Vísperas – Miércoles IV de Pascua

VÍSPERAS

MIÉRCOLES IV DE PASCUA

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

¿Qué ves en la noche,
dinos, centinela?

Dios como un almendro
con la flor despierta;
Dios que nunca duerme
busca quien no duerma,
y entre las diez vírgenes
sólo hay cinco en vela.

Gallos vigilantes
que la noche alertan.
Quien negó tres veces
otras tres confiesa,
y pregona el llanto
lo que el miedo niega.

Muerto le bajaban
a la tumba nueva.
Nunca tan adentro
tuvo al sol la tierra.
Daba el monte gritos,
piedra contra piedra.

Vi los cielos nuevos
y la tierra nueva.
Cristo entre los vivos
y la muerte muerta.
Dios en las criaturas,
¡y eran todas buenas! Amén.

SALMO 138: DIOS ESTÁ EN TODAS PARTES Y LO VE TODO

Ant. La noche será clara como el día. Aleluya.

Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.

No ha llegado la palabra a mi lengua,
y ya, Señor, te la sabes toda.
Me estrechas detrás y delante,
me cubres con tu palma.
Tanto saber me sobrepasa;
es sublime, y no lo abarco.

¿Adónde iré lejos de tu aliento,
adónde escaparé de tu mirada?
Si escalo el cielo, allí estás tú;
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;

si vuelo hasta el margen de la aurora,
si emigro hasta el confín del mar,
allí me alcanzará tu izquierda,
me agarrará tu derecha.

Si digo: «Que al menos la tiniebla me encubra,
que la luz se haga noche en torno a mí»,
ni la tiniebla es oscura para ti,
la noche es clara como el día.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. La noche será clara como el día. Aleluya.

SALMO 138

Ant. Yo conozco a mis ovejas, y las mías me conocen. Aleluya.

Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias,
porque me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras;
conocías hasta el fondo de mi alma,
no desconocías mis huesos.

Cuando, en lo oculto, me iba formando,
y entretejiendo en lo profundo de la tierra,
tus ojos veían mis acciones,
se escribían todas en tu libro;
calculados estaban mis días
antes que llegase el primero.

¡Qué incomparables encuentro tus designios,
Dios mío,, qué inmenso es su conjunto!
Si me pongo a contarlos, son más que arena;
si los dos por terminados, aún me quedas tú.

Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Yo conozco a mis ovejas, y las mías me conocen. Aleluya.

CÁNTICO de COLOSENSES: HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CRIATURA

Ant. Su resplandor eclipsa el cielo, la tierra se llena de su alabanza. Aleluya.

Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Su resplandor eclipsa el cielo, la tierra se llena de su alabanza. Aleluya.

LECTURA: Hb 7, 24-27

Jesús, como permanece para siempre, tiene el sacerdote que no pasa. De ahí que puede salvar definitivamente a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder a su favor. Y tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo. Él no necesita ofrecer sacrificios cada día —como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo—, porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.

RESPONSORIO BREVE

R/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.
V/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.

R/ Al ver al Señor.
V/ Aleluya, aleluya.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. Aleluya.

PRECES

Imploremos a Dios Padre, que por la resurrección de su Hijo de entre los muertos nos ha abierto el camino de la vida eterna, digámosle:

Por la victoria de Cristo, salva, Señor, a tus redimidos.

Dios de nuestros padres, que has glorificado a tu Hijo Jesús resucitándolo de entre los muertos,
— convierte nuestros corazones, para que andemos en una vida nueva.

Tú que, cuando andábamos descarriados como ovejas, nos ha hecho volver al pastor y guardián de nuestras vidas,
— consérvanos en tu felicidad al Evangelio, bajo la guía de los obispos de tu Iglesia.

Tú que elegiste a los primeros discípulos de tu Hijo de entre el pueblo de Israel,
— haz que los hijos de este pueblo reconozcan el cumplimiento de las promesas que hiciste a sus padres.

Acuérdate, Señor, de los huérfanos, de las viudas, de los esposos que viven separados y de todos nuestros hermanos abandonados,
— y no permitas que vivan en la soledad, ya que fueron reconciliados por la muerte de tu Hijo.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que llamaste a ti a Esteban, que confesó que Jesús estaba de pie a tu derecha,
— recibe a nuestros hermanos difuntos que esperaron tu venida en la fe y en el amor.

