I Vísperas – Domingo IV de Pascua

I VÍSPERAS

DOMINGO IV DE PASCUA

INVOCACIÓN INICIAL

V./ Dios mío, ven en mi auxilio
R./ Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Quédate con nosotros;
la noche está cayendo.

¿Cómo te encontraremos
al declinar el día,
si tu camino no es nuestro camino?
Detente con nosotros;
la mesa está servida,
caliente el pan y envejecido el vino.

¿Cómo sabremos que eres
un hombre entre los hombres,
si no compartes nuestra mesa humilde?
Repártenos tu cuerpo,
y el gozo irá alejando
la oscuridad que pesa sobre el hombre.

Vimos romper el día
sobre tu hermoso rostro,
y al sol abrirse paso por tu frente.
Que el viento de la noche
no apague el fuego vivo
que nos dejó tu paso en la mañana.

Arroja en nuestras manos,
tendidas en tu busca,
las ascuas encendidas del Espíritu;
y limpia, en lo más hondo
del corazón del hombre,
tu imagen empañada por la culpa. Amén.

SALMO 121: LA CIUDAD SANTA DE JERUSALÉN

Ant. Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón. Aleluya.

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.

Jerusalén está fundad
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,

según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David.

Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.»

Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo.»
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón. Aleluya.

SALMO 129: DESDE LO HONDO A TI GRITO, SEÑOR

Ant. Con tu sangre nos compraste para Dios. Aleluya.

Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a al voz de mi súplica.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela a la aurora.

Aguarde Israel al Señor,
como el centinela a la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Con tu sangre nos compraste para Dios. Aleluya.

CÁNTICO de FILIPENSES: CRISTO, SIERVO DE DIOS, EN SU MISTERIO PASCUAL

Ant. ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria? Aleluya.

Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajo hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria? Aleluya.

LECTURA: 1P 2, 9-10

Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a traer en su luz maravillosa. Antes erais «no pueblo», ahora sois «pueblo de Dios»; antes erais «no compadecidos», ahora sois «compadecidos».

RESPONSORIO BREVE

R/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.
V/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.

R/ Al ver al Señor.
V/ Aleluya, aleluya.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. «Yo soy la puerta —dice el Señor—; quien entre por mí se salvará y encontrará pastos.» Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. «Yo soy la puerta —dice el Señor—; quien entre por mí se salvará y encontrará pastos.» Aleluya.

PRECES

Oremos a Cristo que, resucitado de entre los muertos, destruyó la muerte y nos dio nueva vida, y digámosle:

Tú que vives eternamente, escúchanos, Señor.

Tú que eres la piedra rechazada por los arquitectos, pero convertida en piedra angular,
— conviértenos a nosotros en piedras vivas de tu Iglesia.

Tú que eres el testigo fiel y veraz, el primogénito de entre los muertos,
— haz que tu Iglesia dé siempre testimonio de ti ante el mundo.

Tú que eres el único esposo de la Iglesia, nacida de tu costado,
— haz que todos nosotros seamos testigos de este misterio nupcial.

Tú que eres el primero y el último, que estabas muerto y ahora vives por los siglos de los siglos,
— concede a todos los bautizados, perseverar fieles hasta la muerte, a fin de recibir la corona de la victoria.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que eres la lámpara que ilumina la ciudad santa de Dios,
— alumbra con tu claridad a nuestros hermanos difuntos.

Con la misma confianza que nos da nuestra fe, acudamos ahora al Padre, diciendo, como nos enseñó Cristo:
Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso y eterno, que has dado a tu Iglesia el gozo inmenso de la resurrección de Jesucristo, concédenos también la alegría eterna del reino de tus elegidos, para que así el débil rebaño de tu Hijo tenga parte en la admirable victoria de su Pastor. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Sábado III de Pascua

1) Oración inicial

¡Oh Dios!, que has renovado por las aguas del bautismo a los que creen en ti; concede tu ayuda a los que han renacido en Cristo, para que venzan las insidias del mal y permanezcan siempre fieles a los dones que de ti han recibido. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del Evangelio según Juan 6,60-69
Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: «Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?» Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: «¿Esto os escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?…«El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. «Pero hay entre vosotros algunos que no creen.» Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y decía: «Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre.» Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él. Jesús dijo entonces a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?» Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.»

