Vísperas – Martes V de Pascua

VÍSPERAS

MARTES V DE PASCUA

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Quédate con nosotros;
la noche está cayendo.

¿Cómo te encontraremos
al declinar el día,
si tu camino no es nuestro camino?
Detente con nosotros;
la mesa está servida,
caliente el pan y envejecido el vino.

¿Cómo sabremos que eres
un hombre entre los hombres,
si no compartes nuestra mesa humilde?
Repártenos tu cuerpo,
y el gozo irá alejando
la oscuridad que pesa sobre el hombre.

Vimos romper el día
sobre tu hermoso rostro,
y al sol abrirse paso por tu frente.
Que el viento de la noche
no apague el fuego vivo
que nos dejó tu paso en la mañana.

Arroja en nuestras manos,
tendidas en tu busca,
las ascuas encendidas del Espíritu;
y limpia, en lo más hondo
del corazón del hombre,
tu imagen empañada por la culpa. Amén.

SALMO 19: ORACIÓN POR LA VICTORIA DEL REY

Ant. Ahora se estableció el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo. Aleluya.

Que te escuche el Señor el día del peligro,
que te sostenga el nombre del Dios de Jacob;
que te envíe auxilio desde el santuario,
que te apoye desde el monte Sión.

Que se acuerde de todas tus ofrendas,
que le agraden tus sacrificios;
que cumpla el deseo de tu corazón,
que dé éxito a todos tus planes.

Que podamos celebrar tu victoria
y en el nombre de nuestro Dios alzar estandartes;
que el Señor te conceda todo lo que pides.

Ahora reconozco que el Señor
da la victoria a su Ungido,
que lo ha escuchado desde su santo cielo,
con los prodigios de su mano victoriosa.

Unos confían en sus carros,
otros en su caballería;
nosotros invocamos el nombre
del Señor, Dios nuestro.

Ellos cayeron derribados,
nosotros nos mantenemos en pie.

Señor, da la victoria al rey
y escúchanos cuando te invocamos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Ahora se estableció el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo. Aleluya.

SALMO 20: ACCIÓN DE GRACIAS POR LA VICTORIA DEL REY

Ant. Has asumido, Señor, el poder y comenzaste a reinar. Aleluya.

Señor, el rey se alegra por tu fuerza,
¡y cuanto goza con tu victoria!
Le has concedido el deseo de su corazón,
no le has negado lo que pedían sus labios.

Te adelantaste a bendecirlo con el éxito,
y has puesto en su cabeza una corona de oro fino.
Te pidió vida, y se la has concedido,
años que se prolongan sin término.

Tu victoria ha engrandecido su fama,
lo has vestido de honor y majestad.
Le concedes bendiciones incesantes,
lo colmas de gozo en tu presencia;
porque el rey confía en el Señor,
y con la gracia del Altísimo no fracasará.

Levántate, Señor, con tu fuerza,
y al son de instrumentos cantaremos tu poder.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Has asumido, Señor, el poder y comenzaste a reinar. Aleluya.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: HIMNO DE LOS REDIMIDOS

Ant. Que te sirva toda la creación, porque tú lo mandaste, y existió. Aleluya.

Eres digno, Señor, Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.

Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado
y con tu sangre compraste para Dios
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes,
y reinan sobre la tierra.

Digno es el Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría,
la fuerza, el honor, la gloria, y la alabanza.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Que te sirva toda la creación, porque tú lo mandaste, y existió. Aleluya.

LECTURA: 1P 2, 4-5

Acercándoos al Señor, la piedra viva desechada por los hombres, pero escogida y preciosa ante Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo.

RESPONSORIO BREVE

R/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.
V/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.

R/ Al ver al Señor.
V/ Aleluya, aleluya.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre. Aleluya.

PRECES

Aclamemos alegres a Cristo, que después de ser sepultado en el seno de la tierra resucitó gloriosamente a vida nueva, y digámosle confiados:

Rey de la gloria, escúchanos.

Te rogamos, Señor, por los obispos, los presbíteros y los diáconos: que sirvan con celo a tu pueblo
— y lo conduzcan por los caminos del bien.

Te rogamos, Señor, por los que sirven a la Iglesia con el estudio de tu palabra:
— que escudriñen tu doctrina con pureza de corazón y deseo de adoctrinar a tu pueblo.

Te rogamos, Señor, por todos los fieles de la Iglesia: que combatan bien el combate de la fe,
— y, habiendo corrido hasta la meta, alcancen la corona merecida.

Tú que en la cruz clavaste y borraste el protocolo que nos condenaba,
— destruye también en nosotros toda clase de esclavitud y líbranos de toda tiniebla.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que al bajar al lugar de los muertos abriste las puertas del abismo,
— recibe a nuestros hermanos difuntos en tu reino.

