Vísperas – Viernes IV de Pascua

VÍSPERAS

VIERNES IV DE PASCUA

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

¡Cristo ha resucitado!
¡Resucitemos con él!
¡Aleluya, aleluya!

Muerte y Vida lucharon,
y la muerte fue vencida.
¡Aleluya, aleluya!

Es el grano que muere
para el triunfo de la espiga.
¡Aleluya, aleluya!

Cristo es nuestra esperanza,
nuestra paz y nuestra vida.
¡Aleluya, aleluya!

Vivamos vida nueva,
el bautismo es nuestra Pascua.
¡Aleluya, aleluya!

¡Cristo ha resucitado!
¡Resucitemos con él!
¡Aleluya, aleluya!

SALMO 144: HIMNO A LA GRANDEZA DE DIOS

Ant. Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único. Aleluya.

Te ensalzaré, Dios mío, mi rey;
bendeciré tu nombre por siempre jamás.

Día tras día te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.

Grande es el Señor, merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza;
una generación pondera tus obras a la otra,
y le cuenta tus hazañas.

Alaban ellos la gloria de tu majestad,
y yo repito tus maravillas;
encarecen ellos tus temibles proezas,
y yo narro tus grandezas acciones;
difunden la memoria de tu inmensa bondad,
y aclaman tus victorias.

El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas;

explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único. Aleluya.

SALMO 144

Ant. Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, todo honor y toda gloria. Aleluya.

El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan.

Los ojos de todos te están aguardando,
tú les das la comida a su tiempo;
abres tú la mano,
y sacias de favores a todo viviente.

El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente.

Satisface los deseos de sus fieles,
escucha sus gritos, y los salva.
El Señor guarda a los que lo aman,
pero destruye a los malvados.

Pronuncie mi boca la alabanza del Señor,
todo viviente bendiga su santo nombre
por siempre jamás.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, todo honor y toda gloria. Aleluya.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: HIMNO DE ADORACIÓN

Ant. Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación. Aleluya.

Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!

¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación. Aleluya.

LECTURA: Hb 5, 8-10

Cristo, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna, proclamando por Dios sumo sacerdote, según el rito de Melquisedec.

RESPONSORIO BREVE

R/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.
V/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.

R/ Al ver al Señor.
V/ Aleluya, aleluya.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El buen Pastor dio su vida por las ovejas. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El buen Pastor dio su vida por las ovejas. Aleluya.

PRECES

Oremos a Cristo, fuente de toda vida y principio de todo bien, y digámosle confiadamente:

Instaura, Señor, tu reino en el mundo.

Jesús salvador, tú que, muerto en la carne, fuiste devuelto a la vida por el Espíritu,
— haz que nosotros, muertos al pecado, vivamos también de tu Espíritu.

Tú que enviaste a tus discípulos al mundo entero para que proclamaran el Evangelio a todo la creación,
— haz que cuantos anuncian el Evangelio a los hombres vivan de tu Espíritu.

Tú que recibiste el pleno poder en el cielo y en la tierra para ser testigo de la verdad,
— guarda en tu verdad a quienes nos gobiernan.

Tú que todo lo haces nuevo y nos mandas esperar anhelantes la llegada de tu reino,
— haz que, cuanto más esperamos el cielo nuevo y la tierra nueva que nos prometes, con tanto mayor empeño trabajemos por la edificación del mundo presente.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que descendiste al abismo para anunciar el gozo del Evangelio a los muertos,
— sé tu mismo la eterna alegría de nuestros difuntos.

Unidos a Jesucristo, supliquemos ahora al Padre con la oración de los hijos de Dios:
Padre nuestro…

ORACION

Señor Dios, origen de nuestra libertad y de nuestra salvación, escucha las súplicas de quienes te invocamos, y, pues nos has salvado por la sangre de tu Hijo, haz que vivamos siempre en ti, y en ti encontremos la felicidad eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

Anuncio publicitario

Lectio Divina – Viernes IV de Pascua

1) Oración inicial

Señor Dios, origen de nuestra libertad y de nuestra salvación, escucha las súplicas de quienes te invocamos; y pues nos has salvado por la sangre de tu Hijo, haz que vivamos siempre en ti y en ti encontremos la felicidad eterna. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del Evangelio según Juan 14,1-6
«No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy sabéis el camino.» Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino? » Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. »