3) Reflexión

• El evangelio de hoy trae la parte final del Discurso del Pan de Vida. Se trata de la discusión de los discípulos entre sí y con Jesús (Jn 6,60-66) y de la conversación de Jesús con Simón Pedro (Jn 6,67-69). El objetivo es mostrar las exigencias de la fe y la necesidad de un compromiso firme con Jesús y con su propuesta. Hasta aquí todo se pasaba en la sinagoga de Cafarnaún. No se indica el lugar para esta parte final.

• Juan 6,60-63: Sin la luz del Espíritu no se entienden estas palabras. Muchos discípulos pensaban que Jesús se estaba yendo ¡demasiado lejos! Estaba acabando con la celebración de Pascua y se estaba colocando a sí mismo en el lugar más central de la Pascua. Por ello, mucha gente se desligó de la comunidad y no iba más con Jesús. Jesús reacciona diciendo: «Es el espíritu que da vida, la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida». No deben tomarse al pie de la letra las cosas que él dice. Sólo con la ayuda del Espíritu Santo es posible entender todo el significado de lo que Jesús dijo (Jn 14,25-26; 16,12-13). Pablo dirá en la carta a los Corintios: “¡La letra mata, mientras el Espíritu da vida!” (2Cor 3,6).

• Juan 6,64-66: Algunos de vosotros no creen En su discurso Jesús se había presentado como el alimento que sacia el hambre y la sed de todos aquellos y aquellas que buscan a Dios. En el primer Éxodo, muchos dudaron de que Dios estuviera con ellos: “¿Está o no está Yahvé en medio de nosotros?” (Es 17,7) y murmuraban contra Moisés (Cf. Es 17,2-3; 16,7-8). Querían romper y volver a Egipto. En esta misma tentación caen los discípulos, dudando de la presencia de Jesús en el partir el pan. Ante las palabras de Jesús sobre “comer mi carne y beber mi sangre”, muchos murmuraban como el pueblo en el desierto (Jn 6,60) y tomaron la decisión de romper con Jesús y con la comunidad “se volvieron atrás y no fueron con él” (Jn 6,66).

• Juan 6,67-71: Confesión de Pedro. Al final quedan sólo los doce. Ante la crisis provocada por sus palabras y sus gestos, Jesús se vuelve hacia sus amigos más íntimos, aquí representados por los Doce, y les dice: “¿También vosotros queréis marcharos?» Jesús no hace cuestión de tener a mucha gente que le sigue. No cambia el discurso cuando el mensaje no agrada. El habla para revelar al Padre y no para agradar a quién sea. Prefiere permanecer solo, y no estar acompañado por personas que no se comprometen con el proyecto del Padre. La respuesta de Pedro es linda: “¿A quién iremos? ¡Tú sólo tienes palabras de vida eterna y nosotros reconocemos que tú eres el Santo de Dios!” Aún sin entender todo, Pedro acepta a Jesús como Mesías y cree en él. Profesa en nombre del grupo su fe en el pan compartido y en la palabra. Jesús es palabra y el pan que sacia al nuevo pueblo de Dios (Dt 8,3). A pesar de todos sus límites, Pedro no es como Nicodemo que quería ver todo bien claro según sus propias ideas. Y aún así, entre los doce había quien no aceptaba la propuesta de Jesús. En este círculo más íntimo existía un adversario (diablo) (Jn 6,70-71) “quien mi pan compartía, me trata con desprecio” (Sal 41,10; Jn 13,18).

4) Para la reflexión personal

• Me pongo en el lugar de Pedro ante Jesús. ¿Qué respuesta doy a Jesús que me pregunta?: “¿También tú quieres irte?”
• Me pongo en el lugar de Jesús. Hoy. Mucha gente está dejando de ir con Jesús. ¿Es culpa de quién?