Con el gozo que nos da el saber que somos hijos de Dios, digamos con plena confianza:
Padre nuestro…

ORACION

Señor, tú que en la resurrección de Jesucristo nos has engendrado de nuevo para que renaciéramos a una vida eterna, fortifica la fe de tu pueblo y afianza su esperanza, a fin de que nunca dudemos que llegará a realizarse lo que nos tienes prometido. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Martes V de Pascua

1) Oración inicial

Señor, tú que en la resurrección de Jesucristo nos has engendrado de nuevo para que renaciéramos a una vida eterna, fortifica la fe de tu pueblo y afianza su esperanza, a fin de que nunca dudemos que llegará a realizarse lo que nos tienes prometido. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del Evangelio según Juan 14,27-31a
Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Habéis oído que os he dicho: Me voy y volveré a vosotros. Si me amarais, os alegraríais de que me vaya al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. Ya no hablaré muchas cosas con vosotros, porque llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder; pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado.

3) Reflexión

• Aquí, en Juan 14,27, comienza la despedida de Jesús y al final del capítulo 14, él cierra la conversación diciendo: «¡Levantaos! ¡Vámonos de aquí!» (Jn 14,31). Pero, en vez de salir de la sala, Jesús sigue hablando por otros tres capítulos: 15, 16 y 17. Si se leen estos tres capítulos, al comienzo del capítulo 18 se encuentra la siguiente frase: «Dicho esto, pasó Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, en el que entraron él y sus discípulos”. (Jn 18,1). En Juan 18,1 está la continuación de Juan 14,31. El Evangelio de Juan es como un prólogo bonito que se fue construyendo lentamente, pedazo por pedazo, ladrillo sobre ladrillo. Aquí y allá, quedan señales de estos reajustes. De cualquier forma, todos los textos, todos los ladrillos, forman parte del edificio y son Palabra de Dios para nosotros.

• Juan 14,27: El don de la Paz. Jesús comunica su paz a los discípulos. La misma paz se dará después de la resurrección (Jn 20,19). Esta paz es más una expresión de manifestación del Padre, de la que Jesús había hablado antes (Jn 14,21). La paz de Jesús es la fuente de gozo que él nos comunica (Jn 15,11; 16,20.22.24; 17,13). Es una paz diferente da la paz que el mundo da, es diferente de la Pax Romana. Al final de aquel primero siglo la Pax Romana se mantenía por la fuerza de las armas y por la represión violenta contra los movimientos rebeldes. La Pax Romana garantizaba la desigualdad institucionalizada entre ciudadanos romanos y esclavos. Esta no es la paz del Reino de Dios. La Paz que Jesús comunica es lo que en el AT se llama Shalôm. Es la organización completa de toda la vida alrededor de los valores de justicia, fraternidad e igualdad.

• Juan 14,28-29: El motivo por el que Jesús vuelve al Padre. Jesús vuelve al Padre para poder volver enseguida entre nosotros. Dirá a la Magdalena: “Suéltame porque aún no he vuelto al Padre “(Jn 20,17). Subiendo hacia el Padre, el volverá a través del Espíritu que nos enviará (Cf. Jn 20,22). Sin el retorno al Padre, no podrá estar con nosotros a través de su Espíritu.

• Juan 14,30-31a: Para que el mundo sepa que amo al Padre. Jesús está terminando la última conversación con los discípulos. El príncipe de este mundo se encargará del destino de Jesús. Jesús será condenado. En realidad, el príncipe, el tentador, el diablo, no podrá nada contra Jesús. Jesús hace en todo lo que el Padre le ordena. El mundo sabrá que Jesús ama al Padre. Este es el gran y único testimonio de Jesús que puede llevar el mundo a creer en él. En el anuncio de la Buena Nueva no se trata de divulgar una doctrina, ni de imponer un derecho canónico, ni de unir todos en una organización. Se trata, ante todo, de vivir y de irradiar aquello que el ser humano más desea y que lleva en lo profundo de sí: el amor. Sin esto, la doctrina, el derecho, la celebración no pasa de ser una peluca sobre una cabeza sin pelo.

• Juan 14,31b: Levantaos, vámonos de aquí. Son las últimas palabras de Jesús, expresión de su decisión de ser obediente al Padre y revelar su amor. En una de las oraciones eucarísticas, en el momento de la consagración, se dice: “La víspera de su pasión, voluntariamente aceptada”. Jesús dice en otro lugar: “El Padre me ama, porque yo doy mi vida para retomarla de nuevo. Nadie me la quita, yo mismo la doy libremente. Tengo poder para dar la vida y para retomarla. Este es el mandato que recibí de mi Padre” (Jn 10,17-18).

