Vísperas – Jueves III de Pascua

VÍSPERAS

JUEVES III DE PASCUA

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Porque anochece ya,
porque es tarde, Dios mío,
porque temo perder
las huellas del camino,
no me dejes tan solo
y quédate conmigo.

Porque he sido rebelde
y he buscado el peligro
y escudriñé curioso
las cumbres y el abismo,
perdóname, Señor,
y quédate conmigo.

Porque ardo en sed de ti
y en hambre de tu trigo,
ven, siéntate a mi mesa,
bendice el pan y el vino.
¡Qué aprisa cae la tarde!
¡Quédate al fin conmigo! Amén.

SALMO 131: PROMESAS A LA CASA DE DAVID

Ant. El Señor Dios le ha dado el trono de David, su padre. Aleluya.

Señor, tenle en cuenta a David
todos sus afanes:
cómo juró al Señor
e hizo voto al Fuerte de Jacob:

«No entraré bajo el techo de mi casa,
no subiré al lecho de mi descanso,
no daré sueño a mis ojos,
ni reposo a mis párpados,
hasta que encuentre un lugar para el Señor,
una morada para el Fuerte de Jacob.»

Oímos que estaba en Efrata,
la encontramos en el Soto de Jaar:
entremos en su morada,
postrémonos ante el estrado de sus pies.

Levántate, Señor, ven a tu mansión,
ven con el arca de tu poder:
que tus sacerdotes se vistan de gala,
que tus fieles vitoreen.
Por amor a tu siervo David,
no niegues audiencia a tu Ungido.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor Dios le ha dado el trono de David, su padre. Aleluya.

SALMO 113

Ant. Jesucristo es el único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores. Aleluya.

El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractará:
«A uno de tu linaje
pondré sobre tu trono.

Si tus hijos guardan mi alianza
y los mandatos que les enseño,
también sus hijos, por siempre,
se sentarán sobre tu trono.»

Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
«Ésta es mi mansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo.

Bendeciré sus provisiones,
a sus pobres los saciaré de pan,
vestiré a sus sacerdotes de gala,
y sus fieles aclamarán con vítores.

Haré germinar el vigor de David,
enciendo una lámpara para mi Ungido.
A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre él brillará mi diadema.»

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Jesucristo es el único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores. Aleluya.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: EL JUICIO DE DIOS

Ant. ¿Quién como tú, Señor, entre los dioses? ¿Quién como tú, terrible entre los santos? Aleluya.

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. ¿Quién como tú, Señor, entre los dioses? ¿Quién como tú, terrible entre los santos? Aleluya.

LECTURA: 1P 3, 18. 22

Cristo murió por los pecados una vez para siempre: el inocente por los culpables, para conducirnos a Dios. Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida. Llegó al cielo, se le sometieron ángeles, autoridades y poderes, y está a la derecha de Dios.

RESPONSORIO BREVE

R/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.
V/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.

R/ Al ver al Señor.
V/ Aleluya, aleluya.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo os daré es mi carne para la vida del mundo. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo os daré es mi carne para la vida del mundo. Aleluya.

PRECES

Glorifiquemos a Cristo, que resucitó de entre los muertos el primero de todos, y supliquémosle, diciendo:

Tú que has resucitado de entre los muertos, escucha, Señor, nuestra oración.

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia santa, edificada sobre el cimiento de los apóstoles y extendida hasta los confines del mundo:
— que tus bendiciones abundantes se derramen sobre cuantos creen en ti.

Tú, Señor, que eres el médico de nuestros cuerpos y de nuestras almas,
— levanta y consuela a los enfermos y líbralos de sus sufrimientos.

Tú que anunciaste la resurrección a los que yacían en las tinieblas del abismo,
— libra a los prisioneros y oprimidos, y da pan a los hambrientos.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú, Señor, que en la cruz destruiste nuestra muerte y mereciste para todos el don de la inmortalidad,
— concede a nuestros hermanos difuntos la vida nueva de tu reino.

