II Vísperas – Domingo IV de Pascua

II VÍSPERAS

DOMINGO IV DE PASCUA

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

¿Qué ves en la noche,
dinos, centinela?

Dios como un almendro
con la flor despierta;
Dios que nunca duerme
busca quien no duerma,
y entre las diez vírgenes
sólo hay cinco en vela.

Gallos vigilantes
que la noche alertan.
Quien negó tres veces
otras tres confiesa,
y pregona el llanto
lo que el miedo niega.

Muerto le bajaban
a la tumba nueva.
Nunca tan adentro
tuvo al sol la tierra.
Daba el monte gritos,
piedra contra piedra.

Vi los cielos nuevos
y la tierra nueva.
Cristo entre los vivos
y la muerte muerta.
Dios en las criaturas,
¡y eran todas buenas! Amén.

SALMO 109: EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE

Ant. Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios. Aleluya.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios. Aleluya.

SALMO 111: FELICIDAD DEL JUSTO

Ant. En las tinieblas brilla como una luz el que es justo. Aleluya.

Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita.

En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo.

Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos.
El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo.

No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor.
Su corazón está seguro, sin temor,
hasta que vea derrotados a sus enemigos.

Reparte limosna a los pobres;
su caridad es constante, sin falta,
y alzará la frente con dignidad.

El malvado, al verlo, se irritará,
rechinará los dientes hasta consumirse.
La ambición del malvado fracasará.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. En las tinieblas brilla como una luz el que es justo. Aleluya.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: LAS BODAS DEL CORDERO

Ant. Aleluya. La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios. Aleluya.

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios,
porque sus juicios son verdaderos y justos.
Aleluya.

Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos,
los que le teméis, pequeños y grandes.
Aleluya.

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo,
alegrémonos y gocemos y démosle gracias
Aleluya.

Aleluya.
Llegó la boda del Cordero,
Su esposa se ha embellecido.
Aleluya.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Aleluya. La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios. Aleluya.

LECTURA: Hb 10, 12-14

Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio; está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados.

RESPONSORIO BREVE

R/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya, aleluya.
V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya, aleluya.

R/ Y se ha aparecido a Simón.
V/ Aleluya, aleluya.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya, aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo, el Señor, las conozco a ellas. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo, el Señor, las conozco a ellas. Aleluya.

PRECES

Oremos a Dios Padre, que resucitó a su Hijo Jesucristo y lo exaltó a su derecha, y digámosle:

Guarda, Señor, a tu pueblo, por la gloria de Cristo.

Padre justo, que por la victoria de la cruz elevaste a Cristo sobre la tierra,
— atrae hacia él a todos los hombres.

Por tu Hijo glorificado, envía, Señor, sobre tu Iglesia el Espíritu Santo,
— a fin de que tu pueblo sea, en medio del mundo, signo de la unidad de los hombres.

A la nueva prole renacida del agua y del Espíritu Santo consérvala en la fe de su bautismo,
— para que alcance la vida eterna.

Por tu Hijo glorificado, ayuda, Señor, a los que sufren, da libertad a los presos, salud a los enfermos
— y la abundancia de tus bienes a todos los hombres.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

A nuestros hermanos difuntos, a quienes mientras vivían en este mundo diste el cuerpo y la sangre de Cristo glorioso,
— concédeles la gloria de la resurrección en el último día.

Llenos de fe, invoquemos juntos al Padre común, repitiendo la oración que Jesús nos enseñó:
Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso y eterno, que has dado a tu Iglesia el gozo inmenso de la resurrección de Jesucristo, concédenos también la alegría eterna del reino de tus elegidos, para que así el débil rebaño de tu Hijo tenga parte en la admirable victoria de su Pastor. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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¿Maestros?

Uno de los signos más claros para detectar a un “falso maestro” es el hecho de que se presente a sí mismo como “mediador” o “condición necesaria” para que las personas logren la liberación. Lo cual nos hace ver que las palabras que leemos en este texto no habrían salido nunca de la boca de Jesús; se trata, más bien, de frases que expresan la fe en él por parte de aquella primera comunidad.

Cada confesión religiosa tiende a creer que el suyo es el líder o maestro “verdadero”, a diferencia de otros que solo son “ladrones y bandidos”. Se trata, de nuevo, de una absolutización, carente de fundamento, del propio grupo y de la propia creencia.

Se comprende que pueda existir un “lenguaje de enamorados”, por el que atribuimos a las personas queridas dones “especiales”, adornándolas con todo tipo de cualidades. Pero ese modo de hacer únicamente habla de los “seguidores”, más o menos fanáticos, de un supuesto maestro.

Un verdadero maestro sabe que no puede existir el “maestro perfecto” –lo “perfecto” nunca puede ser personal (lo humano no puede ser perfecto), sino en todo caso transpersonal–. Sabe también que toda persona cuenta con la “guía interior” que necesita para recorrer su camino. Y si bien es cierto que puede servirnos de ayuda cualquier persona sabia y experimentada, eso no niega el hecho de que todos, sin excepción, somos maestros y discípulos a la vez.

Solo una personalidad narcisista busca mostrarse como alguien “especial” o, en el otro lado, necesita maestros a quienes admirar, proyectando en ellos su afán de grandeza y de perfección. Conozco algún “director espiritual” que, presentándose como “mediador” de Dios para algunas personas, terminó manipulándolas e incluso abusando de ellas. Y conozco también no pocas personas que presumen de haber encontrado el “maestro ideal”, al que idealizan, y del que esperan que les otorgue seguridad absoluta, para no tener que enfrentarse a sus propios miedos e incertidumbres.

Quien va de “pastor” genera borreguismo alienante y quien se presenta como “maestro” fácilmente produce dependencia, a la vez que trata de blindarse frente las críticas, como si fuera inmune ante ellas.

Ser maestro no es un rol permanente. Es una función que alguien o algo puede ejercer en cualquier momento. La autoridad auténtica radica, no en la persona, sino en el contenido de lo que se transmite. El maestro auténtico no promete nada, pide entrega total únicamente a la verdad; no hambrea reconocimiento ni busca discípulos; no ata a nadie, sino que promueve la autonomía y la libertad de quienes se acercan a él.