3) Reflexión

• Estos cinco capítulos (Jn 13 a 17) son un lindo ejemplo de cómo las comunidades del Discípulo Amado de finales del primer siglo hacían catequesis, allá en Asia Menor, actual Turquía. Por ejemplo, en este capítulo 14, las preguntas de los tres discípulos Tomás (Jn 14,5), Felipe (Jn 14,8) y Judas Tadeo (Jn 14,22), eran también las preguntas y los problemas de las Comunidades. Así, las respuestas de Jesús para los tres eran un espejo en el que las comunidades encontraban una respuesta a sus propias dudas y dificultades. Para percibir mejor el ambiente en que se hacía catequesis, hay que hacer lo siguiente. Durante o después de la lectura del texto, es bueno cerrar los ojos e imaginar que se está en la sala en medio de los discípulos, participando en el encuentro con Jesús. En la medida en que se va escuchando, es bueno tratar de prestar atención a cómo Jesús prepara a sus amigos para la separación y les revela su amistad, transmitiendo seguridad y apoyo.
• Juan 14,1-2: Nada te turbe. El texto empieza con una exhortación: «¡No se turbe vuestro corazón!» En seguida dice: «En la casa de mi Padre hay distintas moradas». La insistencia en conservar palabras de ánimo que ayudan a superar la perturbación y las divergencias, es una señal de que había mucha polémica y divergencias entre las comunidades. Unas decían a las otras: «Nuestra manera de vivir la fe es mejor que la vuestra. ¡Nosotros nos salvamos! ¡Vosotros estáis equivocados! Si queréis ir al cielo, tenéis que convertiros y vivir como nosotros vivimos.» Jesús dice: «¡En casa de mi Padre hay muchas moradas!» No es necesario que todos piensen del mismo modo. Lo importante es que todos acepten a Jesús como revelación del Padre y que, por amor hacia él, tengan actitudes de comprensión, de servicio y de amor. Amor y servicio son el cemento que une entre sí los ladrillos y hace que las diversas comunidades sean una iglesia de hermanos y de hermanas.
• Juan 14,3-4: Jesús se despide. Jesús dice que va a preparar un lugar y que después volverá para llevarnos con él a la casa del Padre. El quiere que estemos todos con él para siempre. El retorno del que habla Jesús es la venida del Espíritu que él manda y que trabaja en nosotros, para que podamos vivir como él vivió (Jn 14,16-17.26; 16,13-14). Jesús termina diciendo: «¡Y a donde yo voy sabéis el camino!» Quien conoce a Jesús, conoce el camino, pues el camino es la vida que él vivió y que le llevó a través de la muerte junto al Padre.
• Juan 14,5-6: Tomás pregunta por el camino. Tomás dice: «Señor, no sabemos a dónde vas. ¿Cómo podemos conocer el camino?” Jesús responde: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí”. Tres palabras importantes. Sin un camino, no se anda. Sin verdad, no se acierta. Sin vida, ¡sólo hay muerte! Jesús explica el sentido, porque «¡nadie viene al Padre sino por mí!» Pues, él es la puerta por donde las ovejas entran y salen (Jn 10,9). Jesús es la verdad, porque mirándole a él, estamos viendo la imagen del Padre. «¡Si vosotros me conocierais, conocierais también al Padre!» Jesús es la vida, porque caminando como Jesús caminó, estaremos unidos al Padre y tendremos la vida en nosotros.

4) Para la reflexión personal

• ¿Qué buenos encuentros guardas en la memoria y que te son fuerza para tu caminar?
• Jesús dice: «En la casa de mi Padre hay distintas moradas». ¿Qué significa esta afirmación para nosotros, hoy?

5) Oración final

Cantad a Yahvé un nuevo canto,
porque ha obrado maravillas;
le sirvió de ayuda su diestra,
su santo brazo. (Sal 98,1)

Comentario – Viernes IV de Pascua

Las palabras de Jesús alusivas a una próxima despedida provocan desazón e intranquilidad entre sus discípulos. Pero él les invita a mantenerse tranquilos y confiados: No perdáis la calma: creed en Dios y creed también en míEn la casa de mi Padre hay muchas estancias, y me voy a prepararos sitio. Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo. ¡Qué importante es la fe (resp. confianza) para conservar la calma! ¡Qué importante es sentirse apoyados, protegidos, custodiados, acompañados por alguien que es más poderoso que tú! ¡Qué importante es tener a Dios por aliado para mantener la calma en situaciones de riesgo!

