Vísperas – Miércoles dentro de la Octava de Pascua

VÍSPERAS

MIÉRCOLES DENTRO DE LA OCTAVA DE PASCUA

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

¿Qué ves en la noche,
dinos, centinela?

Dios como un almendro
con la flor despierta;
Dios que nunca duerme
busca quien no duerma,
y entre las diez vírgenes
sólo hay cinco en vela.

Gallos vigilantes
que la noche alertan.
Quien negó tres veces
otras tres confiesa,
y pregona el llanto
lo que el miedo niega.

Muerto le bajaban
a la tumba nueva.
Nunca tan adentro
tuvo al sol la tierra.
Daba el monte gritos,
piedra contra piedra.

Vi los cielos nuevos
y la tierra nueva.
Cristo entre los vivos
y la muerte muerta.
Dios en las criaturas,
¡y eran todas buenas! Amén.

SALMO 109: EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE

Ant. María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. Aleluya.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. Aleluya.

SALMO 113A: ISRAEL LIBRADO DE EGIPTO: LAS MARAVILLAS DEL ÉXODO

Ant. Venid a ver el sitio donde yacía el Señor. Aleluya.

Cuando Israel salió de Egipto,
los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario,
Israel fue su dominio.

El mar, al verlos, huyó,
el Jordán se echó atrás;
los montes saltaron como carneros;
las colinas, como corderos.

¿Qué te pasa, mar, que huyes,
y a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros;
colinas, que saltáis como corderos?

En presencia del Señor se estremece la tierra,
en presencia del Dios de Jacob;
que transforma las peñas en estanques,
el pedernal en manantiales de agua.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Venid a ver el sitio donde yacía el Señor. Aleluya.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: LAS BODAS DEL CORDERO

Ant. Jesús dijo: «No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me veréis.» Aleluya.

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios,
porque sus juicios son verdaderos y justos.
Aleluya.

Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos,
los que le teméis, pequeños y grandes.
Aleluya.

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo,
alegrémonos y gocemos y démosle gracias
Aleluya.

Aleluya.
Llegó la boda del Cordero,
Su esposa se ha embellecido.
Aleluya.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Jesús dijo: «No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me veréis.» Aleluya.

LECTURA: Hb 7, 24-27

Jesús, como permanece para siempre, tiene el sacerdote que no pasa. De ahí que puede salvar definitivamente a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder a su favor. Y tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo. Él no necesita ofrecer sacrificios cada día —como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo—, porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.

En lugar del responsorio breve, se dice:

Antífona. Éste es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Jesús entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Jesús entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Aleluya.

PRECES

Oremos a Cristo, que resucitó de entre los muertos y está sentado a la derecha del Padre, y digámosle:

Oh Cristo, siempre vivo para interceder por los hombres, escucha nuestra oración.

Acuérdate, Señor, de los que se han consagrado al ministerio pastoral;
— que sean para tu pueblo ejemplo de santidad.

Concede, Señor, el espíritu de justicia y de paz a los que gobiernan las naciones
— y haz que trabajen para que todos podamos vivir según tu ley.

Concede la paz a nuestros días
— y multiplica los bienes de la tierra, para que los pobres puedan gozar de las riquezas de tu bondad.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Oh Cristo, que con tu triunfo has iluminado el mundo entero y has llamado a la vida a toda la creación, que estaba sometida a la frustración,
— concede la luz eterna a nuestros hermanos difuntos.

Llenos de fe, invoquemos juntos al Padre común, repitiendo la oración que Jesús nos enseñó:
Padre nuestro…

ORACION

Oh Dios, que todos los años nos alegras con la solemnidad de la resurrección del Señor, concédenos, a través de la celebración de estas fiestas, llegar un día a la alegría eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Miércoles dentro de la Octava de Pascua

1) Oración inicial

¡Oh Dios!, que todos los años nos alegras con la solemnidad de la resurrección del Señor; concédenos, a través de la celebración de estas fiestas, llegan un día a la alegría eterna. Por nuestro Señor. 

