Vísperas – Jueves V de Cuaresma

VÍSPERAS

JUEVES V DE CUARESMA

 

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Te damos gracias, Señor,
porque has depuesto la ira
y has detenido ante el pueblo
la mano que lo castiga.

Tú eres el Dios que nos salva,
la luz que nos ilumina,
la mano que nos sostiene
y el techo que nos cobija.

Y sacaremos con gozo
del manantial de la Vida
las aguas que dan al hombre
la fuerza que resucita.

Entonces proclamaremos:
«¡Cantadle con alegría!
¡El nombre de Dios es grande;
su caridad, infinita!

¡Que alabe al Señor la tierra!
Contadle sus maravillas.
¡Qué grande, en medio del pueblo,
el Dios que nos justifica!» Amén.

SALMO 29: ACCIÓN DE GRACIAS POR LA CURACIÓN DE UN ENFERMO EN PELIGRO DE MUERTE

Ant. Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste; te daré gracias por siempre.

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.

Señor, Dios mío, a ti grité,
y tú me sanaste.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.

Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo.

Yo pensaba muy seguro:
«no vacilaré jamás»
Tu bondad, Señor, me aseguraba
el honor y la fuerza;
pero escondiste tu rostro,
y quedé desconcertado.

A ti, Señor, llamé,
supliqué a mi Dios:
«¿Qué ganas con mi muerte,
con que yo baje a la fosa?

¿Te va a dar gracias el polvo,
o va a proclamar tu lealtad?
Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.»

Cambiaste mi luto en danzas,
me desataste el sayal y me has vestido de fiesta;
te cantará mi lengua sin callarse.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste; te daré gracias por siempre.

SALMO 31: ACCIÓN DE GRACIAS DE UN PECADOR PERDONADO

Ant. Dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.

Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor
no le apunta el delito.

Mientras callé se consumían mis huesos,
rugiendo todo el día,
porque día y noche tu mano
pesaba sobre mí;
mi savia se me había vuelto un fruto seco.

Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.

Por eso, que todo fiel te suplique
en el momento de la desgracia:
la crecida de las aguas caudalosas
no lo alcanzará.

Tú eres mi refugio, me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación.

— Te instruiré y te enseñaré el camino que has de seguir,
fijaré en ti mis ojos.

No seáis irracionales como caballos y mulos,
cuyo brío hay que domar con freno y brida;
si no, no puedes acercarte.

Los malvados sufren muchas penas;
al que confía en el Señor,
la misericordia lo rodea.

Alegraos, justos, y gozad con el Señor;
aclamadlo, los de corazón sincero.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: EL JUICIO DE DIOS

Ant. El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.

LECTURA: Hb 13, 12-15

Jesús, para consagrar al pueblo con su propia sangre, murió fuera de las murallas. Salgamos, pues, a encontrarlo fuera del campamento, cargados con su oprobio; que aquí no tenemos ciudad permanente, sino que andamos en busca de la futura. Por su medio, ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de unos labios que profesan su nombre.

RESPONSORIO BREVE

R/ Yo dije: Señor, ten misericordia.
V/ Yo dije: Señor, ten misericordia.

R/ Sáname, porque he pecado contra ti.
V/ Señor, ten misericordia.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Yo dije: Señor, ten misericordia.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. «No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?» «Os aseguro que antes que naciera Abrahán, existo yo.»

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. «No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?» «Os aseguro que antes que naciera Abrahán, existo yo.»

PRECES

Oremos a Cristo, el Señor, que nos dio el mandamiento nuevo de amarnos los unos a los otros, y digámosle:

Acrecienta, Señor, la caridad de tu Iglesia.

Maestro bueno, enséñanos a amarte en nuestros hermanos
— y a servirte en cada uno de ellos.

Tú que en la cruz pediste al Padre el perdón para tus verdugos,
— concédenos amar a nuestros enemigos y orar por los que nos persiguen.

Señor, que la participación en el misterio de tu cuerpo y de tu sangre acreciente en nosotros el amor, la fortaleza y la confianza,
— y dé vigor a los débiles, consuelo a los tristes, esperanza a los agonizantes.

