Vísperas – Miércoles V de Pascua

VÍSPERAS

MIÉRCOLES V DE PASCUA

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

¿Qué ves en la noche,
dinos, centinela?

Dios como un almendro
con la flor despierta;
Dios que nunca duerme
busca quien no duerma,
y entre las diez vírgenes
sólo hay cinco en vela.

Gallos vigilantes
que la noche alertan.
Quien negó tres veces
otras tres confiesa,
y pregona el llanto
lo que el miedo niega.

Muerto le bajaban
a la tumba nueva.
Nunca tan adentro
tuvo al sol la tierra.
Daba el monte gritos,
piedra contra piedra.

Vi los cielos nuevos
y la tierra nueva.
Cristo entre los vivos
y la muerte muerta.
Dios en las criaturas,
¡y eran todas buenas! Amén.

SALMO 26: CONFIANZA ANTE EL PELIGRO

Ant. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador. Aleluya.

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?

Cuando me asaltan los malvados
para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen.

Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.

Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo.

Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca;

y así levantaré la cabeza
sobre el enemigo que me cerca;
en su tienda ofreceré
sacrificios de aclamación:
cantaré y tocaré para el Señor.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador. Aleluya.

SALMO 26: CONFIANZA ANTE EL PELIGRO

Ant. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Aleluya.

Escúchame, Señor, que te llamo;
ten piedad, respóndeme.

Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro.»
Tu rostro buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro.

No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches, no me abandones,
Dios de mi salvación.

Si mi padre y mi madre me abandonan,
el Señor me recogerá.

Señor, enséñame tu camino,
guíame por la senda llana,
porque tengo enemigos.

No me entregues a la saña de mi adversario,
porque se levantan contra mí testigos falsos,
que respiran violencia.

Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.

Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Aleluya.

CÁNTICO de COLOSENSES: HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CRIATURA

Ant. Él es el origen, guía y meta del universo. A él la gloria por los siglos. Aleluya.

Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Él es el origen, guía y meta del universo. A él la gloria por los siglos. Aleluya.

LECTURA: Hb 7, 24-27

Jesús, como permanece para siempre, tiene el sacerdote que no pasa. De ahí que puede salvar definitivamente a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder a su favor. Y tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo. Él no necesita ofrecer sacrificios cada día —como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo—, porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.

RESPONSORIO BREVE

R/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.
V/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.

R/ Al ver al Señor.
V/ Aleluya, aleluya.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis, y se realizará. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis, y se realizará. Aleluya.

PRECES

Oremos a Cristo, que resucitó de entre los muertos y está sentado a la derecha del Padre, y digámosle:

Oh Cristo, siempre vivo para interceder por los hombres, escucha nuestra oración.

Acuérdate, Señor, de los que se han consagrado al ministerio pastoral;
— que sean para tu pueblo ejemplo de santidad.

Concede, Señor, el espíritu de justicia y de paz a los que gobiernan las naciones
— y haz que trabajen para que todos podamos vivir según tu ley.

Concede la paz a nuestros días
— y multiplica los bienes de la tierra, para que los pobres puedan gozar de las riquezas de tu bondad.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Oh Cristo, que con tu triunfo has iluminado el mundo entero y has llamado a la vida a toda la creación, que estaba sometida a la frustración,
— concede la luz eterna a nuestros hermanos difuntos.

Llenos de fe, invoquemos juntos al Padre común, repitiendo la oración que Jesús nos enseñó:
Padre nuestro…

ORACION

Oh Dios, que amas la inocencia y la devuelves a quienes la han perdido, atrae hacia ti el corazón de tus fieles, para que siempre vivan a la luz de tu verdad los que han sido librados de las tinieblas del error. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Miércoles V de Pascua

1) Oración inicial

¡Oh Dios!, que amas la inocencia y la devuelves a quienes la han perdido; atrae hacia ti el corazón de tus fieles, para que siempre vivan a la luz de tu verdad los que han sido librados de las tinieblas del error. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del Evangelio según Juan 15,1-8
«Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la palabra que os he dicho. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos.

