Vísperas – Viernes II de Pascua

VÍSPERAS

VIERNES II DE PASCUA

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

¡Cristo ha resucitado!
¡Resucitemos con él!
¡Aleluya, aleluya!

Muerte y Vida lucharon,
y la muerte fue vencida.
¡Aleluya, aleluya!

Es el grano que muere
para el triunfo de la espiga.
¡Aleluya, aleluya!

Cristo es nuestra esperanza,
nuestra paz y nuestra vida.
¡Aleluya, aleluya!

Vivamos vida nueva,
el bautismo es nuestra Pascua.
¡Aleluya, aleluya!

¡Cristo ha resucitado!
¡Resucitemos con él!
¡Aleluya, aleluya!

SALMO 114: ACCIÓN DE GRACIAS

Ant. El Señor ha salvado mi vida de los lazos del abismo. Aleluya.

Amo al Señor, porque escucha
mi voz suplicante,
porque inclina su oído hacia mí
el día que lo invoco.

Me envolvían redes de muerte,
me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre del Señor:
«Señor, salva mi vida.»

El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas, me salvó.

Alma mía, recobra tu calma,
que el Señor fue bueno contigo:
arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.

Caminaré en presencia del Señor
en el país de la vida.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor ha salvado mi vida de los lazos del abismo. Aleluya.

SALMO 120: EL GUARDIÁN DEL PUEBLO

Ant. El Señor guarda a su pueblo como a las niñas de sus ojos. Aleluya.

Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.

El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.

El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor guarda a su pueblo como a las niñas de sus ojos. Aleluya.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: HIMNO DE ADORACIÓN

Ant. Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación. Aleluya.

Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!

¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación. Aleluya.

LECTURA: Hb 5, 8-10

Cristo, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna, proclamando por Dios sumo sacerdote, según el rito de Melquisedec.

RESPONSORIO BREVE

V/. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.
R/. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.

V/. Al ver al Señor.
R/. Aleluya, aleluya.

V/. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
R/. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya, aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Subió al árbol santo de la cruz, destruyó el poder del abismo, se revistió de poder, resucitó al tercer día. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Subió al árbol santo de la cruz, destruyó el poder del abismo, se revistió de poder, resucitó al tercer día. Aleluya.

PRECES

Oremos a Cristo, fuente de toda vida y principio de todo bien, y digámosle confiadamente:

Instaura, Señor, tu reino en el mundo.

Jesús salvador, tú que, muerto en la carne, fuiste devuelto a la vida por el Espíritu,
— haz que nosotros, muertos al pecado, vivamos también de tu Espíritu.

Tú que enviaste a tus discípulos al mundo entero para que proclamaran el Evangelio a toda la creación,
— haz que cuantos anuncian el Evangelio a los hombres vivan de tu Espíritu.

Tú que recibiste pleno poder en el cielo y en la tierra para ser testigo de la verdad,
— guarda en tu verdad a quienes nos gobiernan.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que todo lo haces nuevo y nos mandas esperar anhelantes la llegada de tu reino,
— haz que, cuanto más esperamos el cielo nuevo y la tierra nueva que nos prometes, con tanto mayor empeño trabajemos por la edificación del mundo presente.

Unidos a Jesucristo, supliquemos ahora al Padre con la oración de los hijos de Dios:
Padre nuestro…

ORACION

Oh Dios, que, para librarnos del poder del enemigo, quisiste que tu Hijo muriera en la cruz, concédenos alcanzar la gracia de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Viernes II de Pascua

1) Oración inicial

Oh Dios!, que, para librarnos del poder del enemigo, quisiste que tu Hijo muriera en la cruz; concédenos alcanzar la gracia de la resurrección. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del Evangelio según Juan 6,1-15

Después de esto, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente le seguía porque veían los signos que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos.

Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, dice a Felipe: « ¿Dónde nos procuraremos panes para que coman éstos?» Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco.» Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?» Dijo Jesús: «Haced que se recueste la gente.» Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda.» Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Al ver la gente el signo que había realizado, decía: «Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo.» Sabiendo Jesús que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo.

3) Reflexión

• Hoy empieza la lectura del capítulo 6 del evangelio de Juan que trae dos señales o milagros: la multiplicación de los panes (Jn 6,1-15) y Jesús que camina sobre las aguas (Jn 6,16-21). Inmediatamente después, aparece el largo diálogo sobre el Pan de Vida (Jn 6,22-71). Juan sitúa el hecho cerca de la fiesta de Pascua (Jn 6,4). El enfoque central es la confrontación entre la antigua Pascua del Éxodo y la nueva Pascua que se realiza en Jesús. El diálogo sobre el pan de vida aclarará la nueva Pascua que se realiza en Jesús.

• Juan 6,1-4: La situación. En la antigua pascua, el pueblo atravesó el Mar Rojo. En la nueva pascua, Jesús atraviesa el Mar de Galilea. Una gran multitud siguió a Moisés. Una gran multitud siguió a Jesús en este nuevo éxodo. En el primer éxodo, Moisés subió a la montaña. Jesús, el nuevo Moisés, también sube a la montaña. El pueblo seguía Moisés que realizó señales. El pueblo sigue a Jesús porque había visto las señales que él realizaba para los enfermos.

• Juan 6,5-7: Jesús y Felipe. Viendo a la multitud, Jesús confronta a los discípulos con el hambre de la gente y pregunta a Felipe: «¿Dónde nos procuraremos panes para que coman éstos?» En el primer éxodo, Moisés había obtenido alimento para el pueblo hambriento. Jesús, el nuevo Moisés, hará lo mismo. Pero Felipe, en vez de mirar la situación a la luz de la Escritura, miraba la situación con los ojos del sistema y respondió: «¡Doscientos denarios de pan no bastan!» Un denario era el salario mínimo de un día. Felipe constata el problema y reconoce su total incapacidad para resolverlo. Se queja, pero no presenta ninguna solución.

• Juan 6,8-9: Andrés y el muchacho. Andrés, en vez de quejarse, busca soluciones. Encuentra a un muchacho con cinco panes y dos peces. Cinco panes de cebada y dos peces eran el sustento diario del pobre. El muchacho entrega su alimento. Hubiera podido decir: «Cinco panes y dos peces, ¿qué es esto para tanta gente? ¡No va a servir para nada! ¡Vamos a compartirlos entre nosotros con dos o tres personas!» En vez de esto, ¡tuvo el valor de entregar los cinco panes y los dos peces para alimentar a 5000 personas (Jn 6,10)! ¡Quien hace esto o es loco o tiene mucha fe, pensando que, por amor a Jesús, todos se disponen a compartir su comida como hizo el muchacho!

• Juan 6,10-11: La multiplicación. Jesús pide que la gente se recueste por tierra. En seguida, multiplica el sustento, la ración del pobre. El texto dice: “Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, y comieron todo lo que quisieron.» Con esta frase, escrita en el año 100 después de Cristo, Juan evoca el gesto de la Ultima Cena (1Cor 11,23-24). La Eucaristía, cuando se celebra como es debido, llevará a compartir como hizo el muchacho, y a entregar el propio sustento para ser compartido.

• Juan 6,12-13: Sobraron doce canastos. El número doce evoca la totalidad de la gente con sus doce tribus. Juan no informa si sobraron peces. Lo que le interesa es evocar el pan como símbolo de la Eucaristía. El evangelio de Juan no tiene la descripción de la Cena Eucarística, pero describe la multiplicación de los panes como símbolo de lo que debe acontecer en las comunidades a través de la celebración de la Cena Eucarística. Si entre los pueblos cristianos hubiese un verdadero compartir, habría comida abundante para todos y sobrarían doce canastas ¡para mucha más gente!

