Vísperas – Lunes Santo

VÍSPERAS

LUNES SANTO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!

Cantemos la nobleza de esta guerra,
el triunfo de la sangre y del madero;
y un Redentor, que en trance de Cordero,
sacrificado en cruz, salvó la tierra.

Dolido mi Señor por el fracaso
de Adán, que mordió muerte en la manzana,
otro árbol señaló, de flor humana,
que reparase el daño paso a paso.

Y así dijo el Señor: «¡Vuelva la Vida,
y que el Amor redima la condena!»
La gracia está en el fondo de la pena,
y la salud naciendo de la herida.

¡Oh plenitud del tiempo consumado!
Del seno de Dios Padre en que vivía,
ved la palabra entrando por María
en el misterio mismo del pecado.

¿Quién vio en más estrechez gloria más plena,
y a Dios como el menor de los humanos?
Llorando en el pesebre, pies y manos
le faja una doncella nazarena.

En plenitud de vida y de sendero,
dio el paso hacia la muerte porque él quiso.
Mirad de par en par el paraíso
abierto por la fuerza de un Cordero.

Al Dios de los designios de la historia,
que es Padre, Hijo y Espíritu, alabanza;
al que en la cruz devuelve la esperanza
de toda salvación, honor y gloria. Amén.

SALMO 44: LAS NUPCIAS DEL REY

Ant. Sin figura, sin belleza, lo vimos sin aspecto atrayente.

Me brota del corazón un poema bello,
recito mis versos a un rey;
mi lengua es ágil pluma de escribano.

Eres el más bello de los hombres,
en tus labios se derrama la gracia,
el Señor te bendice eternamente.

Cíñete al flanco la espada, valiente:
es tu gala y tu orgullo;
cabalga victorioso por la verdad y la justicia,
tu diestra te enseñe a realizar proezas.
Tus flechas son agudas, los pueblos se te rinden,
se acobardan los enemigos del rey.

Tu trono, oh Dios, permanece para siempre,
cetro de rectitud es tu centro real;
has amado la justicia y odiado la impiedad:
por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido
con aceite de júbilo
entre todos tus compañeros.

A mirra, áloe y acacia huelen tus vestidos,
desde los palacios de marfiles te deleitan las arpas.
Hijas de reyes salen a tu encuentro,
de pie a tu derecha está la reina,
enjoyada con oro de Ofir.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Sin figura, sin belleza, lo vimos sin aspecto atrayente.

SALMO 44:

Ant. Le daré una multitud como parte, porque expuso su vida a la muerte.

Escucha, hija, mira: inclina tu oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna;
prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu señor.
La ciudad de Tiro viene con regalos,
los pueblos más ricos buscan tu favor.

Ya entra la princesa, bellísima,
vestida de perlas y brocado;
la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes,
la siguen sus compañeras:
la traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.

«A cambio de tus padres, tendrás hijos,
que nombrarás príncipes por toda la tierra.»

Quiero hacer memorable tu nombre
por generaciones y generaciones,
y los pueblos te alabarán
por los siglos de los siglos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Le daré una multitud como parte, porque expuso su vida a la muerte.

CÁNTICO de EFESIOS: EL DIOS SALVADOR

Ant. Dios nos ha concedido generosamente su gracia en su querido Hijo; por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención.

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante Él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Dios nos ha concedido generosamente su gracia en su querido Hijo; por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención.

LECTURA: Rom 5, 8-9

La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvos del castigo!

RESPONSORIO BREVE

R/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
V/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/ Porque con tu cruz has redimido al mundo.
V/ Y te bendecimos.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.

PRECES

Atiende al Salvador de los hombres, que, muriendo, destruyó nuestra muerte y, resucitando, restauró la vida, y digámosle humildemente:

Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.

Redentor nuestro, concédenos que por la penitencia nos unamos más plenamente a tu pasión,
— para que consigamos la gloria de la resurrección.

