Vísperas – Martes IV de Pascua

VÍSPERAS

MARTES IV DE PASCUA

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Quédate con nosotros;
la noche está cayendo.

¿Cómo te encontraremos
al declinar el día,
si tu camino no es nuestro camino?
Detente con nosotros;
la mesa está servida,
caliente el pan y envejecido el vino.

¿Cómo sabremos que eres
un hombre entre los hombres,
si no compartes nuestra mesa humilde?
Repártenos tu cuerpo,
y el gozo irá alejando
la oscuridad que pesa sobre el hombre.

Vimos romper el día
sobre tu hermoso rostro,
y al sol abrirse paso por tu frente.
Que el viento de la noche
no apague el fuego vivo
que nos dejó tu paso en la mañana.

Arroja en nuestras manos,
tendidas en tu busca,
las ascuas encendidas del Espíritu;
y limpia, en lo más hondo
del corazón del hombre,
tu imagen empañada por la culpa. Amén.

SALMO 136: JUNTO A LOS CANALES DE BABILONIA

Ant. Cantadnos un cantar de Sión. Aleluya.

Junto a los canales de Babilonia
nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión;
en los cauces de sus orillas
colgábamos nuestras cítaras.

Allí los que nos deportaron
nos invitaban a cantar;
nuestros opresores, a divertirnos:
«Cantadnos un cantar de Sión.»

¡Cómo cantar un cántico del Señor
en tierra extranjera!
Si me olvido de ti, Jerusalén,
que se me paralice la mano derecha;

que se me pegue la lengua al paladar
si no me acuerdo de ti,
si no pongo a Jerusalén
en la cumbre de mis alegrías.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Cantadnos un cantar de Sión. Aleluya.

SALMO 137: ACCIÓN DE GRACIAS

Ant. En medio de los peligros me conservaste la vida. Aleluya.

Te doy gracias, Señor, de todo corazón;
delante de los ángeles tañeré para ti,
me postraré hacia tu santuario,
daré gracias a tu nombre:

por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera a tu fama;
cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma.

Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra,
al escuchar el oráculo de tu boca;
canten los caminos del Señor,
porque la gloria del Señor es grande.

El Señor es sublime, se fija en el humilde,
y de lejos conoce al soberbio.

Cuando camino entre peligros,
me conservas la vida;
extiendes tu brazo contra la ira de mi enemigo,
y tu derecha me salva.

El Señor completará sus favores conmigo:
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. En medio de los peligros me conservaste la vida. Aleluya.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: HIMNO DE LOS REDIMIDOS

Ant. Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder, la gloria y el esplendor. Aleluya.

Eres digno, Señor, Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.

Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado
y con tu sangre compraste para Dios
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes,
y reinan sobre la tierra.

Digno es el Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría,
la fuerza, el honor, la gloria, y la alabanza.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder, la gloria y el esplendor. Aleluya.

LECTURA: 1P 2, 4-5

Acercándoos al Señor, la piedra viva desechada por los hombres, pero escogida y preciosa ante Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo.

RESPONSORIO BREVE

R/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.
V/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.

R/ Al ver al Señor.
V/ Aleluya, aleluya.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Yo conozco a mis ovejas, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Yo conozco a mis ovejas, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna. Aleluya.

PRECES

Invoquemos a Cristo que con su resurrección ha reanimado la esperanza de su pueblo y digámosle:

Señor Jesús, tú que siempre vives para interceder por nosotros, escúchanos.

Señor Jesús, de cuyo costado traspasado salió sangre y agua,
— haz de la Iglesia tu Esposa inmaculada.

Pastor supremo de la Iglesia, que después de tu resurrección encomendaste a Pedro, que te profesó su amor, el cuidado de tus ovejas,
— concede a nuestro papa Francisco un amor ardiente y celo apostólico.

Tú que concediste a los discípulos que pescaba en el mar una pesca abundante,
— envía operarios que continúen su trabajo apostólico.

Tú que preparaste a la orilla del mar pan y pescado para los discípulos,
— no permitas que nuestros hermanos mueran de hambre por culpa nuestra.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Señor Jesús, nuevo Adán que nos das la vida, transforma a nuestros difuntos a imagen tuya,
— para que compartan contigo la alegría de tu reino.

