Vísperas – Viernes dentro de la Octava de Pascua

VÍSPERAS

VIERNES DENTRO DE LA OCTAVA DE PASCUA

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

¡Cristo ha resucitado!
¡Resucitemos con él!
¡Aleluya, aleluya!

Muerte y Vida lucharon,
y la muerte fue vencida.
¡Aleluya, aleluya!

Es el grano que muere
para el triunfo de la espiga.
¡Aleluya, aleluya!

Cristo es nuestra esperanza,
nuestra paz y nuestra vida.
¡Aleluya, aleluya!

Vivamos vida nueva,
el bautismo es nuestra Pascua.
¡Aleluya, aleluya!

¡Cristo ha resucitado!
¡Resucitemos con él!
¡Aleluya, aleluya!

SALMO 109: EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE

Ant. María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. Aleluya.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. Aleluya.

SALMO 113A: ISRAEL LIBRADO DE EGIPTO: LAS MARAVILLAS DEL ÉXODO

Ant. Venid a ver el sitio donde yacía el Señor. Aleluya.

Cuando Israel salió de Egipto,
los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario,
Israel fue su dominio.

El mar, al verlos, huyó,
el Jordán se echó atrás;
los montes saltaron como carneros;
las colinas, como corderos.

¿Qué te pasa, mar, que huyes,
y a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros;
colinas, que saltáis como corderos?

En presencia del Señor se estremece la tierra,
en presencia del Dios de Jacob;
que transforma las peñas en estanques,
el pedernal en manantiales de agua.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Venid a ver el sitio donde yacía el Señor. Aleluya.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: LAS BODAS DEL CORDERO

Ant. Jesús dijo: «No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me veréis.» Aleluya.

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios,
porque sus juicios son verdaderos y justos.
Aleluya.

Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos,
los que le teméis, pequeños y grandes.
Aleluya.

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo,
alegrémonos y gocemos y démosle gracias
Aleluya.

Aleluya.
Llegó la boda del Cordero,
Su esposa se ha embellecido.
Aleluya.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Jesús dijo: «No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me veréis.» Aleluya.

LECTURA: Hb 5, 8-10

Cristo, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna, proclamando por Dios sumo sacerdote, según el rito de Melquesedec.

En lugar del responsorio breve, se dice:

Antífona. Éste es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo. Aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Aquel discípulo que Jesús tanto amaba dijo: «Es el Señor.» Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Aquel discípulo que Jesús tanto amaba dijo: «Es el Señor.» Aleluya.

PRECES

Invoquemos a Cristo, camino, verdad y vida, y digámosle:

Hijo de Dios vivo, bendice a tu pueblo

Te rogamos, Señor, por los ministros de tu Iglesia: que, al partir para sus hermanos el pan de vida,
— encuentren también ellos, en el pan que distribuyen, su alimento y fortaleza.

Te pedimos por todo el pueblo cristiano: que ande, Señor, como pide la vocación a que ha sido convocado,
— y se esfuerce en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz.

Te pedimos por los que rigen los destinos de las naciones: que cumplan su misión con espíritu de justicia y con amor,
— para que haya paz y concordia entre los pueblos.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Señor, que podamos celebrar tu santa resurrección con tus ángeles y tus santos,
— y que nuestros hermanos difuntos, que encomendamos a tu bondad, se alegren también en tu reino.

Unidos a Jesucristo, supliquemos ahora al Padre con la oración de los hijos de Dios:
Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso y eterno, que por el misterio pascual has restaurado tu alianza con los hombres, concédenos realizar en la vida cuanto celebramos en la fe. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Viernes dentro de la Octava de Pascua

1) Oración inicial

Dios todopoderoso y eterno, que por el misterio pascual has restaurado tu alianza con los hombres; concédenos realizar en la vida cuanto celebramos en la fe. Por nuestro Señor. 