Llenos de fe, invoquemos juntos al Padre común, repitiendo la oración que Jesús nos enseñó:
Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso y eterno, que en estos días de Pascua nos has revelado más claramente tu amor y nos has permitido conocerlo con más profundidad, concede a quienes has librado de las tinieblas del error adherirse con firmeza a las enseñanzas de tu verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Jueves III de Pascua

1) Oración inicial

Dios todopoderoso y eterno, que en estos días de Pascua nos has revelado más claramente tu amor y nos has permitido conocerlo con más profundidad; concede a quienes has liberado de las tinieblas del error adherirse con firmeza a las enseñanzas de tu verdad. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del Evangelio según Juan 6,44-51

Está escrito en los profetas: Serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.»

3) Reflexión

• Hasta aquí el diálogo entre Jesús y la gente. De aquí en adelante, los líderes judíos empiezan a entrar en la conversación, y la discusión se hace más tensa.

• Juan 6,44-46: Quien se abre para Dios, acepta a Jesús y su propuesta. La conversación se vuelve más exigente. Ahora son los judíos, los líderes del pueblo que murmuran: «Este Jesús ¿no es el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo dice que bajó del cielo?» (Jn 6,42) Ellos pensaban conocer las cosas de Dios. En realidad, no las conocían. Si fuesen realmente abiertos y fieles a Dios, sentirían dentro de sí el impulso de Dios que los atrae para Jesús y reconocerían que Jesús viene de Dios, ‘Pues está escrito en los Profetas: ¡Todos serán instruidos por Dios’. Todo aquel que escucha al Padre y recibe su instrucción viene a mí.

• Juan 6,47-50: Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. En la celebración de la pascua, los judíos recordaban el pan del desierto. Jesús nos ayuda a dar un paso más. Quien celebra la pascua recordando solamente el pan que los padres comieron en el pasado, acabarán muriendo como todos ellos. El verdadero sentido de la Pascua no es recordar el maná caído del cielo, sino aceptar a Jesús como el nuevo Pan de Vida y seguir el camino que él nos enseñó. Ahora ya no se trata de comer la carne del cordero pascual, sino de comer la carne de Jesús, para que no perezca aquel que la come, sino que tenga ¡la vida eterna!

• Juan 6,51: Quien come de este pan vivirá eternamente. Y Jesús termina diciendo: «Yo soy el pan de vida bajado del cielo. Si uno come de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo le voy a dar es mi carne por la vida del mundo.» En vez del maná y en vez del cordero pascual, somos convidados a comer el nuevo maná y el nuevo cordero pascual que es Jesús mismo que se entregó en la Cruz por la vida de todos.

• El nuevo Éxodo. La multiplicación de los panes aconteció cerca de Pascua (Jn 6,4). La fiesta de pascua era la memoria peligrosa del Éxodo, la liberación del pueblo de las garras del faraón. Todo el episodio narrado en este capítulo 6 del evangelio de Juan tiene un paralelo en los episodios relacionados con la fiesta de pascua, tanto con la liberación de Egipto como con la caminada del pueblo en el desierto en busca de la tierra prometida. El Discurso del Pan de Vida, hecho en la sinagoga de Cafarnaún, está relacionado con el capítulo 16 del libro del Éxodo que habla del Maná. Merece la pena leer todo este capítulo 16 del Éxodo. Percibiendo las dificultades del pueblo en el desierto, podemos comprender mejor las enseñanzas de Jesús aquí en el capítulo 6 del evangelio de Juan. Por ejemplo, cuando Jesús habla de “un alimento que perece” (Jn 6,27) el está recordando el maná que se llenaba de gusanos y se pudría (Ex 16,20). Asimismo, cuando los judíos “murmuraban” (Jn 6,41), hacen lo mismo que los israelitas hacían en el desierto, cuando dudaban de la presencia de Dios en medio de ellos durante la travesía (Es 16,2; 17,3; Núm 11,1). La falta de alimentos hacía que la gente dudara de Dios y empezara a murmurar contra Moisés y contra Dios. Aquí también los judíos dudan de la presencia de Dios en Jesús de Nazaret y empiezan a murmurar (Jn 6,41-42).

4) Para la reflexión personal

• La eucaristía ¿me ayuda a vivir en estado permanente de Éxodo? ¿Lo estoy consiguiendo?
• Quien está abierto a la verdad encuentra en Jesús la respuesta. Hoy, mucha gente se aleja y no encuentra una respuesta. ¿Es culpa de quién? ¿De las personas que no quieren escuchar? ¿O de los cristianos que no sabemos presentar el evangelio como un mensaje de vida?

