Vísperas – Martes II de Pascua

VÍSPERAS

MARTES II DE PASCUA

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Quédate con nosotros;
la noche está cayendo.

¿Cómo te encontraremos
al declinar el día,
si tu camino no es nuestro camino?
Detente con nosotros;
la mesa está servida,
caliente el pan y envejecido el vino.

¿Cómo sabremos que eres
un hombre entre los hombres,
si no compartes nuestra mesa humilde?
Repártenos tu cuerpo,
y el gozo irá alejando
la oscuridad que pesa sobre el hombre.

Vimos romper el día
sobre tu hermoso rostro,
y al sol abrirse paso por tu frente.
Que el viento de la noche
no apague el fuego vivo
que nos dejó tu paso en la mañana.

Arroja en nuestras manos,
tendidas en tu busca,
las ascuas encendidas del Espíritu;
y limpia, en lo más hondo
del corazón del hombre,
tu imagen empañada por la culpa. Amén.

SALMO 48: VANIDAD DE LAS RIQUEZAS

Ant. Buscad los bienes de allá arriba, no los de la tierra. Aleluya.

Oíd esto, todas las naciones;
escuchadlo, habitantes del orbe:
plebeyos y nobles, ricos y pobres;

mi boca hablará sabiamente,
y serán muy sensatas mis reflexiones;
prestaré oído al proverbio
y propondré mi problema al son de la cítara.

¿Por qué habré de temer los días aciagos,
cuando me cerquen y acechen los malvados,
que confían en su opulencia
y se jactan de sus inmensas riquezas,
si nadie puede salvarse
ni dar a Dios un rescate?

Es tan caro el rescate de la vida, 
que nunca les bastará
para vivir perpetuamente
sin bajar a la fosa.

Mirad: los sabios mueren,
lo mismo que perecen los ignorantes y necios,
y legan sus riquezas a extraños.

El sepulcro es su morada perpetua
y su casa de edad en edad,
aunque hayan dado nombre a países.

El hombre no perdura en la opulencia,
sino que perece como los animales.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Buscad los bienes de allá arriba, no los de la tierra. Aleluya.

SALMO 48

Ant. El Señor me salva de las garras del abismo. Aleluya.

Éste es el camino de los confiados,
el destino de los hombres satisfechos:
son un rebaño para el abismo,
la muerte es su pastor,
y bajan derechos a la tumba;
se desvanece su figura,
y el abismo es su casa.

Pero a mí, Dios me salva,
me saca de las garras del abismo
y me lleva consigo.

No te preocupes si se enriquece un hombre
y aumenta el fasto de su casa:
cuando muera, no se llevará nada,
su fasto no bajará con él.

Aunque en vida se felicitaban:
«Ponderan lo bien que lo pasas»,
irá a reunirse con sus antepasados,
que no verán nunca la luz.

El hombre rico e inconsciente
es como un animal que perece.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor me salva de las garras del abismo. Aleluya.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: HIMNO DE LOS REDIMIDOS

Ant. Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder, la gloria y el esplendor. Aleluya.

Eres digno, Señor, Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.

Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado
y con tu sangre compraste para Dios
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes,
y reinan sobre la tierra.

Digno es el Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría,
la fuerza, el honor, la gloria, y la alabanza.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder, la gloria y el esplendor. Aleluya.

LECTURA: 1P 2, 4-5

Acercándoos al Señor, la piedra viva desechada por los hombres, pero escogida y preciosa ante Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo.

RESPONSORIO BREVE

R/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.
V/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.

R/ Al ver al Señor.
V/ Aleluya, aleluya.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. ¿No ardía nuestro corazón mientras Jesús nos hablaba por el camino? Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. ¿No ardía nuestro corazón mientras Jesús nos hablaba por el camino? Aleluya.

PRECES

Invoquemos a Cristo que con su resurrección ha reanimado la esperanza de su pueblo y digámosle:

Señor Jesús, tú que siempre vives para interceder por nosotros, escúchanos.

Señor Jesús, de cuyo costado traspasado salió sangre y agua,
— haz de la Iglesia tu Esposa inmaculada.

Pastor supremo de la Iglesia, que después de tu resurrección encomendaste a Pedro, que te profesó su amor, el cuidado de tus ovejas,
— concede a nuestro papa Francisco un amor ardiente y un celo apostólico.