3) Reflexión

• Los capítulos del 15 al 17 del Evangelio de Juan nos presentan varias enseñanzas de Jesús, que el evangelista ha unido y colocado aquí en el contexto amistoso y fraterno del último encuentro de Jesús con sus discípulos:
Jn 15,1-17: Reflexiones entorno a la parábola de la vid
Jn 15,18 a 16,4a: Consejos sobre la manera de comportarse cuando se nos persigue
Jn 16,4b-15: Promesa sobre la venida del Espíritu Santo
Jn 16,16-33: Reflexiones sobre la despedida y el retorno de Jesús
Jn 17,1-26: El Testamento de Jesús en forma de oración

• Los Evangelios de hoy y de mañana presentan una parte de la reflexión de Jesús sobre la parábola de la vid. Para entender bien todo el alcance de esta parábola, es importante estudiar bien las palabras que Jesús usó. Y es igualmente importante observar de cerca una vid o una planta para ver cómo crece y cómo se enlazan tronco y ramos, y cómo el fruto nace del tronco y de los ramos.

• Juan 15,1-2: Jesús presenta la comparación de la vid. En el Antiguo Testamento, la imagen de la vid indicaba el pueblo de Israel (Is 5,1-2). El pueblo era como una vid que Dios plantó con mucho cariño en las costas de los montes de Palestina (Sal 80,9-12). Pero la vid no correspondió a lo que Dios esperaba. En vez de unos racimos de uva buena dio un fruto amargo que no servía para nada (Is 5,3-4). Jesús es la nueva vid, la vid verdadera. En una única frase el nos da toda la comparación. El dice: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto». La poda es dura, pero es necesaria. Purifica la vid, para que crezca y produzca más frutos.

• Juan 15,3-6: Jesús explica y aplica la parábola. Los discípulos ya son puros. Ya fueron podados por la palabra que escucharon de Jesús. Hasta hoy, Dios hace la poda en nosotros por medio de su Palabra que nos llega por medio de la Biblia y de muchos otros medios. Jesús alarga la parábola y dice: «¡Yo soy la vid y vosotros los sarmientos!» No se trata de dos cosas distintas: de un lado la vid, de otro, los ramos. ¡No! No hay una vid sin ramos. Nosotros somos parte de Jesús. Jesús es el todo. Para que un ramo pueda producir frutos, debe estar unido a la vid. Sólo así consigue recibir la savia. «¡Sin mí, no podéis hacer nada!” Ramo que no produce fruto es cortado. Se seca y se le recoge para quemarlo. No sirve para nada ya, ni siquiera ¡para hacer leña!

• Juan 15,7-8: Permanecer en el amor. Nuestro modelo es aquello que Jesús mismo vive en su relación con el Padre. El dice:»Como el Padre me amó, yo también os he amado. ¡Permaneced en mi Amor!» Insiste en decir que debemos permanecer en él y que sus palabras deben permanecer en nosotros. Y llega a decir: «¡Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis!» Pues lo que el padre más quiere es que nos volvamos discípulos y discípulas de Jesús y así demos mucho fruto.

4) Para la reflexión personal

• ¿Cuáles son las podas o momentos difíciles que he pasado en mi vida y que me ayudarán a crecer? ¿Cuáles son las podas o momentos difíciles que pasamos en nuestra comunidad y nos ayudaron a crecer?
• Lo que mantiene viva una planta, capaz de dar frutos, es la savia que la atraviesa. ¿Cuál es la savia que está presente en nuestra comunidad y la mantiene viva, capaz de dar frutos?

5) Oración final

¡Cantad a Yahvé un nuevo canto,
canta a Yahvé, tierra entera,
cantad a Yahvé, bendecid su nombre! (Sal 96,1-2)

Lectura continuada del Evangelio de Marcos

Marcos 14, 10-11

10Y Judas Iscariote, uno de los Doce, se dirigió a los sumos sacerdotes para entregárselo. 11Pero ellos, al oírlo, se alegraron y prometieron darle dinero.

Y buscaba cómo entregarlo en el momento oportuno».

14, 10-11: Marcos completa su «emparedado» literario volviendo a introducir a Judas en el relato (última mención en 3,19). El acuerdo de Judas con los sumos sacerdotes para entregar a Jesús (14,10) permite a estos realizar su cruel propósito expresado en 14,1-2. Su «marcha» para unirse a los enemigos de Jesús tiene probablemente un matiz de apostasía (cf. Jn 6,66). El versículo 14,11a menciona la promesa de los mandatarios judíos de recompensar con dinero a Judas por su traición, pero en el relato marcano queda confuso si las finanzas constituyen su motivación principal (como en Jn 12,6) o son simplemente un efecto secundario de una traición decidida por algún otro objetivo.