5) Oración final

Venid, escuchad y os contaré,
vosotros, los que estáis por Dios,
todo lo que ha hecho por mí.
Mi boca lo invocó,
mi lengua lo ensalzó. (Sal 66,16-17)

La amistad (amistad)

En esencia, la amistad no es propiamente un afecto, sino una relación que supone el afecto. El amor no exigen necesariamente la reciprocidad, la amistad sí. Representa uno de los valores más nobles y elevados de la vida humana, y presupone y fomenta otras muchas virtudes humanas: el desinterés, la comprensión, la condescendencia, el espíritu de colaboración. La amistad verdadera lleva consigo la comunicación de bienes. De aquí que, en el cristiano, la amistad sea un cauce oportuno y natural de apostolado.

La Sagrada Escritura califica la amistad como un tesoro: Un amigo fiel es poderoso protector; el que lo encuentra halla un tesoro. Nada vale tanto como un amigo fiel; su precio es incalculable (Si 6, 14). Y el Señor, además de su amor infinito por todos los hombres, manifestó su amistad con personas determinadas: los apóstoles, José de Arimatea, Nicodemo, Lázaro… Al mismo Judas no le negó el honroso título de amigo en el mismo momento en que este le entregaba en manos de sus enemigos. Los Hechos de los Apóstoles nos muestran cómo San Pablo tuvo amigos, a quienes quería entrañablemente, les echa de menos cuando están ausentes y se llena de alegría cuando tienen noticias de ellos (2Co 2, 13; Rm 16, 21; 1Tm 1, 2; 1Co 16, 17, etc.). La antigüedad cristiana nos ha dejado testimonio de grandes amistades entre los primeros cristianos. Sería incomprensible que un cristiano no tuviera deseos de acercar a sus amigos a Cristo. Los primeros que conocieron al Señor fueron a comunicar la buena nueva, antes que a ningún otro, a los que amaban. Andrés trajo a Pero, su hermano; Felipe a su amigo Natanael; Juan seguramente encaminó hacia el Señor a su hermano Santiago (cfr. Jn 1, 41ss).

A lo largo de los siglos, la amistad ha sido un camino por el que muchísimos hombres se han acercado —se están acercando— a Dios y alcanzado el cielo. Es un camino natural y sencillo, que elimina —cuando es sincera— muchos obstáculos y dificultades. El Señor tiene en cuenta con frecuencia este medio para darse a conocer. El cristiano fomenta la amistad y está abierto al trato y al cariño de todos, impulsando por la caridad. Esta virtud teologal consolida y hace más fuerte la amistad (cfr. Suma Teológica, 2-2, q. 23, a. 2). Es lógico, pues, que el cristiano cuente con numerosos amigos y que no rechace —al contrario— la posibilidad de otros nuevos.

Comentario – Jueves III de Pascua

San Juan pone en boca de Jesús estas palabras: Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Según esto, la fe otorga una ‘posesión’ de vida; y tiene su razón de ser. La fe no es un simple asentimiento a un testimonio; es adhesión y unión a la persona portadora (=testigo) de ese testimonio. En virtud de esta unión podemos tener acceso a la vida de esa persona. Y Jesús, en su persona, se ofrece como pan de vida pan para la vida del mundoYo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná, y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.

Jesús se presenta como un ‘pan’ de mayor virtud y eficacia que el milagroso pan del maná que, siendo tan extraordinario, no evitó la muerte de quienes lo comieron. El que coma de él, en cambio, no morirá; porque la virtud de este pan vivo, bajado del cielo, lleva la impronta de la vida para siempre. No deja de ser, sin embargo, una vida que se alcanza a través de la resurrección y que, por tanto, implica el paso por la muerte. El que coma de este pan morirá, pero no morirá para siempre, porque vivirá para siempre. Y el pan que él es su carne para la vida del mundo.

A partir de ahora, Jesús no se limitará a alimentar a los hambrientos y sedientos de Dios y de vida con su palabra; tampoco se limitará a multiplicar unos panes para saciar el estómago de una multitud desfallecida por el hambre. Él mismo, en persona, se ofrecerá como pan. Pero para convertirse en este pan del que los hombres puedan alimentarse, tiene que morir. Se trata de un pan que, para servir de alimento, tiene que dejarse masticar, triturar. Y esto implica la entera inmolación de la propia vida. Sólo así puede convertirse en alimento para el mundo. La correlación entre el pan, que él es, y su carne, para la vida de los que se nutran de él, es significativa.

