo: Si alguno quiere venirse en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Irse con él es un acto de voluntad que responde a una llamada. Pero el que inicia el seguimiento debe saber que tiene que negarse a sí mismo, y no una vez, sino muchas veces, constantemente, cuantas veces sean necesarias para mantenerse en el camino emprendido. La negación de sí mismo o abnegación debe ser una actitud permanente en la vida del seguidor de Jesús.

En realidad, la negación forma parte de la vida de todo hombre que se afirma en sus diferentes opciones. Generalmente, el que opta por una cosa tiene que dejar otras; el que opta por un oficio o un estado de vida como el celibato, tiene que renunciar a otros como el de casado. No se puede ser a la vez algo y su contrario; no se pueden ejercer dos oficios al mismo tiempo, ni se puede servir simultáneamente a dos amos. La negación es el reverso de la afirmación; y en toda afirmación se halla implicada una negación. Seguir a Jesús como al Maestro y Señor de nuestras vidas implica de ordinario dejar de seguir otros magisterios o dejar de pertenecer a otros señores; por tanto, negación no sólo de otros (de su enseñanza o señorío), sino de nosotros mismos, renunciando a nuestras tendencias autodidactas o inclinaciones autonómicas.

Negarse a sí mismo supone muchas veces renunciar a apetencias propias, a proyectos personales, a aspiraciones legítimas, a ensoñaciones de independencia, a compromisos afectivos, a éxitos profesionales, quizá a cierto desarrollo intelectual o al cultivo de ciertas cualidades, a la propia voluntad: un sacrificio en aras de una voluntad superior, pero al mismo tiempo más íntima y luminosa que la propia.

Y la negación, por lo que tiene de negación, suele llevar asociado un componente de cruz o de sufrimiento. Por eso, tome su cruz y me siga. También la cruz es un elemento presente en toda vida humana. Para advertirlo basta prestar atención a su condición mortal y sufriente. Todos, tarde o temprano, acabamos encontrándonos con la cruz, o las cruces, porque éstas son múltiples y variadas, en nuestro camino. Pretender caminar por la vida sin cruz es a todas luces una pretensión imposible. Puesto que esto es así, hemos de tomar nuestra cruz (tantas veces inevitable), y con ella seguirle.

El seguimiento de Jesús no nos va a eximir de la cruz; al contrario, añade la suya a la nuestra, es decir, incorpora a nuestra vida otras cruces que se agregan en razón de su seguimiento o consorcio con él. Son esas cruces asociadas a nuestra condición de cristianos entre las cuales se cuentan renuncias exigidas, rechazos o desprecios indeseados, persecuciones previstas o imprevistas, martirios. La cruz se suele presentar como una carga generadora de sufrimiento; por eso se habla de “llevar la cruz” o de “cargar con la cruz”.

Esa carga puede ser un defecto congénito o adquirido, un complejo que nos retrae u obstaculiza nuestra tarea o nuestras relaciones, una tara física o psíquica, un acontecimiento que nos deja heridos o disminuidos, una difamación que perdura en el tiempo, una pérdida relevante de salud, una limitación acentuada con la edad. A estas cargas pueden sumarse todas aquellas que nos sobrevienen por el simple hecho de habernos incorporado al seguimiento de un Crucificado, esto es, de un rechazado por el mundo. Hacerse consortes de Jesús es compartir la suerte de alguien que fue arrojado de la ciudad y clavado a una cruz en la cima de un monte; por tanto, compartir la suerte de alguien tenido por un malhechor y por un mártir. Nada tiene de extraño que entre sus seguidores haya también mártires, y no uno ni dos, sino muchos. Al fin y al cabo seguimos a un mártir, esto es, a alguien que dio la vida (y por eso la perdió) por el Evangelio, es decir, por anunciar la salvación que él mismo traía, la salvación que llegaba con él.

Por mucho que pretendamos salvar la vida que actualmente poseemos (y muchos parecen dispuestos a emplear medios tan descabellados como la criogenización en este empeño), la perderemos, puesto que es una vida temporal (la idea de la detención del envejecimiento humano parece más una ensoñación que una posibilidad real) y, por tanto, con fecha de caducidad; pero si perdemos la vida por el que ha perdido la vida por nosotros y por el Evangelio, la salvaremos como él mismo la salvó o la recuperó tras haber pasado por la muerte. De nada sirve ganar el mundo entero si perdemos el alma o la vida. Sin vida no es posible gozar de la posesión del mundo. No hay comparación entre ambos valores: el mundo, con todas sus riquezas, y la vida. El mundo sin la vida no vale nada para el que no dispone de aquélla; y aunque no conocemos por experiencia una vida sin mundo, podemos esperarla porque nos ha sido prometida, y podemos hallarla en Cristo resucitado. La vida nos resulta tan valiosa que seguramente estaríamos dispuestos a entregar todas nuestras posesiones por obtenerla o por recobrarla, pues la totalidad de éstas no valen lo que vale la vida.

