Vísperas – Jueves IV de Pascua

VÍSPERAS

JUEVES IV DE PASCUA

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Porque anochece ya,
porque es tarde, Dios mío,
porque temo perder
las huellas del camino,
no me dejes tan solo
y quédate conmigo.

Porque he sido rebelde
y he buscado el peligro
y escudriñé curioso
las cumbres y el abismo,
perdóname, Señor,
y quédate conmigo.

Porque ardo en sed de ti
y en hambre de tu trigo,
ven, siéntate a mi mesa,
bendice el pan y el vino.
¡Qué aprisa cae la tarde!
¡Quédate al fin conmigo! Amén.

SALMO 143: ORACIÓN POR LA VICTORIA Y LA PAZ

Ant. El Señor es el baluarte donde me pongo a salvo. Aleluya.

Bendito el Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea;

mi bienhechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y mi refugio,
que me somete los pueblos.

Señor, ¿qué es el hombre para que te fijes en él?;
¿qué los hijos de Adán para que pienses en ellos?
El hombre es igual que un soplo;
sus días, una sombra que pasa.

Señor, inclina tu cielo y desciende;
toca los montes, y echarán humo;
fulmina el rayo y dispérsalos;
dispara tus saetas y desbarátalos.

Extiende la mano desde arriba:
defiéndeme, líbrame de las aguas caudalosas,
de la mano de los extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor es el baluarte donde me pongo a salvo. Aleluya.

SALMO 143

Ant. Demos gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo. Aleluya.

Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo.

Defiéndeme de la espada cruel,
sálvame de las manos de extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.

Sean nuestros hijos un plantío,
crecidos desde su adolescencia;
nuestras hijas sean columnas talladas,
estructura de un templo.

Que nuestros silos estén repletos
de frutos de toda especie;
que nuestros rebaños a millares
se multipliquen en las praderas,
y nuestros bueyes vengan cargados;
que no haya brechas ni aberturas,
ni alarma en nuestras plazas.

Dichoso el pueblo que esto tiene,
dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Demos gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo. Aleluya.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: EL JUICIO DE DIOS

Ant. Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y siempre. Aleluya.

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y siempre. Aleluya.

LECTURA: 1P 3, 18.21b-22

Cristo murió por los pecados una vez para siempre: el inocente por los culpables, para conducirnos a Dios. Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida. Lo que actualmente os salva no consiste en limpiar una suciedad corporal, sino en impetrar de Dios una conciencia pura por la resurrección de Jesucristo, que llegó al cielo, se le sometieron ángeles, autoridades y poderes, y está a la derecha de Dios.

RESPONSORIO BREVE

R/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.
V/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.

R/ Al ver al Señor.
V/ Aleluya, aleluya.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Yo soy el Pastor de las ovejas; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Yo soy el Pastor de las ovejas; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante. Aleluya.

PRECES

Alabemos y glorifiquemos a Cristo, a quien Dios Padre constituyó fundamento de nuestra esperanza y garantía de nuestra resurrección, y aclamémosle suplicantes:

Rey de la gloria, escúchanos.

Señor Jesús, que con tu propia sangre y por tu resurrección entraste en el santuario de Dios,
— llévanos contigo al reino del Padre.

Tú que por la resurrección robusteciste la fe de tus discípulos y los enviaste al mundo,
— haz que los obispos y presbíteros sean fieles heraldos de tu Evangelio.

Tú que por la resurrección eres nuestra reconciliación y nuestra paz,
— haz que todos los bautizados vivan en la unidad de una sola fe y de un solo amor.

Tú que por la resurrección diste la salud al lisiado del templo,
— mira con bondad a los enfermos y manifiesta en ellos tu gloria.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que por la resurrección fuiste constituido primogénito de los muertos que resucitan,
— haz que los difuntos que en ti creyeron y esperaron participen de tu gloria.