La donación del pan supone la entrega de la propia carne, como pone de manifiesto en la última cena, cuando a la acción de tomar el pan y dárselo a sus discípulos incorpora estas palabras: Tomad y comed; esto es mi cuerpo (=carne) que se entrega por vosotros. No era un mero simbolismo. Su cuerpo sería literalmente destrozado en la cruz. Se sacrificaba realmente para ser pan para la vida del mundo. Pero el cuerpo entregado a la muerte sólo se convierte en pan para la vida del mundo cuando resucita de entre los muertos, no antes. En la eucaristía no comemos el cuerpo de un cadáver, sino de un resucitado, que proporciona la vida que posee en cuanto resucitado. Por eso puede dar vida eterna. Si esto es así, menospreciar el cuerpo de Cristo es privarse de unos «hidratos» o de unas «proteínas» que nos son muy necesarias para la vida eterna, si es que nos apetece vivir esta vida. Pero el «comer» en este caso implica la fe en Jesucristo como pan de vida y la gratitud por su entrega hasta la muerte; pues es el amor el que le ha llevado a convertirse en pan de vida para nosotros.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos «Apostolorum Successores»

III. La formación permanente del Obispo

49. El deber de la formación permanente.

El Obispo sentirá como empeño proprio el deber de la formación permanente que acompaña a todos los fieles, en cualquier periodo y condición de su vida, y en todos los niveles de responsabilidad eclesial.(137) El dinamismo del sacramento del Orden, la misma vocación y misión episcopal, así como el deber de seguir atentamente los problemas y las cuestiones concretas de la sociedad que hay que evangelizar, exigen al Obispo crecer cotidianamente hacia la plenitud de la madurez de Cristo (cf. Ef 4, 13), para que también a través del testimonio de la propia madurez humana, espiritual e intelectual en la caridad pastoral, en la que debe centrarse el itinerario formativo del Obispo, resplandezca cada vez más claramente la caridad de Cristo y la misma solicitud de la Iglesia por todos los hombres.


137 Cf. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica postsinodal Pastores Dabo Vobis, 76; Exhortación Apostólica postsinodal Pastores Gregis, 24.

Para dar vida… y no quitarla

1.- Tal vez, en una realidad urbana sembrada de rascacielos, semáforos, automóviles, etc., la figura del Buen Pastor que nos presenta este domingo IV de la Pascua, no resulte la más actual para captar la hondura de la persona y del mensaje de Jesús.

Tal vez, por ello mismo, habría que concluir (sin olvidar la imagen clásica que el evangelio de hoy nos presenta) que Jesús es un hilo conductor que nos ofrece la luz necesaria para ver los acontecimientos de la vida, con el fondo de Dios, y es aquel hilo conductor que, cuando se vive conectado a El, produce inmediatamente la vida.

2.- Jesús, el Buen Pastor, es Aquel que sitúa delante de nosotros todo un mar de posibilidades:

–Es una puerta que se abre. Cuando uno se atreve a cruzarla sabe, que a la corta o a la larga, conduce a una antesala donde siempre espera Dios. Muchos hermanos nuestros, cuando se acercan al “fenómeno” de Jesús de Nazaret se conforman con quedarse en su persona. Jesús, y esa es la gran novedad, es una referencia encarnada de Dios. Es un ascensor por el que, los cristianos, subimos para disfrutar un día definitivamente en la felicidad del cielo.

–Es un buen psicólogo. Nos conoce. Por muchos recovecos y rincones que tengamos. Por otras tantas circunstancias que nos sacudan, Jesús, sabe de qué hechura está conformada nuestra vida interior y exterior. En el día de nuestro Bautismo, entró en lo más hondo de nuestras entrañas y, desde entonces, se ha convertido en el gran confidente de nuestras vidas, en un compañero leal de nuestros caminos, en un cayado firme cuando asoman los cansancios.