• Juan 6,14-15: Quieren hacerlo rey. La gente interpreta el gesto de Jesús diciendo: «¡Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo!» La intuición de la gente es correcta. De hecho, Jesús es el nuevo Moisés, el Mesías, aquel que el pueblo estaba esperando (Dt 18,15-19). Pero esta intuición estaba siendo desviada por la ideología de la época que quería un gran rey que fuera fuerte y dominador. Por esto, viendo la señal, ¡el pueblo proclamaba a Jesús como Mesías y avanza para hacerle rey! Jesús percibiendo lo que iba a acontecer, se refugia sólo en la montaña. Y así no acepta ser mesías y espera el momento oportuno para ayudar a la gente a dar un paso.

4) Para la reflexión personal

• Ante el problema del hambre en el mundo, ¿tú actúas como Felipe o como el muchacho?
• La gente quería un mesías que fuera rey fuerte y poderoso. Hoy, muchos van detrás de líderes populistas. ¿Qué nos tiene que decir sobre esto el evangelio de hoy?

5) Oración final

Yahvé es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
Yahvé, el refugio de mi vida,
¿ante quién temblaré? (Sal 27,1)

Comentario – Viernes II de Pascua

San Juan habla de los signos de Jesús como acciones milagrosas y benéficas, sobre todo en relación con los enfermos, que suscitaban la fe en él y contribuían a su seguimiento. Lo seguía mucha gente –precisa en evangelista-, porque habían vistos los signos que hacía con los enfermos. ¿Qué signos eran esos? Sin duda, las numerosas y extraordinarias curaciones con las que obsequiaba a tantas personas que eran objeto de su misericordia. También en la extraordinaria comida con la que Jesús sació el hambre de tantos con apenas cinco panes de cebada y un par de peces, vio la gente un signo que le acreditaba como profeta: el profeta que tenía que venir al mundo de parte de Dios.

Sucede que ya otros profetas habían hecho cosas similares. Es el caso de Eliseo, discípulo y continuador del gran Elías, el profeta por excelencia. Según el libro de los Reyes, Eliseo manda a su criado dar de comer a la gente congregada en torno a ellos con los panes que llevaba en la alforja para el sustento propio y de su maestro. El criado advierte la desproporción existente entre el comestible y los comensales: ¿Qué hago yo con esto para tanta gente? Pero el profeta insiste: Dáselos. Porque esto dice el Señor: Comerán y sobrará. Fiado en la palabra del Señor, le dice: DáselosPorque comerán y sobrará. Para que esto suceda, para que con tales panes pueda comer tanta gente y quedar saciada, tiene que producirse algo extraordinario, bien una multiplicación del comestible, bien una repentina saciedad en los comensales hambrientos. Pero Dios puede multiplicar el pan como multiplica la siembra en la cosecha, el oxígeno en la atmósfera o el agua en los pantanos.

Narraciones como la de Eliseo explican que la gente viera en aquella acción de Jesús con la que da de comer a toda una multitud con sólo cinco panes de cebada y un par de peces un signo profético, un signo ya prefigurado en los hechos de los profetas. Pero ¿de qué era signo esta extraordinaria multiplicación de panes y peces? En primer lugar, de que el hombre que había llevado a cabo esta acción tan portentosa, el hombre que había sido capaz de alimentar a tanta gente con tan escasos recursos, era sin duda el Profeta anunciado, el que había de venir de parte de Dios en los tiempos mesiánicos, o en la plenitud de los tiempos, como dice san Pablo. La acción era, por tanto, un signo que le acreditaba como enviado de Dios, el Dios de la Alianza, para llevar a cabo sus designios. El que venía de parte de Dios no podía obrar sino con su consentimiento, con su poder y con su bondad. En el actuar de Jesús estaban presentes el poder y la bondad del mismo Dios. Por eso, vislumbrando esta presencia, quieren proclamarlo rey, su rey. Pero Jesús entiende que éste no es el camino a seguir. Él no ha venido para ser rey en este mundo o de este mundo, sino para algo más importante, para dar testimonio de la verdad y de la misericordia divina. Y con acciones como éstas, inspiradas sin duda en la compasión, estaba dando testimonio de la misericordia del Dios clemente y compasivo.