Señor, luz del mundo, que, por el agua, concediste al ciego de nacimiento que pudiera ver la luz,
— ilumina a nuestros catecúmenos por el sacramento del agua y de la palabra.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Concede la plenitud de tu amor a los difuntos
— y haz que un día nos contemos entre tus elegidos.

Ya que por Jesucristo hemos llegado a ser hijos de Dios, nos atrevemos a decir:
Padre nuestro…

ORACION

Escucha nuestras súplicas, Señor, y mira con amor a los que han puesto su esperanza en tu misericordia; límpialos de todos sus pecados, para que perseveren en una vida santa y lleguen de este modo a heredar tus promesas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Jueves V de Cuaresma

1) Oración inicial

Escucha nuestras súplicas, Señor, y mira con amor a los que han puesto su esperanza en tu misericordia; límpialos de todos sus pecados, para que perseveren en una vida santa y lleguen de este modo a heredar tus promesas. Por nuestro Señor. 

2) Lectura del Evangelio

Del Evangelio según Juan: 8,51-59

En verdad, en verdad os digo: si alguno guarda mi palabra, no verá la muerte jamás.»
Le dijeron los judíos: «Ahora estamos seguros de que tienes un demonio. Abrahán murió, y también los profetas; y tú dices: ‘Si alguno guarda mi palabra, no probará la muerte jamás.’¿Eres tú acaso más grande que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron. ¿Por quién te tienes a ti mismo?» Jesús respondió:
«Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada; es mi Padre quien me glorifica, de quien vosotros decís: `Él es nuestro Dios’, y sin embargo no le conocéis, yo sí que le conozco, y si dijera que no le conozco, sería un mentiroso como vosotros.
Pero yo le conozco, y guardo su palabra. Vuestro padre Abrahán se regocijó
pensando en ver mi Día; lo vio y se alegró.»
Entonces los judíos le dijeron: «¿Aún no tienes cincuenta años y has visto a Abrahán?» Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán existiera, Yo Soy.» Entonces tomaron piedras para tirárselas; pero Jesús se ocultó y salió del Templo. 

3) Reflexión

• El capítulo 8 parece una exposición de obras de arte, en la que se pueden admirar y contemplar famosas pinturas, una al lado de otra. El evangelio de hoy trae otra pintura, un diálogo entre Jesús y los judíos. No hay mucho nexo entre una y otra pintura. Es el espectador o la espectadora que, en su observación atenta y orante, consigue descubrir el hilo invisible que enlaza entre sí las pinturas, los diálogos. De este modo vamos penetrando poco a poco en el misterio divino que envuelve a la persona de Jesús.

• Juan 8,51: ‘Si alguno guarda mi palabra, no probará la muerte jamás’. Jesús hace una solemne afirmación. Los profetas decían: ¡Oráculo del Señor! Jesús dice: “¡En verdad, en verdad os digo!” Y la afirmación solemne es ésta: “¡Si alguno guarda mi palabra, no probará la muerte jamás!” De muchas maneras este mismo tema aparece y reaparece en el evangelio de Juan. Son palabras de grande profundidad.

• Juan 8,52-53: Abrahán y los profetas murieron. La reacción de los judíos es inmediata: «Ahora estamos seguros de que tienes un demonio. Abrahán murió, y también los profetas. ;y tú dices: ‘Si alguno guarda mi palabra, no probará la muerte jamás.’¿Eres tú acaso más grande que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron. ¿Por quién te tienes a ti mismo?” Ellos no entendieron el alcance de la afirmación de Jesús. Diálogo de sordos..

• Juan 8,54-56: Quien me glorifica es mi Padre. Siempre y de nuevo Jesús toca la misma tecla: el está de tal modo unido al Padre que nada de lo que dice y hace es de él. Todo es del Padre. Y añadía: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada; es mi Padre quien me glorifica, de quien vosotros decís: `Él es nuestro Dios’, y sin embargo no le conocéis, yo sí que le conozco, y si dijera que no le conozco, sería un mentiroso como vosotros. Pero yo le conozco, y guardo su palabra. Vuestro padre Abrahán se regocijó pensando en ver mi Día; lo vio y se alegró”. Estas palabras de Jesús deben haber sido como una espada que hiere la auto-estima de los judíos. Decir a las autoridades religiosas: “¡No conocéis al Dios que decís conocer!» ¡Yo le conozco y vosotros no le conocéis!”, es lo mismo que acusarlos de total ignorancia en aquel asunto sobre el cual enseñaban ser doctores especializados. Y la palabra final aumenta la medida: “Vuestro padre Abrahán se regocijó pensando en ver mi Día; lo vio y se alegró”.