Con el gozo que nos da el saber que somos hijos de Dios, digamos con plena confianza:
Padre nuestro…

ORACION

Te pedimos, Señor todopoderoso, que la celebración de las fiestas de Cristo resucitado aumente en nosotros la alegría de sabernos salvados. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Martes IV de Pascua

1) Oración inicial

Te pedimos, Señor todopoderoso, que la celebración de las fiestas de Cristo resucitado aumente en nosotros la alegría de sabernos salvados. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del Evangelio según Juan 10,22-30
Se celebró por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno. Jesús se paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón. Le rodearon los judíos, y le decían: «¿Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.» Jesús les respondió: «Ya os lo he dicho, pero no me creéis. Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas.
Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas mi siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno.»

3) Reflexión

• Los capítulos de 1 a 12 del evangelio de Juan son llamados “El libro de las Señales”. En ellos acontece la revelación progresiva del Misterio de Dios en Jesús. En la misma medida en que Jesús va haciendo la revelación, crecen la adhesión y la oposición hacia él según la visión con que cada cual espera la llegada del Mesías. Esta manera de describir la actividad de Jesús no es sólo para informar cómo la gente seguía a Jesús en aquel tiempo, sino también y sobre todo cómo debemos seguirle hoy nosotros, sus lectores y lectoras. En aquel tiempo, todos esperaban la llegada del Mesías y tenían sus criterios para poderle reconocer. Querían que fuera como ellos se lo imaginaban. Pero Jesús no se somete a esta exigencia. Revela al Padre como es el Padre y no como le gustaría a los oyentes que fuera. Pide que nos convirtamos en nuestra manera de pensar y actuar. Hoy también, cada uno de nosotros tiene sus gustos y preferencias. A veces, leemos el evangelio para ver si allí encontramos la confirmación de nuestros deseos. El evangelio de hoy arroja luz al respecto.
• Juan 10,22-24: Los Judíos interpelan a Jesús. Hacía frío. Mes de octubre. Fiesta de la dedicación que celebraba la purificación del templo hecha por Judas Macabeo (2Mc 4,36.59). Era una fiesta bien popular de muchas luces. Jesús camina por la explanada del Templo, en el Pórtico de Salomón. Los judíos le preguntan: «¿Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si tu eres el Cristo, dínoslo abiertamente». Ellos quieren que Jesús se defina y que ellos puedan comprobar, desde sus criterios, si Jesús es o no es el Mesías. Quieren pruebas. Es la actitud de quien se siente dueño de la situación. Los novatos deben presentar sus credenciales. De lo contrario, no tendrán derecho a hablar y a actuar.
• Juan 10,25-26: Respuesta de Jesús: las obras que hago dan testimonio de mí. La respuesta de Jesús es siempre la misma: «Ya os lo he dicho, pero no me creéis. Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas.” No se trata de dar pruebas. No adelantaría nada. Cuando una persona no quiere aceptar el testimonio de alguien, no hay prueba que tenga para que piense de otra forma. El problema de fondo es la apertura desinteresada de la persona hacia Dios y hacia la verdad. Donde hay esta apertura, Jesús es reconocido por sus ovejas. “Todo hombre que está de parte de la verdad escucha mi voz” dirá Jesús más tarde ante Pilatos (Jn 18,37). Esta apertura estaba faltando en los fariseos.
• Juan 10,27-28: Mis ovejas conocen mi voz. Jesús retoma la parábola del Buen Pastor que conoce sus ovejas y él es conocido por sus ovejas. Este mutuo entendimiento – entre Jesús que viene en nombre del Padre y las personas que se abren a la verdad – es fuente de vida eterna. Esta unión entre el creador y la criatura a través de Jesús, supera la amenaza de muerte: “¡No perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos!” Están a salvo y, por ello, en paz y en plena libertad.
• Juan 10,29-30: Yo y el Padre somos uno. Estos dos versículos abordan el misterio de la unidad entre Jesús y el Padre: “El Padre, que todo me ha entregado, es mayor que todos. Y nadie puede arrebatar nada de las manos del Padres. El Padre y yo somos uno”. Esta y varias otras frases nos dejan entrever algo de este misterio mayor: “Quien me ve a mí ve al Padre” (Jn 14,9). “Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí” (Jn 10,38). Esta unidad entre Jesús y el Padre no es automática, sino que es fruto de la obediencia: “Yo hago siempre lo que al Padre le agrada” (Jn 8,29; 6,38; 17,4). “Mi alimento es hacer la voluntad del Padre” (Jn 4,34; 5,30). La carta a los Hebreos dice que Jesús tuvo que aprender, por el sufrimiento, lo que es ser obediente (EEB 5,8). “Fue obediente hasta la muerte y la muerte de Cruz” (Fil 2,8). La obediencia de Jesús no es disciplinar, sino que es profética. Obedece para ser total transparencia y, así, ser revelación del Padre. Por esto podía decir: “¡El Padre y yo somos uno!” Fue un largo proceso de obediencia y de encarnación que duró 33 años. Comenzó con el Sí de María (Lc 1,38) y terminó con “¡Todo está consumado!” (Jn 19,30).