Digamos ahora, todos juntos, la oración que nos enseñó el mismo Señor:
Padre nuestro…

ORACION

Oh Dios, que has restaurado la naturaleza humana elevándola sobre su condición original, no olvides tus inefables designios de amor y conserva en quienes han renacido por el bautismo los dones que tan generosamente han recibido. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Jueves IV de Pascua

1) Oración inicial

¡Oh Dios!, que has restaurado la naturaleza humana elevándola sobre su condición original; no olvides tus inefables designios de amor y conserva en quienes han renacido por el bautismo los dones que tan generosamente han recibido. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del Evangelio según Juan 13,16-20
«En verdad, en verdad os digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que lo envía. «Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís. No me refiero a todos vosotros; yo conozco a los que he elegido; pero tiene que cumplirse la Escritura: El que come mi pan ha alzado contra mí su talón. «Os lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, creáis que Yo Soy. En verdad, en verdad os digo: quien acoja al que yo envíe, me acoge a mí, y quien me acoja a mí, acoge a aquel que me ha enviado.»

3) Reflexión

• A partir de hoy, para tres semanas, todos los días, excepto las fiestas, el evangelio del día está sacado de la larga conversación de Jesús con los discípulos durante la Ultima Cena (Jn de 13 a 17). En estos cinco capítulos, que describen la despedida de Jesús, se percibe la presencia de los tres hilos de los que hablamos anteriormente y que tejen y componen el evangelio de Juan: la palabra de Jesús, la palabra de las comunidades y la palabra del evangelista que hizo la última redacción del Cuarto Evangelio. En estos cinco capítulos, los tres hilos están de tal manera entrelazados que el todo se presenta como una pieza única de rara belleza e inspiración, en la que es difícil distinguir lo que es del uno y lo que es del otro, pero en el cual todo es Palabra de Dios para nosotros.
• Estos cinco capítulos traen la conversación que Jesús tuvo con sus amigos, en vísperas de ser detenido y condenado a muerte. Era una conversación amistosa, que queda en la memoria del Discípulo Amado. Jesús, así parece, quería prolongar al máximo ese último encuentro, momento de mucha intimidad. Lo mismo acontece hoy. Hay conversación y conversación. Hay conversaciones superficiales en las que se gastan palabras y que revelan el vacío de las personas. Y hay conversaciones que van al fondo del corazón y quedan en la memoria. Todos nosotros, de vez en cuando, tenemos estos momentos de convivencia amistosa, que dilatan el corazón y se convierten en fuerza en la hora de las dificultades. Ayudan a tener confianza y a vencer el miedo.
• Los cinco versículos del Evangelio de hoy sacan dos conclusiones del lavatorio de los pies (Jn 13,1-15). Hablan (a) del servicio como característica principal de los seguidores de Jesús, y (b) de la a identidad de Jesús como revelación del Padre.
• Juan 13,16-17: No es más el siervo que su amo. Jesús acaba de lavar los pies a sus discípulos. Pedro se asusta y no quiere que Jesús le lave los pies. “Si no te lavo los pies, no podrás compartir conmigo” (Jn 13,8). Y basta lavar los pies; el resto no necesita ser lavado (Jn 13,10). El valor simbólico del gesto del lavatorio consistía en aceptar a Jesús que se entrega a sí mismo por los demás, y no aceptar a un mesías rey glorioso. Esta entrega de sí como siervo de todos es la llave para entender el gesto del lavatorio. Entender esto es la raíz de la felicidad de una persona: “Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís». Pero había personas, también entre los discípulos, que no aceptaban a Jesús como Mesías Siervo. No querían ser siervos de otros. Probablemente, querían un mesías glorioso como Rey y Juez, según la ideología oficial. Jesús dice:»No me refiero a todos vosotros. Yo conozco a los que he elegido, pero tenía que cumplirse la Escritura: ¡El que come mi pan, ha alzado contra mi su talón!” Juan se refiere a Judas, cuya traición va a ser anunciada inmediatamente después (Jn 13,21-30).
• Juan 13,18-20: Digo esto desde ahora, para que creáis que YO SOY. Fue en ocasión de la liberación de Egipto a los pies del Monte Sínai, que Dios reveló su nombre a Moisés: “¡Estoy con vosotros!” (Es 3,12), “Yo soy el que soy” (Ex 3,14), “Estoy” o “Yo soy” me mandó a vosotros” (Ex 3,14). El nombre Yahvé (Ex 3,15) expresa la certeza absoluta de la presencia libertadora de Dios junto con su pueblo. De muchas maneras y en muchas ocasiones Jesús usa esta misma expresión Yo soy o Soy yo (Jn 8,24; 8,28; 8,58; Jo 6,20; 18,5.8; Mc 14,62; Lc 22,70). Jesús es la presencia del rostro libertador de Dios en medio de nosotros.