Basta con creer en Dios como Padre bondadoso para sentirse confiado y seguro, como sostenido por manos poderosas y benéficas. Creed también en mí, nos dice Jesús; y yo os digo que mi Padre Dios tiene casa donde hay estancias para todos, y si me voy antes que vosotros es para prepararos sitio. Cuando esté preparado, volveré y os llevaré conmigo. Hacer el tránsito hacia la casa del Padre –el tránsito de la muerte- con Jesús, que vuelve para llevarnos con él, es hacerlo en muy buena compañía, es no morir solos, y esto tiene que notarse. No es lo mismo morir solos –y siempre moriremos solos por muchos que sean los familiares y amigos que nos acompañen en ese trance- que morir en la compañía del que nos toma de la mano y nos conduce hacia esa casa de acogida que él mismo nos ha preparado, la casa del Padre. La sensación que provoca la soledad, especialmente en ciertos momentos, es fría, gélida; la sensación del acompañamiento amigable o amoroso es cálida como la mano tendida del amigo.

Y añade Jesús: Y a donde yo voy, ya sabéis el camino. Al parecer no lo sabían. No sabían siquiera a dónde iba, aunque algo presagiaban, algo que les provocaba desasosiego y ansiedad. Pero no teniendo claro cuál era el destino o la meta de ese trayecto, cómo iban a conocer el camino. Y Jesús les responde: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. La verdad y la vida ya están en el camino, aunque no se encuentren del todo hasta el final, pues se trata de un camino verdadero, un camino recorrido en la verdad y en el que ya se tiene experiencia de la vida que está presente en el camino y hallará su plena realización al final del mismo. La verdad y la vida, que en su plenitud sólo se encuentran al final del camino, están ya presenten, en modo no pleno, mientras se recorre el camino en dirección a su término.

El término del camino tanto para Jesús como para nosotros es el Padre y cuanto Él representa como casa de acogida. No alcanzar este término es quedarse a medio camino. Hemos sido creados por Dios y para Dios. Dios es origen y meta, principio y fin. Iniciar en Dios nuestro recorrido existencial y no acabar en Él, haría de nuestra vida un proyecto abortado, una obra interrumpida, una carrera inacabada, un fracaso. Pero nadie puede alcanzar este término sin seguir el camino que el mismo Dios nos proporciona y que es Jesucristo en cuanto proyecto humano. Nadie llega al Padre sino por él. Ese «por» connota muchas cosas, diferentes matices, pero sobre todo ‘camino a seguir’. Jesús es, para nosotros, camino hacia el Padre con su misma presencia en el mundo, con su propia biografía que va acompañada de palabras y de hechos que enseñan a caminar por la vida con un determinado estilo, que permiten configurar una personalidad capaz de convivir en esa comunidad mesiánica que es el Reino de los cielos.

Jesús es camino porque enseña (magisterial) cuando habla, cuando vive y cuando muere; es camino porque indica dónde está la meta o el término al que dirigirse; es camino que traza él mismo con su propia vida de abajamiento o autodespojamiento: un camino diseñado, trazado, señalizado, explicado, recorrido y concluido por el que se propone como tal. Pretender alcanzar nuestra meta por un camino distinto puede resultar demasiado errático o tortuoso. Nosotros los hombres, envanecidos por nuestro orgullo, tendemos a descartar –o menospreciar- los caminos propuestos por otros, simplemente por el hecho de que son de otros y no nuestros. A nuestra vanidad le resulta mucho más satisfactorio crear o inventar su propio camino y no servirnos del camino trazado por otros; pero actuando así podemos estar rechazando el verdadero camino de la Vida, el camino que nos proporciona el mismo Dios para llegar a Él. Jesús dice de sí mismo ser ese camino. Creer en él es ya disponerse a servirse de él (como camino) para alcanzar la Verdad y la Vida, y con ellas la plena satisfacción de nuestros deseos más inefables.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos «Apostolorum Successores»