Concédenos la protección de tu Madre, consuelo de los afligidos,
— para que podamos confortar a los que están atribulados, mediante el consuelo con que tú nos confortas.

Haz que tus fieles participen en tu pasión mediante los sufrimientos de su vida,
—para que se manifiesten en ellos los frutos de tu salvación.

Tú que te humillaste, haciéndote obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz,
—enseña a tus fieles a ser obedientes y a tener paciencia.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Haz que los difuntos sean transformados a semejanza de tu cuerpo glorioso,
— y a nosotros danos un día parte en su felicidad.

Fieles a la recomendación del Salvador, nos atrevemos a decir:
Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso, mira la fragilidad de nuestra naturaleza, y levanta nuestra débil esperanza con la fuerza de la pasión de tu Hijo. Él que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Lunes Santo

1) Oración inicial

Dios todopoderoso, mira la fragilidad de nuestra naturaleza y levanta nuestra débil esperanza con la fuerza de la pasión de tu Hijo. Que vive y reina contigo.

2) Lectura

Del Evangelio según Juan 12,1-11
Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Le dieron allí una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó del olor del perfume. Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?» Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella. Jesús dijo: «Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura. Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre me tendréis.»
Gran número de judíos supieron que Jesús estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos judíos se les iban y creían en Jesús. 