4) Para la reflexión personal

• Mi obediencia a Dios es ¿disciplinar o profética? ¿Revelo algo de Dios o sólo me preocupo de mi salvación?
• Jesús no se sometió a las exigencias de los que querían comprobar si él era el mesías anunciado. ¿Hay en mí algo de esta actitud dominadora e inquisidora típica de los adversarios de Jesús?

5) Oración final

¡Que Dios tenga piedad y nos bendiga,
que nos muestre su rostro radiante!; Pausa.
conozca así la tierra su proceder,
y todas las naciones su salvación. (Sal 67,2-3)

La Vida de Jesús – Fco. Fernández-Carvajal

5.- NATANAEL

Jn 1, 45-51

Felipe buscó enseguida a su amigo Natanael, que era de Caná de Galilea; allí precisamente se dirige el Señor. Quizá sea en la misma Caná donde se desarrolle esta escena. Con emoción, el nuevo discípulo comunicó a su amigo el gran descubrimiento: Hemos encontrado a aquel de quien escribieron Moisés en la Ley, y los Profetas: Jesús de Nazaret, el hijo de José. ¡Es el Mesías que espera todo el mundo! Pero este amigo no estimaba en mucho a la gente de Nazaret, y no parece dispuesto a admitir que el Mesías pudiera surgir de un lugar tan oscuro: ¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret? Pone en duda que Jesús sea el Mesías porque se lo presentan como hijo de José y natural de Nazaret, cuando, según la tradición, el Mesías debía nacer en Belén y permanecer de una manera misteriosa y oculta hasta su aparición al pueblo de Israel. Esta reacción debió de ser en parte motivada por la rivalidad existente entre Caná y Nazaret, que eran localidades vecinas.

La respuesta de Natanael no desalentó a Felipe, que se limitó a responder: Ven y verás. Su propia experiencia le decía que bastaba conocer al nuevo Maestro para creer en Él. ¡Él nunca defrauda! Felipe tenía ya una fe firme en Jesús.

Cuando el Señor vio a los dos amigos que se acercaban, refiriéndose a Natanael y quizá señalándole con la mano, dijo en voz alta: He aquí un verdadero israelita en quien no hay doblez.

Pone de manifiesto la sinceridad de Natanael y su piedad para con Dios: un verdadero israelita es aquel que no tiene otro Dios y Señor que Yahvé. Esto desconcertó al amigo de Felipe, quien le contestó: ¿De qué me conoces? ¿A qué viene esto?

Jesús alude entonces a algún hecho desconocido del que solo Dios sería testigo; quizá una oración más profunda o una petición relacionada con la llegada del Mesías… Recordaba a Natanael, en términos velados para los demás, una singular situación de

ánimo en que entonces se hallaba el futuro discípulo: Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas bajo la higuera, yo te vi. Algo había pasado debajo de la higuera.

Esta inesperada revelación llegó a lo más hondo del corazón de Natanael, que profesó la primera confesión explícita de fe en Jesús como Mesías y como Hijo de Dios. Tenía razón Felipe con el «ven y verás». Jesús no le defraudó. Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel, exclamó Natanael. La gracia había entrado en su corazón hasta llenarlo.

Jesús recompensó enseguida este acto de fe del nuevo discípulo: ¿Porque te he dicho que te vi bajo la higuera crees? Cosas mayores verás. Y añadió, dirigiéndose ahora al pequeño grupo que le rodeaba, estas palabras, con cierta solemnidad: En verdad, en verdad os digo que veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar en torno al Hijo del Hombre.