Pues bien, Cristo, el crucificado, pero también el resucitado, nos ofrece una vida que, por ser eterna, no tiene comparación con esta vida caduca y temporal, una vida de incomparable calidad, una vida sin sombra de muerte. Pero, para obtener este galardón, es preciso ser y mostrarse sus consortes, no avergonzarse de él ni de sus palabras en medio de esta generación adúltera y pecadora en la que seguimos viviendo, puesto que esta generación no es menos adúltera y pecadora que aquella que compartía época con Jesús. Porque -como él mismo nos dice- si nos avergonzamos de él (el Hijo del hombre), también él se avergonzará de nosotros cuando venga con la gloria de su Padre, entre sus ángeles.

Avergonzarse de él fue lo que hizo Pedro cuando negó por tres veces ser su discípulo. Avergonzarnos de él es lo que hacemos nosotros cada vez que negamos ante quienes nos señalan con el dedo en ademán acusatorio ser sus seguidores o pertenecer a su Iglesia y no simplemente estar bautizados (ya que muchos bautizados han dejado de seguirle), sino seguirlo con plena conciencia y voluntariedad, seguirlo por comulgar con él y con sus ideas, y seguirlo hasta estar dispuestos a darlo todo, incluida la vida, por él. De los que son como estos el Hijo del hombre no puede avergonzarse cuando venga en su gloria; al contrario, estará muy orgulloso de tales seguidores, como lo está de sus mártires.

El solemne añadido con el que se cierra el pasaje evangélico es ciertamente enigmático y de imposible verificación. Son palabras que el evangelista pone en boca de Jesús: En verdad os digo que algunos de los aquí presentes no gustarán la muerte hasta que vean el Reino de Dios en toda su potencia. Lo dice de algunos, no de todos. ¿Alude Jesús a su próxima venida en gloria? Es lo que parece; pero ésta no ha acontecido aún, puesto que seguimos a su espera. ¿Ha habido entre los contemporáneos de Jesús alguno que haya visto en vida el Reino de Dios en toda su potencia? ¿O hay que pensar que ese Reino en toda su potencia se ha hecho visible en sus apariciones como Resucitado? La afirmación de Jesús se nos presenta envuelta en la nebulosa de las preguntas sin respuesta.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Christus Vivit – Francisco I

280. Este discernimiento, «aunque incluya la razón y la prudencia, las supera, porque se trata de entrever el misterio del proyecto único e irrepetible que Dios tiene para cada uno […]. Está en juego el sentido de mi vida ante el Padre que me conoce y me ama, el verdadero para qué de mi existencia que nadie conoce mejor que Él»[154].


[154] Ibíd., 170.

La misa del domingo

Semana VII del tiempo ordinario
Domingo 23 de febrero de 2020

Levítico 19, 1–2.17–18 Salmo 102. 1Corintios 3, 16 – 23 Mateo 5, 38–48

El evangelio que hemos escuchado hoy siempre ha sido una lectura controvertida, que nos sorprende y nos parece imposible de cumplir. Comienza Jesús mostrando cuál era la ley que cumplían en aquel momento: la ley del Talión. Según esa ley, cuando uno era dañado por otro, para que la venganza no fuese desproporcionada, era pagado con el mismo daño.

Esta parece ser nuestra naturaleza, si alguien nos hace daño o nos molesta, reaccionamos airadamente buscando devolver el golpe, el daño o la molestia causada. En la mayoría de los deportes de contacto, si alguien nos hace una falta, se busca devolvérsela en la siguiente jugada. En nuestra vida, buscamos de manera casi automática devolver al otro la mala jugada que nos haya hecho, tanto en clase, en el trabajo, en el grupo de amigos. Ya se sabe el dicho: Quien la hace, la paga. Si alguien se ríe de nosotros, esperamos el fallo del otro para reírnos de él. Y en casi todas las facetas de nuestra vida, buscamos el mal del otro, para resarcirnos del mal que nos ha hecho.