4) Para la reflexión personal

• El siervo no es mayor que su señor. ¿Cómo hago de mi vida un servicio permanente a los otros?
• Jesús sabe convivir con las personas que no lo aceptaban. ¿Yo lo consigo?

5) Oración final

Cantaré por siempre el amor de Yahvé,
anunciaré tu lealtad de edad en edad.
Dije: «Firme está por siempre el amor,
en ellos cimentada tu lealtad.» (Sal 89,2-3)

La amistad verdadera (amistad)

El amigo verdadero no puede tener, para su amigo, dos caras: la amistad, si ha de ser leal y sincera, exige renuncias, rectitud, intercambio de favores, de servicios nobles y lícitos. El amigo es fuerte y sincero en la medida en que, de acuerdo con la prudencia sobrenatural, piensa generosamente en los demás, con personal sacrificio. Del amigo se espera la correspondencia al clima de confianza, que se establece con la verdadera amistad; se espera el reconocimiento de lo que somos y, cuando sea necesaria, también la defensa clara y sin paliativo (J. Escrivá de Balaguer, en Gran Enciclopedia Rialp, vol. 2, p. 101).

No todo amor tiene razón de amistad, sino el amor que entraña benevolencia, es decir, cuando de tal manera amamos a alguien que queremos para él el bien […]. Es preciso también que el amor sea mutuo, pues el amigo es amigo para el amigo. Esta correspondida benevolencia se funda en alguna comunicación (Santo Tomás, Suma Teológica, 22, q. 23, a. 1).

Esta es la verdadera , la perfecta, la estable y constante amistad: la que no se deja corromper por la envidia; la que no se enfría por las sospechas; la que no se disuelve por la ambición; la que, puesta a prueba de esta manera, no cede; la que, a pesar de tantos golpes, no cae; la que, batida por tantas injurias, se muestra inflexible (Beatoelredo, Trat. sobre la amistad espiritual, 3).

Nadie puede ser conocido sino en función de la amistad que se le tiene (San Agustín, Sermón 83).

Hay más amistad en amar que en ser amado (Santo Tomás, Suma Teológica 22, q. 27, a. 1)

La amistad que puede acabar, nunca fue verdadera amistad (San Ambrosio, Trat. sobre los oficios de los ministros).

Quien es verdaderamente amigo, alguna vez corrige, nunca adula (San Bernardo, Epístola 34).

Es propio del amigo hacer bien a los amigos, principalmente a aquellos que se encuentran más necesitados (Santo Tomás, Ética a Nicómaco, 9, 13).

Comentario – Jueves IV de Pascua

El evangelista nos ofrece el contexto en el que resuenan las palabras de Jesús, un contexto de intimidad y de despedida. Jesús acaba de lavar los pies a sus discípulos, escenificando una tarea propia de esclavos o de criados. Pero el criado, al menos en el papel que la sociedad le asigna, no es nunca más que su amo, pues está a su servicio. Su función consiste precisamente en servir a su amo. Y el enviado, en cuanto representante del que lo envía, está también al servicio de éste y no puede actuar sin tener en cuenta a aquel a quien representa y antecede. Tanto criado como enviado obran en función de las órdenes o encomiendas emanadas de sus respectivos superiores. No pueden actuar al margen de estos. Así han de considerarse los discípulos de Jesús, que serán dichosos si ponen en práctica estas directrices. También ellos deben obrar como criados o enviados de su Señor, a su servicio y por encargo del mismo. Ellos han sido elegidos (entre muchos) para cumplir una misión; y el que ha hecho la elección sabe bien a quiénes ha elegido para esa tarea, aunque entre ellos se encuentre un traidor, alguien que no ha merecido la confianza depositada en él, alguien que ha sido desleal a esa predilección que sostiene la elección.