El Señor alude al sueño de Jacob en Betel, narrado en la Sagrada Escritura. Jesús había pasado por esa ciudad en este viaje de Judea a Galilea. Los que están en su compañía verán cosas mayores que las reveladas a Jacob en el sueño: la manifestación progresiva de su divinidad. Los ángeles, que suben y bajan en una procesión ininterrumpida entre el cielo y la tierra, con Jesús en el centro, recuerdan la misteriosa escala de ese sueño de Jacob, a lo largo de la cual subían y bajaban de continuo estos espíritus puros. Allí la presencia de los ángeles significaba que Dios tomaba al hijo de Isaac bajo su protección durante su peligroso viaje y su permanencia en la remota Mesopotamia. Aquí representa la continua sucesión de favores divinos que Jesús había de recibir, el incesante despliegue de fuerzas milagrosas que sus manos habían de dispensar y la continua compañía de los ángeles.

Natanael quedó para siempre unido al Maestro. Con mucho sentido, la mayor parte de los autores identifican desde antiguo a Natanael con el apóstol Bartolomé.

Aquellas fueron unas jornadas de muy buenos frutos. Era imposible que Juan las olvidara.

Comentario – Martes IV de Pascua

Decía Jesús a sus discípulos: Este es mi mandamiento –como si no hubiera otro-: que os améis unos a otros como yo os he amadoNadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. Parece un contrasentido proponer el amor como un mandamiento: mandar amar. Pero ¿no es el amor algo que surge espontáneamente por razón del valor del objeto amado y de la unión (parentesco, amistad, enamoramiento, filiación) que nos mantiene ligados a ese objeto? Puede que sea así; no obstante, hasta ese amor necesita del refuerzo de la voluntad para su salvaguarda, mantenimiento y acrecentamiento, voluntad en la revalorización del objeto amado y en el reforzamiento de la unión existente con el mismo. Y tratándose de un amor tan exigente con el de Jesús, amor oblativo y hasta el extremo, el papel de la voluntad es inexcusable: uno tiene que querer amar en este modo; uno tiene que proponerse realmente amar como Cristo nos ha amado; y aún así, no le será posible amar en este modo sin la ayuda del que lo manda.

Ya el mandato es una ayuda –no sólo una indicación conductual o un imperativo-; pero al mandato debe unirse la motivación y la fuerza impulsora. ¿Por qué amar en este modo que implica tantas renuncias? Todo amor implica renuncias y posesiones; pero este amor, el más grande, supone la donación de la entera vida. Así nos ha amado Jesús. Hay diferentes tipos de amor, pero en todos ellos se da y se recibe vida; en realidad, sólo se puede dar lo que antes se ha recibido. El amor también es siembra y la siembra es siempre producto de una cosecha. Se siembra de lo que se ha recogido y se recoge de lo que se ha sembrado. Y en el amor nunca se puede perder de vista el bien: el bien que se desea y se procura a la persona amada y el bien que se busca en ella.

La recompensa del amor –hasta del más desinteresado- es un beneficio tanto para el amante como para el amado, puesto que el bien del amado es también bien del amante. El amante que da la vida por el amado experimenta esta donación como un bien para sí mismo, aunque le suponga una gran pérdida en su vida. En realidad, la reciprocidad del amor hace del amado amante y del amante amado. Y el amor más grande es el que se revela en la donación de la propia vida por los amigos, o incluso por los enemigos, a quienes se quiere transformar en amigos en virtud del poder transformante del mismo amor. Esto es lo que nos dice san Pablo que hizo Jesús: entregar su vida también por sus enemigos, incluidos los que le arrebataban la vida: Padre –decía-, perdónalos porque no saben lo que hacen. Nosotros estaremos entre sus amigos si hacemos lo que nos manda, es decir, si sintonizamos con su voluntad o si tenemos en cuenta su querer en diferentes modos manifestado: no un querer arbitrario y egoísta, sino un querer que persigue exclusivamente nuestro bien.

Pero lo que nos hace amigos de Jesús no es en primer término el cumplimiento de sus mandatos o la atención a su voluntad, sino otra cosa que no depende de nosotros sino de aquel que decide incorporarnos a su amistad. Prestemos atención a sus palabras: Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. Llama «amigos» a los que ha hecho partícipes de su propia intimidad, como nosotros, que consideramos amigos a los que comparten muchas cosas de nuestra vida más íntima o personal.