3) Reflexión

• Estamos entrando en la Semana Santa, en la semana de la pascua de Jesús, de su pasaje de este mundo al Padre (Jn 13,1). La liturgia de hoy coloca ante nosotros el comienzo del capítulo 12 del evangelio de Juan, que enlaza el Libro de las Señales (cc 1-11) y el Libro de la Glorificación (cc.13-21). Al final del «Libro de las Señales», aparece con claridad la tensión entre Jesús y las autoridades religiosas de la época (Jn 10,19-21.39) y el peligro que Jesús corre. Varias veces tratarán de matarle (Jn 10,31; 11,8.53; 12,10). Tanto es así que Jesús se ve obligado a llevar una vida clandestina, pues podían detenerle en cualquier momento (Jn 10,40; 11,54).
• Juan 12,1-2: Jesús, perseguido por los judíos, va a Betania. Seis días antes da pascua, Jesús va a Betania en casa de sus amigas Marta y María y de Lázaro. Betania significa Casa de la Pobreza. El estaba siendo perseguido por la policía (Jn 11,57). Quieren matarle (Jn 11,50). Pero aún sabiendo que la policía estaba detrás de Jesús, María, Marta y Lázaro reciben a Jesús en casa y le ofrecen comida. Acoger a una persona perseguida y ofrecerle comida era peligroso. Pero el amor hace superar el miedo.
• Juan 12,3: María unge a Jesús. Durante la comida, María unge los pies de Jesús con medio litro de perfume de nardo puro (cf. Lc 7,36-50). Era un perfume caro, muy caro, de trescientos denarios. Inmediatamente, seca los pies a Jesús con sus cabellos. La casa entera se llena de perfume. En todo este episodio, María no habla. Sólo actúa. El gesto lleno de simbolismo habla de por sí. Lavando los pies, María se convierte en servidora. Jesús repetirá ese mismo gesto en la última cena (Jn 13,5).
• Juan 12,4-6: Reacción de Judas. Judas critica el gesto de María. Afirma que es un desperdicio. ¡De hecho, trescientos denarios era el salario de trescientos días! ¡Así que el salario de casi un entero año fue gastado de una sola vez! Judas piensa que el dinero habría que darlo a los pobres. El evangelista comenta que Judas no tenía ninguna preocupación por los pobres, sino que era un ladrón. Tenía la bolsa común y robaba dinero. Juicio fuerte que condena a Judas. No condena la inquietud por los pobres, sino la hipocresía que usa a los pobres para promoverse y enriquecerse. Según sus intereses egoístas, Judas piensa sólo en el dinero. Por esto no percibe lo que estaba pasando en el corazón de María. Jesús conoce el corazón y defiende a María.
• Juan 12,7-8: Jesús defiende a la mujer. Judas mira el gasto y critica a la mujer. Jesús mira el gesto y defiende a la mujer: “¡Déjala! Que lo guarde para el día de mi sepultura.» Y Jesús añade después: «Porque pobres siempre tendréis entre vosotros.» ¿Quién de los dos vivía más cerca de Jesús: Judas o María? Como discípulo, Judas convivía con Jesús desde hacía casi tres años, veinte cuatro horas al día. Formaba parte del grupo. María se encontraba con él sólo una o dos veces al año, en ocasión de las fiestas, cuando Jesús iba a Jerusalén y la visitaba. Pero la convivencia sin amor no nos hace conocer. Impide ver. Judas era ciego. Mucha gente convive con Jesús y hasta lo alaba con el canto, pero no le conoce de verdad, ni le revela (cf. Mt 7,21). Dos afirmaciones de Jesús merecen un comentario detallado: (a) “Pobres siempre tendréis”, y (b) “Déjale que lo guarde para el día de mi sepultura”.
(a) “Pobres siempre tendréis” ¿Quiso Jesús decir que no debemos preocuparnos con los pobres, visto que va a haber siempre gente pobre? ¿La pobreza es un destino impuesto por Dios? ¿Cómo entender esta frase? En aquel tiempo, las personas conocían el Antiguo Testamento de memoria. Bastaba que Jesús citara el comienzo de una frase del AT, y las personas ya sabían lo demás. El comienzo de esta frase decía: “¡Los pobres los tendréis siempre con vosotros!” (Dt 15,11a). El resto de la frase que la gente ya conocía y que Jesús quiso recordar, era ésta: “¡Por esto, os ordeno: debes abrir tu mano a tu hermano, a aquel de los tuyos que es indigente y pobre en tu tierra!” (Dt 15,11b). Según esta Ley, la comunidad debe acoger a los pobres y compartir con ellos sus bienes. Pero Judas, en vez de decir “abre la mano a favor del pobre” y comparte con ellos tus propios bienes, quería decir que se haga caridad con el dinero de los demás. Quería vender el perfume de María por trescientos denarios y usarlos para ayudar a los pobres. Jesús cita la Ley de Dios que enseñaba lo contrario. Quien, al igual que Judas, hace campaña con el dinero de la venta de los bienes de los demás, no incomoda. Pero aquel que, como Jesús, insiste en la obligación de acoger a los pobres y compartir con ellos sus bienes, éste incomoda y corre el peligro de ser condenado.
(b) «Que lo guarde para el día de mi sepultura». La muerte en la cruz era el castigo terrible y ejemplar, adoptado por los romanos para castigar a los subversivos que se oponían al imperio. Una persona condenada a muerte de cruz no recibía sepultura y no podía ser ungida, pues quedaba colgando de la cruz hasta que los animales se comían el cadáver, o recibía sepultura rasa de indigente. Además de esto, según la Ley del Antiguo Testamento, tenía que ser considerada como, «maldita por Dios» (Dt 21, 22-23). Jesús iba a ser condenado a muerte y muerte de cruz, consecuencia de su compromiso con los pobres y de su fidelidad al Proyecto del Padre. No iba a tener un entierro. Por eso, después de muerto, no iba a poder ser ungido. Sabiendo esto, María se anticipa y lo unge antes de ser crucificado. Con este gesto, indica que aceptaba a Jesús como mesías, aunque estuviera ¡crucificado! Jesús entiende el gesto de la mujer y lo aprueba.
• Juan 12,9-11: La multitud y las autoridades. Ser amigo de Jesús puede ser peligroso. Lázaro corre peligro de muerte por causa de la vida nueva que recibió de Jesús. Los judíos decidieron matarle. Lázaro vivo era la prueba viva de que Jesús era el Mesías. Por esto, la multitud lo buscaba, ya que la gente quería experimentar de cerca la prueba viva del poder de Jesús. Una comunidad viva corre peligro de vida porque es prueba viva de la Buena Nueva de Dios. 