2) Lectura

Del Evangelio según Juan 21,1-14
Después de esto, se manifestó Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera. Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dice: «Voy a pescar.» Le contestan ellos: «También nosotros vamos contigo.» Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada.
Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Díceles Jesús: «Muchachos, ¿no tenéis nada que comer?» Le contestaron: «No.» Él les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.» La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces. El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: «Es el Señor».Cuando Simón Pedro oyó «es el Señor», se puso el vestido -pues estaba desnudo- y se lanzó al mar. Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos.
Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un pez sobre ellas y pan. Díceles Jesús: «Traed algunos de los peces que acabáis de pescar.» Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: «Venid y comed.» Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres tú?», sabiendo que era el Señor. Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da; y de igual modo el pez. Esta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos. 

3) Reflexión

• El Capítulo 21 del evangelio de San Juan parece un apéndice que fue creciendo más tarde después que el evangelio ya estaba terminado. La conclusión del capítulo anterior (Jn 20,30-31) deja percibir que se trata de una añadidura. De cualquier manera, añadidura o no, es Palabra de Dios, que trae un bonito mensaje de resurrección para este quinto día de la semana de Pascua.
• Juan 21,1-3: El pescador de hombres vuelve a ser pescador de peces. Jesús murió y resucitó. Al final de aquellos tres años de convivencia, los discípulos volvieron para Galilea. Un grupo de ellos está de nuevo ante el lago. Pedro retoma el pasado y dice: “¡Voy a pescar!” Los otros dijeron “¡Nos vamos contigo!” Así, Tomás, Natanael, Juan y Santiago junto con Pedro tomaron el barco y fueron a pescar. Retomaron la vida del pasado como si nada hubiese acontecido. Pero algo había acontecido. ¡Algo estaba aconteciendo! ¡El pasado no volvió! “¡No hemos pescado nada!” Volvieron a la playa cansados. Fue una noche frustrante.
• Juan 21,4-5: El contexto de la nueva aparición de Jesús. Jesús estaba a orillas del mar, pero ellos no le reconocieron. Y Jesús pregunta: “Muchachos, ¿no tenéis nada que comer?” Respondieron: “¡No!” En la respuesta negativa reconocieron que la noche había sido frustrante y que no pescaron nada. Ellos habían sido llamados a ser pescadores de hombres (Mc 1,17; Lc 5,10), y volvieron a ser pescadores de peces. Pero algo había cambiado en sus vidas. La experiencia de tres años con Jesús produce en ellos un cambio irreversible. Ya no era posible volver atrás como si nada hubiera acontecido, como si nada hubiese mudado.
• Juan 21,6-8: Lanzad una red al lado derecho del barco y los vais a encontrar. Ellos hicieron algo que, probablemente, nunca hubiesen hecho en su vida. Cinco pescadores experimentados obedecen a un extraño que manda hacer algo que contrasta con su experiencia. Jesús, aquella persona desconocida que estaba en la playa, mandó que echasen la red por el lado derecho del barco. Ellos obedecieron, echaron la red, y fue un resultado inesperado. ¡La red se llenó de peces! ¡Cómo era posible! ¿Cómo explicar esta sorpresa fuera de cualquier previsión? El amor hace descubrir. El discípulo amado dice: “¡Es el Señor!” Esta intuición lo aclara todo. Pedro se tira al agua para llegar más deprisa cerca de Jesús. Los otros discípulos fueron detrás con el barco arrastrando la red llena de peces.
• Juan 21,9-14: La delicadeza de Jesús. Llegando a tierra, vieron que Jesús había encendido unas brasas y que estaba asando pan y peces. Pidió que trajesen unos peces más. Inmediatamente, Pedro subió al barco, arrastró la red con ciento y cincuenta y tres peces. Muchos peces, y la red no se rompió. Jesús llama a la multitud: “¡Venid a comer!” El tuvo la delicadeza de preparar algo para comer después de una noche frustrada sin pescar nada. Gesto bien sencillo que revela algo del amor con que el Padre nos ama. “Quién me ve a mí, ve al Padre.” (Jn 14,9). Ninguno de sus discípulos se atrevía a preguntar quién era él, pues sabían que era el Señor. Y evocando la eucaristía, el evangelista Juan completó: “Jesús se acercó, tomó el pan y lo distribuyó para ellos”. Sugiere así que la eucaristía es el lugar privilegiado para el encuentro con Jesús resucitado. 