La amistad es concebida, pues, como un grado de participación en la propia vida. Y eso se produce con la comunicación; en el caso de Jesús, dando a conocer a sus discípulos y amigos su experiencia de relación –lo que ha oído- con su Padre, lo más íntimo que hay en él. Si la amistad con Jesús depende de esta comunicación personal, no podremos ser amigos suyos si no se da tal comunicación y, por tanto, si no nos elige para compartir con él su intimidad. De ahí que diga: No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. La elección como amigos no se queda en la simple incorporación a un círculo de amistad; tiene como objetivo la fructificación y con ella la cosecha de nuevos amigos para él. La relación con él es tan estrecha y necesaria –como la del sarmiento con la vid- que sin ella no es posible la fructificación cristiana. La elección nos capacita y nos destina para dar fruto y para que ese fruto sea duradero. Hay frutos humanos muy duraderos (una teoría científica, una filosofía, una obra maestra de literatura, una catedral, una sinfonía, una obra de arte, etc.); pues bien, Jesús pretende que el fruto de sus elegidos tenga duración no sólo temporal, sino eterna; pues el amor no pasa nunca.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos «Apostolorum Successores»

54. Los medios de la formación permanente.

Como los otros miembros del Pueblo de Dios, son los primeros responsables de la propia formación; del mismo modo el Obispo deberá sentir como propio el deber de ocuparse personalmente de su constante formación integral. Debido a su misión en la Iglesia, deberá dar, sobre todo en este campo, ejemplo a los fieles que lo miran como modelo del discípulo que acoge las enseñanzas de Cristo para seguirlo con cotidiana fidelidad en el camino de la verdad y del amor, plasmando la propia humanidad con la gracia de la comunión divina. Para su formación permanente, el Obispo utilizará los medios que la Iglesia ha sugerido siempre y que son indispensables para caracterizar la espiritualidad del Obispo y, más en general, para confiar en la gracia. La comunión con Dios en la oración cotidiana dará la serenidad de espíritu y la prudente inteligencia que permitirán al Obispo acoger las personas con paterna disponibilidad y valorar con la necesaria ponderación las diversas cuestiones del gobierno pastoral.

El ejercicio de una rica humanidad, sabia, equilibrada, gozosa y paciente será facilitado por el necesario reposo. Siguiendo el ejemplo de Jesús que invitaba a los Apóstoles a descansar después de las fatigas del ministerio (cf. Mc 6, 31), no deberán faltar en la jornada del Obispo suficientes horas de descanso, periódicamente un día libre, un tiempo de vacaciones al año, según las normas establecidas por la disciplina de la Iglesia.(139) El Obispo deberá tener presente que la Sagrada Escritura, para indicar la necesidad del descanso, dice que Dios mismo, al término de la obra de la creación, descansó al séptimo día (cf. Gn 2, 2).

Entre los medios para la propia formación permanente, el Obispo deberá privilegiar la profundización en los documentos doctrinales y pastorales del Romano Pontífice, de la Curia Romana, de la Conferencia Episcopal y de los hermanos Obispos, no sólo para estar en comunión con el Sucesor de Pedro y con la Iglesia universal, sino también para obtener orientaciones para su acción pastoral y para saber iluminar a los fieles en las grandes cuestiones que la sociedad contemporánea plantea continuamente a los cristianos. El Obispo deberá seguir, mediante el estudio, el desarrollo de la teología para profundizar en el conocimiento del misterio cristiano, para valorar, discernir y vigilar la pureza y la integridad de la fe. Con la misma dedicación, el Obispo prestará atención a las corrientes culturales y sociales del pensamiento para comprender “los signos de los tiempos” y ponderarlos a la luz de la fe, del patrimonio del pensamiento cristiano y de la filosofía perennemente válida.

Con particular diligencia, el Obispo participará, en la medida de lo posible, en los encuentros de formación organizados por las diversas instancias eclesiales: desde el que la Congregación para los Obispos organiza anualmente para los Prelados ordenados en el año, a los organizados por las Conferencias Episcopales Nacionales o Regionales o por los Consejos internacionales de las mismas.

Ocasiones para la formación permanente del Obispo son también los encuentros del presbiterio diocesano, que él mismo organiza junto con sus colaboradores en la Iglesia particular, o las otras iniciativas culturales a través de las cuales se siembra la semilla de la verdad en el campo del mundo. Con respecto a algunos temas de gran importancia, el Obispo ha de prever momentos prolongados de escucha y diálogo con personas expertas, en una comunión de experiencias, de métodos, de nuevos recursos pastorales y de vida espiritual.