4) Para la reflexión personal

• Jesús dice: “Os doy mi paz”. ¿Cómo contribuyo en la construcción de paz en mi familia y en mi comunidad?
• Mirando al espejo de la obediencia de Jesús al Padre, ¿en qué punto podría mejorar mi obediencia al Padre?

5) Oración final

Alábente, Yahvé, tus creaturas,
bendígante tus fieles;
cuenten la gloria de tu reinado,
narren tus proezas. (Sal 145,10-11)

La Vida de Jesús – Fco. Fernández-Carvajal

6.- LAS BODAS DE CANÁ. EL PRIMER MILAGRO

Jn 2, 1-12

Al tercer día, después de estos acontecimientos, se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús. También fueron invitados a la boda Jesús y sus discípulos. Así nos lo cuenta san Juan, que estuvo presente.

Caná de Galilea estaba situada a poco más de una hora de camino de Nazaret. Allí se encontraba María; quizá había llegado la víspera de la fiesta o días antes, para ayudar a la familia. El interés que muestra y su actividad en la boda señalan que no es una simple invitada. Es muy posible que los novios fueran parientes o, al menos, amigos íntimos. San Juan la llama la Madre de Jesús, nombre con el que la veneran los primeros cristianos[1]. No se nombra a José, lo que nos hace suponer que ya había muerto. San Juan no lo habría olvidado.

Era costumbre que las mujeres amigas de la familia preparasen todo lo necesario. Y la Virgen, mientras colaboraba en los preparativos, recordaría su propia boda. De esto hacía ya sus buenos años, pero Ella se acordaba bien. Se lo había contado muchas veces a su Hijo, lo había comentado en diversas ocasiones con José. Se reirían juntos hablando de aquellos pequeños sucesos que habían tenido lugar, y recordarían las personas que habían estado presentes, y lo jóvenes que eran…

Llevaba meses sin ver a Jesús. Ahora lo encuentra allí: acaba de llegar del Sur, de Judea. María conoció en esta boda a los discípulos de su Hijo. Es el primer encuentro de María con Juan, con Pedro… ¿Qué impresión les produjo la Virgen? No lo sabemos, pero Ella los ganaría con su alegría, con su corazón de Madre… Juan estaba bien lejos de pensar que aquella mujer sería también, pocos años más tarde, su Madre, y que cuidaría de Ella con inmensa ternura. Fue el encargo de su vida.

La Virgen se dio cuenta enseguida de que escaseaba el vino. Los jarros ya no volvían llenos de la pequeña bodega. Pero estaba Jesús, su Hijo; acaba de inaugurarse públicamente la predicación y el ministerio del Mesías. Ella lo sabe mejor que ninguna otra persona. Con motivo de este problema doméstico, tiene lugar entre ambos un diálogo lleno de interés: La Madre de Jesús le dijo: No tienen vino. Pide sin pedir, expone una necesidad: no tienen vino. No existe petición más fuerte y, a la vez, más delicada.

Jesús le respondió con unas palabras un tanto misteriosas para nosotros: Mujer, ¿qué nos va a ti y a mí? Todavía no ha llegado mi hora. La llama Mujer, que encierra un gran respeto y cierta solemnidad y puede traducirse por Señora. La volverá a emplear Jesús en la cruz (Jn). Y a continuación utiliza un giro idiomático que es preciso interpretar en su propio contexto, pues puede emplearse con diversos matices: Mujer, dice Jesús, ¿qué nos va a ti y a mí? A nuestros oídos puede parecer una frase un tanto dura, que equivaldría a «¿qué nos importa a nosotros?», «¿qué tenemos tú y yo que ver con el vino?». Tendríamos que haber oído la voz y el tono de Jesús al pronunciar estas palabras, quizá su sonrisa… para comprender que no fue así, como se ve en el milagro que a continuación realizará. Por debajo de las palabras existe un lenguaje oculto, de mutuo entendimiento, entre María y su Hijo, que nosotros apenas podemos percibir a través del texto. Ellos se entendían muy bien con pocas palabras.

Y añade el Señor: No ha llegado mi hora. ¿Qué quiere decir el Señor?, ¿a qué hora se refiere?