• Juan 8,57-59: “¿Aún no tienes cincuenta años y has visto a Abrahán?” Tomaron todo al pie de la letra mostrando así que no entendían nada de lo que Jesús estaba diciendo. Y Jesús hace una nueva afirmación solamente: “¡En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán existiera, YO SOY!” Para los que creen en Jesús, es aquí que alcanzamos el corazón del misterio de la historia. De nuevo piedras para matar a Jesús. Ni siquiera esta vez lo conseguirán, ¡pues aún no ha llegado la hora! ¡Quien determina el tiempo y la hora es Jesús! 

4) Para la reflexión personal

• Diálogo de sordos entre Jesús y los judíos. ¿Has tenido alguna vez la experiencia de conversar con alguien que piensa exactamente lo contrario y no se da cuenta de ello?
• ¿Cómo entender esta frase: “Vuestro padre Abrahán se regocijó pensando en ver mi día; lo vio y se alegró”? 

5) Oración final

Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro.
Recordad las maravillas que hizo,
sus prodigios, las sentencias de su boca. (Sal 104)

La alegría y la esperanza del cielo (Alegría)

En una piadosa permisión, les permite gozar (en el Sabor) durante un tiempo muy corto la contemplación de la alegría que dura siempre, para hacerles sobrellevar con mayor fortaleza la adversidad (San Beda, Coment. sobre S. Marcos, 8).

Porque el reino de Dios está dentro de vosotros. Quizás da a conocer que el reino de los cielos está en nosotros para manifestar la alegría que produce en nuestras almas el Espíritu Santo; ella es como la imagen y el testimonio de la constante alegría que disfrutan las almas de los santos en la otra vida (San Gregorio de Nisa, en Catena Aurea, vol. VI, p. 279).

Si tenemos fija la mirada en las cosas de la eternidad, y estamos persuadidos de que todo lo de este mundo pasa y termina, viviremos siempre contentos y permaneceremos inquebrantables en nuestro entusiasmo hasta el fin. NI nos abatirá el infortunio, ni nos llenará de soberbia la prosperidad, porque consideraremos ambas cosas como caducas y transitorias (Casiano, Instituciones, 9).

El gozo en el Señor debe ir creciendo continuamente, mientras que el gozo en el mundo debe ir disminuyendo hasta extinguirse. Esto no debe extenderse en el sentido de que no debamos alegrarnos mientras estemos en el mundo, sino que es una exhortación a que, aun viviendo en el mundo, nos alegremos ya en el Señor (San Agustín, Sermón 171).

Entonces será la alegría plena y perfecta, entonces el gozo completo, cuando ya no tendremos por alimento la leche de la esperanza, sino el manjar sólido de la posesión. Con todo, también ahora, antes de que esta posesión llegue a nosotros, antes de que nosotros lleguemos a esta posesión, podemos alegrarnos ya con el Señor. Pues no es poca la alegría de la esperanza, que ha de convertirse luego en posesión (San Agustín, Sermón 21).

Comentario – Jueves V de Cuaresma

El texto de san Juan prolonga la polémica de Jesús con los judíos. En el transcurso de la misma va aumentando la tensión hasta desencadenar un verdadero conflicto con grave riesgo para la vida del Maestro de Nazaret. Jesús, solemnizando, llega a decirles: Os aseguro: Quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre, como concediendo a su palabra no sólo efectos medicinales, sino también vivificantes o generadores de inmortalidad.