3.- Uno de los aspectos, que más vértigo producen las grandes urbes (y también de vez en cuando comprobamos incluso dentro de nuestra propia iglesia) es lo impersonal en nuestras relaciones. A nadie nos gusta ser un mero o simple número. Todos tenemos, detrás de nosotros, una historia (mejor o peor, positiva o negativa, brillante o pobre) que –ante Jesús- siempre merece un respeto y con un margen de confianza.

¡Quiere y déjate querer! ¡Conócete y déjate conocer! Con Jesús, estos viejos adagios, nos interpelan a ser agradecidos con ese amor y conocimiento inmenso que, Cristo, tiene de y por cada uno de nosotros. En cierta ocasión un paciente se acercó a un médico y, después de reconocerle, el facultativo le dijo: “ahora es necesario que, Vd., confíe en mí”.

En la iglesia de Dios hemos de ser conscientes de lo qué somos y de a quién seguimos. Si el Señor viniese en este momento y nos preguntase sobre ciertas prescripciones evangélicas. ¿Podríamos responderle con exactitud sobre ellas? ¿Se percataría, Jesús, de nuestra ignorancia en algunos aspectos? ¿Podríamos demostrarle que somos alumnos aventajados y conocedores de la gran lección evangélica?

4.- Si no escucháis nunca llegaréis a ser nada (decía un profesor a sus alumnos). Jesús, como Buen Pastor, siempre tiene una palabra oportuna y mágica para aquellos que confían y se deciden seguirle. Ciertamente que, con tanto ruido ensordecedor de los “modernos pastores” que nos presenta la sociedad, es fácil confundir el bien con el mal, la verdad con la mentira, la moral auténtica con las ideas dominantes, las ovejas con los borregos o, incluso, al auténtico pastor con el perverso lobo revestido de poder.

Precisamente por eso, todos los domingos, la Eucaristía es un buen altavoz por el que escuchamos el latir del corazón de Cristo. Una buena mesa, donde el Señor, nos va reconociendo y conociendo uno a uno con nuestras grandezas y miserias. Una puerta, por la que ya desde ahora, empezamos a contemplar la gran fiesta de la vida que nos espera allá en el cielo.

Ha venido Jesús para que tengamos vida y en abundancia. Cuando uno aprieta el pulsador de “Jesús” automáticamente nos lleva al encuentro con Dios. Para ello, como todo, hay que saber leer el manual de instrucciones evangélicas.

5.- En estos días nos sorprendía la noticia, aquí en España, de cómo en cierta clínica, varios pacientes morían en menos de 24 horas por ser sedados excesivamente. Uno, cuando se encuentra con el horror de ciertas actuaciones profesionales (¿buenos?), comprende más y mejor el mensaje del Buen Pastor. El es quien de verdad garantiza la vida desde el principio hasta el final. Nadie tiene la potestad, sino Dios, para quitarla. Frente a la sedación, el Buen Pastor, se multiplica en gestos y desvelos para que, a nosotros, nunca nos falte las ganas de vivir, de luchar y de seguir adelante.

Jesús, como Buen Pastor, nos indica que el camino para una muerte digna no es precisamente el acortar la vida, sino buscar y dar un sentido profundo a la agonía. Me venía a la memoria el Papa Juan Pablo II. Como Pastor, hasta el mismo final y con el último suspiro, ha sabido encarnar perfectamente la figura del Buen Pastor dando (con esfuerzo, sacrificio y sufrimiento) su vida al servicio de Dios, de Cristo, de su Iglesia, de nosotros y del mundo entero.

Javier Leoz

Yo soy la puerta de las ovejas

«Os aseguro que el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino saltando por otra parte, es un ladrón y un salteador. Pero el que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El guarda le abre la puerta y las ovejas reconocen su voz; él llama a sus ovejas por sus nombres y las saca fuera. Y cuando ha sacado todas sus ovejas, va delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque conocen su voz. Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños». Jesús les puso esta semejanza, pero ellos no entendieron qué quería decir.

Por eso Jesús se lo explicó así: «Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que vinieron antes de mí eran ladrones y salteadores, pero las ovejas no les hicieron caso. Yo soy la puerta; el que entra por mí se salvará; entrará y saldrá y encontrará pastos. El ladrón sólo entra para robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante. 