En Jesús y en sus obras de misericordia Dios sale al encuentro del hombre necesitado. Dios es amor –nos dice el mismo Juan-; por eso la donación le es esencial. Lo propio de Dios es dar, o mejor, darse a sí mismo. Porque es donación de sí¸ puede darse a sí mismo en Hijo fuera de sí, en el mundo y al mundo: Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su propio Hijo… Dios se da fuera de sí en su Hijo encarnado y en las diferentes acciones humano-divinas de este Hijo hecho hombre: cuando cura a los enfermos y cuando sacia el estómago de los indigentes. Si esto es así, el obrar cristiano no puede ser otro que el que lleve consigo donación. Dios no nos exige dar más de lo que tenemos, pero sí dar lo poco que tenemos, de modo que poniéndolo a su disposición Él pueda multiplicarlo en bienes del mismo género o en bienes de género superior, como el bien de la solidaridad, o de la benevolencia, o de la generosidad, que son aún más grandiosos y efectivos porque no se agotan en una sola acción, sino que nos mantiene con lasmanos abiertas para saciar de favores a todo viviente.

Se trata de dar, dándonos; porque, si cuando damos, no nos damos a nosotros mismos, nuestro dar se vacía del propio yo, convirtiéndose en una acción impersonal. Dios nos ha hecho para dar. Pero para que esta donación sea posible, es preciso que antes recibamos. Todo lo que tenemos lo hemos recibido. Sin esta previa recepción, nos será imposible dar. Pero lo hemos recibido para darlo. En el dar de sí, en la fructificación, está la satisfacción de una vida. Y ello a pesar de que el egoísmo nos desaconseje tantas veces desprendernos de lo que tenemos, sobre todo cuando al dar sentimos que perdemos lo que damos (algo que suele suceder con bienes como el dinero). Con frecuencia nos experimentamos tan pobres que creemos remediar nuestra pobreza a base de poseer cosas y más cosas; pero el deseo de posesión siempre deja insatisfechos, porque es un deseo que la mera posesión de cosas no puede colmar. Siempre se desea tener más, pero por más que se tenga se sigue deseando, pues tal deseo no es un deseo de tener más, sino de ser más. No debe pasarse por alto, sin embargo, que para ser es preciso tener vida, y corporeidad, y capacidad de pensar y sentir.

Pero sólo situándonos en la perspectiva del dar encontraremos satisfacciones más duraderas en la vida. Quizá ante ciertas necesidades que nos salgan al paso podamos decir lo del apóstol Andrés: ¿qué es eso para tantos?, ¿qué puedo hacer yo con tan escasos recursos para dar respuesta adecuada a una necesidad o problema de tan grandes dimensiones? Pues, a pesar de esa percepción, Dios te dice: Dales, dales lo poco que tengas y verás el resultado: comerán y se saciarán. El que tiene poder para crear ha de tener también poder para multiplicar lo creado. De hecho, ya lo hace –sirviéndose de la tierra, el agua y el sol- cuando multiplica lo sembrado en lo cosechado. Pero a esta labor nos quiere incorporar como colaboradores que han de poner a su disposición los recursos de que disponen: esos cinco panes de cebada y ese par de peces que, siendo nuestros porque están en nuestro poder, también los hemos recibido para provecho propio y de los demás.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos «Apostolorum Successores»

43. La obediencia a la voluntad de Dios.

Cristo, hecho “obediente hasta la muerte y muerte de cruz” (Flp 2, 8), Cristo, cuyo alimento fue la voluntad del Padre (cf. Jn 4, 34), está continuamente ante los ojos del Obispo como el más alto ejemplo de aquella obediencia que fue causa de nuestra justificación (cf. Rm 5, 19).