Judas mezcla su voluntad con la de los enemigos de Jesús; pero también se está operando otra voluntad, sobrehumana, que moldea los acontecimientos para sus propios fines. El lector despierto recordará que Jesús había profetizado tres veces que habría de ser entregado en manos de sus enemigos, pero que esta traición, que cumple un plan divino, acabará en su resurrección (8,31; 9,31; 10,33-34). Por tanto, cuando los lectores se enteran de que Judas anda buscando «el momento oportuno» para entregar a Jesús (14,11b), reflexionarán sobre el solapamiento y la tensión entre «el momento oportuno» desde el punto de vista de los adversarios de Jesús (cf. 14,2) y desde el punto de vista de Dios.

Al principio del siguiente pasaje los lectores de Marcos recibirán otra insinuación sobre cuál de estos dos puntos de vista va a ganar en última instancia: a pesar de los deseos de los sumos sacerdotes y escribas («no durante la fiesta»: 14,2), Jesús es entregado «en el primer día de los Ácimos» (14,12).

Comentario – Miércoles V de Pascua

El pasaje evangélico de este día nos presenta una nueva alegoría, esta vez tomada del mundo vegetal, pero no menos significativa, para describir la relación de Cristo con nosotros: como la de los sarmientos con la vid. El contexto histórico-geográfico en que vive Jesús (una tierra de viñedos) le proporciona el símil: Yo soy la verdadera vid y vosotros los sarmientos. Sólo da fruto el sarmiento que permanece unido a la cepa. Esta unión, para que sea realmente fructífera, no puede ser una unión casual, esporádica o accidental; ha de ser una unión permanente y que permita la comunicación de lasavia, que es el alimento y la vida del sarmiento. Sólo un sarmiento vivo –y la vida le llega al sarmiento por la unión con la cepa- puede fructificar, esto es, dar de sí aquello para lo que ha sido capacitado.

Hay, sin embargo, sarmientos que parecen estar unidos a la vid, pero no lo están. La unión es sólo aparente, puesto que no les llega la savia de la cepa; por eso se secan, están muertos, y no queda sino cortarlos y arrojarlos al fuego. Pero los sarmientos que dan fruto siempre pueden dar más (de sí); por eso, son podadospara que den más fruto. Esta tarea le corresponde al labrador, que, según el alegorista, es Dios PadreMi Padre es el labrador, nos dice Jesús.

El comienzo de nuestra unión con Cristo hay que ponerle en el bautismo; pero aquel fue sólo el comienzo. Para dar fruto es necesario permanecer unidos al que fuimos unidos en el bautismo; porque tal unión puede debilitarse, y hasta romperse –y entonces se interrumpe la comunicación de la savia-; pero también puede restablecerse y afianzarse. El pecado debilita o rompe la unión: se interrumpe la comunicación, se seca el tejido, se agota la vida y nos hacemos estériles; la penitencia la restablece, y la eucaristía la afianza: vuelve a fluir la savia y nuestras vidas fructifican. Pero ¿qué es esa savia y cuáles son esos frutos a los que se refiere la alegoría?

La savia no puede ser otra cosa que la gracia de Dios, ese suministro de vida que nos llega por la mediación de Cristo y nos vivifica crísticamente, esto es, con la vida de Cristo. Y esta vida, estando en nosotros, es la que nos permite fructificar cristianamente. Toda vida, que no sea estéril, es decir, que no esté impedida para dar de sí, da frutos, los suyos; a cada vida le corresponden sus frutos. La vida humana, en la situación en que se encuentre, con su edad, nivel cultural, condición sexual, estado de salud o de vigor, etc., da de sí frutos humanos; la vida cristiana, es decir, la vida humana vivificada por Cristo irá cargada de frutos que lleven la marca y el sabor de la caridad y la esperanza cristianas. A los frutos de toda vida humana pertenecen las palabras y las obras (lo que hablamos y lo que hacemos), pues también las palabras conforman acciones e integran el dar de sí de nuestra vida. Hablar es una acción y las palabras pueden hacer mucho bien y mucho mal. ¿O es que no hace bien una palabra de consuelo, o una palabra que esclarece o resuelve un problema, o que estimula, o alienta, o corrige? Es verdad que en ellas cabe la falsedad o la vanidad y pueden presentarse con muy buena apariencia, estando como cualquier manzana o naranja podridas por dentro.