Cuando comenzó a predicar y hablaba de su hora se refería con frecuencia a su muerte y a su resurrección gloriosa, pero aquí no parece tener ese sentido. Más bien podría indicar que no había llegado el momento de manifestar su poder divino al mundo mediante los milagros. María sabía, sin embargo, que, a pesar de todo, lo iba a mostrar; de hecho, lo muestra. Unos momentos antes su hora no había llegado; unos instantes después, cuando interviene su Madre, llega…

El Espíritu Santo estaba actuando a través de María en el alma de Jesús. Sabemos que, pocas semanas antes, el Señor fue conducido al desierto por el Espíritu para ser tentado por el Diablo. Sus palabras acerca de su hora quizá querían expresar que el Espíritu Santo no le había manifestado aún el momento de mostrar públicamente su poder. Y ahora, en medio de una fiesta de bodas, su Madre le pide que haga un milagro de carácter casi familiar y doméstico. Y llega su hora; se adelanta.

En Nazaret no habían abundado precisamente los milagros. Los días habían transcurrido llenos de normalidad; los parientes que habían vivido a su lado no tenían la menor idea del poder de Jesús y les costó mucho convencerse de que no era un hombre como todos. En Nazaret, pocos creyeron en él. Ahora, la petición de su Madre, movida por el Espíritu Santo, pudo ser el comienzo de la hora de su Hijo. Ella nunca le había pedido nada extraordinario, por muy grande que fuera la necesidad: ni alimentos, ni ropa, ni salud en momentos de dolor o de enfermedad. Si ahora se dirige a Él, debe de ser porque se siente impulsada por el Espíritu Santo a hacerlo. Fue, aquí también, un instrumento dócil.

Ella conocía bien el corazón de su Hijo. Por eso, actuó como si hubiera accedido a su petición inmediatamente: haced lo que Él os diga, dice a los sirvientes.

San Juan, testigo del milagro, escribe que había allí seis tinajas de pi edra preparadas para las purificaciones de los judíos, cada una con capacidad de dos o tres metretas. No eran vasijas para vino (este no se guardaba en ese tipo de recipientes), sino para agua, para las purificaciones. La metreta o «medida» correspondía a algo menos de 40 litros[2]. Por tanto, estos cántaros podían contener entre 80 y 120 litros, en total 480 a 720 litros. El evangelista tiene interés en señalar el número y la capacidad de las vasijas para poner de manifiesto la generosidad del Señor, como hará también cuando narre el milagro de la multiplicación de los panes, pues una de las señales de la llegada del Mesías era la abundancia de bienes.

Estas vasijas habían quedado en gran parte vacías, pues las abluciones tenían lugar al comienzo y durante el banquete. Jesús mandó que las llenaran. Y san Juan, que omite otros detalles, como los comentarios de los invitados, etc., nos dice que los sirvientes las llenaron hasta arriba.

Jesús se dirigió de nuevo a ellos y les dijo: Sacad ahora y llevad al maestresala. Así lo hicieron. Y todos se dieron cuenta de que se trata de un vino excepcional. De ahí el comentario del maestresala al esposo: Todos sirven primero el mejor vino, y, cuando ya han bebido bien, el peor; tú, al contrario, has guardado el vino bueno hasta ahora.

Hubiera bastado un vino normal, incluso peor del que se había ya servido, y muy probablemente habría sido suficiente una cantidad mucho menor. Pero el Señor siempre da con largueza. Nosotros también lo hemos comprobado.

Aquellos primeros discípulos, entre los que se encuentra san Juan, quedaron asombrados. El milagro sirvió para que dieran un paso adelante en su fe primeriza. Jesús los confirmó en su entrega, como hace siempre con quienes le siguen[3].

Haced lo que Él os diga. Son las últimas palabras de Nuestra Señora que aparecen en el evangelio. No podían haber sido mejores.

Así, en Caná de Galilea hizo Jesús el primero de sus milagros con el que manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él.

Después de la fiesta, Jesús se dirigió a Cafarnaún. Le acompañaban su Madre, algunos parientes y sus discípulos. Allí permaneció poco tiempo.


[1] Dos veces llama san Juan Madre de Jesús a la Virgen. La siguiente ocasión será en el Calvario (cfr. Jn 19, 25). Entre los dos acontecimientos –Caná y el Calvario– hay diversas analogías. Uno está situado al comienzo y el otro, al final de la vida pública de Jesús, como para indicar que toda la obra del Señor está acompañada por la presencia de María. Ambos episodios señalan la especial solicitud de Santa María hacia los hombres: en Caná intercede cuando todavía no ha llegado la hora; en el Calvario ofrece al Padre la muerte redentora de su Hijo, y acepta la misión que Jesús le confiere de ser Madre de todos los creyentes (cfr. Const. Lumen gentium, n. 58).

[2] Tenía una capacidad de 39,3 litros.

[3] Santo Tomás ha visto también en este vino bueno del final el premio y el gozo de la vida eterna a quienes, queriendo seguir a Cristo, han sufrido las amarguras y contrariedades de esta vida (Comentario sobre san Juan, in loc.).