Porque Judas Iscariote, el traidor, estaba también entre los elegidos, si bien acabó frustrando las expectativas de su elector. No obstante, Jesús no entiende la elección de Judas como una elección fallida o equivocada, sino como una elección necesaria para el cumplimiento de las Escrituras que predecían la traición protagonizada por él: El que compartía mi pan me ha traicionado. Tal era la predicción escrita y extraída del salmo. Jesús les anticipa este suceso para que cuando suceda no interpreten que algo ha escapado a sus planes, que ha cometido un error impropio de su sabiduría y perspicacia, y para que crean que él es el que es, que él es el Señor, el que tiene el dominio y control de las circunstancias y al que nunca superarán los acontecimientos de la vida, porque tiene el poder de predicción y el dominio de tales acontecimientos. Sólo si creen en él como Señor, podrán evitar sentirse defraudados ante su aparente ignorancia o debilidad.

También Jesús se siente enviado del Padre para llevar a cabo una misión ya diseñada en las Escrituras. Esta es la razón por la que concede tanta importancia al cumplimiento de estas Escrituras que muestran ese plan a cuyo servicio está él mismo, puesto que no ha venido para otra cosa que para cumplir la voluntad del Padre que lo ha enviado, y a esa voluntad pertenece misteriosamente la traición de uno de sus elegidos. Dios mismo había anticipado esa traición en las antiguas Escrituras. Luego ni siquiera esta traición, que se presentaba en apariencia como el resultado de una elección fallida, escapaba a su control, esto es, al dominio del Señor de la historia. Y Jesús estaba al servicio de este plan divino y de esta voluntad –la del Padre- puesta por escrito y, por tanto, manifestada.

Por consiguiente, tanto la elección de Judas como su traición formaban parte de este plan salvífico que tenía a Jesús como ejecutor. No podemos deducir, sin embargo, que Judas sea el chivo expiatorio de este plan. Dios no puede querer nunca el pecado (=traición) de uno de sus hijos, aunque reportase grandes beneficios; no puede querer un mal ni siquiera para obtener bienes mayores. La traición de Judas tiene a Judas como único responsable; pero ni siquiera este hecho de exclusiva responsabilidad de su agente escapa al plan divino. Ya sabemos que Dios «escribe derecho con renglones torcidos», pues sabe cómo incorporar hechos (pecados) que están en flagrante contradicción con su voluntad a ese plan que sí es conforme a su voluntad y que no persigue otra cosa que el bien de la salvación humana. Dios se sirve incluso del pecado de los hombres para completar su designio salvífico tal como aconteció en la vida de Jesús.

Y si el enviado representa a quien lo envía, recibir al enviado es recibir al representado por él. Jesús lo expresa con solemnidad: El que recibe a mi enviado, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me ha enviado. Es la lógica de la representación. El enviado está siempre al servicio del que lo envía y su misión no es otra que cumplir su encargo. Así se siente Jesús, enviado del Padre; así han de sentirse también sus discípulos, enviados de Jesús; así hemos de sentirnos nosotros en cuanto cristianos: enviados de Cristo para cumplir su encargo que no es sino hacerle presente en su palabra y en sus sacramentos en ese mundo que aún no lo ha recibido como su salvador. Sólo recibiéndolo a él se recibe al Padre, a quien él representa, y con el Padre la salvación que procede de él como de su fuente. Y si cumplimos cabalmente nuestra representatividad cristiana, porque salimos al mundo como enviados de Cristo, el rechazo de que podamos ser objeto será también rechazo de aquel que nos envía y del mismo Dios que está en el inicio de esta cadena sucesiva de envíos.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos «Apostolorum Successores»