Previendo este peligro (somos más dados a hablar que a hacer), san Juan nos dice: No amemos de palabra, sino de verdad y con obras. Amar sólo de palabra es amar muy parcialmente o no amar, puesto que la acción de amar es de la persona en su totalidad. Si el amor no brota de lo nuclear de la persona, aunque se exprese con gestos o palabras, es un amor superficial o falso. Las palabras o los gestos pueden resultar engañosos o tan precarios como el sentimiento que los inspira o la pasión que los alimenta; por eso, las obras tienen un valor demostrativo mayor, aunque ni siquiera las obras están exentas de una posible contaminación o son inmunes a toda falsificación, pues también se puede hacer creer a una persona que la amamos a base de regalos, caricias, solicitudes y atenciones. Hemos de amar con obras, pero también con verdad, es decir, deseando realmente el bien de esas personas a las que decimos amar. Las buenas obras, u obras inspiradas en el amor de Cristo, son por tanto el fruto de nuestra unión con él: el dar de sí de una vida injertada en la vida del mismo Cristo Jesús.

Pero Jesús habla también de poda. Para que los sarmientos que ya dan fruto den más, es conveniente podar. Y podar es cortar lo inútil, lo viejo, lo enfermo, lo vano, lo que roba energía pero no produce. Ésta es siempre labor del labrador, y el labrador es el Padre; pero Dios nunca trabaja sin nosotros y nuestra colaboración. Somos personas –así nos ha hecho el Creador-, y la acción de Dios sobre nosotros nunca es impersonal; ello significa que siempre nos tiene en cuenta y nos implica en su trabajo como seres libres que somos, con nuestra carga de voluntad y responsabilidad. Luego si queremos dar realmente más fruto hemos de colaborar en nuestra propia poda, cortando vicios, frenando tendencias, debilitando afectos desordenados al dinero, al saber, al poder, cercenando relaciones ilícitas o peligrosas, desprendiéndonos de apegos, es decir, de todo aquello que nos impide amar a Dios y al prójimo con libertad.

Esta poda suele ser dolorosa, porque nos obliga a dejar cosas o personas que nos son queridas o de las que nos es difícil prescindir en la medida en que estamos aficionados a ellas. El corte de los lazos afectivos es siempre doloroso, pero también necesario, si se quiere lograr esa liberación que nos coloca en mejor disposición para dar el fruto que se espera de nosotros. El resto ya depende de Dios. Él, y sólo él, sabe cómo y en qué momento podarnos (=purificarnos). Uno de los que mejor han descrito este proceso de purificación en sus noches pasivas del sentido y del espíritu es nuestro místico san Juan de la Cruz. Pero no debemos olvidar que la poda, y los sufrimientos que conlleva, no tienen otro objetivo que ayudar a dar más fruto, y el fruto es la alegría de una vida colmada.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos «Apostolorum Successores»

II. La potestad episcopal

63. El Obispo centro de unidad de la Iglesia particular.

A la cura pastoral del Obispo, ayudado por su presbiterio, está confiada la diócesis que preside con la sagrada potestad, cual maestro de doctrina, sacerdote del culto y ministro del gobierno.(144)

El Obispo diocesano,(145) al ejercitar la sagrada potestad, tenga siempre delante de sí el ejemplo de Cristo y asuma el auténtico espíritu de servicio evangélico para atender la porción del Pueblo de Dios que le ha sido confiada.(146)

El Obispo diocesano, al desarrollar su misión, tenga constantemente presente que la comunidad que preside es una comunidad de fe, que necesita ser alimentada por la Palabra de Dios, una comunidad de gracia, que es continuamente edificada por el sacrificio eucarístico y por la celebración de los otros sacramentos, a través de los cuales el pueblo sacerdotal eleva a Dios el sacrificio de la Iglesia y su alabanza. Una comunidad de caridad, espiritual y material, que brota de la fuente de la Eucaristía. Una comunidad de apostolado, en la cual todos los hijos de Dios están llamados a difundir las insondables riquezas de Cristo, tanto de modo individual como asociados en grupos.

La diversidad de vocaciones y ministerios, que estructura la Iglesia particular, exige al Obispo ejercitar el ministerio de la comunidad no aisladamente, sino junto a sus colaboradores, presbíteros y diáconos, con la aportación de los miembros de los Institutos de vida consagrada y de las Sociedades de vida apostólica, que enriquecen la Iglesia particular con la fecundidad de los carismas y el testimonio de la santidad, la caridad, la fraternidad y la misión.