Juan 10, 1-10

PARA MEDITAR

Yo soy la puerta, nos dice Jesús. Jesús nos deja muy claro que él es la puerta para conocer a Dios y ser su amigo. No hay atajos para llegar a Dios. Jesús es el camino. Hay veces que los que somos creyentes nos olvidamos que Jesús es la puerta. Y hay mucha gente que no reconoce a Jesús como la puerta, como alguien que les puede ayudar en sus vidas. Nosotros podemos hacer muchas cosas porque otras personas se puedan acercar a conocer a Jesús, que es la puerta para conocer la fe, para conocer a Dios.

PARA HACER VIDA EL EVANGELIO

  • Cuenta una situación de tu vida en la que Jesús ha sido muy importante para ti.
  • ¿En qué puede ayudar Jesús a las personas que lo están pasando mal? ¿Cómo les podemos ayudar nosotros a que descubran a Jesús?
  • Escribe un compromiso para que esta semana puedas conocer un poco más a Jesús.

 

ORACIÓN

Tú nos invitas a no andar preocupados,
pues cada día tiene bastante con su propio trajín;
Tú nos recuerdas que los lirios del campo
no se preocupan por su vestuario…
y ni Versace les habría diseñado un traje más bello
Tú nos entusiasmas con la construcción
de tu Reino,
con esas relaciones nuevas y fraternas
que cambiarían el mundo
y todos saldríamos ganando.
Tú nos animas a vivir una vida plena,
a salir de la mediocridad,
porque Tú has venido para que tengamos Vida en abundancia.
Tú eres todo para nosotros, la razón de nuestra existencia,
la brújula de nuestro viaje, la linterna
que ilumina el camino,
la puerta que nos lleva al encuentro con el Padre.
No es posible, Señor, que alguien viva
sin disfrutarte,
no dejes que ninguna oveja se escape sin tu Amor.

Señor, Tú eres la puerta para la vida

Los que tenemos la suerte de conocerte, Jesús,
hemos pasado por tu puerta,
sabemos que eres Tú el que nos enseñas el camino.
Tú nos dices cómo hemos de amarnos
a nosotros mismos
y de la misma manera querer a los demás.
Tú nos recuerdas que tenemos un Padre que
nos quiere tanto,
que daría la vida por cada uno de nosotros,
especialmente por los que lo pasan peor
o necesitan más.
Tú nos enseñas que para triunfar hay que servir
y que la mejor manera es echarse a los pies
de los pobres.
Tú nos recomiendas que acudamos a Dios
cuando estemos cansados y agobiados, que Él, 
siempre, nos sosegará, nos aliviará
y nos descansará de todo.
Tú nos invitas a no andar preocupados,
pues cada día tiene bastante con su propio trajín;
Tú nos recuerdas que los lirios del campo
no se preocupan por su vestuario…
y ni Versace les habría diseñado un traje más bello
Tú nos entusiasmas con la construcción
de tu Reino,
con esas relaciones nuevas y fraternas
que cambiarían el mundo
y todos saldríamos ganando.
Tú nos animas a vivir una vida plena,
a salir de la mediocridad,
porque Tú has venido para que tengamos Vida
en abundancia.
Tú eres todo para nosotros, la razón de nuestra
existencia,
la brújula  de nuestro viaje, la linterna
que ilumina el camino,
la puerta que nos lleva al encuentro con el Padre.

No es posible, Señor, que alguien viva
sin disfrutarte,
no dejes que ninguna oveja se escape si tu Amor.

Mari Patxi Ayerra

Notas para fijarnos en el evangelio – Domingo IV de Pascua

• Jesús empieza describiendo dos prácticas opuestas: la de un ladrón de ovejas «que no entra por la puerta» (1.5.8.10) y la de un pastor -el propio del rebaño- que hace bien su trabajo por la mañana, entrando «por la puerta», llamando a «sus» ovejas «por el nombre» y las lleva a los pastos (2- 4,9-10).

• El «nombre» de la persona, reconocida como tal. «Sus ovejas» quiere decir las que se han adherido a Jesús por la fe. El ciego de nacimiento es ejemplo de ello (Jn 9,38). Siguiendo a Jesús, que «camina delante de ellas» (4), los creyentes tendrán vida. La fe, pues, no significa seguir unas ideas, ni unos valores, sino a una persona concreta: Jesús, «la Palabra» que «se hizo carne y acampó entre nosotros» (Jn 1,14).