2) Lectura

Del Evangelio según Lucas 24,13-35
Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que dista sesenta estadios de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó a ellos y caminó a su lado; pero sus ojos estaban como incapacitados para reconocerle. Él les dijo: «¿De qué discutís por el camino?» Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que han pasado allí éstos días?» Él les dijo: «¿Qué cosas?» Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles que decían que él vivía. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.»
Él les dijo: “¡Qué poco entendéis y cuánto os cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No tenía que ser así y que el Cristo padeciera para entrar en su gloria?” Y comenzando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras. Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le rogaron insistentemente: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado.» Entró, pues, y se quedó con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su vista. Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!» Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido al partir el pan.

3) Reflexión

• El evangelio de hoy nos trae el episodio tan conocido de Jesús con los discípulos de Emaús. Lucas escribe en los años 80 para las comunidades de Grecia que en su mayoría eran paganos convertidos. Los años 60 y 70 habían sido muy difíciles. Hubo la gran persecución de Nerón, en el 64. Seis años después, en el 70, Jerusalén fue totalmente destruida por los romanos. En el 72, en Massada, en el desierto de Judá, fue la masacre de los últimos judíos revoltosos. En esos años, todos los apóstoles, testigos de la resurrección, fueron desapareciendo. El cansancio se va imponiendo a lo largo del camino. ¿Dónde encontrar la fuerza y el valor para no desanimarse? ¿Cómo descubrir la presencia de Jesús en esta situación tan difícil? La narración de Jesús a los discípulos de Emaús trata de ser una respuesta a estas preguntas angustiantes. Lucas quiere enseñar a las comunidades cómo interpretar la Escritura para poder redescubrir la presencia de Jesús en la vida.
• Lc 24,13-24: 1º Paso: partir de la realidad. Jesús encuentra a dos amigos en una situación de miedo y de falta de fe. Las fuerzas de la muerte, la cruz, habían matado en ellos la esperanza. Era la situación de mucha gente en tiempo de Lucas y sigue siendo la situación de mucha gente hoy. Jesús se acerca y camina con ellos, escucha, habla y pregunta: «¿De qué estáis hablando?» La ideología dominante, esto es, la propaganda del gobierno y de la religión oficial de la época, les impedía ver. «Nosotros esperábamos que sería él el que iba a liberar…, pero…». ¿Cuál es hoy la conversación del pueblo que sufre? El primer paso es éste: aproximarse a las personas, escuchar su realidad, sentir sus problemas; ser capaz de plantear preguntas que ayuden a las personas a mirar la realidad con una mirada más crítica.
• Lc 24,25-27: 2º Paso: usar la Biblia para iluminar la vida. Jesús usa la Biblia y la historia del pueblo de Dios para iluminar el problema que hacía sufrir a los dos amigos, y para aclarar la situación que ellos estaban viviendo. La usa, asimismo, para situarlos dentro del proyecto de Dios que venía de Moisés y de los profetas. Y así les muestra que la historia no se había escapado de la mano de Dios. Jesús usa la Biblia no como un doctor que ya sabe todo, sino como un compañero que va a ayudar a los amigos para que recuerden lo que habían olvidado. Jesús no provoca un complejo de ignorancia en los discípulos, pero procura despertar en ellos la memoria: “Cuanto os cuesta creer todo lo que anuncian los profetas.”
El segundo paso es éste: con la ayuda de la Biblia, ayudar a las personas a descubrir la sabiduría que ya existe dentro de las mismas, y transformar la cruz, señal de la muerte, en señal vida y de esperanza. Aquello que les impedía caminar, se vuelve ahora fuerza y luz en la caminada. ¿Cómo hacer esto hoy?
Lc 24,28-32: 3º Paso: compartir en la comunidad. La Biblia, de por sí, no abre los ojos. Apenas hace arder el corazón. Lo que abre los ojos y hace ver, es la fracción del pan, el gesto comunitario del compartir, rezar juntos, la celebración de la Cena. En el momento en que los dos reconocen a Jesús, ellos renacen y Jesús desaparece. Jesús no se adueña de la caminada de los amigos. No es paternalista. Resucitados, los discípulos son capaces de caminar con sus propios pies.
El tercer paso es éste: saber crear un ambiente de fe y de fraternidad, de celebración y de compartir, donde pueda actuar el Espíritu Santo. Es él quien nos hace descubrir y experimentar la Palabra de Dios en la vida y nos lleva a entender el sentido de las palabras de Jesús (Jn 14,26; 16,13).
Lc 24,33-35: 4º Paso: El resultado: Resucitar y volver a Jerusalén. Los dos recobran valor y vuelven a Jerusalén, donde continuaban activas las mismas fuerzas de muerte que habían matado a Jesús y que habían matado en ellos la esperanza. Pero ahora ha cambiado todo. Si Jesús está vivo, entonces en él y con él hay un poder más fuerte que el poder que le mató. Esta experiencia ¡los hace resucitar! ¡Realmente todo mudó! ¡Valor, en vez de miedo! ¡Retorno, en vez de ida! ¡Fe, en vez de falta de fe! Esperanza, ¡en vez de desesperación! Conciencia crítica, ¡en vez de fatalismo frente al poder! Libertad, ¡en vez de opresión! En una palabra: ¡vida, en vez de muerte! ¡En vez de la mala noticia de la muerte de Jesús, la Buena Nueva de su Resurrección! ¡Los dos experimentarán la vida, y vida en abundancia! (Jn 10,10). ¡Señal del Espíritu de Jesús actuando en ellos! 