Llenos de fe, invoquemos juntos al Padre común, repitiendo la oración que Jesús nos enseñó:

Padre nuestro…

ORACION

Señor, tú que eres la vida de los fieles, la gloria de los humildes y la felicidad de los santos, escucha nuestras súplicas y sacia con la abundancia de tus dones a los que tienen sed de tus promesas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

Anuncio publicitario

Lectio Divina – Miércoles IV de Pascua

1) Oración inicial

Señor, tú que eres la vida de los fieles, la gloria de los humildes y la felicidad de los santos, escucha nuestras súplicas y sacia con la abundancia de tus dones a los que tienen sed de tus promesas. Por nuestro Señor. 

2) Lectura

Del Evangelio según Juan 12,44-50
Jesús gritó y dijo: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado. Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas. Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la palabra que yo he hablado, ésa le juzgará el último día; porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar, y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo lo hablo como el Padre me lo ha dicho a mí.» 

3) Reflexión

• El evangelio de hoy nos trae la parte final del Libro de las Señales, en la cual el evangelista hace un balance. Muchos creen en Jesús y tienen el valor de manifestar su fe públicamente. Otros discípulos creyeron, pero no tuvieron el valor de manifestar públicamente su fe. Tenían miedo a ser expulsados de la sinagoga. Y muchos no creyeron: “Después de tantas señales que había hecho delante de ellos, no creyeron en él. Así se cumplió la palabra dicha por el profeta Isaías: «Señor, ¿quién ha dado crédito a nuestras palabras? ¿A quién descubriste los secretos de nuestra salvación?» (Jn 12,37-38). Después de esta constatación general, Juan vuelve a tomar algunos temas centrales de su evangelio:
• Juan 12,44-45: Creer en Jesús es creer en aquel que le ha enviado. Esta frase es un resumen del evangelio de Juan. Es un tema que aparece y reaparece de muchas maneras. Jesús está tan unido al Padre, que ya no habla en su nombre, sino que siempre habla en nombre del Padre. Quien ve a Jesús, ve al Padre. Si se quiere conocer a Dios, hay que mirar a Jesús. ¡Dios es Jesús!
• Juan 12,46: Jesús es la luz que vino al mundo. Aquí Juan retoma lo que había dicho en el prólogo: “El verbo era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo” (Jn 1,9). “La luz brilla en las tinieblas, pero las tinieblas no pudieron vencerla” (Jn 1,5). Aquí él repite: “Yo vine al mundo como luz, para que todo aquel que cree en mí no siga en las tinieblas”. Jesús es una respuesta vital a los grandes interrogantes que mueven e inspiran la búsqueda del ser humano. Es una luz que aclara el horizonte. Hace descubrir el lado luminoso de la oscuridad de la fe.
• Juan 12,47-48: No vine para juzgar al mundo. Llegando al final de una etapa, surge la pregunta: “¿Cómo va a ser el juicio? En estos dos versículos el evangelista aclara el tema del juicio. El juicio no se hace con amenazas de maldiciones. Jesús dice: Yo no condeno quien oye mis palabras y no obedece a mis palabras, porque no he venido al mundo para condenar al mundo, sino para salvar al mundo. Quien me rechaza y no acepta mis palabras, ya tiene su juez: la palabra que yo hablé será su juez en el último día. El juicio consiste en la manera en que la persona se define ante la verdad y ante su propia conciencia.
• Juan 13,49-50: Lo que digo, lo digo según el Padre me dice. Las últimas palabras del Libro de las Señales son un resumen de todo que Jesús dice y hace hasta ahora. El reafirma lo que afirmaba desde el comienzo: “Porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar, y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo lo hablo como el Padre me lo ha dicho a mí.» Jesús es el reflejo fiel del Padre. Por esto mismo, no ofrece prueba ni argumento a los que le provocan para que se legitime y presente sus credenciales. Es el Padre quien lo legitima a través de las obras que él hace. Y diciendo obras, no se refiere sólo a los grandes milagros, sino a todo lo que él dice y hace, hasta en las más mínimas cosas. Jesús, él mismo, es Señal del Padre. El es el milagro ambulante, la transparencia total. El ya no se pertenece, sino que es enteramente propiedad del Padre. Las credenciales de un embajador no vienen de él, sino que vienen de aquel que le presenta. Vienen del Padre. 