Tú que concediste a los discípulos que pescaban en el mar, una pesca abundante,
— envía operarios que continúen su trabajo apostólico.

Tú que preparaste a la orilla del mar pan y pescado para los discípulos,
— no permitas que nuestros hermanos mueran de hambre por culpa nuestra.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Señor Jesús, nuevo Adán que nos das la vida, transforma a nuestros difuntos a imagen tuya,
— para que compartan contigo la alegría de tu reino.

Ya que Dios nos ha adoptado como hijos, oremos al Padre como nos enseñó el Señor:
Padre nuestro…

ORACION

Te pedimos, Señor, que nos hagas capaces de anunciar la victoria de Cristo resucitado, y pues en ella nos has dado la prenda de los dones futuros, haz que un día los poseamos en plenitud. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Martes II de Pascua

1) Oración inicial

Te pedimos, Señor, que nos hagas capaces de anunciar la victoria de Cristo resucitado; y pues en ella nos has dado la prenda de los dones futuros, haz que un día los poseamos en plenitud. Por nuestro Señor. 

2) Lectura

Del Evangelio según san Juan 3,7b-15
«Tenéis que nacer de nuevo. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu.» Respondió Nicodemo: «¿Cómo puede ser eso?» Jesús le respondió: «Tú eres maestro en Israel y ¿no sabes estas cosas? «En verdad, en verdad te digo: nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no aceptáis nuestro testimonio.
Si al deciros cosas de la tierra, no creéis, ¿cómo vais a creer si os digo cosas del cielo?
Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y como Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga en él la vida eterna, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios.» 

3) Reflexión

• El evangelio de hoy nos trae la conversación de Jesús con Nicodemo. Nicodemo había oído hablar de las cosas que Jesús hacía, se había quedado impresionado y quería hablar con Jesús para poder entender mejor. Pensaba saber las cosas de Dios. Vivía con la libreta del pasado en la mano para ver si la novedad que Jesús anunciaba era conforme con lo antiguo. En la conversación, Jesús dice a Nicodemo que la única manera que él, Nicodemo, tiene de entender las cosas de Dios es ¡nacer de nuevo! Hay veces que somos como Nicodemo: aceptamos solamente aquello que concuerda con nuestras viejas ideas. Otras veces, nos dejamos sorprender por los hechos y no tenemos miedo a decir: «¡Nací de nuevo!»
• Cuando los evangelistas recuerdan las palabras de Jesús, tienen bien presentes los problemas de las comunidades para quienes escriben. Las preguntas de Nicodemo a Jesús son un espejo de las preguntas de las comunidades de Asia Menor del final del siglo primero. Por esto, las respuestas de Jesús a Nicodemo son, al mismo tiempo, una respuesta para los problemas de aquellas comunidades. Así los cristianos hacían la catequesis en aquel tiempo. Muy probablemente, el relato de la conversación entre Jesús y Nicodemo formaba parte de la catequesis bautismal, pues allí se dice que las personas han de renacer del agua y del espíritu (Jn 3,6).
• Juan 3,7b-8: Nacer de lo alto, nacer de nuevo, nacer del Espíritu. En griego, la misma palabra significa de nuevo y de lo alto. Jesús había dicho: “Quien no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn 3,5). Y añadió: «Lo que nace de la carne es carne. Lo que nace del Espíritu es Espíritu» (Jn 3,6). Aquí, carne significa aquello que nace solamente de nuestras ideas. Lo que nace de nosotros tiene nuestro tamaño. Nacer del Espíritu es ¡otra cosa! Y Jesús vuelve a afirmar otra vez lo que había dicho antes: “Tenéis que nacer de lo alto (de nuevo)”. Osea, debéis renacer del Espíritu que viene de lo alto. Y explica que el Espíritu es como el viento. Tanto en hebraico como en griego, se usa la misma palabra para decir espíritu y viento. Jesús dice: «El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu.” El viento tiene, dentro de sí, un rumbo, una dirección. Nosotros percibimos la dirección del viento, por ejemplo, el viento del Norte o el viento del Sur, pero no conocemos ni controlamos la causa a partir de la cual el viento se mueve en una u otra dirección. Así es el Espíritu. «Nadie es seño del Espíritu» (Ecl 8,8). Lo que más caracteriza el viento, el Espíritu, es la libertad. El viento, el Espíritu, es libre, no puede ser controlado. Actúa sobre los otros y nadie consigue actuar sobre él. Su origen es misterio, su destino es misterio. El barquero tiene que descubrir, primero, el rumbo del viento, luego debe poner las velas según ese rumbo. Es lo que Nicodemo y todos nosotros debemos hacer.
• Juan 3,9: Pregunta de Nicodemo: Cómo puede ocurrir esto? Jesús no hace nada más que resumir lo que enseñaba el Antiguo Testamento sobre la acción del Espíritu, del viento santo, en la vida del pueblo de Dios y que Nicodemo, como maestro y doctor, debía de saber. Pero a pesar de ello, Nicodemo queda espantado antes la respuesta de Jesús y se deja pasar por ignorante:»¿Cómo puede ocurrir esto?»
• Juan 3,10-15: Respuesta de Jesús: la fe nace del testimonio y no del milagro. Jesús da vuelta a la pregunta: «Tú eres maestro en Israel ¿y no sabes esto?» Pues para Jesús, si una persona cree sólo cuando las cosas concuerdan con sus propios argumentos e ideales, su fe todavía no es perfecta. Perfecta es sí la fe de la persona que cree por el testimonio. Deja de lado sus propios argumentos y se entrega, porque cree en aquel que dio testimonio. 