Aquello les sonó a falta de juicio, además de a intolerable pretensión. Ahora vemos claro –le dijeron- que estás endemoniado –por no decir, loco-; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: «Quien guarde mi palabra no conocerá lo que es morir para siempre»? También los profetas murieron; ¿por quién te tienes? He aquí la cuestión. Jesús se tenía por alguien capaz de dar la vida, o de recuperarla, o de mantenerla. Es verdad que los patriarcas y los profetas, aun siendo hombres tan excepcionales, habían muerto. Pero él se tiene por más que profeta: Aquí hay uno que es más que Jonás… más que Salomón –dirá en otra ocasión-. ¿Pretensión o realidad? Los acontecimientos posteriores dictarían sentencia: Jesús murió, como cualquier hombre, como los santos profetas de su tradición; pero la muerte no lo retuvo, porque según el testimonio de los apóstoles resucitó al tercer día. No supo, por tanto, lo que es morir para siempre; porque no murió para siempre.

Pero volvamos de nuevo a la discusión. Los judíos le acusan de presunción, de fanfarronería o de vanagloria. Por eso Jesús responde en estos términos: Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: «Es nuestro Dios», aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera: «No lo conozco», sería como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día: lo vio, y se llenó de alegría.

La gloria humana es vanagloria, y la gloria con la que uno pretende glorificarse o enaltecerse a sí mismo, más vana todavía. Jesús se reafirma en la idea de que no se está glorificando a sí mismo, aunque lo parezca, puesto que habla de sí mismo y del poder inherente a su palabra, sino que es su Padre, Dios, el que lo glorifica en las obras que le ha concedido realizar y el que lo glorificará en su día, resucitándolo de entre los muertos. Ese Dios, al que ellos invocan como su Dios, es un auténtico desconocido para ellos; y si dicen que lo conocen están mintiendo. Jesús no para de tensar la cuerda hasta que finalmente se rompa. Les echa en cara su desconocimiento de Dios; les acusa de embusteros; y cuando se remite a Abrahán como testigo presencial y gozoso de su triunfo, hace crecer la indignación de sus oyentes que ya no pueden digerir por más tiempo el discurso de Jesús. Le dicen: No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?

Jesús lleva la réplica hasta extremos ‘intolerables’ para aquellos oídos: Os aseguro que antes que naciera Abrahán existo yo. El Nazareno parece aludir a una misteriosa preexistencia que les rompe todos sus esquemas mentales. Antes había hablado de un «no morir para siempre»; después, hablará de Abrahán como espectador gozoso del día triunfal de su resurrección; ahora habla de una existencia «anterior» a la de Abrahán, su antepasado. Todo muy extraño, y más que extraño, falto de juicio e inaceptable para una mentalidad como la de aquellos judíos que lo escuchaban. Estas últimas palabras desataron definitivamente su cólera hasta el punto de coger piedras para arrojárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo. Tampoco ésta era su hora; pero tuvo que esquivar su linchamiento.

El incidente narrado por san Juan nos dice a las claras que a Jesús, o se le acepta tal como es, acogiendo su testimonio con actitud de fe y sin prejuicios o esquemas previos, o se le rechaza como alguien que ha enloquecido o ha perdido el sentido de la realidad o que no encaja de ninguna manera en nuestros esquemas mentales. Es preciso acogerlo como un novum que irrumpe en nuestras vidas desviándolas de sus órbitas ordinarias. O se acepta que no es un hombre cualquiera, o difícilmente se le puede aceptar. Lo que seguramente pretende decirnos san Juan con este relato que refleja los últimos días de la vida terrena de Jesús con su carga de enfrentamiento y de conflicto es que, o le acogemos como el Hijo de Dios que viene a cumplir una misión en el mundo, o tenemos que desecharle como un loco iluso y extraviado que no merece sino desprecio o, quizá, compasión. Tal es la alternativa en la que nos sitúa su presencia entre nosotros, el signo de contradicción que encarnó en su existencia humana. Pidamos al Señor luz (=fe) para ver su realidad más profunda y auténtica.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos «Apostolorum Successores»

21. Apoyo a las iniciativas de la Santa Sede en ámbito internacional.

El Obispo, según las posibilidades de su Iglesia, contribuye a la realización de los fines de las instituciones y asociaciones internacionales promovidas y sostenidas por la Sede Apostólica: en favor de la paz y la justicia en el mundo, de la tutela de la familia y de la vida humana desde la concepción, del progreso de los pueblos y de otras iniciativas.