56. El principio Trinitario.

El Obispo no olvida que ha sido puesto para regir la Iglesia de Dios en el nombre del Padre, del cual transparenta su imagen; en el nombre de Jesucristo, su Hijo, que le ha constituido maestro, sacerdote y pastor; en el nombre del Espíritu Santo que da vida a la Iglesia.(140) El Espíritu Santo sostiene constantemente su misión pastoral(141) y salvaguarda la única soberanía de Cristo. Haciendo presente al Señor, actualizando su palabra, su gracia, su ley, el ministerio del Obispo es un servicio a los hombres que ayuda a conocer y seguir la voluntad del único Señor de todos.


140 Cf. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica postsinodal Pastores Gregis, 7.

141 Cf. Pontificale Romanum. De Ordinatione Episcopi, 35.

El camino verdadero

1.- Me impresiona el modo en que la primera comunidad cristiana resolvía los conflictos que iban sucediéndose en su seno. Uno se imagina que no fue nada fácil el comienzo, a pesar de la ilusión y la fuerza del Espíritu. Cuando fue creciendo el número de miembros, los problemas se multiplicaron. El libro de los Hechos nos da cuenta de algunos episodios «problemáticos», como es el recelo existente entre los cristianos procedentes del judaísmo y aquellos que venían de la gentilidad. El concilio de Jerusalén resolverá el conflicto con el diálogo y la tolerancia de unos hacia otros. Es una muestra del consenso espiritual -que no eclecticismo- reinante entre los primeros cristianos. Antes, en el capítulo 6, se narra otro conflicto: los discípulos de lengua griega se quejan de que sus viudas no son atendidas en el suministro diario como las de lengua hebrea. Está claro que los problemas surgen por sí mismos, como consecuencia del propio crecimiento. Donde no hay problemas es que no hay vida, quizá porque estamos instalados o estamos muertos. No es malo en sí que haya problemas, pues si hay buena voluntad pueden superarse. Las dificultades nunca deben hacernos perder la esperanza, es más debemos convencernos de que las crisis ayudan a purificarnos. Igual ocurre en la Iglesia de nuestros días, hay muchas cosas que están cambiando en nuestro mundo, la nueva cultura nos pone cada día nuevos retos… La Iglesia no debe de dar la espalda a lo que la sociedad y el hombre actual esperan de ella.

2.- Los Doce convocaron al grupo de los discípulos y les comunicaron su decisión: que escogiesen a «siete hombres de buena fama y llenos de espíritu de sabiduría», para asumir la misión de atender a los necesitados. Surge así el ministerio del diaconado, cuya misión, como indica su etimología, es «servir». El «diakono» es un servidor de la comunidad. Hoy se ha mantenido como uno de los tres ministerios ordenados, pero ha cambiado su función: ahora sirven a la palabra, celebran el sacramento del bautismo y el matrimonio. Desde el Concilio Vaticano II se impulsó la ordenación de diáconos permanentes casados. Es una pena que no se haya extendido adecuadamente la posibilidad de servir al pueblo de Dios desde este ministerio. También sorprende el modo en que son designados los primeros diáconos, pues son elegidos por los propios discípulos, es decir por la comunidad. San Agustín, cuya conversión celebramos precisamente este 24 de abril nos cuenta cómo fue la comunidad de Hipona quien le presentó al obispo Valerio como sacerdote y después, a la muerte del obispo, fue aclamado popularmente para asumir la sede de la capital norteafricana. Hace falta imaginación, confianza en Dios y buena voluntad para resolver los conflictos. Así lo hizo la Iglesia a lo largo de la historia. Seguro que no perderá el tren para adaptarse a los «nuevos tiempos», sin perder la esencia de la fe.