En épocas, tanto de fáciles credulidades como de adhesiones dogmáticas a creencias que aparecen como incuestionables, necesitamos recoger el grito kantiano que hizo suyo la Modernidad: “Sapere aude” (atrévete a conocer). Liberándose de los “tutores” que mantienen a los humanos en la “minoría de edad”, Kant abogaba por el librepensamiento y la capacidad de conocer por uno mismo. Su grito constituye una invitación a poner en cuestión lo recibido, lo aprendido y todo lo que damos por sabido, recorriendo el camino de la indagación, que nace del anhelo de verdad y que podría concretarse en esta doble pregunta: ¿Y si las cosas no fueran como me las han contado?; si dejo de lado todo lo que me han enseñado y todo lo que he aprendido, ¿qué puedo decir por mí mismo? Si aprendemos a convivir con la incertidumbre y no nos desalentamos, el gusto por la verdad podrá conducirnos más lejos de lo que nuestra mente hubiera imaginado.

“La verdad es una tierra sin caminos”, proclamaba Krishnamurti en su famoso discurso de “Disolución de la Orden de la Estrella”. Por lo que “cada uno tiene que ser su propio maestro y su propio discípulo”.

La persona sabia tiene claro que cada cual es maestro de sí mismo, y que cada cual tiene su propio camino que recorrer, según cantaba el poeta León Felipe:

“Nadie fue ayer,
ni va hoy,
ni irá mañana
hacia Dios
por este mismo camino
que yo voy.
Para cada hombre guarda
un rayo nuevo de luz el sol…
y un camino virgen
Dios”.

¿Me siento comprometido/a a buscar la verdad por mí mismo/a, hasta el final?

 

Enrique Martínez Lozano

He venido para que tengan vida y la tengan abundante

El texto de Jn 10, 1-10 responde a uno de los espacios de confrontación que subyacen en el Evangelio y que los destinatarios del libro necesitan afrontar: el rechazo del judaísmo a reconocer a Jesús como el Mesías y consecuentemente de la relectura que los/as seguidores de Jesús hacen de las Escrituras de Israel a la luz de su fe en él.

En el trasfondo de la imagen del pastor y las ovejas que Jesús utiliza en Jn 10, 1-10 está la reflexión que el profeta Ezequiel hace en el capítulo 34 de su libro. En ese texto el profeta denuncia el mal uso que los líderes de Israel (sacerdotes y reyes) han hecho de la misión a la que habían sido llamados. Para él los pastores, más que cuidar, acompañar, sanar y comprender al pueblo, prefirieron aprovecharse de su poder, escucharse a sí mismos y olvidarse de la gente que contaba con ellos para orientarse en el camino de la vida y sentirse segura.

Esta situación llevó a Israel al gran desastre de su historia: el exilio; pero Ezequiel anuncia que YHWH no abandona a su pueblo y lo reunirá de nuevo, será su auténtico pastor, su guía y consuelo. De este modo Ezequiel se hace portavoz del deseo de Dios y es capaz de encontrar una palabra creyente en medio de la incertidumbre, oscuridad y sufrimiento que trae consigo la deportación a Babilonia.

Jesús actualiza el mensaje de Ezequiel frente a quienes cuestionan su palabra y actuación porque se resisten a perder su poder, a dejar de ser la palabra autorizada, porque temen cualquier cuestionamiento y son ciegos a cualquier mirada diferente a la suya (Jn 9, 41).

Jesús es consciente de que su mensaje incomoda a los dirigentes políticos y religiosos, y les recuerda que Dios no puede ponerse de su parte porque su actitud los ha hecho extraños a la gente sencilla, porque su orgullo y prepotencia los ha convertido en ladrones de las esperanzas y dignidad del pueblo. Los/as pobres, los/as impuros/as, los/as enfermos/as, los/as extranjeros/as y todos y todas los que han sido expulsados a los márgenes por la avaricia y el egoísmo de quienes se consideran sus legítimos lideres son los que Dios protege y acompaña.

Jesús se sabe enviado como Buen Pastor, llamado a sanar y salvar a quien sufre, a quien está derrotado, a quien está perdido. Él es la puerta que posibilita la entrada a un nuevo horizonte de sentido, a un nuevo modo de afrontar la vida, a una nueva forma de entender a Dios. Quien le escuche y le siga está invitado a formar parte del nuevo pueblo de Dios, a participar de la mesa compartida en la que ya no habrá primeros puestos, sino circularidad y encuentro.

Jesús es el Pastor que da vida y vida abundante. Como había compartido con la mujer samaritana junto al pozo, el agua que él ofrece sacia la sed y se hace manantial de vida para quien la acepta (Jn 4, 10-14) y los pastos que regala no tienen cercas ni condiciones, están abiertos para toda persona que confíe en él, que lo acoja y lo reconozca como camino, verdad y vida (Jn 14, 6).

En estos tiempos de incertidumbre, de sufrimiento, de impotencia, de desconcierto y miedo, las y los creyentes estamos invitados a escuchar a Jesús el buen Pastor. Él puede mostrarnos cómo acompañar, escuchar, sanar o sostener a quien lo necesita y hacerlo sin alardes, sin demostraciones de poder, sino con humildad, silencio y hondura.

Hoy las puertas de los lugares de culto están cerradas y eso puede invitarnos a recordar que hay una puerta abierta, una puerta que nunca se cierra y esa es Jesús. No importa que las iglesia se cierren porque Jesús de Nazaret, su vida, su actuar son la única puerta que nos lleva a la Vida. En él se sostiene nuestra fe y nuestra esperanza.

Él ha venido a darnos Vida y Vida abundante. El entregó la suya, no para iniciar un ritual excelso y misterioso, sino para que Dios Padre y Madre pudiese derramar todo su amor, ternura y perdón en la vida de todo ser humano (Hb 4, 15; 5, 8-10). Por eso, lo que verdaderamente importa es que sigamos sosteniendo nuestra vida en Dios, orando y compartiendo la esperanza, sintiéndonos hermanas y hermanos con el de cerca y con el de lejos, aprendiendo de miles de gestos generosos, humildes y entregados de tantas mujeres y hombres que en medio de la amenazada de la pandemia nos muestran el rostro del Buen Pastor.

Carme Soto Varela, ssj

Comentario – Domingo IV de Pascua

Hoy, domingo del Buen Pastor, celebramos la Jornada Mundial de Oración por las vocaciones (sacerdotales). Yo he venido para que tengan vida -decía Jesús- y la tengan abundante. Pues bien, su modo de dar esta vida que puede calificarse de abundante es dar la vida. Por eso puede presentarse como Buen Pastor que da la vida por sus ovejas. Y quienes pretendemos representarlo porque hemos recibido un sacramento para ejercer el ministerio pastoral (o ministerio del pastor) no podemos ser pastores del rebaño de otra manera que dando la vida. Él es nuestro ejemplar y modelo en este servicio/oficio pastoral.