4) Para la reflexión personal

• Los dos dijeron: “¡Nosotros pensábamos que sería él, pero… !” ¿Has vivido ya una situación de desaliento que te ha llevado a decir: “Yo, ¿esperaba, pero…?”
• ¿Cómo lees, usas e interpretas la Biblia? ¿Has sentido arder el corazón al leer y meditar la Palabra de Dios? ¿Lees la Biblia solo o formas parte de algún grupo bíblico? 

5) Oración final

Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas a los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas. (Sal 104)

Lectura continuada del Evangelio de Marcos

Marcos 13, 32

32Pero respecto a aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, solo el Padre.

13, 32: Justamente, sin embargo, cuando el texto marcano parece dispuesto a sugerir que Jesús puede medirse con Dios, señala también una salvedad, a saber, el pasaje contrasta a Jesús con Dios de un modo que los teólogos posteriores encontraron difícil de conciliar con la creencia en la divinidad de aquel. Tan solo Dios mismo, añade Jesús, conoce el día y la hora de la llegada del eschaton; la divinidad no hace partícipes de este conocimiento a ninguno de los seres menores, incluidos los ángeles y el Hijo mismo. Los primeros exegetas se sintieron hondamente preocupados por los espinosos problemas cristológicos creados por esta declaración, y los intérpretes modernos han estado ocupados igualmente con sus ramificaciones escatológicas. Muchos sostienen que la enfática afirmación de que nadie -Jesús incluido- conoce la hora del final limita o neutraliza el elemento de inminencia encontrado en los versículos anteriores.

Ahora bien, esta línea argumental intenta proteger a Jesús de haberse equivocado acerca del momento del fin; sin embargo, este presupuesto está equivocado, ya que muchos textos judíos apocalípticos combinan la idea de que el conocimiento «de la hora» está restringido a Dios con la convicción de la inminencia de esa hora. Esta combinación -intensificar la esperanza de que el tiempo final está cerca, por un lado, y prevenir contra la desmesura apocalíptica, por otro- pone los fundamentos para el pasaje final del capítulo, que exhorta a la comunidad marcana a la incesante vigilancia escatológica.