Comentario – Martes V de Pascua

Jesús es portador de paz. El da y deja la paz, porque la paz es un don que se queda en el que la recibe, dando origen a un estado de paz. Es el estado en que se encuentran los que están en pazconsigo mismos y con sus parientes, vecinos y colegas, incluso con sus adversarios ideológicos, y con Dios; porque si uno no está en paz con Dios y consigo mismo no habrá encontrado la paz. Esta paz que alcanza los niveles más profundos e íntimos del ser humano no la puede dar el mundo. El mundo, es decir, ese conjunto de hombres que viven en sociedad, podrá llegar, si está en guerra, a ciertos armisticios o acuerdos de paz; podrá restablecer relaciones deterioradas entre los miembros de una misma familia o apaciguar conflictos entre regiones, partidos políticos o familias religiosas; podrá incluso amortiguar tensiones que presagian rupturas o amenazan con desatar tormentas de consecuencias imprevisibles; pero no podrá alcanzar las honduras del corazón humano lacerado por la culpa y la autocensura. Esa tarea de pacificación interior sólo puede llevarla a cabo alguien que tenga poder para erradicar la culpa y extender los efectos medicinales del perdón. Únicamente este perdón restaurador puede proporcionar esa paz que el mundo no puede dar, ni siquiera con el restablecimiento de la justicia ultrajada.

Tal es la paz que permite afrontar con serenidad el advenimiento de ciertas noticias que anuncian pérdidas y engendran temores. Que no tiemble vuestro corazón –les decía Jesús a sus discípulos- ni se acobarde. Me habéis oído decir: Me voy y vuelvo a vuestro lado. Si me amarais, os alegraría de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Jesús había pronunciado palabras que presagiaban despedida. Aquellas alusiones a su marcha, ya próxima, llenaron de tristeza el corazón de sus discípulos; más aún, provocaron en ellos cierto pánico, ese temor somatizado en temblores: el miedo a quedarse huérfanos de padre, de Maestro o de guía. Se habían apoyado de tal manera en él durante el período del discipulado que ahora les suponía un gran quebranto prescindir de su compañía, de su apoyo moral, de sus consejos y magisterio, de sus certezas y convicciones, de la seguridad que les proporcionaba su cercanía.

Por eso Jesús se ve obligado a calmar su ansiedad con palabras tranquilizadoras: Me voy, pero volveré. Mi ida, viene a decirles, no es una marcha sin retorno, volveré para llevaros conmigo y que podáis gozar de mi compañía estando donde yo esté. La situación es tal que su misma marcha debe constituir para ellos un motivo de alegría; realmente tendrían que alegrarse porque a donde Jesús va es nada menos que al Padre, y el Padre es su «lugar de origen»; por eso es más que él, porque es su Principio, porque del Padre procede y al Padre tiende. No puede tener mayor aspiración que la de estar junto al Padre, como en el principio. Sólo estando así, a la derecha del Padre, dirá san Pablo, estará en la plenitud. Y si ésta es la mayor aspiración de todo ser, la plenitud de lo que son, los discípulos tendrían que alegrarse con este logro de su Maestro, aunque por el momento tengan que saborear la amargura de su ausencia. Pero el sentimiento de orfandad no será muy duradero; pronto dispondrán del don de su Espíritu, defensor y consolador, y su vuelta para llevarles consigo no se hará esperar demasiado; pronto podrán compartir su destino glorioso.

Pero no conviene que los acontecimientos les pillen desprevenidos; por eso Jesús se los anticipa, con la intención de prepararles para ese momento: Os lo he dicho antes de que suceda, para que cuando suceda sigáis creyendo. Los sucesos que se avecinan, por muy duros que resulten, por muy difíciles de digerir que sean, no deben arrebatarles la fe; al contrario, deben reafirmarles aún más en ella, en esa fe que han depositado en él como enviado del Padre.

Jesús prevé que su estancia en este mundo se agota. No le queda, por tanto, mucho tiempo para seguir adoctrinándoles y proporcionándoles los medios necesarios para afrontar su misión en el mundo y enfrentar con garantías de éxito esa realidad sufriente y hostil que se hará presente con la cercanía del Príncipe de este mundo, ése que, sin tener poder sobre Jesús (porque no hay poder maléfico capaz de imponerse al poder del Dios), lo tendrá para actuar su dominio en ese mismo mundo surgido de las manos del Creador. El diablo, en cuanto creatura de Dios, no puede tener sino el poder de actuación que Dios, su Creador, le concede. El mismo Jesús demostró repetidas veces su capacidad para desactivar el poder de sugestión (tentación) y de actuación (posesión) del demonio. Pero, aun careciendo el diablo de poder sobre él, es necesario –precisa Jesús- que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que lo que el Padre me manda, yo lo hago.