Y para ser pastor (y no ladrón bandido) hay que entrar por la puerta. Para acceder a la Iglesia de Cristo como sacerdotes hay una puerta de entrada que no se puede o no se debe sortear. Es la puerta sacramental designada por la misma Iglesia: el sacramento del Orden. Rebasada esta puerta accedemos al oficio sacerdotal u oficio de pastores. Pero sólo se accede a este oficio tras un largo período de preparación intelectual, moral, espiritual. Son los años de Seminario: período de preparación y discernimiento. Sólo cuando el candidato a las Órdenes sagradas es considerado idóneo podrá acceder al orden de los presbíteros. Ésta es, pues la puerta fijada por la Iglesia. Pero esta puerta sacramental se levanta sobre esa otra puerta que es Cristo mismo (Pastor y Puerta): Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas.

¿En qué sentido es Cristo puerta para ovejas y pastores? En el sentido -podríamos decir- de que sólo él puede dar el sello de pertenencia o de autenticidad a una labor, a un oficio, a una doctrina, a una predicación, a una actividad que pretenda llamarse cristiana. Sólo Cristo puede acreditar como cristiano lo que se presenta como tal. Para ser pastor oveja del rebaño de Cristo hay que pasar antes por él, es decir, por su sello sacramental, por su doctrina, por sus disposiciones o actitudes, por él (y por su Iglesia, que es su prolongación actual en el mundo). Entrar por otra parte en el oficio pastoral o en el redil es convertirse de inmediato en ladrón y bandido, alguien que busca ante todo sacar provecho de la situación, aprovecharse de las ovejas, sirviendo a sus propios intereses. Nada tiene que ver, por tanto, esta actitud con la actitud del pastor dispuesto a dar la vida por las ovejas.

El que entra por esta puerta que es Cristo será reconocido en seguida como cristiano en sus palabras, en sus gestos, en su estilo de vida. Le abrirá el guarda, esto es, la Iglesia misma o aquellos a quienes la Iglesia encomienda la misión de dar entrada; las ovejas reconocerán en su voz la voz del Buen Pastor y le seguirán porque verán en él una representación del mismo Cristo.

También él las reconocerá como miembros de su rebaño, y las irá llamando por su nombre. Les proporcionará el alimento debido, las guiará por el camino de la vida y las defenderá de peligros y acechanzas. Les advertirá de los falsos pastores (ladrones y bandidos) y de los alimentos dañinos, tóxicos o venenosos. El pastor actuará también como un buen médico de almas. Y ellas confiarán en su guía y advertencias, porque reconocerán en su voz la voz del mismo Cristo. Sólo este reconocimiento permitirá excluir o rechazar a los extraños e impostores. El pastor caminará siempre por delante de las ovejas para mostrarles el camino con sus propios pasos. Su enseñanza, como la de Pablo, será al mismo tiempo una invitación a la imitación, no un acto de tiranía o una imposición apoyada en cualquier forma de coacción.

Jesús dirá también: Yo soy el camino, la verdad y la vida, como si no hubiera más camino que él para llegar a la meta de la salvación y obtener la vida. Aquí dice algo equivalente: Yo soy la puerta, como si no hubiera más puerta para entrar en la Vida que él. Todos los que han venido antes de mí (a excepción de los que habían preparado su venida: profetas y precursor) son ladrones y bandidos, pero las ovejas no los escucharon. No los escucharon precisamente por eso, porque son ladrones y bandidos con piel de pastores, porque buscaban preferentemente su propio interés.

Quizá sea éste el gran signo que distinga al verdadero del falso pastor: que el verdadero, como Cristo, está dispuesto a dar la vida por sus ovejas. Y en este punto tendríamos que examinarnos todos los pastores. Es lo que destaca san Pedro cuando habla de Cristo como aquel que padeció su pasión por nosotros dejándonos un ejemplo (especialmente a los pastores) para que sigamos sus huellas; como aquel que subió al leño cargado con nuestros pecados; como aquel cuyas heridas nos han curado. Así es como Cristo se ha ganado el derecho de ser pastor y guardián de nuestras vidas. Esto es también lo que espera de sus pastores, los pastores de su Iglesia. Para nosotros especialmente ha dejado su ejemplo de Buen Pastor. ¡Ojalá que tengamos en cuenta este ejemplo para que sigamos sus huellas! Pues, quien entre por él se salvará. Él es la puerta que da acceso a la vida.

Pidamos hoy especialmente por los pastores de la Iglesia de Cristo y por todos los que se sienten llamados a ejercer esta misión en comunión con él y con su Iglesia.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos «Apostolorum Successores»

52. Formación intelectual y doctrinal.

El Obispo, consciente de ser en la Iglesia particular el moderador de todo el ministerio de la Palabra(138) y de haber recibido el ministerio de heraldo de la fe, de doctor auténtico y de testigo de la verdad divina y católica, deberá profundizar su preparación intelectual, mediante el estudio personal y una seria y comprometida actualización cultural. El Obispo, en efecto, debe saber entender y valorar las corrientes de pensamiento, las orientaciones antropológicas y científicas de nuestro tiempo, para discernirlas y responder, a la luz de la Palabra de Dios y en la fidelidad a la doctrina y disciplina de la Iglesia, a las nuevas cuestiones que surgen en la sociedad.

El Obispo ha de actualizarse teológicamente para profundizar la insondable riqueza del misterio revelado, custodiar y exponer fielmente el depósito de la fe, tener una relación de colaboración respetuosa y fecunda con los teólogos. Tal diálogo permitirá nuevas profundizaciones del misterio cristiano en su verdad más honda, una inteligencia cada vez más viva de la Palabra de Dios, la adquisición de los métodos y lenguajes apropiados para presentarlo al mundo contemporáneo. A través de la puesta al día teológica, el Obispo podrá fundamentar siempre más adecuadamente su función magisterial para iluminar al Pueblo de Dios. Un actualizado conocimiento teológico permitirá también al Obispo vigilar para que las diversas propuestas teológicas que se presenten sean conformes a los contenidos de la Tradición, rechazando las objeciones a la sana doctrina y sus deformaciones.


138 Cf. Codex Iuris Canonici, can. 756 § 2.

Lectio Divina – Domingo IV de Pascua

Jesús, Buen Pastor
¡He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia!
Juan 10,1-10

1. Oración inicial

 Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.

Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

2. Lectura

a) Clave de lectura:

El evangelio de este domingo nos pone delante la figura tan familiar del Buen Pastor. Hablando de las ovejas del redil de Dios, Jesús usa diversas imágenes para describir la conducta de aquéllos que se ocupan del rebaño. El texto de la liturgia se extiende desde el versículo 1 al 10. En el comentario añadimos a continuación los versículos del 11 al 18, porque contienen la imagen del “Buen Pastor” que ayuda a entender mejor el sentido de los versículos del 1 al 10. Durante su lectura, trata de poner atención a las diversas imágenes o semejanzas que usa Jesús para presentarse a nosotros como el verdadero Pastor.

b) Una división del texto para ayudarnos en la lectura:

El texto contiene tres semejanzas ligadas entre sí:
Juan 10,1-5: La semejanza entre el salteador y el pastor
Juan 10,6-10: La semejanza de la puerta de las ovejas
Juan 10,11-18: La semejanza del buen pastor

c) El Texto:

Juan 10,1-10

1 «En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que escala por otro lado, ése es un ladrón y un salteador; 2 pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. 3 A éste le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las llama una por una y las saca fuera.4 Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. 5 Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.»
6 Jesús les dijo esta parábola, pero ellos no comprendieron lo que les hablaba. 7 Entonces Jesús les dijo de nuevo: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. 8 Todos los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon. 9 Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto. 10 El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.
11 Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas.12 Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa, 13 porque es asalariado y no le importan nada las ovejas. 14 Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, 15 como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas. 16 También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor. 17 Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. 18 Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre.»

3. Un momento de silencio orante

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

4. Algunas preguntas

para ayudarnos en la meditación y en la oración.

a) ¿Qué parte del texto me ha llamado más la atención?¿Por qué?
b) ¿Cuáles son las imágenes que Jesús se aplica a sí mismo?¿Cómo se las aplica y qué significan?
c) ¿Cuántas veces, en el texto, Jesús usa la palabra vida y qué dice sobre la vida?
d) Pastor-Pastoral. ¿Será que nuestra acción pastoral continúa la misión de Jesús Pastor?
e) ¿Cómo volver límpida nuestra mirada para poder ver al verdadero Jesús de los evangelios?

5. Para aquéllos que desean profundizar en el tema

a) El contexto en el que fue escrito el Evangelio de Juan:

He aquí otro ejemplo de cómo fue escrito y confeccionado el evangelio de Juan. Las palabras de Jesús sobre el Pastor (Jn 10,1-18) es como un ladrillo colocado en una pared casi terminada. Inmediatamente antes, en Juan 9,40-41, Jesús hablaba de la ceguera de los fariseos. Inmediatamente después, en Juan 10,19-21, vemos la conclusión de la discusión sobre la ceguera. Y así las palabras sobre el Buen Pastor nos enseña cómo hacer para quitar de los ojos la ceguera. Con este ladrillo la pared queda más fuerte y más bella.

Juan 10,1-5: La semejanza entre el salteador y el pastor
Jesús comienza su discurso con la semejanza de la puerta: “En verdad, en verdad os digo: quien no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que escala por otro lado, es un ladrón y un salteador. Pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas”. Para entender esta semejanza, debemos recordar cuanto sigue. En aquel tiempo, los pastores se ocupaban del rebaño durante el día. Cuando llegaba la noche, llevaban las ovejas a un gran redil o recinto comunitario, bien protegido contra salteadores y lobos. Todos los pastores de una misma región llevaban allí sus rebaños. Había un guardián que se ocupaba del redil toda la noche. Por la mañana venía el pastor, tocaba las palmas de las manos sobre la puerta y el guardián abría. El pastor se acercaba y llamaba a sus ovejas por su nombre. Las ovejas reconocían la voz del pastor, se levantaban y salían detrás de él a pastar. Las ovejas de los otros pastores oían la voz, pero se quedaban donde estaban, porque para ellas no era conocida la voz. Todos los días había peligros de asaltos. Los ladrones entraban por una hendidura, quitando las piedras del muro que rodeaba, para robar las ovejas. No entraban por la puerta, porque allí estaba el guardián vigilando.

Juan 10, 6-10: La semejanza de la puerta de las ovejas
Aquéllos que escuchaban, los fariseos, (Jn 9,40-41), no entendían lo que significaba “entrar por la puerta”. Entonces Jesús lo explica: “¡Yo soy la puerta!” Todos los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores”. ¿De quién está hablando Jesús con esta frase tan dura? Probablemente, por su manera de hablar de los salteadores, se refería a los jefes religiosos que arrastraban a la gente detrás de ellos, pero no respondían a las esperanzas de la gente. No estaban interesados en el bien del pueblo, sino más bien en su propio dinero y en sus intereses. Engañaban a la gente y la abandonaban a su suerte. El criterio fundamental para discernir entre el pastor y el salteador es la defensa de la vida de las ovejas. Jesús dice: “¡Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia!” Entrar por la puerta significa imitar la conducta de Jesús en defensa de la vida de las ovejas. Jesús pide a la gente tomar la iniciativa de no seguir a quien se presenta como si fuese pastor, pero que no está interesado en la vida de la gente.

Juan 10,11-15: La semejanza del Buen Pastor
Jesús cambia la semejanza. Antes Él era la puerta, ahora es el pastor. Todos sabían cómo era un pastor y cómo vivía y trabajaba. Pero Jesús no es un pastor cualquiera, es ¡el buen pastor! La imagen del buen pastor viene del Antiguo Testamento. Diciendo que es el Buen Pastor, Jesús se presenta como aquél que viene a cumplir las promesas de los profetas y las esperanzas del pueblo. Hay dos puntos en los que insiste: (a) En la defensa de la vida de las ovejas: el buen pastor da su vida. (b) En el mutuo entendimiento entre el pastor y las ovejas: El Pastor conoce a sus ovejas y ellas conocen al pastor.
Y el falso pastor, que quiere vencer su ceguera, debe confrontar su propia opinión con la opinión de la gente. Esto era lo que no hacían los fariseos. Ellos despreciaban a las ovejas y las llamaban gente maldita e ignorante (Jn 7,49; 9,34). Al contrario, Jesús dice que la gente tiene una percepción infalible para saber quién es el buen pastor, porque reconoce la voz del pastor (Jn 10,4). “Ellas me conocen” (Jn 10,14). Los fariseos pensaban que poseían la certeza en discernir las cosas de Dios. Pero en realidad eran ciegos.

El discurso sobre el Buen Pastor encierra dos importantes reglas para quitar la ceguera farisaica de nuestros ojos: (a) Los pastores están muy atentos a la reacción de las ovejas, porque reconocen la voz del pastor. (b) Las ovejas deben prestar mucha atención a la conducta de aquéllos que se dicen pastores para verificar si verdaderamente les interesa la vida de las ovejas, sí o no, o si son capaces de dar la vida por las ovejas. ¿Y los pastores de hoy?