4) Para la reflexión personal

• ¿Has tenido alguna vez una experiencia que te dio la sensación de nacer de nuevo? ¿Como fue?
• Jesús compara la acción del Espíritu Santo con el viento. ¿Qué nos revela esta comparación de cara a la acción del Espíritu de Dios en nuestra vida? ¿Pusiste ya las velas del barco de tu vida según la dirección del viento, del Espíritu? 

5) Oración final

Yahvé está cerca de los desanimados,
él salva a los espíritus hundidos.
Muchas son las desgracias del justo,
pero de todas le libra Yahvé.
(Sal 34,19-20)

La Vida de Jesús – Fco. Fernández-Carvajal

3.- EL ENCUENTRO CON PEDRO. LA MIRADA DEL SEÑOR

Jn 1, 40-42

Andrés buscó a su hermano Simón y le dijo: Hemos encontrado al Mesías, ¡al que todo el mundo esperaba! Era una voz de júbilo que revelaba un alma llena de fe. Le hablaría a su hermano con la seguridad del que está convencido, de quien ha descubierto algo muy grande. Y lo llevó a Jesús. La fe tiende a comunicarse y tiene consecuencias prácticas, y Andrés comienza por el más próximo: su hermano.

El Señor se vale con frecuencia de los lazos de la sangre, de la amistad… para llamar a otras almas a seguirle. Esos vínculos pueden abrir la puerta del corazón de parientes y amigos a Jesús, que a veces no puede entrar debido a los prejuicios, los miedos, la ignorancia, la reserva mental o la pereza. Cuando la amistad es verdadera no son necesarios grandes esfuerzos para hablar de Cristo: la confidencia surgirá como algo normal. Entre amigos es fácil intercambiar puntos de vista, comunicar hallazgos…

Cuando Simón estuvo en su presencia, Jesús le miró con predilección. A Pedro le quedó grabada esta mirada de su Maestro toda la vida; le penetró hasta lo más hondo del alma.

San Marcos, que recoge la catequesis de Pedro, nos hablará en otros lugares de este mirar inolvidable. Los evangelistas lo resaltan en las más variadas circunstancias. Con su mirada invitará a dejarlo todo y a seguirle, como en el caso de Mateo; o se llenará de amor, como en el encuentro con el joven rico; o de ira y de tristeza, viendo la incredulidad de los fariseos; de compasión, ante el hijo de la viuda de Naín; sabrá remover el corazón de Zaqueo, logrando su conversión; se enternecerá ante la fe y la grandeza de ánimo de la pobre viuda
que dio como limosna todo lo que poseía. Su mirada penetrante ponía al descubierto el alma frente a Dios, y suscitaba al mismo tiempo el examen y la contrición. Así miró Jesús a la mujer adúltera, y así miró al mismo Pedro que, después de su traición, lloró amargamente.

Mirándolo Jesús le dijo: Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas.

Jesús se impone desde el principio a Pedro, que permanece anonadado, felizmente anonadado, por esta acogida que él no esperaba. El Maestro conoce su nombre propio, Simón. Sabe que es hijo de Juan, que equivalía a su apellido paterno. Y le anuncia con cierta solemnidad el nombre que ha de llevar en adelante como imagen de su misión: Tú te llamarás Cefas, piedra[1].