Como forma particular de acción apostólica en ámbito internacional, la Santa Sede está representada a pleno título en los principales organismos internacionales e interviene activamente en varios congresos convocados por estos organismos. En estas instancias internacionales, la Iglesia debe hacerse escuchar en defensa de la dignidad del hombre y de sus derechos fundamentales, de la protección de los más débiles, de la justa ordenación de las relaciones internacionales, del respeto de la naturaleza, etc. El Obispo no dejará de sostener tales iniciativas ante los fieles y ante la opinión pública, teniendo presente que su ministerio pastoral puede incidir notablemente en el consolidación de un orden internacional justo y respetuoso de la dignidad del hombre.(64)


64 Cf. Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptoris Missio, 37; Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Dominus Jesus, VI.

¿Quién es éste?

1. “¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Viva el Altísimo!” Así gritó la multitud enardecida al paso de Jesús montado en el burrito, rumbo a la ciudad de Jerusalén. Son aclamaciones de júbilo.

«La multitud extendió sus mantos por el camino”. Otros “cortaban ramas de los árboles y alfombraban la calzada”. Y la gente que iba delante y detrás de él gritaba: “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!”

Y al entrar él en Jerusalén, toda la ciudad preguntaba alborotada: “¿Quién es éste?”. Y la gente que venía con él –dice san Mateo– decía:

–Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea”.

Dice un poeta hablando de las palmeras: “Molinos verdes, molinos vegetales. Rosa de los vientos de la fama, sus verdes agujas están ahí, desde el principio de los siglos, sobre los esbeltos troncos cimbreantes, plegándose a todas las arbitrariedades de la gloria. Por su inviolada gracia separada del suelo, por su fácil inclinarse reverentemente, por su tendencia sumisa a curvarse en dosel, el mundo se fijó inmemorialmente en la hoja de la palmera para cargarla de enfáticas significaciones triunfales. Y por eso ella, insolente y presumida, consciente de su glorioso simbolismo, se abre, en estrella, sobre su altura inaccesible, como diciendo irónicamente que la gloria hoy sopla hacia acá y mañana hacia allá, en arbitraria rueda divergente».

2. Aquel día de Ramos en Jerusalén, la gloria triunfal sopló hacia Oriente, por donde Jesús venía en su pollina. Como hacía siglos había soplado hacia Judas Macabeo, que, victorioso y salpicado de sangre, entró en Jerusalén, “entre gritos de júbilo y ramos de palma, al son de la citara y de los címbalos”, como sopló otro día hacia Vespasiano, cuando, entre palmas, según Flavio Josefo, entró vencedor en Roma; o hacia Tito, cuando entró, pisando palmas, en Antioquia.

Así, sin fijeza ni seriedad, cumplía el signo de la fama humana, su destino incongruente y arbitrario de señalar todos los cuadrantes del viento: hoy, un tirano, mañana, un general; pasado, un profeta. Historia poco lúcida de las palmas triunfales de los hombres: un día, adulación al vencedor, otro día, consolidación del despojo; otro, vanidad de oro mustio bordado en el académico de uniforme.

Pero un día las palmas se tendieron, como alfombra, a la entrada de Jerusalén, al paso de Jesús. ¿Fue aquella una hora para Jesús de júbilo y victoria? Más bien que allí empezó Jesús su camino de pasión, en las reconditeces de su pecho. Porque Él tenía que oír las sílabas trágicas del “Crucifícale”, mudamente enlazadas en las sílabas jubilosas del “Viva el Hijo de David”.

Las palmas reciben también la salpicadura del rojo bautismo e invierten su sentido. De signos ruidosos de la victoria visible y el triunfo material pasan a ser signos puros de las victorias internas, calladas y paradójicas, que tienen ante el mundo cara de derrotas: el martirio y la virginidad.

El tipo de mártir parece, ante los ojos, el extremo humano opuesto al tipo del vencedor que agasajaban las antiguas palmas triunfales: El mártir es el vencido, el escupido, el humillado, el quemado en parrillas. La virgen también parece, ante los ojos, la inversión de todo ruidoso triunfo vital: La virgen es la abandonada, la olvidada, la silenciosa, la despreciada de todo un mundo antiguo lleno de cultos de cosecha y de maternidad. Pero Jesús había venido a invertir las cosas. Él, muriendo, vence a la muerte; Él reina con cetro de caña.