4) Para una relación personal

• Juan hace un balance de la actividad reveladora de Jesús. Si yo hiciera un balance de mi vida, ¿qué habría de positivo en mí?
• ¿Hay algo en mí que me condena? 

5) Oración final

¡Que los pueblos te den gracias, oh Dios,
que todos los pueblos te den gracias!
Que se alegren y exulten las naciones,
pues juzgas al mundo con justicia,
con equidad juzgas a los pueblos,
gobiernas las naciones de la tierra. (Sal 67,4-5)

Lectura continuada del Evangelio de Marcos

Marcos 14, 3-9

3Y estando él en Betania, recostado en casa de Simón el leproso, vino una mujer trayendo un tarro de alabastro con ungüento perfumado de nardo puro, magnífico; rompiendo el tarro lo vertió sobre su cabeza. 4Pero había algunos indignándose entre ellos: “¿Para qué este derroche de ungüento? 5Porque este ungüento podría venderse por más de trescientos denarios y ser entregado a los pobres”; y le mostraban su enfado.

6Pero Jesús dijo: “Dejadla. ¿Por qué le ocasionáis molestias? Hizo por mí una buena acción. 7Porque tenéis pobres siempre entre vosotros y, cuando queráis, podéis hacerles bien, pero a mí no me tendréis siempre. 8Hizo lo que podía: se adelantó a ungir mi cuerpo para la sepultura. 9Pero en verdad os digo que dondequiera que sea anunciado el evangelio por todo el mundo, se hablará también en recuerdo suyo de lo que esta hizo”.

• 14, 3-9: De la esfera pública, la escena cambia a la intimidad de la privada: Jesús está en Betania, en las afueras de Jerusalén, en la casa de Simón, un hombre con una enfermedad de la piel. En esto, aparece una mujer anónima, que entra en la sala donde Jesús está reclinado, a la mesa, rompe una botella de ungüento precioso, perfumado, y unge con él la cabeza de Jesús (14,3b). Esta acción resulta inquietante en varios frentes. Ante todo, la presencia misma de una mujer libre puede hacer arquear las cejas, y el acto de la unción a Jesús con ese perfume caro aumenta el escándalo, ya que en los documentos antiguos el perfume, la unción y el estar recostado a la mesa se relacionan generalmente con el lujo y el sexo. La objeción explícita contra la acción de la mujer por parte de los presentes, sin embargo, es que ha malgastado gran cantidad de un perfume caro (14,4), cuya venta podría haber supuesto más de trescientos denarios para los pobres (el salario de aproximadamente un año). Frases emotivas rodean esta objeción (expresaban su irritación entre ellos… y mostraban su enfado con ella), y la respuesta indignada crea un paralelo con la de los enemigos jurados de Jesús en 14,1-2; ambas están más preocupadas por una conmoción durante una fiesta que por el bienestar de Jesús. La mención de trescientos denarios, además, evoca la referencia a doscientos denarios en la sarcástica pregunta en 6,37; ambos pasajes muestran a los discípulos demasiado preocupados por el dinero, a pesar de la enseñanza de Jesús al respecto en otro lugar (10,17-27).

La respuesta de Jesús a la objeción emocional de los discípulos comienza también en el nivel emocional: «Dejadla. ¿Por qué le ocasionáis molestias?» (14,6a). Jesús presenta entonces sus motivos para defender a la mujer, comenzando con la afirmación de que, lejos de descuidar sus deberes caritativos, ha realizado también una buena acción ungiéndolo (14,6b). Como revelará Jesús en este mismo momento (14,8), la unción de su cuerpo con ese costoso perfume lo está preparando para su sepultura, con lo que esa acción entra dentro del modelo clásico judío de las obras de caridad.