• Después, Jesús habla de sí mismo como «puerta de las ovejas» (7ss). Una «puerta» de acceso a Dios, a la salvación (9). Una «puerta» por la que «entrar y salir» libremente: el discípulo es una persona libre, goza de libertad. Su adhesión a Jesucristo no le quita libertad, sino que se la da.

• La otra puerta, la «otra parte» (1), la que no permite acceder a Dios, es el templo de Jerusalén, en cuyo entorno están discutiendo Jesús y los fariseos (Jn 7,10.14.28; 8,2-3; 8,59). El templo había sido una buena referencia, pero los dirigentes -«ladrones y bandidos» (1.8)- lo han estropeado al buscar sus propios intereses (Jn 2,13- 17). Tras esta dura crítica de Jesús están las no menos duras de los profetas, críticas que Israel ya conocía: Hijo de Adán, profetiza contra los pastores (Ez 34,2ss); Ay de los pastores que dispersan y dejan perecer las ovejas de mi rebaño (Jr 23,1-2). Jeremías, por cierto, en el capítulo citado anuncia al Mesías y su acción salvadora (Jr 23,3ss).

• Tras repetir la denuncia (violencia y dureza de los dirigentes que explotan al pueblo sin medir los estragos que causan y sin respeto alguno a la vida), Jesús se presenta como el que ha venido para que las ovejas «tengan vida y la tengan en abundancia» (10). Resuenan aquí otras páginas del Evangelio de Juan (Jn 1,4; 5,21; 11.25; 14,6). Esto nos hace notar que ésta es una de las afirmaciones centrales del Evangelio. Y que la fe en Jesús (Jn 9,38), es decir, la adhesión a la persona de Jesús para seguirle, conduce a participar de esta vida (Jn 20,31; 3,15).

Comentario al evangelio – Jueves III de Pascua

Tuvo suerte el etíope. La catequesis bautismal no duró lo que sugiere el “Ritual para la iniciación cristiana de adultos”, con sus entregas y plazos marcados. Lo suyo fue llegar y besar el santo. Y bautizarse. Le fue bien con el catequista, un apóstol enviado por un ángel de Dios. Y, sobre todo, tuvo la mente abierta, para poder entender lo que, cuando comenzó a leer, le resultaba incomprensible. Porque no hay peor sordo que el que no quiere oír, ni persona más tonta, que la que no quiere entender. El ministro quería comprender. Y aceptó la ayuda que un extraño le ofrecía. Por esa disposición de búsqueda, llegó al encuentro con Cristo. Y, en cuanto encontraron agua, se pudo bautizar.

Del Evangelio, algunas frases sobres las que se puede reflexionar, y que me han llamado hoy la atención. La primera, “el que cree tiene vida eterna”. Esa fue la experiencia de este importante personaje. Creyó. Se le abrió un nuevo camino en la vida, en el que ya no importaban tanto las prebendas y la carrera profesional, sino el crecimiento personal y espiritual. Una nueva vida, que no acabó con su muerte. Su historia ha llegado hasta nuestro tiempo. Y sirve de ejemplo para muchos.

Otra frase, “serán todos discípulos de Dios”. ¡Qué importante es que todos – y no solo los curas y monjas – seamos capaces de dar testimonio! En las noticias, en los telediarios, se habla poco de Dios. Así es difícil que la Buena Nueva se expanda. Por eso es tan importante caer en la cuenta de que no necesitamos que un ángel nos lleve de los pelos por los aires a evangelizar. Esto no va a pasar. Es deber de cada creyente, en todo momento, a tiempo y a destiempo, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, ser testigos de Dios. Hay mucha gente que no entiende quién es Dios, cómo es, y es nuestra obligación compartir lo que nosotros sí entendemos. Y lo que sabemos, seguramente, lo entendimos gracias a otros.

El neófito siguió su camino “lleno de alegría”. Quizá esa sea la mejor manera de dar testimonio. No se puede convencer de que seguir a Cristo es algo que llene de felicidad, si lo hacemos con una cara triste. Deberíamos ser referencias alegres, sobre todo en estos momentos de incertidumbre y tristeza. Porque Dios está con nosotros, nos busca siempre y nos va llevando, hasta la vida eterna.

Una canción a propósito de las lecturas de hoy. Que, quien canta, ora dos veces.

Alejandro Carbajo, C.M.F.