Comentario – Miércoles dentro de la Octava de Pascua

El relato evangélico de la aparición de Jesús a los discípulos de Emaús es una hermosa catequesis sobre la eucaristía. Iban de camino hacia una aldea cercana a Jerusalén llamada Emaús. Comentaban los sucesos de los que habían sido testigos esos días en Jerusalén: el prendimiento, la pasión, la muerte y la sepultura de Jesús, su Maestro. Mientras conversaban Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero aquellos discípulos, asiduos acompañantes del Maestro durante su vida pública, no lo reconocieron. El evangelista habla de una cierta incapacidad para reconocerlo, como si los trágicos acontecimientos vividos les hubiesen incapacitado para este reconocimiento, como si el haberle visto muerto y destrozado les incapacitase para verle ahora vivo.

El hecho es que no lo reconocen. Y Jesús les pregunta sobre su tema de conversación. Y ellos se extrañan de que, viniendo de Jerusalén, hubiese permanecido al margen de los hechos allí acontecidos: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días? Y le explican, como si él desconociera el caso. Se trataba de Jesús el Nazareno, que había dado muestras de ser un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. A pesar de todo, los sumos sacerdotes y los jefes del pueblo lo entregaron para que lo condenaran a muertey lo crucificaron. Aquellos discípulos entienden que este hecho, la crucifixión, ha supuesto el final de esa aventura emprendida con él tiempo atrás. Su esperanza ha quedado frustrada; pues esperaban que él fuera el futuro liberador de Israel.

Pero los hechos han demostrado la vacuidad de esta expectativa. Habían pasado ya dos días de lo sucedido y cabía esperar que pasasen más días sin que nada se moviese. No obstante, informan de que ha habido algunos sobresaltos: unas mujeres del grupo habían ido muy de mañana al sepulcro encontrándole vacío del cadáver de Jesús y habían tenido una aparición de ángeles que les habían dicho que estaba vivo; seguidamente, algunos se habían acercado por curiosidad a comprobar esta información y habían encontrado el sepulcro como les habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron. La narración revela que los de Emaús no daban demasiado crédito a estos testimonios, sobre todo a la afirmación de que Jesús, el desaparecido del sepulcro, pudiera estar vivo.

Es entonces cuando Jesús se pone a hablarles de las escrituras proféticas como un buen exegeta de la Biblia, haciéndoles caer en la cuenta de algunas cosas y, al mismo tiempo, de su torpeza para entender los acontecimientos más recientes por falta de criterio interpretativo. El criterio lo daba la revelación, ya en el Antiguo Testamento. ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria? Según el relato isaiano del «Siervo de Yahvé» lo era; pues el Ungido de Dios había venido para expiar los pecados de la humanidad. Y si era necesario que el Mesías padeciera, ¿por qué asombrarse de estos padecimientos? No sucedía otra cosa que lo esperado: el cumplimiento de lo predicho en las Sagradas Escrituras. Jesús les hizo ver esto, como un buen exegeta, repasando pormenores y detalles de las predicciones del Antiguo Testamento: comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas; porque toda la Escritura se refería a él.

Ya cerca de la aldea Jesús hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron diciendo: Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída. Su palabra había empezado a esclarecerles muchas cosas. Había entrado en su mente oscurecida y desesperanzada una luz muy luminosa, transformando hasta sus sensaciones somáticas. Todo parecía cambiar en sus vidas arruinadas. Quizá no habían sido vanos sus esfuerzos ni fatuas sus esperanzas. Puede que su Maestro fuera ese futuro libertador de signo distinto al esperado. Tanto habían cambiado sus sensaciones que deseaban mantener esa iluminante compañía; por eso le instan a permanecer con ellos. El atardecer es sólo una excusa. Lo que realmente desean es que esa claridad que ha empezado a brillar en sus vidas perdure y se afiance en ellos. Y Jesús acepta la invitación y se queda. Y estando sentado a la mesa con ellos, reprodujo el gesto de la última cena, esa cena de imborrable memoria; tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio.