58. El principio de la comunión.

En el ejercicio del ministerio pastoral, el Obispo se siente y se comporta como “principio y fundamento visible”(142) de la unidad de su diócesis, pero siempre con el ánimo y acción dirigidos a la unidad de toda la Iglesia católica. Promoverá la unidad de fe, de amor y de disciplina, de modo que la diócesis se sienta parte viva del entero Pueblo de Dios. La promoción y búsqueda de la unidad será propuesta no como estéril uniformidad, sino junto a la legítima variedad, que el Obispo está también llamado a tutelar y promover. La comunión eclesial conducirá al Obispo a buscar siempre el bien común de la diócesis, recordando que éste está subordinado al de la Iglesia universal y que, a su vez, el bien de la diócesis prevalece sobre el de las comunidades particulares. Para no obstaculizar el legítimo bien particular, el Obispo se ha de preocupar de tener un exacto conocimiento del bien común de la Iglesia particular: conocimiento que se debe actualizar continuamente y verificar a través del contacto frecuente con el Pueblo de Dios que se le ha confiado, el conocimiento de las personas, el estudio, las investigaciones socio‑religiosas, los consejos de personas prudentes, el diálogo constante con los fieles, ya que las situaciones en la actualidad son objeto de rápidas transformaciones.


142 Conc. Ecum. Vat. II, Constitución dogmática Lumen Gentium, 23.

Las habitaciones del cielo

1.- Dicen que, en el mundo, hay pan y sitio suficiente para todos y cada uno de los hombres. Pero ¡qué gran paradoja! Nunca, como hoy, tenemos la sensación de falta de espacio, de falta de oxígeno. Parece como si el agobio, el afán de tener o de acaparar, junto con las prisas, nos aturdieran tan profundamente que nos empujasen a buscar caminos que conduzcan a una cierta paz, verdades que nos lleven a una cierta tranquilidad, vida que nos ayude a encontrar la auténtica que, por lo que sea, no podemos alcanzar.

2.- Las habitaciones del cielo, aquellas que Jesús nos señala en el evangelio de este V domingo de la Pascua, sólo se pueden abrir desde el profundo convencimiento y confianza en Cristo. Sólo se pueden abrir desde dentro de uno mismo: con llave de la fe.

Hay un acorde, formado por tres notas, que resume perfectamente y da el tono de la gran melodía del evangelio compuesta por Jesús, y también como síntesis de toda su persona: Camino, Verdad y Vida

Con esa tonalidad hemos de aprender a vivir y cantar nuestra fe. Nuestro corazón, será capaz de resistir las embestidas de los nuevos tiempos, si lo acercamos a esa gran fuente de esperanza y de serenidad que es Jesús.

3.- .Hoy, al escuchar este evangelio pascual, tendríamos que salir gritando de nuestras iglesias y de nuestras comunidades, de nuestras eucaristías y de nuestros grupos: ¡queremos otra ciudad! Y, esa ciudad, es posible. Jesús nos habla de una realidad junto al Padre, que nos debe de animar a vivir según El mientras estemos en la tierra.

El peor enemigo de la construcción de esa ciudad eterna (con millones de estancias y con una para cada uno) es la cobardía. No podemos acobardarnos frente aquellos que se instauran como nuevas verdades, como ingeniosos caminos o como “interesadas” maneras de entender o de comprender la vida: vales en cuanto vales.

La Pascua, el paso del Señor por nosotros –entre otras cosas– ha debido servir para aclararnos el camino que llevamos como cristianos. No seguimos una ideología. No tenemos como referencia a algo muerto: es Jesús a quien seguimos y por el que merece la pena reconducir nuestros caminos, bajarnos de nuestras mentiras y alejarnos de las fábricas de muerte que se levantan en nuestra sociedad.

3.- ¡Queremos otra ciudad! No es cuestión de poner cimientos en el cielo, ni de pensar en el cómo subir paredes de ladrillo en la ciudad eterna. Hoy, aquí y ahora, nos toca dejarnos llevar y dirigir por ese Maestro que nos propone un camino para llevarnos a Dios, que es la VERDAD que ilumina todo, que nos recuerda que, cuando ahondamos en El, hay un gran surtidor de VIDA para la de hoy y para la que nos espera el día de mañana.

