BEATO NICOLÁS FACTOR, religioso († 1583)
El Beato Nicolás Factor nació en Valencia el año 1520, siglo en el que florecieron en España personalidades tan egregias, concretamente Santos que podíamos llamar de primera magnitud. Santa Teresa nació cinco años antes.
Nicolás entra muy joven en la Orden franciscana y en 1544 es ordenado sacerdote. Ya desde muy joven se le vio como una réplica afortunada de San Francisco de Asís. Como cuando iba a la escuela de niño, que vio un leproso a la puerta de la parroquia de San Martín y, arrebatado por un impulso superior, se arrodilló ante él y le besó pies y manos.
Llevaba una vida de suma austeridad. Duras disciplinas tres veces al día, comida diaria a pan y agua con raras excepciones, caminar descalzo, dormir brevemente en dura tabla, todo ello unido a un atento servicio, a una gran comprensión, a una suavidad y dulzura para sus hermanos.
Viendo sus Superiores que el mejor estímulo para los religiosos sería ponerles delante el ejemplo de fray Nicolás, le encomendaron el cuidado y regencia de varios conventos. Por humildad hubiera rehusado el cargo, pero por encima de su criterio estaba la obediencia.
Nicolás ardía en ansias apostólicas. Su predicación era sencilla, pero con palabras de fuego, de las que el Señor se servía para conseguir numerosas conversiones. Se ofreció también para ir a tierra de infieles, con deseos incontenibles de derramar toda su sangre por Jesucristo.
Disfrutaba sobre todo atendiendo a los pobres y a los enfermos. Recogía para ellos cuanto podía, y cuando no podía más, se desprendía de su capa y de su túnica, como sucedió una vez en Játiva. Nadie marchó defraudado de su presencia. En tiempos de hambre y de peste se multiplicaba.
A los enfermos les trataba como una madre. En los pobres llagados le parecía ver a Jesucristo y les besaba pies y manos. Algunos le trataban de exagerado, pero pronto se rendían ante tanta ternura y generosidad.
Se ha dicho que el cristiano es un “philocalós”, un enamorado de la belleza. El Beato Nicolás, que llegaba a las extremosidades antedichas en penitencia y austeridad, era a la vez gran amante de la belleza. Y a través de la belleza creada ascendía a la Belleza Increada. Se extasiaba ante la creación, tenía un fino sentido musical, componía versos y manejaba con maestría los pinceles. Escribió un breve tratado Las tres vías.
Su agradable trato le facilitaba el cultivo de la amistad. Tenía muchos amigos. El más entrañable fue el dominico San Luis Beltrán. El dominico y el franciscano —la luz y el fuego, la ciencia y la sencillez— se completaban y se estimulaban. Nicolás sostenía a Luis y Luis apoyaba a Nicolás, según las necesidades, según la noche oscura de cada uno.
Estaban tan abismado en Dios que con suma facilidad entraba en éxtasis. Mientras tenía lugar uno de sus éxtasis, pasando por Tarragona, el arzobispo de la ciudad llamó a un pintor para que lo pintase en aquella actitud. Aparece el Beato con el semblante encendido, engolfado en Dios.
Era devotísimo de la Santísima Trinidad, de la Santísima Eucaristía, de la Pasión del Señor, de la Virgen María. Estimaba tanto su fe que escribió una profesión de fe con su propia sangre. Esto le aliviaba en sus momentos de turbación y dudas, como cuando se fue al convento recoleto de Onda, luego a los capuchinos de Barcelona, para terminar volviendo a su convento de Valencia. Allí le sorprendió la muerte el 23 de diciembre de 1583. Se había ido al cielo a celebrar la Navidad.
Otros Santos de hoy: Eusebio, Adrián, Teófilo, Juan José de la Cruz, Olivia.
Justo y Rafael Mª López-Melús