Cefas es transcripción griega de una palabra aramea que quiere decir piedra, roca. Y san Juan, que escribe en griego, se ve en la necesidad de explicar el significado del término empleado por Jesús. Cefas no era nombre propio, nadie se llamaba así, pero el Señor lo impone al apóstol para indicar la misión que le será revelada más adelante: Simón estaba destinado a ser la piedra, la roca sobre la que se asentaría la Iglesia. Desde aquel momento perteneció por entero al Señor. Aquella noche no dormiría al recordar la mirada y las palabras afectuosas del nuevo Maestro. Toda su vida quedó marcada por aquel instante.

Los primeros cristianos consideraban tan significativo este nuevo nombre que lo emplearon sin traducirlo; después se hizo corriente su traducción –Pedro–, que ocultó el antiguo nombre del apóstol –Simón–. Cefas dejó de utilizarse.


[1] En ocasiones, entre los judíos poner un nombre era, en cierto modo, tomar posesión de lo nombrado y designar su misión en la vida. El cambio de nombre en el Antiguo Testamento marca el principio de una vocación especial. Así, Jacob es llamado Israel, Abrán se convierte en Abraham, etc.

Comentario – Martes II de Pascua

San Juan nos presenta a Jesús en diálogo con Nicodemo, el maestro de la Ley que fue de incógnito a ver a Jesús, seguramente que atraído por su doctrina y personalidad y por sus obras. Es como si el evangelista hubiese sido testigo presencial de esta conversación o hubiese dispuesto de una grabación de la misma. Sea cual sea el canal suministrador o el medio recolector, lo cierto es que nos ofrece este testimonio que forma parte de los evangelios canónicos. Decía Jesús a Nicodemo: Te lo aseguro: de lo que sabemos hablamos; de lo que hemos visto damos testimonio, y no aceptáis nuestro testimonioSi no creéis cuando os hablo de la tierra, ¿cómo creeréis cuando os hable del cielo? Porque nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Jesús remite su testimonio a una experiencia hecha de ciencia y de visión.

Mientras que el hablar de los maestros de la Ley es una doctrina apoyada en una tradición, el hablar de Jesús brota de su propia ciencia y experiencia: habla de lo que sabe y de lo que ha visto. Su enseñanza es el testimonio de un sabio y de un vidente, de alguien que sabe y que ha visto; está, por tanto, apoyado en una sabiduría y en una visión personal, que no por eso deja de tener conexiones con la antigua tradición profética. En último término, Jesús remite a sus seguidores a su propia experiencia filial, es decir, a esa íntima relación con el Padre que le hace sentirse Hijo único. El uso del plural –de lo que sabemos hablamos– parece acentuar la dimensión comunitaria del testimonio. El testimonio de Jesús –en cuanto tal, personalísimo: sólo él tiene esta experiencia filial de Dios- se identifica en tiempos del evangelista con el testimonio de la Iglesia, que sigue hablando de lo que sabe, aunque lo que sabe lo sabe como recibido de su fundador. Esto no significa que el cristiano no pueda hacer de la experiencia de Jesús experiencia personal por obra del mismo Espíritu filial que actúa en él tras la resurrección. Esto es precisamente lo que nos hace saber san Pablo: que tenemos el mismo Espíritu de Cristo, que es Espíritu de filiación (adoptiva), para hacer su misma experiencia y entablar con Dios una relación similar a la suya, relación de hijos de Dios.

El hablar de Jesús se presenta, pues, como un testimonio que no es aceptado por aquéllos, los fariseos, que conforman el grupo al que pertenece Nicodemo. Y cuando un testimonio no se acepta es porque se desconfía del que lo da, o bien porque su contenido resulta increíble a los oídos de los receptores, o porque al testigo se le considera poco fiable. Ambas cosas pudieron contribuir a este rechazo por parte de los fariseos, que veían en Jesús a un maestro de la ley muy particular; más aún, sospechoso de herejía; y cuya doctrina les sonaba a presuntuosa, heterodoxa o incluso blasfema. Jesús parece resignado a este rechazosi no me creéis cuando os hablo de la tierra, es decir, de esas cosas que están al alcance de la investigación humana y que son más o menos comprobables, aunque resulten muchas veces también increíbles (como que la cal viva arda con el mismo agua que sirve para apagar el fuego o que en una gota de agua habiten millones de bacterias), ¿cómo vais a creerme cuando os hable de las cosas del cielo, que se rigen por otras coordenadas y pertenecen a otras dimensiones? Pero él puede hablar del cielo, porque ha bajado del cielo; a él el cielo no le resulta desconocido porque procede de allí. No obstante, su hablar de esta realidad inimaginable es siempre analógico o metafórico. No puede ser un hablar unívoco porque el mismo lenguaje humano –finito y temporal- lo desnaturalizaría, lo convertiría en una realidad mundana como todas esas realidades de las que se extrae el mismo lenguaje.