Conformándose a Cristo, el Obispo presta un espléndido servicio a la unidad y a la comunión eclesial y, con su conducta, demuestra que en la Iglesia ninguno puede legítimamente mandar a los demás si primero no se ofrece a sí mismo como ejemplo de obediencia a la Palabra de Dios y a la autoridad de la Iglesia.(127)


127 Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Constitución dogmática Dei Verbum, 10; Juan Pablo II, Exhortación Apostólica postsinodal Pastores Gregis, 19.

Iglesia es amistad

1.- Jesús caminando con ellos les pregunta “qué habláis mientras vais de camino”. Y los discípulos, reconocido ya el Señor, se preguntan: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino?” Y al regresar a Jerusalén contaron lo que les había sucedido en el camino.

Es el evangelio, del camino, del caminar de la Iglesia primitiva, privada ya de la presencia corporal del Señor Jesús, del caminar en la Fe, de nuestro caminar.

Es el evangelio de la búsqueda de la voz del Señor en el único casete que nos queda de su Palabra, que es la Escritura, de reconocer sus inconfundibles gestos, sin contorno de color, al partir el pan de la Eucaristía, del palparle, sin tocarle en la realidad humana del grupo de sus amigos, donde prometió estar cuando se reúnen en su nombre.

Los discípulos de Emaús son el símbolo del caminar de la Fe de aquellos a los que el Señor llamo felices porque sin ver han creído. Los que van a encontrarle en sus tres presencias de resucitado: la Escritura, la Eucaristía y la comunidad de hermanos.

De estas tres maneras va a caminar el Señor Jesús a nuestro lado hasta el final de los tiempos, porque nunca vamos a estar solos.

2.- “Sígueme” que tantas veces dijo el Señor en su vida mortal, es la llamada de líder que va delante haciendo camino, como fue Jesús por campos y aldeas con tanta prisa que los discípulos con dificultad podían acomodar su paso ala rapidez del Suyo.

Pero llega el momento de las despedidas y Jesús les dice que ya no son siervos, soldados, seguidores que van detrás, sino amigos, porque el amigo ya no va delante, va hombro con hombro, “se puso a caminar con ellos”, charlando con el amigo, aceptando la invitación a cenar porque anochece, compañero en el camino y compañero en la mesa. Y así es con nosotros.

Y como el camino es según es el compañero que lo camina con nosotros, nuestro camino de fe debería ser animoso, alegre, nunca solitario porque nuestro compañero de camino es el Señor Jesús.

3.- Y como los discípulos de Emaús reconocieron a Jesús en quien caminaba con ellos, tenemos que reconocer al Señor en el caminante que va a nuestro lado, ése que cansa y sufre con nosotros, ése que nos interroga “de que habláis”, ese que cada día tiene rostro y figura distinta, que un día es joven y otro anciano, un día es hombre y otro día es mujer, ése que unas veces acepta nuestra invitación a cenar y otras pasa de largo.

Ése es y en ése está el Jesús resucitado, el que hoy vive, el que no hay que buscar en la tumba sino en la vida de cada día.

Y porque el compañero de nuestro caminar es el Señor, tenemos que saber ser compañeros de camino de nuestros hermanos, amigos de Sus amigos, compartiendo la fatiga de las dos millas de camino y sus problemas y preocupaciones… “Por qué andáis tristes”

Tenemos que aprender que Iglesia es amistad, es compañía, no es aislamiento de oración, sino compartir el pan de una misma mesa en la que Jesús es comensal y es alimento.