4) Para la reflexión personal

• María fue maltratada por Judas. ¿Te has sentido maltratado/a alguna vez? ¿Cómo has reaccionado?
• ¿Qué nos enseña el gesto de María? ¿En qué tipo de alerta nos pone la reacción de Judas? 

5) Oración final

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mí vida,
¿quién me hará temblar? (Sal 26)

Comentario – Lunes Santo

Seis días antes de la Pascua Jesús fue a visitar a sus amigos de Betania. Allí le ofrecieron una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales. María, la otra hermana, no se había hecho aún presente. Pero en el trascurso de la cena, se presentó, quizá de manera inesperada, con un perfume de nardo, se arrodilló ante Jesús, le ungió los pies con el perfume y se los enjugó con su cabellera. Enseguida surgieron las críticas. Pero el promotor de esta censura era la persona menos indicada para ello. No obstante, Judas, que era la persona en cuestión, eleva su voz difamadora: ¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?

En apariencia, Judas mostraba preocupación por los pobres; y esto parecía justificar el reproche de que se había hecho merecedora María por su acción. Tan justificada se presenta la crítica, que el evangelista se ve obligado a desmentir la verdad de lo expresado por Judas, a quien lo que en realidad importaba no eran los pobres, sino la bolsa con el dinero que la iba engordando. Pero Jesús no aprovecha para poner al descubierto las verdaderas intenciones del discípulo traidor, sino para justificar la acción de María: Déjala–le dice a Judas-: lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis.

Lo de María había sido realmente un derroche de dinero –se trataba de un perfume costoso; Judas calcula su valor monetario en trescientos denarios-, pero semejante derroche escondía un profundo e intenso amor. Al parecer, por lo que destapa Jesús, María lo tenía guardado para el día de su sepultura; pero quizá, no pudiendo esperar a ese día que sospecha ya próximo, decide anticiparse y hacer uso de él en esta ocasión. Jesús valora el gesto por lo que expresa, esto es, por el profundo amor que lo motiva. Y el amor que está en la raíz de este gesto, seguirá dando vida a todos los actos de generosidad que broten de las manos de esta mujer enamorada. Es cierto; a los pobres siempre los tendremos con nosotros para salir a su encuentro e intentar remediar sus carencias; pero a Jesucristo no le quedaba mucho tiempo de vida. Eran sus últimos días y él estaba dispuesto a agradecer todos los gestos de amor venidos de sus amigos. Desaparecido él, siempre seguirían quedando pobres para poder ejercer nuestra caridad.

Lo importante es ser generosos; porque las ocasiones para actuar la generosidad no faltarán, como tampoco faltarán las personas con las que ejercerla. María lo era, al menos con Jesús, a quien amaba. Por él estaría también dispuesta a serlo con todos esos pobres con los que el mismo Jesús se identifica, sobre todo cuando éste dejara de estar sensiblemente presente en este mundo; porque es entonces cuando puede hacer de los necesitados (hambrientos, sedientos, desnudos, enfermos, encarcelados) el sacramento (= signo sensible) de su presencia (espiritual). Ahora que Jesús no necesita ya de nuestras atenciones materiales es cuando se nos pide que nos ocupemos de esos pobres a los que podría socorrerse con los trescientos denarios del perfume de nardo. Porque pasarán las generaciones y aumentará la riqueza de los pueblos o la renta per capita; pero nunca dejará de haber pobres a los que socorrer; y si no lo son de dinero, lo serán de salud, o de afecto, o de compañía, o de cultura, o de honra, o de vínculos familiares, o de gracia divina; pobres, en suma.

Y a la decisión de dar muerte a Jesús, se une ahora la de dar muerte también a Lázaro, el resucitado de entre los muertos; porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús. El que deja penetrar en su corazón el deseo homicida, ya no repara en la cantidad. El número no parece contar demasiado. Es lo que nos suele suceder con el pecado y la acumulación de actos pecaminosos, que una vez emprendida una senda de maldad, de fraude o de injusticia, no parece importar mucho la repetición de actos que van pavimentando ese camino.