3. Por eso Jesús sobre su pollina, avanzaría, un poco triste, por el camino que baja del monte de los Olivos, y entró en Jerusalén orlado, aquella tarde, de palmas en delirio. Porque Él sabía que las palmas del mundo, sobre la copa de la palmera, son una estrella redonda y divergente, perplejidad vegetal, que parece interrogar al viento: ¿Por aquí? ¿Por allí? (ya que suelen mecerse como juguetes del viento). Y Él soñaba con las legiones de sus mártires, de sus vírgenes, que, naciendo del pie de la Cruz como ríos de abnegación y sacrificio, habían de cruzar los siglos de la historia con un temblor de palmas en las manos; pero de palmas altas, erectas, verticales, con una firme y única dirección hacia el cielo: por aquí, por aquí… La eterna perplejidad de la palmera ha quedado resuelta y contestada por el testimonio de miles y miles de vírgenes y por el testimonio de miles y miles de mártires, a través de estos dos mil años de cristianismo

Antonio Díaz Tortajada

Pasión de nuestro Señor Jesucristo

Al acercarse a Jerusalén, llegaron a Betfagé, al monte de los Olivos; Jesús envió a dos discípulos, diciéndoles: «Id a la aldea de enfrente; a la entrada encontraréis una borriquilla atada, y con ella un pollino; desatadlos y traédmelos. Y si alguien os dice algo, decidle: “El Señor los necesita, y en seguida los devolverá”». Esto ocurrió para que se cumpliera lo que había dicho el profeta: Decid a la hija de Sión: Mira que tu rey viene a ti humilde y montado en un asno, en un pollino, hijo de animal de carga. Los discípulos fueron e hicieron como Jesús les ordenó, y trajeron la borriquilla y el pollino. Pusieron sobre ellos sus mantos, y Jesús se montó. Muchos alfombraban el camino con sus mantos, y otros con ramas que cortaban de los árboles. Los que iban delante y detrás gritaban: ¡Hosanna al hijo de David! Bendito el que viene en nombre del Señor. ¡Hosanna en el Cielo! Al entrar él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió; decían: «¿Quién es éste?». Y la gente respondía: «Éste es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea». 
Mateo 27, 11-54

PARA MEDITAR

Hoy vamos a disfrutar de como muchas personas reconocieron a Jesús como el Hijo de Dios cuando entró en Jerusalén. Es muy emocionante ver como las personas se convierten y descubren en Jesús un camino de felicidad.

Hoy es un día de alegría para todos los cristianos. Celebramos la entrada en Jerusalén. Es un motivo de fi esta. Es verdad que poco tiempo después Jesús fue crucificada y fueron muy pocos los que se mantuvieron cerca de Jesús. Esto también nos debe hacer recordar que la fe debemos cuidarla. Si no la cuidamos, si no la vivimos todos los días, la fe se puede debilitar y a veces puede perderse. Cuidemos la fe en estos tiempos necesitados de esperanza.

PARA HACER VIDA EL EVANGELIO

  • Recuerda algún momento en el que hayas vivido algún momento muy feliz en la Iglesia.
  • ¿Cuál es la fuente de la alegría de los cristianos? ¿Cómo podemos transmitir alegría a los demás?
  • Toma un compromiso sencillo para que esta semana hables y escuches un poco mejor a Dios.

 

ORACIÓN

Tú entras triunfal en el borrico,
sabiendo lo que te espera,
dispuesto a cumplir la voluntad de tu Padre.
Contigo sabemos que LA VIDA, la verdadera vida,
no nos la pueden quitar,
sólo nos pueden robar el poder, el prestigio,
el dinero, la salud y la vida física,
pero la buena vida, la vida en abundancia,
esa no nos la puede quitar nadie
si nos sentimos habitados por Ti y hacemos
las cosas contigo y a tu manera.
Jesús, eres el mejor maestro del morir
y del vivir, del amar y del perdonar.
Jesús, estar cerca de Ti nos hace sabios,
nos hace fuertes, nos hace inmortales.
Cuando no podamos con nuestros cálices,
o con los de los hermanos,
envuélvenos en tu pasión de vivir y morir,
mas no se haga nuestra voluntad,
sino la tuya… siempre.