Mas: ¿por qué tiene prioridad la unción de Jesús sobre la ayuda a los pobres? Jesús contesta a esta pregunta implícita insinuando su muerte inmediata: la ayuda a los pobres seguirá siendo posible en los días sucesivos, pero el tiempo para servir al Jesús terrenal se acerca rápidamente a su fin (14,7). Al principio Jesús se refiere a esta última solo por alusiones («pero a mí no me tendréis siempre»: 14,7b), pero luego lo hace explícitamente («se adelantó a ungir mi cuerpo para la sepultura»: 14,8b). En medio Jesús dice que la mujer ha hecho cuanto podía (14,8a), una declaración que nos recuerda su alabanza de otra donante anónima en 12,44. Inmediatamente antes del capítulo 13, Jesús elogiaba a una mujer anónima que «[dio lo que] tenía» al Templo; y justo después elogia a otra mujer anónima que «[hizo] lo que podía» (lit. «tenía») ungiendo su cuerpo para la sepultura. Estos dos ejemplos de humilde y desinteresado servicio por parte de mujeres constituyen un duro contraste con las acciones avaras y destructivas de los varones en cada uno de los contextos (12,38-40; 14,1-2.10-11).

Jesús añade un dicho que profetiza la proclamación triunfante de la buena nueva en todo el mundo y completa la vindicación de la mujer aludiendo al papel que su acción desempeñará en el anuncio del kerigma (14,9). La acción de la mujer, por tanto, es el preludio no solo al último y triste episodio de la edad antigua, sino también al primer capítulo, triunfante, de la nueva.

Comentario – Miércoles IV de Pascua

San Juan presenta el discurso de Jesús como una larga exclamación que viene a expresar en voz alta lo que guarda su conciencia y él quiere que se sepa; y esto es en esencia que él viene y habla de parte de otro que es su Padre y Dios de aquellos a quienes dirige su palabra, es decir, que viene como enviado de este Dios. Decía: El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado. Por eso, cuando Jesús reclama la fe, la fe en él, en realidad está reclamando la fe en su Padre Dios, puesto que actúa como enviado del mismo. Además, si «el Padre y él son uno», la fe en él ha de implicar necesariamente fe en el Padre. Aquí nos adentramos en el misterio de la Trinidad: Si Padre e Hijo son ‘correlativos’, creer en el Hijo es creer en el Padre y viceversa, pues no hay Padre sin Hijo, ni Hijo sin Padre. En conformidad con esta correlación, «ver al Hijo es ver al Padre». El Hijo, en su condición de enviado, esto es, en su condición humana –porque sólo en esta condición es enviado– re-presenta de tal manera al Padre que verle a él es ver al Padre, invisible en cuanto tal, pero representado (y visibilizado) por el Hijo.

Ha venido, pues, como enviado del Padre; y en su condición de tal, es luz para ese mundo para el que ha venido: Yo he venido al mundo como luz. Esto tiene una inmediata repercusión. Se trata de un mundo que está en tinieblas; sólo donde hay oscuridad puede brillar la luz. Se sale de las tinieblas cuando se deja entrar la luz, abriendo las aberturas (puertas y ventanas) necesarias para ello. Esta acción de abrirse a la luz que llega de lejos es la fey así el que cree en mí no quedará en tinieblas. La fe en el que llega como luz es un abrirse a la luz o un dejarse iluminar. Esto acontece por la vía de la aceptación de su mensaje: Al que oiga mis palabras y no las cumpla, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no acepta mis palabras, tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciadoésa lo juzgará en el último día.

Hay palabras o enseñanzas que iluminan la mente más que la luz natural los ojos. Por la palabra del que es luz del mundo nos llega la luz; pero para que esto suceda hay que acoger esa palabra dando fe a la verdad de que es portadora. No se trata, sin embargo, sólo de oír, sino también de cumplir; pues nos vemos ante una palabra que señala un camino e invita a recorrerlo para alcanzar un final que es la meta del camino. El efecto de la palabra que ilumina la mente no acaba en esta iluminación; dispone a ajustar todas nuestras acciones a esa iluminación mental, dando coherencia a nuestra vida. No es sólo una palabra informativa; es también performativa: ilumina al informar; pero el objetivo de la información es algo más que ofrecer conocimientos; es formar la voluntad e impregnar la sensibilidad de la persona iluminada.