Jesús, como nosotros, no fue insensible a los gestos de amor de sus amigos; no lo seamos tampoco a las expresiones de amor que vemos a nuestro alrededor y que están justificadas por el mismo amor que las inspira. Ese amor, si es auténtico, no se detendrá en los amigos, ni en los familiares; alcanzará a otros muchos, porque el amor es difusivo de sí mismo.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos «Apostolorum Successores»

25. Naturaleza.

 Los Concilios particulares son asambleas de Obispos, en las que participan también con voto consultivo otros ministros y fieles laicos, que tienen el fin de proveer, en el propio territorio, a las necesidades pastorales del Pueblo de Dios, estableciendo cuanto convenga para el incremento de la fe,(74) la regulación de la común actividad pastoral, las buenas costumbres y la tutela de la disciplina eclesiástica.(75)

Los Concilios particulares pueden ser provinciales, si su ámbito corresponde a la Provincia eclesiástica, o plenarios, si se trata de las Iglesias particulares de la misma Conferencia Episcopal. Si se trata de un Concilio plenario, o provincial, cuando la Provincia coincida con los límites de una nación, es necesaria la previa aprobación de la Sede Apostólica para proceder a su celebración.(76) Para poder tomar una decisión al respecto, la Sede Apostólica debe conocer con exactitud el motivo que induce a la celebración y también los temas o las materias que serán sometidas a discusión.


74 Cf. Codex Iuris Canonici, can. 753.

75 Cf. Codex Iuris Canonici, can. 445.

76 Cf. Codex Iuris Canonici, cans. 439 y 440 § 1.

Homilía – Domingo de Resurrección

1.- «Nos lo hizo ver y nos encargó predicar» (Hch 10, 34a.37-43)

El discurso de Pedro contiene el «kerigma apostólico»: anuncio de la vida, muerte y resurrección de Jesús. La proclamada parte del bautismo: «Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo», y se resume de manera admirablemente sencilla: «Pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo». El alma de la vida y la obra de Jesús. «Dios estaba con él». Por esta presencia de Dios, será la suya «una vida no abandonada a la muerte». La muerte hace alusión al modo concreto de su ejecución: «Lo mataron, colgándolo de un madero». Y la resurrección apunta a la acción de Dios que no abandona: «Pero Dios lo resucitó de entre los muertos».

Pedro insiste en la experiencia de las apariciones. El m Dios que lo resucitó concede esta «gracia» a los suyos. En efecto, no dice Pedro: «Lo vimos», sino: «Dios nos lo hizo ver». La visión se realiza en el contexto de las comidas pascuales con el Resucitado: «A los que comimos con él después de la resurrección». Prepara ya la lectura de Hechos el entrañable relato de la «comida» de Emaús.

«Justificados por su resurrección», dirá san Pablo El solemne testimonio de Pedro se une al testimonio unánime de los profetas en toda la historia de la salvación «Los que creen en él reciben en su nombre el perdón de los pecados» En el Resucitado, se abre para todos la posibilidad de la vida nueva

 

2.- «Buscad los bienes de allá arriba» (Col 3, 1-4)

Pablo saca la consecuencia de haber resucitado con Cristo de nuevo, la insistencia en una resurrección «compartida». Una vida nueva no sólo para Él, sino para todos los que crean en Él En palabras de nuestro soneto «Buscar bienes, ocultos a los ojos/ más allá de tus lábiles antojos,/ saber que estás muerto y que tu vida/ en Dios —sin fin— con Cristo está escondida».