¡Queremos otra ciudad! Demos gracias a Jesús, en este tiempo de la Pascua, porque El nos ayuda a dar el valor equilibrado a cada cosa. A no clavarnos ni dejarnos manipular por la ansiedad que produce el hedonismo y ese bienestar que santifica y endiosa el mundo. Jesús, como hombre comprometido con la causa del hombre, pero como ciudadano del cielo, nos invita a diseñar esa morada, esa habitación que Dios nos tiene preparada en la ciudad eterna.

¿Sabéis cual es la gran comodidad de esa estancia? ¿Sabéis cual es el artículo de lujo del apartamento eterno? Simplemente que está amueblado de DIOS y con DIOS. Y, ante eso, no cabe sino pensar en disfrutarla teniéndole como el mejor compañero. Y ahora como otras veces permitirme que os lea la siguiente oración:

YO QUIERO, SEÑOR, UNA ESTANCIA DEL CIELO

Si me preguntas cómo abrirla, lo haré con la llave del camino que emprendí en la tierra, creyendo y esperando en Ti

Si me preguntas cómo cruzarla, daré el primer paso con la verdad que descubrí en tu Palabra mientras viví aquí abajo

Si me preguntas cómo vivir en ella, lo intentaré llevar a cabo con las sensaciones de vida que el Espíritu marcó en lo más hondo de mis entrañas.

Quiero, Señor, que me reserves una estancia en la eternidad:

-Donde pueda descansar de las sacudidas que recibí injusta o justamente

-Donde pueda dormir sin miedo a sobresaltos

-Donde pueda despertar con un Padre que me habla cada mañana

-Donde pueda abrir la ventana y contemplar a hombres y mujeres, santos y apóstoles, que creyeron y murieron pensando en ese horizonte

-Donde pueda brincar a la azotea y contemplar, emocionado y absorto, la gran familia de la Trinidad que vive e irradia amor

-Donde pueda salir al corredor celeste, y vea a una Madre que compartió muchos momentos de la cruz en mis pruebas

YO QUIERO, SEÑOR, UNA ESTANCIA DEL CIELO

Haz que cuando me presente en el recibidor, Señor, me encuentres con el calzado desgastado de tanto haber andado por tu CAMINO; con mis labios limpios por vivir según tu VERDAD; con mi mente lúcida y serena por ir al encuentro de tu VIDA.

Amén.

Javier Leoz

Misa del domingo

V Domingo de Pascua
10 de mayo de 2020

En esta Pascua estamos leyendo algunos textos del evangelio de San Juan. Hoy el evangelio nos sitúa en el contexto de la última cena. Aquella cena fue el pórtico de los trágicos acontecimientos de Pascua. Jesús quiere preparar a sus discípulos para estos acontecimientos y abre su corazón dejando ver el misterio que le acompaña.

El coronavirus y la angustia

El Señor abre su corazón a sus discípulos, no solo a sus primeros discípulos sino a nosotros también, cristianos del siglo XXI. Al abrir su corazón, lo primero que hace es dar palabras de aliento. “No os angustiéis… creed en Dios y creed en mí”.

Quizás compartas conmigo que hoy son muy necesarias palabras de aliento. Si muchas veces la tristeza y la angustia llaman a nuestra puerta, hoy, en medio de la crisis del coronavirus, hay mucha tristeza y angustia en el corazón de muchas personas. Es una respuesta comprensible ante la realidad que vivimos de muerte, soledad, grave situación económica, paro y la falta de trabajo, una pregunta sin respuesta por un mañana incierto.

“No os angustiéis”. Jesús nos da una palabra de aliento. La segunda lectura afirma que quien pone a Jesús en su vida sale de las tinieblas y entra en su luz maravillosa. Sin duda que habrás escuchado a muchas personas decir que Jesús les ha sacado de la tristeza, de la oscuridad, de la desesperanza. ¿Es este un tiempo para dejar que Jesús ilumine nuestra vida angustiada?

Unos discípulos que dudan

A continuación, el evangelio presenta a Tomás y a Felipe. Son dos discípulos llenos de dudas. La duda nos sitúa en una encrucijada de caminos donde no sabemos bien hacia donde caminar. Si sus discípulos dudaron, y no siempre entendieron a Jesús, no es extraño que nosotros también dudemos y muchas veces no entendamos al Señor. Hay que ser muy humildes para saber reconocer nuestras dudas.