5) Oración final

¡Ah, Yahvé, yo soy tu siervo,
tu siervo, hijo de tu esclava,
tú has soltado mis cadenas!
Te ofreceré sacrificio de acción de gracias
e invocaré el nombre de Yahvé. (Sal 116,16-17)

Jesús, el único pastor

1.- Los ejemplos ganaderos son lógicos para una sociedad mayoritariamente agrícola como lo era la nación judía de tiempos de Jesús. Y dichos ejemplos se han mantenido en permanente actualidad pues esas referencias han estado vivas muchos siglos, en el habitual contorno de los seres humanos. Hoy, ciertamente, todavía hay países en los que el campo tiene una especial importancia, pero se marcha hacia una mayor presencia del hombre en la ciudad y ahí el argumento ganadero podría perder fuerza. Es muy probable que muchos de nuestros niños solo hayan visto ovejas en la televisión o fugazmente a lo lejos, desde las ventanillas de un raudo automóvil que atraviesa los campos. En otro tiempo –en los de Jesús– eran tan próximas las ovejas que compartían habitación con los humanos.

Sin embargo, a pesar de esa lejanía argumental, hay algo muy fuerte y expresivo en la acción de Jesús como pastor único y autentico. Y emerge directamente, además, una advertencia muy grave: «Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido». ¿Qué significa? ¿Se refiere a los falsos profetas, a los mentirosos, a los embaucadores de la fe? Tanto esta semana, como la anterior, en diferentes textos se ha aludido al ecumenismo, a los hermanos separados y a quienes no se abren a la acción del Espíritu. En ese caso parece que está claro que el único Pastor, el Pastor de todos es Jesús. Pero puede ocurrir que haya falsos pastores que sean ladrones y bandidos. ¿Y como reconocerlos? Pues es el mismo Jesús quien da la clave, el pastor entra por la puerta del aprisco, los bandidos quieren saltar la tapia. ¿Qué quiere decir esto? Está claro: que cualquier divergencia doctrinal no puede hacerse con engaño, omisión y ocultación. Y, sin embargo, esa práctica esta muy generalizada entre los movimientos sectarios, sobre todo. Pero no así entre quienes desde las diferentes Iglesias buscan una vuelta a la unidad con honradez y presentan sus tesis a través de la puerta. Junto a esa –parece claro– que solo hay un pastor, pero la elección de Cristo como nuestro pastor nos ayuda a avanzar en el tiempo y en el espacio. Todas las oraciones ecuménicas de la Iglesia Católica así reflejan que es Jesucristo el único Pastor.

3.- Hay otra cosa digna de tenerse en cuenta, después de que Jesús explica la diferencia sobre el ladrón y el Pastor auténtico, el texto de San Juan añade que «Jesús les puso esta comparación pero ellos no entendieron de que les hablaba» Y es que no es fácil darse cuenta del error. La historia del cristianismo esta llena de avances y retrocesos. El pecado rompe la identidad del seguidor de Cristo y la soberbia le sumerge en la incomunicación. Muchos otros factores, también pecaminosos, y relacionados con las riquezas, con las ambiciones territoriales han fomentado tales separaciones. Y lo que es peor: algunos de esos conflictos han sido muy sangrientos con desprecio de la vida humana y de la paz de Cristo. La guerra y la violencia son una constante del comportamiento humano y durante siglos han sido los argumentos religiosos los que abrían auténticos ríos de sangre. Hoy todavía hay muchos conflictos vivos de naturaleza religiosa y ahí esta Iraq, Argelia, Afganistán, India o Pakistán. El problema larguísimo de Palestina –del que, parece, atisbarse una esperanza de paz– ha polarizado también la permanente discrepancia religiosa.

4.- El salmo 22 es uno de los más bellos del salterio. Muchas veces en momentos de cansancio e infortunio se recuerda y se anhelan las verdes praderas y las fuentes tranquilas. Su presencia en las lecturas de este domingo se relaciona con el evangelio de Juan sobre Jesús como Pastor de todos. Por otro lado Pedro es protagonista de la primera lectura y de la epístola. En los Hechos de los Apóstoles se refleja el discurso de San Pedro –el primer Papa– ante el pueblo judío. La narración de la Pasión de Jesús traspasa el corazón de los que le escuchan y piden la conversión. Este hecho, el relato por parte de un hombre de Iglesia de la Pasión del Señor y la posterior conversión de muchos, se va a repetir constantemente en nuestro devenir eclesial. Y es que la historia de la Iglesia no es otra cosa que el reflejo de la vida, muerte y gloria de Jesús y la reacción de los hombres y mujeres al respecto.

5.- Y así Pedro, en su primera carta, va a recordar, una vez más, la Pasión de Cristo y su efecto de Redención para la humanidad. Los dos textos son completamente paralelos y se enmarcan en la celebración del tiempo pascual. «Andabais descarriados como ovejas pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas». El Pastor –el único Pastor– nos conduce a lugar seguro.