Pero, dada la diversidad de la condición humana y su posibilidad de elección (libre albedrío), habrá quienes se abran a esta luz y quienes decidan permanecer cerrados a ella por considerarla extraña, o perniciosa, o peligrosa, o de origen poco fiable. Jesús, que no ha venido a juzgar al mundo, sino a salvarlo, no juzgará –según sus propias palabras- a los que encerrados en sus cavernas hayan decidido no dejar paso a la luz. Pero semejante actitud no quedará sin consecuencias; también será sometida a juicio: no por él, que no ha venido a juzgar (léase, condenar), pero sí por la palabra pronunciada por él, esa palabra que, pronunciada, aporta luz y permite distinguir lo que esconden las tinieblas; por tanto, que pone al descubierto la verdad de las cosas y de los corazones, asignando a cada uno su ‘lugar’, que es el lugar elegido en razón de las propias opciones y acciones.

Se trata de un juicio exigido por la verdad de las cosas y no por la arbitrariedad de una voluntad superior. Y la verdad une lo que puede permanecer unido y separa lo que no admite esta unión, como la luz y las tinieblas. Este juicio no será definitivo hasta el último día, cuando se haga la claridad total y se pueda distinguir sin temor a equívocos entre la luz y las tinieblas o entre el trigo y la cizaña. Pero es más una cuestión de verdad que de voluntad. Por eso dice Jesús que no les juzgará él, sino su palabra, esto es, la misma luz que pone al descubierto la realidad de las cosas –es decir, su verdad-. Y esta realidad no es otra que la de unas naturalezas buenas, pero perfectibles –así fueron creadas-, que disponen de capacidad para malearse, para autoengañarse, para confundir el bien con el mal o la luz con las tinieblas, para creerse dioses siendo sólo hombres (=creaturas), para forjar su propio destino.

Jesús remite su mensaje en último término a Dios Padre. De su parte viene y de su parte habla: Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo, lo hablo como me ha encargado el Padre. Tanto el contenido del mensaje como el modo de expresarlo dependen del encargo recibido de Dios Padre. El Padre es la fuente de esa luz que ha venido a iluminar al mundo en la persona de Jesucristo. A su obra creadora se añade ahora su acción iluminadora y salvífica; pues la salvación no se entiende sin esta luz que alumbra el camino de la misma y que se hace realidad efectiva por la fe o apertura de la mente a ese resplandor. Que el Señor nos conceda y nos mantenga en esta apertura posibilitante del precioso bien de la salvación.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos «Apostolorum Successores»

Capítulo IV

El Ministerio del Obispo en la Iglesia particular

“Apacentad la grey de Dios que os está encomendada, vigilando, no forzados,
sino voluntariamente
, según Dios; no por mezquino afán de ganancia, sino de corazón;
no tiranizando a los que os ha tocado cuidar
, sino siendo modelos de la grey. Y cuando aparezca el Mayoral, recibiréis la corona de la gloria que no se marchita(1 P 5, 2-4).

I. Principios Generales sobre el Gobierno Pastoral del Obispo

55. Algunos principios fundamentales.

En el desarrollo del ministerio episcopal, el Obispo diocesano se dejará guiar por algunos principios fundamentales que caracterizan su modo de actuar e informan su propia vida. Tales principios son válidos más allá de las circunstancias de tiempo y lugar, y son el signo de la preocupación pastoral del Obispo hacia la Iglesia particular que le ha sido confiada y hacia la Iglesia universal de la que es corresponsable, en cuanto miembro del Colegio de los Obispos, cuya cabeza es el Romano Pontífice.

Comentario Domingo V de Pascua

Oración preparatoria

Señor y Hermano nuestro Jesús, Tú dirigiste palabras inefables a tus discípulos en tu última cena. Gracias por habernos mostrado a tu propio Padre como “Padre nuestro” y por habernos regalado tu propia oración, la oración que sólo Tú podías pronunciar. Concédenos orar a Dios con la misma confianza que Tú tenías en Él, y “muéstranos al Padre”, revélanos su rostro y su corazón, para vivir, en medio de todo, confiados en Él como un niño en brazos de su Padre. Tú que vives y reinas con el Padre por los siglos de los siglos. AMEN

 

Jn 14, 1-12

«1“No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed en mí. 2En la casa de mi Padre hay muchas estancias, si no ¿os habría dicho que me voy a prepararos un sitio? 3Y cuando vaya y os prepare un sitio, vendré de nuevo y os tomaré conmigo, para que donde yo estoy también vosotros estéis 4y adonde yo voy, sabéis el camino”.