4) Para la reflexión personal

• ¿Te aconteció alguna vez que te han pedido echar la red por el lado derecho del barco de tu vida, contrariando toda tu experiencia? ¿Has obedecido? ¿Echaste la red?
• La delicadeza de Jesús. ¿Cómo es tu delicadeza en las cosas pequeñas de la vida? 

5) Oración final

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia. (Sal 117)

Comentario – Viernes dentro de la Octava de Pascua

El evangelio nos presenta una nueva aparición de Jesús resucitado a sus discípulos, ésta vez no en Jerusalén y sus alrededores, sino en Galilea. Al parecer, Jesús había mostrado interés por encontrarse con ellos en Galilea. Galilea había sido el lugar de los inicios de la misión: el lugar del primer encuentro; el lugar de la vocación al seguimiento; el lugar de los orígenes. Quizá quería mantenerles en estos momentos lejos de Jerusalén, el lugar del sacrificio. Quizá quería simplemente hacerles volver a los orígenes. El caso es que Jesús se les aparece junto al lago de Tiberíades, ese lago que había sido testigo de tantos discursos y actuaciones milagrosas del Maestro. El escenario parecía ideal para revivir aquellos momentos iniciales y entusiastas de la misión. Y lo hace tras haber visto cómo sus discípulos salían a pescar durante la noche sin haber logrado siquiera una presa. Se presenta en la orilla y, después de haber intercambiado un saludo, les dice: Echad las redes a la derecha de la barca y encontraréis.

Ellos siguen el consejo, la echan y hacen una redada tal de peces que no tienen fuerzas ni para sacarla. Es en ese preciso instante cuando uno de aquellos discípulos pescadores, Juan, le dice a Pedro: Es el Señor. Tampoco esta vez parecen reconocerle por la vista, aunque estuviesen a cierta distancia, sino por otra cosa, por su atinada palabra o por su precisión para rentabilizar el esfuerzo de los marineros. Además, es sólo Juan, el amado del Señor, el que lo reconoce y así se lo hace saber a Pedro que, atándose la túnica, se arrojó al agua para llegar el primero a la orilla. Luego se acercarían los demás, remolcando la red con los peces. Mientras tanto, Jesús les espera ya asando el pescado e invitándoles al almuerzo. De nuevo la comida y la invitación a compartirla con él.

El evangelista concluye su relato diciendo: Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. No se atreven a preguntarle quién era, porque no lo reconocen por el aspecto o la apariencia; pero tenían la certeza de que era el Señor. El gesto de tomar el pan y repartirlo viene a convertirse en una seña de identidad. Reproduce el memorial de la última Cena y pasa a ser símbolo de la eucaristía, lugar por excelencia del encuentro con Cristo.

Algunos autores antiguos han puesto de relieve la correlación existente entre el discípulo amado y el reconocimiento de Jesús resucitado. El primero en reconocerle, el que dice: es el Señor, es precisamente el amado. Y es que el amor facilita tanto el reconocimiento como el conocimiento de la persona amada. El amante es muy sensible a los signos de la presencia del amado; nada tiene de extraño que sea el primero en percibir esta presencia. En la medida en que amemos a Jesús seremos más capaces de percibir su presencia en todos esos sacramentos (= signos) en los que se deja «ver» o se hace sentir.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos «Apostolorum Successores»

36. La oración.

La fecundidad espiritual del ministerio del Obispo depende de la intensidad de su vida de unión con el Señor. Es de la oración de donde un Obispo debe sacar luz, fuerza y consuelo en su actividad pastoral. La oración es para un Obispo como el bastón en el que apoyarse en su camino de cada día. El Obispo que reza no se desanima ante las dificultades por graves que sean, pues siente a Dios a su lado, y encuentra refugio, serenidad y paz en sus brazos paternos. Abriéndose a Dios con confianza, se abre con mayor generosidad al prójimo haciéndose capaz de construir la historia según el proyecto divino. La conciencia de este deber comporta que el Obispo celebre cada día la Eucaristía y rece la Liturgia de las Horas, se dedique a la adoración de la SS. Eucaristía ante el Tabernáculo, al rezo del Rosario, a la meditación frecuente de la Palabra de Dios y a la lectio divina.(115) Tales medios alimentansu fe y la vida según el Espíritu, necesaria para vivir plenamente la caridad pastoral en la cotidianidad del cumplimiento del ministerio, en la comunión con Dios y en la fidelidad a su misión.