3.- En nuestra vida nos encontramos con muchos caminos. Unos se empeñan en caminar por tierras pantanosas. Aunque sea con pleno día y con la mejor luz del sol, se hace muy difícil avanzar, casi imposible. Si no hay suelo firme, te hundes y tus fuerzas se vienen abajo. Por el contrario, al que camina por senda firme, con buen cemento, aunque parezca que es de noche le será fácil caminar. Jesús nos dice hoy cuál es el camino verdadero: El mismo es «el camino, la verdad y la vida». El nos conduce al Padre, porque quien le ha visto a El ha visto al Padre, responde a Felipe. Aquí culmina el evangelista Juan toda su «catequesis sobre el camino». Jesús es el agua viva (diálogo con la samaritana), es la luz (curación del ciego de nacimiento), es el pan de vida (multiplicación de los panes y los peces), es la puerta, es el Buen Pastor….. Hoy nos damos cuenta de qué quería decirnos. Sólo con El, en El, por El se puede conseguir la vida que todos buscamos. Es preciso solamente dejarse guiar y seguirle.

José María Martín OSA

Yo soy el camino, la verdad y la vida

«No estéis angustiados. Confi ad en Dios, confi ad también en mí. En la casa de mi Padre hay sitio para todos; si no fuera así, os lo habría dicho; voy a prepararos un sitio. Cuando me vaya y os haya preparado el sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que, donde yo estoy, estéis también vosotros; ya sabéis el camino para ir adonde yo voy». Tomás le dijo: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo vamos a saber el camino?».

Jesús le dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me habéis conocido a mí, conoceréis también a mi Padre. Y desde ahora lo conocéis y lo habéis visto».

Felipe le dijo: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Jesús le dijo: «Llevo tanto tiempo con vosotros, ¿y todavía no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Las palabras que os digo no las digo por mi propia cuenta; el Padre, que está en mí, es el que realiza sus propias obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Creedlo al menos por las obras mismas».

«Os aseguro que el que cree en mí hará las obras que yo hago y las hará aún mayores que éstas, porque yo me voy al Padre»

Juan 14, 1-12

PARA MEDITAR

El camino, la verdad y la vida… Tres ideas muy bonitas para que todos caminemos juntos. Debemos darnos cuenta que Jesús es el camino, la verdad y la vida. Y no sólo debemos darnos cuenta, sino vivir sabiendo que por Jesús pasa todo.

En estos tiempos difíciles que estamos viviendo, Jesús se nos propone como el camino, la verdad y la vida. Tres cosas de las que estamos muy necesitados. Ojalá que los cristianos podamos ser para otros camino, verdad y vida…

PARA HACER VIDA EL EVANGELIO

  • ¿Alguna vez has sentido que Jesús ha sido clave en alguna situación de tu vida? Escribe cómo ha sido.
  • ¿Es Jesús camino, verdad y vida para los cristianos? ¿Cómo podemos hacer para que así sea?
  • Escribe un compromiso para que todos los días de esta semana tengas presente a Jesús en algún momento de tu vida.

ORACIÓN

Tu salvación es un regalo para nosotros.
Nos has preparado un sitio en la casa del Padre,
donde hay muchas moradas,
como hay muchas formas distintas de estar en este mundo.
Nosotros queremos vivir a tu estilo,
en el trabajo, en la familia o en la calle,
queremos también ir preparando la morada para todos los hermanos,
y no descansaremos hasta que todo el mundo viva bien,
hasta que la justicia reine en toda la Tierra
y entonces ésta será tu Reino.
Tú eres nuestra única verdad, Señor,
aunque gastamos horas y horas de charla
para demostrar que tenemos razón,
todo lo anterior se vuelve pequeño cuando nos ponemos en tu presencia
y sentimos que eres nuestra única verdad,
lo que da auténtico sentido a nuestra existencia,
lo que calma nuestros desasosiegos
y ansiedades, deseos y sueños.
Contigo nada nos turba, nada tememos
y tu confianza nos envuelve.