5Le dice Tomás: “Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo podemos saber el camino?’.

6Le dice Jesús: “Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. 7Si me conocierais a mí, también a mi Padre conoceríais. Y ahora ya lo conocéis y lo habéis visto”.

8Le dice Felipe: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta”.

9Le dice Jesús: “¿Hace tanto tiempo que estoy con vosotros, y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’? 10¿No crees que yo [estoy] en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que yo os digo no las hablo por mí mismo, sino que el Padre, permaneciendo en mí, hace sus obras. 11Creedme: yo [estoy] en el Padre y el Padre en mí. Pero si no, creed por las obras.

12En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y hará mayores aún, porque yo voy al Padre”».

PALABRA DE DIOS

 

CONTEXTO

La escena se desarrolla en un contexto alarmante y duro: Jesús anuncia primero la traición de Judas (Jn 13,21-30) y luego la negación de Pedro (13,38). Jesús pronuncia estás palabras de consuelo, pese a que está conmovido por la realidad dolorosa de la traición y negación de los suyos. Además, a la traición y la negación, se añade la incomprensión: a Jesús no le comprenden ni Tomás ni Felipe. Sin embargo, en medio de ese ambiente desolador, Jesús plantea a los discípulos todo un reto: “Creed en Dios, creed en mí”. Aunque todo les parezca oscuro e incierto a los discípulos, Jesús les ofrece un doble apoyo en el Padre y en Él. En ese contexto de despedida, donde se registra la traición, la negación, la incomprensión y el abandono, Jesús no rompe la vinculación con sus discípulos. El texto con el que Jesús responde a Felipe continúa hasta el v. 21. Después intervendrá el otro Judas y la respuesta de Jesús ocupará todo el resto del capítulo 14, que termina con un “Levantaos, vámonos de aquí” (14,31).

 

TEXTO

Aunque el texto del evangelio no forma propiamente una perícopa, sí lo podemos estructurar en 4 partes: la parte central (vv. 5-11) está enmarcada por una introducción y una conclusión. La introducción presenta el tema principal del evange- lio: creer en Dios Padre y en Jesús (vv. 1-4); en ella aparece dos veces “yo/me voy” (vv. 2.4), que hace inclusión con el “yo voy” del v. 12. Este versículo 12 forma la “conclusión” del texto. Estamos en el discurso de despedida de Jesús y ese “irse” hace de marco al núcleo textual. Dicho núcleo central (vv. 5-11) puede dividirse, a su vez, en dos partes: la intervención de Tomás y respuesta de Jesús (vv. 5-7), en clave de incomprensión (“ya sabéis” dice Jesús; “no sabemos” dice Tomás); y la intervención de Felipe y respuesta de Jesús (vv. 8-11), en la misma clave de in- comprensión (“conocer” vs. “no conocer”).

 

ELEMENTOS A DESTACAR

• La actitud discipular fundante: la fe. En este contexto, como en general en el NT, fe es confianza radical en Jesús y en Dios Padre. Jesús indica con claridad su don y su tarea: preparar un sitio en la casa del Padre para llevar a cada discípulo y a todos ellos a dichas estancias. No nos deja de la mano; al revés, estamos en las suyas. ¿Es nuestra fe en Jesús y en Dios un entregarnos confiadamente a ellos?

• Estas afirmaciones de Jesús son tanto más sorprendentes cuanto que apenas ha anunciado la traición de Judas, la negación de Pedro; y vamos a comprobar la incomprensión de Tomás y Felipe…; pero es a ese grupo de discípulos precisamente al que se les promete la vida en comunidad con Dios. La bondad de Jesús sobrepasa cualquier límite… y ¿la nuestra?

• La ignorancia de Tomás (“No sabemos a dónde vas”) permite a Jesús realizar otra afirmación extraordinaria, del gusto del evangelista Juan (los dichos “Yo-soy”, que ya aparecían el domingo pasado: “Yo soy la puerta”): “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Esta clara identidad nos habla de la grandeza de Jesús, que aparece con el “nombre” de Dios en el AT (“Yo soy el que soy”). El que sabe lo que es tiene fuerza para afrontar la vida: Jesús nos enseña que la fuerza está en saber lo que uno es. Cuanto más nos acercamos a Jesús, más se configura nuestra propia identidad y mejor nos capacita para vivir cabalmente.