En ese mismo instante se les abrieron los ojos y lo reconocieron. De nuevo un signo les abre los ojos que tenían cerrados a la visión. El que aparecía a su vista como un desconocido adquiere el relieve de su Maestro cuando realiza el gesto de la última y memorable cena tenida con sus discípulos. El gesto de tomar el pan, partirlo y repartirlo –lo que había hecho probablemente en otras ocasiones y no sólo en la última cena- es para ellos más elocuente que la misma fisonomía que habían detectado sus ojos. Al momento de reconocerlo, Jesús desaparece, dejándoles sumidos en la reflexión. Y en este estado, comentan: ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras? Efectivamente, ya al contacto con la palabra de aquel forastero habían experimentado la luminosidad de un rayo de luz que les había llegado al corazón cambiando su frialdad y su decepción, infundiéndoles un nuevo ardor. La palabra, cuando aporta luz, tiene esta virtualidad de transformar sensaciones, de introducir esperanza en corazones desesperanzados. Y esto es lo que apreciaron aquellos discípulos, todavía sin reconocer en el portador de esa palabra a su añorado Maestro, y menos aún a su futuro libertador. Pero lo eran; eran las palabras de su Maestro redivivo. Y pudieron reconocerlo al partir el pan. ¿No hay aquí una invitación a reconocer a Jesucristo en el pan de la Palabra y de la Eucaristía? Pues no desaprovechemos esta ocasión.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos «Apostolorum Successores»

34. Espiritualidad típicamente eclesial.

En virtud de los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación que lo unen a todos los fieles, y en virtud de la misma consagración sacramental, la espiritualidad del Obispo es típicamente eclesial y se califica esencialmente como una espiritualidad de comunión,(104) vivida con todos los hijos de Dios en la incorporación a Cristo y en su secuela, según las exigencias del Evangelio. La espiritualidad del Obispo tiene también su especificidad: en efecto, en cuanto Pastor, servidor del Evangelio y esposo de la Iglesia, debe revivir, junto con su presbiterio, el amor esponsal de Cristo en relación con la Iglesia su esposa, en la intimidad de la oración y en la donación de sí a los hermanos y hermanas, para amar a la Iglesia con corazón nuevo y mantenerla unida en la caridad mediante su amor. Por eso, el Obispo promoverá incansablemente por todos los medios la santidad de los fieles y se empeñará para que el Pueblo de Dios crezca en la gracia mediante la celebración de los sacramentos.(105)

En virtud de la comunión con Cristo Cabeza, el Obispo tiene la estricta obligación de presentarse como el perfeccionador de los fieles, es decir, maestro, promotor y ejemplo de la perfección cristiana para los clérigos, los consagrados y los laicos, cada uno según su particular vocación. Esto debe llevarlo a unirse a Cristo en el discernimiento de la voluntad del Padre, de manera que “el pensamiento del Señor” (1 Co 2, 16) ocupe enteramente su modo de pensar, de sentir y de comportarse en medio de los hombres. Su meta debe ser una santidad cada vez mayor, para que pueda decir con verdad: “Sed mis imitadores, como yo lo soy de Cristo” (1 Co 11, 1).


104 Cf. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica postsinodal Pastores Gregis, 13.

105 Cf. Codex Iuris Canonici, can. 387.

Comentario Domingo II de Pascua

Oración preparatoria

Jesús, Señor resucitado, tú saliste al paso a los discípulos que llenos de miedo y faltos de toda esperanza: háblanos como a ellos en el caminar de nuestra vida, ábrenos los ojos y el corazón para reconocerte en tu Palabra y en las Escrituras, llénanos de asombro y gozo cada vez que nos permites reconocerte junto a nosotros, cuando nos reunimos para celebrar tu recuerdo en la Eucaristía. Tú que vives y reinas con el Padre por los siglos de los siglos. AMEN.

 

Jn 20, 19-31

«19Así que, al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas donde estaban los discípulos, por miedo a los judíos, vino Jesús y se puso en medio, y les dice: “Paz a vosotros”.

20Y dicho esto, les mostró las manos y el costado. Así que los discípulos se alegraron al ver al Señor.

21Así que Jesús les dijo de nuevo: “Paz a vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío”.

22Y, dicho esto, sopló y les dice: “Recibid Espíritu Santo. 23A quienes perdonéis los pecados, les son perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”.

24Pero Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús.

25Así que le decían los otros discípulos: “Hemos visto al Señor”.