No perdáis la calma

Siempre nos invitas, Jesús, al sosiego,
a la serenidad, a dejar de agitarnos.
Tú tienes esa maravillosa capacidad
de calmarnos de nuestras prisas.
Nosotros corremos, vamos y venimos,
llenamos la agenda,
hacemos mil planes, nos inventamos
continuas actividades…
¡Tenemos miedo! Vivimos nerviosos,
impacientes, desconfiados, preocupados.
Y Tú nos dices: No estéis agitados;
fiaos de Dios y fiaos de Mí.

Tú estás con nosotros, te sentimos por dentro
en el momento en que te buscamos.

Nos sales al encuentro por todos los rincones
para marcarnos el camino,

para indicarnos la manera de conseguir
esa Vida que Tú eres…
porque nosotros, a veces, vivimos en un sin vivir,
Tú nos llevas de la mano porque eres
el Camino, la Verdad y la VIDA.

Tu salvación es un regalo para nosotros.
Nos has preparado un sitio en la casa del Padre,
donde hay muchas moradas,

como hay muchas formas distintas de estar
en este mundo.

Nosotros queremos vivir a tu estilo,
en el trabajo, en la familia o en la calle,
queremos también ir preparando la morada
para todos los hermanos,

y no descansaremos hasta que todo el mundo
viva bien,

hasta que la justicia reine en toda la Tierra
y entonces ésta será tu Reino.

Tú eres nuestra única verdad, Señor,
aunque gastamos horas y horas de charla
para demostrar que tenemos razón,
todo lo anterior se vuelve pequeño cuando
nos ponemos en tu presencia

y sentimos que eres nuestra única verdad,
lo que da auténtico sentido a nuestra existencia,
lo que calma nuestros desasosiegos

y ansiedades, deseos y sueños.
Contigo nada nos turba, nada tememos
y tu confianza nos envuelve.

Mari Patxi Ayerra

Notas para fijarnos en el evangelio – Domingo V de Pascua

• Este diálogo de Jesús con los discípulos está situado en el contexto de la Última Cena. Justo antes, en el capítulo 13, el evangelista nos ha narrado la escena en la que Jesús les lava los pies y les ofrece seguirlo en su estilo de vida y de actuar con la frase: Os he dado ejemplo para lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis (Jn 13,15). Seguirle pasa pues por el abajamiento, por el servicio, por dar la vida totalmente, si es preciso, sabiendo que la muerte no es un final definitivo.

• Jesús nos invita a hacer-servir-amar como Él (Jn 13,15.34-35). El contexto en el que lo dice, la Última Cena, lo hace difícil. Justo antes de este diálogo que tenemos delante, Jesús le ha dicho a Pedro que le negaría muy pronto (Jn 13,36-38). Por esto, Jesús, junto a la invitación a hacer como Él, dice algo sobre la «casa del Padre» (2), lugar al que conduce «el camino» que ha emprendido (4), Y añade que Él mismo nos llevará (1- 4). Sólo hay que hacer su «camino» (6).

• Situados, pues, en la Última Cena, lo que escuchamos decir a Jesús es para dar sentido a un camino que, en aquel momento, cuesta mucho seguir, porque se prevé que será de sufrimiento. Pero situados después de la muerte-resurrección (este Evangelio siempre se ha leído después de la Pascua), como es vive del todo (3) nuestro caso, lo que le escuchamos a Jesús no es un deseo o una posibilidad. Le escuchamos afirmando que vive en la «casa del Padre»: está con Dios, totalmente unido al Padre. Y afirmando que también nosotros podremos estar allí, no por nuestra cuenta (Jn 13,33) sino siguiendo «el camino» que es Él mismo (6).