115 Cf. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica postsinodal Pastores Gregis, 15-17.

¡Señor mío y Dios mío!

1.- En el relato que describe la vida de la primera comunidad cristiana se cumple lo que afirma el salmo 132: «¡Ved qué bueno y deleitoso es convivir los hermanos unidos!». La bondad y la delicia de la vida en común despertaron el deseo de muchas personas, que dejándolo todo, decidieron buscar juntos a Dios. Ahí está el origen del monacato y de la vida religiosa. Pero el texto de los Hechos no hay que verlo desde la óptica meramente histórica, pues no cabe duda de que nos muestra una comunidad «idealizada». Lo que expresa es aquello a lo que aspiraban, no sin dificultades, como podemos observar por ciertos conflictos que surgieron desde los primeros tiempos.

2.- Las claves de la vida comunitaria cristina son: la enseñanza –catequesis– de los apóstoles, la vida en común, la comunión de bienes, la fracción del pan -eucaristía- y la oración. Todos necesitamos estos puntos de apoyo, sin los cuales nuestro seguimiento de Jesús se debilita. Llama la atención que «eran bien vistos de todo el pueblo y día tras día el Señor iba agregando al grupo a los que se iban salvando». Contrasta esta situación con la realidad actual que vivimos los cristianos del siglo XXI en ciertos países de la vieja Europa: descristianización, religión a la carta, indiferencia religiosa, ateísmo… Muchos abandonan la nave de la Iglesia porque para ellos es un contrasigno de lo que Jesús predicó. ¿Qué hacer?

Vive tu fe, sé testigo de la resurrección de Cristo, manifiesta la alegría de sentirte habitado y transformado por Él y serás signo y luz en medio de las tinieblas.

3.- Tomás es una figura simpática y actual. Como él, muchos dudan, también los santos han dudado, buscan y no encuentran…. La Iglesia debe acoger a todos, sobre todo a tantos «tomases» que sinceramente buscan la verdad. Caminando con ellos nosotros podemos ayudarles a descubrir que el sentido de la vida está en lo profundo y en lo oculto, en las llagas de las manos y el costado. Jesús asumió el sufrimiento del hombre para levantarle del abismo. Nos regala la paz interior, el mayor de los dones que el hombre puede tener.

4.- Que en este tiempo pascual nos dirijamos a Jesucristo glorificado y le pidamos que aumente nuestra fe, que intentemos ilustrar y formar nuestra fe para responder a los interrogantes de nuestro tiempo. Que seamos capaces de decir con Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!».

José María Martín OSA

La misa del domingo: misa con niños

“Señor mío y Dios mío”
19 de abril de 2020

(En el ambiente especial en el que socialmente nos encontramos seguimos celebrando la alegría de la presencia del Resucitado. La celebración se adaptará a las posibilidades reales que nos permita la situación.

Hoy se conmemora la fiesta o invocación de la “Divina Misericordia”. Este domingo, como toda la semana anterior, se puede considerar como continuación de la fiesta de Pascua, “un único día de Pascua” prolongado en el tiempo.

• Un signo para la celebración: sigue siendo el cirio pascual, colocado en pedestal o soporte digno y adornado con flores.Canciones para la celebración: “La fiesta del Señor” (Erdozain); “Jesús es Señor” (Kairoi); “Resucitó” (Kilo A.); “Somos testigos” (Kairoi).

1. MOTIVACIÓN

Amigos: El domingo pasado resonaba en la Iglesia el “pregón pascual” anunciando que “el Señor resucitó”. Durante esta semana pasada hemos vivido esta gran alegría. Los signos que hoy nos acompañan nos hablan de vida y de una vida para siempre. Por eso somos gente que creemos que Jesús acompaña nuestra vida, también en estos momentos difíciles. Eso es lo que ahora vamos a celebrar.

2. CANTO “La fiesta del Señor” (Erdozain).

Aleluya, aleluya, es la fiesta del Señor.
Aleluya, aleluya, el Señor resucitó (bis).

Ya no hay miedo, ya no hay muerte;
ya no hay penas que llorar;

porque Cristo sigue vivo,
la esperanza abierta está.