En la actuación del Príncipe de este mundo hay permisión de Dios. Las palabras evangélicas que acabo de citar nos permiten adivinar al menos una razón, si no la razón fundamental, que justifica esta permisión divina. Y es que la misma actuación del Maligno acabará convirtiéndose en la ocasión histórica que permitirá al Hijo demostrar al mundo su amor al Padre, un amor de tal calidad que le llevará hasta el extremo de entregar la propia vida en una actitud de obediencia sin fisuras, puesto que está dispuesto a hacer todo lo que el Padre le manda. Este amor demostrado en la obediencia (crucificado) y puesto en alto (en el árbol de la cruz) ante los ojos del mundo para que éste comprenda y crea será la muestra más palpable de su triunfo sobre el mal, aun presentándose bajo la apariencia de una derrota, puesto que da como resultado la muerte de quien encarna el bien. Pero quien en realidad triunfa en la cruz es el mártir del amor de Dios y, por tanto, el amor como testimonio captado por el mundo que se ha abierto a la fe. Ojalá que nosotros formemos o sigamos formando parte de ese mundo que ha creído en el testimonio de amor y obediencia dado por Jesús, el testigo del amor del Padre.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos «Apostolorum Successores»

62. El principio de justicia y legalidad.

El Obispo, al conducir la diócesis, se atendrá al principio de justicia y legalidad, sabiendo que el respeto de los derechos de todos en la Iglesia exige la sumisión de todos, incluso de él mismo, a las leyes canónicas. Los fieles, en efecto, tienen el derecho de ser guiados teniendo presente los derechos fundamentales de la persona, de los fieles, y la disciplina común de la Iglesia, velando por el bien común y por el de cada uno de los bautizados. Tal ejemplo del Obispo conducirá a los fieles a asumir mejor los deberes de cada uno con respecto a los de los demás y a los de la misma Iglesia. De esta forma, el Obispo evitará gobernar a partir de visiones y esquemas personalistas de la realidad eclesial.

Recursos – Ofertorio Domingo VI de Pascua

PRESENTACIÓN DEL CONSEJO PASTORAL

(En el caso de que lo hubiere, el Presidente debe hacer un resumen de sus actividades y de los grupos representados en dicho Consejo. De no existir, valdría el que representantes de los grupos que trabajan en la parroquia o la comunidad hicieran ese resumen de actividades. Al final, o bien el Presidente o uno de los que han intervenido, hace la ofrenda, y dice:)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, ahí tienes un pálido reflejo de los dones que Tú has regalado, por la presencia de tu Espíritu, a esta comunidad. Somos distintos, distintas y trabajamos en campos distintos, por eso no nos faltan tensiones, e incluso enfrentamientos. Sin embargo, somos conscientes de que Tú nos los has dado en orden al bien común y a la unidad de la Iglesia. Precisamente esa unidad es tarea del Espíritu, al que nos abrimos como Comunidad.

PRESENTACIÓN DEL GRUPO DE LA PASTORAL DE LA SALUD DE LA COMUNIDAD

(Podría hacerlo una representación del Grupo o incluso todos y todas los y las participantes en el grupo, como un signo en este día tan específico en tantos lugares y comunidades. Una de las personas del grupo podría presentar el PROYECTO del mismo y las acciones pastorales que ejercen en medio del mundo de los Enfermos/as. Termina realizando esta oración explicación)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, aquí tienes lo que el Grupo de Pastoral de la Salud de nuestra Comunidad intenta llevar a cabo en favor de los Enfermos y Enfermas que hay entre nosotros. Te ofrecemos todo el esfuerzo que supone esta labor. Te pedimos que bendigas a cada uno de los Enfermos y Enfermas y a cada una de las personas que ejercen este servicio entre ellos y ellas. Que estas acciones, cada día, se parezcan más a las que realizaba el mismo Cristo Jesús en favor de los y las más débiles y necesitados y necesitadas.

PRESENTACIÓN DE UNAS MEDICINAS

(Puede hacer la ofrenda una de las personas que, en la comunidad, cuide a un enfermo, a una enferma, o sea un o una profesional de la sanidad)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Mira, Señor, yo te ofrezco hoy estas medicinas, que son símbolo de nuestros cuidados y atenciones a los enfermos y enfermas. Bien sabes que hago de corazón y que quiero ser un instrumento de tu amor. No permitas que caiga nunca en el desánimo ni en el cansancio a causa de lo duro que me resulta a veces mi trabajo. Dame tu Espíritu de fortaleza y da también a tu Iglesia entrañas de amor, para que sepa expresar con ellos y con ellas las preferencias de las que gozan en tu corazón.