Pero él les dijo: “Si no veo en sus manos la marca de los clavos y no meto mi dedo en la marca de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré”.

26Y ocho días después, de nuevo estaban dentro sus discípulos y Tomás con ellos. Viene Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio, y dijo: “Paz a vosotros”.
27Luego dice a Tomás: “Trae tu dedo aquí y mira mis manos, y trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”. 28Respondió Tomás: “Señor mío y Dios mío”.

29Le dice Jesús: “¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que no viendo también han creído”.

30Así que muchos otros signos hizo Jesús delante de sus discípulos que no están escritos en este libro. 31Pero estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre».

PALABRA DE DIOS

 

CONTEXTO

Estamos ante el primer final del evangelio de Juan. Antes de nuestro texto, el evangelio ha relatado la escena del sepulcro vacío (Jn 20,1-10) y la aparición de Jesús a María Magdalena (20,11-18). Después, se nos relatará la aparición de Jesús en el lago de Tiberíades (21,1-23) y el segundo final del evangelio, que concluye con una impresionante hipérbole acerca de las acciones del Resucitado, que deja abierta para el creyente la puerta de una relación abierta e interminable con Jesús, Señor de la Vida (21,24-25).

 

TEXTO

El texto evangélico, denso como pocos, nos presenta dos escenas: la primera se sitúa en “el primer día de la semana”, nombre clásico para indicar el día de la resurrección, el domingo, día por excelencia de la asamblea cristiana. Tiene dos momentos: la presencia de Jesús con los discípulos sin Tomás (vv. 19-23) y el diálogo de estos con Tomás (vv. 24-25). La escena siguiente es “ocho días después”, cuando Jesús vuelve a estar con los discípulos y habla con Tomás (vv. 26-29). Después, la primera conclusión del evangelio (vv. 30-31).

 

ELEMENTOS A DESTACAR

• A nivel eclesiológico (discipular), básicamente es un texto de movimientos, de avances, de transformaciones: del miedo a la alegría, de estar cerrados a estar enviados, del no-ver al ver, del ver o no-ver al creer, del creer al vivir. Nada queda igual después de la Resurrección, se inicia un nuevo itinerario radicalmente transformado y transformador. ¿Sentimos esa nueva fuerza en estos primeros días de Pascua?

• A nivel cristológico, se remarca la bondad de Cristo Jesús, que no solo no reprocha a sus amigos el abandono y la soledad en que le dejaron, sino que les regala las primicias de su Pascua: la paz y el Espíritu Santo con el perdón de los pecados. Jesús es el mismo Jesús crucificado pero también el Mesías, el Señor, el Hijo de Dios, Dios mismo. ¿Tiene el papel que sin duda merece en nuestra vida? ¿Experimentamos su bondad en nosotros? ¿Le respondemos en consecuencia?

• A nivel teológico, es impresionante la densa riqueza del misterio de Dios: Padre que envía, Hijo y Señor, Espíritu Santo. ¿Tanto dinamismo de amor de Dios no choca con nuestra modorra espiritual? ¿Ese Misterio señalado nos empuja a profundizar en nuestra relación con Él?

• Tres veces repite Jesús el saludo: “¡Paz a vosotros!”. La paz y la serenidad interior es una marca de los discípulos “habitados” por Jesús. La paz, que es un don del Resucitado, se vuelve tarea de los discípulos en el envío. ¿Dónde urge trabajar la paz entre nosotros?

 

Paso 1 Lectio: ¿Qué dice el texto? Atiende todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas.

Paso 2 Meditatio: ¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?

Paso 3 Oratio: ¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…

Paso 4 Actio: ¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?

Para la catequesis: Domingo II de Pascua

II Domingo de Pascua
19 abril 2020
Fiesta de La Divina Misericordia

Hechos 2, 42-47; Salmo 117; 1Pedro 1, 3-9; Juan 20, 19-31

Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría. De nuevo les dijo Jesús: “La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo”. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar”. Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús, y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”. Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré”. Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Luego le dijo a Tomás: “Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree”. Tomás le respondió: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús añadió: “Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto”. Otros muchos signos hizo Jesús en presencia de sus discípulos, pero no están escritos en este libro. Se escribieron éstos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre.