El Obispo no deberá jamás olvidar que la vida de comunión con los otros miembros del Pueblo de Dios, la vida cotidiana de la Iglesia y el contacto con los presbíteros y los fieles representan siempre momentos en los que el Espíritu habla al Obispo, recordándole su vocación y misión, y formando su corazón a través de la vida de la Iglesia. Por esto, el Obispo deberá tener una actitud de escucha de cuanto el Espíritu dice a la Iglesia y en la Iglesia.


139 Cf. Codex Iuris Canonici, can. 395 § 2.

Recursos – Ofertorio Domingo V de Pascua

PRESENTACIÓN DE UN RAMO DE FLORES DE ALMENDRO

(El ramo puede ser de flores de cualquier árbol y lo puede ofrecer cualquiera de las personas adultas de la comunidad)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, yo te traigo hoy este hermoso ramo de flores, que es símbolo, sin embargo, de lo que les sucede a quienes no están unidos a Cristo, pues su belleza desaparece en breve tiempo. Las flores se marchitan y quedan desnudas las ramas, que entran también en un proceso de muerte. Señor, nosotros y nosotras no queremos ser tan hermosos y hermosas como este ramo de flores, pero sí queremos, si Tú así nos lo concedes, vivir como tu Hijo lo hizo, por la gracia que nos concedes a través de Él.

PRESENTACIÓN DE UNAS TIJERAS DE PODAR

(Otra persona adulta presenta unas tijeras de podar. Puede ser de sexo distinto al que ha hecho la ofrenda anterior)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Por mi parte, Señor, te traigo estas tijeras de podador. Todos y todas conocemos cuál es su finalidad y cómo, matando lo superfluo, generan nueva y más vigorosa vida. También sabemos que la permanencia en tu Hijo Jesucristo nos pone en situación de poda, de morir para resucitar. Que las dificultades de la poda no nos hagan desistir de vivir en Jesucristo, de imitarle y de identificarnos con Él.

PRESENTACIÓN DE UN BEBÉ

(Esta ofrenda la debe hacer la propia madre del niño o de la niña)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, yo te traigo hoy el fruto de mis propias entrañas. Permaneció en ellas durante nueve largos meses, dependiendo en todo y por todo de mí. Aún sigue dependiendo, pues es un ser tan frágil que sin mí no sería capaz de sobrevivir. Soy consciente, sin embargo, de que el niño (o la niña) es un proyecto de persona distinto, el que ha de favorecer su desarrollo. Así queremos todos nosotros y nosotras, Señor, ser en unión a tu Hijo Jesucristo. De él recibimos la vida, pero nosotros y nosotras hemos de ser protagonistas y libres para vivirla. Edúcanos, Señor, en la libertad y la responsabilidad.

PRESENTACIÓN DE UN MAPA O PLANO DE UNA CIUDAD

(Da lo mismo que sea un mapa de carreteras que un plano de una ciudad, y que haga la ofrenda cualquier miembro de la comunidad)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, yo te ofrezco hoy este mapa (plano), ayuda para los y las que no encuentran los caminos. También los hombres y mujeres de hoy, nosotros mismos, buscamos con ansiedad el sentido de nuestras personas y de nuestras vidas, a veces sin poderlo encontrar. Al ofrecerte hoy este signo, nosotros y nosotras queremos hacer pública confesión de que tu Hijo, Jesucristo, es nuestro mejor y único mapa para saber cuáles son los caminos de nuestra vida, pues Él los recorrió primero. Te pedimos hoy, sin embargo, que, si se hace la oscuridad en nuestras vidas o surgen la duda y la tentación, Tú nos ilumines para recuperar, en y por tu Hijo Jesucristo, nuestro sentido.