Primero nos encontramos con Tomás. Cuando Jesús dice que se encamina hacia el Padre, Tomás se extraña y le pregunta a dónde va. Jesús dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Podemos ver en estas palabras una síntesis del evangelio. El evangelio es Jesús: Dios viene a nosotros a través de Jesús, nosotros vamos a Dios a través de Jesús. Jesús es el camino y nos acompaña en el caminar de la vida. Jesús es la verdad, el rostro de Dios. Jesús es la vida, el regalo que Dios nos hace. Jesús dialoga con Tomás y propone a su discípulo conocerle más. Quizás debamos dedicar más tiempo al Señor.

Tantos años y todavía…

Entra en escena Felipe. Él también duda, no sabe qué hacer, no acaba de entender quién es Jesús, y dice al Maestro: “Muéstranos al Padre”. Jesús responde: “Tanto tiempo llevas conmigo Felipe y no me conoces”.

Llevamos mucho tiempo con Jesús y quizás tampoco le conozcamos. No por llevar mucho tiempo con Jesús le conocemos mejor. Solo le conocemos bien cuando dejamos que toda su verdad cale en nosotros, cuando descubrimos en Él el rostro de Dios, el amor a Dios, cuando dejamos que Dios entre en nosotros. Somos morada de Dios. Ya veis que son textos densos. No lo olvidemos: Jesús es el camino, la verdad y la vida.

Koldo Gutiérrez, sdb

La casa solariega

Hay una casa en mis sueños
que es casa solariega
con mucha historia,
espaciosa,
bien asentada
y acogedora.

Está abierta a cualquiera
que pasa y detiene su marcha
para compartir
lo que lleva
en su alforja
y en su alma.

Es casa con umbral y ventanas,
limpia y bien oreada,
que ofrece siempre
descanso y paz,
diálogo, alimento
y fresca agua.

Tiene muchas estancias,
muy diversas
y bien preparadas,
pues está pensada con amor
para hijos e hijas diferentes
que andan errantes.

Dicen los más ancianos
que su hacedor y Señor
marchó, a otros lares
a abrir nuevos horizontes,
y nos dejó su casa solariega
para ser felices.

Hoy día parece estar fuera
de los caminos que frecuentan
la mayoría de los hombres y mujeres,
poco atractiva
y necesitada
de gran reforma.

Pero dicen los que cuentan historias,
que quienes entran en ella
desnudos y sin prejuicios,
a pesar de las apariencias,
tarde o temprano,
vuelven y se aposentan.

Hay una casa en mis sueños, Señor,
que es tu casa solariega,
que me atrae y emociona
con su historia,
con sus inquilinos
y sus ofertas.

Florentino Ulibarri

Comentario al evangelio – Viernes IV de Pascua

Muchos días en casa. A veces disfrutando, otras sufriendo. Otros no tienen casa donde resguardarse de la pandemia. Hay casas soleadas y casas grises. Casas y hogares. En unas hay paz, en otras una violencia que salta en chispazos a cada momento. Quédate en casa.

Cada uno en su casa, y Dios en la de todos. La casa de Dios tiene muchas estancias. La casa de Dios, que es la Iglesia, también tiene muchas estancias. Caben los abuelos que cada día van a misa, y quien la pisa solo en contadas ocasiones. Caben esas personas que saben que allí son acogidas, cuando tantas veces en otros lugares pasan de ellos. Cabe quien escucha y quien se siente escuchado. En esta casa caben las alegrías de los niños, las rebeldías de los jóvenes, las dudas de los inquietos, los pecados y pecadillos de todos. Una Iglesia que se hace más casa en estos días.

Todos tenemos ganas de volver a esa nueva normalidad. Ganas de ponernos en camino. Pero conviene recordar que aquel que no sabe adónde va siempre acaba en otra parte. Jesús hoy se presenta como el camino que nos conduce al Padre, como la verdad que ilumina la vida de los pueblos (al Padre se llega como pueblo o no se llega), como la vida de un mundo que ha quedado en suspenso. Pues eso, hasta su casa con Él: Camino, Verdad, Vida.

Óscar Romano