«Buscad los bienes de allá arriba» ¿Por qué se apunta tan alto Allá «está Cristo sentado a la derecha del Padre» La unión bautismal con Cristo suscita ¡a «querencia» de estar con él y vivir como él Vivir una vida que pueda ser también, un día, resucitada Lo será en la medida en que —como la vida de Cristo— haya sabido adherirse «a los bienes de arriba, no a los de la tierra» No se trata de «ausentarse», se trata de la nueva presencia en el mundo desde Dios «Vuestra vida está con Cristo escondida en Dios»

Y con Cristo, en Dios, está la vida resucitada para la salvación del mundo Pablo apunta al futuro «Cuando aparezca Cristo» La segunda venida en gloria transformante, que será una gloria compartida «Apareceréis, justamente con él en la gloria»

3.- La primera testigo: María Magdalena (Jn 20, 1-9)

Para el cuarto evangelio, María Magdalena es la primera testigo de la Resurrección…, y la primera encargada del anuncio. Bien se la ha podido llamar «apostola apostolorum» («apóstola» de los apóstoles).

Es verdad que en la escena del texto evangélico de hoy, en María Magdalena sólo existe el desconcierto ante el sepulcro vacío; es un primer «anuncio negativo»; «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Pero, más adelante, recibirá el encargo del propio Resucitado: «Vete a mis hermanos y diles…».

El cuarto evangelio presenta, sin embargo, la resurrección «creída» por los apóstoles como el primer eslabón de toda la cadena de testimonios: frente al sepulcro vacío, el desconcierto de María Magdalena y la extrañeza de Pedro… Frente al mismo signo desconcertante, la fina intuición del «otro discípulo a quien el Señor quería»: «Vio y creyó». Para Pedro y para Juan; para la Magdalena y para toda la comunidad, la nueva comprensión de las Escrituras antiguas: «Hasta entonces no habían entendido las Escrituras». Desde su profundización —como la que hace el propio Jesús con los discípulos de Emaús— se imponía una «evidencia de fe»: «Que él había de resucitar de entre los muertos».

Los bienes de allá arriba

Pasar haciendo el bien. Seguir la estela,
que nos marcó su humano itinerario:
curar al ciego, al mudo, al perdulario…,
descerrajar el hambre y la cancela.

Despabilar la llama de tu vela,
ceñirte a tu papel en tu escenario,
abrazarte a tu cruz en tu calvario
y amar a tu enemigo, aunque te duela;

buscar bienes, ocultos a los ojos,
más allá de tus lábiles antojos…;
saber que estás muerto y que tu vida

en Dios —sin fin— con Cristo está escondida.
Eso es resucitar…, sentirte amado,
al ver el monumento abandonado.

 

Pedro Jaramillo

Jn 20, 1-9 (Evangelio – Domingo de Resurrección)

El amor vence a la muerte: la experiencia del discípulo verdadero

El texto de Juan 20,1-9, que todos los años se proclama en este día de la Pascua, nos propone acompañar a María Magdalena al sepulcro, que es todo un símbolo de la muerte y de su silencio humano; nos insinúa el asombro y la perplejidad de que el Señor no está en el sepulcro; no puede estar allí quien ha entregado la vida para siempre. En el sepulcro no hay vida, y Él se había presentado como la resurrección y la vida (Jn 11,25). María Magdalena descubre la resurrección, pero no la puede interpretar todavía. En Juan esto es caprichoso, por el simbolismo de ofrecer una primacía al *discípulo amado+ y a Pedro. Pero no olvidemos que ella recibirá en el mismo texto de Jn 20,11ss una misión extraordinaria, aunque pasando por un proceso de no “ver” ya a Jesús resucitado como el Jesús que había conocido, sino “reconociéndolo” de otra manera más íntima y personal. Pero esta mujer, desde luego, es testigo de la resurrección.

La figura simbólica y fascinante del *discípulo amado+, es verdaderamente clave en la teología del cuarto evangelio. Éste corre con Pedro, corre incluso más que éste, tras recibir la noticia de la resurrección. Es, ante todo, «discípulo», y por eso es conveniente no identificarlo, sin más, con un personaje histórico concreto, como suele hacerse; él espera hasta que el desconcierto de Pedro pasa y, desde la intimidad que ha conseguido con el Señor por medio de la fe, nos hace comprender que la resurrección es como el infinito; que las vendas que ceñían a Jesús ya no lo pueden atar a este mundo, a esta historia. Que su presencia entre nosotros debe ser de otra manera absolutamente distinta y renovada.