El Obispo tendrá viva conciencia de ser en la diócesis el fundamento y el principio visible de unidad de la Iglesia particular. Debe promover y tutelar continuamente la comunión eclesial en el presbiterio diocesano, de modo que su ejemplo de dedicación, acogida, bondad, justicia y comunión efectiva y afectiva con el Papa y sus hermanos en el Episcopado, una siempre más los presbíteros entre ellos y con él, y ningún presbítero se sienta excluido de la paternidad, fraternidad y amistad del Obispo. Este espíritu de comunión del Obispo animará a los presbíteros en su solicitud pastoral por conducir a la comunión con Cristo y en la unidad de la Iglesia particular al pueblo confiado a sus desvelos pastorales.

Hacia los fieles laicos, el Obispo se hará promotor de comunión, insertándolos en la unidad de la Iglesia particular, según la vocación y misión propias, reconociendo la justa autonomía, escuchando sus consejos y ponderando con atención las legítimas peticiones en orden a los bienes espirituales que necesitan.(147) Acogerá las agrupaciones laicales en la pastoral orgánica de la diócesis, siempre en el respeto de la identidad propia de cada una, teniendo en cuenta los criterios de eclesialidad indicados por la Exhortación Apostólica post-sinodal Christifideles laici,(148) de modo que los miembros de las asociaciones, de los movimientos y de los grupos eclesiales, unidos entre ellos y con el Obispo, colaboren con el presbiterio y con las instancias de la diócesis para la instauración del reino de Dios en la sociedad donde son llamados a introducir la novedad del Evangelio y a orientarla según Dios.


144 Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Constitución dogmática Lumen Gentium, 20.

145 Cuanto se afirma para el Obispo diocesano vale también para aquellos que, según el Derecho, se le equiparan y dirigen circunscripciones eclesiásticas asimiladas a la diócesis, cf. Codex Iuris Canonici, cans. 368; 370-371.

146 Cf. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica postsinodal Pastores Gregis, 42-43.

147 Cf. Codex Iuris Canonici, can. 212 §§ 2-3.

148 Cf. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica postsinodal Christifideles laici, 30.

Comentario Domingo VI de Pascua

Oración preparatoria

Señor y Hermano nuestro Jesús, Tú estás con tu Padre y estás con nosotros cada vez que “nos reunimos en tu nombre”, concédenos vivir siempre de las Palabras que dirigiste a los tuyos en la última cena, y permanecer siempre pidiendo y esperando tu Espíritu que nos haga amarte a ti, amar a tu Padre, y cumplir tu mandamiento de amar a nuestros hermanos los seres humanos.

 

Jn 14, 15-21

«15Si me amáis, guardaréis mis mandamientos;

16y yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, 17el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni conoce. Vosotros lo conocéis, porque permanece junto a vosotros y estará en vosotros.

18 19
No os dejaré huérfanos: vendré a vosotros. Dentro de poco el mundo ya no me

verá, pero vosotros me veréis, porque yo vivo y vosotros viviréis. 20Aquel día vosotros comprenderéis que yo [estoy] en mi Padre y vosotros en mí y yo en vosotros.

21El que tiene mis mandamientos y los guarda es el que me ama; pero el que me ama, será amado por mi Padre; y yo lo amaré y me manifestaré a él».

PALABRA DE DIOS

 

CONTEXTO

Seguimos en el escenario en el que Jesús ha celebrado la última cena con sus discípulos, lugar de su revelación, de su gloria, de su enseñanza y de su amor. Después de Jn 13,1-30, que relata los gestos, las palabras, los sentimientos de Jesús y de los suyos durante la cena pascual, con 13,31 entramos en las palabras del último gran discurso de Jesús, que terminará con la oración sacerdotal del capítulo 17. Estamos, pues, en los comienzos de la sección: en 14,1-14 Jesús se había presentado, ofreciéndose como camino al Padre; ahora, en el texto de hoy, Jesús introduce la promesa del envío del Espíritu Santo, como Consolador, como presencia cierta, pero también la promesa de su venida en lo íntimo de los discípulos. La oposición presente en nuestro texto entre el grupo de discípulos y el mundo será el tema principal de la siguiente sección: la pregunta de Judas (14,22) y la respuesta de Jesús (14,23-31).