• La ignorancia de Felipe (“Muéstranos al Padre”) permite a Jesús aclarar su íntima relación con el Padre. El secreto de la fuerza y la audacia de Jesús es su comunión con el Padre: “estar en el Padre”, “decir las palabras del Padre”, “hacer las obras del Padre”. En su ser, decir y hacer Jesús es reflejo nítido del Padre. ¿Cómo hacer nuestra esta experiencia de Jesús con el Padre?

 

Paso 1 Lectio: ¿Qué dice el texto? Atiende todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas.

Paso 2 Meditatio: ¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?

Paso 3 Oratio: ¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…

Paso 4 Actio: ¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?

Para la catequesis: Domingo V de Pascua

V Domingo de Pascua
10 mayo 2020

Hechos 6, 1-10; Salmo 32, 1Pedro 2, 4-9; Juan 14, 1-12

Quien me ve a mí, ve al Padre

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No pierdan la paz. Si creen en Dios, crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones. Si no fuera así, yo se lo habría dicho a ustedes, porque ahora voy a prepararles un lugar. Cuando me haya ido y les haya preparado un lugar, volveré y los llevaré conmigo, para que donde yo esté, estén también ustedes. Y ya saben el camino para llegar al lugar a donde voy”. Entonces Tomás le dijo: “Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?” Jesús le respondió: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí. Si ustedes me conocen a mí, conocen también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto”. Le dijo Felipe: “Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta”. Jesús le replicó: “Felipe, tanto tiempo hace que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces? Quien me ve a mí, ve al Padre. ¿Entonces por qué dices: ‘Muéstranos al Padre’? ¿O no crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les digo, no las digo por mi propia cuenta. Es el Padre, que permanece en mí, quien hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Si no me dan fe a mí, créanlo por las obras. Yo les aseguro: el que crea en mí, hará las obras que hago yo y las hará aún mayores, porque yo me voy al Padre”.

Reflexión

Jesús les habla a los apóstoles de su Padre y de la casa de su Padre. En esa época, los judíos no se veían como hijos de Dios, sino como un pueblo escogido por Dios. Dios poderoso los cuidaba y ellos lo obedecían. Ni decían su nombre por respeto. Pero Jesús nos enseñó a decirle Padre a Dios. Tampoco creían que iban al Cielo, sino al seno de Abraham, un lugar de felicidad donde esperaban el día del juicio. Pero con su muerte y resurrección, Jesús nos abrió las puertas del Cielo. ¿Cómo describe Jesús la casa de su Padre en el Cielo? Jesús les habla de una gran casa con muchos cuartos donde Él les va a preparar uno para cada uno para que vivan juntos con Él y el Padre en familia. Jesús les dice que ya ellos saben el camino como llegar, ¿Cómo dice que es el camino? “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí.” ¿Qué significa esto? Para llegar al Cielo, hay que conocer y amar a Jesús y seguirlo. Jesús dice el que lo conoce a Él, también conoce al Padre, ¿Qué significa esto? Son uno, lo que dice Jesús lo dice el Padre, lo que hace Jesús, lo hace el Padre. ¡Jesús es Dios! Jesús promete que el que cree que Él es Dios, recibirá el poder de hacer milagros en su nombre.

Actividad

En la siguiente página, ver ejemplo: Pintar una casa con 9 cuartos. En cada cuarto, poner un símbolo que describe a la casa de Dios y a Dios. Vean 9 símbolos y 9 palabras. ¿Cuáles de las 9 palabras corresponden a los símbolos en los cuartos? Vida, Paz, Conocimiento, Amor, Poder, Felicidad, Gozo, Luz, Entrega.

Oración:

Jesús, quiero conocerte más, quiero amarte más, quiero seguirte mejor. ¡Ayúdame!

¿Qué me quiere decir hoy Jesús?