Cuando un hombre a tu lado
ya no sabe caminar.

No le dejes de la mano,
dale tu felicidad.

3. SALUDO DEL SACERDOTE Y MOTIVA EL GESTO PENITENCIAL

4. ASPERSIÓN O REFERENCIA AL AGUA BENDECIDA

(Se procede a la aspersión y se puede cantar este canto u otro)

Jesús es, Jesús es Señor.
Jesús es, Jesús es Señor.
Jesús es, Jesús es Señor.

Aleluya, aleluya.
Aleluya, aleluya.
Aleluya, aleluya.

Gloria a Dios, gloria, gloria a Dios.
Gloria a Dios, gloria, gloria a Dios.
Gloria a Dios, gloria, gloria a Dios.

5. GLORIA

6. PRIMERA LECTURA (Hechos de los Apóstoles 2, 42-47)

Lectura de los Hechos de los Apóstoles:

Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones.

Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando.

Palabra de Dios.

7. CANTO: “Resucitó” (Kilo A.)

Resucitó, resucitó, resucitó, aleluya.
Aleluya, aleluya, aleluya, resucitó.

La muerte, ¿dónde está la muerte?
¿dónde está mi muerte?
¿dónde su victoria?

Alegría, alegría hermanos,
que si hoy nos queremos es que resucitó.

8. EVANGELIO (Juan 20, 19-31). Tomás: “si no veo, no creo”.

NARRADOR: Lectura del santo evangelio según San Juan. Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

JESÚS: Paz a vosotros.
NARRADOR: Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

JESÚS: Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.

NARRADOR: Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

JESÚS: Recibid el Espíritu santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

NARRADOR: Tomás, uno de los doce, llamado “el Mellizo”, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:

DISCÍPULO: Hemos visto al Señor. NARRADOR: Pero él les contestó.

TOMÁS: Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.

NARRADOR: A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:

JESÚS: Paz a vosotros.

NARRADOR: Luego dijo a Tomás.

JESÚS: Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.

NARRADOR: Contestó Tomás.

TOMÁS: ¡Señor mío y Dios mío!

NARRADOR: Jesús le dijo:

JESÚS: ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.

NARRADOR: Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Palabra del Señor.

9. COMENTARIO

  • Somos testigos de la Resurrección. Eres testigo de que Jesús vive.
  • No porque hayamos “visto” físicamente a Jesús.
  • Sino porque “creemos” a quienes convivieron con el Señor resucitado y así nos lo han transmitido. Además, lo “experimentamos” en nuestro interior.
  • “Sabemos” que el Señor está presente en su Iglesia y en nuestra vida.
  • Seamos testigos del Señor resucitado.

10. ORACION DE FIELES. PETICIONES

1.- Para que el Señor nos ayude a creer y confiar siempre en Él. Roguemos al Señor.

2.- Para que el Señor escuche la oración de toda la Iglesia ante la situación que estamos viviendo. Roguemos al Señor.

3.- Para que los que van a recibir en los próximos meses el bautismo y la confirmación se comprometan a ser buenos cristianos en nuestra sociedad. Roguemos al Señor.

4.- Para que el Señor resucitado nos dé su alegría y su paz. Roguemos al Señor.

11. ACCIÓN DE GRACIAS. (Canto: “Somos testigos de la Resurrección” (Kairoi). Se puede cantar o escuchar esta canción u otra. Mientras se canta se puede ir llevando unas flores junto al cirio pascual).

El Señor resucitó,
venciendo la muerte en la cruz,
nuestra esperanza está en Él,
Él es nuestro Salvador.

Atrás quedó el temor,
la duda y la poca fe,
hagamos ya realidad,
un Reino nuevo de amor.
Somos testigos de la resurrección.
Él está aquí.
Está presente, es vida y es verdad.
Somos testigos de la resurrección.
Él está aquí.
Su espíritu nos mueve para amar.
Tú nos reúnes, Señor,
en torno al cáliz y al pan, y nos invitas a ser
la luz del mundo y la sal.
Donde haya odio y dolor haremos presente la paz,
en cada gesto de amor María Madre estará.