Ángel Gómez Escorial

Comentario – Sábado III Pascua

La disputa que las palabras de Jesús habían originado entre los judíos alcanza también a sus discípulos, que las escuchan entre el desconcierto y la incredulidad. Decían: Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso? Calificar de «duro» su modo de hablar es destacar lo difícil de digerir que resultaba; tanto que se hacía ‘inaceptable’. Luego el discurso en el que Jesús se proponía como pan de vida y, por tanto, en el que se mostraba más dispuesto a la inmolación y al sacrificio, resultó ser el más escandaloso: esa piedra de tropiezo que apartó a muchos de sus hasta entonces seguidores de su lado. Y él, advirtiendo esto, les dice: ¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? Y continua: El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen.

Jesús parece asombrarse de esta falta de fe ante palabras tan cargadas de espíritu y vida. Y lo que realmente vale, según él, es el espíritu, porque sólo el espíritu tiene el carácter de lo perenne o de lo perdurable; la carne es demasiado frágil y perecedera como para darle tanto valor; pero ¡está tan ligada al espíritu en el hombre! Si esto es así, cuando Jesús habla de su «carne» como comida que da vida eterna no puede estar aludiendo a una carne corruptible, sino a una carne espiritual o carne portadora de ese Espíritu que da vida, al modo de esas palabras suyas que son espíritu y vida. Pero si ante palabras tan espirituales y vivificantes hay todavía quienes no creen es porque para creer se requiere además la atracción o la moción interna del Padre: Nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede. Ya lo había dicho con anterioridad, y lo vuelve a repetir: es imposible adherirse a Cristo mediante la fe si el Padre no lo concede.

Aquí ofrece Jesús una misteriosa explicación a la existencia de la incredulidad humana. Dios, sin embargo, tendría que querer la fe de todos en su enviado; ¿por qué a algunos no les concede esta adhesión de fe?; ¿por qué no hace añicos esta resistencia? He aquí el misterio de la libertad humana braceando en el océano de la potencia divina. Bastaría una mínima atracción por parte de Dios para encaminar la voluntad de cualquiera en una dirección; y sin embargo en muchos casos no parece producirse esta moción. Y si se produce, ¿tiene el hombre en su poder capacidad para resistir esta fuerza; pues, por muy ligera que sea, no deja de ser divina? La resistencia, en cambio, es sólo humana; ¿y qué puede lo humano frente a lo divino?

El evangelista subraya la desbandada provocada por las palabras de Jesús entre sus discípulos: Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. El hecho es tan notorio que a Jesús no le queda prácticamente otra compañía que la de los Doce. A ellos se dirige con un cierto pesar: ¿También vosotros queréis marcharos? Los Doce son sus elegidos; de ellos espera la máxima lealtad, aunque conoce también sus debilidades. También ellos estaban desconcertados. También ellos consideraban que su lenguaje era «duro». También ellos palpaban, desasosegados, el desánimo reinante. También ellos sentían la tentación de dejarlo. Pero había algo que les retenía a su lado y que no se explican muy bien lo que es. Pedro lo pone al descubierto cuando responde a la pregunta de Jesús con estas palabras: Señor, ¿a quien vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.

La realidad es que no encuentran a nadie mejor a quien acudir, a nadie que les merezca más confianza y crédito, a nadie que les haya mostrado mayor autoridad. Pedro reconoce a sus palabras la carga de espíritu y vida que los demás no ven. Por eso –y habla en plural, como en nombre de todos los que han permanecido a su lado- nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de DiosLa fe incorpora un elemento de certeza tal que se convierte en un saber, verificado constante en la misma experiencia de fe. Nosotros creemos, y porque creemos sabemos, es decir, estamos ciertos de que él es el Santo de Dios. ¿En qué bando nos situamos nosotros? ¿En el de aquéllos que, por considerar que su lenguaje era duro, lo abandonaron y dejaron de ir con él, o en el de quienes entienden, como Pedro, que no hay persona más autorizada a quien acudir y que sólo él tiene palabras de vida eterna, aun contando con que tales palabras nos resulten duras e incomprensibles?