 

TEXTO

El evangelio de hoy tiene una clara estructura: está enmarcado en una inclusión formada por “amar” y “guardar mis mandamientos” en el versículo inicial (v. 15) y final (v. 21). La sección central tiene dos partes: una centrada en el Espíritu paráclito (vv. 16-17); otra centrada en la vuelta del Señor (vv. 18-20). Las palabras-guía de todo el texto son “Padre” y “vosotros”. También sobresale la presencia trinitaria de Dios: Padre-Hijo-Espíritu, tan del gusto joaneo, y el tema de la intimidad de la comunidad creyente (“vosotros”) con la Trinidad, cifrada en los verbos recibir, ver, conocer, comprender, estar…; distintas “modalidades” de la vida creyente en profunda relación con Dios.

 

ELEMENTOS A DESTACAR

• Jesús, ante todo, dice que amarle conlleva observar (“guardar”) sus mandamientos. Si no hay observancia, no hay amor. Esto nos hace pensar en nuestra vida ética, en nuestro comportamiento debido: ¿Es conforme a los mandamientos de Jesús? ¿Cuáles son estos? ¿Los tenemos puestos en el orden adecuado?

• Primera “promesa” de Jesús: el don del Espíritu Santo por parte del Padre. Ese Espíritu está presentado con dos características: es “el Consolador” y es “el Espíritu de la verdad”, a quien el mundo no ve ni conoce, pero los discípulos sí, porque mora junto a ellos y está dentro de ellos. ¿Sentimos que ese Espíritu “habita” y acompaña nuestra vida? ¿Experimentamos el consuelo de Dios, su asistencia, y lo transmitimos a los demás? ¿Somos personas que viven desde la Verdad y con Verdad?

• Segunda “promesa” de Jesús: su venida, su regreso; los discípulos lo verán y vivirán, porque Él es la resurrección y la vida. ¿Experimentamos, en este tiempo de Pascua, la presencia de Jesús, viva y vivificadora, en nuestra vida? ¿En qué se manifiesta?

• Jesús pronuncia con insistencia un pronombre “vosotros”, sus discípulos de entonces y de hoy. Es un texto muy interpelante, para ofrecernos una relación directa con “el Padre”, con el que mantiene una íntima vinculación de amor, a la que estamos invitados. El Padre es presentado por Jesús como el que da. El dar es aquí la característica principal de Dios; nos da al Hijo, nos da al Espíritu, nos da su amor. Este amor suyo nos hace pasar de la muerte a la vida, de la tristeza del pecado al gozo de la comunión con Él, de la soledad del odio, a la comunión de amor con los hermanos. La cuestión es comprobar si esta realidad gozosa de Dios la vivimos y la transmitimos así en este tiempo de Resurrección.

 

Paso 1 Lectio: ¿Qué dice el texto? Atiende todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas.

Paso 2 Meditatio: ¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?

Paso 3 Oratio: ¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…

Paso 4 Actio: ¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?

Para la catequesis: Domingo VI de Pascua

VI Domingo de Pascua
17 mayo 2020

Hechos 8, 5-8. 14-17; Salmo 65, 1Pedro 3, 15-18; Juan 14, 15-21

Él les dará…el Espíritu de la Verdad

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Si me aman, cumplirán mis mandamientos; y yo le rogaré al Padre y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; ustedes, en cambio, sí lo conocen, porque habita entre ustedes y estará en ustedes. No los dejaré desamparados, sino que volveré a ustedes. Dentro de poco, el mundo no me verá más, pero ustedes sí me verán, porque yo permanezco vivo y ustedes también vivirán. En aquel día entenderán que yo estoy en mi Padre, ustedes en mí y yo en ustedes. El que acepta mis mandamientos y los cumple, ése me ama. Al que me ama a mí, lo amará mi Padre, yo también lo amaré y me manifestaré a él”.