La fe en la resurrección, es verdad, nos propone una calidad de vida, que nada tiene que ver con la búsqueda que se hace entre nosotros con propuestas de tipo social y económico. Se trata de una calidad teológicamente íntima que nos lleva más allá de toda miseria y de toda muerte absurda. La muerte no debería ser absurda, pero si lo es para alguien, entonces se nos propone, desde la fe más profunda, que Dios nos ha destinado a vivir con El. Rechazar esta dinámica de resurrección sería como negarse a vivir para siempre. No solamente sería rechazar el misterio del Dios que nos dio la vida, sino del Dios que ha de mejorar su creación en una vida nueva para cada uno de nosotros.

Por eso, creer en la resurrección, es creer en el Dios de la vida. Y no solamente eso, es creer también en nosotros mismos y en la verdadera posibilidad que tenemos de ser algo en Dios. Porque aquí, no hemos sido todavía nada, mejor, casi nada, para lo que nos espera más allá de este mundo. No es posible engañarse: aquí nadie puede realizarse plenamente en ninguna dimensión de la nuestra propia existencia. Más allá está la vida verdadera; la resurrección de Jesús es la primicia de que en la muerte se nace ya para siempre. No es una fantasía de nostalgias irrealizadas. El deseo ardiente del corazón de vivir y vivir siempre tiene en la resurrección de Jesús la respuesta adecuada por parte de Dios. La muerte ha sido vencida, está consumada, ha sido transformada en vida por medio del Dios que Jesús defendió hasta la muerte.

Col 3, 1-4 (2ª lectura – Domingo de Resurrección)

Nuestra vida está en la vida de Cristo

Colosenses 3,1-4, es un texto bautismal sin duda. Quiere decir que ha nacido en o para la liturgia bautismal, que tenía su momento cenital en la noche pascual, cuando los primeros catecúmenos recibían su bautismo en nombre de Cristo, aunque todavía no estuviera muy desarrollada esta liturgia.

El texto saca las consecuencias que para los cristianos tiene el creer y aceptar el misterio pascual: pasar de la muerte a la vida; del mundo de abajo al mundo de arriba. Por el bautismo, pues, nos incorporamos a la vida de Cristo y estamos en la estela de su futuro.

Pero no es futuro solamente. El bautismo nos ha introducido ya en la resurrección. Se usa un verbo compuesto de gran expresividad en las teología paulina «syn-ergeirô»= «resucitar con». Es decir, la resurrección de Jesús está operante ya en los cristianos y como tal deben de vivir, lo que se confirma con los versos siguientes de 3,5ss. Es muy importante subrayar que los acontecimientos escatológicos de nuestra fe, el principal la resurrección como vida nueva, debe adelantarse en nuestra vida histórica. Debemos vivir como resucitados en medio de las miserias de este mundo.

El autor de Colosenses, consideramos que un discípulo muy cercano a Pablo, aunque no es determinante este asunto, ha escogido un texto bautismal que en cierta manera expresa la mística del bautismo cristiano que encontramos en Rom 6,4-8. En nuestro texto de Colosenses se pone más explícitamente de manifiesto que en Romanos, que por el bautismo se adelanta la fuerza de la resurrección a la vida cristiana y no es algo solamente para el final de los tiempos.

Esto es muy importante resaltarlo en la lectura que hagamos, ya que creer en la resurrección no supone una actitud estética que contemplamos pasivamente. Si bien es verdad que ello no nos excusa de amar y transformar la historia, debemos saber que nuestro futuro no está en consumirnos en la debilidad de lo histórico y de lo que nos ata a este mundo. Nuestra esperanza apunta más alto, hacia la vida de Dios, que es el único que puede hacernos eternos.