Juan 10,16-18: La meta a la que Jesús quiere llegar: un solo rebaño y un solo pastor
Jesús abre el horizonte y dice que tiene otras ovejas que no son de este redil. Y ellas no oyen la voz de Jesús, pero cuando la oigan, se darán cuenta que Él es el pastor y lo seguirán. Aquí aparece el comportamiento ecuménico de las comunidades del “Discípulo Amado”.

b) Ampliando el tema:

i) La imagen del Pastor en la Biblia:

En Palestina la supervivencia del pueblo dependía en gran parte de la posesión de cabras y ovejas. La imagen del pastor que guía a sus ovejas para que pasten era conocida de todos, como hoy todos conocemos la imagen del conductor del autobús o del maquinista. Era normal usar la imagen del pastor para indicar la función de quien gobernaba y conducía el pueblo. Los profetas criticaban a los reyes porque eran pastores que no se preocupaban de su grey y no la conducía a pastar (Jer. 2,8; 10,21; 23,1-12). Esta crítica sobre los malos pastores creció en tal medida que, por culpa de los reyes, el pueblo se vio arrastrado hacia la esclavitud (Ez 34,1-10; Zac 11,4-17).

Ante la frustración sufrida por la falta de guía por parte de los malos pastores, crecía el deseo o la esperanza de tener, un día, un pastor que fuese verdaderamente bueno y sincero y que imitase a Dios en el modo de conducir al pueblo. Nace así el salmo “¡El Señor es mi pastor, nada me puede faltar! (Sal 23,1-6; Jer 48,15). Los profetas esperan que en el futuro, Dios mismo sea el Pastor que guíe a su rebaño (Is 40,11; Ez 34,11-16). Y espera que a partir de esto el pueblo sepa reconocer la voz de su pastor: “¡Escuchad hoy su voz!” (Sal 95,7). Esperan que Dios venga en calidad de Juez que juzgue a las ovejas del rebaño (Ez 34,17). Nace el deseo y la esperanza de que un día Dios suscite buenos pastores y que el Mesías sea un pastor para el pueblo de Dios. (Jer 3,15; 23,4)

Jesús cambia esta esperanza en realidad y se presenta como el Buen Pastor, delante de los salteadoras que robaban al pueblo. Él se presenta como un Juez que, al final, juzgará como un pastor que separa las ovejas de las cabras (Mt 25,31-46). En Jesús se cumple la profecía de Zacaría, según el cuál el buen pastor será perseguido por los malos pastores, incomodados por la denuncia que Él hace: Hiere al pastor y se dispersará el rebaño” (Zac 13,7). Y finalmente Jesús lo es todo: ¡es la puerta, es el Pastor, es el cordero!.

ii) La comunidad del Discípulo Amado: abierta, tolerante y ecuménica:

Las comunidades que están detrás del evangelio de Juan estaban formadas por diversos grupos. Había en ellas judíos de mentalidad abierta, con un talante crítico hacia el Templo de Jerusalén (Jn 2,13-22) y la ley (Jn 7,49-50). También había samaritanos (Jn 4,1-42) y paganos (Jn 12,20) que se convirtieron, ambos con los mismos orígenes históricos y sus costumbres culturales muy diversas de las de los judíos. Aun estando formadas por grupos humanos tan diferentes, las comunidades de Juan entendieron el seguimiento de Jesús como una vida de amor concreto y solidario. Respetando las recíprocas diferencias, sabían darse cuenta de los problemas de la convivencia entre paganos y judíos, que azotaban a otras comunidades de la época (Act 15,5). Retados por la realidad del propio tiempo, las comunidades trataban de profundizar en su fe en Jesús, enviado del Padre que quiere que todos sean hermanos (Jn 15,12-14.17) y que afirma: “¡ En la casa de mi Padre hay muchas moradas!” (Jn 14,2) . Esta profundización facilitaba el diálogo con otros grupos. Y por consiguiente eran comunidades abiertas tolerantes y ecuménicas (Jn 10, 16).

6. Salmo 23 (22)

Yahvé es mi pastor

Yahvé es mi pastor, nada me falta.
En verdes pastos me hace reposar.
Me conduce a fuentes tranquilas,
allí reparo mis fuerzas.
Me guía por cañadas seguras
haciendo honor a su nombre.

Aunque fuese por valle tenebroso,
ningún mal temería,
pues tú vienes conmigo;
tu vara y tu cayado me sosiegan.

Preparas ante mí una mesa,
a la vista de mis enemigos;
perfumas mi cabeza,
mi copa rebosa.
Bondad y amor me acompañarán
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa de Yahvé
un sinfín de días.

7. Oración final

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

Jesús viviendo nos invita a vivir la verdadera vida

El relato nos habla de la puerta y del pastor. En el fondo es la misma metáfora, porque la única puerta de aquellos apriscos, era el pastor. El rebaño eran las 5 ó 10 ovejas o cabras, que eran la base de la economía familiar. Por la noche, después de haber llevado a pastar cada uno las suyas, se reunían todas en un aprisco, que consistía en una cerca de piedra con una entrada muy estrecha para que tuvieran que pasar las ovejas de una en una y así poder controlarlas, tanto a la entrada como a la salida. Esa entrada no tenía puerta, sino que un guarda, allí colocado, hacía de puerta y las cuidaba durante la noche.

Por la mañana cada pastor iba a sacar las suyas para llevarlas a pastar. Esto se hacía por medio de un silbido o de una voz que las ovejas conocían muy bien. Incluso tenían su propio nombre como nuestros perros hoy. Cuando oían la voz, las ovejas que se identificaban con ella, salían. Con estos datos se entiende perfectamente el relato. Jesús se identifica con ese pastor/dueño que cuida las ovejas como algo personal, pero no porque de ellas depende su familia, sino porque le interesan las ovejas por sí mismas. No le mueve ningún provecho personal sino la intención de fortalecer a cada oveja.

El texto habla de comparación (paroimian). Utilizamos una comparación cuándo queremos explicar lo que es una cosa a través de otra que conocemos mejor. No se trata de una identificación sino de una aproximación. Ni Jesús es un pastor ni nosotros borregos. Jesús nos lleva a los pastos después de haberse alimentado él en los mismos. Y ya sabemos que su alimento fue hacer la voluntad de su Padre. El relato empieza por una referencia a esos dirigentes de todos los tiempos, que debían ser pastores, pero que en vez de cuidar de las ovejas, se pastorean a sí mismos y utilizan las ovejas en beneficio propio.