PRESENTACIÓN DE LOS ÓLEOS SAGRADOS

(Los puede presentar el mismo Presidente de la Comunidad o un miembro de la Pastoral de la Salud. Especialmente si ese día hay una celebración específica de la Unción de los Enfermos COMUNITARIA. De todas maneras, es una hermosa ocasión para realizar una catequesis sobre la Unción de los Enfermos)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, Tú bien sabes que la enfermedad se va a hacer presente en nuestras vidas, como ya lo ha hecho en la de tantos miembros de este Comunidad. Te damos gracias por el sacramento de la Unción de los Enfermos que nos has dejado y que nos acompaña durante la enfermedad. Te pedimos que nosotros y nosotras, tu comunidad, nunca dejemos de recibir este sacramento por miedo o por respetos humanos, sino que, con conciencia plena, lo acojamos con paz y serenidad, seguros y seguras de que Tú vas a caminar con nosotros y nosotras en esta situación complicada. Gracias, Señor, por tu presencia y compañía.

PRESENTACIÓN DE UN ENFERMO o UNA ENFERMA

(Un enfermo o una enferma, o un impedido o una impedida, o un anciano o una anciana de la comunidad da testimonio, inicialmente, de su situación y hace ofrenda, después, de sus sufrimientos y padecimientos)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Aquí me tienes a mí, Señor. He contado mi situación y mi experiencia de dolor y enfermedad. No es fácil estar enfermo o enferma en una sociedad de sanos y que siente el fracaso por la enfermedad o la muerte. Sin embargo, soy consciente de tu amor y noto la cercanía de tu Espíritu y la caridad de los hermanos y de las hermanas. Te ofrezco hoy todos mis sufrimientos y te pido los unas a los de tu Hijo Jesucristo, como una semilla plantada en favor de los y de las demás.

PRESENTACIÓN DE LAS CAJITAS PARA LLEVAR LA COMUNION A LOS ENFERMOS/AS

(Lo pueden hacer entre dos personas, en nombre de todos, y que en la Comunidad hayan recibido este ministerio o servicio. Se presentan las diversas CAJITAS que se utilizan, se ofrecen al Presidente de la Comunidad y una persona realiza esta oración-explicación)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, Tú nos invitas, especialmente cada domingo, a participar de la MESA de la Eucaristía, y desde la misma parten nuestros y nuestras Agentes de pastoral para llevar la comunión a nuestros Enfermos y Enfermas. Te damos GRACIAS por este hermoso don y por esta posibilidad que nos das. Te pedimos que el Cuerpo de tu Hijo amado sea un alimento real para nosotros y nosotras que acudimos en comunidad y para cuantos y cuantas se sienten imposibilitados o imposibilitadas para estar presentes en este encuentro concreto. Aliméntanos a todos y a todas para que podamos ser pan para nuestros hermanos y para nuestras hermanas.

Oración de los fieles – Domingo VI de Pascua

Cristo nos asegura que viviremos porque el vive junto al Padre y esa vida llega a todo aquel que recibe el Espíritu de la verdad. Nuestra súplica hoy es:

ANIMA NUESTRA VIDA SEÑOR.

1. – Por el Papa Francisco, para que como nos urgía San Pedro su primer antecesor, esté pronto a dar razón de la esperanza en Cristo con mansedumbre y respeto.

OREMOS

2. – Por las familias, para que el amor de Dios y la presencia del Espíritu les ayude a caminar y enfrentarse a los problemas.

OREMOS

3. – Por los que viven solos, desamparados, por los que se sienten faltos de cariño, para que encuentren un corazón que les brinde ese amor que nos viene de lo alto.

OREMOS

4. – Por los que dedican su vida a los demás, en especial los misioneros, para que la fuerza de Cristo resucitado les ayude y acompañe y no desfallezcan en su esfuerzo.

OREMOS

5. – Por todos habitantes de la tierra que aún no conocen al Señor, para que descubran el amor que Cristo nos trae y acepten sus mandamientos.

OREMOS

6. – Pidamos que llegue pronto la Paz a los pueblos necesitados de ella y puedan crecer y desarrollarse sin odios ni resentimientos.

OREMOS

7. – Pidamos por los que nos reunimos ante el altar de Cristo a compartir su cuerpo y sangre, para que esa unión este fundamentada en el verdadero Amor que es nuestro distintivo.

OREMOS.

Padre, atiende con presteza y largueza estas súplicas que ante ti presentamos y no dejes de atender aquellas que llevamos en nuestro corazón.