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos «Apostolorum Successores»

51. Formación espiritual.

El camino de la formación humana del Obispo va intrínsecamente unido a su maduración espiritual personal. La misión santificadora del Obispo le exige asimilar y vivir la vida nueva de la gracia bautismal y la del ministerio pastoral, al que ha sido llamado por el Espíritu Santo, en la continua conversión y en la participación cada vez más profunda en los sentimientos y actitudes de Jesucristo.

La continua formación espiritual permitirá al Obispo animar la pastoral con el auténtico espíritu de santidad, promoviendo la llamada universal a la santidad, de la que debe ser incansable sostenedor.

Yo soy la puerta

1.- El mensaje de Jesús es muy claro: Él es la puerta para ir al Padre y también para ir al hermano. Pero no es una puerta estática, sino una puerta que se abre para nosotros. Y no sólo eso, Jesús es a la vez la puerta y el pastor que nos ayuda a entrar por ella. La imagen bucólica del pastor no es la que encarna Jesús en este evangelio. Él es el Buen Pastor «que da la vida por las ovejas». Como señala la Primera Carta de Pedro, sin haber cometido pecado sufre la pasión por nosotros, carga con nuestros pecados, subió al leño para curarnos.

Entrar por la puerta es seguir a Cristo, que «nos guía por el sendero justo». No hay otro guía que nos conduzca por verdes praderas. Preguntémonos, ¿a quién seguimos?, ¿quién es nuestro pastor?, ¿qué voces seguimos? El Señor nos advierte sobre los falsos pastores, que se aprovechan del pueblo, se apacientan a sí mismos. Por sus frutos les conoceréis.

2.- Entrar por la puerta es identificarse con Cristo, empaparse de sus sentimientos y actitudes, vivir los valores del Evangelio. Para ser pastores de los hermanos tenemos que intentar amar como Cristo, estar dispuestos a entregarnos como Él, desbordar generosidad a raudales. No cerremos la puerta que Cristo nos abre. Menos condenas y más acogida, menos poder y más servicio, menos orgullo y más generosidad, sólo así podemos ser signo en el mundo de hoy.

3.- En este IV domingo de Pascua la Iglesia celebra la jornada Mundial de Oración por las vocaciones.El lema de este año para la Jornada es «Rema mar adentro» (Lc 5,4). Esta frase era muy querida por Juan Pablo II. Pidamos al dueño de la mies que enriquezca a la Iglesia con vocaciones a la vida religiosa y al sacerdocio. Nuestra Iglesia debe ser «casa de santidad», pero con una puerta muy grande para que todos puedan entrar. Jesús, «Buen Pastor» guíanos, llévanos de la mano, no nos alejaremos de ti, pues sabemos que sólo contigo tenemos la vida, y vida abundante.

José María Martín OSA

El pastor bueno

1.- Toda la liturgia de este domingo: Lecturas, salmo responsorial y oraciones, de este cuarto domingo de Pascua gira alrededor de Jesucristo resucitado, bajo la figura simbólica o alegórica del buen pastor. Jesús no es un pastor. El es el buen pastor. El es el pastor bueno. El es el buen pastor que demostró, dando su vida, que El sí estaba dispuesto a hacer lo que sea por sus ovejas.

En la primera lectura, tomada de los Hechos de los Apóstoles, continúa el anuncio del «kerygma», del mensaje original de los apóstoles, mensaje alrededor del cual se fue creando lo que ahora conocemos como los Evangelios. El apóstol Pedro subraya que a Jesús, a quien nosotros crucificamos, Dios lo ha constituido Señor y Mesías, es decir: Ungido. El que dio su vida por las ovejas merece ser colocado como verdadero pastor del pueblo, merece recibir el título de pastor bueno, de buen pastor.

El salmo responsorial recalca la idea de que Dios, dueño y verdadero pastor del pueblo, es Jesús, que dio su vida por el pueblo de Dios.

La segunda lectura, tomada de la primera carta de Pedro, va en la misma línea. Jesús es el siervo de Yahvé, anunciado por Isaías, que cargó con nuestras culpas y murió por nosotros y, por eso, merece recibir el título de pastor del pueblo porque ha demostrado con hechos lo que es capaz de hacer por las ovejas. La pasión era sólo una cara de la moneda. La resurrección es el acontecimiento que revela el sentido de esa muerte en cruz. Cristo era el pastor que estaba demostrando con hechos qué estaba Dios dispuesto a hacer para demostrarnos su amor. Cristo es aquel en quien Dios está dando su vida por amor a las ovejas. ¿Hay alguien que pueda disputarle a Cristo su título de pastor?