PRESENTACIÓN DE UNA PIEDRA

(Sin exagerar en el tamaño, sí que debiera verse que es un material de construcción. Debe hacer la ofrenda alguien de la comunidad que esté relacionado con esa actividad humana)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, por mi trabajo sé bien lo que te traigo y para lo que sirve. Es una piedra, y la usamos para construir con solidez. Como ella, y aún más porque es la clave, es tu Hijo Jesucristo para nuestra comunidad y para la Iglesia. Gracias a Él se sostiene todo el edificio y, en él, encuentra su sentido. Al hacerte hoy esta ofrenda, quiero, en nombre de toda la comunidad, ofrecerte nuestro edificio espiritual, el Cuerpo de tu Hijo que se «encarna» en nuestra parroquia (comunidad). Y con ella, va nuestro compromiso de ser testigos de tu Hijo resucitado en medio de este mundo. Nuestra experiencia de unidad entre nosotros y nosotras y de servicio al mundo quiere ser nuestro ofrecimiento.

Oración de los fieles – Domingo V de Pascua

Jesús nos dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”. En ese camino de nuestra vida le pedimos con confianza al Padre lo que necesitamos. Repetimos:

PADRE, QUE VEAMOS SIEMPRE LA VERDAD.

1. – Por el Papa Francisco, para que sea guía de la Iglesia por el Camino que es Cristo, anunciando la Verdad que es Cristo y viviendo la Vida que es Cristo.  OREMOS.

2.- Por los que rigen y gobiernan las naciones para abran caminos allanando diferencias, busquen la verdad y defiendan la vida. OREMOS

3.- Por los diáconos, misioneros, y todos aquellos que la Iglesia escoge para ayudar al caminar de la Iglesia. OREMOS

4.- Por los profesores, periodistas y todos aquellos que trasmiten sus conocimientos para que lo hagan con verdad y cariño. OREMOS

5.- Por los que sufren, los marginados, los enfermos para que la misericordia del Señor, les anime y les ayude en los malos momentos. OREMOS

6.- Por los niños que recibirán a Jesús por primera vez en el pan partido. OREMOS

7.- Por los que estamos reunidos a la mesa para que alimentados con la palabra y el Pan seamos indicadores del Único y verdadero camino. OREMOS

Concede Padre lo que tu pueblo pide confiado en el gran Amor que nos tienes. Por Jesucristo Nuestro Señor,

Amén


En este templo del Espíritu, edificado con piedras vivas, que somos nosotros, dirigimos al Padre nuestras súplicas. Y respondemos:

ENVÍANOS TU ESPÍRITU, SEÑOR

1.- Por el Papa Francisco y por la Iglesia Universal, por las Iglesias locales, por todas las comunidades cristianas para que alcancen la madurez de la fe. OREMOS

2.- Por todos los que desempeñan en la Iglesia el ministerio pastoral de la Palabra y de la acción caritativa; para que el Espíritu de Dios nos llene de sabiduría. OREMOS

3.- Por los que buscan a Dios en el fondo de su corazón; para que descubran en Cristo la imagen del Padre. OREMOS

4.- Por todos los niños que se están preparando para recibir la Primera Comunión, que su espera sea recompensada con la felicidad de poseer e Cristo. OREMOS

5.- Por la acción de los católicos y de todo el pueblo cristiano en los medios de comunicación y en Internet para que la Palabra de Dios ocupe la tierra entera. OREMOS

6.- Por la paz en el mundo, para que terminen las guerras y florezca la paz. OREMOS

7.- Para que todos quienes nos reunimos en toda ocasión y lugar para orar al Señor —y por ejemplo en la presente Eucaristía—, aprendamos del mismo Jesús el camino que conduce al Padre. OREMOS

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. Te lo pedimos por Jesucristo, tu Hijo, mediador nuestro, que reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.

Amén

Comentario al evangelio – Martes IV de Pascua

Era costumbre antigua que las fiestas se celebraran en invierno. En una cultura agrícola el verano quedaba marcado por las tareas de la recolección. No había tiempo para fiestas. Invierno: con su frío, sus días cortos, su todo parecer muerto, reclamaba también su día de fiesta. Para acabar con la rutina, para renacer esperanzas, para sentirse vivo.

Una fiesta y un invierno. Y Jesús que se pasea y responde a los que están en ascuas: que sí, que soy yo, que hagáis caso a mis obras. Que soy el rostro del Padre. Que pasará el invierno, y vendrá la primavera, y llegará el tiempo de dar frutos.

Esta primavera, que parece invierno, donde todo está dormido como a la espera, donde nos vienen preguntas que nos tienen en ascuas… Que si esto pasará, que si cómo, que si saldremos, que si lo haremos a mejor… Sentimos su llamada de Buen Pastor: yo doy la vida y nadie os arrebatará de mi mano.

Óscar Romano