Por Jesucristo nuestro Señor

Amen.


Cuando el Espíritu ya está próximo, según anuncia Nuestro Señor Jesucristo, oremos para que su presencia nos haga mejores a todos, aquí en la Iglesia y fuera de ella. Y respondemos:

ESPERAMOS TU ESPÍRITU, SEÑOR

1.- Por todo el pueblo bautizado, por el Papa Francisco y por los Obispos, por los presbíteros y diáconos, por los ministros y catequistas, por todos los que esperan en el Señor Jesús, para que el Espíritu les conceda dones suficientes para cumplir con su misión

OREMOS

2.- Por los niños que se preparan o esperan recibir la Primera Comunión, para que el Espíritu les muestre el verdadero significado de la presencia permanente de Jesús en el Pan y en el Vino.

OREMOS

3.- Por nuestros gobernantes, nuestros alcaldes y todos los que legislan y trabajan por el bien del pueblo, para que el Espíritu los ilumine y satisfagan al bien común, a la libertad y a la felicidad material y espiritual de todos los pueblos.

OREMOS

4.- Por los dirigentes mundiales y los líderes de todas las naciones de la tierra, para que la acción del Espíritu en sus corazones traiga la paz y acabe con las guerras. Y también se haga el reparto justo de las riquezas a nivel planetario.

OREMOS.

5.- Por los jóvenes, por los estudiantes, por todos aquellos que trabajan en su formación, para que la cercanía del Espíritu les haga ver clara su vocación general y religiosa.

OREMOS

6.- Por los enfermos, los tristes, los abandonados, los emigrantes y todos aquellos que necesitan más el amparo de Dios y el apoyo solidario de los hermanos.

OREMOS

7.- Por todos nosotros, presentes en la celebración eucarística dominical, para que el Espíritu Santo nos ayude a obtener frutos abundantes de esta celebración.

Acepta Señor la oración de tu pueblo que te hace con humildad y fe. Y que tu infinita generosidad sacie nuestra necesidad de bienes de tu Reino.

Por Jesucristo Nuestro Señor

Amen

Comentario al evangelio – Martes V de Pascua

En el clima de despedida de Jesús, los discípulos muestran su preocupación lógica por el futuro, cuando les falte el Maestro. Y Jesús les tranquiliza con un doble mensaje:

  • En primer lugar, les comunica su paz: «La paz os dejo, mi paz os doy». No les llama a luchar por la paz, sino a recibir su paz. La suya no es una paz barata, sino una paz que viene de lo alto: «no os la doy yo como la da el mundo». Recordamos estas palabras cada día en la misa, antes de comulgar: «Señor Jesucristo, que dijiste a los apóstoles: la paz os dejo, mi paz os doy…». El mito de Caín y Abel, situado en los orígenes, presenta la historia humana como un relato de permanente agresión y conflicto entre hermanos. Por eso, necesitamos una paz especial y urgente. No es la de los estoicos -que promueven apatía e insensibilidad-; ni la de los maestros de yoga, que pueden reducirla a imperturbabilidad y tranquilidad; ni la de este mundo que es mera ausencia de conflictos. La paz que enseña Jesús nace de la cruz. Su cruz es el signo del amor que vence al odio. Porque al odio sólo puede vencerle el amor. Y el amor vence al odio soportándolo, siendo quizás destrozado y aparentemente vencido por él. Este es el camino de Jesús «pobre y humilde», rechazado y crucificado, pero al final triunfante y resucitado.
  • En segundo lugar, les exhorta a que no se angustien ni tengan miedo ante el anuncio de su ausencia. Les aterra perder a Jesús. Su miedo remite a esa angustiosa impotencia que experimentamos los humanos ante la amenaza real o inventada de una pérdida importante. El miedo básico es el miedo a la muerte, eco de los demás miedos. El miedo a la enfermedad es miedo a la muerte; el miedo a una tormenta es miedo a la muerte; el miedo a la soledad es miedo a la muerte… Tememos todo cuanto pone en riesgo la vida y anuncia la muerte. El miedo paraliza, bloquea, angustia, desespera … Perder a Jesús es, también, un pavoroso infierno. ¿Cómo quitarse de encima el yugo del miedo? Debemos hacernos esta pregunta. ¿Bastaría con pensamientos positivos? Parece que no. ¿Y con ejercicios de voluntad? Con apretar los puños y dientes tampoco se evapora el miedo. Perdemos nuestro miedo en el momento en que haya una mano -amiga y poderosa-que nos tome y nos conduzca. Cuando Jesús nos pide superar el miedo, nos está diciendo también: “No temáis. Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.

Juan Carlos Martos, cmf