2.- Así como había catequesis para los candidatos al bautismo, también las había para los recién bautizados. El Evangelio de este domingo, de la versión de Juan, nos enseña que Jesús es el buen pastor, el pastor bueno, justamente en contraposición a los pastores del pueblo, civiles y religiosos, que aparecen muy bien descritos en el capítulo treinta y cuatro del libro de Ezequiel. Israel era un pueblo de pastores de ovejas, así es que entendió muy bien lo que Jesús quería decir con su expresión. En Ezequiel treinta y cuatro, Dios hace decir al pueblo que El mismo vendrá a pastorear a sus ovejas porque El las reclamará de manos de los pastores civiles y religiosos del pueblo. En Jesús, dice Juan, es Dios mismo quien se ha presentado a realizar esa profecía.

El Evangelio de Juan lleva a un extremo la comparación. Según Juan, Jesús no sólo es pastor, sino que es el único pastor bueno. Jesús no sólo es pastor, sino que es, también, la única puerta por la que las ovejas de Dios pueden tener acceso a su seguridad y salvación.

Pero, fijémonos bien, las ovejas son siempre ovejas de Cristo. Jesús no le hace rebaños a nadie ni enajena a sus ovejas. A Pedro mismo, al final del Evangelio de Juan, Jesús le dice bien claramente: apacienta mis ovejas. Pedro, o cualquier otro, puede ser o sentirse todo lo pastor que quiera, las ovejas son siempre ovejas de Cristo. A Cristo todos podemos representarlo, pero nadie puede sustituirlo. En la Iglesia Cristo tiene representantes, pero nunca sucesores ni sustitutos.

Si en el Evangelio se dice que hay un solo maestro de los discípulos de Cristo, y un solo Padre de los hijos de Dios, es porque también sólo hay un pastor bueno y una sola puerta por donde entrar al único redil de Jesucristo.

3.- Estamos aburridos de ver gente que se lanza o mete a pastor para luego resultar un pastor, civil o religioso, que se pastorea o cuida a sí mismo. Al pastor que les hace presente al único pastor bueno las ovejas no sólo lo conocen, sino que lo reconocen, es aquel que da su vida por las ovejas.

–Hay pastores, civiles o religiosos, que se sienten dueños de las ovejas, no servidores. Son pastores que hablan diciendo: Mis ovejas, mi rebaño. No se sienten servidores de la fe, sino dueños de ella.

–Hay pastores que han olvidado que están sólo para que las ovejas tengan pasto; están para que las ovejas engorden. El pastor que engorda él en vez de que sea la oveja la que engorda, mala señal, se está comiendo a las ovejas.

–Hay pastores, civiles y religiosos, que se han dedicado a hablar bien de los otros pastores, en vez de dedicarse a lo que es su oficio, hacer que las ovejas engorden y estén a gusto.

–Hay pastores, civiles y religiosos, que le tienen miedo a las ovejas. Hay pastores que le tienen ellos más miedo al lobo que el miedo que las ovejas le tienen a éste. Hay pastores que tratan a las ovejas como si ellos fueron lobos y, por eso, hay ovejas que tienen más miedo al pastor que al lobo.

–Hay pastores que dedican su tiempo a hablarles a las ovejas bien bonito acerca del dueño del rebaño, en vez de dedicarse a lo que los pusieron que es a que las ovejas engorden con buen pasto y se sientan a gusto.

–Hay pastores que creen que porque ellos tienen obligación de portarse como pastores, los fieles tenemos obligación de portarnos como ovejas.

Finalmente, hay pastores que han olvidado que si ellos se llaman a sí mismo «pastores», pastor bueno, buen pastor, según el Evangelio, sólo Cristo lo es.

Antonio Díaz Tortajada

La unicidad del hombre

1.- Los parados no son números, sino personas. ¿Hay frase más vulgar, más natural, más llena de sentido común? ¿Por qué tiene ya fuerza de propaganda?, ¿por qué es capaz de llamar la atención? Pues porque estamos en un proceso de masificación

Los soldados en campaña llevan colgado del cuello su número. Los presos de los campos de concentración lo llevaban grabado en su piel. Y cada uno de nosotros llevamos el camino de convertirnos en el número de nuestro DNI.