Oración Lunes Santo

ORACIÓN PARA LA SEMANA SANTA EN LAS COMUNIDADES Y FAMILIAS

LUNES SANTO

Invocación inicial

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos: Amén.

Dispongámonos a escuchar la Palabra de Dios acompañando a nuestros hermanos que están sufriendo las consecuencias de esta pandemia.

Escucha de la Palabra de Dios

Evangelio Jn 12, 1-11 Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura

Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Juan.

Todos: Gloria a ti, Señor.

SEIS días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume. Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice:
«¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?».

Esto lo dijo no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando.
Jesús dijo:

«Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis».
Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron no solo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.

Palabra del Señor.

Todos: Gloria a ti, Señor Jesús.

Se hace un momento de silencio reflexivo. Piensa por un momento en la escena del Evangelio y descubre con qué personaje te identificas, qué te sugiere la palabra de Jesús «porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros» y pregúntate cómo cuidas a los que peor lo pasan en estos momentos.

Oración dominical

Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:

Y todos juntos dicen el Padre nuestro.

Oración final
CONCÉDENOS, Dios todopoderoso,
que, quienes desfallecemos
a causa de nuestra debilidad,
encontremos aliento en la pasión de tu Hijo Unigénito.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Todos: Amén.

El guía dice, mientras todos hacen la señal de la cruz:

El Señor nos bendiga,
nos guarde de todo mal
y nos lleve a la vida eterna.

Todos: Amén.

Hch 10, 34. 37-42 (1ª Lectura – Domingo de Resurrección)

La historia de Jesús se resuelve en la resurrección

La 1ª Lectura de este día corresponde al discurso de Pedro ante la familia de Cornelio (Hch 10,34.37-42), una familia pagana («temerosos de Dios», simpatizantes del judaísmo, pero no «prosélitos», porque no llegaban a aceptar la circuncisión) que, con su conversión, viene a ser el primer eslabón de una apertura decisiva en el proyecto universal de salvación de todos los hombres. Este relato es conocido en el libro de los Hechos como el «Pentecostés pagano», a diferencia de lo que se relata en Hch 2, que está centrado en los judíos de todo el mundo de entonces.

Pedro ha debido pasar por una experiencia traumática en Joppe para comer algo impuro que se le muestra en una visión (Hch 10,1-33) tal como lo ha entendido Lucas. Veamos que la iniciativa en todo este relato es «divina», del Espíritu, que es el que conduce verdaderamente a la comunidad de Jesús resucitado.

El apóstol Pedro vive todavía de su judaísmo, de su mundo, de su ortodoxia, y debe ir a una casa de paganos con objeto de anunciar la salvación de Dios. En realidad es el Espíritu el que lo lleva, el que se adelanta a Pedro y a sus decisiones; se trata del Espíritu del Resucitado que va más allá de toda ortodoxia religiosa. Con este relato, pues, se quiere poner de manifiesto la necesidad que tienen los discípulos judeo-cristianos palestinos de romper con tradiciones que les ataban al judaísmo, de tal manera que no podían asumir la libertad nueva de su fe, como sucedió con los *helenistas+. Lo que se había anunciado en Pentecostés (Hch 2) se debía poner en práctica.

Con este discurso se pretende exponer ante esta familia pagana, simpatizante de la religiosidad judía, la novedad del camino que los cristianos han emprendido después de la resurrección.

El texto de la lectura es, primeramente, una recapitulación de la vida de Jesús y de la primitiva comunidad con Él, a través de lo que se expone en el Evangelio y en los Hechos. La predicación en Galilea y en Jerusalén, la muerte y la resurrección, así como las experiencias pascuales en las que los discípulos *conviven+ con él, en referencia explícita a las eucaristías de la primitiva comunidad. Porque es en la experiencia de la Eucaristía donde los discípulos han podido experimentar la fuerza de la Resurrección del Crucificado.

Es un discurso de tipo kerygmático, que tiene su eje en el anuncio pascual: muerte y resurrección del Señor.