Reflexión

El día que Jesús resucitó, se apareció a los discípulos, y les dijo la Paz esté con ustedes y sopló sobre ellos. ¿Sabes por qué hizo eso? Para que reciban el Espíritu Santo; con esto los apóstoles dejan atrás el miedo, reciben la fuerza y la energía para seguir a Jesús resucitado. Pero faltaba uno de ellos, ¿Recuerdas el nombre? Faltaba Tomás. ¿Qué dijo Tomás cuando los demás le contaron que habían visto a Jesús? Dijo que NO creería si no tocaba las heridas de sus manos y su costado. Ocho días después Jesús se les apareció e invitó a Tomas a tocar sus heridas. Como Tomás, todos hemos dudado alguna vez. Dios nos busca, nos perdona y nos ama a pesar de ello. ¡¡¡Hoy es un GRAN DIA!!! Celebramos la Divina Misericordia de Jesús. Y en este pasaje vemos cómo Jesús instituye un sacramento, el “Sacramento de la Misericordia”. ¿Qué es la Misericordia? Es mostrar compasión y perdón aún y cuando la persona no se lo merezca. ¿Cómo es la Misericordia de Dios? La Misericordia de Dios es infinita porque NOS AMA. ¿Y cuándo nos apartamos de Dios? Muchas veces nuestros pecados nos alejan de Dios; nosotros decidimos apartarnos de ÉL con nuestras malas acciones. Sin embargo, Dios quiere que nos reconciliemos y volvamos a ÉL. ¿Cómo podemos reconciliarnos con Dios? Jesús creó un maravilloso sacramento llamado CONFESION. ¿Cuándo fue creado este sacramento? En este Evangelio, después de que Jesús sopló sobre sus apóstoles les dijo: “A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar”. Jesús bajo la figura del sacerdote, actúa con su misericordia, si nos acercamos con un corazón arrepentido, dispuesto a NO pecar, mediante la confesión.

Actividad

En las siguientes páginas encontrarás una escena con Tomás y Jesús para colorear y una sopa de letras relacionada con palabras de este Evangelio. ¡Encuéntralas!

 

Oración

Dios mío, Yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman.

¿Qué me quiere decir hoy Jesús?

Apariciones a los discípulos – Juan 20, 19-31

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: -Paz a vosotros. Y diciendo esto, les enseño las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: -Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Y dicho esto exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: -Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos. Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: Hemos visto al Señor. Pero el les contestó: -Si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo. A los ocho días estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: -Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: -Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Contestó Tomás: -¡Señor mío y Dios mío! Jesús le dijo: – ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto. Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su Nombre.

Explicación

A los ocho días de resucitar, Jesús se apareció a los apóstoles, pero faltaba uno Tomás. Al llegar él, le contaron todos a la vez lo de la aparición. Pero Tomás les dijo: -Explicádmelo todo lo que queráis, pero si no toco sus heridas de las manos y del costado, no creeré que es él. Ocho días después llegó Jesús y le dijo a Tomás: -¿Toma mis manos y mi costado. Tomás exclamo: -¡Señor mío y Dios mío! Y Jesús le dijo: -¿Has tenido que ver para creerme? Mejor habría sido que hubieras creído en sus palabras.

Evangelio dialogado

Te ofrecemos una versión del Evangelio del domingo en forma de diálogo, que puede utilizarse para una lectura dramatizada.

SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA – “A”(Jn. 20, 19-31)

NARRADOR: Estaba anocheciendo. Por la mañana corrieron rumores de que el cuerpo de Jesús había desaparecido del sepulcro. Pedro y Juan lo confirmaron. ¿Será verdad que ha resucitado? Los discípulos se han reunido en una casa… Tienen miedo a los judíos. Han cerrado bien las puertas. De pronto…

JESÚS: ¡Paz a vosotros!