Los rasgos personales de nuestros rostros se van desdibujando a fuerza de meternos en estadísticas, y va apareciendo un nuevo rostro, el de la MASA, rostro siempre grotesco porque la masa es esencialmente estúpida, se lo cree todo, y se la lleva donde unos pocos quieren. Y ahí está el gran defecto de la democracia.

2.- Jesús en su polémica con los fariseos, que despreciaban al pueblo inculto, viene a decirnos que para Él, el buen pastor, no existen masas, porque ante Dios, ningún hombre es un número, un ser anónimo, una ficha que puede traspapelarse o reemplazarse por otra.

Ante el Señor cada uno tenemos nuestro propio rostro, nuestro nombre, un nombre que Él sabe y que pronuncia con un tono de voz especial para cada uno. Tono por el que cada uno sabemos que el que nos está llamando es el Señor y no otro, como cuando el Señor Resucitado, en el jardín de su tumba, llama a la Magdalena “MARÍA” e inmediatamente ella sabe que ese tono de voz pronunciando su nombre no puede ser más que la voz del Señor Jesús.

Se dice a veces, y es mucha verdad, que Dios nos hizo uno a uno y después rompió el molde. El Señor no trabaja en serie. Cada uno de nosotros no es producto de una cadena robotizada de una fábrica de automóviles. Cada hombre es labor de artesanía. Es artículo exclusivo.

Si para una madre normal cada hijo es único y ninguno de los otros hijos pueden nunca ocupar el puesto de otro, cuánto más para el Señor.

3.- Es mucha verdad que nadie es indispensable en lo que hace o se ocupa. Siempre habrá otro médico, otro empresario, otro sacerdote, otro Papa, que haga la labor que otros hacían. Pero en lo que cada uno de nosotros somos para Dios nadie nos puede reemplazar. El mayor de los Santos jamás puede reemplazar en el corazón de Dios al peor de los pecadores, porque para el Señor ese pecador es hijo irrepetible e irremplazable.

Por eso la conversión no es el paso de un Dios enemigo a un Dios amigo. Dios, Padre Bueno, nunca cambia en su actitud de cariño hacía a mi, hijo único e irremplazable. Soy yo el que cambio de actitud, admitiendo el amor inconmovible del Padre Dios.

4.- Podemos ser –o puede parecernos—inútiles en esta vida. Pero para Dios somos indispensables. Nuestro organista podrá disimular cuando uno de esos infinitos tubitos del órgano desafina, pero siempre será verdad que se echa de menos esa nota. Y no dejará de ser una chapuza maestra disimular esa nota. Y Dios no quiere chapuzas. Dios quiere que cada uno ocupemos el puesto que tenemos en Su corazón y en el que somos indispensables. Ese hueco quedará vacío si no lo llenamos cada uno. Allí quedará una gran soledad de Dios.

José María Maruri, SJ

Jesús es la puerta

Jesús propone a un grupo de fariseos un relato metafórico en el que critica con dureza a los dirigentes religiosos de Israel. La escena está tomada de la vida pastoril. El rebaño está recogido dentro de un aprisco, rodeado por un vallado o pequeño muro, mientras un guarda vigila el acceso. Jesús centra precisamente su atención en esa «puerta» que permite llegar hasta las ovejas.

Hay dos maneras de entrar en el redil. Todo depende de lo que uno pretenda hacer con el rebaño. Si alguien se acerca al redil y «no entra por la puerta», sino que salta «por otra parte», es evidente que no es el pastor. No viene a cuidar a su rebaño. Es «un extraño» que viene a «robar, matar y hacer daño».

La actuación del verdadero pastor es muy diferente. Cuando se acerca al redil, «entra por la puerta», va llamando a las ovejas por su nombre y ellas atienden su voz. Las saca fuera y, cuando las ha reunido a todas, se pone a la cabeza y va caminando delante de ellas hacia los pastos donde se podrán alimentar. Las ovejas lo siguen porque reconocen su voz.