Sin embargo, cuando el que nos molesta o hace daño es alguien de nuestro grupo: un amigo, un familiar, un compañero, … Una persona que está de nuestra parte, la manera de reaccionar es distinta. Es una persona amada y, por lo tanto, nuestras reacciones no parecen buscar una venganza. Puede que le recriminemos su acción, pero no nos vengamos.

Y Jesús nos muestra hoy como es realmente Dios. Dios va más allá todavía. Dios no solo no busca venganza, no busca devolver mal por mal. Hace justo lo contrario. Este es el verdadero ser de Dios: Dios es compasivo y misericordioso siempre. No importa la situación, la injusticia o el daño cometido: hemos de amar al prójimo.

En la primera lectura del Levítico ya nos sorprende con lo que nos pide: no odiar de corazón a nuestro hermano, pero reprenderlo cuando haga falta. Nos pide que busquemos ayudarle para su salvación, pues sino cargaremos nosotros con sus pecados. No hemos de buscar nuestra salvación únicamente, sino la de aquel que está a nuestro lado, el prójimo. Don Bosco ya decía algo semejante, cuando vayamos al cielo no se nos preguntará que hemos hecho para merecer el paraíso. La verdadera pregunta será: ¿A cuántos has salvado? Y en función de ello será tu destino.

¿Trabajamos todos los días para salvar a alguien? El convivir día tras día con personas que no son elegidos por nosotros, que no son nuestros amigos, que parecen hacer nuestra vida imposible, es realmente el campo donde hemos de realizar nuestra tarea. Es nuestro sitio, aquí debemos mostrar realmente que somos cristianos. Como Dios, podemos amar a todos, incluso a los que nos hacen perder la paciencia, enfadarnos a veces por el simple hecho de su presencia. Dios no hace distinciones, hace salir el sol para buenos y malos, manda la lluvia para justos e injustos.

Esta es la perfección, amar a aquellos que no nos aman. Es fácil amar a quien nos quiere. El verdadero sacrificio, lo verdaderamente extraordinario es dar una sonrisa a quien nos pone mala cara, saludar a quien nos evita, ofrecer ayuda a aquel que no hace más que poner obstáculos en nuestra vida.

Que aprendamos de Jesús, de Dios, a ser misericordiosos y compasivos con todas las personas con las que convivimos y nos relacionamos. Seamos realmente cristianos que aman al prójimo.

Germán Rivas, sdb

La misa del domingo: misa con niños

DOMINGO VII ORDINARIO (A)
“Pero yo os digo”
23 de febrero de 2020

(El evangelio de hoy está en continuidad con el del domingo pasado. Hay que situar ambos textos en el ambiente del “sermón de la montaña”. El domingo pasado Jesús recordaba algunos aspectos del Antiguo Testamento y hoy va a continuar con la misma dinámica, diciendo “pero yo os digo”.

Un signo para la celebración: una tablet u ordenador sobre una mesita, para simular que se puede consultar. Durante la homilía el sacerdote va diciendo la primera parte de las frases de Jesús en el evangelio y uno o más niños (con los que mejor ya ha quedado antes) contestarán, como que consultan, la segunda parte.

Una canción para la celebración: “Jesús el amigo” (“Hay un gran amigo que nunca fallará”…)

1. MOTIVACIÓN

Amigos. Bienvenidos a la eucaristía. El domingo pasado Jesús repetía la frase: “pero yo os digo”. Hoy también la vamos a escuchar. Por eso, preparaos porque igual hacemos un sencillo examen. Ánimo. Vamos a celebrar y a cantar.

2. CANTO (Puede ser “Jesús es Señor” u otro canto sobre Jesús)

Jesús es, Jesús es Señor. Jesús es, Jesús es Señor. Jesús es, Jesús es Señor.

Gloria a Dios, gloria, gloria a Dios. Gloria a Dios, gloria, gloria a Dios. Gloria a Dios, gloria, gloria a Dios.

3. SALUDO DEL SACERDOTE Y MOTIVACIÓN DEL PERDÓN

4. PETICIÓN DE PERDÓN

Se puede cantar, si se conoce, la canción “Arrepentido” (Iñaki Lete, sdb). Si no se conoce se puede ir diciendo las frases:

– Arrepentido de vivir sin sentido
recorriendo caminos alejados de ti.
Arrepentido de esos días vacíos,

de ese tiempo perdido que pasó ante mí.
PERDÓNANOS, SEÑOR, PERDÓNANOS.