José María Maruri, SJ

La misa del domingo: misa con niños

Domingo III de Pascua. Ciclo A
26 de abril 2020
“JESÚS CAMINA A NUESTRO LADO”

MONICIÓN DE ENTRADA:

Según el relato evangélico, el Resucitado se hace el encontradizo con los discípulos que huyen por miedo de Jerusalén. Los dos discípulos poseen aparentemente todos los elementos necesarios para creer: conocen los escritos del Antiguo Testamento, el mensaje de Jesús, su actuación y su muerte en cruz; han escuchado también el mensaje de la resurrección. Pero les cuesta aceptarlo. Hoy, también el mismo Señor es nuestro compañero de camino, nos explica las Escrituras y permanece con nosotros al partir y compartir el pan.

CANCIÓN DE ENTRADA

Dios está aquí.
Tan cierto como el aire que respiro.
Tan cierto como la mañana se levanta.
Tan cierto como que este canto lo puedes oír.

Lo puedes oír; moviéndose entre los que pasan.
Lo puedes oír; cantando con nosotros aquí.
Lo puedes llevar; cuando por esa puerta salgas.
Lo puedes guardar; muy dentro de tu corazón

ACTO PENITENCIAL

  • Tú que siempre nos perdonas porque nos quieres mucho, tú que siempre nos perdonas. Señor ten piedad.
  • Tú que siempre nos escuchas, porque nos quieres mucho, tú que siempre nos escuchas. Cristo ten piedad.
  • Tú que siempre nos ayudas, porque nos quieres mucho, tú que siempre nos ayudas. Señor ten Piedad.

ORACIÓN COLECTA

Padre bueno del cielo, estamos muy felices, porque Jesús está vivo en medio nuestro en su Palabra y en su Cuerpo y Sangre. Te pedimos que podamos compartirlos siempre. Él que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos. No era posible que la muerte tuviera dominio sobre Él

SUGERENCIAS PARA LA HOMILÍA

• Diálogo con los chicos ¿Qué palabras descubrimos hace un rato? Escuchar las respuestas… TRISTES – CAMINA – PALABRA – REÚNE – RESUCITÓ.

• Tomar las palabras y reconstruir el Evangelio En este domingo, Jesús resucitado se aparece a dos discípulos, que estaban tristes porque su Señor había muerto. Jesús camina con ellos y les explica todo lo que sucedió desde la Palabra. Cuando llegaban al pueblo adonde iban, los discípulos le piden que se quede con ellos. Jesús permanece con ellos y se reúne entorno a la mesa; tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se los dio. En ese momento lo reconocen. Regresan y cuentan a los Apóstoles que Jesús ¡Resucitó!

• Jesús, como un viajero más, se acerca al camino de los dos discípulos. Ellos no son capaces de reconocerlo, porque están cerrados, desilusionados, tristes y ofuscados en sus pensamientos.

• Los dos discípulos eran personas buenas, pero no habían entendido la misión que tenía Jesús, que era entregarse por amor para salvarnos.

• Lo mismo que hizo con los dos hombres, lo hace con cada uno de nosotros. También nosotros muchas veces no lo vemos, ni lo reconocemos, pero Él camina junto a nosotros y con nosotros, y nos escucha y nos habla al corazón.

• Jesús, también nos escucha, nos conoce y nos da a conocer el sueño que tiene para cada uno de nosotros. Para conocerlo es necesario hacer un poco de silencio, poner atención y ser constantes en la escucha.

• Jesús en cada Eucaristía, nos reúne para alimentarnos con su Pan de Vida.

• Los dos discípulos, después de encontrarse con Jesús resucitado y de experimentar el ardor en el corazón, dejan todo y parten en medio de la noche de vuelta a Jerusalén. Vuelven al lugar de la crucifixión, ya sin miedo y con esperanza. La cruz se convirtió para ellos en signo de Vida Nueva. Cuando se encuentran con los demás discípulos les anuncian lo que habían visto ¡Jesús Resucitó!