Despedida: Yo soy el camino, la verdad, y la vida – Juan 14, 1-12

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: -No perdáis la calma, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias, si no, os lo habría dicho, y me voy para prepararos sitio. Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y a donde yo voy, ya sabéis el camino. Tomás le dice: -Señor, no sabemos a dónde vas. ¿Cómo podemos saber el camino? Jesús le responde: – Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conoceis y lo habéis visto. Felipe le dice: – Señor, muéstranos al Padre y nos basta. Jesús le replica: -Hace tanto tiempo que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mi ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: «Muéstranos al Padre»? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores.Porque yo me voy al Padre.

Explicación

Jesús hoy se despide de sus apóstoles y les dice que va a prepararles un lugar, y que luego vendrá a recogerlos para llevarlos junto a él. Y les dijo: -Ya sabéis el camino para ir donde yo voy Tomás le dice que no y le responde Jesús: Mira Tomás, mis enseñanzas son el camino, la verdad y la vida. Las conoces, ¿verdad? -Tomás asintió con la cabeza- pues ya sabes todo lo necesario.

Evangelio dialogado

Te ofrecemos una versión del Evangelio del domingo en forma de diálogo, que puede utilizarse para una lectura dramatizada.

QUINTO DOMINGO DE PASCUA – “A”(Jn. 14, 1-12)

DISCÍPULO 1: Maestro, tú no te irás nunca, ¿verdad? Tenemos miedo de quedarnos solos… Quédate siempre con nosotros.

JESÚS: No tengáis miedo. Confiad en Dios y también en mí.

DISCÍPULO 2: Pero … ¿a dónde vas?

JESÚS: Voy a la casa de mi Padre.

DISCÍPULO 1: ¿Y esa casa es muy grande? ¿Podremos caber todos?

JESÚS: Sí, amigos, es una casa muy grande; y yo voy a prepararos sitio. Además… vosotros ya sabéis el camino.

DISCIPULO 1: ¿Y cuál es el camino para ir a la casa del Padre?

JESÚS: Nadie va al Padre sino por mí.

DISCÍPULO 2: Nosotros no lo conocemos.

JESÚS: Si me conocierais a mí, también conoceríais a mi Padre.

DISCIPULO 1: Jesús, no te entendemos, pero… ¡Preséntanos al Padre y ya está!

JESÚS: Tanto tiempo como llevo con vosotros… ¿Todavía no me conoces, Felipe?

DISCÍPULO 2: Maestro, yo sí te conozco.

JESÚS: Pues quien me conoce a mí, también conoce al Padre. Creedme, yo estoy con el Padre y el Padre está conmigo.

DISCÍPULO 2: Yo te oigo hablar a ti y al Padre no.

JESÚS: El que me escucha a mí, escucha al Padre.

DISCÍPULO 1: Y las cosas buenas que haces, ¿las hace también el Padre?

JESÚS: ¡Claro que sí!

DISCÍPULO 2: Si hace lo mismo que tú… ¡El Padre es un tío guay!

JESÚS: ¿Os parecen bien las cosas que hago?

DISCÍPULO 1: Sí. Claro. Desde luego.

JESÚS: Pues vosotros podéis hacer todavía mejores cosas que yo.

DISCÍPULO 2: ¿Cómo?… ¿Sí?… ¿Cómo?…

JESÚS: Confiando en mí y en el Padre. Así cualquier cosa que pidáis se os concederá.

Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández

Comentario al evangelio – Miércoles IV de Pascua

Rosco de Pasapalabra. Propuestas para este día

Comienza por C: Si en Jesús se ___ en el Padre se ___ Cree. Confianza plena.
Comienza por V: Quien a mí me ___ al Padre___ Ve. Reflejos de su gloria.
Comienza por L: He venido al mundo como ___   Luz. Quien ve la luz se hace luz.
Comienza por O: ___ para cumplir Oír. Escuchar, llegar a lo profundo.
Comienza por J: No he venido para ___ Juzgar. Dejar el juicio en manos de Dios,
Comienza por R: No aceptar sus palabras ____ Rechazar. No dejar a nadie atrás.
Comienza por E: Jesús es el ____ del Padre Enviado. Todo en su nombre.
Comienza por D: El Padre me ha ordenado lo que he de ____ Decir. Palabras de aliento
Comienza por T: Para ___ Tener vida Eterna. Que todos tengan vida, pero vida abundante.
¿Cuál es mi letra hoy? ¿Qué música pongo?

Óscar Romano