¿Qué secreto se encierra en esa «puerta» que legitima a los verdaderos pastores que pasan por ella y desenmascara a los extraños que entran «por otra parte», no para cuidar del rebaño, sino para hacerle daño? Los fariseos no entienden de qué les está hablando aquel Maestro.

Entonces Jesús les da la clave del relato: «Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas». Quienes entran por el camino abierto por Jesús y le siguen viviendo su evangelio son verdaderos pastores: sabrán alimentar a la comunidad cristiana. Quienes entran en el redil dejando de lado a Jesús e ignorando su causa son pastores extraños: harán daño al pueblo cristiano.

En no pocas Iglesias estamos sufriendo todos mucho: los pastores y el pueblo de Dios. Las relaciones entre la jerarquía y el pueblo cristiano se viven con frecuencia de manera recelosa, crispada y conflictiva: hay obispos que se sienten rechazados; hay sectores cristianos que se sienten marginados.

Sería demasiado fácil atribuirlo todo al autoritarismo abusivo de la jerarquía o a la insumisión inaceptable de los fieles. La raíz es más profunda y compleja. Hemos creado entre todos una situación difícil. Hemos perdido la paz. Vamos a necesitar cada vez más a Jesús.

Hemos de hacer crecer entre nosotros el respeto mutuo y la comunicación, el diálogo y la búsqueda sincera de verdad evangélica. Necesitamos respirar cuanto antes un clima más amable en la Iglesia. No saldremos de esta crisis si no volvemos todos al espíritu de Jesús. Él es «la puerta».

José Antonio Pagola

Comentario al evangelio – Sábado III de Pascua

¡Qué sensación más conocida! Cuántas veces se oye eso de que seguir a Jesús “es duro”. Se ve que no es nuevo. Ya incluso en tiempos de Jesús. Y no lo dicen los de fuera, sino sus mismos discípulos. No son pocos los amigos que han dejado el Seminario, para tomar otros caminos. Compañeros de colegio, que no han vuelto a pisar una iglesia desde que terminaron los estudios…

Es la grandeza (o el problema) de la libertad. Es la elección personal de cada uno. De ahí la importancia de la pregunta de Jesús: “¿también vosotros queréis marcharos?” Cada uno elige su camino. Hace algún tiempo pudimos ver la última trilogía de “la guerra de las galaxias”. Nueve películas (tres series de tres) en las que, de alguna manera, podíamos ver el proceso de evolución de algunos de los protagonistas. Allí se habla de que existe “el lado oscuro de la fuerza”. El deseo de dominar a los demás, de adquirir un poder superior al de los otros. Y usarlo para el mal. No es difícil hacer un símil con nuestra fe, con la posibilidad de hacer el bien o hacer el mal a los demás. La lucha es intensa, algunos de los actores hasta el final no pueden decidirse, y siempre queda lugar para el arrepentimiento.

Es duro ser siempre bueno. A veces nos apetecerían unas vacaciones, para poder vivir como viven los demás, o hacer lo que hacen los otros. Es nuestra elección dejarse llevar por esa tentación. O no. Sabemos que con Jesús se puede ser feliz. Muchos de nosotros lo hemos sido, lo estamos siendo hoy. A pesar de la pandemia, a pesar de las dificultades. Porque ser feliz no significa no tener problemas. Ser feliz significa estar donde tienes que estar, y aceptarlo. Es hacer lo que hizo Jesús, que fue capaz de morir por nuestra salvación. Nosotros escuchamos la pregunta del Maestro, “¿también vosotros queréis marcharos?”, y tenemos que pensar la respuesta.

¿Crees y sabes que Cristo es el Santo de Dios? ¿Crees que Él es el que da la vida eterna? ¿Acudes a su Palabra, para salir adelante cuando el camino se hace cuesta arriba? Valen más los hechos que las buenas palabras. Ojalá que podamos demostrar que somos de los de Jesús, que no le abandonamos a las primeras de cambio, y que nos permite ser felices, a pesar de todos los pesares. Una de las frases de Anthony de Mello más citadas y recordadas nos puede ayudar: “la felicidad no puede depender de los acontecimientos. Es tu reacción ante los acontecimientos lo que te hace sufrir”.

Que la fe en Cristo y la respuesta afirmativa a su pregunta nos libre de nuestras parálisis y resucite nuestras zonas muertas. Así sea.

Alejandro Carbajo. C.M.F.