– Arrepentido de olvidar ilusiones
de enterrar ideales que nacieron en mí.
Arrepentido de negar la sonrisa

y no dar una ayuda al que está junto a mí.
PERDÓNANOS, SEÑOR, PERDÓNANOS.

5. PRIMERA LECTURA. Levítico 19, 1-2. 17-18

Lectura del libro del Levítico:

Dijo el Señor a Moisés:

– Habla a la asamblea de los hijos de Israel y diles: seréis santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo.

No odiarás de corazón a tu hermano. No te vengarás ni guardarás rencor a tus parientes, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo.

Palabra de Dios.

6. CANTO O SALMO INTERLECCIONAL: “El Señor es compasivo y misericordioso”.

7. EVANGELIO. Mateo 5, 38-48. “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”. Lectura del santo evangelio según san Mateo:

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:

Sabéis que está mandado: “Ojo por ojo y diente por diente”. Pero yo os digo: No hagáis frente al que os agravia. A quien te pide dale, y al que te pida prestado no lo rehúyas.Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir el sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? Por tanto, sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.

Palabra del Señor.

8. COMENTARIO

• En estos domingos Jesús nos está enseñando muchas cosas nuevas y muy interesantes
• Tenemos delante un ordenador, si se quiere consultar. ¿Quién quiere probar?
• “Ojo por ojo y diente por diente”. Pregunta: Pero yo os digo…
• ¿Y qué te dice a ti esta frase?
• “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”. Pregunta: Pero yo os digo…
• El sacerdote saca una conclusión.

9. PETICIONES

  1. Para que aprendamos la lección que nos da Jesús sobre cómo nos debemos comportar. Roguemos al Señor.
  2. Para que la Iglesia sepa escuchar la llamada de quienes más la necesitan. Roguemos al Señor
  3. Para que seamos valientes para caminar con ilusión y ser testigos de Jesús con nuestra vida. Roguemos al Señor.
  4. Para que llevemos siempre la paz a nuestra casa, a nuestro colegio, a los amigos. Roguemos al Señor.

10. PLEGARIA EUCARÍSTICA

(Se propone una de las Plegarias Eucarísticas para “Misas con niños”, de las que ofrece el Misal).

11. ACCIÓN DE GRACIAS. Canto “Jesús, el amigo”. En el sentido de que Jesús es el amigo que nunca nos fallará.

Hay un gran amigo que nunca fallará,
que a tu vida entera sentido dará.
Nadie fue capaz de hacerlo callar,
pues su vida fue la verdad,
pues su vida fue la verdad.

Jesús, Jesús, yo seré tu amigo
Tú serás mi luz.

Jesús, Jesús, siendo tú mi amigo,
me siento feliz.

Él no es una moda que se pueda cambiar,
pues mensaje eterno su Palabra será.
Único Maestro en nuestro caminar.
Nuestro hallazgo debemos cantar,
nuestro hallazgo debemos cantar.

12. PARA LA VIDA

(Saber perdonar. Perdonar a alguien durante esta semana).

Ser tan bueno como Dios (Oración)

SER TAN BUENO COMO DIOS

Hola Jesús. Déjame compartir este rato contigo. Sé que estás ahí. Que estás presente en mi vida, aunque no siempre me doy cuenta. En este rato de oración quiero notar tu presencia y escuchar tus palabras. Dejo que mi cuerpo vaya relajándose. Cierro los ojos y hago silencio por fuera y por dentro.

Respiro hondo lentamente y mientras lo hago, digo: Aquí estoy Señor Jesús, te escucho. Aquí estoy Señor, háblame.

La lectura es una adaptación del evangelio de Mateo (Mt 5, 38-48):

Jesús les dijo a sus amigos: «Vosotros, de pequeños, aprendisteis que ojo por ojo, y diente por diente. O sea, que si alguien te hace daño, tú se lo devuelves. Si alguien te da una torta, tú se la devuelves; o si alguien te insulta, tú le insultas también. Pues yo os digo que no seáis así. Al revés, si uno te pega una torta, contéstale ofreciéndole la paz. Si te quiere quitar la túnica, le das la capa, y si te pide que le hagas un favor, tú dale más de lo que te pide».