Seguidamente Jesús se remite a un pasaje del libro de los Números (21, 9) para referirlo a sí mismo y a su propia elevación en el árbol de la cruz: Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así también tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Este testimonio es también una predicción que podrá ser corroborada por la historia. Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso en un estandarte para que todos los mordidos de serpiente pudiesen mirarla y obtener la curación. Jesús equipara su propio cuerpo clavado en la cruz y puesto en alto al de esa serpiente benéfica de la que procede la salud para los afectados por el veneno de las serpientes del desierto. Todo el que mire con fe al Hijo del hombre así elevado en el árbol –que hace maldito al que cuelga de él- humillante de la cruz, podrá obtener una salud especial, inquebrantable, la que otorga la vida eterna. También aquí basta una mirada creyente para obtener el beneficio de la salud; pero en este caso se trata de una salud tan duradera que no se perderá jamás.

Conforme a lo predicho, Jesús fue realmente elevado en este patíbulo que es al mismo tiempo un trono honorable para todo el que le reconoce como el Ungido de Dios y como el Salvador del mundo. El testimonio encontró, pues, en parte su cumplimiento. Lo que queda por verificar: que se obtenga la vida eterna, es algo cuya realidad sólo podrá comprobarse con el acceso a esta vida, es decir, cuando dejemos de estar sujetos a la temporalidad en que vivimos. Pero la participación en esa vida tiene sus anticipos en ésta, que adoptan diferentes formas: la de la paz o el sosiego en medio del oleaje y la turbación, la de la serenidad ante el sufrimiento y la adversidad, la de la esperanza ante el fracaso y la muerte. La fe ya proporciona dones con sabor y valor de vida eterna. Son los dones ligados a esta promesa de vida que Dios nos permite disfrutar ya anticipadamente en este mundo. Nuestra actitud tendría que ser la de vivir en un permanente estado de acción de gracias por la vida, siempre precaria, de la que hoy disfrutamos, y por la que nos es prometida como vida eterna por el que es la fuente de toda vida.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos «Apostolorum Successores»

40. La esperanza en Dios, fiel a sus promesas.

Sostenido por la fe en Dios, que es “garantía de lo que se espera; la prueba de las cosas que no se ven” (Hb 11, 1), el Obispo esperará de Él todo bien y pondrá la máxima confianza en la divina Providencia. Repetirá con san Pablo: “todo lo puedo en aquel que me conforta” (Flp4, 13), recordando a los santos Apóstoles y a tantos Obispos, que, experimentando aun grandes dificultades y obstáculos de todo tipo, predicaron sin embargo el Evangelio de Dios con toda franqueza (cf. Hch 4, 29-31; 19, 8; 28, 31).

La esperanza, que “no falla” (Rm 5, 5), estimula en el Obispo el espíritu misionero, que lo llevará a afrontar las empresas apostólicas con inventiva, a llevarlas adelante con firmeza y a realizarlas con perfección hasta que se concluyan. El Obispo sabe, en efecto, que es enviado por Dios, Señor de la historia (cf. 1 Tm 1, 17), para edificar la Iglesia en el lugar y en el “tiempo y momento que ha fijado el Padre con su autoridad” (Hch 1, 7). De aquí también aquel sano optimismo que el Obispo vivirá personalmente y, por así decir, irradiará en los demás, especialmente en sus colaboradores.

Recursos – Ofertorio Domingo III de Pascua

ACTUACIÓN INFANTIL

(Con toda celeridad se monta lo que previamente se haya preparado con los niños y niñas: una canción, una danza o una breve y simpática actuación infantil. Terminada, uno de los niños o de las niñas hace la presentación de la ofrenda)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, nosotros y nosotras te dejamos ahí nuestra alegría, que hemos querido compartir también con la comunidad. Creemos que has sido Tú quien has encendido esa alegría en nuestro interior y que nos la conservas e incrementas, con el fin de que nosotros y nosotras la contagiemos a los demás. Sabemos de las dificultades que tienen los adultos, que les producen inquietud y tristeza. Por eso, queremos ser su alivio y arrancarles, aunque sólo sea de vez en cuando, una sonrisa.