Vivir y morir con pasión

Montado en un borrico entras en Jerusalén.
Vienes de enseñarnos la pasión de vivir
y ahora nos vas a demostrar la pasión de morir…
Todo Tú, Jesús, eres una lección de vida.
Nos vas marcando el camino,
nos vas dejando las huellas de cómo hemos
de vivir, de cómo ser felices.
de cómo hacer posible ese cielo nuevo
y esa tierra nueva que Tú nos propones.

Entras en borrico, vehículo ridículo para nosotros.
Siempre elegías lo más pequeño,
todo lo contrario de lo que nos suele gustar
a nosotros, que cuidamos la imagen,
que queremos parecer más de lo que somos,
que nos gusta ser valorados y aparentar.
Vienes de una vida sencilla
y atrevida al mismo tiempo.
No te has guardado nada para Ti, has dicho
todo lo que tenías que decir,
has dado mil lecciones con palabras sencillas,
con cuentos, con historias
que hablaban del amor, de la igualdad,
de la sencillez, del dejarse cuidar por Ti.
Has querido a la gente hasta el extremo,
has adivinado el dolor de cada uno
y el peso de sus vidas.
Has vivido rodeado de amigos y seguidores
y ahora… todos te abandonan.

Tú entras triunfal en el borrico,
sabiendo lo que te espera,
dispuesto a cumplir la voluntad de tu Padre.
Contigo sabemos que LA VIDA, la verdadera
vida, no nos la pueden quitar,
sólo nos pueden robar el poder, el prestigio,
el dinero, la salud y la vida física,
pero la buena vida, la vida en abundancia,
esa no nos la puede quitar nadie
si nos sentimos habitados por Ti y hacemos
las cosas contigo y a tu manera.
Jesús, eres el mejor maestro del morir
y del vivir, del amar y del perdonar.
Jesús, estar cerca de Ti nos hace sabios,
nos hace fuertes, nos hace inmortales.
Cuando no podamos con nuestros cálices,
o con los de los hermanos,
envuélvenos en tu pasión de vivir y morir,
mas no se haga nuestra voluntad,
sino la tuya… siempre.

Mari Patxi Ayerra

Notas para fijarnos en el evangelio – Domingo de Ramos

• Betfagé (1) se encontraba probablemente en la vertiente occidental de monte de los Olivos, frente a Jerusalén, la ciudad símbolo de la presencia de Dios en medio del pueblo.

• Jesús toma la iniciativa en procurarse cabalgadura y entrar en la ciudad. Sólo Mateo añade con insistencia al pollino y la borrica. Lo que se explica por la cita profética que añade Mateo, y no trae ni Marcos ni Lucas: “Decid a la hija de Sión: Mira a tu rey, que viene a ti, humilde, montado en un asno, en un pollino, hijo de acémila”. Es un texto de Zac 9,9-10, en el que Mateo ha dejado solo “humilde”, y ha omitido los adjetivos “justo, victorioso”, y el v.10, de carácter más bélico: “Destruiré los carros de Efraín y los caballos en Jerusalén, destruirá los arcos de guerra y dictará paz a las naciones…” Mateo, que ha leído ese oráculo mesiánico, concentra su atención en lo esencial: el rey llega con rasgos de “humildad” y se presenta lleno de dulzura. La borrica se opone al caballo que, en la Biblia, es siempre la montura guerrera. El Mesías viene a Jerusalén no como el Señor de la guerra y conquistador; viene como portador de la Salvación y la Paz, sin carros, caballos ni armas.

• A Jesús lo reconocen como Rey, un Rey que trae la Paz, según la simbología bíblica (Zac 9,9; Is 62,11). Mateo habla de una multitud enardecida: el entusiasmo se trasluce en los gestos (extienden mantos, ramas de árboles, gritan, lo aclaman como rey de Israel, heredero del trono de David y en quien se cumple la promesa hecha por el profeta Natán (2Sm7, 12-16) y en la anunciación (Lc 1,32-33). Mateo ha identificado a Jesús como Rey lleno de ternura-dulzura por medio de Zacarías, y ahora lo hace como el soberano nacido de la estirpe de David (el guerrero).

• La palabra “¡Hosanna,…!” (9) era originariamente una petición de ayuda: «¡sálvanos!» (Sal 118,25s). Más tarde se convirtió en una aclamación mesiánica, que es el sentido que tiene aquí.