Las ovejas atienden a su voz porque la conocen. Una frase con profundas resonancias bíblicas. Oír la voz del Señor es conocer lo que nos pide, pero sobre todo obedecerle. Las llama por su nombre, porque cada una tiene nombre propio. Las que escuchan su voz, salen de la institución opresora y quedan en libertad. Jesús no viene a sustituir una institución por otra. No las saca de un corral para meterlas en otro. No son los miembros de la comunidad los que deben estar al servicio de la institución. Es la institución y la autoridad la que debe estar al servicio de cada uno.

En un mismo aprisco había ovejas de muchos dueños, por eso dice que saca todas las suyas. Porque son suyas, conocen su voz y le siguen. El texto quiere dejar bien claro que las ovejas no podían salir por sí mismas del estado de opresión, porque para ellas no había alternativa. Es Jesús el que les ofrece libertad y capacidad para decidir por sí mismas. Los dirigentes judíos son “extraños”, que no buscan la vida de las ovejas. Ellos las llevan a la muerte. Jesús les da vida. La diferencia no puede ser más radical. Por muy oveja que te sientas, tienes la obligación de distinguir al pastor auténtico del falso.

Él camina delante y las ovejas le siguen. Esto tiene más miga de lo que parece. Jesús recorrió de punta a cabo una trayectoria humana. Esa experiencia nos sirve a nosotros de guía para recorrer el mismo camino. Para nosotros, esto es difícil de aceptar, porque tenemos una idea de Jesús-Dios que pasó por la vida humana de manera ficticia y con el comodín de la divinidad en la chistera. Ese Jesús no tendría ni idea de lo que significa ser hombre, y por lo tanto no puede servirnos de modelo a seguir. Esta falsa idea nos ha hecho creer que lo que hizo Jesús es marcarnos el camino desde fuera sin involucrarse.

Yo soy la puerta. No se refiere al elemento que gira para cerrar o abrir, sino al hueco por donde se accede a un recinto. El pastor que cuidaba las ovejas era la única puerta. Por eso dice que es la puerta de las ovejas, no del redil. Todos los que han venido antes, son ladrones y bandidos, no han dado libertad/vida a las ovejas. Son tres los productos interesantes de las ovejas: leche, lana y carne. Los malos pastores buscan solo aprovecharse de esos productos. No les interesa el desarrollo las ovejas. A las ovejas tampoco pueden interesarles esos pastores que no les ayudan a desplegar su propio ser.

Entrar por la puerta que es Jesús, es lo mismo que «acercarse a él», «darle nuestra adhesión»; esto lleva consigo asemejarse a él, es decir, ir como él a la búsqueda del bien del hombre. Él da la vida definitiva, y el que posee esa Vida, quedará a salvo de la explotación. Él es la alternativa al orden injusto. En Jesús, el hombre puede alcanzar la verdadera salvación. «Podrá entrar y salir», es decir, tendrá libertad de movimiento. «Encontrará pastos», dice lo mismo que “no pasará hambre, no pasará sed”. Así se identifica el pasto con el pan de vida que es él mismo. La Ley sustituida por el amor.

Yo he venido para que tengan Vida y les rebose. El ladrón (dirigentes), no solo roba, despoja a la gente del pueblo de lo que es suyo, sino que sacrifica a las ovejas, es decir, les quita la vida. La misión de Jesús es exactamente la contraria: les da Vida y las restituye en su verdadero ser. Los jerarcas les arruinan la vida biológica, manipulándolas y poniéndolas a su servicio. Jesús les da la verdadera Vida y con ella la biológica cobra pleno sentido. Jesús no busca su provecho ni el de Dios. Su único interés está en que cada oveja alcance su propia plenitud, desarrolle esa Vida aquí y ahora.

Es muy importante el versículo siguiente, que no hemos leído, para entender el significado del párrafo. “El pastor modelo se entrega él mismo por las ovejas”. El griego dice: «el modelo de pastor» (ho poimên ho kalos). La expresión denota excelencia (el vino en Jn 2,10). Sería el pastor por excelencia. «kalos» significa: bello, ideal, modelo de perfección, único en su género. No se trata solo de resaltar el carácter de bondad y de dulzura. En griego hay una palabra (agathos), que significa “bueno”; pero no es la que aquí se emplea. Jesús es para aquella comunidad y para nosotros, el único pastor.

Se entrega él mismo» (tên psykhên autou tithesin») = entrega su vida. En griego hay tres palabras para designar vida: zoê, bios y psukhê; pero no significan lo mismo. El evangelio dice psykhên = vida psicológica, no biológica. Se trata de poner a disposición de los demás todo lo que uno es como ser humano, mientras vive, no muriendo por ellos. La característica del pastor modelo es que pone su vida al servicio de las ovejas para que vivan, sin limitación alguna. Al hacer esto, pone en evidencia la clase de Vida que posee y manifiesta la posibilidad de que todos los que le siguen tengan acceso a esa misma Vida.

Meditación

Desplegar Vida fue el objetivo de Jesús y debe ser el mío.
Solo en esa VIDA puedo encontrar mi plenitud.
Esa VIDA ya está en mí, pero tengo que alimentarla y potenciarla.
Se trata de la misma Vida de Dios que se nos comunica.
Esa Vida es la que hizo a Jesús ser lo que fue.
Identificarnos con Jesús es identificarnos con Dios

Fray Marcos

Señor y Mesías, modelo, puerta del aprisco

Los cuatro títulos iniciales resumen lo que afirman de Jesús: que es Señor y Mesías lo dice Pedro en el libro de los Hechos (1ª lectura); como modelo a la hora de soportar el sufrimiento lo propone la 1ª carta de Pedro (2ª lectura); puerta del aprisco es la imagen que se aplica a sí mismo Jesús en el evangelio de Juan. En resumen, las lecturas nos proponen una catequesis sobre Jesús, lo que significó para los primeros cristianos y lo que debe seguir significando para nosotros.

No quedarnos en el próximo domingo, mirar hasta el 7º

Cabe el peligro de vivir la liturgia de las próximas semanas sin advertir el mensaje global que intentan transmitirnos las lecturas dominicales: pretenden prepararnos a las dos grandes fiestas de la Ascensión y Pentecostés, y lo hacen tratando tres temas a partir de tres escritos del Nuevo Testamento.