PRESENTACIÓN DE UNA BIBLIA

(Conviene que haga la ofrenda una de las personas más sencillas de la comunidad)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Yo te traigo, Señor, una Biblia, tu Palabra escrita para nosotros y nosotras. Pero sólo si Tú nos la explicas se abrirá nuestro corazón y la entenderemos, como les ocurrió a los discípulos de Emaús. Queremos, Señor, profundizar en tu Palabra, dejarnos iluminar por ella y poder así hacerla realidad en nuestra vida, para ofrecerla como LUZ a nuestra cultura y a nuestro mundo. Pero necesitamos de tu ayuda; acompáñanos.

PRESENTACIÓN DE UNA HOGAZA DE PAN Y UNA JARRA DE VINO

(Para la realización de esta ofrenda se debe preparar una especie de procesión, que abre, de uno en uno, los que llevan las ofrendas y la cierra una última persona, que será quien realice la oración. Pueden hacerlo cualquier tipo de personas, aunque pudieran ser de edades diferentes, con el fin de expresar que la comida y la celebración es de toda la comunidad plural. Entregadas al Presidente las ofrendas, la persona señalada dice:)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor Jesús: Tú te hiciste el encontradizo con los discípulos de Emaús; tú caminaste con ellos y les explicaste la Palabra, para que entendieran las antiguas promesas. Pero sólo te reconocieron al partir el pan. Nosotros y nosotras, al presentarte la ofrenda del pan y del vino, te expresamos nuestro deseo de descubrirte plenamente y luego poder ir a anunciar tu Buena Nueva a todos los hermanos y hermanas. Ayúdanos.

PRESENTACIÓN DE UNAS REDES

(Hace la ofrenda cualquiera de los o las catequistas o sencillamente una persona adulta:)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Mira, Señor, yo te traigo estas redes, símbolo de las que dejaron los apóstoles antes de que Tú les hicieras pescadores de hombres. Con ellas te ofrecemos nuestro compromiso evangelizador, pues sabemos que el don de la fe que Tú nos has regalado, no es en orden a nuestro lujo personal o para encerrarnos en nuestra comunidad, como si fuéramos un grupo aislado o una secta, sino que lo has hecho en orden a la misión y a que compartamos nuestra fe, nuestra alegría y felicidad pascuales, con todos los hombres y mujeres, que buscan, tantas veces sin encontrar nada.

PRESENTACIÓN DE UN PERIÓDICO

(Esta ofrenda la debiera presentar o un profesional o un miembro de la comunidad que se caracterice por su dimensión pública o bien una persona que siga bien la actualidad)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, yo te traigo hoy un periódico. Es el reflejo de la actualidad. Lo que pasa cerca de nosotros y también lejos, aunque a otros hombres y mujeres como nosotros. Es tanta la información, que dicen los expertos, que ya no nos preocupa. Al ofrecerte hoy este diario, quiero comprometerme, en nombre de todos y de todas, a leer la actualidad con ojos que miren al corazón de las noticias y de los hombres y de las mujeres que las viven o las sufren. Y Tú, no nos dejes insensibles. Abre nuestros corazones a la solidaridad.

Oración de los fieles – Domingo III de Pascua

Hemos sido testigos de la resurrección del Hijo unigénito del Padre, y ahora ponemos ante su mirada nuestros problemas y los del mundo. Repetimos como leímos en el salmo:

R.- ENSÉÑANOS EL SENDERO DE LA VIDA.

1. – Por el Papa Francisco, para que sea siempre testimonio real y vivo de Cristo Resucitado entre nosotros.

OREMOS

2. – Por la Iglesia para que se deje guiar por la mano del Espíritu que nos lleva siempre hacia el Padre.

3. – Por todos los pueblos que aun no te conocen para que la Verdad de tu evangelio les llegue y con ella la salvación que brota de tu resurrección.

OREMOS

4. – Por todos aquellos que se apartaron del camino de la vida, para que se encuentren con Jesús y lo reconozcan como les sucedió a los discípulos de Emaús.