• Toda la escena, con “una multitud” aclamando (8-9) recuerda la coronación de un Rey (1Re 1,38-40).

• Que “toda la ciudad preguntaba alborotada” (10) ya lo había predicho Mateo en las escenas del nacimiento (Mt 2,3). Ante Jesús nadie queda indiferente, todo el mundo se posiciona: unos para acogerlo y otros para rechazarlo. Se preguntan por la identidad de Jesús, y la multitud lo identifica con el profeta anunciado, el segundo Moisés (Dt 18,15.18); así, no se espera ruptura sino continuidad con las instituciones judías… Así, si leemos lo que le ocurre a Jesús en Jerusalén, vemos que más tarde este mismo pueblo pide la muerte de Jesús.

• La gente se ha posicionado… Esto se ha ido viendo a lo largo de todo el camino hasta Jerusalén. Pero la toma de postura definitiva será la de cada uno, también nosotros, ante su Muerte y Resurrección. Quienes hoy vivimos la Eucaristía (y sabemos que en ella viene Jesús) deberíamos salir luego a la calle y, sin dejarnos instrumentalizar, deberíamos ejercer el señorío sobre las cosas con dulzura y mansedumbre (al servicio del Reino de Dios).

Comentario al evangelio – Jueves V de Cuaresma

En la galería de personajes que acompañan nuestra Cuaresma, hoy le toca el turno al “viejo beduino”: o sea, a Abrahán. El libro del Génesis nos cuenta la alianza que Dios hace con él. Y en el evangelio de Juan, Jesús se atreve a decir que en él se realiza plenamente la alianza que Dios hizo con el viejo beduino: Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día: lo vio, y se llenó de alegría.

Vayamos por partes. La alianza que se describe en el Génesis no está registrada en ningún tratado de derecho. Dios le promete a Abrahán dos cosas: una descendencia numerosa (Serás padre de muchedumbre de pueblos) y una tierra a perpetuidad (Os daré a ti y a tu descendencia futura la tierra en que peregrinas, como posesión perpetua). A cambio, este contrato tan original pide del otro socio una sola cosa: Guardad mi alianza, tú y tus descendientes, por siempre. Es la famosa fórmula “dos contra uno”.

La cosa no tendría más trascendencia si no fuera por dos pequeños, insignificantes detalles que Dios parece pasar por alto: el socio Abrahán, y su pareja Sara, son unos viejos de cuidado (por lo tanto, poco aptos para fáciles procreaciones) y la tierra que piensa darles tiene ya título de propiedad (por lo tanto, va a ser necesaria una expropiación que va contra todo derecho internacional). En otras palabras, la alianza que Dios hace es una verdadera provocación. No se trata de poner la firma a bienes contantes y sonantes sino a promesas que no se ven y que exigen una fe de caballo (quizá fuera mejor decir de “camello”, teniendo en cuenta las costumbres del viejo beduino). En el texto que leemos hoy no se dice expresamente, pero Abrahán, en el borde de lo absurdo, se fía. Ahora entendemos por qué se le conoce como el “padre de los creyentes”.

Vayamos ahora a Jesús. Su estilo no es menos provocativo que el de Dios Padre: Os aseguro que antes que naciera Abrahán existo yo. Después de una afirmación de este calibre, no es nada extraño que cogieran piedras para tirárselas. ¿De qué se está hablando en la controversia? ¡Pues de la verdadera identidad de Jesús! La referencia a Abrahán es un recurso para poner de relieve el contraste promesa-realidad. Abrahán representa la promesa. Jesús es ya la realidad. En él, la alianza ha llegado a su plenitud: nace un pueblo numeroso que habita la tierra como propiedad.

No pasemos por alto un pequeño detalle sobre el que los exegetas no acaban de ponerse de acuerdo (¿Se ponen de acuerdo sobre algo alguna vez?). Me refiero a esa “insinuación cronológica” que parece hacer a Jesús un poco más viejo de lo que solemos imaginar: No tienes todavía cincuenta años. O sea, que no debía de andar demasiado lejos. ¿O también aquí el cincuenta tiene sólo un valor simbólico? Discuten los autores.