Reflexión:

Jesús dijo que si lo amamos, cumpliremos sus mandamientos, ¿Por qué? Cuando amamos a alguien, queremos agradarle, y hacerle feliz. Y como Jesús es Dios, también confiamos que lo que nos pide es por nuestro bien porque Él lo sabe todo y nos conoce y nos ama más que nadie. Jesús promete mandar un Paráclito, ¿Que es un Paráclito? Alguien que protege, ayuda o favorece con su influencia para que otro esté en buenas condiciones. Jesús llama a este Paráclito, el Espíritu de la verdad. Recordamos que Jesús dijo hace poco que Él es el camino, la verdad, y la vida y que Él y su Padre son uno. Ahora nos enseña que Él y el Espíritu de la verdad (el Espíritu Santo) son uno. Jesús dice que el mundo no puede recibir este Paráclito porque no lo conoce, ¿Por qué? Jesús nos dijo que los que lo conocen a Él conocen al Padre. Igual los que conocen a Jesús, conocen al Espíritu de la verdad porque son uno. El mundo no conoce a Jesús. Jesús dijo que Él permanecería vivo entre ellos y ellos también vivirían, ¿Cómo? El Espíritu Santo en el corazón de las personas que aman y obedecen a Dios es la presencia de Jesús porque son uno. Llamamos a nuestro Dios, la Trinidad, tres personas, un Dios. Es un misterio que no podemos entender pero lo aceptamos con fe. Jesús prometió manifestarse a los que lo aman, ¿Cómo se manifiesta Jesús a nosotros? Dios se revela en nuestro corazón con buenas ideas, con la conciencia, con sentimientos de gozo y amor y compasión para otros; también se revela a través de otras personas.

Actividad:

Manualidad en la siguiente página: Corten un triángulo grande en una cartulina. A la izquierda arriba, dibujen o corten en otro color un corazón con un sol adentro porque el amor de Dios brilla en todo el mundo. A la derecha arriba, dibujen o corten una corona de espinas porque Jesús revela su amor sufriendo y muriendo por nosotros. Abajo en la punta, dibujen o corten una paloma, símbolo del Espíritu Santo con un corazón (la cabeza), un óvalo (cuerpo), 2 triángulos (alas), y un trapecio (cola). Decorar el sol con brillo, la corona con palillos, y las alas y cola de la paloma con listas de papel blanco cortado en listas. En la otra página, llenar los espacios que faltan.

Oración:

Jesús, gracias por mandar el Espíritu de la verdad para cuidarnos, guiarnos y amarnos. Ayúdame a amarte y obedecerte más todos los días para oír tu voz en mi corazón y para glorificarte siempre. Amen.

¿Qué me quiere decir hoy Jesús?

Promesa del Espíritu Santo – Juan 14, 15-21

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: – Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conoceis, porque vive con vosotros y está con vosotros. No os dejaré desamparados, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis, y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama, lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.

Explicación

Al despedirse Jesús de los apóstoles, estos se quedaron muy tristes. Jesús al verlo les animaba diciéndoles: -Si me amáis cumpliréis mis mandamientos. Y si os he dicho que estaré con vosotros y vosotros conmigo, ¿cuál es el motivo de vuestra tristeza? No os preocupéis ni acobardéis pues yo le pediré a mi Padre que os de otro defensor: el Espíritu que os dará la paz si seguís mi voluntad.

Evangelio dialogado

Te ofrecemos una versión del Evangelio del domingo en forma de diálogo, que puede utilizarse para una lectura dramatizada.

SEXTO DOMINGO DE PASCUA – “A”(Jn. 14, 15-21)

NARRADOR: ¡Eh, vosotros! ¿A dónde vais?

NIÑO 1º: Nooosotros… vamos… a… ¡jugar un rato!

NARRADOR: Y, ¿lo saben vuestros padres?

NIÑO 2º: Bueno, no, pero…

NIÑO 1º: Yo estoy en casa de mi abuela. Ella me cuida mientras mis padres trabajan.

NIÑO 2º: Mis padres no se enteran.

NARRADOR: Tus padres han encargado a tu abuela que te cuide. Los tuyos estará, intranquilos si vuelven y no estás en casa. Me parece que no queréis mucho a vuestros padres.

NIÑOS: ¡Claro que les queremos mucho!

NARRADOR: Pues entonces os va a venir muy bien lo que nos dice Jesús este domingo. ¡Escuchad!

DISCÍPULO1º: Maestro, si te vas de nuestro lado, ¿cómo podremos demostrar que te queremos?

JESÚS: Es muy sencillo, sólo tenéis que guardar lo que os he mandado.

DISCÍPULO2º: Hombre. Maestro, muy sencillo no es.

DISCÍPULO1º: Además estaremos solos, nadie nos cuidará.

JESÚS: No estaréis solos. Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor que esté siempre con vosotros.