ORACIÓN DE LOS FIELES

A cada intención respondemos: JESÚS, QUÉDATE CON NOSOTROS…

1- Señor, para que tu Iglesia sea un lugar de diálogo y misericordia. Oremos

2- Señor, para que todos los trabajadores vivan dignamente. Oremos

3- Señor, para que seamos solidarios con los más pobres y débiles. Oremos

4- Señor, para ser fuertes y enfrentar la vida con alegría. Oremos

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Junto con el pan y el vino te ofrecemos Señor nuestros ojos y nuestro corazón para que puedan reconocerte caminando a nuestro lado. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Te damos gracias Señor, porque la resurrección de Jesús ilumina nuestros corazones para que compartiendo con todos tu Palabra y el Pan de tu Cuerpo podamos anunciarte a todos. Él que vive y reina por los siglos de los siglos.

Palabras del corazón

Mientras caminábamos tristes,
te has acercado respetuoso
a nuestras dudas, temores y desánimos.

Has hecho el camino con nosotros
aceptando nuestro ritmo y paso,
conversando con lenguaje llano y claro.

Con tu palabra y presencia viva
nos has abierto la Escritura
y los caminos de Dios en la historia.

Has calentado nuestro corazón,
has abierto nuestros ojos cegados
y nos has devuelto alegría e ilusión.

¡Quédate con nosotros al declinar el día
y comparte nuestro pan y techo, sin prisa,
antes de enviarnos a ser personas nuevas!

¡Quédate con nosotros y haznos compañía,
vamos a conversar un poco más de tu utopía
y de los horizontes abiertos en nuestras vidas!

Florentino Ulibarri

Comentario al evangelio – Viernes II de Pascua

El hambre en la tierra es una realidad que acompaña la historia de la humanidad. La pregunta “¿Con qué compraremos panes para que coman estos?” (Jn 6,5) es una preocupación que sigue presente en las estrategias políticas y sociales de todos países, especialmente con la situación de la pandemia que golpea la economía global. Junto a los cuidados sanitarios, casi todos los gobiernos presentaron planes de ayuda económica a las familias, a los pequeños comerciantes, a las personas en paro… Es una respuesta necesaria, que nos lleva a pensar otro tipo de economía. Esto puede ser iluminado con el Evangelio de hoy.

Así como Moisés, Jesús sube al monte. Se trata de una experiencia de alianza. Jesús piensa de inmediato en el alimento de sus seguidores, y aunque sabe lo que va a hacer, interroga primeramente a Felipe. Éste piensa en el gran dispendio que supondría alimentar a tantos. El salario de doscientos días de trabajo no sería suficiente. Interviene Andrés comunicando que allí hay un muchacho que tienes cinco panes de cebadas y dos peces. En el Evangelio de Mateo, Jesús convoca a sus discípulos a participar en la solución: “dadles vosotros de comer” (Mt 14,16). En el Evangelio de hoy no es diferente: los discípulos buscan soluciones, pero son incapaces de ver más allá de lo que es posible humanamente. Lo que queda claro es que todos somos responsables en la solución.

Como en aquel día en el monte, frente al Mar de Galilea, Jesús quiere contar con nosotros, aunque sean solo cinco panes y dos peces lo que tenemos para ofrecer, es decir, Cristo nos llama a repartir la vida, ahí donde estemos, en las pequeñas cosas, las que tal vez ni se ven ni hacen ruido.

No se puede esperar una intervención divina cuando nosotros tenemos la posibilidad en hacer algo, aunque sea para descubrir que tenemos solo cinco panes y dos peces (Jn 6,9). Lo demás Dios se encarga, pues no espera de nosotros soluciones que superen nuestra capacidad humana. Desea que cada uno colabore como pueda. Lo que no puede es eludir de lo que es nuestra responsabilidad.

Junto a las graves consecuencias del COVID-19, vemos surgir una ola de solidaridad en diferentes ámbitos, desde personas que están haciendo la compra a los ancianos para que ellos no tengan que salir de casa, hasta la cooperación entre los diversos países. Desde estos gestos sencillos, Dios va multiplicando los pocos “panes” que disponemos para ayudar a los que necesitan.

Eguione Nogueira, cmf