APÓSTOLES: ¡Es Él! ¡Es Jesús! ¡Ha resucitado! ¡Era verdad!

JESÚS: ¡Paz a vosotros! Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo… A quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados… y a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

NARRADOR: Jesús desapareció de su vista. Al momento se oyeron unos golpes en la puerta. Alguien llamaba. ¿Quién será…? ¡Es Tomás!

TOMÁS: ¿Qué os pasa? Tenéis cara de asustados.

APÓSTOL 1º: ¡Ha venido el Maestro! ¡Sí, se nos ha aparecido!

APÓSTOL 2º: Sí, sí, ha hablado con nosotros.

TOMÁS: Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado… no lo creo.

NARRADOR: Así quedaron las cosas. No pudieron convencer a Tomás de que Jesús había resucitado. A los ocho días estaban otra vez reunidos los discípulos y Tomás entre ellos. Las puertas seguían cerradas por miedo a los judíos, cuando… aparece Jesús.

JESÚS: ¡Paz a vosotros! ¡Paz a vosotros! Tomás: Trae tu dedo, aquí tienes mis manos. Trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.

TOMÁS: ¡Señor mío y Dios mío!

JESÚS: ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.

NARRADOR: Muchos otros signos, que no están escritos en este libro hizo Jesús a la vista de sus discípulos. Estos están escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios y, para que creyendo, tengáis vida en su nombre.

Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández

Comentario al evangelio – Miércoles dentro de la Octava de Pascua

Por la resurrección de tu Hijo amado has mostrado tu gran protesta contra la muerte. Y contra todo aquello que hizo históricamente inevitable la condena a muerte de tu Hijo del alma. Muestras que estás a favor de la vida y en contra de la muerte de los inocentes.  Resucitando a tu Ungido de entre los muertos le has dado la razón, te has puesto de su parte con todo amor. Has revelado palmariamente que su vida y sus palabras, y sus decisiones, expresan tu amor de Padre, que estabas con él, que no lo abandonaste ni en Getsemaní ni en la soledad de la cruz. Respondiste a su entrega de la vida, haciéndole partícipe de tu abrazo eterno, incluso en su humanidad trasfigurada.

En tu carta de hoy a través de San Lucas nos recuerdas cómo el Resucitado se nos hace encontradizo en la situación de frustración de los discípulos. Los dos de Emaús están viviendo una profunda decepción. Sus esperanzas puestas en Jesús se veían frustradas radicalmente. El profeta poderoso en obras y palabras había sido condenado por las autoridades y crucificado por el gobernador Pilato. Todo parecía gritar que el justo había sido abandonado, que la cruz era el punto final de la maravillosa aventura tras las huellas de Jesús.

El Resucitado de entre los muertos como un caminante más se pone en movimiento con ellos.  Sus ojos eran incapaces de reconocerlo. Pero, poco a poco, se va iluminando su tristeza. Conversan, caminan. Hablan de lo que acaba de suceder en Jerusalén. Mencionan que están sobresaltados por las noticias de apariciones que han dado algunas mujeres. El caminante les va haciendo reflexionar. Les va abriendo los ojos para ver con una nueva mirada; les explica las Escrituras. Se queda con ellos a cenar. Y entonces se dan cuenta que el caminante hace los mismos gestos que había hecho Jesús. Y es en ese signo donde los ojos se le abren como platos. Y reconocen qué es Jesús en persona.

Me doy cuenta, Padre resucitador, que en tu carta de hoy me estás hablando de mi propia historia como discípulo. El nuevo rostro del resucitado no es verificable. Es invisible a los ojos de la cara. Hacen falta los ojos de la fe. Se requiere esa mirada penetrante y sorprendida que lee los hechos visibles como signos de su presencia.

Gracias Padre por recordarnos hoy la belleza del camino de nuestra fe. Gracias por hacernos por encender nuestra vida de luz, cuando escuchamos tu palabra de amor, que es más fuerte que la muerte. Gracias por tu amor que nos resucitará de la muerte.

Bonifacio Fernández, cmf