  1. La iglesia (1ª lectura, de los Hechos de los Apóstoles). Se describe el aumento de la comunidad (4º domingo), la institución de los diáconos (5º), el don del Espíritu en Samaria (6º), y cómo la comunidad se prepara para Pentecostés (7º). Adviértase la enorme importancia del Espíritu en estas lecturas.
  2. Vivir cristianamente en un mundo hostil (2ª lectura, de la Primera carta de Pedro). Los primeros cristianos sufrieron persecuciones de todo tipo, como las que padecen algunas comunidades actuales. La primera carta de Pedro nos recuerda el ejemplo de Jesús, que debemos imitar (4º domingo); la propia dignidad, a pesar de lo que digan de nosotros (5º); la actitud que debemos adoptar ante las calumnias (6º), y los ultrajes (7º).
  3. Jesús (evangelio: Juan). Los pasajes elegidos constituyen una gran catequesis sobre la persona de Jesús: es la puerta por la que todos debemos entrar (4º); camino, verdad y vida (5º); el que vive junto al Padre y con nosotros (6º); el que ora e intercede por nosotros (7º).

Jesús, Señor y Mesías (Hechos 2,14a.36-41)

Esta lectura tiene interés especial desde un punto de vista histórico y catequético. Según Lucas, el grupo de seguidores de Jesús (120 personas) experimentó un notable aumento el día de Pentecostés. Después de cincuenta días de miedo, silencio y oración, el Espíritu Santo impulsa a Pedro a dirigirse a la gente presentando a ese Jesús al que habían crucificado, constituido Señor y Mesías por Dios. El pueblo, conmovido, pregunta qué debe hacer, y Pedro los anima a convertirse y bautizarse en nombre de Jesucristo.  

Pero Lucas añade otro argumento muy distinto, que fue usado por los primeros misioneros cristianos: el miedo al castigo inminente de Dios. De acuerdo con la mentalidad apocalíptica, este mundo malo presente desaparecerá pronto para dar paso al mundo bueno futuro. Eso ocurrirá cuando se manifieste la gran cólera de Dios en un juicio que provocará salvación o condenación. Por eso Pedro anima: «Escapad de esta generación perversa». ¿Cómo ponerse a salvo? Los autores apocalípticos hacen que todo dependa de la conducta observada con Dios y con los hombres. Para los misioneros cristianos, la salvación dependerá de creer en Jesús. Pedro ya ha hablado del bautismo en nombre de Jesús.

Tenemos, pues, dos argumentos aparentemente muy distintos: el primero se basa exclusivamente en lo que Dios ha hecho por Jesús. El segundo parece menos cristiano, con su recurso al miedo. Pero no olvidemos que, en este contexto, Pablo escribe a los de Tesalónica: «Jesús nos libra de la condenación futura». Con miedo o sin él, Jesús es siempre el centro de la catequesis cristiana.

Jesús modelo (1 Pedro 2,20b-25)

En la segunda mitad del siglo I, los cristianos eran a menudo insultados, difamados, perseguidos, se confiscaban a veces sus bienes, se los animaba a apostatar… En este contexto, la 1ª carta de Pedro los anima recordándoles que ese mismo fue el destino de Jesús, que aceptó sin devolver insultos ni amenazas: «Cristo padeció su pasión por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas». Al final de esta lectura encontramos la imagen de Jesús como buen pastor («Andabais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas»). Pero este no es el tema principal del evangelio, que introduce un cambio sorprendente.

Jesús, puerta del aprisco (Juan 10,1-10)

El autor del cuarto evangelio disfruta tendiendo trampas al lector. Al principio, todo parece muy sencillo. Un redil, con su cerca y su guarda. Se aproxima uno que no entra por la puerta ni habla con el guarda, sino que salta la valla: es un ladrón. En cambio, el pastor llega al rebaño, habla con el guarda, le abre la puerta, llama a las ovejas, ellas lo siguen y las saca a pastar. Lo entienden hasta los niños.

Sin embargo, inmediatamente después añade el evangelista: “ellos no entendieron de qué les hablaba”. Muchos lectores actuales pensarán: “Son tontos. Está clarísimo, habla de Jesús como buen pastor”. Y se equivocan. Eso es verdad a partir del versículo 11, donde Jesús dice expresamente: “Yo soy el buen pastor”. Pero en el texto que se lee hoy, el inmediatamente anterior (Juan 10,1-10), Jesús se aplica una imagen muy distinta: no se presenta como el buen pastor sino como la puerta por la que deben entrar todos los pastores (“yo soy la puerta del redil”).

Con ese radicalismo típico del cuarto evangelio, se afirma que todos los personajes anteriores a Jesús, al no entrar por él, que es la puerta, no eran en realidad pastores, sino ladrones y bandidos, que sólo pretenden “robar y matar y hacer estrago”.

Resuenan en estas duras palabras un eco de lo que denunciaba el profeta Ezequiel en los pastores (los reyes) de Israel: en vez de apacentar a las ovejas (al pueblo) se apacienta a sí mismos, se comen su enjundia, se visten con su lana, no curan las enfermas, no vendan las heridas, no recogen las descarriadas ni buscan las perdidas; por culpa de esos malos pastores que no cumplían con su deber, Israel terminó en el destierro (Ez 34).

La consecuencia lógica sería presentar a Jesús como buen pastor que da la vida por sus ovejas. Pero eso vendrá más adelante, no se lee hoy. En lo que sigue, Jesús se presenta como la puerta por la que el rebaño puede salir para tener buenos pastos y vida abundante.

En este momento cabría esperar una referencia a la obligación de los pastores, los responsables de la comunidad cristiana, a entrar y salir por la puerta del rebaño: Jesús. Todo contacto que no se establezca a través de él es propio de bandidos y está condenado al fracaso (“las ovejas no les hicieron caso”). Aunque el texto no formula de manera expresa esta obligación, se deduce de él fácilmente.

En realidad, esta parte del discurso termina dirigiéndose no a los pastores sino al rebaño, recordándole que “quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos”.

Ya que es frecuente echar la culpa a los pastores de los males de la iglesia, al rebaño le conviene recordar que siempre dispone de una puerta por la que salvarse y tener vida abundante.

José Luis Sicre

Los nuevos pastores

En medio de todo el dolor y sufrimiento, y de las consecuencias negativas de todo tipo que la crisis del coronavirus ha acarreado, hemos podido descubrir muchos gestos de solidaridad, de servicio, de entrega y de sacrificio, que a varias de estas personas les ha costado la propia vida. Unos gestos que constituyen lo único positivo que podemos extraer de las actuales circunstancias, y que, en diferentes grados, han sido llevados a cabo por personas de todo tipo, tanto por personas en sus respectivos lugares de trabajo como por personas anónimas que, en sus poblaciones o comunidades de vecinos, han estado atendiendo y cuidando a los demás.