• Los discípulos -aquí Tomás y Felipe (5,8)- tienen dudas, no acaban de comprender lo que Jesús les propone vivir: ¿cómo podrán seguirle, vivir como Él, cuando Él no esté de la manera como está ahora? ¿Cómo sabrán que caminan hacia el Padre? Nos representan a nosotros. Y a toda comunidad que, como la de Juan, reflexiona sobre el seguimiento de Cristo cuando no se le ha conocido antes de su Pascua. O que da vueltas a si se- guir o no un camino que pasa por el compromiso, por el servicio… por la cruz. Todo buen discípulo duda y pregunta al Maestro. Dejémonos llevar por las respuestas de Jesús.

• Jesús, ante las dudas de los que buscamos a Dios, afirma que lo podremos encontrar en Él. Él y el Padre son uno (Jn 10,30): «quien me ha visto a mí ha visto al Padre» (9). Jesús es el Hijo que se queda por siempre (3) en «la casa del Padre» (2) – expresión no de un espacio físico, sino de una relación personal íntima-. A Dios no lo tenemos que buscar fuera de este mundo. Lo encontramos en el hombre Jesús de Nazaret (Jn 19, 5), que aparece sometido a la injusticia, que ha asumido esta condición de los hombres y de las mujeres haciendo la gran opción de amor sin medida y se ha hecho carne (1Jn 1, 14).

• Pero esto no se puede descubrir si no conocemos a Jesús: «Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto» (7). La tarea de conocerlo es de nunca acabar: «Hace tanto… ¿y no me conoces, Felipe?» (9). Ante esta tarea inacabable, lo que denominamos ‘Estudio del Evangelio’, hecho de manera habitual, es un medio ideal. Ver, mirar, escuchar, contemplar, seguir… amar a Jesús en sus palabras, en sus gestos, en sus actitudes, en su atención a las personas, en su paso por los márgenes, en su dulzura y en su clamor en favor de los pobres, en su comunión con el Padre…

• Seguir a Jesús es un ejercicio de confianza. Confianza en que Él nos precede como buen pastor (Jn 10,4.11). Confianza en que su muerte no impide seguirlo: es la fe en la resurrección. Y confianza en que el servicio a los demás -comunión con los más pobres- es el verdadero «camino» -o la puerta (Jn 10,9)- que lleva a «la vida» (6), a la comunión con el Padre en la que Jesús ya vive del todo (3)

• Esta fe en Jesús, el verdadero «camino» que conduce a la vida en Dios ahora-aquí y después, da capacidad para «hacer las obras que él hace» y «aún mayores» (12). El discípulo, el que duda y tiene dificultades para comprender y para vivir con coherencia (nosotros, como Tomás y Felipe), es también quien pone fe en Jesús, quien se pone en manos del Padre (1). Y, de esta manera, vive la misma vida de Jesús, aquel que también fue débil, pequeño, condenado… servidor de todos. O, dicho de otra manera, acepta que el Resucitado viva en él y lo lleve, pasando por el servicio hasta darlo todo, a vivir plenamente con el Padre.

Comentario al evangelio – Jueves IV de Pascua

Cambio de escenario. Cena final. Lo primero, vamos a prepararnos. Levantarse de la mesa, echar agua en la jofaina, quitarse el manto, ceñirse la toalla y lavar los pies… Uno tiene que estar muy seguro de sí mismo para hacer estas cosas. Hacer en el momento decisivo lo que se ha estado preparado toda la vida. Las situaciones extremas sacan lo mejor (o lo peor) de las personas. Al final de su vida, habiendo amado, amó hasta el extremo.

Y aunque el gesto es muy significativo lo tiene que explicar. Hay veces que una imagen no vale más que mil palabras. Ejemplo os he dado. Lo que he hecho, eso haced. Levantaos de la mesa, ceñíos la toalla, lavad los pies. Y esto en memoria mía, esto como eucaristía. Con demasiada frecuencia se nos olvida que no podemos llegar hasta el altar sin habernos puesto a los pies de los dolientes, de quienes solo tienen para ofrecer sus pies sucios. Eucaristía: acción de la gracia.

Partir el pan, lavar los pies. Las dos caras (eucaristías) de una misma moneda.

Óscar Romano