DISCÍPULO2º: ¿Otro defensor? ¿Será tan valiente como tú? ¿Cómo se llamará este defensor?

JESÚS: Se llamará el Espíritu de la verdad.

DISCÍPULO1º: ¿Y nos defenderá sólo a nosotros?

JESÚS: Sólo a vosotros. El mundo no puede recibirlo porque no lo ve ni lo conoce.

DISCÍPULO2º: ¿Y nosotros, sí le conocemos?

JESÚS: Claro que sí, porque vive con vosotros y está con vosotros.

DISCÍPULO1º: Maestro, no te entendemos.

JESÚS: No os preocupéis. Pensad sólo que no os dejaré desamparados. ¡Volveré!

DISCÍPULO2º: ¿Y podremos verte como ahora? Porque el Espíritu ese no lo vemos por ninguna parte.

JESÚS: Hay muchas formas de ver. El mundo no me verá pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo.

DISCÍPULO1º: Maestro, tú dijiste que te ibas con el Padre.

JESÚS: Estaré con el Padre, pero vosotros estaréis conmigo y yo con vosotros. Hay muchas formas de estar.

DISCÍPULO2º: ¿Y nos puedes decir una?

JESÚS: Claro que sí: haced lo que os he mandado.

DISCÍPULO1º: Si guardamos lo que nos has mandado ¿estaremos contigo?

JESÚS: Claro que sí…, estaréis conmigo.

DISCÍPULO2º: ¡Y así sabrás que te queremos!

JESÚS: El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; al que me ama, lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y estaré con él.

Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández

Comentario al evangelio – Miércoles V de Pascua

No podemos olvidar de que hoy es el día de Nuestra Señora de Fátima. En muchos lugares se venera y se honra a nuestra Madre bajo esa querida y famosa advocación. Tengamos hoy también nosotros un recuerdo emocionado y agradecido a nuestra Madre que, inquieta por la salvación del mundo, nos repite constantemente: “Haced lo que Él os diga”. Bajo su presencia y amparo acogemos la Palabra que el evangelio nos ofrece en el día de hoy.

El evangelio presenta una parábola de Jesús, bellísima y de fácil comprensión. Aunque presenta a tres personajes: Él mismo (que es la vid); el Padre (que es el labrador) y nosotros (que somos os sarmientos); sin embargo, se centra en dos: lo que hace Dios y en lo que debemos hacer nosotros.

  • El Padre o corta o poda. Con dos verbos se expresan las dos maneras de actuar de Dios que, en el fondo, son consecuencias de nuestras decisiones. Quien no conecta con Jesús, quien no está injertado en Él y recibe una transfusión de vida en su organismo, se seca. Quien no recibe su misericordia medicinal que cura la ramita que se astilla, se marchita inútilmente. Por el contrario, quien se deja podar las partes estériles o enfermas, crece y da fruto. Dios Padre quiere ser viñador que poda, no leñador que tala. Esa poda quirúrgica es dolorosa pero eficaz. A esas podas las llamamos “pruebas”. Solamente recortando lo inútil se consigue que ese «trasvase» íntimo de vida desde la cepa proporcione el máximo vigor a los sarmientos para dar fruto.
  • Los sarmientos, para dar fruto, deber permanecer unidos a la vid. La expresión “permanecer” es muy querida por el Señor. La repetirá muchas veces. Especialmente, como aquí, en la última cena: Permaneced en el Señor. No dice: “Trabajad mucho, moveos, esforzaos”. Esto lo da por sentado, pero va a lo más importante y, también, lo que es más peligroso para la vida si no se hace: “Permaneced en mí para dar fruto abundante”. Solo los que permanecen unidos a Jesús dan fruto abundante. Sin estar unidos personalmente a Jesús, lo que hacemos con nuestras solas fuerzas es estéril. Puede que sirva para maquillar un poco la realidad en la que nos movemos, pero no para transformarla. La identidad cristiana no es un contrato de trabajo: no. Es apostolado. Tú, si permaneces en el Señor, en su Palabra y en su vida, del Señor, serás un apóstol. Si no te mantienes unido a Él, serás uno que simpatiza con su doctrina, si acaso que le valora y admira como un hombre muy bueno, que defiende los valores correctos, pero sin estar unidos y dar fruto no existe verdadera identidad cristiana.

Juan Carlos Martos, cmf