En este Domingo de Pascua celebramos a Cristo Resucitado como el Buen Pastor, que ha dado su vida por las ovejas. Y en el Evangelio de este Domingo, siguiendo con este ejemplo, Jesús ha dicho: Yo soy la puerta de las ovejas… Quien entre por mí se salvará. Jesús, con su vida, sus palabras y sus obras, nos permite el acceso a la salvación. Y entrar por la puerta que es Jesús es unirnos a Él de tal modo que sus palabras, sus criterios, sus valores… pasen a ser los nuestros.

Pero también ha dicho: el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. Entrar por la puerta que es Jesús no es sólo para nuestra propia santificación, para “salvarnos” nosotros; es para convertirnos en nuevos “pastores”, que sigan haciendo las obras de Jesús en favor de las ovejas de hoy. Y esto no es algo inalcanzable porque, como hemos visto durante esta crisis, muchas personas han “entrado por la puerta” que es Jesús y se han convertido en los “nuevos pastores”, sin darse cuenta de ello.

El Papa Francisco lo indicó en la oración del pasado 27 de marzo: “podemos mirar a tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues, ante el miedo, han reaccionado dando la propia vida. Es la fuerza operante del Espíritu derramada y plasmada en valientes y generosas entregas. Es la vida del Espíritu capaz de rescatar, valorar y mostrar cómo nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes —corrientemente olvidadas— que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo”.

Estos nuevos pastores viven lo que decía San Pedro en la 2ª lectura: Si obrando el bien soportáis el sufrimiento, hacéis una cosa hermosa ante Dios. No se trata de poner el acento en el sufrimiento como si fuera algo positivo en sí mismo, sino de aceptarlo y padecerlo pero como algo necesario para poder alcanzar el bien, y en ese bien deseado y buscado es donde se pone la mirada y hacia donde se dirigen los esfuerzos. Y han sido y son muchos los que, actuando así aunque no hayan sido conscientes de ello, han hecho una cosa hermosa ante Dios, y son una invitación para todos a seguir ese camino. Como dijo el Papa recientemente: “Les admiro, me enseñan cómo comprometerse y les agradezco el testimonio. Muchos no son creyentes, otros son agnósticos o llevan una vida de fe a su manera, pero en el testimonio ves su capacidad de jugarse por el otro, aunque entre ellos haya muertos” (22-3- 2020 “Lo de Évole”). 

En la 1ª lectura hemos escuchado que a la gente las palabras de Pedro les traspasaron el corazón, y preguntaron… ¿Qué tenemos que hacer, hermanos? Los ejemplos de entrega y sacrificio de estos días también nos traspasan el corazón, y hacen surgir esa misma pregunta: ¿Qué tenemos que hacer, para que todo eso no resulte infructuoso, para ser también “nuevos pastores”?

Y la respuesta es la que nos ha dado el Señor: Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará. Individualmente y como Iglesia, este Domingo del Buen Pastor es una llamada “entrar por la puerta que es Cristo”, a unirnos más a Él para ser los nuevos pastores que sigan ofreciendo la salvación de Dios. Las concreciones serán múltiples, pero el denominador común es el que el Papa indicó: “es animarse a abrazar todas las contrariedades del tiempo presente, abandonando por un instante nuestro afán de omnipotencia y posesión para darle espacio a la creatividad que sólo el Espíritu es capaz de suscitar. Es animarse a motivar espacios donde todos puedan sentirse convocados y permitir nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y de solidaridad. En su Cruz hemos sido salvados para hospedar la esperanza y dejar que sea ella quien fortalezca y sostenga todas las medidas y caminos posibles que nos ayuden a cuidarnos y a cuidar. Abrazar al Señor para abrazar la esperanza. Esta es la fuerza de la fe, que libera del miedo y da esperanza” (27 de marzo de 2020).

Comentario al evangelio – Domingo IV de Pascua

La puerta del Reino

      La comparación que nos ofrece el Evangelio de hoy nos sitúa ante dos realidades bien diferentes, opuestas y separadas. De un lado está el aprisco. Es el lugar donde se guarda a las ovejas. Allí encuentran refugio frente al frío y el alimento necesario además de protección contra los animales dañinos. Fuera del aprisco es precisamente el lugar donde están esos animales. Fuera del aprisco no hay comida. Fuera del aprisco el frío puede ser mortal. Fuera del aprisco las ovejas están a la intemperie. El lobo amenaza. Nada hay seguro ahí afuera. Pero la comparación de Jesús no se centra ni en los peligros de fuera ni en las comodidades de dentro sino en la puerta. La puerta es el paso obligado por el que las ovejas han de pasar para entrar en el aprisco. Jesús afirma que él es la puerta o, también, que es el dueño de las ovejas. Conoce a cada una por su nombre. Las cuida, las alimenta, las protege. En oposición al ladrón, que salta la valla y sólo entra para robar y matar, Jesús ofrece a las ovejas vida y vida abundante. 

      Toda la comparación se basa, más allá de la imagen concreta, en la contraposición entre vida y muerte. Seguir a Jesús, acercarse a él, la puerta, es encontrarse con la vida. No entrar por esa puerta es quedarse afuera, aislado en medio de los peligros y amenazas. No entrar supone quedarse del lado de la muerte.

      Pero, ¿qué significa para nosotros hoy entrar por la puerta que es Jesús? Alguno podría pensar que la única solución para alejarse de los peligros de los que, según dicen algunos,está lleno el mundo sería pasar todo el día metido en la Iglesia. Ese sería el lugar seguro. Pero se equivoca el que piensa así. Jesús deja bien claro que “Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos”. 

      Parece claro que entrar por la puerta que es Jesús, encontrarse con él, dejar que sea nuestro único señor, cambia la vida de la persona. No es que cambie el lugar donde la persona tiene que vivir. Lo que cambia es la persona y su forma de relacionarse con el mundo. Tras pasar por la puerta que es Jesús, la persona puede entrar y salir. El mundo ya no es un lugar amenazador y lleno de peligros. Todo el mundo se ha convertido en un aprisco seguro donde puede encontrar pastos y vida. Teniendo a Jesús como pastor, podemos salir del aprisco con confianza, podemos mirar la realidad de otra manera. Sin miedo. La presencia del Resucitado llena el mundo y hace que las personas tengan vida y vida abundante. Con Jesús el cristiano no tiene miedo a nada ni a nadie y su misma presencia en medio del mundo es portadora de salvación para ese mundo.

Para la reflexión

      Somos comunidad cristiana en medio del mundo. ¿Salimos a la calle atemorizados porque el mundo es malo? ¿O contemplamos el mundo como creación de Dios y lugar de la presencia de Jesús? ¿Hemos pasado por la puerta de Jesús? ¿Qué significaría en concreto para mí pasar por la puerta que es Jesús?

Fernando Torres, cmf