12. PARA LA VIDA

(Invitando a “ser testigos de la resurrección” en las circunstancias en las que nos encontremos, se despide la celebración con la Bendición solemne de Pascua (misal). Se escucha en música ambiental el “Aleluya” de Haendel).

Paz a vosotros

Paz a vosotros, mis amigos,
que estáis tristes y abatidos
rumiando lo que ha sucedido
tan cerca de todos y tan rápido.

Paz a vuestros corazones de carne,
paz a todas las casas y hogares,
paz a los pueblos y ciudades,
paz en la tierra, los cielos y mares.

Paz en el trabajo y en el descanso,
paz en las protestas y en la fiesta,
paz en la mesa, austera o llena,
paz en el debate y el diálogo sano.

Paz en los sueños y retos sociales,
paz en los surcos abiertos de las labores,
paz en la pasión pequeña o grande,
paz a todos, niños, mujeres y hombres.

Paz en las plazas y caminos,
paz en los asuntos políticos,
paz en vuestras alcobas y ritos,
paz en todos vuestros destinos.

Paz luminosa y siempre florecida,
paz que, al alba, se levante viva
y a la noche, nunca muera,
paz para vivir en fraterna armonía.

Paz que abre puertas y ventanas,
paz que no tiene miedo a las visitas,
paz que acoge, perdona y sana,
paz dichosa y llena de vida.

La paz que canta la creación entera,
que el viento transporta y acuna,
que las flores le ponen perfume y hermosura,
y todos los seres vivos con ella se alegran.

Paz que nace del amor y la entrega
y se desparrama por mis llagas
para llegar a vuestras entrañas
y haceros personas nuevas.

Mi paz más tierna y evangélica,
la que os hace hijos y hermanos,
la que os sostiene, recrea y anima,
es para vosotros, hoy y siempre, mi regalo.

¡Vivid en paz, gozad la paz.
Recibidla y dadla con generosidad.
Sembradla con ternura y lealtad,
y anunciadla en todo tiempo y lugar!

Florentino Ulibarri

Comentario al evangelio – Viernes dentro de la Octava de Pascua

Me encanta lo que me escribes acerca de tu Hijo Jesús. Sabes que lo admiro. Me entusiasman sus palabras y sus vidas. Quiero sentir como él sintió; me encanta experimentar la vida como el la experimentó y vivir desde su corazón filial. Me fascina eso de amar como Él amó.

Hoy de nuevo tratas de hacerme tomar conciencia de la nueva forma de presencia de Cristo, tu Hijo del alma, en nuestra vida e historia humanas. De nuevo nos recuerdas que su resurrección no es ausencia, que tenemos que entrenarnos para nueva forma de presencia. Me cuentas que tu Hijo una vez más se hizo encontradizo con sus discípulos, que tomó la iniciativa Él mismo. Y se apareció junto al lago de Tiberíades, a Pedro y a los otros discípulos.

Ellos se encuentran faenando en el lago. Aparece Él en la orilla. Lo ven y no lo reconocen; “no sabían que era Él”. Para darse a conocer Jesús resucitado les recordó y les puso delante de los ojos, dos signos que había hecho en su etapa terrena: la comida y la pesca milagrosa. Y fue entonces cuando el amor del discípulo amado encendió sus ojos y dijo: “Es el Señor”.

Todos estaban persuadidos de que era Él y no se atrevían a preguntarle. El Jesús viviente rememora el gesto señero de su entrega. “Toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado”. De esta forma dejó claro cuáles son los signos en los que nos sale al encuentro y se da a conocer y reconocer. La resurrección es una luz que ilumina hacia adelante y hacia atrás. Hacia atrás pone de manifiesto nuevos significados en los gestos históricos de Jesús. Quedan transidos de nuevo significado. Son ahora los signos del encuentro y de la relación con él.

En tu carta menciones al discípulo amado. Fue el que descubrió primero y confesó: Es el Señor. Debo entender que donde hablas del discípulo amado sin darle nombre, quieres que cada uno pongamos el nuestro. Quieres que yo ponga el mío: También yo soy discípulo amado. Y tengo la dicha de haber recibido el don de la fe.

Hoy quiero darle especialmente las gracias por este regalo.

Bonifacio Fernández, cmf