OREMOS

5. – Por los niños que serán bautizados, aquellos que recibirán por primera vez a Jesús y por aquellos jóvenes que harán la confirmación, para que el encuentro con el resucitado les lleve a una vida fiel al evangelio.

OREMOS

6. – Por los enfermos y por aquellos que los atienden para que la esperanza de la resurrección sea su refugio y cobijo en estos momentos de dificultad.

OREMOS

7. – Por todos nosotros, presentes en esta Eucaristía, para que Dios atienda nuestras súplicas y nos lleve a la vida eterna.

OREMOS

Padre, te hemos presentado nuestra plegaria, acógela y a través de tu Iglesia concede al mundo la Paz de tu hijo resucitado. Por Jesucristo nuestro Señor

Amen.


Elevamos a Dios nuestra plegaria y lo hacemos con la mayor confianza, sabiendo que siempre somos escuchados.

R.- QUE TU PAZ INUNDE NUESTRO CORAZÓN, SEÑOR.

1.- Por todos los hombres que viven inmersos en el miedo, la apatía, la duda, para que la resurrección del Señor les traiga la confianza y les devuelva la paz.

OREMOS

2.- Por los que sufren. Por tantos como viven llenos de heridas en el cuerpo y en el alma. Para que las llagas de Cristo transformen su dolor en gozo.

OREMOS.

3.- Por todos los que tratan de crecer acudiendo a grupos, charlas, cursillos… para que la gracia de la resurrección les ayude a fructificar en obras de amor y en ser evangelio para los demás.

OREMOS.

4.- Por las familias, para que viviendo en profundidad su compromiso sean testimonio para sus hijos y para el mundo de que se puede amar desde la gratuidad y la entrega.

OREMOS

5.- Por los jóvenes, para que vivan en grupos la alegría de la resurrección y estén abiertos a una vocación de servicio dentro de la Iglesia.

OREMOS

6.- Por todos los que estamos celebrando esta eucaristía, para que el Señor resucitado renueve nuestra fe y nos haga testigos de la resurrección en nuestro mundo.

OREMOS

Te damos gracias Señor por la grandeza de tu amor. Haznos hombres nuevos por medio de tu Hijo Jesucristo que contigo vive y reina por los siglos de los siglos.

Amén.


Comentario al evangelio – Martes II de Pascua

El Evangelio sigue con el dialogo de Jesús con Nicodemo. Hoy nos presenta el tema del nacimiento de lo alto. En el fondo se presenta la necesidad del hombre en participar de las realidades espirituales por medio de la fe.

Para “nacer de lo alto” hace falta una transformación interior del ser humano, abierto a la transcendencia. Esta apertura no significa agotar el conocimiento sobre Dios, sino dejarse empapar por la gracia divina, dejarse tocar por misericordia. Por eso, al utilizar la imagen del viento, Jesús quiere decir que las realidades celestiales permanecen siendo misterio, por lo que no se explican con criterios humanos. Esto se refuerza con la expresión “nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre” (Jn 3,13).

Jesús es el único y verdadero revelador de Dios y lo hace desde su experiencia inmediata con el Padre y en la cruz, signo de contradicción. La cruz se presenta como el lugar por excelencia de la revelación divina, del amor extremo. ¿Pero, cómo comprender esto? La serpiente puesta en un mástil en el desierto (Nm 21,4-9) sirve como una imagen pedagógica para comprender este misterio. Ella prefiguraba la crucifixión del Mesías, pues de maldición pasa a ser instrumento de sanación para el pueblo de Israel. Del mismo modo la cruz, instrumento de condenación y muerte, en Jesús se transforma en símbolo de salvación. Lo que queda evidente es que el amor y el dolor extremos se encuentran en la experiencia del Mesías crucificado.

Muchas personas buscan explicaciones religiosas para lo que estamos viviendo en estos momentos de pandemia y en otras situaciones en las que nuestra vida se encuentra en peligro. Decir que es un castigo de Dios, no es una respuesta que encuentra fundamentación en la revelación que Jesús nos ofrece. Pero, desde esta experiencia que estamos viviendo en todo el mundo, tenemos la oportunidad en hacer una profunda experiencia de encuentro con Dios, pues allí donde el dolor humano se hace fuerte, con más intensidad, el amor y la misericordia de Dios se hacen presentes.

Eguione Nogueira, cmf