Los discípulos le miraban con cara de no estar muy convencidos. Entonces Jesús les explicó: «A vosotros os han dicho que hay que amar a tu amigo, y odiar a tu enemigo. Pero eso no basta. Eso lo hace cualquiera. Y donde entra el odio solo se genera más y más violencia. El verdadero amor es amar a todos, como Dios, que quiere a buenos y malos, justos e injustos. Porque es el amor, y el perdón, y la generosidad lo que es extraordinario. Vosotros sed perfectos en el amor, porque eso es lo que hace Dios».

Cuántas cosas he aprendido y cuántas quiero aprender. Hago memoria de lo que he aprendido en mi familia, mis profesores, de mis amigos, cosas buenas que me han ayudado a crecer.

Hemos aprendido a querer y a todos nos resulta fácil perdonar a las personas que queremos, con las que nos encontramos a gusto. Pero amar y perdonar a los que nos han hecho daño, ¡qué difícil, Señor! Tú Jesús, me pides que quiera también a los que no me caen bien, al que me ha hecho alguna faena, al que es distinto y que siempre devuelva bien por mal.

Señor, tú nos has mostrado a Dios como un Padre que ama a todos. Para Él todos somos iguales.

Jesús, ayúdame a amar a todos. También a los que me han ofendido, acercarme a ellos aunque me cueste y dejar paso al amor y perdón. Es la única forma de construir un mundo más humano y feliz.

Tu palabra se hace vida en mi corazón.
Lo que es viento se hace besos,
gestos de perdón.
Cambiará mi interior.
Tu palabra será el fuego de mi voz.

Escuchar y acoger a la voz de Dios
y pensar y aprender lo que hizo el Señor.
Yo quiero transformar mi ser
para ser como Dios soñó,
que el mundo sea una fiesta de paz y unión.

Escuchar y acoger lo que fue Jesús,
salvación y perdón ahora serás tú.
Yo quiero el Reino construir,
el mundo que Jesús pensó,
la tierra sea de todos, tierra de unión.

Tu palabra. de Toño Casado interpretado por Coro juvenil San Juan Bosco «Misa Joven 2. Diferente.»

Estoy dispuesto a este cambio de imagen. Primero me pondré unas gafas de bondad para mirar a todos con amistad. Luego me pondré unos guantes de paz para dar a todos el perdón y finalmente me pondré una sonrisa para ofrecer a lo largo del día.

Si somos así, no sólo nos parecemos a Dios, sino que hacemos que el mundo sea mejor llenándolo de amor.

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p style=»text-align:justify;padding-left:40px;»>Padre nuestro,
que estás en el cielo,

santificado sea tu Nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad

en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas,

como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden;

no nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.
Amén.

Comentario al evangelio – Viernes VI de Tiempo Ordinario

Habla claro nuestro Maestro. Nunca ha sido de los que „doran la píldora“. Y pone las cartas sobre la mesa, sin rodeos.

Negarse. Cargar con la cruz. Perder la vida… Seguirle.

¿Necedad? ¿Locura? ¿Ingenuidad? ¿Absurdo?

Quizá sea bueno comenzar dejando que nos venga, a primer plano de conciencia, lo que las propuestas de Jesús, sus llamadas y sus condiciones han provocado en nosotros. Dejemos que afloren los sentimientos que suscitaron y las argumentaciones que cada uno hemos ido haciendo ante esas condiciones, esas exigencias…

Incomprensión. Resistencias. Explicaciones plausibles. Racionalizaciones, Literalismo. Huídas. Acogida…

Llamados a vivir el Evangelio sin glosa, nos preguntamos dónde está el secreto de esa contra-cultural, alternativa y a contra-corriente propuesta del Maestro.

¿No será que eso que llamamos vida solo es vida cuando se vive desviviéndose por el otro, por los otros, (por el que es la Vida de y para todos)? ¿No será que cuando damos y nos damos, entregamos y nos entregamos, regalamos y nos regalamos es cuando nos vamos haciendo con la consistencia de verdadera humanidad? ¿No será que el antídoto contra la exclusión, la indiferencia y todo tipo de inhumanidad es hacerse cargo, encargarse y cargar con el dolor ajeno, con las lágrimas del otro, con la postración de la mayoría?

Quizá la cosa sea bien sencilla. El que nos hace la propuesta es de fiar. Podemos lanzarnos a vivir a su aire, con su estilo, porque nos ha regalado el Espíritu que transforma desde dentro, que nos otorga una nueva mentalidad: la que contiene la clave con la que fueron creadas todas las cosas, la del sueño originario de Dios para la humanidad y para la entera realidad.

Maestro, contigo y en Ti.

P. Juan Carlos Rodríguez, cmf